GÉNERO Y CULTURA POPULAR
GÉNERO Y CULTURA POPULAR
Estudios culturales 1
Isabel Clúa (ed.)
ÍNDICE
I. ESTUDIOS CULTURALES Y ESTUDIOS DE GÉNERO:
Directora de la colección: Meri Torras
© De los textos: Laura Borràs, Concepción Cascajosa, Isabel Clúa, Marta Fernández Morales, Lucía Lijtmaer, Sara Martín, Isabel Menéndez, Noemí Novell, Susana P. Tosca, Pau Pitarch, Isabel Santaulària, Eduardo Viñuela, Laura Viñuela
© De la edición: Edicions UAB
Edicions UAB
Edifici A- Campus de la UAB
08193 Bellaterra (Cerdanyola del Vallès)
Tel. 93 581 27 48
Fax: 93 581 32 39
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© Del diseño de la colección: Mireia Calafell, Noemí Novell, Meri Torras y Mar Valldeoriola
Coordinación editorial y cuidado de la edición: Mireia Calafell, Isabel Clúa, Noemí Novell,
Meri Torras y Mar Valldeoriola
Diseño de cubierta: Felipe Gil Gago
Fotografía de portada: Mireia Calafell
Diseño del logo de la colección: Luci Gutiérrez
Maquetación: Mar Valldeoriola
Esta publicación está vinculada al grupo Cuerpo y Textualidad, grupo de investigación reconocido por el AGAUR (2005SRG-1013) y que desarrolla el proyecto Los textos del cuerpo. Análisis cultural del cuerpo como construcción genérico-sexual del sujeto (HUM20054159/FILO).
Cuerpo y Textualidad: gr.cositextualitat@uab.cat
Primera edición: mayo de 2008
ISBN: 978-84-490-2540-2
Depósito legal: B. 23932-2008
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema
informático, ni su transmisión en ningún formato ni por ningún medio, sea electrónico, mecánico, en fotocopia, en grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de
los titulares del copyright.
METODOLOGÍAS
¿Tiene género la cultura? Los estudios culturales y la
teoría feminista
Isabel Clúa
II. LITERATURA
Género y fantasía heroica
Pau Pitarch
Un estudio en negro: la ficción de detectives anglosajona,
de sus orígenes a la actualidad
Isabel Santaulària
III. CINE
El cine de ciencia ficción: un enfoque en la diferencia
Noemí Novell
De padre a hijo: la transmisión del discurso patriarcal
en el cine de Hollywood (1977-2077)
Sara Martín
IV. TELEVISIÓN
Género y estudios televisivos
Concepción Cascajosa y Marta Fernández Morales
V. CIBERESPACIO Y NUEVAS TECNOLOGÍAS
Género y Ciberespacio. Ciberfeminismo y cibercultura
Laura Borràs
Videojuegos: el entretenimiento del tercer milenio
Susana P. Tosca
VI. MÚSICA Y CULTURA JUVENIL
Música popular y género
Laura Viñuela y Eduardo Viñuela
Britpop: la ambigüedad vintage
Lucía Lijtmaer
La construcción de la identidad en las revistas para
adolescentes
Isabel Menéndez
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33
65
111
149
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229
263
293
327
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I. Estudios culturales y estudios
de género: metodologías
I
¿TIENE GÉNERO LA
CULTURA?*
Metodologías
LOS ESTUDIOS CULTURALES Y LA
TEORÍA FEMINISTA
Resumen
Los estudios culturales surgen en el ámbito académico en los años
60 como metodología de trabajo que se centra en el análisis de la
cultura; privilegian una lectura ideológica de la cultura y definen
desde esa perspectiva buena parte de su objeto de estudio, la cultura popular, cuya consideración como margen o zona espuria de
la alta cultura ya definen como ideológica. Este capítulo pretende
trazar un panorama mínimo sobre los estudios culturales: sus antecedentes, métodos y logros más importantes. Al mismo tiempo,
pretende mostrar las relaciones, no siempre cordiales a pesar de
tener muchos rasgos en común, con la crítica feminista y los estudios de género.
De los estudios
literarios a los
estudios culturales:
una cuestión de
márgenes
11
Los estudios
culturales, los
estudios de género
y la teoría feminista
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Ejercicios
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Bibliografía
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DE LOS ESTUDIOS LITERARIOS A LOS ESTUDIOS
CULTURALES: UNA CUESTIÓN DE MÁRGENES
La evolución de los estudios literarios en los últimos cien
años puede plantearse de muy distintos modos, pero no
cabe duda de que su rasgo principal es la superación progresiva de las tendencias basadas en el inmanentismo de
lo literario. Si bien corrientes ya lejanas como el formalismo ruso, el new criticism o la estilística supusieron en su
momento una renovación del estudio del texto literario
aportando conceptos y modos de lectura de vigencia indudable, lo cierto es que la teoría literaria se ha caracterizado, sobre todo, por la revisión de la propia definición
de lo literario: ¿en qué consiste la especificidad de lo literario? ¿Un texto es siempre literario? ¿En todas partes? La
siempre vacilante literatura comparada también ha contribuido a plantear el espinoso asunto de los límites de lo
literario. ¿Cuál es el juego de similitudes y diferencias entre la literatura y «todo lo demás»? Obviamente, la línea
C l ú a G i n é s , I s a b e l , « ¿T i e n e g é n e r o l a c u l t u ra? L o s
e s t u d i o s c u l t u ra l e s y l a t e o r í a f e m i n i s t a » . E n I s a b e l C l ú a
(e d . ) , G é n e r o y c u l t u r a p o p u l a r . B a r c e l o n a : E d i c i o n s U A B ,
2008.
11
* Este trabajo está vinculado a las líneas de investigación individual que desarrollo en los proyectos «Los
textos del cuerpo. Análisis
cultural del cuerpo como
construcción genérico-sexual del sujeto (fin de siglo
XX-XXI)» [MEC. HUM200505083] y en el proyecto
«Feminismo y género en la
cultura popular actual Es-
critura de las mujeres en la
literatura, cine y soportes
audiovisuales en España
(1995-2007)» [Instituto de
la Mujer,exp. Núm. 091/07]
no es clara ni precisa; muy al contrario. Así pues, la teoría
literaria y la literatura comparada parecen haber llegado a
un mismo escenario: si lo literario no es por sí mismo, sino que depende de unas atribuciones consensuadas por
una comunidad en un momento dado, el estudio de lo literario como algo aislado es inviable, pues su propio límite depende del funcionamiento cultural de un determinado momento y emplazamiento.
Desde esta perspectiva, los estudios culturales pueden
entenderse como una tendencia que tiene lugar y fecha de
nacimiento –el Centre for Contemporary Cultural Studies,
en Birmingham, en los años 60–, y que viene a aglutinar y
sistematizar la inclinación cada vez mayor de los estudios
literarios a superar sus límites y abordar los márgenes hasta entonces no estudiados. Utilizo la palabra márgenes con
total deliberación en tanto que una de las primeras evidencias de los estudios culturales es que la propia organización
de la cultura es jerárquica y está intrínsecamente vinculada
a las estructuras del poder. ¿Hay manifestaciones culturales
«más culturales» que otras? ¿Por qué ciertas formas de la
cultura son pensadas como fuera de la cultura? ¿La literatura es «más cultura» que la moda o los usos sociales?
¿Qué es, en definitiva, la cultura? Los estudios culturales,
pues, se plantean como una corriente que se orienta hacia
el estudio de los textos y prácticas culturales, poniendo en
primer plano las implicaciones ideológicas que intervienen
en su producción, consumo y recepción.
Los estudios culturales
Tal y como lo plantea Genara Pulido (2003), los estudios culturales se caracterizan por:
-Alejamiento de la visión inmanente de lo literario.
-Ampliación del objeto de estudio.
-Desmantelamiento de la división entre alta cultura y baja cultura.
-Cuestionamiento del canon.
-Concepción social e histórica de la cultura.
-Enfoque interdisciplinario.
-Carácter profundamente comprometido y político.
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ISABEL CLÚA GINÉS
De las características propuestas por Pulido, el carácter político de los estudios culturales resulta, a mi modo
de ver, el aspecto fundamental precisamente porque pone de manifiesto cómo toda lectura es ideológica y no
existe ninguna posición habitable de pureza discursiva.
La propia elección del objeto de estudio ya está marcada, es decir, la idea de que existen unos textos que son
depositarios inmutables de una excelencia estética que
los eleva por encima de cualquier otra manifestación
cultural y, por otra parte, que ese otro conjunto inmenso de textos culturales espurios no tienen ningún interés, ya implica una concepción estratificada de la cultura. Por ello, una de las principales aportaciones de los
estudios culturales es incorporar al estudio académico y
definir críticamente lo que se denomina baja cultura o
cultura popular.
Cultura popular
Un ejemplo modélico de hasta qué punto interviene la ideología en la definición del objeto de estudio y, a la vez, una muestra del desmantelamiento de esa lógica, lo constituye el artículo «Notas sobre la deconstrucción de lo “popular”» (Hall,
1984), en el que el autor plantea las distintas definiciones al
uso de cultura popular:
1. La cultura popular es aquello consumido por las masas: como Hall demuestra, bajo la idea de la cultura masificada se esconde la asunción de que ésta es una cultura suministrada directamente por la industria para mantener vigentes los
imaginarios que convienen al poder, lo cual implica, en segundo
término, entender a ese público consumidor de cultura popular
como una masa de ignorantes que se deja domesticar por las
estructuras dominantes. Hall señala, además, cómo esa idea se
contrapone con la de una cultura «auténticamente» popular, no
comercial, lo cual es inviable porque «no hay ninguna cultura
popular autónoma auténtica y completa que esté fuera del
campo de fuerza de las relaciones del poder cultural».
2. La cultura popular es aquello que hace o proviene del
«pueblo»: además de ser una definición que puede caer fácilmente en el inventario, Hall muestra cómo el problema radica
en la distinción entre «pueblo» y «no pueblo» ya que en realidad está cruzada por otra distinción, y «el principio estructurador de lo popular son las tensiones y oposiciones entre lo que
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2 La Escuela de Frankfurt se
constituye por el conjunto
de intelectuales agrupados
bajo el Instituto de Investigaciones Sociales de Frankfurt, que a partir de los años
30 y bajo la dirección de
Horkheimer impulsan un
estudio interdisciplinario de
la cultura partiendo de una
orientación marxista.
pertenece al dominio central de la cultura de élite o dominante
y la cultura de la “periferia”» y esa distinción es históricamente móvil, de modo que ciertas formas populares adquieren «valor cultural» y a la inversa.
Ante esas definiciones conflictivas, Hall aporta una tercera:
3. La cultura popular implica, en un momento dado, aquellas
formas y actividades cuyas raíces están en las condiciones
sociales y materiales de determinadas clases, que hayan quedado incorporadas a tradiciones y prácticas populares. Lo
esencial, no obstante, no es la pura definición, sino la insistencia en la tensión continua (relación, influencia y antagonismo)
entre esta área y la cultura dominante, así como en el examen
de los procesos mediante los que se articula esa relación de
dominación/subordinación. En suma, la cultura popular se
constituye como uno «de los escenarios de la lucha a favor y
en contra de una cultura de los poderosos».
SUJETOS DE/A LA CULTURA. LOS ANTECEDENTES
DE LOS ESTUDIOS CULTURALES
Los estudios culturales viven la paradoja de que las tendencias de estudio que constituyen sus antecedentes más
inmediatos resultan, al mismo tiempo, opuestas a sus
planteamientos. Así, en las definiciones que Hall aporta
de la cultura popular hay que entender la crítica solapada, por ejemplo, a las aportaciones de Walter Benjamin y,
posteriormente, de la Escuela de Frankfurt,2 que constituyen las muestras más tempranas de interés por la cultura popular en el siglo XX. Por una parte, Benjamin, en su
célebre ensayo «La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica» (1936), ilumina el carácter político
de los hechos artísticos; ahora bien, el texto asume la
mercantilización del arte y la pérdida de su valor estético
al entrar en la cadena de consumo. Es decir, al mismo
tiempo que sitúa la cultura popular como objeto de estudio, la aborda desde una posición ideológica muy marcada. En esa misma línea, Adorno y Horkheimer acuñan el
término de industria cultural para referirse a los productos y procesos propios de la cultura de masas, a los que,
no obstante, caracterizan por su homogeneidad cultural
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ISABEL CLÚA GINÉS
y predictibilidad, así como por mantener y reforzar la estructura social. Desde el punto de vista actual se da la paradoja, pues, de que posiciones informadas por el marxismo acaban asumiendo un enfoque enormemente
conservador de la cultura. En este sentido es quizás Leo
Lowenthal, también miembro de la Escuela de Frankfurt,
quien mejor encarna esa contradicción al considerar que
la cultura popular está marcada por el estereotipo, el conservadurismo político, la manipulación de los bienes de
consumo, y por afirmar que su finalidad es despolitizar a
las masas, limitando sus expectativas sociales y económicas a un marco de explotación y opresión capitalistas.
Frente a ella, la alta cultura encarnaría los ideales negados
por el capitalismo.
Ello no implica que la huella del marxismo en los estudios culturales sea desdeñable; muy al contrario, la
idea clásica de que las prácticas culturales deben ser analizadas en relación a las condiciones históricas de producción (y en sentido laxo, a las condiciones cambiantes
de consumo y recepción) es fundamental. Es, sin embargo, la idea de verticalidad y unilateralidad, es decir, que
el poder emana de la superestructura a la base para domesticarla y amansarla, lo que se pone en cuestión. En
ese aspecto, la referencia dentro de los estudios culturales a la terminología clásica del marxismo ha ido perdiendo peso a favor del uso de otros conceptos, igualmente inspirados en el marxismo, pero más finos a la
hora de mostrar el trazado de relaciones de poder que se
da en la cultura. En ese sentido, el concepto de
ideología5 de Althusser o el concepto de hegemonía 5
acuñado por Gramsci se han revelado sustancialmente
más productivos. Partiendo de esos conceptos mucho
más flexibles, la cultura popular ya no es simplemente
un escenario presionado por el poder, sino un escenario
híbrido donde chocan distintas intenciones, donde un
elemento ideológico que refuerza el discurso hegemónico puede ser desmantelado y/o subvertido.
Dicho de otro modo, los textos y prácticas culturales
no tienen un significado intrínseco y limitado, sino que
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Ideología. Es un sistema de
representaciones mediante el
cual los hombres y mujeres
viven sus relaciones con las
condiciones de existencia; no
es sólo un cuerpo de ideas,
sino un conjunto de prácticas y materializaciones y es,
además, inconsciente. La
función de la ideología es
construir sujetos a través de
la interpelación; es decir, sujetos sujetos a la propia ideología.
Hegemonía. Es la condición por la que una clase
dominante no sólo controla
una sociedad sino que la dirige a través del liderazgo
moral y social; se define
como permanente, es decir,
siempre hay una hegemonía, pero ésta se consigue
también a través de negociaciones, concesiones, etc.
el significado se constituye de forma dinámica. En ese
sentido, la aportación de la semiótica y del estructuralismo francés son fundamentales. El ya clásico trabajo de
Roland Barthes, Mitologías (1957), constituye la referencia inexcusable a la hora de mostrar no sólo cómo los lugares comunes de la cultura, las prácticas cotidianas, los
textos populares... constituyen nuestro propio imaginario, sino también cómo en todos esos elementos de la
cultura popular no hay nada obvio. Así pues, en el ensayo «El mito, hoy», que constituye la sistematización teórica de este tipo de análisis, Barthes recupera la idea de
que «el mito» es un cuerpo de ideas y prácticas que intentan hacer pasar como natural y eterno lo que es cultural y concreto, con la función última de imponer una
ideología. No obstante, quizás lo más interesante es el
análisis del mito desde una perspectiva semiológica, de
modo que éste nunca está limitado a una significación
única, es polisémico, y descifrarlo depende de una serie
de condiciones que pueden generar lecturas disruptivas.
De ahí que, de nuevo, el mito pueda servir y al mismo
tiempo desafiar al sistema cultural que lo ha generado.
Junto a todos ellos, cabe mencionar el impacto de la tradición culturalista británica como tercer elemento que acaba influyendo decisivamente en la eclosión del Centre for
Contemporary Cultural Studies de Birmingham (CCCS).
Los trabajos de Hoggart y Williams terminan por situar en
la agenda académica las distintas prácticas culturales populares como objeto de estudio. Es especialmente interesante, además, el hecho de que utilicen elementos metodológicos claramente procedentes de los estudios literarios:
obviamente, el estudio de la cultura puede abordarse desde
muy diversas disciplinas (sociología, antropología, etc.),
pero a diferencia de éstas, que utilizan sus propias metodologías, los estudios culturales, tal y como señala Jordan
(1986: 46-47), parten de la idea de que el texto (sea éste
una novela, una revista, una película, un videojuego, etc.)
es una «serie estable de sentidos», de modo que el análisis
textual es fundamental, siempre bien entendido que la lectura de todo texto es necesariamente intertextual.
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ISABEL CLÚA GINÉS
¿QUÉ SUJETO? LA IRRUPCIÓN DE LA POSMODERNIDAD
Si bien, como ya se ha dicho, los estudios culturales se
aglutinan en un primer momento en el CCCS de Birmingham y trabajan a partir de unos intereses comunes
sobre unas áreas determinadas (Pulido, 2003: 122-3), lo
cierto es que la irrupción de nuevas corrientes de pensamiento desde los mismos años 60 plantea nuevas preguntas y nuevos retos a la disciplina.2 Si como afirmaba Culler en una de las definiciones más simples y
certeras de los estudios culturales, éstos abordan el modo y grado en que las fuerzas culturales nos conforman
como sujetos y nos interrogan sobre el modo en que
«podemos usarlas para otros propósitos, ejercitando
nuestra responsabilidad [agency]» (Culler, 2000: 60), el
catálogo de interrogantes se ve necesariamente modificado en el momento en que entran en escena acontecimientos como los procesos de descolonización, la articulación del feminismo de la segunda ola, los
movimientos por los derechos civiles y, en fin, los movimientos sociales e intelectuales que ponen de relieve las
identidades obliteradas por el discurso normativo y reclaman la visibilización de éstas tanto como la necesidad
de revelar de qué modo esas identidades han sido borradas, silenciadas o emplazadas en los márgenes.
Aunque el carácter políticamente legítimo de estos y
otros movimientos ha sido reconocido, su irrupción supone la ruptura definitiva de la posibilidad de hablar de
sujeto, sin adjetivar y sin localizar. Más aún, se habla también de la imposibilidad de alcanzar un conocimiento totalizador de la cultura, lo cual, en términos más amplios,
implica una crisis sin precedentes del conocimiento en la
sociedad occidental, tal y como lo teoriza Lyotard en su
decisiva obra La condición postmoderna (1979).
El modo en que el posmodernismo ha influido en los
estudios culturales es difícil de precisar en la medida en
que es una transacción inacabada y, como ocurre con sus
antecedentes, está llena de contrastes; así pues, los grandes teóricos del posmodernismo constatan y utilizan co-
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2 Como en el caso de la literatura comparada, la aplicación del término disciplina a los estudios culturales
ha sido sobradamente discutida y resulta bastante
impropia; aunque por una
parte se constituyen como
una tendencia clara en sus
planteamientos, al nutrirse
y servirse de otras disciplinas y acomodar muy diversas metodologías, la calificación de disciplina resulta
conflictiva.
mo rasgos de la posmodernidad algunas de las evidencias
puestas de relieve por los estudios culturales: la imposibilidad de separar lo alto de lo bajo, la imbricación de la
cultura con el poder y la economía o el íntimo vínculo
que une lo ideológico con lo cultural. Curiosamente, esas
constataciones están acompañadas de prejuicios ya conocidos respecto a la cultura popular, que sigue siendo caracterizada como un ámbito decadente, movido por la
economía, donde no puede haber ninguna expresión estéticamente válida. El caso más sintomático quizás sea el
de Fredric Jameson (1991) que hila todos estos conceptos
en un panorama más bien apocalíptico, en el que el posmodernismo deviene la «lógica del capitalismo tardío» y
la cultura popular no se distingue de la cultura comercial,
que es vulgar, materialista y carente de gusto.
La caracterización de lo posmoderno que hace Jameson
coincide, en líneas generales, con la que llevan a cabo otros
teóricos; la disolución de límites entre los estratos de la
cultura y el desarrollo rizomático de los textos –que remiten a más textos, tras los cuales no hay nada– de la que habla es reconocible en la caracterización de la posmodernidad llevada a cabo, de manera más productiva, por otros
autores. Quizás entre todos ellos sea Jean Baudrillard quien
ofrece un planteamiento más sugerente con su concepto de
cultura del simulacro, en la que la distinción entre realidad
y representación se difumina, y ambas se conciben como
ámbitos que se experimentan simultáneamente. Dicho de
otro modo, la simulación «es la generación por modelos de
algo real sin origen ni realidad» (Baudrillard, 1978: 5). No
se puede separar, pues, la realidad de su representación, lo
que a mi juicio proporciona argumentos para entender definitivamente cómo la cultura no es un sistema de representaciones que «copian» o «reflejan» la realidad y los sujetos, sino un auténtico dispositivo –utilizando el término
foucaultiano– que los genera.
Desde el nuevo contexto posmoderno, la pretensión de
los estudios culturales no puede ser ya cartografiar la realidad y las redes que la entretejen con los textos culturales
sino mostrar cuáles son los dispositivos culturales que
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ISABEL CLÚA GINÉS
nos forman como sujetos. De ahí que, en términos prácticos, como señalan Barker y Beezer (1992), el cambio
esencial, metodológicamente hablando, es el abandono
del concepto de «clase» como núcleo central a favor de
conceptos como «subjetividad» o «identidad», que por
supuesto ya no se entienden de modo universal ni invariable sino que están insertos en una red de diferencias.5
Este panorama ha suscitado reacciones muy divergentes; la acusación más frecuente ha sido la de la atomización tanto del objeto de estudio como del mismo saber.
A ello hay que añadir la fuerte institucionalización de los
estudios culturales dentro del sistema académico estadounidense, a lo que ha seguido un cuestionamiento de
su carácter comprometido y político. ¿Cómo mostrarse
crítico con el poder desde el poder? es una pregunta que
interpela tanto a quienes se han erigido en máximos representantes de los estudios culturales como a sus críticos y que, a mi juicio, devuelve a la preocupación fundamental de la (a)disciplina: delimitar cuál es el lugar que
ocupamos en la cultura y desvelar qué lealtades, conscientes e inconscientes, sostenemos y, sobre todo, a quiénes o a qué sostenemos con ellas.
LOS ESTUDIOS CULTURALES, LOS ESTUDIOS DE
GÉNERO Y LA TEORÍA FEMINISTA
Como ya se ha dicho, los estudios culturales difícilmente
pueden entenderse sin su alianza y su mixtura con otras
corrientes académicas que han cuestionado y redefinido
el sujeto de la cultura. En el caso de los estudios de género y la crítica feminista prácticamente cabe decir lo mismo, y difícilmente pueden pensarse al margen de la mayoría de preocupaciones e intereses que nutren los
estudios culturales, tanto en su búsqueda de los factores
culturales que nos forman como sujetos como en el compromiso político a la hora de enfrentarse a ese análisis.
De hecho, en la misma articulación del feminismo de
la segunda ola cuyo momento fundacional –o, cuando
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Diferencia. Tal y como lo
plantea Derrida, la diferencia recoge el doble sentido
de diferir: posponer y ser
distinto. En su formulación,
se aplica al sistema lingüístico, de modo que un elemento siempre es diferido,
nunca es una presencia absoluta, pues ésta siempre se
construye en relación con
otros elementos equivalentes; y al mismo tiempo, esa
relación «diferida» es posible porque ese elemento es
«diferente», distinto al resto
de los elementos con los
que se relaciona.
menos, más emblemático– fue la publicación del libro de
Betty Friedan, The Feminine Mystique (1963), ya se observa la importancia que se concede al estudio de la cultura popular como formadora y portadora de unos significados de género; así, en su segundo capítulo, «The
Happy Housewife Heroine», Friedan aborda el análisis
de las revistas femeninas, fundamentalmente para denunciar la imagen de la feminidad de la que son transmisoras, al mismo tiempo que acusa también a la publicidad, las películas, la televisión, las novelas, etc. como
proveedoras de imágenes que forman la vida de las mujeres y se constituyen como espejos de éstas.
Friedan no es un caso aislado y, ciertamente, los primeros análisis culturales desarrollados desde un punto
de vista feminista adoptan una posición de desconfianza
respecto a la cultura popular, en lo que se ha denominado el debate sobre las «imágenes de la mujer». Tal y como analiza Hollows (2000), acusar a la cultura popular
de reforzar o proporcionar imágenes conservadoras de la
mujer implica un triple error teórico: 1) se asume que la
cultura popular representa identidades de género y, como se ha mostrado posteriormente, el proceso no es tan
simple y mecánico; más bien lo que hace es «construir y
estructurar el significado del género»; 2) se asume que lo
que «muestra», «dice» o «propone» la cultura popular
tiene una única interpretación, es decir, que los textos
son autoevidentes, pero, como se ha mostrado, los textos
son polisémicos y su decodificación depende de los distintos repertorios que utiliza el lector/la lectora, y 3) se
asume que todos los intérpretes lo decodifican de un
mismo modo lo que, en último término, implica concebir un/a intérprete monolítica y uniforme y, como se ha
mostrado posteriormente desde la misma crítica feminista, la categoría «mujer» difícilmente puede reducirse a
una etiqueta uniforme, pues encubre una diversidad de
experiencias y definiciones.
Evidentemente, estas imprecisiones metodológicas no
empañan la aportación de Friedan ni mucho menos de las
feministas que participaron en el debate sobre las «imáge-
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ISABEL CLÚA GINÉS
nes de la mujer», quienes levantaron el pensamiento feminista y lo situaron no sólo en la academia sino en el mismo corazón de los estudios culturales. Así, durante los
años 70, éstos fueron incorporando, como ya se ha dicho,
el interés por el estudio del género y la sexualidad, tanto
como por otras diferencias identitarias (como la etnicidad), influidos también por autores como Foucault y
Bourdieu. De ese modo, la segunda hornada de investigadores británicos del CCCS modificaron el enfoque de sus
investigaciones e intentaron «mostrar más la resistencia
cultural de los grupos sin poder que el valor de éstos frente a la interpretación tradicional de las culturas dominantes (clase alta, varón y blanco)» (Cañero, 2002).
Entre los investigadores de esta segunda hornada cabe
destacar, por su especial relevancia en los estudios culturales feministas, a Angela McRobbie, cuyo libro Feminism and Youth Culture (1991) trabaja –como en el caso
de Friedan– en las revistas para mujeres, concretamente
jóvenes. Su perspectiva en este y otros trabajos es diametralmente distinta a la de Friedan, y McRobbie enfatiza
cómo ciertos mensajes pueden ser positivos y proporcionar un marco de empoderamiento.5 De hecho, en el trabajo de McRobbie puede ya trazarse la incipiente irrupción del feminismo de la tercera ola, pues ya se constatan
en él las divergencias entre las generaciones jóvenes de
mujeres y el pensamiento feminista clásico.
Pese a que los ejemplos de Friedan y McRobbie pueden entenderse como opuestos en la medida en la que la
primera achaca a la cultura popular muchos de los males
que atenazan a las mujeres y la segunda la considera un
espacio de resistencia ante la cultura dominante en el
que las nociones de género y sexualidad también encuentran alternativas, la posición del feminismo respecto a la cultura popular no ha seguido una evolución plácida, pasando del rechazo al interés, sino que es más
compleja y comprende diversas aproximaciones. Según
Rakow (1998), las aproximaciones feministas al análisis
de la cultura popular pueden resumirse en cuatro grandes modos: 1) el análisis de las imágenes de la mujer
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Empoderamiento/Incardinamiento. Estos términos
son la traducción más aceptada y común del término
inglés «empowerment», que
significa la capacidad de dotarse a sí mismo de un poder o agentividad política
que emerge del reconocimiento de la situación concreta del yo. En un contexto,
el posmoderno, en que la
noción de sujeto ya no se
sostiene en la naturaleza y
por tanto, es fluctuante, el
incardinamiento es la operación básica para situarse en
una encrucijada discursiva
determinada y asumir desde
ella una posición política
determinada.
producidas por la cultura popular; 2) la recuperación y
relectura de la cultura popular creada por mujeres; 3) el
estudio de la recepción y consumo de la cultura popular
por parte de las mujeres, y 4) la formulación de una teoría cultural feminista. Estas aproximaciones mantienen
una visión divergente sobre qué es y qué posibilidades
ofrece la cultura popular a la causa feminista.
El feminismo y la cultura popular
Según analiza Hollows (2000), las definiciones sesgadas de
cultura popular que había delineado Hall (1984) también pueden seguirse en las distintas aproximaciones feministas:
1. La cultura popular es aquello consumido por las masas. Según Hollows, esta asunción de la cultura popular es la que inspira el pensamiento de Friedan y otras feministas radicales. Las
implicaciones son también evidentes: no sólo sitúa a la feminista en una posición de superioridad intelectual respecto a la
mujer «normal» sino que se desprecia el potencial subversivo
que puede existir en todo elemento popular.
2. La cultura popular es aquello que hace o proviene del
«pueblo». Según Hollows, esta visión idealizadora de lo popular está presente en ciertas tendencias feministas que intentan
encontrar una expresión tradicional «auténtica» de las mujeres
que ha sido marginada o borrada. Del mismo modo en que Hall
nota que no puede existir una cultura popular fuera de la cultura, Hollows señala que no puede existir una cultura de las mujeres fuera del patriarcado (precisamente porque cultura y patriarcado establecen el marco conceptual en que surgen).
3. La cultura popular como un escenario de lucha. Desde esta
tercera definición, Hollows apunta cómo el feminismo puede
encontrar un espacio productivo para redefinir la feminidad y
la masculinidad, pues no son categorías culturales fijas; además, no sólo se puede concebir cómo esas identidades genéricas son producidas por y en relaciones de poder sino que también cabe abordar cómo están cruzadas por otras formas de
identidad cultural (raza, clase, sexualidad, etc.).
Difícilmente puede decirse que el feminismo ha pasado o evolucionado de unos planteamientos a otros, sino
más bien que éstos conviven y se alternan. Por ejemplo,
el debate durante la década de los 90 muestra la convivencia entre visiones enfrentadas acerca de las relaciones
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ISABEL CLÚA GINÉS
entre la cultura popular y las mujeres. Por una parte, el
célebre libro de Susan Faludi, Backlash: The Undeclared
War against Women (1992), se constituye como un hito
en la discusión del momento; Faludi retoma los planteamientos originales de Friedan, culpando a los medios y
la cultura popular de intentar socavar, en este caso, los
logros del feminismo de la segunda ola. El libro, sin embargo, coincide cronológicamente con aproximaciones
radicalmente opuestas en las que no sólo se parte de una
visión más optimista de lo popular sino que sostienen
justamente lo contrario: que los medios y la cultura popular han incorporado la perspectiva feminista, produciendo nuevas significaciones de género que serían impensables sin el impacto del feminismo, acudiendo
precisamente a ejemplos contemporáneos –tal es el caso
de la emergencia del Grrl Power o la irrupción de nuevos
modelos de heroínas en los medios–. Evidentemente, a
esta visión optimista se siguen otros debates: ¿son estos
logros una concesión de la industria? ¿Es la forma en la
que el discurso hegemónico neutraliza los discursos
oposicionales incorporándolos?
El feminismo se sitúa, en fin, en dos posiciones simultáneas: como señala Hollows, en parte se coloca fuera y
contra la cultura popular, mientras que otra parte asume
su estudio como un área prioritaria de trabajo, entre otras
razones porque se entiende que la formación de las subjetividades contemporáneas, incluyendo las marcas de género, pasa necesariamente por el universo de lo popular.
EL GÉNERO DE LA CULTURA
En suma, pese a compartir buena parte de sus intereses y
compromisos, el encaje entre feminismo y estudios culturales no ha sido todo lo perfecto que cabría pensar
(Franklin et al., 1991): al margen de las espinosas relaciones entre el feminismo y la cultura popular, la crítica
principal formulada desde el ámbito de los estudios culturales ha sido la aparición de un «ghetto» feminista cuyo mayor problema no es tanto centrarse en cuestiones
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G É N E R O L A C U LT U R A ?
23
2 Estoy aludiendo implícitamente a la idea de «conocimiento situado» propuesta por Donna Haraway en
1995, quien niega la posibilidad de un conocimiento
objetivo pero apuesta por
un conocimiento «parcial,
localizable, crítico que admite la posibilidad de conexiones llamadas solidaridad
en la política y conversaciones compartidas en la epistemología» (Haraway, 1995:
329).
de género y sexualidad como en olvidar o dejar de lado
otros elementos que habían sido centrales en la (a)disciplina. La cuestión es, a mi juicio, si realmente a fecha de
hoy, tras varias décadas de teoría feminista, hay alguna
feminista que no sea consciente de las muchas diferencias identitarias –entre ellas, la clase– que cruzan a las
«mujeres». Dicho de otro modo, me pregunto si existe
algún trabajo que analice las identidades genéricas en el
vacío, sin aludir a esa red de diferencias, sin asumir que
toda identificación es variable y se apoya en distintos
vectores que están entrelazados.2
Desde una posición que niega rotundamente que centrarse en el género implique una posición reduccionista,
autoras como Williamson (1986) reivindican este enfoque
como un lugar privilegiado de asedio a la cultura en la
medida en la que la propia idea de cultura posee también
una marca de género. Williamson sostiene que la feminidad se ha definido tradicionalmente como «natural» (lo
que lleva aparejado otra asunción, a saber, que lo «cultural» es expresión de la virilidad). De ese modo, considera,
lo «femenino/natural» es un lugar de privilegio para observar cómo se constituyen otras diferencias identitarias.
Otras autoras, como Modleski (1982), señalan nuevas implicaciones entre género y cultura, fundamentalmente la
asociación de la cultura de masas con lo femenino, siendo
la cultura popular una cultura feminizada (con una obvia
connotación despectiva compartida), en la que pueden reseguirse otras oposiciones igualmente significativas: feminidad/consumo/lectura frente a masculinidad/crea ción/escritura. Una idea que también Felski (1995)
recorre en su análisis de la cultura del fin del siglo XIX, recalando no sólo en esta doble oposición señalada por
Modleski sino mostrando también cómo el género puede
estructurar toda la percepción de la cultura de una época.
El género de la cultura
Tal y como señala Felski, la noción de modernidad no puede
abordarse sin un análisis que tome en consideración el papel
de las identidades de género. Así, la autora constata cómo la
24
ISABEL CLÚA GINÉS
subjetividad moderna se define a través de símbolos que poseen claras marcas de género y lo hace, además, de un modo
contradictorio: la modernidad es poseedora de cualidades como racionalidad, productividad y represión, identificadas con lo
masculino; pero también como una subjetividad pasiva, hedonista y descentrada, identificada con lo femenino.
Precisamente en el marco cronológico que trabaja la autora
–finales del siglo XIX– resultan decisivas las discusiones sobre la
«feminización» de la cultura y, muy significativamente, su degeneración, su involución a un estado natural y salvaje, lo que
muestra cómo las tensiones alrededor de la normativa de género asumen una dimensión que permea toda la realidad cultural del momento. Dicho de otro modo, abordar la perspectiva
de género en el estudio cultural de ese período se revela no como enfoque reduccionista, sino muy al contrario.
Estos y otros ejemplos vienen a mostrar cómo la
asunción de una perspectiva feminista y un enfoque de
género no necesariamente implican la atomización del
conocimiento o la restricción a una posición limitada y
cerrada, sino más bien cómo puede ser un instrumento
o un punto de partida óptimo para desplegar un análisis
cultural global. Un instrumento, además, que desvela y
hace patente el lugar desde el que se habla, lo que en último término debería ser una condición inexcusable para
desarrollar cualquier análisis que se presente como políticamente comprometido, pues no hay compromiso posible que pueda sostenerse en el vacío, en la pureza, fuera
de las marcas culturales que se pretenden abordar.
Desde esta perspectiva parece obvio, como señala Lury
(2001), que más allá de la amplia variedad de trabajos que
pueden plantearse en la confluencia de los estudios culturales y los estudios de género, si no se apuesta decididamente por abordar de forma interdependiente género y
cultura –incluyendo ahí cómo lo cultural se ha definido
y redefinido en torno al género, pero también en torno a
nociones como clase, raza, etc.–, las cuestiones de género
sólo podrán ser un añadido a los estudios culturales. Y
probablemente éste sea un lujo que ni los estudios culturales ni los estudios de género puedan permitirse.
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G É N E R O L A C U LT U R A ?
25
EJERCICIOS
1. A partir de la lectura de Apocalípticos e integrados ante
la cultura de masas de Umberto Eco (Barcelona: Lumen,
1975), se propone la discusión en clase sobre la estratificación de la cultura y las diferentes posturas ideológicas
hacia la baja cultura/cultura popular.
2. Lee y comenta el texto de Jacques Derrida La universidad sin condición (conferencia pronunciada en 1998 en
la Universidad de Stanford; accesible en la web Derrida
en castellano: <http://www.jacquesderrida.com.ar>). Escribe un ensayo breve (2000/2500 palabras) sobre la posibilidad de un compromiso político en el mundo académico y las implicaciones de la labor desarrollada en las
aulas.
3. A partir de la lectura de esta columna de prensa, se
propone la discusión de las asimetrías de lecturas ideológicas en clave de género sobre los textos de la alta cultura
y la cultura popular.
Canciones políticamente incorrectas (El Periódico, 16 julio 2007)
José María Sanz, Loquillo
Fue una de las canciones emblemáticas de los años 80, tan reivindicados en este verano de nostalgia pesetera y dúos imposibles.
Debería decir de antemano que la canción fusionaba la rumba y el
rock and roll con ese desparpajo que teníamos entonces. Hasta
creó escuela y ganó todos los premios de 1987 que podían concederse. A saber: críticos, revistas especializadas, emisoras de radio
con pedigrí... Fue la causante de que la banda ascendiera al estrellato y de que toda España y parte de América Latina cantara aquello de «por favor, sólo quiero matarla, a punta de navaja, besándola
una vez más». La canción desapareció del repertorio de Loquillo y
Trogloditas de un día para otro sin dar los protagonistas mayor explicación ante el asombro de sus fans. Las asociaciones feministas
tacharon el tema de machista y de inducir a la violencia de género,
y cargaron contra el autor de la letra y contra el grupo.
EMI reeditó la canción en formato single 10 años después, y las
emisoras de radio que anteriormente la habían encumbrado se
negaron a radiarla. Conocido es que he apoyado siempre la causa
26
ISABEL CLÚA GINÉS
contra la violencia de género. Entiendo, además, la razón ética
por la que no debemos interpretarla, pero sí me pregunto a menudo si puedo apelar a la libertad de expresión para contar esta
historia de un matador de mujeres. ¿Se ha dejado de interpretar
Otelo, de Shakespeare? ¿Se han dejado de interpretar los tangos
más arrabaleros y sangrientos? ¿Hemos dejado de ver películas de
bellos psicópatas que matan a las mujeres?
Hace unos días, la Asociación de Mujeres Progresistas galardonó a Pedro Almodóvar por su visión del mundo femenino. No
puedo dejar de acordarme del filme Átame, en el que Antonio
Banderas y Victoria Abril protagonizaban un secuestro, amor y
desde luego violencia de género. O Hable con ella, donde Javier
Cámara hacía el amor a una mujer en coma. No recuerdo si en su
día se calificó de violencia de género cualquiera de estos dos
ejemplos. Estoy perplejo y me hago muchas preguntas. Me pregunto si la autocensura es válida para unos y no lo es para otros.
Me pregunto si seguirán acusándome de machista si canto la historia del asesino de una mujer.
4. A partir de la lectura –puede ser perfectamente parcial, partiendo de la selección y reparto de capítulos entre el alumnado– de cualquiera de los siguientes libros,
se propone la puesta en común y discusión no sólo de las
áreas de estudio abordadas sino también de qué tipo de
nociones teóricas sobre el género/sexualidad se plantean
en ellos.
Gauntlett, David, Media, Gender and Identity. Londres: Routledge, 2002 (y/o de los materiales presentes en la página de apoyo
al libro <http://www.theoryhead.com/gender/>.
Inness, Sherrie A., Action Chicks: New Images of Tough Women in
Popular Culture. Londres: Macmillan, 2004.
McRobbie, Angela, Feminism and Youth Culture: From Jackie to
Just Seventeen. Londres: Macmillan, 1991.
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G É N E R O L A C U LT U R A ?
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II. Literatura
30
ISABEL CLÚA GINÉS
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G É N E R O L A C U LT U R A ?
31
II
GÉNERO Y FANTASÍA
HEROICA
Literatura
Resumen
Este capítulo ofrece una visión general de las posibilidades del género de la fantasía heroica para los estudios literarios de género.
Como breve delimitación teórica del género y sus características
distintivas, se ofrece un repaso a las categorías principales utilizadas en la literatura crítica («High»/«Low Fantasy», «Quest») así
como a sus subgéneros, con especial atención a la «espada y brujería». El cuerpo del capítulo lo compone una presentación de los
roles femeninos a través de la fantasía heroica, especialmente en el
caso del personaje tipo de la «mujer guerrera», y cuatro estudios
de caso concretos que intentan mostrar las posibilidades del género más allá de los esquema clásicos.
INTRODUCCIÓN AL GÉNERO DE LA FANTASÍA
HEROICA
LA FANTASÍA HEROICA DENTRO DE LA LITERATURA
FANTÁSTICA
La etiqueta «literatura fantástica», en su sentido más amplio, puede hacer referencia a un conjunto extremadamente heterogéneo de textos unidos por la característica
común de escapar de los patrones que un sistema literario concreto interpreta como «realistas». Así, la «literatura fantástica» acaba siendo a veces un cajón de sastre
para clasificar todos aquellos textos que una cultura no
reconoce como miméticos, desde los cuentos de hadas
hasta la literatura de terror, pasando por la ciencia ficción, el realismo mágico o la narrativa posmoderna.
Para intentar poner un poco de orden en las siempre
complejas clasificaciones genéricas, se puede establecer
primero una distinción a grandes rasgos según la coheP i t a r c h , Pa u , « G é n e r o y fa n t a s í a h e r o i c a » . E n I s a b e l C l ú a
(e d . ) , G é n e r o y c u l t u r a p o p u l a r . B a r c e l o n a : E d i c i o n s U A B ,
2008.
33
Introducción al
género de la fantasía
heroica
33
La fantasía heroica
y el género
39
Casos prácticos
45
Conclusión
55
Ejercicios
56
Bibliografía
62
2 A diferencia del realismo,
que consiste en la coherencia del mundo presentado
en el texto con el mundo real que experimenta el lector,
la verosimilitud es la coherencia interna del mundo
presentado en el texto.
rencia interna del mundo ficcional que los textos presentan. La apelación de «literatura fantástica» se suele reservar a textos que mantienen una coherencia interna en
sus propios términos. El mundo ficcional en el que se sitúan puede ser imposible según las leyes de la literatura
mimética, pero eso no quiere decir que no posean un
sistema de verosimilitud propio, no necesariamente menos rígido que el del realismo.2 Esta matización puede
servir para separar aquellos textos de corrientes vanguardistas o posmodernas que usan elementos fantásticos para cuestionar no sólo las convenciones de la narrativa mimética, sino la misma idea de narración. La
literatura fantástica propiamente dicha tiende a construir un universo alternativo y ordenado, no a deconstruir la propia noción de mundo.
Un rasgo importante a tener en cuenta al tratar con la
literatura fantástica es que ésta se presenta explícitamente como imposible en nuestro mundo. Sus textos se consumen partiendo de la base de que el universo que describen no es el real, ni las acciones narradas serían
posibles en éste. Este rasgo concreto hace a veces difícil la
clasificación de ciertos textos previos a la Ilustración, como algunas narrativas de viajes, que aunque contienen
elementos que desde el punto de vista actual se considerarían sin ninguna duda fantásticos, no está claro en muchas ocasiones cómo eran consumidos por su público
contemporáneo.
La condición previa de imposible de la literatura fantástica también ha sido utilizada por la crítica como diferencia clave entre este género y el de la ciencia ficción,
tan cercanos en el mercado literario. Al contrario que la
literatura fantástica, que se presenta como esencialmente
imposible, la ciencia ficción se muestra como posible en
un futuro más o menos lejano y debe respetar por eso
hasta cierto punto las ideas sobre el universo prevalentes
en la ciencia que le es contemporánea.
Este capítulo tratará sobre una categoría relativamente
estable de textos que se acostumbra clasificar en castellano como «fantasía heroica» y suele corresponder a lo que
34
P A U P I TA R C H
en el mundo anglosajón se conoce como «High Fantasy»,
contrastada con la «Low Fantasy». La definición concreta
de los términos de la pareja «High Fantasy»/«Low Fantasy» varía considerablemente en la literatura crítica, pero
es especialmente útil la distinción que proponen Boyer y
Zahorski (1977). Según ellos, la «High Fantasy» sería
aquella que se sitúa en un mundo ficcional completo distinto al nuestro como puede ser la Tierra Media de Lord
of the Rings (El señor de los anillos, JRR Tolkien, 1954-55),
que posee su propia geografía, historia, mitología, lenguas, etc., descritas morosamente en el texto, y que está
poblada por diversas especies inteligentes no humanas
como elfos, enanos, hobbits u orcos.
La «Low Fantasy», por otra parte, sería aquella que está basada en la introducción de lo fantástico, en forma
de magia o de cualquier otro fenómeno sobrenatural
que desafíe la explicación científica, en el mundo que reconocemos como cotidiano. Boyer y Zahorski citan las
historias de fantasmas o los cuentos folklóricos como
ejemplos de ella. En la literatura contemporánea, la saga
de Harry Potter (JK Rowling, 1997-2007) sería el ejemplo más célebre de este tipo.
MARCAS GENÉRICAS: TOLKIEN Y LOS CUENTOS DE
HADAS
El texto teórico clásico acerca de la literatura fantástica es
«On Fairy Stories» («Acerca de los cuentos de hadas») de
JRR Tolkien (1947). El ensayo niega explícitamente la
conexión exclusiva de la literatura fantástica con la infancia y ofrece como base del género la «subcreación»: la
creación de un mundo ficcional con sus propias leyes. La
maravilla que producen tales historias es producto de la
verosimilitud interna del mundo «subcreado» (en el sentido de que el mundo habitado por el escritor ha sido a
su vez creado previamente), que debe presentarse como
«real» en sus propios términos. Es decir, no puede utilizar ningún marco que haga evidente su condición de ilusorio. Tolkien rechaza la teoría de la «suspensión de la
GÉNERO
Y FA N TA S Í A H E R O I C A
35
Suspensión de la incredulidad. Concepto presentado
por el poeta romántico inglés Samuel Taylor Coleridge en 1817. Se refiere a la
disponibilidad del lector a
dejar de lado su sentido común habitual para aceptar
el mundo ficcional que el
texto le ofrece, por muy increíble y fantástico que éste
sea.
incredulidad»,5 puesto que considera que cualquier duda sobre la verosimilitud del mundo ficcional implica el
fracaso de la «subcreación» en proporcionar un mundo
convincente en el que la mente del público pueda entrar.
El éxito del género no se basa pues en la credulidad de su
supuesto consumidor infantil, sino en la credibilidad del
mundo «subcreado».
Tolkien responde también a las acusaciones de escapismo que planean sobre el género desde su aparición,
defendiendo la seriedad de quien, después de una reflexión racional, utiliza las posibilidades de escape de la
fantasía para condenar la modernización representada
en las fábricas y las bombas. Esta tendencia antiindustrial ha persistido en el género de tal manera que el
mundo medieval se ha convertido en el universo por defecto de la fantasía. Las variaciones entre casos fantásticos pueden ser muy grandes, pero la enorme mayoría
presenta un desarrollo tecnológico limitado a la época
premoderna. Por razones históricas de evolución del género, el modelo más habitual es la Europa medieval, tamizada por la visión idealizada del periodo codificada
durante el siglo XIX, que veía en la Edad Media una Edad
Dorada del heroísmo. Elementos recurrentes característicos son, entre otros, el uso de un modelo socioeconómico basado en el feudalismo, la institución de la caballería o la ausencia de armas de fuego.
La persistencia de los mundos paramedievales en la fantasía heroica se ha relacionado también con el papel central
de la magia en el género, en tanto que las explicaciones sobrenaturales del universo tienden a asociarse con lo que,
desde el pensamiento racionalista ilustrado, suele conocerse como la época precientífica. Pese a que a veces las capacidades mágicas se reducen simplemente a una herramienta
cotidiana más de los protagonistas o sus adversarios, gran
parte de la fantasía heroica tematiza intensamente los elementos mágicos, dando una dimensión simbólica al proceso de su aprendizaje, los límites y efectos de su uso o las responsabilidades que tal poder implica para quien lo posee.
Ante la tragedia del mundo industrial contemporá-
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P A U P I TA R C H
neo, la literatura fantástica ofrece el consuelo de la «eucatástrofe», término que Tolkien crea para referirse al
contrario de la tragedia. La «eucatástrofe» es mucho más
que un simple «final feliz» puesto que combina en la resolución satisfactoria del conflicto elementos de redención y justicia poética. Para Tolkien, el final «eucatastrófico» no niega la existencia del dolor o la derrota sino
que ofrece la esperanza de una victoria liberadora final.
La idea de la «eucatástrofe» apunta a uno de los temas
centrales del género, que es el conflicto moral entre el
mal y el bien. Aunque en muchos de los mejores ejemplos posteriores de fantasía heroica la clasificación moral
de los actores en dos bandos claros queda muy desdibujada, la enorme mayoría de textos del género presentan
sus historias sobre el trasfondo de una lucha cósmica sobrehumana entre el bien y el mal, proyectada de manera
más o menos compleja sobre los personajes.
Como motivo íntimamente relacionado con esta lucha
cósmica es inevitable hacer referencia a la «Quest»5 como motor de la acción dramática, puesto que es quizás el
elemento estructural más característico de la fantasía heroica. Como suele ser habitual también en la tematización del viaje en otros géneros literarios, más que el destino final, el foco de la narración está en las dificultades y
pruebas que los protagonistas deben superar en el camino, que se convierte en un proceso de autoconocimiento.
El objetivo de la «Quest» suele ocupar una posición central en el conflicto moral cósmico y lleva a la restauración
«eucatastrófica» del orden/bien en el universo ficcional.
SUBGÉNEROS: FANTASÍA ÉPICA Y ESPADA Y BRUJERÍA
La fantasía heroica se divide a su vez en numerosos subgéneros, muchas veces surgidos de la combinación de elementos característicos de otros géneros con el trasfondo
de un mundo fantástico. De este modo, la crítica ha usado
términos como «Dark Fantasy», fantasía combinada con
elementos de literatura de terror o fantasía erótica, como
en la serie de Kushiel de Jacqueline Carey; fantasía históri-
GÉNERO
Y FA N TA S Í A H E R O I C A
37
«Quest». Estructura argumental centrada en el viaje
en busca de un objeto o para destruir un objeto. El
proceso implica la superación de sucesivos obstáculos que prueban la condición de héroe del viajero. Es
descrita tanto por Vladimir
Propp como por Joseph
Campbell como la estructura central en la literatura de
fantasía.
ca, situada en mundos fantásticos con un referente histórico reconocible, como es característico de las novelas de
Guy Gavriel Kay; o «mannerpunk», parodia del término
cyberpunk combinado con «comedy of manners», ficción
centrada en la descripción de sofisticadas relaciones sociales, cuyo principal representante son las novelas de Ellen
Kushner. Un catálogo exhaustivo de subgéneros escapa
completamente al objetivo de estas páginas, pero sí es útil
hacer un breve repaso de las características de los dos subgéneros más extendidos de la fantasía heroica: la «fantasía
épica» y la «espada y brujería» («Sword and Sorcery»).
La diferencia esencial entre los dos subgéneros es básicamente de escala. La fantasía épica trata conflictos que se
producen a escala colectiva, afectando regiones, continentes, planetas o incluso universos enteros. La espada y brujería, por otra parte, tiene un foco individual, centrado en los
esfuerzos de sus protagonistas por sobrevivir en un mundo
hostil. La comparación entre el Frodo de El señor de los anillos y Conan, el primero de los héroes de espada y brujería,
muestra claramente esta diferencia. Si la fuerza dramática
de Frodo está en el contraste entre su aparente debilidad
como hobbit y la enormidad de su misión –poco más que
salvar el mundo–, Conan es un héroe marginado de la civilización que debe buscar sus propias motivaciones.
El contraste de escala puede apreciarse también en las
dimensiones de los propios textos. La espada y brujería
suele presentarse en historias cortas episódicas y desconectadas que tienden a una estructura cíclica en la que la lucha
del protagonista contra el entorno se puede repetir ad infinitum. Por ejemplo, Fritz Leiber, uno de los padres del subgénero y el creador de su nombre, escribió más de treinta
historias de Fafhrd y el Ratonero Gris entre 1939 y 1988. La
fantasía épica, en cambio, adopta generalmente el formato
de saga multivolumen, en la que diversas líneas de acción
evolucionan hacia una conclusión decisiva. Por el estatus
del clásico de Tolkien, la trilogía se ha tendido a considerar
como el formato ideal para las sagas de fantasía épica, pero
últimamente abundan las series que se alargan hasta los
siete (A Song of Ice and Fire [Canción de hielo y fuego] de
38
P A U P I TA R C H
George RR Martin) o incluso diez (Malazan Book of the Fallen [El Libro de Gestas de Malaz] de Steven Erikson) y once
volúmenes (Wheel of Time [La rueda del tiempo] de Robert
Jordan). Es difícil imaginar sin embargo que ninguna serie
supere a Guin Saga (Saga de Guin) de la autora japonesa
Kaoru Kurimoto, que empezó a publicarse en 1979 y que
ya ha sobrepasado el volumen número cien.
Por su conexión con las revistas pulp de mitad del siglo
XX, la espada y brujería tiende a considerarse un modo de
ficción demasiado formulario y cualitativamente inferior
a la fantasía épica, pero eso no quiere decir que no deje espacio a la innovación. Las aventuras de Elric de Melniboné, personaje de Michael Moorcock, pueden servir de
ejemplo. Contrastando con el modelo de Conan, el bárbaro fuerte y noble que derrota a corruptos hombres civilizados, Elric es un albino enfermizo que provoca la caída
de su propio imperio. En vez de repetir la clásica estructura «matar al monstruo, conseguir la chica, recoger el tesoro», Elric empieza matando a la mujer a la que ama y acaba por perderlo todo, convertido en un títere a manos de
su espada Stormbringer, que es quien ha llevado las riendas en la sombra durante toda la historia.
LA FANTASÍA HEROICA Y EL GÉNERO
LA FANTASÍA HEROICA COMO CREADORA DE IMÁGENES
Como cualquier otra manifestación artística, la fantasía
heroica tiene un potencial enorme para crear y hacer circular imágenes de género entre sus consumidores. La
marca distintiva de sus mundos es, como ya se ha mencionado anteriormente, la imposibilidad según las leyes
de la literatura mimética, pero eso no quiere decir que
no tengan ninguna implicación en el mundo real. La
fantasía heroica puede servir de vehículo para interpretar la realidad y sin duda alguna trabaja con valores
ideológicos directamente relacionados con ésta.
La posición central en el género del conflicto moral
entre el mal y el bien no se construye sobre el vacío, sino
GÉNERO
Y FA N TA S Í A H E R O I C A
39
que bebe directamente de los debates prevalentes en la
cultura en la que los textos se producen y consumen. Alrededor de este conflicto moral esencial, la fantasía heroica tiene el potencial característico de crear una mitología ad hoc para su público. El mundo fantástico se
constituye basado en la diferencia esencial con el nuestro, pero, al mismo tiempo, es capaz de erigirse como
modelo mítico del pasado de una cultura. Su condición
de ahistórico no es impedimento para que sus imágenes
adquieran poder simbólico y se erijan en representaciones más o menos idealizadas de ese pasado. Las sociedades paramedievales de la fantasía heroica resultan a la
vez conocidas y lejanas para el público contemporáneo,
contrarrestando la extrañeza de lo imposible con la familiaridad de sus bases ideológicas.
Nada impide a la fantasía heroica, en principio, reinventar radicalmente las categorías culturales de sexo y/o género, pero es significativo que tal experimentación sea extremadamente rara: el sistema patriarcal ocupa una posición
tan central en las imágenes del pasado de nuestra cultura,
que cualquier recreación mítica parece que debe incorporarlo como indiscutible. De este modo, por ejemplo, dentro del esquema tradicional de la «Quest», los personajes
femeninos han quedado limitados tradicionalmente a una
serie cerrada de posiciones relativamente pasivas. En el
bando del héroe, las mujeres pueden ser el objeto de la
búsqueda, como en el esquema clásico de la princesa de los
cuentos de hadas, o una figura maternal protectora, como
podría ser la clérigo Goldmoon, única mujer del grupo de
aventureros de la primera serie de Dragonlance. Como adversarias, por otra parte, demasiado a menudo pueden reducirse al rol de tentadora sexual al estilo vamp o bruja
malvada, pero prácticamente nunca líder de las fuerzas del
Mal que quieren dominar el universo.
LAS MUJERES EN LA FANTASÍA HEROICA CLÁSICA
El texto fundacional del género, tal y como es conocido
hoy en día, es sin duda El señor de los anillos y sus obras
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siguen siendo el gran texto clásico con el que se comparan todas las sagas aparecidas después. El enorme éxito
de las adaptaciones cinematográficas de Peter Jackson ha
dado si cabe aún más fuerza a la estatura de Tolkien como clásico y le ha convertido sin duda en el epítome de
la fantasía heroica para el público contemporáneo.
Desde el punto de vista de los estudios de género, sin
embargo, la saga de Tolkien tiene una limitación importante en el trato de los personajes femeninos. En El señor
de los anillos las mujeres ocupan una posición completamente periférica. Todos los miembros de la Comunidad
del Anillo son hombres, así como sus enemigos y aliados.
Exceptuando los casos de Galadriel y Éowyn, las mujeres
que aparecen en la historia no suelen salir del papel de
trofeo que espera a los héroes tras su regreso victorioso
(Arwen en el caso de Aragorn y Rosa Coto en el de Sam
Gamyi). Es sintomático que en las versiones cinematográficas de Peter Jackson el papel de Arwen se expandiera considerablemente y apareciera incluso como protagonista de escenas de acción.
Galadriel es la única mujer que aparece en la historia
como políticamente activa desde su posición de señora
del reino-bosque de Lothlórien, junto con su marido Celeborn. Su papel en la acción de la trilogía, sin embargo,
se reduce al de proporcionar asilo a la Comunidad del
Anillo después de que éstos escapan de las minas de Moria. Pese a ser una de las personas más poderosas de la
Tierra Media y poseer uno de los tres anillos de poder élficos, su rol en la historia no pasa de ser una especie de
figura maternal de aires marianos (el propio Tolkien
menciona a la Virgen María como inspiración del personaje en una carta), personificación mitológica del «ángel
del hogar» victoriano. En contraste con el grupo masculino de viajeros, la dama de Lothlórien tiene un papel estático, limitado a su reino, santuario de paz en medio del
caos desatado sobre el mundo por las fuerzas del mal.
Éowyn, a su vez, parece un personaje más interesante
en tanto que abandona los roles tradicionales de la dama
cortesana para vestirse de hombre y partir a la guerra
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2 Los Inklings eran un círculo literario basado en Oxford entre los años 30 y 60.
Reunía a escritores cristianos interesados en la fantasía y lo esotérico. Además
de Tolkien, participaron en
él autores como C.S. Lewis
y Charles Williams, también autores clásicos de fantasía heroica.
con su tío Théoden, rey de Rohan. La decisión de sumarse a la partida de guerra procede no sólo del despecho
amoroso (su atracción por Aragorn no es correspondida), sino también de la insatisfacción ante las limitaciones impuestas a su sexo por la convención. Éowyn se niega a quedarse encerrada en el hogar mientras los
hombres de su familia salen en busca de gloria. La doncella guerrera tiene ciertamente un papel importante en
la batalla contra las fuerzas de la oscuridad, puesto que
es ella quien abate al Rey Brujo de Angmar, de quien se
había profetizado que no caería a manos de «ningún
hombre viviente». Sin embargo, la «eucatástrofe» final se
encarga de poner las cosas en su sitio. Éowyn se casa con
Faramir, hijo del senescal de Gondor y súbdito de Aragorn, una vez éste recupera su trono, y renuncia a las
motivaciones que la habían llevado al campo de batalla:
«¡Ya nunca más volveré a ser una doncella guerrera, ni
rivalizaré con los grandes caballeros, ni gozaré tan sólo
con cantos de matanza! Seré una Curadora, y amaré todo cuanto crece, todo lo que no es árido. –Y miró de
nuevo a Faramir. –Ya no deseo ser una reina –dijo».
Por supuesto, considerando el entorno cultural de
Tolkien, sus ideas políticas y religiosas y su participación
en el grupo oxoniense de los Inklings,2 no es sorprendente que las mujeres queden relegadas a este tipo de papeles en su obra. Su poder como modelo perenne dentro
de la fantasía, sin embargo, ha contribuido históricamente a la pervivencia de serias limitaciones en los personajes femeninos del género, frente a los que textos posteriores han tenido que posicionarse.
hasta la Bradamante del Orlando o la Clorinda de la Gerusalemme liberata. No faltan tampoco casos históricos
de mujeres que han tomado las armas y se han incorporado al mundo tradicionalmente masculino de la guerra,
encarnando la imagen de la «virgen guerrera», como
Juana de Arco, o haciéndose pasar directamente por
hombres, como hizo Catalina de Erauso.
Mujeres soldado
– Bradamante: Prima del héroe Orlando en el Orlando Furioso
(1532) de Ludovico Ariosto y experta guerrera. Se casa con el
héroe Ruggiero, descendiente de Héctor, después de que éste
se convierta al cristianismo.
– Camilla: Reina de los volscos que lucha contra Eneas como
aliada de Turno en la Eneida (s. I aC) de Virgilio.
– Catalina de Erauso (1592-1650): Monja española que huyó de
su convento vestida de hombre a los quince años, embarcó hacia América y luchó allí como soldado hasta 1623. Escribió una
autobiografía titulada Historia de la monja alférez: doña Catalina de Erauso escrita por ella misma.
– Clorinda: Guerrera musulmana que aparece en la Gerusalemme liberata (Jerusalén liberada, 1580) de Torquato Tasso. Muere a manos del héroe cristiano Tancredo, de quien está enamorada. El episodio inspiró una célebre pieza de Claudio
Monteverdi titulada «Il Combattimento di Tancredi e Clorinda»
(«El combate de Tancredo y Clorinda», 1624)
– Juana de Arco (1412-1431): Campesina francesa que lideró los
ejércitos del Delfín de Francia en 1429-30 durante la Guerra de
los Cien Años. Levantó el sitio de Orleáns y abrió el camino para la coronación del Delfín como Carlos VII en Reims. Capturada por los borgoñones y quemada por los ingleses como hereje
en Ruán, se convirtió en uno de los símbolos del nacionalismo
francés. Fue santificada por la Iglesia Católica y declarada Santa Patrona de Francia en 1920.
LA MUJER GUERRERA
El personaje de Éowyn se puede leer dentro de una larga
tradición de mujeres guerreras cuya recreación en la fantasía heroica suele ser uno de los focos de análisis de los
estudios de género que se fijan en sus textos. Desde la
aparición de las amazonas en la mitología griega, abundan los ejemplos literarios, desde la Camilla de la Eneida
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En el mundo concreto de la fantasía heroica, es en el
subgénero de la espada y brujería donde se desarrolla primero el modelo del personaje. La aparición de la mujer
guerrera es bastante temprana, si se tiene en cuenta que la
primera narración de Conan, «The Phoenix on the Sword»
(«El Fénix en la espada»), fue publicada por Robert E. Ho-
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ward en 1932 en la revista norteamericana de horror y fantasía Weird Tales (donde también participaban autores como HP Lovecraft y Clark Ashton Smith) y sólo dos años
después ya aparecía Red Sonja en «The Shadow of the Vulture» («La sombra del buitre», 1934), narración de ficción
histórica aparecida en The Magic Carpet Magazine (La alfombra mágica). Fue a partir de las versiones de Conan en
formato de cómic publicadas por Marvel en los años setenta que Red Sonja se incorporó al universo de Conan y
posteriormente tuvo su propia serie. Fueron los cómics de
Marvel los que estandarizaron su imagen en la clásica armadura-bikini de más que dudosa utilidad militar.
El valor de la mujer guerrera como imagen de liberación femenina ha sido motivo de extenso debate entre la
crítica. Ante la escasez generalizada de personajes femeninos activos, la aparición de una «mujer fuerte», armada y
peligrosa, es a menudo saludada como un modelo positivo
que puede romper la jerarquía patriarcal que domina gran
parte del género. Por otra parte, hay voces que apuntan
que tales guerreras no suelen ser presentadas dentro de sociedades igualitarias sino como la excepción dentro de un
sistema patriarcal, de manera que no dejan de estar alienadas de él y su potencial subversivo es mínimo.
Por otra parte, es interesante considerar el rol particular de la sexualidad en las mujeres guerreras. La mayoría
de los ejemplos parecen agruparse alrededor de dos modelos que podrían considerarse antagónicos: el hipersexualizado y el asexual. La mujer guerrera parece estar
condenada a ser una pin-up en la saga de Red Sonja o
una vestal al estilo Juana de Arco, como la paladín de la
saga de Elizabeth Moon, The Deed of Paksenarrion (La
hazaña de Paksenarrion), que declara explícitamente no
tener ningún interés por el sexo.
De cualquier modo, no han faltado intentos de aprovechar el potencial del personaje para crear una fantasía heroica abiertamente feminista. Marion Zimmer Bradley
empezó a editar en 1984 una antología anual de relatos de
espada y brujería con el título de Sword and Sorceress (Espada y hechicera), donde han publicado autoras célebres
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como CJ Cherryh, Elizabeth Moon o Mercedes Lackey. La
antología nació con el objetivo explícito de combinar el
potencial de la espada y brujería de presentar una protagonista fuerte en lucha contra su entorno y un programa
activo de revisión feminista de los patrones de género de
la fantasía heroica. En segundo término, tal revisión implica superar la automatización del héroe estándar del género que, como apunta la editora en el prólogo a la undécima edición de la antología, son a menudo más robóticos
que los androides de las historias de Asimov.
Un repaso a los más de veinte volúmenes publicados
hasta la fecha también puede dar una idea de cómo ha
cambiado el propio concepto de «mujer fuerte» y qué temas han ocupado una posición central entre las preocupaciones del feminismo. Por ejemplo, en relación con las primeras entregas de la antología han ido en descenso las
historias basadas en un personaje femenino que demuestra
a su entorno que es capaz de hacer igual o mejor un trabajo tradicionalmente «masculino». Probablemente no sea
casual que tal evolución haya coincidido con la incorporación gradual de mujeres a un abanico más amplio de empleos en el mundo occidental. Sword and Sorceress, en este
sentido, simplemente hace explícito el programa implícito
en el género de la fantasía heroica, que no es otro que el de
crear una mitología para la cultura que lo consume.
CASOS PRÁCTICOS
PONIENTE: REVISIONES GENÉRICAS
Aunque a fecha de 2007 aún no se han publicado más
que cuatro de los siete volúmenes proyectados, se puede
decir que la saga A Song of Ice and Fire (Canción de hielo
y fuego, 1996-), del autor norteamericano George RR
Martin, es una de las series más importantes que han
aparecido en el género en los últimos diez años. Canción
de hielo y fuego reaprovecha prácticamente todos los recursos de la fantasía heroica pero siempre con una distancia que evita la caída en los clichés.
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La idealización del universo medieval es mínima y pocos personajes parecen a salvo de morir en cualquier momento; el continente fantástico de Poniente es un mundo
sucio y peligroso. La magia está presente en la cantidad
justa para mantener la sensación de maravilla pero no
interfiere en la acción real, que se produce en el conflicto
entre las decenas de personajes que pueblan la serie. Las
líneas que separan el bien del mal son más que borrosas
y, entre los personajes que se pueden identificar en algún
momento como «villanos», no hay prácticamente ninguno que no tenga una motivación verosímil y hasta cierto
punto comprensible para perpetrar sus acciones. Aunque
algunos personajes parecen creados expresamente para
ganarse las simpatías del público, el foco tradicional en
una figura heroica central está completamente desdibujado.
Los personajes femeninos de Canción de hielo y fuego
presentan un amplio catálogo de modelos genéricos clásicos, desde Catelyn Stark, arquetipo de la madre que lucha por sus hijos, a Brienne de Tarth, mujer guerrera que
sufre el ridículo y las amenazas del mundo exclusivamente masculino de la caballería. Por otra parte, la revisión de los elementos clásicos de la fantasía heroica que
lleva a cabo Martin produce también otros personajes
más interesantes como Asha Greyjoy, que lucha con sus
parientes por el derecho a suceder a su padre en el trono
de las Islas de Hierro, o Cersei Lannister, que se resiste a
ser utilizada por su padre como herramienta política
después de la muerte del rey, su marido, e intenta controlar el poder político como viuda regente negándose a
unas nuevas nupcias.
Sansa Stark, hija mayor de Catelyn, empieza la serie
representando la imagen tradicional de la dama medieval. Se describe como una muchacha hermosa que posee
todas las habilidades sociales y artísticas esperables en
una dama cortesana. El personaje contrasta claramente
con su hermana menor Arya, que es una apasionada de
la esgrima. Su apariencia y acciones hacen que a menudo
la confundan con un niño y antes de dormirse recita, en
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vez de las pías oraciones propias de una doncella, la lista
de nombres de sus enemigos mortales, que se va reduciendo a medida que se deshace de ellos.
El aspecto más interesante de Sansa es quizás su relación con la tradición de la literatura caballeresca. No sólo es una ferviente consumidora de cantares de gesta, sino que proyecta en los adultos de su alrededor las
imágenes heroicas que aprende de canciones e historias,
con resultados invariablemente funestos.
Al principio de la serie, su compromiso con el príncipe
Joffrey la llena de alegría, pese a que el joven es evidentemente un niño malcriado con tendencias sádicas, que la
propia Sansa sufrirá en episodios posteriores. Fascinada
por la elegancia de la reina Cersei y confiando en su estatura moral como aristócrata, le cuenta los planes secretos
de su padre, que acaba pagando con la vida la simplicidad de su hija. Finalmente, acepta escapar del palacio con
Ser Dontos, un ex caballero borracho, convertido en bufón, que se gana su confianza haciéndole creer que están
repitiendo la historia de amor de Florian y Jonquil, canción caballeresca clásica de Poniente. Por supuesto, Ser
Dontos no es más que un traidor que, lejos de liberarla, la
entrega a Petyr Baelish, otro noble sin escrúpulos que tiene planes muy poco caballerosos para Sansa.
En general, Sansa suele ser un personaje muy poco
apreciado entre el público consumidor de la saga, pero
leyendo con atención su evolución a través de los primeros cuatro volúmenes se puede intuir que tendrá un papel activo e importante en la historia, una vez superadas
las limitaciones del papel de dama lánguida. El desengaño con el mundo idealizado de la fantasía caballeresca y
sus roles de género, a través de la lectura metatextual que
propicia la revisión global que hace Martin de la fantasía
heroica, puede funcionar a la vez como reflexión sobre
las limitaciones de los personajes femeninos en los textos
clásicos del género.
Daenerys Targaryen es otro personaje femenino que
presenta una evolución digna de ser mencionada. Su historia aprovecha también elementos clásicos del género
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pero con la originalidad suficiente para que la familiaridad no caiga en el cliché. Daenerys hace el conocido papel de última heredera de una línea real que quiere recuperar el trono del que fue expulsada su familia. En los
primeros episodios sus acciones están limitadas a ser casada con el cabecilla de los dothrakis, una horda de jinetes nómadas. La muchacha no es más que la moneda de
cambio entre dos hombres: su hermano, que quiere utilizar el poder militar de los dothrakis para reconquistar el
reino, y el cabecilla, que desea utilizar la legitimidad del
linaje de los Targaryen.
Después de su matrimonio, Daenerys gana progresivamente protagonismo pero aún dentro de los estrechos
límites de lo convencional. Al quedarse embarazada se
convierte en un símbolo de los dothrakis, que ven en su
futuro hijo el cumplimiento de una antigua profecía sobre el líder que les llevará a conquistar el mundo. Pero el
familiar esquema genérico de la profecía no es más que
una pista falsa y la transformación del personaje ocurre
precisamente cuando una traición le priva a la vez de su
marido y de su futuro hijo. Lejos de desaparecer de la
historia, una vez perdidas las categorías de esposa y madre, Daenerys se convierte, gracias a la oportuna abertura de tres huevos de dragón que todos creían muertos,
en una líder por sus propios medios.
AVALÓN: GÉNERO Y PODER
The Mists of Avalon (Las nieblas de Avalón, 1982) es probablemente la novela más famosa de Marion Zimmer Bradley y una de las más conocidas revisiones feministas de la
materia artúrica dentro de la fantasía heroica. La novela
obtuvo el premio Locus en 1984 a la mejor novela de fantasía, de manera que no se trata de un texto oscuro o marginado, sino de uno de los textos canónicos del género.
Si Bradley consigue recuperar para la ficción feminista
un material tan manido como el del rey Arturo y sus caballeros de la Mesa Redonda es gracias a su manera de
reinterpretar el conflicto religioso entre paganismo y
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cristianismo desde los parámetros de la fantasía heroica.
La novela redescubre las posibilidades de la materia artúrica como mundo de mujeres políticamente activas y,
al convertir la lucha entre paganismo y cristianismo en el
elemento central de la historia, consigue cambiar completamente el foco de ésta. La romantización convencional de las gestas caballerescas de los hombres da paso al
desarrollo de intrigas de poder en las que las mujeres
juegan un papel central.
A la vez, Bradley combina la destrucción de la cultura
pagana a manos del cristianismo con uno de los escenarios clásicos del género fantástico, iniciado precisamente
por Tolkien: el mundo en el que la magia está muriendo.
El proceso por el cual la magia desaparece lentamente del
mundo, conocido entre la crítica con el término técnico
de thinning, da un trasfondo melancólico a las aventuras
de Frodo en El señor de los anillos, pero el acierto de Las
nieblas de Avalón está en desarrollar en paralelo el tema de
la extinción de la magia con el de la destrucción de la sociedad pagana. Bradley presenta la Bretaña pagana como
una sociedad donde las mujeres pueden tener poder, frente al modelo patriarcal de la iglesia que las aparta completamente de la toma de decisiones.
Morgana, presentada tradicionalmente como malvada
tentadora del virtuoso Arturo, es la heroína de Las nieblas de Avalón. Su papel activo contrasta claramente con
el modelo de feminidad convencional de la reina Ginebra, presentada como una cristiana fanática educada en
un convento. Ginebra es una mujer sin poder, cuyo único papel es provocar la deshonra de Arturo a través de su
relación adúltera con Lanzarote. Ambos personajes viven
en un mundo lleno de mujeres activas como Igraine o
Viviana, la Dama del Lago, cuyas vidas cambiarán como
resultado del conflicto político-religioso.
Las mujeres de la leyenda artúrica
Ginebra: Reina consorte de Arturo que comete adulterio con el
caballero Lancelot.
Igraine: Madre del Rey Arturo.
Morgana: Maga hermanastra del Rey Arturo. En la Materia de
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Bretaña suele aparecer como antagonista de Arturo y Ginebra.
Viviana, la Dama del Lago: Maga que ofrece a Arturo la espada
Excalibur.
La propia autora especificó en «Thoughts on Avalon»
(1986) que la novela no fue concebida como un ataque al
cristianismo como religión sino contra el uso machista de
éste. Bradley ve en la destrucción de la cultura pagana de la
Bretaña mítica un ejemplo de cómo la alianza de la religión organizada con el poder político puede desembocar
en un sistema patriarcal y ginófobo y una actitud de dominación violenta frente a la naturaleza. Las nieblas de Avalón
intenta dar voz a aquellos personajes como Morgana o la
Dama del Lago que, aunque aparecen en la versión de Malory como aliadas o antagonistas de Arturo, nunca reciben
la atención suficiente para poder explorar sus motivaciones. Aprovechando los recursos de la fantasía heroica,
Bradley se presenta más como reconstruccionista que como revisionista y busca devolver a las mujeres a sus papeles centrales en el drama de la materia artúrica.
TERRAMAR: GÉNERO Y MAGIA
Una de las primeras series en seguir el camino abierto
por Tolkien fue el ciclo de Terramar, creado por Ursula
K. Le Guin, que empezó con él una larga y exitosa carrera en los géneros de la fantasía heroica y la ciencia ficción. Los tres primeros volúmenes de la saga aparecieron
antes del boom comercial del género, que comienza en
1977 con el éxito de The Sword of Shannara (La espada
de Shannara) de Terry Brooks, pero ya muestran un interés por plantearse los principios ideológicos que lo informan, especialmente en relación con la magia.
La primera novela del ciclo, A Wizard of Earthsea (Un
mago de Terramar, 1968), retoma el clásico motivo del
«aprendiz de brujo» para desarrollar una reflexión sobre
la formación de la identidad masculina. Azuzado por un
compañero, Ged, el protagonista, convoca con la incons-
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ciencia típica de un principiante una «sombra», una criatura mágica que no es capaz de controlar. Acechado por
la «sombra», huye hasta encontrar a su viejo maestro
Ogión, que le recomienda que vuelva a enfrentarse a ella.
Siguiendo el consejo de su antiguo mentor, Ged busca al
ser que le perseguía y acaba por dominarlo fusionándose
con él al pronunciar su verdadero nombre, que no es otro
que el suyo propio.
La escena de la fusión es especialmente interesante,
puesto que la «sombra» toma las formas de diversos
hombres con los que Ged se ha enfrentado a lo largo de
su vida, entre los que se encuentran su propio padre y
Jaspe, el aprendiz que le reta para que haga el conjuro
que provoca la llegada de la «sombra». Ged, que ha construido su identidad a través del conflicto con otros hombres, debe aprender a reconocer en sí mismo todos esos
modelos de masculinidad para vencer a la «sombra» que
no es sino él mismo. En este proceso del conflicto a la
aceptación juega un papel central el consejo de Ogión, al
que Ged había abandonado al principio de la historia
por no corresponder a su imagen convencionalmente
masculina de «hechicero poderoso».
En el cuarto volumen, Tehanu (1990), Le Guin retoma
la serie después de diecisiete años para mostrar la historia
de las víctimas del poder de la magia dominada por los
hombres en Terramar. Ged vuelve en la novela a su isla
natal, en una aparente inversión del motivo clásico de la
«Quest», donde se encuentra con Tenar, protagonista
junto con Ged de la segunda entrega de la serie: The
Tombs of Atuan (Las tumbas de Atuan, 1971). Tenar, que
había huido en la novela anterior del entorno opresivo de
la religión de los Sin Nombre, ha adoptado a Tehanu, una
niña dejada por muerta por unos vagabundos.
El ritmo de la novela es lento y explícitamente antiépico porque intenta mostrar precisamente los espacios que
las aventuras convencionales tienden a ignorar: el destino de las víctimas de un sistema de poder que prima al
poderío masculino por encima del resto de valores. Tehanu representa la otredad en diversos niveles, como ni-
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ña, como mujer, como no-humana (tal y como se descubre al final de la novela), y eso hace que sea a la vez temida y maltratada por su entorno. Es significativo que Ged
aparezca en la novela completamente agotado y desprovisto de poderes, de manera que se ve forzado a buscar
maneras de responder a los conflictos que van más allá
del uso de su poder de mago.
Terramar es una serie abierta (la última entrega, The
Other Wind [En el otro viento], apareció en 2001) que no
deja de replantearse los principios ideológicos de la fantasía heroica y busca llevar al género más allá de sus límites tradicionales. El recurso de basar esencialmente la
magia de su universo en el lenguaje permite a la saga explorar cuestiones de poder e identidad de manera compleja, a la vez que traslada explícitamente el foco de la
«Quest» al interior de los personajes.
MUNDODISCO: FANTASÍA HEROICA Y PERFORMATIVIDAD
Si hay un actor que haya sabido explotar el potencial cómico y satírico de la fantasía heroica ése es sin duda
Terry Pratchett, que ha publicado más de treinta y cinco
volúmenes de su serie del Mundodisco. La serie empezó
con The Colour of Magic (El color de la magia, 1983) como una parodia de los clichés del género, pero evolucionó luego hacia una sátira social mucho más amplia, incorporando elementos de novela negra e infinidad de
referencias culturales. El Mundodisco ha servido de escenario a sátiras sobre la industria cinematográfica (Moving Pictures [Imágenes en acción], 1990), las instituciones religiosas (Small Gods [Dioses menores], 1992), la
música pop (Soul Music [Música Soul], 1994), la política
internacional (Jingo [¡Voto a bríos!], 1997) o el periodismo (The Truth [La verdad], 2000).
Equal Rites (Ritos iguales, 1987) es sólo la tercera novela de la serie, pero ya en ella aparecen cuestiones de género como conflicto central de la acción. El título original, homófono de «Equal Rights» («Igualdad de
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derechos»), da una pista clara sobre el contenido de la
novela: la lucha de una niña para ser aceptada en la Universidad Invisible, único centro de educación superior
mágica, que tradicionalmente sólo admite a hombres como alumnos. En su charla «Why Gandalf Never Married» («Por qué Gandalf no se casó», 1985), Pratchett ya
había señalado la segregación sexual en el campo de la
magia como un cliché tan arraigado en el género que casi pasaba desapercibido. Repasando los modelos de Merlín, Gandalf y Ged, Pratchett muestra cómo en el imaginario de la fantasía heroica la división es clara: la magia
en manos de hombres es una marca de sabiduría y/o poder, en manos de mujeres es brujería de tercera clase.
Equal Rites es una ampliación cómica de estos prejuicios,
mostrados tanto en magos como en brujas, combinada
con una reflexión sobre cómo el poder consiste a veces
en elegir no usar la magia.
Una de las últimas novelas de la serie, Monstrous Regiment (Regimiento Monstruoso, 2003), desarrolla el motivo
clásico de la mujer que se viste de hombre para ir a la guerra. Pratchett no resiste la tentación de llevar el cliché al
absurdo, creando un regimiento en el que todos los soldados, excepto el poco observador teniente Blusa, son mujeres trasvestidas; ni de rizar el rizo con una escena en la que
las mujeres que fingen ser hombres tienen que fingir ser
mujeres para infiltrarse en una fortaleza vestidas de lavanderas. Por supuesto, el único personaje que no levanta las
sospechas de los guardias es el teniente Blusa, capaz de actuar de manera más femenina que las propias mujeres.
Aunque el género no sea su tema central, Feet of Clay
(Pies de barro, 1996), décimonovena novela del Mundodisco, aprovecha una de las especies no humanas clásicas
de la fantasía, los enanos, para desarrollar una sublínea
de acción que tiene mucho que ver con cuestiones de
identidad genérica. Los enanos de Pratchett son una parodia evidente de los creados por Tolkien para su Tierra
Media: mineros barbudos vestidos siempre con casco y
cota de malla y armados de enormes hachas o martillos
de guerra. Las novelas del Mundodisco desarrollan ade-
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más sus gustos musicales (canciones con la palabra
«oro») y gastronómicos (la rata con ketchup, regada con
cerveza), pero su mayor acierto está en explotar con humor el mito de la masculinidad hiperbólica que hay detrás de esa raza fantástica. Pratchett aprovecha con gran
habilidad las posibilidades de un cliché tan clásico como
el de los enanos para desarrollar una reflexión, no por
cómica menos sofisticada, sobre los roles de género en el
mundo de la fantasía heroica y en el mundo real que es
su inevitable término de comparación.
Una de las primeras descripciones de los enanos aparece en Guards! Guards! (¡Guardias! ¿Guardias?, 1989),
octava novela de la serie, en la que se incluye la siguiente
nota: «Al decir «enanos», se habla de ambos sexos. Todos
los enanos tienen barba y visten unas doce prendas, unas
sobre otras. El sexo es más o menos opcional». Como repite el narrador en diversas ocasiones, el hecho de que el
sexo de los enanos no pueda distinguirse a simple vista
hace del cortejo un asunto extremadamente delicado, en
el que la mayor parte del tiempo se dedica a intentar averiguar con tacto la identidad genérica de la potencial pareja.
Pies de barro introduce el personaje de Cheery Littlebottom, nuevo recluta enano de la guardia de AnkhMorpork, dentro del programa de promoción de la diversidad en las fuerzas de orden público iniciado en Men
at Arms (Hombres de armas, 1993). Como todos los enanos, Cheery es tratado en masculino hasta que su compañera de guardia Angua, mujer-lobo, descubre que el
nuevo recluta es «una» enano. A partir de ese momento,
Cheery empieza un proceso de transformación de imagen en el que incorpora a su indumentaria, con resultados más o menos cómicos, accesorios utilizados exclusivamente por mujeres en la sociedad humana. La nueva
Cheery provoca el rechazo de la mayoría de la comunidad enana, escandalizada ante su espectacular desviación
de la norma social.
En un diálogo muy significativo, su compañera mujerlobo, la sargento Angua, se sorprende ante la elección de
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Cheery, cuando en la sociedad enana puede hacer «todo
lo que hacen los hombres», ante lo que la recluta responde que efectivamente eso es así, mientras haga «sólo lo
que hacen los hombres». Los diálogos entre los dos personajes ponen de manifiesto cómo el sexo biológico puede variar, pero el género de los enanos admite un único
modo de vestir y actuar. Que el sistema de género enano
no sea binario sino monogenérico no implica que sus leyes sean menos opresivas, como pone de manifiesto el
movimiento conservador que acusa a Cheery de amenazar la esencia de «lo enano».
CONCLUSIÓN
Los cuatro casos presentados son una muestra de las posibilidades de la fantasía heroica de tratar de manera
compleja cuestiones de género. Lejos de constituir una
barrera ideológica insalvable, los esquemas distintivos y
personajes tipo de la fantasía heroica ofrecen precisamente en su elevada estandarización un terreno fértil para explorar de modo simbólico la relación del género
con el poder en nuestra cultura. La autorreferencialidad
intertextual de Martin, las reflexiones sobre la interacción entre magia y autoridad en Bradley y Le Guin o la
reversión paródica de las mitologías de la masculinidad
en Pratchett muestran cómo la fantasía heroica es capaz
de vehicular de manera original temas clave para el estudio del género en la cultura.
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EJERCICIOS
1. Comenta las relaciones entre género, magia, mito, religión e historia a partir del prólogo de Las nieblas de Avalón (1979), de Marion Zimmer Bradley.
En mi vida me han llamado de muchas maneras: hermana,
amante, sacerdotisa, hechicera, reina. Ahora, ciertamente, soy hechicera, y acaso haya llegado el momento de que estas cosas se
conozcan. Pero, a decir verdad, creo que serán los cristianos
quienes digan la última palabra, pues el mundo de las hadas se
aleja sin pausa del mundo en el que impera Cristo. No tengo nada contra Él, sino contra sus sacerdotes, que ven un demonio en
la Gran Diosa y niegan que alguna vez tuviera poder en este
mundo. A lo sumo, dicen que su poder procede de Satanás. O
bien la visten con la túnica azul de la señora de Nazaret (que
también, a su modo, tenía poder) y dicen que siempre fue virgen.
Pero ¿qué puede saber una virgen de los pesares y tribulaciones
de la humanidad?
Y ahora que el mundo ha cambiado, ahora que Arturo (mi
hermano, mi amante, el rey que fue y el rey que será) yace muerto
(dormido, dice la gente) en la sagrada isla de Avalón, es necesario
contar la historia tal como era antes de que llegaran los sacerdotes
del Cristo Blanco y lo ocultaran todo con sus santos y sus leyendas.
Pues, como digo, el mundo ha cambiado. Hubo un tiempo en
que un viajero, si tenía voluntad y conocía algunos secretos, podía
adentrarse con su barca por el mar del Estío y llegar, no al Glastonbury de los monjes, sino a la sagrada isla de Avalón, pues en
aquellos tiempos las puertas entre los mundos se difuminaban
entre las brumas y estaban abiertas, según el viajero pensara y deseara. Y éste es el gran secreto, que era conocido por todos los
hombres instruidos de nuestros días: el pensamiento del hombre
crea un mundo nuevo a su alrededor, día a día.
Y ahora los sacerdotes, pensando que esto atenta contra el poder de su Dios, que creó el mundo inmutable de una vez para
siempre, han cerrado esas puertas (que nunca fueron tales, salvo
en la mente de los hombres), y los senderos llevan sólo a la isla de
los Sacerdotes, que ellos salvaguardan con el tañido de las campanas de sus iglesias, ahuyentando toda idea de que otro mundo se
extienda en la oscuridad.
E incluso dicen que ese mundo, si en verdad existe, es propiedad de Satanás y la entrada del Infierno, si no el Infierno mismo.
No sé qué puede o no puede haber creado su Dios. Pese a las
leyendas que se cuentan, nunca supe mucho de sus sacerdotes ni
56
P A U P I TA R C H
vestí el negro de sus monjas esclavizadas. Si los cortesanos de Arturo, en Camelot, quisieron verme de ese modo (puesto que siempre usé la túnica oscura de la Gran Madre en su función de hechicera), no los saqué de su error. En verdad, hacia el final del
reinado de Arturo, hacerlo habría sido peligroso, y yo inclinaba la
cabeza ante la conveniencia, algo que no habría hecho nunca mi
gran maestra: Viviana, la Dama del Lago, en otros tiempos la mejor amiga de Arturo, exceptuándome a mí, y más tarde su más tenebrosa enemiga... también exceptuándome a mí.
Pero la lucha ha terminado; cuando Arturo agonizaba pude
tratarlo, no como a mi enemigo y el de mi Diosa, sino como a mi
hermano, como a un moribundo que necesitaba el socorro de la
Madre, a la que todos los hombres acaban por acudir. También
los sacerdotes lo saben, pues su siempre virgen, María, vestida de
azul, se convierte a la hora de la muerte en la Madre del mundo.
Así, Arturo yacía por fin con la cabeza en mi regazo, sin ver en
mí a la hermana, a la amante o a la enemiga, sino sólo a la hechicera, la sacerdotisa, la Dama del Lago. Y así descansaba en el seno
de la Gran Madre, del que salió al nacer y al que tenía que volver
al final, como todos los hombres. Y mientras yo conducía la barca
que lo llevaba, no ya a la isla de los Sacerdotes, sino a la verdadera
isla Sagrada que está en el mundo de las tinieblas, más allá del
nuestro, tal vez se arrepintió de la enemistad que se había interpuesto entre nosotros.
En esta narración hablaré de sucesos acontecidos cuando yo
era demasiado niña para comprenderlos, y de otros que sucedieron cuando yo no estaba presente. Y tal vez mi oyente se distraerá
pensando: «He aquí su magia.» Pero siempre he tenido el don de
la videncia y el de ver dentro de la mente humana, y en todo este
tiempo he estado cerca de hombres y mujeres. Por eso a veces sabía, de un modo u otro, todo lo que pensaban. Y así contaré esta
leyenda.
Pues un día los sacerdotes también la contarán, tal como la conocieron. Quizás, entre una y otra versión, se pueda ver algún
destello de la verdad.
Porque esto es lo que los sacerdotes no saben, con su único
Dios y su única Verdad: que no hay leyenda veraz. La verdad tiene
muchos rostros. Es como el antiguo camino hacia Avalón: de la
voluntad de cada cual y de sus pensamientos depende el rumbo
que tome y que al final se encuentre en la sagrada isla de la Eternidad o entre los sacerdotes, con sus campanas, su muerte, su Satanás, el infierno y la condenación...
Pero tal vez soy injusta con ellos. Incluso la Dama del Lago,
que detestaba las vestiduras sacerdotales tanto como a las serpientes venenosas (y con sobrados motivos), me censuró cierta vez
por hablar mal de su Dios.
GÉNERO
Y FA N TA S Í A H E R O I C A
57
«Porque todos los dioses son un solo Dios –me dijo, como había dicho muchas otras veces, como yo he repetido a mis novicias,
como lo dirán todas las sacerdotisas que me sucedan–, y todas las
diosas son una sola Diosa, y sólo hay un Iniciador. A cada hombre
su verdad y el Dios que hay en su interior.»
Así, tal vez, la verdad flote entre el camino de Glastonbury, isla
de los Sacerdotes, y el camino de Avalón, para siempre perdido en
las brumas del mar del Estío.
Pero ésta es mi verdad; yo, Morgana, os la cuento. Morgana, la
que en épocas más actuales se llamó Hada Morgana.
2. Comenta los modelos de masculinidad presentes en el
siguiente pasaje de Un mago de Terramar (1968), con especial atención al motivo de la magia como metáfora de
la masculinidad.
Aunque callado y taciturno, Ogión era un hombre tan apacible y
sereno que Ged pronto perdió ese temor reverente que le inspirara al principio, y así al cabo de unos pocos días se atrevió a preguntarle: –¿Cuándo comenzará mi aprendizaje, Señor?
–Ya ha comenzado –respondió Ogión.
Hubo un silencio, como si Ged estuviera callando algo. Al fin
dijo: –¡Pero si aún no he aprendido nada!
–Porque no has descubierto lo que estoy enseñándote –replicó
el mago, marchando con pasos largos y firmes a lo largo del camino, el alto desfiladero que une los burgos de Ovark y Wiss. Era un
hombre moreno, como la mayoría de los gontescos, de oscura tez
cobriza y cabellos grises, enjuto y recio como un lebrel, e infatigable. No hablaba casi nunca, comía poco y dormía todavía menos.
Tenía ojos y oídos penetrantes, y muy a menudo una expresión de
atención reconcentrada.
Ged no respondió; no siempre es fácil responderle a un mago.
–Tú quieres hacer magia –dijo Ogión al fin, marchando siempre–. Demasiada agua has sacado del pozo. Aguarda. Llegar a
hombre requiere paciencia. Llegar a dominar los poderes requiere
nueve veces paciencia. ¿Qué hierba es ésa, allá, a la vera del camino?
–Siempreviva.
–¿Y aquélla?
–No lo sé.
–La llaman cuatrifolia.
Ogión se había detenido y el taco de bronce del báculo apuntaba hacia la hierba; Ged se acercó a mirar la planta y le arrancó
una cápsula seca llena de semillas, y al fin, como Ogión no decía
nada más, le preguntó: –¿Para qué sirve, maestro?
58
P A U P I TA R C H
–Para nada, que yo sepa.
Ged conservó un momento la cápsula de semillas en la mano,
mientras reanudaban la marcha; luego la tiró.
–Cuando sepas reconocer la cuatrifolia en todas sus sazones,
raíz, hoja y flor, por la vista y el olfato, y la semilla, podrás aprender el verdadero nombre de la planta, ya que entonces conocerás
su esencia, que es más que su utilidad. ¿Para qué sirves tú, al fin y
al cabo? ¿O yo? ¿Qué utilidad prestan la montaña de Gont y el
Mar Abierto? –Caminaron otro kilómetro y Ogión dijo por último–: Para oír, hay que callar.
El muchacho frunció el ceño. No le hacía ninguna gracia pasar
por tonto. Ocultó su resentimiento y su impaciencia y trató de
mostrarse obediente, para que Ogión consintiera al fin en enseñarle algo. Porque quería aprender, dominar los poderes. Aunque
empezaba a sospechar que habría aprendido mucho más en compañía de un juntahierbas cualquiera o de un hechicero de aldea, y
mientras bordeaban la montaña rumbo al oeste y se adentraban
en los bosques solitarios más allá de Wiss, se preguntaba una y
otra vez cuáles serían los poderes y la magia de este gran hechicero Ogión. Porque cuando llovía Ogión ni siquiera pronunciaba el
conjuro con que cualquier hechicero de nubes aleja una tormenta. En una comarca pródiga en hechiceros, como Gont o las Enlades, no es raro ver cómo una nube de agua se desplaza lentamente
de un sitio a otro, desviada por alguna hechicería, hasta que es
empujada hacia el océano donde al fin puede deshacerse en lluvias. Pero Ogión había dejado que la lluvia cayera sin impedimentos, refugiándose bajo las ramas de un abeto robusto. Ged, acurrucado entre unos matorrales, mojado y melancólico, se
preguntaba de qué servía tener poder si una prudencia excesiva
impedía utilizarlo, y lamentaba no haber entrado de aprendiz del
hechicero del Valle, donde al menos hubiera podido dormir en seco. No expresó en alta voz estos pensamientos. No dijo una sola
palabra. El maestro sonrió y se durmió bajo la lluvia.
3. Comenta el siguiente fragmento del ensayo «What Is a
Short Story?» («¿Qué es un relato?», 1996), escrito por
Marion Zimmer Bradley como guía para las contribuciones a su antología anual Sword and Sorceress (Espada
y hechicera), en relación a la cuestión del rol de la fantasía heroica en la creación y/o subversión de modelos genéricos. El texto original completo en inglés está disponible en <http://mzbworks.home.att.net/what.htm> (28
de noviembre de 2007; traducción del autor) .
GÉNERO
Y FA N TA S Í A H E R O I C A
59
Cuando hablo de relatos me refiero a relatos comerciales o de género, no al relato «literario» que podría publicar una revista como
The New Yorker. Voy a tratar las técnicas necesarias para escribir y
vender lo que se conoce como ficción comercial. Siempre he dicho que alguien que sepa escribir correctamente en inglés puede
ganarse la vida escribiendo y vendiendo en este mercado, pero
hay que aprender unas simples reglas. Las reglas se pueden romper, y de hecho la ficción comercial las rompe muy a menudo, pero sólo pueden romperlas quienes saben exactamente cómo hacerlo y qué elementos introducir para sustituir los elementos
obligatorios –sí, he dicho obligatorios–, que la editora necesita en
todos los relatos que compre.
Prácticamente toda la ficción de género –sea ciencia ficción,
romántica, de suspense, de fantasía, de aventuras, del oeste o cualquier otra categoría– sigue un esquema que podemos llamar fórmula. Ese término ha tomado connotaciones muy negativas, pero
básicamente es una manera de referirse a lo que los editores saben
por experiencia que el público espera. Quienes dominan estas
fórmulas y les saben dar a sus editoras lo que el público quiere
pueden ganarse la vida en cualquier sitio, y muchas veces incluso
ganar muchísimo dinero. Quienes prescinden de estas fórmulas,
sea por ignorancia o porque creen sinceramente que la escritura
creativa no debería estar limitada por categorías o fórmulas, normalmente acaban como artistas sin ingresos… a no ser que sean
genios, y en ese caso no necesitan clases de técnica literaria. Llaman a sus obras literatura y braman contra el público que no las
reconoce como tales.
El público general, de cualquier modo, no lee por razones literarias. El público general no sabe ni que existen razones literarias.
El público general –y esto necesita tenerlo muy claro quien quiera
escribir ficción comercial– lee por entretenimiento. Lo que el público quiere ha sido estudiado detalladamente y no parece haber
cambiado mucho desde la Odisea, la primera novela escrita, hace
unos tres mil años, que explica cómo un héroe atraviesa multitud
de peligros para volver a casa, su mujer y su familia y echar a los
malos que habían ocupado su terreno.
Vamos a repasar, pues, los elementos de la ficción comercial:
Elementos del relato:
La mayoría de relatos usan alguna variación de lo siguiente
(igual que la mayoría de novelas, pero a una velocidad distinta):
Un personaje que inspira simpatía, supera obstáculos casi insalvables y, a través de su propio esfuerzo, consigue un objetivo
valioso.
Los relatos de aficionados normalmente fallan porque:
60
P A U P I TA R C H
1. El o la protagonista no inspira suficiente simpatía. El público quiere poder identificarse con la manera en que el o la personaje supera sus problemas. (Hay una variación de este esquema
que podríamos llamar un-auténtico-depravado-recibe-lo-que-semerece y el público disfruta de su desgracia, pero no es algo que
deban intentar los principiantes.)
2. Los obstáculos no son suficientemente insalvables, o el público no los ve como tales. Si el héroe o la heroína sale a combatir
contra un oso no puede ser que al final resulte ser un cachorrito
que se pueda meter en el bolsillo y llevarse a casa de mascota. El
público necesita un problema real . Un falso problema es un «tigre de papel».
3. El o la personaje principal no solucions el problema por sus
propios medios. El Hada Madrina, Deus ex Machina o el Séptimo
de Caballería aparecen en el último momento para solucionarlo
en vez del personaje. Esto le quita al público la oportunidad de
sudar, esforzarse, llorar, sufrir y sentir la fuerza del personaje en
su lucha contra los obstáculos.
4. La solución es demasiado previsible, demasiado obvia. El
público sabe todo el rato que Nuestro Héroe ganará el partido, la
guerra y se llevará a la chica. Una variación de esto es lo que se
llama el «argumento idiota»: el argumento avanza porque todo el
mundo actúa como un idiota. Es el tipo de historia en el que todo
se solucionaría con una simple pregunta. «¿Por qué has besado a
ese hombre?» «Porque es mi tío favorito.» Fin de la agonía romántica. También es el tipo de historia en la que la chica no le dice a la policía lo que sabe porque cree que su novio es el asesino.
5. El objetivo no es bastante valioso, o el público no lo ve como
tal. Un público cosmopolita no estará dispuesto a llorar mucho
por un ama de casa que robe, mienta y engañe para conseguir cojines nuevos para su tresillo. Cada vez es más difícil (en la era del
feminismo) para los escritores de novelas románticas convencer a
su público mayoritariamente femenino de que una mujer sufrirá
todo tipo de humillaciones por un hombre sólo porque sea rico,
guapo y «romántico». Por otro lado, el objetivo puede ser demasiado cósmico: John Wayne ganando la Segunda Guerra Mundial
él solo o el capitán Kira salvando la galaxia con una mano.
4. A partir del visionado de un capítulo de la serie de televisión Xena: La princesa guerrera, comenta el uso del
personaje de la amazona y sus posibilidades de subversión, o no, de los patrones tradicionales de género.
GÉNERO
Y FA N TA S Í A H E R O I C A
61
BIBLIOGRAFÍA
LECTURAS RECOMENDADAS
BRADLEY, MARION ZIMMER, Las nieblas de Avalón. Traducción de Edith Zilli Nunciati. Barcelona: Salamandra,
2003 (1982).
LE GUIN, URSULA K., Los libros de Terramar. Traducción
de Matilde Horné. Barcelona: Minotauro, 4 vols.,
(1968-2001).
MARTIN, GEORGE R.R., Canción de Hielo y Fuego. Traducción de Cristina Macía. Barcelona: Gigamesh, 3 vols.
(1996-).
PRATCHETT, TERRY, Ritos iguales. Traducción de Cristina
Macía. Barcelona: DeBolsillo, 2004 (1987).
–––, Pies de barro. Traducción de Javier Calvo Perales.
Barcelona: Plaza y Janés, 2006 (1996).
–––, Monstruous Regiment. Londres: Corgi, 2004 (2003).
TOLKIEN , J.R.R., El Señor de los Anillos. Traducción de
Matilde Horné y Luis Domènech. Barcelona: Minotauro, 2003 (1954-1955).
C LUTE , J OHN y J OHN G RANT (eds.), The Encyclopedia of
Fantasy. Nueva York: St. Martin’s Griffin, 1999.
M ANLOVE , C OLIN , Modern Fantasy: Five Studies. Cambridge: Cambridge University Press, 1975.
MATHEWS, RICHARD, Fantasy: The Liberation of Imagination. Nueva York: Twayne, 1997.
M OORCOCK , M ICHAEL , Wizardry & Wild Romance: A
Study of Epic Fantasy. Toronto: Monarch Books of Canada, 2004 (1987).
TIMMERMAN, JOHN H., Other Worlds: The Fantasy Genre.
Bowling Green (Ohio): Bowling Green State University Popular Press, 1983.
TOLKIEN, J.R.R., «On Fairy Stories». En The Tolkien Reader. Nueva York: Del Rey, 1986 (1947).
BIBLIOGRAFÍA SECUNDARIA
A RMITT, LUCIE (ed.), Where No Man Has Gone Before:
Women and Science Fiction. Londres y Nueva York:
Routledge, 1991.
, Fantasy Fiction: An Introduction. New York: Continuum, 2005.
ATTEBERY, BRIAN, Strategies of Fantasy. Bloomington: Indiana University Press, 1992.
, The Fantasy Tradition in American Literature from
Irving to LeGuin. Bloomington: Indiana University
Press, 1980.
B OYER , ROBERT H. y K ENNETH J. Z AHORSKI (eds.), The
Fantastic Imagination: An Anthology Of High Fantasy.
Nueva York: Avon, 1977.
CARTER, LIN, Imaginary Worlds. Nueva York: Ballantine,
1973.
62
P A U P I TA R C H
GÉNERO
Y FA N TA S Í A H E R O I C A
63
II
UN ESTUDIO EN NEGRO
LA FICCIÓN DE DETECTIVES
ANGLOSAJONA* DESDE SUS ORÍGENES
A LA ACTUALIDAD
Literatura
Resumen
Desde sus orígenes en tres historias cortas del escritor norteamericano Edgar Allan Poe escritas a mediados del siglo XIX, la ficción
de detectives ha contado con el favor de su público y se ha convertido en uno de los géneros más populares en la actualidad, con
más de cien nuevas novelas publicadas cada mes compitiendo por
la atención de sus lectores. Como toda narrativa popular, la ficción de detectives ha ido evolucionando a lo largo de su historia,
incorporando nuevos elementos genéricos, generando multitud
de subgéneros y adaptándose a, y reflejando a la vez, su contexto.
Esta proliferación y variación genérica pone de manifiesto la riqueza de las narrativas populares en general y del género que ocupa este capítulo en concreto, a la vez que acentúa la importancia
de las narrativas populares como herramienta de análisis social.
CONSIDERACIONES INICIALES SOBRE GÉNERO,
CULTURA Y FICCIÓN DE DETECTIVES
LA FICCIÓN DE DETECTIVES Y LAS NARRATIVAS
POPULARES
La ficción de detectives se enmarca dentro del campo de
las narrativas populares, que se definen no tanto por su
popularidad y cifras de ventas, como por su aspiración
de llegar a un gran número de lectores y, por lo tanto, intentar convertirse en best-sellers 5 explotando convenciones narrativas de probado éxito. Otra característica
esencial de las narrativas populares es que tienen naturaleza genérica y, por lo tanto, reproducen unas convenciones y elementos iconográficos –a las que el crítico John
G. Cawelti denomina fórmulas– que varían dependiendo
del género. El género detectivesco, por ejemplo, está esSantaulària, Isabel, «Un estudio en negro. La ficción de
detectives anglosajona desde sus orígenes a la
a c t u a l i d a d » . E n I s a b e l C l ú a (e d . ) , G é n e r o y c u l t u r a
popular. Barcelona: Edicions UAB, 2008.
65
Consideraciones
iniciales sobre
género, cultura y
ficción de detectives
65
Antecedentes, orígenes
y evolución de
la ficción de detectives 70
El giro americano:
la novela negra y los
cambios en la
fórmula clásica
81
La ficción de
detectives y el
feminismo: abrid
paso a la mujer
investigadora
90
Baile de géneros: el
panorama
detectivesco actual
94
Conclusión
99
Ejercicios
101
Bibliografía
105
* Aunque la ficción de detectives se cultiva mucho en
otras lenguas, por cuestiones de espacio el capítulo se
centra sólo en la ficción de
detectives en el mundo anglosajón.
Best-sellers. Término que,
en inglés, hace referencia a
las obras más vendidas.
Dentro de la categoría bestsellers se tienen que distinguir las obras que llegan a
los primeros puestos de las
listas de ventas (top-sellers)
y las obras que logran vender un gran número de copias muy rápido (fast-sellers).
Off-center soap opera. Término que, en jerga televisiva, hace referencia a las series que desarrollan un
argumento central que sirve
como excusa para ir presentando las vidas y relaciones
de los habitantes de una comunidad.
tructurado alrededor de una investigación criminal y,
por lo tanto, cuenta con un detective y un caso criminal
que el detective tiene que resolver. Dentro de las narrativas populares hay grandes grupos genéricos que gozan
del favor popular. Además de la ficción de detectives, podemos mencionar la ciencia ficción, el western, la aventura, la acción, el thriller, el terror, la fantasía y la ficción
romántica o novela rosa.
GÉNERO Y SUBGÉNEROS
Los géneros populares no son ni compartimentos estancos ni estructuras rígidas que no admiten variaciones.
Así pues, aunque se caracterizan por la utilización de
unas convenciones básicas, pueden tomar elementos
pertenecientes a otros géneros. En ocasiones, se dan casos de auténtico mestizaje ya que elementos de uno o
más géneros conviven en igualdad dentro de una narrativa, dando lugar a géneros híbridos.
Éste es el caso, por ejemplo, de las novelas de Laurell K. Hamilton protagonizadas por Anita Blake, en las que este atípico personaje investiga casos criminales en un contexto en el que
vampiros, licántropos, zombis y todo tipo de seres sobrenaturales conviven con los humanos. Anita Blake trabaja como anima-
tor (resucitadora de muertos) y vampire slayer (cazadora de
vampiros), aunque colabora con la policía para solucionar casos que requieren de sus conocimientos y habilidades. Las novelas de Hamilton, por tanto, combinan elementos de la ficción
de detectives con personajes propios del terror en un entorno
característico de la fantasía. La primera novela en la que apareció este personaje es Guilty Pleasures (Placeres prohibidos,
1993). Hasta el momento, Hamilton ha publicado 15 novelas
protagonizadas por Anita Blake.
La serie de televisión Twin Peaks (Twin Peaks, 1990-1991) es
a la vez off-center soap opera5 y ficción de detectives, ya que
explora las relaciones y vidas de los excéntricos habitantes de
la localidad que da título a la serie mientras se desarrolla una
investigación criminal por la muerte de Laura Palmer, estudiante del instituto local. La película Blade Runner (Blade Runner,
1982) se sitúa en un ambiente futurista y trata temas propios
de la ciencia ficción, pero tiene también elementos de la ficción
66
I S A B E L S A N TA U L À R I A
Film noir. Es un género cinematográfico que se desarrolló en Estados Unidos en
los años 40 y 50 y que se
centra en un hecho delictivo, a menudo investigado
por un detective duro y desengañado, en un contexto
social caracterizado por la
corrupción y la violencia.
de detectives, sobre todo el personaje de Rick Deckard, un blade runner –agente que se dedica a capturar androides (replicants) que se han escapado de las colonias espaciales en las
que son utilizados como esclavos–. Con su gabardina y pistola
en mano, Deckard parece sacado de la tradición cinematográfica conocida como film noir 5 que, a su vez, es descendiente de
la novela negra o hard-boiled que se introducirá más adelante.
Cada marco genérico puede ser subdivido en diferentes
subgéneros. En el caso de la ficción de detectives, existen,
como veremos, variedad de subgéneros que han ido apareciendo a lo largo de la evolución y desarrollo del género.
Estos subgéneros comparten una estructura narrativa centrada en un caso criminal y/o su investigación, pero tienen
características propias que les confieren un talante distintivo. Estos subgéneros tampoco son compartimentos estancos y hay autores que combinan elementos pertenecientes
a diferentes subgéneros. Las novelas de la popular Patricia
Cornwell protagonizadas por su patóloga forense Kay
Scarpetta pueden ser clasificadas como ficción de detectives feminista, ya que, además del caso criminal que la ocupa, la protagonista defiende posturas feministas en un entorno de sexismo generalizado. Estas novelas de Cornwell
tienen también elementos de la ficción de procedimiento
policial –con detalladas descripciones de técnicas policiales
y forenses– y de los thrillers de asesinos en serie, ya que la
doctora Scarpetta investiga los asesinatos cometidos por
ellos. Cualquier obra que renueva el género con toques de
originalidad en la presentación de la investigación, el criminal, el detective, el entorno, etc. se puede convertir en un
subgénero nuevo. Incluso se puede convertir en un nuevo
género con identidad propia. La popularidad de la novela
de Dan Brown The Da Vinci Code (El código Da Vinci,
2003), por ejemplo, ha originado multitud de imitaciones
que combinan, como en el caso de la novela de Brown, una
investigación criminal con elementos esotéricos o religiosos enmarcados dentro de una trama de conspiración,
dando lugar a un subgénero al que se podría denominar
thriller esotérico.
UN
ESTUDIO EN NEGRO
67
2 La novela detectivesca es
un tipo de ficción basada en
un proceso de investigación
por parte de un detective
que puede ser amateur o
profesional. Si es amateur,
puede tener cualquier oficio
no relacionado con el mundo de la investigación criminal; si es profesional,
puede ser investigador privado o trabajar para alguna
institución oficial dedicada
a proteger la ley y el orden.
La novela policial es un
subgénero que incluye toda
novela detectivesca en la
que un policía o grupo de
policías están a cargo de la
investigación. La novela negra es otro subgénero detectivesco que se originó en
Estados Unidos y que se
distingue por la presentación del detective y de la sociedad en la que se emplaza
la acción. La novela de crímenes se centra en el crimen o el criminal y es un
subgénero que minimiza o
elimina el proceso de investigación para centrarse en
los condicionantes del crimen y la psicología del criminal. El thriller define a
un género en el que el héroe tiene que luchar contra
un enemigo con gran capacidad de destrucción o sacar a la luz una conspiración. Dentro de la ficción
de detectives, el término se
utiliza para definir a aquellos subgéneros en los que
el objetivo del detective no
es resolver un misterio, sino
que la investigación está dirigida a acabar con un villa-
Críticos, estudiosos y aficionados no siempre coinciden a la hora de denominar a un género, su clasificación
en subgéneros y sus características. La novela de detectives no es una excepción y términos como novela policíaca, novela negra, novela de crímenes, thriller o novela de
misterio se utilizan, a veces indiscriminadamente, para
hacer referencia a la ficción detectivesca. Sin pretender
ser categóricos, ya que, en última instancia, los géneros
populares son entidades abiertas a modificaciones y variaciones, es pertinente delimitar el campo genérico que
nos ocupa en este capítulo y los términos que se utilizan
para hacer referencia a sus subgéneros.2
CULTURA, IDEOLOGÍA Y LA FICCIÓN DE DETECTIVES
Siguiendo a los críticos estructuralistas Medvedev y
Bakhtin, Anne Cranny-Francis en su libro Feminist Fiction: Feminist Uses of Generic Fiction explica que cualquier obra genérica se relaciona con su contexto de
acuerdo con una doble orientación. En primer lugar, la
obra está orientada hacia sus lectores y, por lo tanto, tiene
que satisfacer las expectativas genéricas de éstos. En segundo lugar, el género está orientado hacia el contexto en
el que se produce la obra. Según John G. Cawelti, esta interacción de los géneros populares con su contexto histórico se produce de cuatro formas. Primeramente, los géneros reflejan los intereses, percepciones, prejuicios,
deseos o inquietudes de la sociedad en la que se producen. En segundo lugar, los géneros populares tratan y resuelven tensiones y debates contemporáneos. En tercer
lugar, las narrativas populares exploran temas tabúes y
permiten a los lectores experimentar con estos temas
y cruzar, de forma vicaria, la frontera que separa lo aceptable de lo no aceptable en un momento histórico determinado. Finalmente, los géneros populares asimilan los
cambios de valores o nuevas situaciones sociales que, al
incorporarse en ellos, pueden transformar las convenciones genéricas e incluso engendrar nuevos géneros. Aunque estas interacciones entre la obra y su contexto no son
68
I S A B E L S A N TA U L À R I A
exclusivas de las narrativas populares, sí que podemos
afirmar que el éxito de una narrativa popular no depende
simplemente de la utilización de unas convenciones genéricas determinadas, sino también de su capacidad de
interactuar con su contexto y saber tomar el pulso a la sociedad para incorporar, explorar y transmitir los temas,
intereses y debates que preocupan a la colectividad en la
que se producen. Por lo tanto, cualquier narrativa popular, como producto cultural, refleja y asimila los temas
que interesan a su público y, consecuentemente, es una
herramienta válida de análisis social.
La interacción entre narrativas populares y su contexto,
sin embargo, no puede reducirse simplemente a un efecto
reflejo. Por su condición de narrativas populares que aspiran a obtener la aprobación de su público, algunas corrientes críticas –sobre todo marxistas– se han empeñado
en adjudicarles una naturaleza conservadora, incluso reaccionaria, y en verlas como heraldos de ideologías hegemónicas.5 Sin embargo, las narrativas populares pueden
incorporar, y de hecho a menudo incorporan, discursos
oposicionales,5 a los que Teresa de Lauretis llama «visiones desde el otro lado». Incluso cuando una obra es conservadora, el lector no tiene por qué estar de acuerdo con
el discurso de la misma. También puede darse el caso de
que un discurso conservador genere sentimientos de descontento que lleven al lector a adoptar posturas oposicionales. Si una obra, por ejemplo, le insta a pensar que el
mundo es maravilloso, el lector puede darse cuenta de que
su realidad no coincide con la imagen que le venden y
adoptar una actitud de rechazo al discurso dominante. En
definitiva, las narrativas populares no siempre defienden
discursos hegemónicos y, si lo hacen, pueden generar una
reacción crítica en el lector. Dicho esto, muchos géneros
populares tienden a adoptar posturas conservadoras. El
género detectivesco, por ejemplo, se caracteriza, como dijo
W.H. Auden en su artículo «The Guilty Vicarage», por
presentar una sociedad benévola convulsionada por un
crimen anómalo. Cuando el crimen es resuelto y la manzana podrida eliminada, el orden se reestablece y todo
UN
ESTUDIO EN NEGRO
69
no que puede ser un individuo, una compañía o una
organización oficial o no
oficial. Finalmente, el término «misterio» define un
campo demasiado amplio
para poder considerarlo un
género. Se trata más bien de
un epíteto que se puede
aplicar a cualquier narración que recree un clima de
misterio o que contenga un
elemento misterioso.
Ideología hegemónica. El
término «ideología hegemónica» se puede definir
como una forma de pensar
asociada con un momento
histórico determinado y legitimada por las instituciones que tienen el poder. Algunos críticos prefieren el
término «discurso dominante». Sin embargo, hacen
referencia a la misma idea.
La única diferencia es que
«ideología» tiene connotaciones peyorativas ya que se
asocia con una forma de
pensar impuesta por agentes externos.
Discursos oposicionales.
Son aquellos que se oponen
a ideologías dominantes y
que responden a las necesidades de grupos considerados minoritarios que se encuentran en los márgenes
de y en una relación antagónica con los poderes hegemónicos.
vuelve a la normalidad. Incluso cuando la visión de la sociedad es negativa, como en la película Se7en (Se7en,
1995), el discurso suele ser conservador ya que solemos
encontrar una defensa a ultranza de los agentes de la ley y
el orden que garantizan la estabilidad social y protegen a
los ciudadanos de los desalmados que cometen actos criminales, atacan al sistema o lo usan para fines egoístas y
perversos.
ANTECEDENTES, ORÍGENES Y EVOLUCIÓN DE LA
FICCIÓN DE DETECTIVES
LA NOVELA NEWGATE Y LA NOVELA SENSACIONALISTA
La fascinación por lo negro y criminal no se origina con
la novela de detectives sino que más bien podemos afirmar que el nacimiento y consiguiente éxito de la ficción
de detectives están íntimamente relacionados con nuestro interés por el lado oscuro de la naturaleza humana y
nuestro potencial para cometer todo tipo de crímenes y
atrocidades.
Crímenes fascinantes
Durante el siglo XIX, esta atracción morbosa por el crimen se
manifestaba en los juicios y ejecuciones de criminales notorios
a los que ciudadanos de todos los estratos sociales acudían como espectadores en busca de sensaciones fuertes. Tal como
explica Michael Diamond en su libro Victorian Sensation: Or
the Spectacular, the Shocking and the Scandalous in Nineteenth-Century Britain, los juicios y, en caso de haberlas, las ejecuciones de asesinos como François Courvoisier –mayordomo
de Lord William Russell al que asesinó el 6 de mayo de 1840
cortándole el cuello mientras dormía– o William Palmer –asesino en serie ejecutado en 1856 que envenenaba a sus víctimas,
después de asegurar sus vidas por cuantiosas sumas, para hacerse con su dinero– reunieron a cientos de personas. Este interés por las mentes criminales de la época se hacía visible
también en los negocios creados alrededor del crimen: los periódicos hacían su agosto con noticias de criminales notorios;
sus retratos y autógrafos podían comprarse en las tiendas; en
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las prisiones donde estaban recluidos, sus ropas y objetos personales se pagaban a un alto precio; se ofrecían visitas guiadas
por los escenarios de crímenes famosos; en los museos de cera
de la época, como el de Madame Tussaud en Londres, las efigies de criminales notorios constituían una de sus mayores
atracciones; y, por citar otro ejemplo, se vendían panfletos con
sus vidas o baladas populares basadas en sus hazañas, sobre
todo durante las ejecuciones públicas.
A principios del siglo XIX, una serie de publicaciones
conocidas con el nombre genérico de penny bloods (peniques sangrientos) o penny dreadfuls (peniques horripilantes) editaban historias sensacionalistas en fascículos a un
penique por ejemplar. Además de reeditar novelas góticas
tan populares como The Monk (El monje, 1795) de Matthew Lewis, estas publicaciones se especializaban también
en historias sobre casos criminales o criminales notorios.
Entre las más populares destacan The Mysteries of London
y The Mysteries of the Court of London, una serie de historias escritas por GW Reynolds publicadas en fascículos
entre 1844 y 1856 que retrataban el mundo del crimen en
el Londres de la época. The Newgate Calendar fue, originariamente, un boletín mensual en el que el alcaide de
Newgate, notoria prisión londinense clausurada en 1902,
relataba las ejecuciones de los criminales recluidos en ella.
El título del boletín fue apropiado por los penny dreadfuls
de la época y, desde finales del siglo XVIII hasta los años 20
del siglo siguiente, con el título The Newgate Calendar se
publicaban historias de criminales notorios. Además de
detalladas narraciones sobre sus crímenes, estas historias
incluían reflexiones morales sobre las acciones de los criminales, explicaciones de leyes penales y de los diferentes
tipos de castigo que podían recibir los malhechores dependiendo de sus delitos, así como sus confesiones y últimas palabras antes de ser ejecutados. Estas narrativas, por
tanto, combinaban crónicas sensacionalistas de crímenes,
instrucción moral e historia legal.
El crimen sensacionalista –y el potencial moral de las
historias de crímenes– no tardó en ser explotado en la fic-
UN
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2 Charles Dickens, por
ejemplo, presenta al huérfano protagonista de su famosa novela Oliver Twist
(Oliver Twist, 1838) como
una víctima, forzado a convertirse en ratero para poder sobrevivir. Dickens retrata con todo lujo de
detalles el submundo criminal del Londres de la
época liderado por el villano de la novela, Fagin,
hombre sin escrúpulos que
se aprovecha de la debilidad
humana y de la necesidad
para sostener su imperio
criminal y que acaba recibiendo su justo merecido,
encerrado en la prisión de
Newgate esperando su ejecución, al final de la novela.
ción en unas narrativas producidas a partir de los años 30
a las que se conoce como novela Newgate, con argumentos inspirados también en las biografías de los notorios
criminales que poblaban las historias de The Newgate Calendar. Sin embargo, en estas novelas, el criminal no se
presenta como un villano, sino como una víctima de un
sistema judicial represivo y una sociedad deficiente. La
novela Newgate –con ejemplos como Eugene Aram (1832)
de Edward Bulwer-Lytton o Jack Sheppard (1839) de William Harrison Ainsworth– gozó de gran popularidad e
influyó también en la novela realista de la época.2
En 1860 Wilkie Collins publicó su novela The Woman
in White (La dama de blanco) y con ella nacía un nuevo
género que se servía también del crimen sensacionalista
para construir argumentos creados para asombrar a su
público. Al igual que la novela Newgate, los crímenes de
estas historias –crímenes que iban desde robos o fraudes
legales a asesinatos y delitos sexuales a cual más sensacionalista– estaban a menudo inspirados en casos reales. En
The Moonstone (La piedra lunar, 1868), por ejemplo, Collins utiliza elementos de la investigación de un caso de la
época: el asesinato del pequeño Francis Saville Kent de
cuatro años que se atribuyó a su niñera, Elizabeth Gough,
aunque pruebas incriminatorias, entre ellas un camisón
manchado de sangre, apuntaban a su hermanastra, Constance Kent. La policía demostró que Elizabeth Gough no
podía haber cometido el asesinato, pero la opinión pública se negó a aceptar la posibilidad de que una joven burguesa podía haber cometido tal atrocidad y, por lo tanto,
Constance no fue procesada. Cinco años más tarde, Constance Kent confesó su crimen. En The Law and the Lady
(La ley y la dama, 1875), Collins utilizó elementos del caso
de Madelaine Smith, una joven escocesa acusada de envenenar a su amante que quedó libre ya que, según la ley vigente en Escocia, no se pudo probar que Madelaine hubiera cometido el asesinato.
La novela sensacionalista fue la más popular en la década de los 70 con autores como el mencionado Wilkie
Collins, Mary Elizabeth Braddon, Mrs. Henry Moore o
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Charles Reade. Además de incluir crímenes sensacionalistas, estas historias aportaban una novedad respecto a la
novela Newgate ya que el argumento no sólo se centraba
en la presentación de crímenes atroces, sino también en
su investigación. A diferencia de la novela gótica5 –que
también incluía conspiraciones criminales– la novela
sensacionalista se situaba en la época contemporánea a la
acción y sus personajes eran miembros de la burguesía
cuyo buen nombre y rutina diaria se veían afectados por
el crimen. Aunque, en ocasiones, como en la novela The
Moonstone de Collins, aparecía un detective de la policía
metropolitana, la investigación estaba en manos de la
misma comunidad afectada por el crimen y su propósito,
más que encontrar al criminal, era proteger su reputación
de la ignominia y el oprobio. En esta novela, el detective
contratado para investigar el robo de la joya que da nombre a la novela, el sargento Cuff, es despedido cuando sugiere que su misma propietaria, Rachel Verinder, ha podido fingir el robo y vendido la joya a un prestamista para
sufragar deudas poco respetables. Después de deshacerse
de Cuff, el prometido y amigos de Rachel retoman la investigación y desenmascaran al culpable.
LA CREACIÓN DE LA POLICÍA METROPOLITANA DE
LONDRES Y LOS PRIMEROS DETECTIVES LITERARIOS
La policía metropolitana de Londres nació en 1829 para
sustituir a los Bow Street Runners.2 En 1842, se creó el
cuerpo de detectives, cuya función, además de investigar
casos criminales, era garantizar el orden social en un
momento de cambio en el que la burguesía se iba erigiendo en la clase política dominante, la democracia se
iba asentando, las ciudades se convertían en grandes urbes industriales y el Reino Unido consolidaba su imperio. La aparición de estos nuevos guardianes del orden
social, provenientes, mayoritariamente, de las clases trabajadoras, no pasó inadvertida en la novela de la época y
los primeros detectives de ficción aparecieron en papeles
más o menos prominentes en novelas como Martin
UN
ESTUDIO EN NEGRO
73
Novela gótica. La novela
gótica nació con The Castle
of Otranto (El castillo de
Otranto) de Horace Walpole en 1764. Este tipo de novela, generalmente ubicada
en castillos, mansiones,
abadías o ruinas lúgubres y
situada en la época medieval, solía incluir elementos
sobrenaturales y se considera que fue el origen del género de terror.
2 Un cuerpo creado por el
novelista y abogado Henry
Fielding cuya función no
era sólo patrullar, sino también arrestar y llevar a la
justicia a los malhechores.
Los Bow Street Runners dependían de los juzgados situados en Bow Street y eran
financiados por los mismos
a través de subvenciones del
gobierno.
Chuzzlewit (1844) o Bleak House (Casa desolada, 1853)
de Charles Dickens, Mary Barton (1848) de Elizabeth
Gaskell, o en las novelas sensacionalistas de Collins Armadale (1866) o The Moonstone. Muchas otras narrativas de la época, además de la novela sensacionalista, incluían también investigaciones criminales en sus
argumentos, como las novelas de Dickens Hard Times
(Tiempos difíciles, 1854), Little Dorrit (La pequeña Dorrit,
1857), Great Expectations (Grandes esperanzas, 1861),
Our Mutual Friend (Nuestro amigo mutuo, 1865) o la
inacabada The Mystery of Edwin Drood (El misterio de
Edwin Drood, 1870). La prensa popular contribuyó también con historias de investigaciones criminales que se
publicaban en revistas periódicas en fascículos. A las intrépidas investigadoras de la novela sensacionalista se
unieron otras damas como Mrs. Gladstone en The Female Detective (1864) de Andrew Forrester o, a finales de siglo, Loveday Brooke en The Experiences of Loveday Brooke, Lady Detective (1894), escrita por Catherine Louisa
Pirkis. El australiano Fergus Hume publicó The Mystery
of the Hansom Cab en 1886. Por citar otro ejemplo, el
inspector de prisiones Arthur Griffiths escribió historias
de vida criminal basadas en sus experiencias como Fast
and Loose (1885) o Locked Up (1887).
Vistas en su conjunto, estas historias evidencian una
transición hacia una sociedad más democrática gobernada por valores de justicia y deber y no por privilegios y
estatus. También ponen de manifiesto un cambio en la
percepción del espacio doméstico. En la época victoriana, el concepto de hogar estaba íntimamente ligado a
una idea de privacidad para la clase media dominante.
Las clases medias y altas consideraban sus casas como un
refugio de los males que acechaban el mundo «exterior»
–el espacio público– y como un espacio privado en el
que nadie que no fuera de su clase tenía derecho a inmiscuirse; por lo tanto, no podía estar sometido a inspección pública. Paralelamente, se consideraba que el crimen era no doméstico y no respetable y sólo existía, al
menos que pudiera ser admitido, entre las clases bajas. A
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medida que el siglo avanzaba y la prensa sensacionalista
sacaba a la luz escándalos criminales entre las clases medias y altas, era cada vez más evidente que en el espacio
doméstico se cometía todo tipo de crímenes que debían
salir a la luz pública y ser ajusticiados. Lo que no estaba
tan claro era en quién debía recaer esta función reveladora de crímenes domésticos, ya que los habitantes de
las altas esferas eran aún reticentes a aceptar que la policía, unos declassé provenientes, mayoritariamente, de
orígenes modestos, tuvieran poder para interferir en sus
asuntos y exponerlos al escrutinio público y la maquinaria de la ley.
Esta percepción negativa de la policía explica que las
investigaciones de los casos criminales en las novelas
sensacionalistas de la época las llevara a cabo la propia
comunidad y que los detectives profesionales, cuando
aparecían, fueran tratados con desprecio, y sus actividades con actitudes que iban del recelo al rechazo total. Esta actitud hacia los agentes de la ley se refleja en casi todas las obras de la época. En definitiva, había un público
para las historias de investigación criminal, y no sólo para las historias de crímenes sensacionalistas, pero hacía
falta encontrar un héroe apropiado que gozara del favor
popular para llevar estas investigaciones a cabo. Este héroe surgió en 1887 cuando Arthur Conan Doyle publicó
A Study in Scarlet (Un estudio en escarlata), novela corta
en la que aparecía el primer investigador privado profesional de la literatura, Sherlock Holmes. Con Sherlock
Holmes nacía también el género que nos ocupa en este
capítulo.
LLEGA EL HÉROE: SHERLOCK HOLMES Y EL NACIMIENTO DE LA FÓRMULA CLÁSICA
Antes de la aparición de Sherlock Holmes, el norteamericano Edgar Allan Poe había asentado las bases de lo
que se iba a convertir en la fórmula clásica de la ficción
de detectives en tres historias cortas seminales: «The
Murders in the Rue Morgue» («Los crímenes de la calle
UN
ESTUDIO EN NEGRO
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Morgue», 1841), «The Mystery of Marie Rogêt» («El
misterio de Marie Rogêt», 1843) y «The Purloined Letter» («La carta robada», 1844). En estas tres historias,
Poe introduce a Auguste Dupin, investigador huraño,
misántropo, excéntrico y noctámbulo que vive, acompañado de su amigo y narrador, en un recogimiento malsano durante el día y se dedica a deambular por las calles
de París durante la noche. Utilizando sus grandes dotes
analíticas, Dupin resuelve casos que tienen a la policía
confundida y se toma estas investigaciones como juegos
deductivos, enigmas que sólo su mente privilegiada puede resolver. Conan Doyle partió de la base de las historias de Poe –influencia a la que alude en la novela corta
A Study in Scarlet– para crear a su propio detective privado, Sherlock Holmes, que acompañado de su fiel asistente y cronista, el Dr. Watson, resuelve los casos para los
que es contratado.
En A Study in Scarlet , Conan Doyle presenta a Sherlock Holmes, el primer detective profesional de la historia de la literatura, y a Watson, un médico con el que Holmes comparte residencia y que le acompaña en sus aventuras hasta la jubilación de
Holmes. El encuentro entre los dos personajes en A Study in
Scarlet y la descripción del proceso de adaptación de Holmes y
Watson permiten a Conan Doyle introducir las peculiaridades
de Holmes y su acompañante y, sobre todo, destacar la superioridad de Holmes sobre Dupin, al que Holmes describe en la
novela como «un hombre vulgar. Su único mérito consistía en
penetrar el pensamiento de su interlocutor, pero al cabo de un
cuarto de hora de silencio absoluto y de haber hecho ciertas
observaciones. Ése es un sistema sencillísimo y que puede rebatirse sin gran esfuerzo. Poseía evidentemente condiciones
analíticas; pero de eso a presentarlo como un fenómeno, según
pretende Poe, hay una gran diferencia». Sin embargo, Dupin y
Holmes son personajes muy parecidos. Al igual que Dupin, Holmes es un personaje fascinante y excéntrico cuyas extravagancias –o bizarreries como dice el narrador, aludiendo a Dupin, en
la historia «The Mysteries in the Rue Morgue»– y peculiar carácter son incluso más interesantes que los propios casos criminales que el detective investiga. La diferencia más notable
entre Dupin y Holmes es que éste último ejerce como detective
profesional, mientras que la profesión de Dupin no nos es reve-
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I S A B E L S A N TA U L À R I A
lada –aunque, al igual que Holmes, acepta dinero por colaborar
con la policía después de resolver los terribles asesinatos de la
primera historia en la que aparece–. Además, tenemos mucha
más información sobre Holmes ya que Doyle publicó un total
de 56 historias cortas y cuatro novelas protagonizadas por el
detective, lo que le permitió desarrollar mucho más a su personaje. Dicho esto, tanto el talante extravagante, pedante y bohemio de los personajes como su forma de investigar los casos
son coincidentes.
Como se ha mencionado, Sherlock Holmes apareció por
primera vez en la novela corta A Study in Scarlet, a la que siguió, en 1890, una nueva novela corta, The Sign of Four (El
signo de los cuatro), en la que Holmes investigaba un nuevo
caso. Sin embargo, no fue hasta que Doyle publicó sus historias cortas protagonizadas por Holmes en la revista The
Strand en 1892 y 1893 cuando el personaje alcanzó el estatus de icono popular. Doyle, sin embargo, tenía pretensiones literarias que iban más allá de convertirse en narrador
de historias detectivescas y decidió matar a Holmes en manos de su archienemigo, el profesor Moriarty, en «The Adventure of the Final Problem» («La aventura del problema
final»). El clamor popular fue inmediato y las suscripciones
a la revista The Strand bajaron considerablemente. Con el
tiempo, Doyle cedió a la presión popular, y a la suculenta
oferta de la revista The Strand, y resucitó a Holmes en «The
Adventure of the Empty House» («La aventura de la casa
deshabitada»)2 en 1903. Después de esta historia, Holmes
seguiría protagonizando investigaciones hasta 1917, cuando
anunció su jubilación para dedicarse a la apicultura en «His
Last Bow» («Su última reverencia: Un epílogo de Sherlock
Holmes»). En 1927, sin embargo, se publicaron nuevas historias supuestamente sacadas del archivo personal de Holmes antes de retirarse. En 1914, Doyle había publicado
también la que sería la última novela corta protagonizada
por Holmes, The Valley of Fear (El valle del terror).
Las historias de Doyle, al igual que las de Poe, seguían
una estructura básica que no tardó en ser imitada por numerosos escritores que, conjuntamente, fueron estable-
UN
ESTUDIO EN NEGRO
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2 Antes de «The Adventure
of the Empty House», Doyle había publicado otra novela corta, The Hound of the
Baskervilles (El sabueso de
los Baskerville), en 1902, supuestamente una aventura
ocurrida antes de la muerte
de Holmes. En «The Adventure of the Empty House»,
Doyle reintroduce el personaje de Holmes después de
pasar un tiempo inactivo
tras el incidente que, aparentemente, causó su muerte. En esta historia, Holmes
explica que no murió en la
cascada de Reichenbach.
Afortunadamente, quedó
colgando de una rama y
pudo salvarse.
2 «The Tuesday Night
Club» es la primera historia
en una colección de historias cortas publicada bajo el
nombre de The Thirteen
Problems en 1932. Las historias se desarrollan en casa
de Miss Marple y el nexo
común es que en cada una
de ellas se plantea un misterio y los invitados de Miss
Marple tienen que dar con
la solución sacando conclusiones basadas en la explicación proporcionada.
ciendo y asentando la fórmula clásica. La historia se abre
con una pequeña introducción en la que el detective demuestra sus dotes analíticas. Después de este prólogo, sigue la presentación del caso que el detective tiene que investigar. Esta investigación se produce, en algunas
ocasiones, sin moverse de casa, ni siquiera del sillón en el
que se encuentra, cómodamente sentado, el detective. En
la historia corta de Agatha Christie «The Tuesday Night
Club», 2 por ejemplo, la entrañable Miss Marple está
sentada en el sillón de su casa haciendo ganchillo después
de una cena a la que han asistido su sobrino Raymond
West, la pintora Joyce Lemprière, el párroco Dr. Pender, el
abogado Mr. Petherick y el comisionado de Scotland Yard
retirado Sir Henry Clithering. Para acabar la velada, deciden que uno de ellos planteará un misterio y los otros tendrán que resolverlo a partir del análisis de los hechos. Sir
Henry es el encargado de explicar uno de los casos más
difíciles a los que se enfrentó durante su carrera. Cada
uno de los invitados ofrece una posible solución al misterio, pero es Miss Marple quien da con la solución. En la
mayoría de ocasiones, sin embargo, la investigación lleva
al detective al lugar de los hechos y consiste en un análisis
de la escena del crimen y un interrogatorio de los sospechosos. Progresivamente, éstos se van eliminando hasta
que el detective ofrece la solución al misterio. En ocasiones la solución antecede a la captura del criminal. En otras
ocasiones, se captura o se identifica al criminal antes de
ofrecer una explicación. En cualquier caso, la explicación
es el momento climático de la historia ya que el lector se
involucra en el proceso de investigación y espera el final
para confirmar si sus sospechas se cumplen. El criminal,
pues, no nos es revelado hasta el final de la historia y es un
personaje relativamente secundario ya que lo que nos interesa es descubrir su identidad y, en algunos casos, el método seguido, pero no sus motivaciones o su psicología.
Asesinos fascinantes
En la historia «The Murders in the Rue Morgue» de Edgar Allan
Poe, el asesino de Madame l’Espanaye y su hija Camille resulta
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I S A B E L S A N TA U L À R I A
ser un orangután que se escapó de su cautiverio. Aunque es
inusual encontrar un asesino no humano en la ficción detectivesca, la historia de Poe influyó en el tratamiento posterior de
la figura del criminal, que queda relegado a un papel secundario sin profundidad psicológica. Los criminales de la fórmula
clásica, pues, no son personajes interesantes, salvo algunas excepciones notables como Moriarty –el archienemigo de Holmes
que controla una red criminal de proporciones mafiosas en el
canon holmesiano–. Tenemos que esperar el nacimiento de
otros subgéneros para encontrar criminales fascinantes. En los
thrillers de asesinos en serie contemporáneos, por ejemplo, el
detective tiene que meterse en la mente del asesino y entender cómo actúa para poder encontrar la pauta que sigue e intentar predecir sus pasos si es que quiere evitar nuevos asesinatos. Esta peculiaridad del subgénero permite a los autores
centrarse en la psicología y motivaciones del asesino, que pasan a ocupar un papel muy prominente en la narración. En algunas ocasiones, estos asesinos se convierten en personajes
más complejos e interesantes que el detective e incluso llegan
a ocupar el papel protagonista en historias en las que eclipsan
al detective o en las que, directamente, se prescinde del detective. Algunos de estos asesinos en serie literarios fascinantes
son los siguientes:
Wittgenstein: La novela A Philosophical Investigation (Una
investigación filosófica, 1992) escrita por Philip Kerr, se sitúa en
un Londres futurista en el que los asesinos en serie se han convertido en una verdadera epidemia. Un científico especializado
en neurociencia, Burgess Phelan, ha descubierto que una anormalidad en el cerebro masculino es la que origina comportamientos sociopáticos violentos. En interés de la seguridad pública, se crea el Instituo Lombroso, en el que se guarda una base de
datos con el nombre de los hombres con esta anormalidad, a los
que se les asigna un nombre en clave sacado de la colección
Penguin Classics y se los somete a tratamiento. Uno de estos
hombres es Wittgenstein, un experto en informática que sacia
sus tendencias violentas con juegos virtuales hasta que decide
poner sus instintos al servicio de la sociedad. Así pues, después
de entrar en la base de datos del Instituto Lombroso, se dedica a
«ejecutar» a los hombres de la lista, hombres que podrían convertirse en asesinos en serie si dieran rienda suelta a sus propensiones asesinas. La novela compagina dos puntos de vista, el del
asesino y el de la agente de policía a la que se asigna la investigación de los casos de Wittgenstein, que adopta la filosofía del
personaje cuyo nombre le ha sido asignado y utiliza los argumentos y teorías del filósofo para justificar sus acciones.
UN
ESTUDIO EN NEGRO
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Hannibal Lecter: El conocidísimo asesino caníbal aparece por
primera vez en la novela Red Dragon (El dragón rojo, 1981) de
Thomas Harris. Después de la captura de Hannibal Lecter, el
agente del FBI Will Graham vive retirado hasta que es requerido
para la investigación de los asesinatos cometidos por un asesino
en serie al que se apoda «Tooth Fairy» y se ve obligado a pedir la
colaboración de Hannibal Lecter, quien, desde su celda, le ayuda a
entender la mente del nuevo asesino sin darse cuenta de que
Lecter le convierte en víctima de sus juegos mentales. La secuela
de esta novela, The Silence of the Lambs (El silencio de los corderos, 1988), sigue el mismo patrón, con una novata en la academia
del FBI, Clarice Starling, investigando los asesinatos de otro asesino en serie, apodado «Buffalo Bill». De nuevo, Lecter proporciona
pistas desde su celda y sigue con sus juegos mentales. En las dos
últimas novelas de la saga, Hannibal (Hannibal, 1999) y Hannibal
Rising (Hannibal, el origen del mal, 2006), Lecter se erige en protagonista. En la primera, encontramos a Hannibal en Florencia,
donde vive bajo un nombre falso desde que se escapó de la cárcel
al final de la novela anterior, mientras tres personajes diferentes
intentan dar con su paradero. En la última, se prescinde de la trama detectivesca y Harris se sitúa en el pasado para ahondar en la
psicología de Lecter y el origen de su patología.
Patrick Bateman: Narrada en primera persona, la novela
American Psycho (1990), de Bret Easton Ellis, retrata la mente de
un asesino en serie yuppie que se dedica a matar prostitutas,
mendigos e incluso niños sin que nadie se preocupe de lo que está pasando. American Psycho es una dura crítica a una sociedad
capitalista y materialista caracterizada por una competitividad
agresiva y el consumo insaciable de bienes materiales que no
son capaces, sin embargo, de ofrecer estabilidad y tranquilidad
en un entorno de vacío espiritual. Patrick Bateman se convierte,
pues, en una personificación de los males de la sociedad norteamericana a finales de los años 80.
Además del investigador, el criminal, la víctima y los
sospechosos, en la tradición clásica solemos encontrar
un falso culpable sobre quien recae el peso de la sospecha; los ineficaces miembros de la policía que no logran
dar con la solución del misterio; y, en ocasiones, el narrador que actúa como cronista de las aventuras del detective, que a la vez proporciona una perspectiva admirativa que actúa como reflejo del enfoque que debe
adoptar el lector hacia el detective.
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I S A B E L S A N TA U L À R I A
2 Los casos del padre Brown
aparecieron en cinco colecciones de historias cortas entre 1911 y 1935: The Innocence of Father Brown (El
candor del padre Brown,
1911), The Wisdom of Father
Brown (La sabiduría del padre Brown, 1914), The Incredulity of Father Brown (La
incredulidad del padre
Brown, 1926), The Secret of
Father Brown (El secreto del
padre Brown, 1927) y The
Scandal of Father Brown (El
escándalo del padre Brown,
1935).
La época dorada: los descendientes de Holmes
Uno de los más conocidos descendientes de Holmes es el padre
Brown, el cura investigador creado por G. K. Chesterton que
apareció por primera vez en el relato «The Blue Cross» («La
cruz azul») en 1910. Caracterizado por su humildad y apariencia inofensiva, el padre Brown2 resuelve casos aparentemente irresolubles gracias a su profundo conocimiento de la naturaleza humana. Aunque las historias de Chesterton gozaron de
gran popularidad, la escritora más famosa de ficción de detectives de la época –y de todos los tiempos, quizás en cualquier
género a excepción de Shakespeare– es Agatha Christie. Su primer detective de ficción, y uno de los más famosos, es el peculiar Hércules Poirot, antiguo miembro de la policía belga refugiado en Londres después de la Primera Guerra Mundial y
detective privado retirado, que apareció por primera vez en la
novela The Mysterious Affair at Styles (El misterioso caso de
Styles, 1920). Tan conocida como Poirot es Jane Marple, curiosa anciana solterona que resuelve los misterios con que se topa aplicando sus conocimientos sobre el comportamiento humano. Miss Marple apareció por primera vez en 1930 en la
novela The Murder at the Vicarage (Muerte en la vicaría). Además de Agatha Christie, otras tres escritoras de la época cultivaron la fórmula clásica: Dorothy L. Sayers, Margery Allingham
y Ngaio Marsh. Conjuntamente, se les conoce como «las reinas
del crimen».
EL GIRO AMERICANO: LA NOVELA NEGRA Y LOS
CAMBIOS EN LA FÓRMULA CLÁSICA
GÉNESIS Y CARACTERÍSTICAS DE LA NOVELA NEGRA
El género detectivesco dio un giro radical en Estados
Unidos, país en el que apareció la que se conoce como
novela hard-boiled o novela negra. La génesis de la novela negra no hay que buscarla en la tradición clásica inglesa, sino en las revistas conocidas como pulps (término
que hace referencia al tipo de papel barato y de mala calidad utilizado por estas revistas). En los años 60 del siglo XIX, estas publicaciones editaban historias de aventuras en las que un héroe solitario y duro lidiaba sus
batallas en un ambiente hostil al que tenía que adaptarse
o morir. El escenario más común era el lejano oeste, pero
UN
ESTUDIO EN NEGRO
81
Western. El western nació
como reflejo del proceso de
colonización del norte del
continente americano. Las
historias estaban protagonizadas por un cowboy (o un
héroe vestido a guisa de
cowboy) que representaba
las fuerzas civilizadoras del
país luchando contra la
barbarie –generalmente representada por nativos
americanos, la naturaleza
salvaje o cualquier persona
que intentaba imponer su
dominio sin contar con la
justicia o la ley.
2 Dos de los detectives más
populares de los años veinte
fueron, de hecho, Ellery
Queen y Philo Vance, detectives claramente inspirados
en la fórmula clásica. Philo
Vance fue creado por SS Van
Dine y apareció por primera
vez en la novela The Benson
Murder Case (Los crímenes
de Benson, 1926). Ellery
Queen era el pseudónimo
que utilizaban dos primos
de Brooklyn, Daniel Nathan
y Manford Lepofsky, para
publicar sus historias, y
Ellery Queen se presentaba
como autor y protagonista
de las mismas. La primera
fue The Roman Hat Mystery
(El misterio del sombrero romano, 1929).
las historias también se emplazaban en otros contextos
como los bosques de Maine, en el frente durante las guerras americanas o en alta mar. El western5 era el género
más popular en los años 80 pero pronto le salió un competidor. A medida que las ciudades se iban convirtiendo
en grandes urbes y el país se iba civilizando, la frontera
entre civilización y barbarie se desplazó del lejano oeste
a los nuevos espacios urbanos amenazados por el crimen, sobre todo el crimen organizado. El cowboy fue
pues reemplazado por un nuevo héroe, el detective privado urbano que, vestido con traje, gabardina y sombrero de felpa, luchaba contra el crimen mientras exploraba
las nuevas fronteras –los barrios de callejones oscuros en
los que se debatían en una pugna constante las fuerzas
civilizadoras encarnadas en el detective y la barbarie en
forma de criminales de todo tipo–. Aunque las revistas
de la época también publicaban historias de detectives al
estilo inglés,2 en los pulps se forjó un nuevo tipo de detective más duro y violento que se asemejaba más a su
predecesor histórico –el cowboy– que a sus asépticos homólogos en las historias de detectives publicadas en
Gran Bretaña. De hecho, fue en una de estas revistas
–Black Mask, que empezó su andadura en 1920 publicando historias de detectives, románticas, espiritualismo
y misterio– en la que apareció la novela negra. Aunque
las características del género se empezaron a desarrollar
en las historias que Carroll John Daly publicó en Black
Mask a partir de 1923, se considera que la novela negra
nació cuando en 1926 Joseph T. Shaw tomó las riendas
de la revista y marcó las directrices y la filosofía que debían seguir las historias de detectives a partir de aquel
momento. Shaw creía que el país estaba enfermo, más
amenazado por hampones, jueces y políticos deshonestos, tratos ilegales y corrupción institucional generalizada, que por pequeños criminales. Por lo tanto, propuso
un nuevo tipo de héroe a sus escritores, un detective duro y violento pero comprometido, con valores morales y
un firme sentido de la justicia, capaz de luchar contra el
crimen y resistirse a sobornos y otros intentos de co-
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I S A B E L S A N TA U L À R I A
rrupción. En Black Mask empezaron a escribir autores
considerados clásicos del género, entre ellos Erle Stanley
Gardner, Dashiell Hammett y Raymond Chandler. Hoy
en día, la novela negra sigue siendo uno de los subgéneros más prolíficos y vigentes en manos de autores como
James Ellroy, Elmore Leonard o Robert B. Parker.
La novela negra sigue la misma estructura narrativa
que la fórmula clásica, con una presentación del detective, la introducción de un caso criminal, el proceso de investigación y un desenlace en el que la trama criminal
nos es desvelada y se identifica al culpable. Sin embargo,
presenta cambios sustanciales en la presentación del contexto, el detective y el crimen. A diferencia de la fórmula
clásica –que en la mayoría de los casos se desarrolla en un
espacio cerrado en el que se ha cometido el crimen y en
el que se encuentran los sospechosos que el detective tiene que investigar– el detective de la novela negra se enfrenta a crímenes urbanos que le obligan a recorrer la
gran ciudad y a moverse en diferentes ambientes, desde
los barrios más sórdidos y degradados a las áreas donde
habitan los ricos y poderosos en sus lujosas mansiones.
La ciudad se presenta desde el punto de vista del detective
–que generalmente narra sus historias en primera persona– y se revela como un mundo de lujo, aventura y sofisticación que esconde, sin embargo, crimen, corrupción,
pobreza y degradación. El detective, por otro lado, deja
de ser el investigador aséptico, esterilizado, de clase alta y,
en la mayoría de los casos, amateur que encontramos en
la fórmula clásica. El detective de la novela negra es un
detective privado desarraigado pero honorable, de orígenes dudosos y violento, dispuesto a utilizar cualquier medio a su alcance para luchar contra el crimen. A diferencia del investigador de la fórmula clásica, que ve los casos
meramente como juegos o retos para su mente, el investigador privado de la novela negra se toma los casos de forma personal, se dedica a la investigación en cuerpo y alma, y se presenta como un cruzado: protector de los
débiles, defensor de los inocentes, vengador de las víctimas. Es, en definitiva, un hombre verdaderamente hono-
UN
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rable en un mundo corrupto. En esta sociedad, las fechorías contra las que se enfrenta el detective son sólo pequeñas manifestaciones de un estado de corrupción y criminalidad endémicas que afectan a los pilares que sostienen
el aparato social. El detective va desentrañando las marañas de tratos ilegales con hampones, sobornos o asesinatos de los que se sirven los ricos y poderosos para sus fines, pero poco puede hacer para restablecer el orden
social y se conforma con solucionar el caso que le ocupa
y retirarse «hacia poniente» al igual que sus predecesores
literarios, los justicieros cowboys de los westerns a los que,
como se ha mencionado, la novela negra reemplazó en el
favor popular de los lectores de la época.
LOS EFECTOS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
En su libro Bloody Murder. From the Detective Story to the
Crime Novel: A History, Julian Symons explica que, tras la
Segunda Guerra Mundial, el panorama social en Europa
y Estados Unidos se parecía más al descrito en Cosecha
roja que al descrito en las historias de detectives clásicas
en las que el crimen y la violencia son ocurrencias excepcionales que trastornan comunidades idílicas y apacibles.
En un mundo convulsionado por los acontecimientos recientes y sus efectos devastadores, la idea de que la salud
de una comunidad estaba en manos de una sola figura
capaz de dar con un criminal simplemente observando
detalles de protocolo, manchas sospechosas en un mantel
o el tipo de tabaco de una colilla abandonada en la escena
del crimen se hacía cada vez más inverosímil. Igual de
improbable resultaba creer que un solo detective, amateur o profesional, se bastaba a sí mismo para desentrañar
asesinatos y otras tramas criminales en un mundo en el
que cada vez estaba más claro que una investigación tenía
pocas posibilidades de éxito sin la utilización de las nuevas técnicas científicas y forenses desarrolladas por la policía. En definitiva, la naturaleza mítica del Gran Detective de la fórmula clásica y la novela negra se hacía patente
y se ponía de manifiesto que se trataba básicamente de
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I S A B E L S A N TA U L À R I A
un icono engendrado por la ficción, sin base real. Esta
percepción del Gran Detective y el escepticismo ante su
capacidad de resolver crímenes y luchar para reestablecer
el orden social afectó el desarrollo de la ficción de detectives a partir de los 40, cuando se optó por una aproximación más realista al crimen; la indagación en la mente y
motivaciones del criminal para llegar a entender la psicología humana; la progresiva incorporación de técnicas
científicas y forenses; y un abandono de las nociones de
buen gusto que habían limitado la presentación del crimen, el criminal, la justicia y el detective en la ficción de
detectives en general y, sobre todo, en la fórmula clásica.
Así pues, temas como el travestismo, la homosexualidad,
la pornografía, las violaciones o las pruebas de semen en
las víctimas empezaron a ser más frecuentes y a ser tratados de forma más clara. Los crímenes se describían con
todo lujo de detalles y sin escatimar referencias a su brutalidad o violencia. Por último, la corrupción del sistema
judicial y la brutalidad de la policía se retrataban sin tapujos e incluso, en algunas novelas como en My Name Is
Michael Sibley (1952) de John Bingham, se presentaban
como instituciones deficientes que podían llevar a un
inocente al borde del cadalso.
La paulatina incorporación de estos cambios y aproximaciones eventualmente llevó a la creación de nuevos subgéneros (la novela de crimen, la novela de procedimiento policial y la novela de procedimiento legal
o thriller legal). Dicho esto, la fórmula clásica continuó
su andadura con nuevas obras que se ceñían al patrón
original producidas por autores consagrados en el género y nuevas incorporaciones como PD James, Michael Gilbert o Emma Lethen. Lo mismo podemos decir de la novela negra, en la que los detectives seguían
solos ante el peligro luchando contra el crimen. En definitiva, ni las nuevas aproximaciones a los temas y
personajes de la novela de detectives ni la aparición de
nuevos subgéneros erradicaron las tradiciones anteriores, aunque sí afectaron su desarrollo y fueron modificando sus contornos.
UN
ESTUDIO EN NEGRO
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LAS DIFERENTES CARAS DE LA LEY: CRIMEN,
INVESTIGACIÓN POLICIAL Y CASTIGO
Uno de los subgéneros que más ha influido en el desarrollo de la novela de detectives contemporánea es la que
Julian Symons, él mismo escritor prolífico de narrativas
detectivescas y creador del detective Sheridan Haynes,
denomina novela de crimen. En estas narrativas, el proceso de investigación, si aparece, pasa a ocupar un lugar
secundario y la historia se centra en el criminal, el crimen y/o los efectos del crimen en una comunidad determinada, en el investigador que lleva el caso, o en los allegados de las víctimas o del mismo criminal. Por otro
lado, si el proceso de investigación determina el hilo narrativo, éste deja de ser sólo un caso policial cuyo objeto
es la busca y captura del criminal, y se trata más bien de
un viaje interior, muchas veces al pasado del protagonista, que le permite entender su presente inmediato o desentrañar un misterio pasado que ha condicionado su
vida o la de sus seres queridos o conocidos. En cualquier
caso, el acontecimiento pasado no es, como en las historias de detectives clásicas, un mero espacio en el que
hurgar en busca de pistas, sino que se convierte en paisaje psicológico, escenario de traumas infantiles o comportamientos patológicos, espejo de fantasmas personales o
sociales, o cortina de humo que, al desvanecerse, revela
los oscuros recovecos del alma humana. Otras dos características de este subgénero son la importancia de la caracterización de los personajes –a los que se suele dar
una gran complejidad y densidad moral– y una aproximación casi naturalista al contexto, que pasa de ser sólo
escenario del crimen a entorno generador de psicopatologías o comportamientos criminales. En manos de autoras como Patricia Highsmith o Ruth Rendell, este subgénero se ha ganado el favor del público y el
reconocimiento literario y, en la actualidad, sigue siendo
una de las tendencias más fructíferas e interesantes con
autores como Gregory Hall, John Matthews, Minette
Walters, Robert Goddard o Frances Hegarty. La escritora
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I S A B E L S A N TA U L À R I A
y periodista Sarah Dunant también ha hecho incursiones notables en el género con sus obras Transgressions
(1997) y Mapping the Edge (1999), en las que indaga en
comportamientos sexuales patógenos y sus repercusiones criminales e implicaciones morales, y en las que los
papeles de criminal y víctima se difuminan y multiplican
a medida que transcurre la historia.
Si la novela de crimen se centra en el crimen y los criminales, la ficción de procedimiento policial se centra
en la institución que se encarga de perseguir el crimen,
la policía, que se presenta desde un punto de vista realista pero conservador, enfatizando su labor como sufridos y abnegados servidores de la ley y el orden, una presentación, todo sea dicho, producida bajo el auspicio de
corrientes reaccionarias empeñadas en lavar la cara de
una institución a la que la opinión pública consideraba
corrupta y susceptible de sobornos. En estas historias,
las investigaciones del caso criminal –o casos criminales, ya que en muchas ocasiones varias investigaciones se
llevan a cabo de forma paralela– las llevan a cabo agentes de policía y, por lo tanto, se caracterizan por la descripción detallada de métodos policiales, del día a día en
las comisarías y en la vida de los oficiales protagonistas,
o de técnicas forenses y otras disciplinas científicas aplicadas a la resolución de casos criminales. Uno de los
más claros exponentes de la novela de procedimiento
policial es Ed McBain,2 creador de una serie de novelas que tienen como protagonistas al conjunto de detectives de una comisaría, la del Distrito 87, de la ficticia
ciudad de Isola, claramente inspirada en Manhattan. De
sus obras se han sacado numerosos argumentos para series de televisión como Hill Street Blues (Canción triste
de Hill Street, 1981-1987). En el Reino Unido, entre los
autores más conocidos del género podemos mencionar
a Colin Dexter, creador del inspector Morse, y PD James, madre literaria de Adam Dalgliesh, ambos inspectores de policía; ambos, también, figuras sherlockianas
en su aire distante y sus aficiones selectas que los diferencian de sus homólogos más recientes: Adam Dal-
UN
ESTUDIO EN NEGRO
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2 Ed McBain empezó a publicar su serie de novelas
sobre el Distrito 87 en 1956
con su novela Cop Hater
(Odio). Entre los inspectores que retrata en sus novelas son destacables Steve
Carella, Cotton Hawes o
Meyer Meyer.
gliesh es también poeta; el inspector Morse es un gran
aficionado a la lectura, a los crucigramas y a la ópera,
aunque también, como buen inglés, a la cerveza. Ruth
Rendell tiene también una serie de novelas protagonizadas por el inspector Reginald Wexford, un personaje inteligente, fiable, compasivo y buen padre de familia, de
la ficticia localidad de Kingsmarkham. A este cuerpo de
agentes de policía se han unido, en los últimos años, incorporaciones de gustos menos elitistas, orígenes más
humildes y vidas desestructuradas, de la pluma de autores como Ian Rankin, RD Wingfield, John Harvey o Robert Wilson. En la actualidad, el género se desarrolla
también en numerosas series de televisión que, además
de la investigación de casos criminales, siguen las vidas
y relaciones de los oficiales protagonistas. Entre las más
notables, podemos citar, por ejemplo: Law and Order:
Special Victims Unit (Ley y orden: Unidad de víctimas especiales, 1999-), Law and Order: Criminal Intent (Ley y
orden: Acción criminal, 2001-), CSI: Crime Scene Investigation (CSI, 2000-) y sus homólogos en Miami y Nueva
York –CSI: Miami (2002-) y CSI: NY (CSI: New York,
2004-)–, The Shield (2002-), Without a Trace (Sin rastro,
2002-) o Cold Case (Caso abierto, 2003-).
El ciudadano de a pie ha mantenido una postura ambivalente hacia la ley y sus representantes ya que el sistema judicial y los abogados pueden servir, aunque no deberían hacerlo, al bien y al mal indistintamente. Los
abogados y la ley siempre han despertado el interés de los
lectores, y de la unión de las tramas legales con las investigaciones criminales –temas claramente afines– nació el
subgénero detectivesco al que se conoce como novela de
procedimiento legal o thriller legal, que tiene a abogados
como protagonistas/investigadores y en el que el sistema
judicial y la ley son ejes centrales de la narración/investigación. La ambivalencia en la presentación de la ley, la
justicia y los abogados se ha mantenido en el thriller legal
desde sus orígenes en las historias de Melville Davisson
Post escritas a finales del XIX y principios del XX, protagonizadas por su taimado y siniestro abogado Randolph
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I S A B E L S A N TA U L À R I A
Mason, presentado como un ser manipulador capaz de
torcer la ley para lograr absolver a sus clientes, por muy
culpables que sean, en las primeras historias en las que
aparece, pero que se transforma y redime en sus últimos
relatos, en los que sólo se dedica a casos que sirvan los intereses de la justicia. Autores posteriores –como Eleazar
Lipsky en los años 40 o George Higgins y Edwin Torres
en los 70– presentaron también retratos nada favorecedores del sistema judicial y sus representantes, en este caso
sin proceso de redención. Sin embargo, el thriller legal en
la actualidad se caracteriza por sus presentaciones positivas de los abogados protagonistas, personajes que adquieren proporciones quijotescas en su pugna constante
contra la injusticia y a favor de los derechos de los inocentes, aunque a veces se enfrentan a sistemas judiciales
corruptos o a compañías que se sirven de la ley para fines
nada lícitos. El autor que más influyó en esta presentación de los abogados fue Erle Stanely Gardner, creador
del famoso abogado/detective Perry Mason, quien apareció por primera vez en la novela The Case of the Velvet
Claws (El caso de las garras de terciopelo, 1933), a su vez
basado en otro abogado literario, Trutt, un Perry Mason
en estado embrionario, defensor de las víctimas y los inocentes, creado por Arthur Train y protagonista de una serie de historias publicadas entre 1905 y 1945.
En la actualidad, y después del éxito de la novela de
Scott Turow Presumed Innocent (Presunto inocente, 1987),
ha aparecido una plétora de autores de thrillers legales cuyos abogados se enfrentan a casos que requieren sus dotes
detectivescas ya sea para salvar a inocentes de acusaciones
injustas o para ajusticiar a compañías o instituciones corruptas. El más famoso en la actualidad es John Grisham,
autor de títulos tan conocidos como A Time to Kill (Tiempo de matar, 1987), The Firm (La tapadera, 1991), The Pelican Brief (El informe pelícano, 1992), The Client (El cliente, 1993) o The Chamber (Cámara de gas, 1994). Otros
autores contemporáneos son Lisa Scottoline, Sheldon Siegel, Richard North Patterson, James Grippando o Brad
Meltzer. En la televisión, encontramos también ejemplos
UN
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notables del género con series como Murder One (19951997), The Practice (El abogado, 1997-2004) o Boston Legal (2004-).
LA FICCIÓN DE DETECTIVES Y EL FEMINISMO:
ABRID PASO A LA MUJER INVESTIGADORA
ORÍGENES Y REPRESENTANTES DE LA NOVELA DE
DETECTIVES FEMINISTA
El género detectivesco ha contado con investigadoras notables a lo largo de su historia, desde las intrépidas heroínas de las novelas sensacionalistas de Wilkie Collins –tales
como Marian Halcombe o Valeria Brinton/Woodville de
The Woman in White y The Law and the Lady respectivamente– a la entrañable Miss Marple de Agatha Christie,
pasando por Harriet Vane en la novela Gaudy Night
(1935) de Dorothy L. Sayers o las historias de la estadounidense Amanda Cross –que empezó a escribir en los años
60– protagonizadas por su investigadora Kate Fansler. Sin
embargo, no podemos hablar de narrativas detectivescas
feministas hasta los años 70, concretamente hasta 1972,
cuando PD James publicó su novela An Unsuitable Job for
a Woman (No apto para mujeres) y dio vida a la investigadora Cordelia Gray, que repetiría papel protagonista diez
años más tarde en The Skull Beneath the Skin (La calavera
bajo la piel). En An Unsuitable Job for a Woman, Cordelia
hereda una agencia de detectives privados y «a la Cybil
Shepherd» en la serie de televisión Moonlighting (Luz de
luna, 1985-1989) decide sacar la agencia adelante en
vez de venderla al mejor postor y sin ayuda de un Bruce
Willis de turno o tener que asumir un nombre falso como
la detective de la serie de televisión Remington Steele
(1982-1987). Tímida, insegura y poco sofisticada, Cordelia no coincide con la imagen prototípica del investigador
confiado y cerebral de la tradición clásica y, mucho menos, con la del detective privado duro, violento y desarraigado de la tradición americana. Sin embargo, Cordelia
abriría camino a una serie de novelas que, al otro lado del
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I S A B E L S A N TA U L À R I A
Atlántico en los años 80, transmutarían la fórmula hardboiled o novela negra al poner la investigación en las manos (o sobre los tacones) de una mujer de armas tomar.
Asimismo, estas narrativas se convertirían en plataforma
desde la que apuntar y defender posturas feministas y en
una de las tendencias más productivas y populares en la
actualidad. Las norteamericanas Sue Grafton –famosa por
su serie de novelas «alfabéticas» protagonizadas por Kinsey Millhone– y Sara Paretsky –creadora de la incombustible y dura VI Warshawski–, junto a las más sofisticadas
Kay Scarpetta de Patricia Cornwell y Temperance Brennan
de la canadiense Kathy Reichs, son las más conocidas. Sin
embargo, las recientes aportaciones del Reino Unido no
tienen nada que envidiar a sus homólogas americanas e
incluso les ganan la baza en frescura y savoir faire. Entre
las más destacadas de estas investigadoras privadas mal
habladas, frescas y socialmente marginales aunque tenaces
y brillantes a la hora de resolver crímenes, está Hannah
Wolfe, la investigadora de la agencia Comfort creada por
Sarah Dunant. Hannah se vale de su inteligencia para resolver casos complejos a la vez que se pronuncia en pro de
la independencia de la mujer en una sociedad esencialmente patriarcal en la que la identidad de la mujer sigue
estando condicionada por su cuerpo y en la que la institución de la familia es, tal como Hannah asevera, nuclear
por sus efectos explosivos, en las tres novelas de las que es
protagonista: Birth Marks (Marcas de nacimiento, 1991),
Fatlands (Conflicto explosivo, 1993) y Under My Skin (Bajo
mi piel, 1995). Igual de interesantes son la investigadora
privada Leo Street, creada por la también actriz y guionista irlandesa Pauline McLynne, y Samantha Jones, escultora de profesión e investigadora ocasional, creada por Lauren Henderson.
CARACTERÍSTICAS
La novela de detectives feminista –además de incorporar,
como su nombre indica, un discurso abiertamente feminista– se caracteriza, sobre todo, por la presentación de
UN
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2 En la tradición clásica las
mujeres aparecían, frecuentemente, como víctimas. En
caso de aparecer como investigadoras, no son ni profesionales ni sexualmente
agresivas –o son solteronas
metomentodo, o las novias
o esposas de los investigadores principales–. En la
tradición de novela negra,
por otro lado, aparecían como las fascinantes pero engañosas femmes fatales.
22 Hannah Wolfe, VI
Warshawski o Kinsey Millhone, las protagonistas de
las novelas de Sarah Dunant, Sara Paretsky y Sue
Grafton, respectivamente,
por ejemplo, son detectives
privadas. Kay Scarpetta, de
las novelas de Patricia
Cornwell, es patóloga forense. Temperance Brennan, de las novelas de Kathy
Reichs, es paleontóloga forense. Georgia Skeehan, de
las novelas de Suzanne
Chazin, por citar un último
ejemplo, es bombero.
sus detectives: todas ellas mujeres muy diferentes a las féminas de novelas pertenecientes a tradiciones anteriores,2 la mayoría con profesiones consideradas «de
hombre».22 Las detectives de estas historias comparten características comunes con sus homólogos masculinos en la novela negra. Así pues, son personajes que se
mueven con facilidad por los espacios urbanos, independientes, sin ligaduras familiares y eficientes profesionales
dedicadas en cuerpo y alma a sus trabajos. Sin embargo,
se caracterizan también por su afán por mantener su
identidad femenina sin perder autoridad, tener que convertirse en marimachos o adaptarse a nociones patriarcales y sexistas de los roles y apariencia que, en teoría,
debe seguir una mujer. Son, pues, mujeres que no pierden tiempo en su apariencia física y, si lo hacen, son
conscientes de que están adoptando un rol determinado
para una ocasión específica. Son también mujeres que
no tienen miedo de exteriorizar sus sentimientos, capaces de mostrar empatía hacia sus clientes y hacia las víctimas y de establecer ligaduras emocionales –no necesariamente románticas– con sus seres queridos, amigos y
familiares. Por su condición de mujeres con poder en un
mundo de hombres, a menudo tienen que defender sus
derechos, intereses o integridad en un contexto en el que
su autoridad está siendo constantemente socavada y, por
lo tanto, suelen ser personajes que se agrian en el transcurso de las series de las que son protagonistas. Otro
problema asociado con este género es que está atrapado,
por definición, en un círculo vicioso del que no hay fácil
escapatoria. Para poder esgrimir un discurso feminista,
este subgénero constantemente sitúa a la mujer dentro
de un sistema patriarcal obsoleto pero vigente que constriñe su libertad de acción y/o la convierte en víctima de
todo tipo de abusos. Por lo tanto, es un subgénero que
depende de la misma victimización de la mujer contra la
que luchan sus investigadoras para poder blandir su discurso en pro de los derechos de la mujer. Dicho esto,
también es un género que ha impulsado y sigue impulsando la igualdad de la mujer a todos los niveles y cuyo
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I S A B E L S A N TA U L À R I A
éxito entre sus lectoras pone en evidencia que no todas
las fantasías de la mujer giran alrededor de encontrar pareja o formar familia sino que aspira a vivir aventuras
que la lleven lo más lejos posible del limitado espacio
doméstico.
La influencia de Clarice Starling
Aunque la heroína de dos de las novelas de Thomas Harris, The
Silence of the Lambs y Hannibal, no es, por descontado, la primera detective literaria femenina, ha sido una de las que más
ha influido en la representación de esta figura. Tanto la profesión de Starling –agente del FBI– como sus características físicas, psicológicas y profesionales han servido de base para la
creación de personajes tan populares como Dana Scully de la
serie The X Files (Expediente X, 1993-2002) o Samantha Waters de la serie Profiler (1996-2000) o las conocidas antropólogas investigadoras Kay Scarpetta y Temperance Brennan de las
novelas de Patricia Cornwell y Kathy Reichs, respectivamente.
Estos personajes se presentan como figuras tan heroicas como
sus homólogos masculinos. Su heroicidad reside en su inteligencia, fe en la razón, honestidad, incorruptibilidad, entrega a
los valores de la ley y el orden y capacidad de acción. Por lo
tanto, son personajes que se comercializan como iconos femeninos y feministas con los que muchas lectoras y espectadoras
se pueden identificar.
Sin embargo, el proceso de traslación de estos personajes
de la literatura a la gran o pequeña pantalla ha reducido o limitado muchos de sus valores. Los casos de Clarice Starling y
Temperance Brennan son ilustrativos. En el caso de Clarice,
tanto Jonathan Demme como Ridley Scott (directores de las
versiones cinematográficas de The Silence of the Lambs y
Hannibal, respectivamente) respetan la incorruptibilidad, tesón
e inteligencia del personaje, pero introducen elementos de incompetencia que no se encuentran en las novelas. También resaltan su vulnerabilidad y se deleitan en la victimización de
Clarice por parte de Hannibal Lecter y de la machista institución para la que trabaja, el FBI. Por otro lado, Temperance
Brennan, la protagonista de la serie Bones (2005-) basada en
las novelas de Kathy Reichs, no se asemeja mucho a su homóloga literaria. Además de perder unos años y lucir unos escotes que la Dra. Brennan no prodiga en las novelas, se le adjudica un pasado traumático que permite presentarla como una
víctima y resaltar la “verdadera” vulnerabilidad que se esconde
tras su apariencia distante y fría. Además la serie se centra ca-
UN
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si tanto en la tensión sexual entre Temperance y el atractivo
agente especial Seeley Booth (interpretado por el conocido David Boreanaz, convertido en sex symbol de jóvenes y no tan jóvenes después de sus papeles en Buffy the Vampire Slayer
[Buffy la cazavampiros, 1997-2003] y Angel [1999-2004]), que
en la trama detectivesca. En definitiva, estos y otros ejemplos
similares demuestran la reticencia de los medios visuales a
transgredir percepciones de la mujer que vayan más allá de su
papel tradicional de heroína romántica o víctima.
BAILE DE GÉNEROS: EL PANORAMA DETECTIVESCO ACTUAL
LA FICCIÓN DE DETECTIVES POSMODERNA
Intentar resumir las características de la novela detectivesca actual de forma sucinta no es una misión sencilla
ya que, como se ha señalado al principio de este capítulo,
se trata de un género que se encuentra en pleno apogeo
y, por lo tanto, se publica una gran cantidad de obras cada año que, aunque por su carácter genérico se mantienen dentro de los límites del esquema original, son muy
diferentes entre sí. De todas formas, podemos delimitar
tres aspectos que resumen el estado y características de la
producción detectivesca contemporánea. En primer lugar, las tradiciones anteriores se mantienen vivas, ya sea
en forma de reediciones de obras de autores clásicos y no
tan clásicos del género, o en forma de nuevas novelas escritas siguiendo «fórmulas» anteriores. En segundo lugar, se han sumado nuevos subgéneros a los ya existentes
–en muchos casos combinando elementos de diferentes
subgéneros o incluso de distintas tradiciones genéricas–,
por lo que se trata de un tipo de narrativa, como veremos a continuación, muy rico en variedad y que se desarrolla, con igual de éxito, en diferentes medios –novela,
cine y televisión, sobre todo–. Finalmente, y si observamos el desarrollo de los diferentes subgéneros en su conjunto, podemos ver que, en general, adoptan un tono
más sombrío y se caracterizan por ofrecer una imagen de
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I S A B E L S A N TA U L À R I A
nuestra sociedad que dista de ser reconfortante. Esta tendencia, a la que podemos catalogar de posmoderna, 5
ha conferido al género una teñidura más negra si cabe y
una textura mucho más gruesa y compleja. Así pues, la
ficción de detectives contemporánea rasga el tejido social
para mostrar sus aspectos más sórdidos. La división maniqueísta entre buenos y malos se atenúa y casi se desvanece; el mundo se percibe como dislocado y espiritualmente vacío; los males sociales se hacen visibles y se
convierten en endémicos; las instituciones gubernamentales son corruptas o, cuando no lo son, se mueven por
intereses personales, políticos o económicos que se apartan de las necesidades de la ciudadanía; la familia se presenta como elemento desestabilizador y caldo de cultivo
de comportamientos patológicos y hasta criminales; los
servicios sociales no existen o son insuficientes. En este
contexto, los agentes de la ley y el orden, al menos los
protagonistas, luchan desesperadamente y, casi siempre,
contra reloj, no sólo para atrapar al criminal, sino también para dar sentido a sus vidas en una sociedad anestesiada, insensibilizada contra el horror y, frecuentemente,
apática. El mensaje final, sin embargo, suele ser conservador. La tenacidad se recompensa y la capacidad de la
policía de proteger a los débiles y defender a los justos
no se cuestiona. El detective, de hecho, se convierte en
representante del «hombre de a pie» y, por lo tanto, en
portavoz del segmento social por el que vale la pena luchar: la gente corriente y moliente que trabaja duro para
sobrevivir y, aunque proclive a pequeñas infamias, es,
esencialmente, buena.
VARIEDAD GENÉRICA
De los muchos subgéneros detectivescos actuales, quizás
el más popular es el conocido como thriller de asesinos
en serie, centrado en la investigación de los crímenes cometidos por un asesino en serie que mata, a menudo de
forma ritual, a un tipo determinado de persona, y que el
investigador debe capturar utilizando sus dotes detecti-
UN
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Posmoderna. El término
«posmodernismo» es de difícil definición ya que se
aplica a diferentes contextos
y disciplinas con variaciones de significado. De forma sucinta, podemos decir
que es el término con que
se define nuestra sociedad
contemporánea, que abarca
desde finales de los años 70,
cuando Jean-Françoise Lyotard publicó su libro La
condition postmoderne:
Rapport sur le savoir (La
condición postmoderna,
1979), hasta la actualidad. A
grandes rasgos, algunos de
los aspectos clave del posmodernismo que se recogen en los productos culturales contemporáneos son
un sentimiento de pesimismo existencial, la pérdida
de fe en las metanarrativas
que daban sentido a nuestras vidas (religión, filosofía, ciencia, etc.), el interés
por el concepto de identidad, y el culto a la forma y
el artificio por encima del
fondo.
vescas, además de sofisticadas técnicas forenses y psicológicas. Aunque el género asomó a partir de los años 40 con
novelas como The Rising of the Moon (1945) de Gladys
Mitchell o The Killer Inside Me (El asesino dentro de mí,
1952) de Jim Thompson, este tipo de narrativas no se desarrolló hasta principios de los 80, después de que Robert
K. Ressler –agente del FBI fundador de la Unidad de
Ciencias del Comportamiento– popularizara el término
«asesino en serie» para hacer referencia a un tipo de criminal al que antes se conocía como «asesino de extraños». También incidió en el desarrollo del género la enorme popularidad de las novelas de Thomas Harris
protagonizadas por Hannibal «el caníbal» Lecter, sobre
todo después del éxito de la versión cinematográfica de
The Silence of the Lambs. En la actualidad, existen gran
cantidad de autores que publican, casi exclusivamente,
thrillers de asesinos en serie, entre los que podemos destacar a los estadounidenses Patricia Cornwell, James
Patterson, Jonathan Kellerman, Jeffrey Deaver, Michael
Connelly o Caleb Carr; o a los británicos Donald James,
Val McDermid, Mo Hayder, Mark Billingham, Boris
Starling o Craig Russell. En estas novelas, el asesino en
serie tiene casi tanto peso narrativo como el investigador y es un ser, a todas luces, extremadamente fascinante que, como monstruo, es temible y atroz, pero también
reflejo, y muchas veces producto, de disfunciones sociales
tan patológicas como sus perversas mentes.
En los años 60, y como efecto de la lucha por los derechos humanos, autores como Chester Himes –padre literario de los detectives Coffin Ed Johnson y Gravedigger
Jones– incorporaron a detectives hard-boiled de raza negra que, además de investigar sus crímenes, abogan por
los derechos de las minorías étnicas en Estados Unidos.
A este subgénero se le conoce con el término black noir.
En la actualidad, autores como Walter Mosley y Tony Hillermann disfrutan de un éxito considerable gracias a sus
historias protagonizadas por sus detectives Easy Rawlins
y Jim Chee y Joe Leaphorn respectivamente. Este subgénero se caracteriza, sobre todo, por su presentación posi-
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tiva de minorías étnicas y los guetos en los que se les ha
recluido y ofrece una crítica mordaz al sistema, que se
presenta como causante de las deficiencias (criminalidad, pobreza, prostitución) de los barrios marginales y
de las que se alimenta para exacerbar un discurso racista
y xenófobo.
Del matrimonio del fenómeno chick lit5 con la novela negra ha nacido un subgénero detectivesco conocido
como tart noir,5 término creado por las autoras Sparkle
Hayter, Lauren Henderson, Laura Lippman y Katy Munger para hacer referencia a sus novelas protagonizadas
por detectives femeninas a las que definen en su página
web (<http://www.tartcity.com>) como mitad Philip
Marlowe, mitad femmes fatales: mujeres duras, independientes, que hacen sus propias reglas y son capaces de
combatir criminales y policías corruptos vestidas con ropa fabulosa y zapatos con tacones de aguja. Las obras se
definen también como neofeministas y esgrimen un discurso que recoge las tendencias liberales de corrientes feministas anteriores pero que también defiende y, de hecho, se aprovecha de nociones tradicionales de la
feminidad, sobre todo las que hacen referencia al cuerpo
de la mujer. En definitiva, las heroínas del tart noir son
conscientes del poder erótico del cuerpo femenino y lo
utilizan para sus propósitos.
Otro subgénero contemporáneo digno de mención es
el thriller erótico, que combina crimen y sexo en una trama de suspense con tintes eróticos, incluso pornográficos en ocasiones. En las novelas del británico Tony
Strong, por ejemplo, el autor entremezcla ideas que podríamos considerar feministas –como el derecho de la
mujer de disfrutar de su sexualidad abiertamente– con
escenas tórridas de las que se sirve tanto para estimular
al lector como para indagar en el lado perverso de la sexualidad. Dos novelas interesantes pertenecientes a este
subgénero, aunque muy diferentes entre sí, son Fingersmith (Falsa identidad, 2002) de Sarah Waters y The Cutting Room (El cuarto oscuro, 2002) de Louise Welsh. En la
primera, la autora intercala una historia de fraude en la
UN
ESTUDIO EN NEGRO
97
Chick lit. Las narrativas conocidas como chick lit se
centran en mujeres profesionales treintañeras que
han relegado su vida amorosa para centrarse en su
trabajo o que combinan sus
matrimonios e hijos con
sus carreras. Narradas con
gran sentido del humor, estas historias reflejan la situación de muchas mujeres
profesionales, sus preocupaciones, relaciones y desencantos.
Tart noir. El término tart se
utilizaba en el siglo XIX para
referirse a una prostituta o
cualquier mujer inmoral.
Eventualmente, el término
pasó a aplicarse a cualquier
mujer joven promiscua que
viste de forma provocativa.
época victoriana con la pasional historia de amor entre
las dos protagonistas, Maud Lilly y Sue Trinder. En la segunda, Rilke, trabajador de una casa de subastas, investiga la autenticidad de una foto antigua, supuestamente
snuff; en el transcurso de la investigación, la autora nos
arrastra a los ambientes más sórdidos y degradados del
Glasgow contemporáneo y nos sumerge en una trama
que mezcla pornografía, perversidad y homosexualidad.
Al igual que la novela de detectives feminista, la novela
de detectives lesbiana utiliza el género para denunciar la
situación de este colectivo y defender sus derechos en contra de la discriminación y los prejuicios. En novelas como
Murder in the Collective (1984) de Barbara Wilson, She Came Too Late (Ella llega demasiado tarde, 1986) de Mary
Wings, After Delores (Buscando a Delores, 1988) de Sarah
Schulman o Curious Wine (Un extraño vino, 1990) de Katherine V. Forrest, las autoras pretenden romper con nociones tradicionales de la feminidad, sobre todo la tendencia
a catalogar a las mujeres de dóciles y domésticas y considerar a las que se escapan del patrón estándar como antinaturales o diabólicas. Otro aspecto sobre el que las autoras de este tipo de novelas hacen especial hincapié es el
concepto de género e identidad como performance o mascarada; por lo tanto, ponen en evidencia que la masculinidad y la feminidad son meras ficciones que representamos
siguiendo un patrón de expectativas y normas sociales que
dictan nuestra forma de actuar dependiendo de nuestro
sexo, y que la identidad sexual de una persona puede esconderse tras un disfraz o, por el contrario, manifestarse a
partir de una escenificación de los estereotipos asociados
con una identidad sexual determinada. Finalmente, otra
característica de este subgénero es su presentación del espacio urbano como peligroso para la mujer –sobre todo si
es lesbiana– que acude en busca de anonimato y libertad
pero que puede acabar convertida en víctima, no sólo de
violencia sino también de insultos, discriminación, techos
de cristal que le impiden ascender o despidos injustos.
Finalmente, y por mencionar un último ejemplo, uno
de los subgéneros que goza de más popularidad es el co-
98
I S A B E L S A N TA U L À R I A
nocido como enigma o misterio histórico. Este subgénero, fiel descendiente de la tradición clásica, se caracteriza
por situar la investigación en un contexto histórico pasado –inmediato o, más frecuentemente, lejano– y, por lo
tanto, se trata de un tipo de novela en la que la detallada
y documentada ambientación del contexto histórico en
el que se desarrolla la acción es tan o más importante
que la trama criminal. El contexto histórico pasado permite al escritor prescindir de la carga de información
científica que caracteriza la presentación del crimen y su
investigación en la novela detectivesca contemporánea.
Sin embargo, el lector espera que el autor sea riguroso en
la ambientación, presente un enigma original y sorprendente, y cree un investigador peculiar, excéntrico o pintoresco. Entre los autores más conocidos del subgénero,
podemos mencionar al prolífico PC Doherty, creador de,
entre otros, los misterios ambientados en la Inglaterra
medieval protagonizados por el escribano Hugo Corbett
o por los peregrinos de Canterbury extirpados de los
cuentos de Chaucer para narrar crímenes a cual más escabroso; Lindsay Davis, con sus historias protagonizadas
por Marcus Didus Falco en la Antigua Roma; Ellis Peters
y su monje benedictino del siglo XII que ejerce de detective en Shrewsbury (Gales); o Anne Perry, tan famosa
por sus historias como por su escabroso pasado, y sus series victorianas protagonizadas por el Inspector Pitt y su
esposa Charlotte o el saturnino Inspector Monk.
CONCLUSIÓN
Este capítulo ha trazado, de forma necesariamente breve,
la evolución y el desarrollo de la ficción de detectives
desde sus orígenes en las narrativas de crímenes de los
siglos XVIII y XIX hasta la actualidad, prestando especial
atención a cómo el género se ha ido adaptando a nuevos
contextos históricos y sociales hasta convertirse en uno
de los géneros más prolíficos y con más variedad genérica dentro de las narrativas populares. Nuestro interés
por el género pone en evidencia la fascinación que el cri-
UN
ESTUDIO EN NEGRO
99
men y lo atroz ejercen entre nuestra especie en la actualidad. No en vano el crítico Mark Seltzer, en su influyente
libro Serial Killers: Death and Life in America’s Wound
Culture, utiliza el término wound culture (cultura de la
herida) para hacer referencia a nuestra sociedad contemporánea y el interés sensacionalista que despierta, aún
hoy en día, todo lo relacionado con lo atroz, sobre todo
los crímenes y accidentes en los cuales el cuerpo es mutilado de forma brutal. Sin embargo, este interés por la ficción de detectives también responde a nuestra búsqueda
incansable de mecanismos (o ficciones) que nos ayuden
a poner orden entre el caos y al deseo de mantener la fe
en un sistema que pueda garantizar protección y justicia.
Dicho esto, aunque el género es, pues, esencialmente,
conservador, no está exento de crítica social ya que presenta descripciones mordaces de las deficiencias de nuestra sociedad, muestra nuestro potencial para el horror e
incluso, en ocasiones, se aprovecha de la marginalidad
del detective para defender posturas que se oponen a
discursos complacientes sobre nuestras sociedades occidentales. El Gran Detective, incluso en sus manifestaciones más realistas, siempre ha sido un mito, un caballero
andante capaz de garantizar la estabilidad social… o al
menos de actuar en pro de la justicia cuando la ocasión
así lo requiere. Sin embargo, la ficción de detectives
mantiene su contacto con el contexto en el que se produce y articula un discurso que recoge intereses, preocupaciones y debates reales y vigentes.
100
I S A B E L S A N TA U L À R I A
EJERCICIOS
1. Lee el siguiente extracto y resume las ideas que propone sobre el uso e importancia de etiquetas y clasificaciones genéricas. Apunta también la definición y características de la novela negra dadas por el autor. Finalmente,
presta atención a la categorización genérica y los términos utilizados para hacer referencia a los diferentes subgéneros detectivescos en el extracto, compáralos con los
propuestos en este capítulo y argumenta cuáles son, en
tu opinión, los más pertinentes o adecuados.
Andreu Martín, «Escribir (por ejemplo, novela negra)»
[…] Cada vez que me han pedido (periodistas o alumnos) una
definición concreta de novela negra o novela policíaca, he sentido
que me ponían en un brete. Al principio, resultaba curioso: cuando entro en una librería sé qué autores elegir, sé que es un género
que me gusta leer, noto cuándo me están dando gato por liebre,
reconozco una novela de este género en cuanto la huelo y me gusta escribirla y, al terminar una novela, sé apreciar hasta qué punto
es ortodoxa y distingo cuándo el resultado no pertenece al género.
En cambio, cuando me pongo a definirlo, balbuceo, dudo, cada
vez que me decido por una característica que me parece esencial,
tengo la sensación de estar dejando a un lado obras que no participan de esa característica. Si decimos que no hay novela negra si
no hay un detective y una investigación, ¿dónde nos queda El cartero siempre llama dos veces? Y, si nos conformamos con que haya
un asesinato o un delito cualquiera tendríamos que abrir la puerta a casi toda la literatura mundial. ¿Entonces…?
[...]Como suelo recordar, constaté que algo fallaba en nuestra
profesión cuando, en el transcurso de una mesa redonda, durante la
Semana Negra de Gijón (evento dedicado a la novela negra y policíaca donde se supone que se reúnen los mejores autores del mundo
para hablar sobre el tema, es decir, para teorizar, para definir y para
comprender mejor nuestras obras), me pusieron junto con tres autores decididos a dignificar la novela negra. Eso ya me resulta sospechoso, porque entiendo que quien quiere dignificar algo es porque
lo considera indigno; pero, bueno, supongamos que sólo querían salir al paso de los mil idiotas que los habían mirado con desprecio al
conocer sus aficiones. Dijo uno: «La novela negra existe desde que el
mundo es mundo y grandes autores se han dedicado a ella. Por
ejemplo Hamlet es una gran novela negra». El siguiente, que por lo
visto no consideró suficientemente dignificada la novela negra,
UN
ESTUDIO EN NEGRO
101
Crook stories. Las conocidas como crook stories se
centran en el criminal y se
escriben desde su punto de
vista. En estas historias, el
criminal se presenta como
un personaje que sigue sus
propias reglas y se rige por
su propia moral sin tener
en cuenta ningún tipo de
restricción social. Uno de
los crooks más conocidos es
Chili Palmer, personaje creado por Elmore Leonard,
que aparece en las novelas
Get Shorty (Cómo conquistar Hollywood, 1990) y Be
Cool (Tómatelo con calma,
1999) de las que existe versión cinematográfica.
aportó también su granito de arena: «Bueno, Hamlet no está mal,
pero la primera gran novela negra de la historia es Edipo Rey, porque allí hay investigación y un crimen …». El tercero, decidido a superar a sus colegas y poniéndomelo cada vez más difícil a mí, que
estaba el último, dijo: «La gran novela negra que, además, ha sido y
es y será éxito de ventas mundial, es la Biblia: en ningún otro libro
aparecen más traiciones, más muertes, más conspiraciones».
¿Os imagináis una colección de novela negra cuyos tres primeros títulos fueran Hamlet, Edipo Rey y la Biblia? ¿Y el cuarto Crimen y castigo?
¿De qué estamos hablando?
[…] Cuando el cuerpo te pide novela negra, el buen lector de
género está buscando algo muy preciso. Y pienso que es siguiendo
esa pista como podremos llegar a la definición exacta. Buscamos
algo que es común a los diversos subgéneros: tanto la novela policíaca de «quién lo hizo», como la novela de procedimiento policial
que cultivan Ed McBain o Joseph Wambaugh; o la de crimen psicológico, en que destacan el James Cain de El cartero siempre llama
dos veces, el Horace McCoy de ¿Acaso no matan a los caballos? o la
genial Patricia Highsmith; o las crook stories,5 protagonizadas por
los malos, como las que escribe Donald Westlake con el seudónimo de Richard Stark o Lawrence Block y su espléndido Hit Man…
¿Qué tienen en común? ¿El detective, la investigación…?
No lo sé todavía, pero hay algo que se impone por naturaleza
como elemento esencial en este género (como en todos los géneros): el juego. Estamos hablando de un juego establecido entre el
lector y el autor desde el mismo instante en que se acerca a la librería y extrae un libro de ella con la esperanza de encontrarse
con un argumento policíaco. Estamos hablando de unas expectativas que el autor tendrá que satisfacer. Hablamos de una complicidad entre lector y autor.
Esto nos da ya un primer indicio: el autor deberá atenerse a
unos pies forzados antes de empezar a escribir, deberá conocer las
reglas de ese juego, y respetarlas. No en balde tantos y tantos autores de novela policíaca y negra, como hizo Chandler, han escrito
decálogos, normas estrictas, reglas de juego para aproximarse a
este género. […] un juego, pues. Un juego destinado, no obstante,
a la observación y al análisis de la sociedad con el objetivo de poner orden, de obtener explicaciones naturales a lo que parece sobrenatural, a romper con las supersticiones de la literatura gótica
y a imponer el razonamiento y el racionalismo.
[…] Pero queda claro que con esto no teníamos suficiente.
Porque la novela policíaca, como su nombre indica, trataba (trata) de temas demasiado importantes como para quedarnos únicamente con el placer del juego. El escritor consciente, que no quiere jugar con estereotipos, tarde o temprano tiene que acercarse a
102
I S A B E L S A N TA U L À R I A
la realidad que describe y, en el caso del género que nos ocupa, esa
realidad es la policía y la delincuencia, el crimen y su persecución,
la justicia y el castigo. Y no pasó mucho tiempo antes de que los
autores empezaran a cuestionarse aquella realidad que trataban
de plasmar en sus libros. Por qué delinque el delincuente y por
qué lo persigue el policía, y quién vigila al policía, y qué pasa si
hay policías que también son delincuentes, y quién dicta las leyes
y por qué, y quién hace que se cumplan y cómo.
No es verdad que la novela policíaca y la novela negra sean dos
géneros completamente diferentes. Una deriva de la otra. La novela
negra es la novela policíaca que se toma en serio estas cuestiones y, si
no trata de darles respuesta, sí al menos hace lo posible por dejarlas
plasmadas, con toda su crudeza, sobre el papel. Pero, en sus inicios,
nunca pretendió romper rotundamente con su madre, la novela de
«quién lo hizo», y en realidad pienso que no ha terminado de romper nunca con ella. Porque, tanto en la estructura básica de Chandler como de Hammett, hay el misterio, la incógnita, el enigma que
hay que resolver. Aunque ellos se distraigan con escenas humorísticas o con descripciones crudas de los bajos fondos, aunque tengan
mucho interés en denunciar la sociedad que les rodea, la estrategia
que utilizan para que el lector llegue con avidez hasta la última página es el enigma. […] Quizá la gran diferencia esté en el protagonista. La novela negra crea el espléndido prototipo del perdedor. Hasta
entonces, Sherlock Holmes y los otros detectives eran brillantes ganadores. Como su atención estaba puesta únicamente en descubrir
a un culpable y poner orden en su mundo inmediato, en cuanto le
echaban el guante al criminal y todos respiraban tranquilos se hinchaban a recibir aplausos, palmaditas y parabienes. Pero la aspiración del protagonista de la novela negra va más allá, mucho más
allá. Puede ser que su objetivo se limite al culpable de un asesinato
cuando inicia su aventura pero, poco a poco, a lo largo de la investigación, irá destapando gran cantidad de porquería, se dará cuenta
de que, si Justicia se escribe con mayúscula, no se puede limitar a
detener al asesino en cuestión, sino que habría que parar los pies a la
gente que está por encima de ese asesino, por encima de la misma
justicia. Y por eso, aunque dé con el culpable en la última escena, el
detective continuará siendo un perdedor, porque sabe que con meter a aquel hombre en la cárcel no ha mejorado nada, o casi nada.
[…] La diferencia entre novela y reportaje periodístico radica
en que la novela siempre propicia una reflexión más profunda y,
si hay un género que nació a la sombra del raciocinio, de la inteligencia, de la sensatez y el ingenio, ése fue el policíaco, que al fin
derivaría en la novela negra. Lo más valioso de la novela negra es
que se trata de una reflexión crítica en torno a temas tan importantes como la justicia, las leyes, la trasgresión, los transgresores,
sus culpas y sus castigos (13-25).
UN
ESTUDIO EN NEGRO
103
2. Después de leer la novela The Alienist, de Caleb Carr, establece y justifica su afiliación genérica (ten en cuenta que
la obra se puede incluir en más de una categoría dentro de
la ficción detectivesca). Utiliza al menos tres citas relevantes de la novela para ilustrar tus argumentaciones.
3. El crítico Peter Messent, en su introducción al libro
Criminal Proceedings: The Contemporary American Crime Novel (1997: 3) dice lo siguiente sobre la ficción detectivesca producida en Estados Unidos:
[se trata de un género] (en la mayoría de los casos) inevitablemente conservador, ya que defiende el statu quo a pesar
de las muchas deficiencias que revela sobre la estructura
económica y política de la sociedad norteamericana … [El
conservadurismo y popularidad de obras como Postmortem de Patricia Cornwell] son sintomáticos de una profunda necesidad de seguridad y tranquilidad por parte de la
audiencia a quien van dirigidas estas novelas.
Analiza de qué forma la novela The Alienist de Caleb Carr
contradice la idea propuesta por Messent. Después de este
análisis, saca tus conclusiones sobre el discurso (conservador
u oposicional) de la novela de detectives contemporánea.
4. Lee el capítulo «La ciencia de la deducción» de la novela
corta de Arthur Conan Doyle A Study in Scarlet (Un estudio en escarlata) y visiona la película Se7en. Compara la
presentación del detective y su ayudante en los dos textos.
Observa también la representación visual del detective
clásico y el detective posmoderno y analiza la forma en la
que las características de los dos tipos de detective se traducen de forma visual.
5. Lee los textos C Is for Corpse (C de cadáver), de Sue
Grafton; All That Remains (La jota de corazones), de Patricia Cornwell, y Hannibal, de Thomas Harris. Identifica
el subgénero en el que, en tu opinión, se pueden clasificar, y analiza los aspectos que se reflejan de la presentación de la investigadora y su situación en la sociedad.
104
I S A B E L S A N TA U L À R I A
BIBLIOGRAFÍA
LECTURAS RECOMENDADAS
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(1994).
CORNWELL, PATRICIA D., La jota de corazones. Barcelona:
Ediciones B, 1997 (1992).
DOYLE, ARTHUR CONAN, Un estudio en escarlata. Córdoba,
Argentina: Ediciones del Sur, 2004 (1887).
G RAFTON , S UE , C de cadáver. Barcelona: Fábula, 2007
(1986).
HARRIS, THOMAS, Hannibal. Barcelona: Edicions 62, 1999
(1999).
MARTÍN, ANDREU, «Escribir (por ejemplo, novela negra)».
En Mariano Sánchez Soler (ed.): Cosecha negra. Alicante: Editorial AguaClara, 2005.
Se7en. David Fincher, 1995.
LECTURAS SECUNDARIAS
Narrativas populares
B ERGER, ARTHUR ASA, Popular Culture Genres: Theories
and Texts. Newbury Park, California: Sage, 1992.
CAWELTI, JOHN, Adventure, Mystery, and Romance: Formula Stories as Art and Popular Culture. Chicago y
Londres: The University of Chicago Press, 1976.
CRANNY-FRANCIS, ANNE, Feminist Fiction: Feminist Uses of
Generic Fiction. Cambridge: Polity, 1990.
GELDER, KEN, Popular Fiction: The Logics and Practices of a
Literary Field. Londres y Nueva York: Routledge, 2004.
JOHNSON, STEVEN, Everything Bad Is Good for You: How
Popular Culture Is Making Us Smarter. Londres: Penguin, 2006.
MCCRACKEN, SCOTT, Pulp: Reading Popular Fiction. Manchester: Manchester University Press, 1998.
PALMER , J ERRY , Potboilers: Methods, Concepts and Case
Studies in Popular Fiction. Londres y Nueva York:
Routledge, 1991.
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ESTUDIO EN NEGRO
105
PAWLING, CHRISTOPHER (ed.), Popular Fiction and Social
Change. Londres: Macmillan, 1984.
ROCKLAND, MICHAEL A., La cultura popular o ¿por qué estudiar basura? Traducción de Fidel del Olmo González
e Isabel Martín de Miguel. Introducción de Manuel
González de la Aleja. León: Universidad de León, Taller de Estudios Norteamericanos, 1999.
STRINATI, DOMINIC, An Introduction to the Theories of Popular Culture. Londres y Nueva York: Routledge, 1995.
WORPOLE, KEN, Reading by Numbers: Contemporary Publishing and Popular Fiction. Londres: Comedia Publishing Group, 1984.
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1994.
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Englewood Cliffs: Prentice Hall, 1980.
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MIZEJEWSKI, LINDA, Hard-boiled & High Heeled: The Woman Detective in Popular Culture. Londres y Nueva
York: Routledge, 2004.
PRIESTMAN, MARTIN, Crime Fiction: From Poe to the Present. Plymouth: NorthCote House/The British Council, 1998.
SELTZER, MARK, Serial Killers: Death and Life in America’s
Wound Culture. Londres y Nueva York: Routledge, 1998.
106
I S A B E L S A N TA U L À R I A
UN
ESTUDIO EN NEGRO
107
III. Cine
EL CINE DE CIENCIA FICCIÓN
III
Cine
UN ENFOQUE EN LA DIFERENCIA
Resumen
En este artículo se presentará una breve historia de la ciencia ficción en el cine, desde sus inicios hasta nuestros días. Se discutirán
los elementos que la caracterizan de manera más relevante, tomando en cuenta sus raíces en la literatura y sus últimos desarrollos en cuanto a efectos especiales, siempre entendiéndola como
uno de los fenómenos culturales más importantes de las últimas
décadas. Se le presentará como un género que en sus narrativas es
capaz de convivir con y de apropiarse de otros géneros cinematográficos. Posteriormente, se introducirá a la ciencia ficción como
un fértil campo de experimentación sobre la alteridad, con un enfoque particular en los estudios de género y el feminismo.
SURGIMIENTO Y EVOLUCIÓN DEL CINE DE CIENCIA FICCIÓN
UNA BREVE GENEALOGÍA
Desde los inicios del cine, hace ya más de cien años, se
perfilaron dos tendencias claramente diferenciadas. La
primera de ellas, representada por los hermanos Lumière,
apunta principalmente a un cine documental; narrativo,
sí, pero ocupado en esencia del retrato de asuntos, eventos y personajes del mundo real y cotidiano. La segunda
tendencia, iniciada por Georges Méliès, apuntó hacia un
cine relacionado básicamente con lo que, a falta de un término mejor, hemos de llamar fantástico o no realista. Esto
no significa, sin embargo, que Méliès haya filmado cine de
ciencia ficción. Sus películas, en particular Le Voyage dans
la Lune (1902), se ocupan más bien de incluir ambientes
parcialmente ajenos al terrestre y poblarlos con elementos
de la Tierra. Son fantasías de diversión, en todo caso,
Novell, Noemí, «El cine de ciencia ficción. Un enfoque en
l a d i f e r e n c i a » . E n I s a b e l C l ú a (e d . ) , G é n e r o y c u l t u r a
popular. Barcelona: Edicions UAB, 2008.
111
Surgimiento y
evolución del cine
de ciencia ficción
111
La ciencia ficción
entre los géneros
cinematográficos
121
La ciencia ficción
y el género:
las posibilidades
de la alteridad
126
Conclusión
141
Ejercicios
143
Bibliografía
145
2 Véase en especial Pilar
Pedraza, Metrópolis. Fritz
Lang (2000), un magnífico
ensayo en el que la autora
hace un análisis muy detallado de este filme.
más que ciencia ficción (CF). Ya para la década de los
años veinte del siglo pasado, se filma la que algunos consideran la primera película de ciencia ficción: Metropolis
(Fritz Lang, 1926), la cual marcaría un hito en términos
estilísticos, ideológicos y, sobre todo, de decorado y producción.2
Con el advenimiento del cine sonoro hay también un
florecimiento de los filmes relacionados con los géneros
no realistas, sobre todo el terror. Si bien muchos de ellos
–en especial Frankenstein (James Whale, 1931) y Dr. Jeckyll
and Mr. Hyde (Rouben Mamoulian, 1931)–, tienen un aura cienciaficcional por estar aparentemente relacionados
con premisas científicas, pertenecen sobre todo al terror y
sólo muy lejanamente a la ciencia ficción. Desde luego, esto no es en menoscabo de su calidad, sino simplemente un
señalamiento de fronteras que, a pesar de ser en muchos
casos móviles e incluso poco precisas, pueden ser útiles en
los estudios sobre los géneros cinematográficos. La CF,
tanto en la literatura como en el cine, es un género autoconsciente, es decir, tiene la intención deliberada de ser CF,
aunque haga uso de otros géneros en sus narrativas.
La prehistoria de la ciencia ficción
Le Voyage dans la Lune. Georges Méliès. Francia, 1902
Aelita. Yakov Protazanov. URSS, 1924
Metropolis. Fritz Lang. Alemania, 1926
Dr. Jeckyll and Mr. Hyde. Rouben Mamoulian. EEUU, 1931
Frankenstein. James Whale. EEUU, 1931
The Invisible Man. James Whale. EEUU, 1933
Things to Come. William Cameron Menzies. Reino Unido, 1936
Según diversos críticos –de quienes la más importante
es Vivian Sobchack– los años 40 son una década más
bien vacía para el cine de ciencia ficción, y no es hasta
los 50 cuando se comienza a consolidar como un género
independiente y fuerte por derecho propio. De hecho, la
misma Sobchack plantea que no es sino hasta esta década cuando realmente podemos hablar de la CF como género cinematográfico.
112
NOEMÍ NOVELL
Es, pues, en los 50 cuando se realizan las primeras películas importantes de la CF. Si bien hoy nos pueden parecer pasadas de moda o quizá incluso envejecidas, es necesario recordar que en aquel tiempo se vivía continuamente bajo la
amenaza de la bomba atómica y la Guerra Fría. Autores como Robert Scholes consideran que el verdadero impulso
que dio inicio a la CF moderna, tanto literaria como cinematográfica, es justamente el uso de armas avanzadas en la
Segunda Guerra Mundial, y en especial el lanzamiento de
la bomba sobre Japón. Esto se debe principalmente a que,
lejos de ver los avances científicos y tecnológicos como una
bondad, una bendición, o lo que llevaría al género humano
a la conquista del universo –tal y como se planteaba en la
ciencia ficción previa a la posguerra–, se les comenzó a ver
como un peligro real y potencial para toda la humanidad y
como un elemento corruptor de la especie. Así, en su mayoría, los filmes de esta época retratan esos miedos latentes. Un
ejemplo claro es The Day the Earth Stood Still (Robert Wise,
1951). En esta película, una nave espacial aterriza en plena
ciudad de Washington para alertar a la raza humana de los
peligros del mal uso de la energía atómica y las guerras intestinas; el mensaje es claro: de no desistir en sus avances y
seguir guerreando unos con otros, serán destruidos y el planeta eliminado. Desde luego, toda la acción del filme tiene
lugar en Estados Unidos, país que se erige por este medio en
organizador y defensor de todas las naciones del orbe.2
Los 50: invasiones en todos los sentidos
Destination Moon. Irving Pichel. EEUU, 1950
The Day the Earth Stood Still. Robert Wise. EEUU, 1951
The Thing from Another World. Christian Nyby. EEUU, 1951
When Worlds Collide. Rudolph Maté. EEUU, 1951
It Came from Outer Space. Jack Arnold. EEUU, 1953
The War of the Worlds. Byron Haskin. EEUU, 1953
Forbidden Planet. Fred M. Wilcox. EEUU, 1956
Invasion of the Body Snatchers. Don Siegel. EEUU, 1956
The Incredible Shrinking Man. Jack Arnold. EEUU, 1957
The Blob. Irvin S. Yeaworth Jr. EEUU, 1958
The Fly. Kurt Neumann. EEUU, 1958
The Time Machine. George Pal. EEUU, 1960
Village of the Damned. Wolf Rilla. Reino Unido/EEUU, 1960
EL
CINE DE CIENCIA FICCIÓN
113
2 En su famoso artículo
«The Imagination of Disaster» (1966), Susan Sontag
plantea que la gran preocupación del cine de CF es el
desastre, es decir, que estas
películas se filman con la
sola intención de representar sucesos desastrosos como el fin de la humanidad
o las destrucciones masivas,
y que no tienen ningún interés social. Sin embargo,
observado con atención, el
cine de CF suele reflejar las
inquietudes más relevantes
de la sociedad de su época,
así como experimentar metafóricamente con modos
alternativos de relación humana.
2 Aunque el cine de CF ha
tenido desarrollos muy importantes en Europa, es un
género característicamente
estadounidense. El enfoque
de este artículo está, por esta razón, dirigido mayormente a la CF de Estados
Unidos. De cualquier manera, a lo largo del artículo
se hará mención de filmes
europeos o asiáticos que
han contribuido determinantemente a la historia del
género.
Pero el horror ante los avances científico-tecnológicos
representado por la bomba está lejos de ser la única o la
más importante preocupación del cine de CF de esta época.
La Guerra Fría está en uno de sus momentos más severos y,
de este modo, la «amenaza roja» está también muy presente
en este género. Es, pues, la metáfora de las invasiones extraterrestres, controladoras, opresoras, e incluso capaces de
borrar todo signo de humanidad en las personas, de la que
a menudo se sirven los cineastas de los años 50 para representar los temores escondidos de la sociedad. Diversos críticos han comentado esto, y podemos encontrar un excelente
ejemplo en Invasion of the Body Snatchers (Don Siegel,
1956), basada en la novela de Jack Finney. En ella, una especie de capullos de plantas venidos del espacio exterior cultivan dentro de sí duplicados de la gente; una vez listos y acabados, éstos toman el lugar de los originales, suplantando
paulatinamente a todos los habitantes de un pueblo. Al final de la película, el único que queda para dar la alarma al
FBI es el médico del poblado. Para tratar de convencerlo de
que lo mejor es que se rinda y acepte ser sustituido por su
doble de la crisálida, uno de los extraterrestres le dice la que
quizá es una de las frases que mejor resume los recelos de la
época: «El amor, el deseo, la ambición, la fe... sin ellos la vida es tan simple», lo cual evidencia metafóricamente el temor a que el comunismo borrase todas las fronteras de la
individualidad y el sentimiento, despersonalizando y convirtiendo a los humanos en repetidores y receptáculos de
conductas ordenadas por el sistema.2
Invasion of the Body Snatchers. El Dr. Bennell examina el doble inconcluso de
su amigo escritor. Es evidente la creciente tensión de la película.
Para el inicio de los años 60, la fiebre fílmica cienciaficcional había decaído considerablemente, aunque en
114
NOEMÍ NOVELL
ella se realizan películas muy relevantes e influyentes para el género, y no será hasta 1968 cuando se inicie una
nueva época con la presentación de 2001: A Space Odyssey, dirigida por Stanley Kubrick; en ella se plantea una
innovadora forma de hacer no sólo cine de ciencia ficción, sino cine en general. De este año son también Barbarella (Roger Vadim) y Planet of the Apes (Franklin J.
Schaffner).
La ciencia ficción en los 60: el fin de la paranoia
La Jetée. Chris Marker. Francia, 1962
Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love
the Bomb. Stanley Kubrick. Reino Unido, 1964
Alphaville. Jean-Luc Godard. Francia/Italia, 1965
Fahrenheit 451. François Truffaut. Reino Unido, 1966
Fantastic Voyage. Richard Fleischer. EEUU, 1966
2001: A Space Odyssey. Stanley Kubrick. Reino Unido/EEUU, 1968
Barbarella. Roger Vadim. Francia/Italia, 1968
Planet of the Apes. Franklin J. Schaffner. EEUU, 1968
DESPUÉS DE 2001
Si bien 2001 utiliza ya una profusión de efectos especiales,
escenarios, ambientación general, producción y vestuarios
que serán muy importantes para la evolución del género
en la pantalla, es en 1977, con Star Wars, de George Lucas,
cuando comienza la verdadera carrera ascendente e imparable de los efectos especiales. Esto nos llevará inevitablemente a las preguntas: ¿los efectos especiales constituyen
el cine de ciencia ficción? ¿O tienen los filmes de este género otra intención más allá de provocar asombro en los
espectadores? ¿Se puede llamar ciencia ficción a una película que no contenga efectos especiales? ¿Y a una que sólo
incluya motivos usualmente relacionados con el género,
como los extraterrestres, las naves espaciales o los robots?
Sobre esto se hablará en el apartado «La ciencia ficción
entre los géneros cinematográficos».
Al final de los 70 e inicios de los 80, entonces, se inicia
una temporada de grandes producciones –multimillona-
EL
CINE DE CIENCIA FICCIÓN
115
2 Al aunar innovadoras
técnicas de efectos especiales con anécdotas o temáticas con una inclinación
más atrayente para los
adultos, la ciencia ficción se
comienza a consolidar como uno de los géneros más
redituables que, además,
consciente o inadvertidamente, refleja preocupaciones y problemas socioculturales de una manera que
pocos otros géneros logran,
sobre todo en términos de
cantidad de gente a la que
llegan.
rias, de hecho, tanto en términos de producción como de
recaudación– de cine de ciencia ficción. Close Encounters
of the Third Kind (Steven Spielberg, 1977) o ET: The Extra-Terrestrial (Steven Spielberg, 1982) son sólo unos
ejemplos más de las películas de la época. Y, desde luego,
Alien (1979), y posteriormente Blade Runner (1982), ambas dirigidas por Ridley Scott. Es de notar aquí, sin embargo, por los ejemplos mencionados en los últimos párrafos, que es en estos años cuando se abre una especie
de disyuntiva, de bifurcación si se quiere, en la factura
del cine de ciencia ficción. Si buscamos en Star Wars o
Close Encounters, nos decantaremos por un público mayoritariamente infantil o preadolescente, mientras que al
observar Alien o Blade Runner, los espectadores serán
principalmente adolescentes o adultos. Esta separación
de públicos dará como resultado, en años posteriores, un
tipo de CF fílmica que tratará de atraer a espectadores de
todos los rangos sociales y de edad.2
Pero casi al mismo tiempo que se presentaban estas
grandes producciones, había también un cine de menor
presupuesto aunque con mayores preocupaciones sociales. Ejemplo de éste es THX 1138 (George Lucas, 1971).
De alguna manera, los filmes de los años 70 están marcados ya sea por la aversión a los estados totalitarios en sus
múltiples posibilidades y variantes, la destrucción del
medio ambiente o la especie humana, o bien por los inicios de un retrato de la monstruosidad característico del
género.
Los años 70: cambio de prioridades
The Andromeda Strain. Robert Wise. EEUU, 1971
THX 1138. George Lucas. EEUU, 1971
Solaris. Andrei Tarkovsky. Unión Soviética, 1972
Soylent Green. Richard Fleischer. Estados Unidos, 1973
Rollerball. Norman Jewison. EEUU, 1975
The Man who Fell to Earth. Nicolas Roeg. Reino Unido, 1976
Close Encounters of the Third Kind . Steven Spielberg.
EEUU/Reino Unido, 1977
Demon Seed. Donald Cammell. EEUU, 1977
Star Wars. George Lucas. EEUU, 1977
116
NOEMÍ NOVELL
Invasion of the Body Snatchers. Philip Kaufman. EEUU, 1978
Alien. Ridley Scott. Reino Unido, 1979
Stalker. Andrei Tarkovsky. RFA/Unión Soviética, 1979
Star Trek. The Motion Picture. Robert Wise. EEUU, 1979
Mad Max. George Miller. Australia, 1979
Los años 80, cuyo inicio fílmico cienciaficcional podría
estar marcado por Alien, presentan asimismo el comienzo de una tendencia al retrato del miedo a la opresión por
parte de las grandes corporaciones, transnacionales o supranacionales, así como una marcada fascinación por los
cuerpos alterados o retocados –por medios químicos, tecnológicos o biológicos– y por las realidades alternativas,
todo esto en clara consonancia con la estética literaria cyberpunk.5
Los años 80: entre la complacencia y la rebeldía
Escape from New York. John Carpenter. Reino Unido/EEUU, 1981
Scanners. David Cronenberg. Canadá, 1981
Blade Runner. Ridley Scott. EEUU, 1982
ET: The Extra-Terrestrial. Steven Spielberg. EEUU, 1982
The Thing. John Carpenter. EEUU, 1982
Tron. Steven Lisberger. EEUU /Taiwán, 1982
Videodrome. David Cronenberg. Canadá/ EEUU, 1983
War Games. John Badham. EEUU, 1983
Dune. David Lynch. EEUU, 1984
The Terminator. James Cameron. EEUU, 1984
Back to the Future. Robert Zemeckis. EEUU, 1985
Brazil. Terry Gilliam. Reino Unido, 1985
Aliens. James Cameron. EEUU /Reino Unido, 1986
Cocoon. Ron Howard. EEUU, 1985
The Fly. David Cronenberg. EEUU, 1986
RoboCop. Paul Verhoeven. EEUU, 1987
Alien Nation. Graham Baker. EEUU, 1988
They Live. John Carpenter. EEUU, 1988
The Abyss. James Cameron. EEUU, 1989
Total Recall. Paul Verhoeven. EEUU, 1990
A partir de los 90, sin embargo, se ha tendido a abusar
de los efectos especiales y se ha abandonado un tanto el
EL
CINE DE CIENCIA FICCIÓN
117
Cyberpunk. En su definición más sencilla, el cyberpunk aúna la estética rebelde
del punk con el refinamiento
de lo cyber. Sin embargo, en
realidad el cyberpunk va más
allá: sus ambientes usualmente hipercontaminados,
superpoblados y corruptos,
así como la fascinación por
los cuerpos alterados y retocados, y por una vida virtual
alternativa que llega a confundirse con la real, se relacionan generalmente con
personajes que viven al
margen de la ley, que consumen una gran cantidad
de drogas de diseño y que
suelen oponerse al establishment. En general, se
acepta que la novela que da
inicio a esta corriente es
Neuromancer (1982), de
William Gibson, y en el cine, Blade Runner.
Pastiche. En primera instancia, un pastiche es una
mezcla «de todo un poco»,
de obras originales y elementos pertenecientes a
ámbitos diversos. Al mismo
tiempo, se le entiende como
una imitación respetuosa de
obras anteriores e incluso
una mezcla de varios géneros. El teórico Fredric Jameson plantea en Postmodernism, or the Cultural Logic of
Late Capitalism (1991) que
actualmente el pastiche ha
sido vaciado de todo contenido histórico o político y
que, por lo tanto, se ha convertido en una lengua
muerta.
comentario social. Esto no significa que el cine realizado
desde entonces no valga la pena, pero sí que ha habido
un decremento en la calidad ideológica de los filmes. Sin
embargo, desde esa década también ha habido diversas
obras fílmicas que cuestionan la realidad social tanto como el propio género en formas a menudo satíricas y de
lectura ambivalente y problemática. Entre ellas se encuentra Starship Troopers (Paul Verhoeven, 1997), una
ácida crítica de los medios de comunicación, las formas
de reclutar soldados, las guerras injustificadas..., que ha
sido asimismo señalada como cuasi fascista, debido, en
esencia, a su utilización de imaginería relacionada con la
Alemania nazi. El problema principal con Starship Troopers es que los usos paródico-satíricos que hace de los
elementos arriba mencionados pueden no ser claros para un público no avisado y podrían hacer parecer que
apoyan justamente aquello que critican. Por otro lado,
entre las películas que más han innovado en términos
tecnológicos está sin duda The Matrix (Andy y Larry
Wachowski, 1999), filme pastiche5 de diversas obras cinematográficas, literarias y de la crítica académica, y
que, aunque de mérito innegable, también ha sido muy
sobrevalorado.
Década prolífica: los 90
Terminator 2. Judgment Day. James Cameron. Francia/EEUU, 1991
Alien3. David Fincher. EEUU, 1992
The Lawnmower Man . Brett Leonard. Reino Unido/EEUU/Japón, 1992
Demolition Man. Marco Brambilla. EEUU, 1993
Jurassic Park. Steven Spielberg. EEUU, 1993
La Cité des enfants perdus. Marc Caro y Jean-Pierre Jeunet.
Francia/Alemania/España, 1995
Johnny Mnemonic. Robert Longo. Canadá/EEUU, 1995
Kôkaku kidôtai (Ghost in the Shell, animación). Mamoru Oshii.
Japón/Reino Unido, 1995
Strange Days. Kathryn Bigelow. EEUU, 1995
Twelve Monkeys. Terry Gilliam. EEUU, 1995
Virtuosity. Brett Leonard. EEUU, 1995
Independence Day. Roland Emmerich. EEUU, 1996
Mars Attacks! Tim Burton. EEUU, 1996
118
NOEMÍ NOVELL
Alien: Resurrection. Jean-Pierre Jeunet. EEUU, 1997
Contact. Robert Zemeckis. EEUU, 1997
Event Horizon. Paul WS Anderson. Reino Unido/EEUU, 1997
The Fifth Element. Luc Besson. Francia, 1997
Gattaca. Andrew Niccol. EEUU, 1997
Men in Black. Barry Sonnenfeld. EEUU, 1997
Mimic. Guillermo del Toro. EEUU, 1997
Nirvana. Gabriele Salvatores. Italia/Francia/Reino Unido, 1997
Starship Troopers. Paul Verhoeven. EEUU, 1997
Dark City. Alex Proyas. Australia/EEUU, 1998
Lost in Space. Stephen Hopkins. EEUU, 1998
The X Files. Rob Bowman. Canadá/EEUU, 1998
Bicentennial Man. Chris Columbus. EEUU/Alemania, 1999
eXistenZ . David Cronenberg. Canadá/Reino Unido/Francia,
1999
The Matrix. Andy y Larry Wachowski. EEUU, 1999
Hollow Man. Paul Verhoeven. EEUU/Alemania, 2000
Asimismo, en este periodo, la eclosión de nuevas técnicas fílmicas y de CGI (Computer Generated Imagery, imágenes generadas por computadora) ha revolucionado el
género. Tras ver películas como The Matrix, entre otras, y
siendo un tanto estrictos, uno en realidad se pregunta si la
CF sólo se trata de efectos especiales. Incluso el teórico
Brooks Landon, en «Diegetic or Digital? The Convergence
of Science-fiction Literature and Science-Fiction Film in
Hypermedia» (1999), propone que la CF de hoy en día no
está en realidad regida por la narrativa, sino por la profusión de efectos especiales, y que esto está dando pie al nacimiento de un nuevo género en que lo más importante es el
espectáculo tecnológico sobre las ideas innovadoras o la
historia, es decir, que «el aspecto digital de estos filmes podría resultar ser inherentemente tanto o más la materia de
la ciencia ficción que el diegético», ya que «los efectos especiales espectaculares funcionan como un espectáculo
que interrumpe e incluso trastorna la narrativa» (Landon,
1999: 37, 38). Resumiendo, «se puede pensar en los efectos
especiales de los filmes de ciencia ficción como existentes
no para apoyar a la narrativa o la trama, sino para proporcionar su propio ritmo y lógica formales, la historia de
EL
CINE DE CIENCIA FICCIÓN
119
efectos especiales alrededor de la cual «realmente» se construye la película» (Landon, 1999: 41). (Todas las traducciones de este artículo son mías, a menos que se indique un
traductor en la bibliografía.)
Del cambio de siglo hasta nuestros días
Artificial Intelligence: AI. Steven Spielberg. EEUU, 2001
Avalon. Mamoru Oshii. Japón/Polonia, 2001
Donnie Darko. Richard Kelly. EEUU, 2001
Final Fantasy: The Spirits Within (animación). Hironobu Sakaguchi. EEUU/Japón, 2001
28 Days Later... Danny Boyle. Reino Unido, 2002
Cypher. Vincenzo Natali. EEUU, 2002
Equilibrium. Kurt Wimmer. EEUU, 2002
Impostor. Gary Fleder. EEUU, 2002
Minority Report. Steven Spielberg. EEUU, 2002
Signs. M. Night Shyamalan. EEUU, 2002
Code 46. Michael Winterbottom. Reino Unido, 2003
Paycheck. John Woo. EEUU, 2003
Robot Stories. Greg Pak. EEUU, 2003
The Day after Tomorrow. Roland Emmerich. EEUU, 2004
I, Robot. Alex Proyas. EEUU, 2004
Primer. Shane Carruth. Estados Unidos, 2004
A Sound of Thunder. Peter Hyams. EEUU/Alemania/República
Checa, 2005
A Scanner Darkly. Richard Linklater. EEUU, 2006
Children of Men. Alfonso Cuarón. Japón/Reino Unido/EEUU, 2006
La historia del cine de CF, pues, se sigue escribiendo
continuamente, y por esto no se le puede poner un punto final. Los estudios culturales nos dan ahora la posibilidad de abordar este género cinematográfico desde un
punto de vista que no sólo toma en cuenta su factura o
que únicamente lo interprete en términos de análisis textual y lo aísle de las circunstancias que rodean su creación. Así, podemos verlo como un producto cultural
más que, a pesar de no reflejar directamente realidades
sociales, establece, por medio de diversas técnicas, un
diálogo permanente con la cultura en que surge y, sobre
todo, con los integrantes de las sociedades, alimentándolas y retroalimentándose de ellas.
120
NOEMÍ NOVELL
LA CIENCIA FICCIÓN ENTRE LOS GÉNEROS
CINEMATOGRÁFICOS
Hablar de cine de CF inevitablemente nos conduce a una
discusión sobre los géneros cinematográficos, de los cuales, si bien es un integrante relativamente joven, es hoy
también uno de los más recurridos. Sin embargo, distinguir a la ciencia ficción del resto de los géneros no realistas no es tarea fácil ni mucho menos definitiva. Se le suele confundir sobre todo con el terror. Según Vivian
Sobchack, quien se ocupa de distinguir entre la CF y el
terror,
[el] filme de terror se preocupa principalmente del individuo en conflicto con la sociedad o con alguna extensión de sí mismo; el filme de CF, de la sociedad y sus instituciones en conflicto entre ellas o con un otro ajeno.
Por lo tanto, el campo de batalla del conflicto en el filme
de terror es usualmente tan pequeño como un pueblo
diminuto escondido en los Cárpatos, un viejo castillo o
una aldea inglesa, mientras que el campo de batalla de la
CF es más a menudo la gran ciudad, el planeta Tierra
mismo. Si un género es tan grande como el alma humana, el otro es tan grande como el cosmos. Ambos géneros se ocupan del caos, el trastorno del orden, pero el
filme de terror se ocupa del caos moral, del desbaratamiento del orden natural (que se asume como el orden
de Dios) y la amenaza a la armonía de la hoguera y el
hogar; el filme de ciencia ficción, por otro lado, se ocupa
del caos social, el desbaratamiento del orden social (hecho por el hombre) y la amenaza a la armonía de la sociedad civilizada que se dedica a sus propios asuntos
(Sobchack, 1987: 29-30).
Es común, asimismo, encontrar clasificaciones que se
basan más bien en tipos de personajes –el robot, el androide, el alienígena, el monstruo, el científico loco–, de
objetos –la nave espacial, la pistola láser– o de ambientes
físicos –el espacio exterior, planetas lejanos, naves interestelares, la Tierra destruida– para decidir que una pelí-
EL
CINE DE CIENCIA FICCIÓN
121
2Podemos examinar el caso
de los objetos y los lugares, en
una película como Supernova
(Walter Hill, 2000), que ocurre en una nave médica; al
responder una llamada de
ayuda, rescatan a un hombre,
y con él un objeto extraterrestre con poderes especiales.
Los tripulantes van enloqueciendo debido a su codicia
por el objeto, se aniquilan entre ellos, y al final sólo quedan
el copiloto y una mujer, quienes forman una pareja. Atemorizados, pues sólo les
queda una cápsula de hi bernación para escapar, deciden compartirla, a riesgo
de que su ADN se mezcle de
manera impredecibles. El resultado es que ella, de piel negra y ojos oscuros, tiene ahora
un ojo azul, y él, rubio y blanco, tiene ahora un ojo negro.
En Supernova tenemos el ambiente físico, los objetos alienígenas y las referencias implícitas a películas como Alien
o The Fly. Pero la situación, la
anécdota central y la temática
no tienen relación con la CF,
sino con la acción y el romance. El final naive de un nuevo
Adán y una nueva Eva, en
una unión interracial literal y
metafórica, y el anhelo de posesión del objeto alienígena,
es CF sólo en tanto que utiliza
motivos que se relacionan
con este género. Sin embargo,
si los sustituimos por cualquier otro objeto y situamos
la acción en cualquier otro lugar que no sea ajeno a la experiencia humana, ya no tenemos ningún elemento
cienciaficcional.
cula pertenece al género de la ciencia ficción. Desde luego, todos los elementos antes mencionados están ciertamente relacionados con el cine de CF, pero su sola aparición en uno u otro filme no determina la pertenencia al
género.2
ELEMENTOS BÁSICOS DE LA CIENCIA FICCIÓN
Siguiendo a J.P. Telotte (2001: 12), quien señala que las
definiciones de la CF cambian con el tiempo, pues el
propio género sufre sucesivas y en ocasiones drásticas
modificaciones según su momento histórico-cultural,
según quien la escriba, la filme, la teorice o la critique,
no intentaremos en este espacio proporcionar una definición de la CF, sino simplemente unas pautas que pueden ayudar a distinguirla de otros géneros. Esto, sin embargo, no pretende ser prescriptivo ni restrictivo, sino
una mera orientación. Es decir, no necesariamente han
de estar presentes todos estos elementos, y puede haber,
y seguramente habrá, otros no anotados aquí. De este
modo, la ciencia ficción:
- Explora al ser humano, sus sociedades, culturas o relaciones
con su entorno, etc., así como las posibles repercusiones de los
avances científicos y tecnológicos sobre éstos.
- Se vale de la ciencia (exacta, social o humana), existente o extrapolada, el pensamiento, la lógica o el método científicos, como forma de exploración, marco de referencia, elemento significante o revelador, o método de construcción ficcional.
- Sus premisas tienen una lógica y coherencia internas en ocasiones otorgadas por la utilización de la ciencia como método.
- Posee una idea absolutamente novedosa.
- Hay una dislocación del mundo empírico, es decir, en la CF no
se pretende representar el mundo «real», sino sólo basarse en él.
ratura es innegable. De hecho, muchas de las películas de
CF son adaptaciones de textos literarios, ya desde la prehistoria de este género en el cine.2
El problema al que se enfrenta la CF cinematográfica, no
obstante, proviene en muchos casos de la crítica literaria especializada o de los autores de CF, que la consideran como
una hermana bastarda y juzgan que sencillamente la CF en
el cine es incapaz de tener la misma calidad que en la literatura. Uno de los argumentos principales para ello es que la
CF fílmica está encaminada a la excesiva explotación de los
efectos especiales y es, en ocasiones, demasiado dependiente
de ellos, a la vez que olvida el desarrollo de las ideas, una de
las principales características de la CF en la literatura. Sin
embargo, si bien no se puede negar que el cine a veces sobreexplota los efectos especiales, tampoco se le puede separar
tan tajantemente de la CF literaria. Es evidente por sí mismo
que las ideas –sean éstas cienciaficcionales o no– pueden ser
exploradas en diversos medios y por distintos mecanismos.
Es innegable, asimismo, que el cine ha contribuido en gran
medida a la difusión del género, debido a su naturaleza de
alcance masivo. En buena medida, esta diferenciación entre
la CF literaria y la fílmica plantea los mismos problemas que
la añeja distinción entre alta y baja cultura. En el caso de la
CF literaria, sin embargo, se busca en muchas ocasiones legitimarla por medio de argumentos que la acerquen a la alta
cultura, argumentando que su calidad estética y estilística se
ha depurado con el tiempo. En este tenor, y ya que el cine es
un medio popular por excelencia, la CF literaria estaría haciendo con su hermana fílmica lo que con ella hacen los integrantes académicos y creativos del mainstream.5 Debe
quedar claro, no obstante, que la CF en todos sus medios de
expresión es un género popular con una capacidad de incidencia cultural que siempre vale la pena examinar.
LA CIENCIA FICCIÓN COMO FAGOCITADORA DE
RELACIÓN CON LA LITERATURA
La CF cinematográfica ha visto un gran florecimiento durante las últimas décadas; sin embargo, su origen en la lite-
122
NOEMÍ NOVELL
GÉNEROS Y LA HIBRIDACIÓN GENÉRICA
Si bien a partir del desarrollo de los estudios de la posmodernidad se ha tendido a pensar en muchos de los gé-
EL
CINE DE CIENCIA FICCIÓN
123
2 Durante los últimos años,
el cómic, la animación, la televisión y los videojuegos se
han agregado al conjunto cine-literatura, de manera que
encontramos filmes de CF
adaptados de alguno de estos
medios, no siempre con buenos resultados. Algunos
ejemplos son Resident Evil
(Paul WS Anderson, 2002),
Serenity (Joss Whedon,
2005), Tank Girl (Rachel Talalay, 1995) o The X Files
(Rob Bowman, 1998). De
forma similar, en otras ocasiones los cómics dan origen
no sólo a filmes sino también
a videojuegos, generalmente
posteriores a la película, como Judge Dredd (Danny
Cannon, 1995) o Spider-Man
(Sam Raimi, 2002). Se recomienda ver, en este volumen,
el artículo de Susana P. Tosca
sobre los videojuegos.
Mainstream. Lo generalmente aceptado, la ideología
principal o dominante. En la
literatura y el cine, así como
en la crítica académica dedicada a ellos, el mainstream
se constituye por los géneros
miméticos o realistas, en
oposición a los géneros populares o experimentales.
neros literarios y cinematográficos como intrínsecamente híbridos, no podemos dejar de reconocer que, aunque
la anterior premisa sea cierta, no necesariamente esta supuesta hibridación ocurre siempre o de manera inevitable. Aunque por supuesto es difícil concebir un filme
«puro» en el sentido de que sólo comprenda rasgos atribuibles a un único género, es igualmente aventurado
pensar que sólo porque una cierta película contiene características de otros géneros ya es un híbrido, en especial si entendemos esto último como una mezcla equilibrada de rasgos de uno o más géneros.
Ahora bien, la capacidad de la ciencia ficción para mezclarse con otros géneros es de sobra evidente y conocida.
Es raro encontrarse en las bases de datos, videoclubes o videotecas, con una película catalogada sólo como CF, y la
tendencia es más bien hacia la convivencia con el thriller,
el terror, los géneros negro y policiaco, la acción y las aventuras, principalmente. Las preguntas, entonces, son: ¿realmente podemos hablar de CF?, ¿existen filmes en los que
la CF domine por derecho propio? Hemos de remitirnos
aquí a lo dicho en el apartado «Elementos básicos de la
ciencia ficción». Tomando esto en cuenta, veremos que en
un filme de CF siempre habrá una cierta idea innovadora
relacionada de alguna manera con un marco científico o
tecnológico. Desde luego, ciertas ideas en algún momento
innovadoras van perdiendo este carácter con su incorporación a los tropos particulares del género; sin embargo,
incluso premisas cienciaficcionales viejas o que se han
considerado acabadas durante un tiempo, pueden ser revisitadas, se les puede dar algún giro que las renueve. Si bien
no se puede negar que la CF en efecto tiende a mezclarse
con los géneros mencionados arriba, también es cierto que
en muchas ocasiones es ella quien domina la narración y
se apropia del resto de los géneros. Y es esto justamente lo
que nos permite distinguir que un cierto filme pertenezca
o no a la CF. Así, podemos decir en términos generales que
cuando lo cienciaficcional –la idea innovadora, o aquello
relacionado con temas y motivos generalmente atribuidos
a este género– es imprescindible para el funcionamiento
124
NOEMÍ NOVELL
narrativo del filme, éste formará parte de la CF, aunque
haga uso de otros géneros. En cambio, en los casos en que
somos capaces de desnudar a la narración de sus atributos
cienciaficcionales –como en el caso de Supernova mencionado antes– y aun así éste sigue teniendo un cauce narrativo que le permite funcionar, entonces no estamos frente a
un filme de CF, sino frente a otro género que está sencillamente utilizando motivos de la ciencia ficción.
De este modo, así como la CF puede estar presente en
numerosos filmes en forma de motivos o tropos, una característica muy relevante de ella es que tiende a utilizar
formatos o patrones narrativos de otros géneros haciéndolos suyos, de hecho fagocitándolos de manera que se
tornan inseparables del filme en que se encuentran. Incluso podemos decir que es casi inevitable que la CF haga
esto, ya que no posee una forma narrativa propia. Lo que
hace la CF, pues, es utilizar elementos y tipos de narraciones ajenos a ella, y subordinarlos a sus propias necesidades, conservando la dominancia y el control del texto.
Un ejemplo claro y clásico es Blade Runner, filme que
utiliza numerosos elementos de otros géneros, en particular del noir.2 Situada en Los Ángeles en el año 2019, esta
película es, muy grosso modo, la historia de un detective
que busca a unos replicantes fugitivos.22 Los escenarios
se distinguen por ser extremadamente oscuros, lluviosos
y, ya sea muy solitarios o bien sobrepoblados, consistentes
en callejones estrechos, luces mortecinas, edificios altísimos y ruinosos, el submundo del contrabando y los cabarets de mala muerte. Los replicantes se encuentran de manera ilegal en la Tierra, huyendo de la esclavitud. Los
encuadres de la película suelen hacer un uso muy delicado
de la iluminación, que tiende al claroscuro, a los contrastes, y que privilegia el detalle. La replicante Rachael, que se
convierte en pareja del detective, dando lugar a una subtrama amorosa, viste ropas y utiliza peinados que remiten
de inmediato al cine negro de los años 40. La versión original del filme, de 1982, incluía la voz en off del detective
narrando sus percepciones e ideas sobre su vida y sobre el
caso que intenta resolver.
EL
CINE DE CIENCIA FICCIÓN
125
2 Para una explicación extensa sobre el término noir,
se recomienda ver el capítulo de Isabel Santaulària, en
este mismo volumen.
22 En Do Androids Dream
of Electric Sheep? (1968), la
novela de Philip K. Dick en
que se basa el filme, se les
llama simplemente androides. El término «replicante»,
acuñado en Blade Runner,
agrega, sin embargo, la idea
de que el androide es una réplica del humano, y no sólo
semejante a él, como el androide. Ya que Ridley Scott
quería utilizar un término
que no tuviera relación con
ideas preconcebidas, encargó
a David Peoples, quien estaba trabajando sobre el guión
de Hampton Fancher, que
buscara una palabra más
adecuada. Fue la hija de Peoples quien le dio la idea de
usar replicant, ya que le sugirió palabras relacionadas
con replicating (replicando).
Más fuertes, más ágiles y
más inteligentes que el ser
humano, los replicantes de
Blade Runner son idénticos a
él y sólo pueden ser diferenciados por su aparente carencia de emociones.
Rachael, durante la entrevista que le hace Deckard. Las volutas de humo y el manejo de la
iluminación remiten al
cine noir.
Como se puede ver, los nexos y las deudas que tiene Blade Runner con el cine noir son muchas. Sin embargo, por
encima de estos elementos estéticos, anecdóticos y tramáticos, se encuentra la pregunta cienciaficcional de en qué
consiste la naturaleza humana, el imperativo ontológico de
la CF, y, a decir de Brian McHale (1987: 59), la CF es quizá
«... el género ontológico por excelencia» (cursivas del autor). Es decir, los elementos del noir presentes en este filme
tienden a realzar la CF, pero no son los dominantes.
LA CIENCIA FICCIÓN Y EL GÉNERO: LAS POSIBILIDADES DE LA ALTERIDAD
Una de las finalidades más socorridas de la CF literaria y
cinematográfica es la posibilidad de explorar al Otro. En
general, este Otro está constituido por representaciones
de robots –en los que podemos incluir derivaciones como los androides, los cyborgs o las inteligencias artificiales (IAs)– y de alienígenas de todo tipo y clase, tanto
amigables como directamente hostiles. Estas figuras han
sufrido diversas transformaciones a lo largo de la historia del cine de CF, y han servido a diferentes usos e intenciones metafóricas, alegóricas o simbólicas, desde la
advertencia ante los peligros de los avances científicotecnológicos, el miedo a los invasores (generalmente comunistas, durante la Guerra Fría, y más tarde de Medio
Oriente, tras la caída del Telón de Acero), y la consecuente obliteración de la especie humana o de los «valo-
126
NOEMÍ NOVELL
res democráticos», hasta los cuestionamientos sobre la
naturaleza humana.
Sin embargo, las figuras de la alteridad en la CF no sólo están presentes en los personajes antes mencionados,
sino también, y en una gran medida, en las representaciones de la mujer. Así, podríamos incluso trazar una especie
de historia alternativa a partir del desarrollo de la figura
femenina en este género. A continuación exploraremos
algunas de las películas más relevantes en este sentido.
METROPOLIS: LA MUJER Y SU DOBLE
Si pensamos que la primera figura femenina importante en
el cine de CF es Maria –junto con su doble robótico–, de
Metropolis,2 tenemos ya delimitado un inicio de lo que serán los rasgos dominantes de las mujeres en este género.
La figura de Maria (Brigitte Helm) está marcada por la
ambivalencia. Por un lado, la Maria real sirve como una
especie de vehículo de unión entre el dueño de la fábrica
y los trabajadores explotados del mundo subterráneo, en
buena medida gracias a su relación con Freder (Gustav
Frölich), el hijo del empresario Joh Fredersen. Es una líder que cuida y procura a los obreros y, sobre todo, a los
niños. Sus rasgos maternales y de abnegación son, pues,
los que determinan a esta Maria. La Maria réplica, la androide, por el contrario, es un ser voluptuoso que atrae
las lascivas miradas de los hombres con su danza, al tiempo que busca desestabilizar el movimiento obrero por
medio de la suplantación equívoca de la Maria original.
En ella destacan rasgos opuestos a los de la Maria original, dándole foco a las características «negativas» de la
mujer. De hecho, con la oposición creada entre la Maria
original y su réplica androide, se está construyendo una
figura femenina dicotómica que sólo tiene dos modos de
existir en la pantalla: sólo puede ser amorosa y virginal,
como Maria, o lasciva y destructora, como la androide. Y,
más aún, lo que en principio parecería indicar que Maria
llevará a los obreros a un nuevo entendimiento con el patrón, en realidad conduce a que sea el hijo de éste quien
EL
CINE DE CIENCIA FICCIÓN
127
2 Antes he mencionado
que no se suele considerar a
este filme como parte del
género, sino como integrante de su prehistoria, sin
embargo, la figura de la androide, tanto como el filme
en sí, son extremadamente
importantes en el desarrollo del género y en el tema
que en este momento nos
ocupa.
lo logre. Maria, pues, se configura sólo como una ayudante y no como verdadera protagonista, y sólo puede
existir a la sombra de su prometido.
La robot antes de su
transformación en
Maria. La fascinación con que el científico Rotwang ve a
su criatura remite
también al motivo
de Pigmalión y Galatea.
INVASION OF THE BODY SNATCHERS: «FRAGILIDAD,
TU NOMBRE ES MUJER»
En esta misma línea se encuentran las mujeres retratadas
en la CF de los años 50, generalmente amigas o novias de
los hombres protagónicos. Un ejemplo claro es Invasion of
the Body Snatchers. En ésta, el personaje de Becky Driscoll
(Dana Wynter), quien aunque en principio parece ser más
de avanzada e incluso poseedora de cierta rebeldía, finalmente resulta ser tan conservadora como todas sus contemporáneas. A pesar de ser una mujer divorciada que vivió en un sitio lejano a su pueblo natal de Santa Mira, al
afincarse de nuevo en éste sólo se dedica a cuidar de su
padre. En primera instancia una mujer de iniciativa y con
una cierta actitud progresista, durante la persecución final
por parte de los alienígenas, Becky Driscoll cae dormida,
exhausta, por su frágil condición femenina que no le permite soportar situaciones extremas. Con el simple acto de
ser vencida por el sueño, Becky está a punto de provocar
la captura y consecuente caída del héroe de la historia –el
único que sabe de la invasión extraterrestre–, y, por lo tanto, la destrucción, la suplantación de toda la raza humana.
BARBARELLA: LA INVESTIGADORA AL DESNUDO
Una especie en apariencia distinta es aquella a la que
pertenece Barbarella, basada en un cómic francés. Barba-
128
NOEMÍ NOVELL
rella (Jane Fonda) es una heroína, supuestamente investigadora interestelar, que debe ir al planeta Lythion a
buscar al científico Durand-Durand (Milo O’Shea),
quien amenaza la paz galáctica. Amén del sueño psicodélico que es este filme, su protagonista es en realidad una
especie de actriz de cabaret que exhibe su cuerpo en trajes cada vez más estrafalarios y pequeños. Evidentemente, el problema no es la exhibición del cuerpo, sino los
usos a los que se aplica dicha exhibición, que en este caso
pueden ser de problemática interpretación. Barbarella se
rinde en todo momento a los deseos –sexuales y de otro
tipo– de los personajes masculinos. El mismo DurandDurand la atrapa en la Máquina de los Excesos, diseñada
para matar de placer a todo aquel que esté en ella. Desde
luego, Barbarella es capaz de soportar tanto, que sobrevive a ella e incluso la descompone mediante una serie de
potentes orgasmos. En realidad, el personaje de Barbarella es mucho más una fantasía sexual que un personaje
de CF. De cualquier manera, en buena medida sintetiza
–aunque de forma en efecto exagerada y paródica– una
de las representaciones dominantes de la figura femenina en la ciencia ficción.
En esta toma publicitaria de Jane Fonda como
Barbarella se evidencia
que la intención del filme está más encaminada
hacia la explotación del
placer visual, que hacia
el desarrollo de los elementos cienciaficcionales.
EL CAMBIO: ALIEN
Con el estreno de Alien, parece transformarse por completo el tipo principal de representación de la figura femenina en el cine de CF. A diferencia de los personajes
femeninos que la preceden, Ripley (Sigourney Weaver)
es independiente, capaz, y no funciona sólo como apoyo
EL
CINE DE CIENCIA FICCIÓN
129
2 Tanto la Nostromo como
la nave extraterrestre se diferencian de otras del género
en que poseen formas orgánicas, que no sólo recuerdan
órganos sexuales, sino diversas partes de la anatomía,
como músculos y huesos.
Los escenarios son especialmente oscuros y desordenados, con goteras e incontables intersticios donde se
puede esconder el monstruo. Este último, diseñado
por el artista gráfico HR Giger, si bien admirado por su
pureza por el personaje de
Ash (Ian Holm), es más bien
un híbrido de características
femeninas y masculinas.
para los personajes masculinos. Al contrario, en general
Ripley se opone tajantemente a sus deseos y designios, y
busca actuar de un modo que no sólo no perjudique al
resto de la tripulación de la nave, sino que también la
ayude a salir adelante.
La anécdota de Alien
A diferencia de otros filmes de CF en los cuales las naves
interestelares pertenecen al gobierno, en Alien, la Nostromo pertenece a la «Compañía», lo cual evidentemente
significa un cambio con respecto a la percepción de las
esferas de poder, antes ubicado en los gobiernos y ahora
en las grandes corporaciones. La Nostromo lleva una carga de minerales hacia la Tierra, pero en el trayecto de regreso la tripulación es despertada de su hipersueño por
la computadora central (llamada de modo muy adecuado Mother, Madre), pues se ha recibido una señal de auxilio a la que las regulaciones de viaje interplanetario
obligan a responder.
Al llegar al planeta de donde proviene la llamada de
auxilio, tres de los tripulantes (el capitán Dallas, Kane y
Lambert; Tom Skerritt, John Hurt y Veronica Cart wright, respectivamente) descienden y se encuentran
con los restos de una nave alienígena (cuya entrada, como han señalado diversas críticas feministas, semeja
unas piernas abiertas y un orificio vaginal).2 Al penetrar en ella, descubren un sembradío de huevos pulsátiles. Cuando Kane se acerca y toca uno de ellos, éste eclosiona y de él sale una criatura que se adhiere a su casco y,
aparentemente, lo mata. Los exploradores vuelven a la
nave, pero Ripley –como la oficial a bordo de más alto
rango en ausencia del capitán– impone una cuarentena.
Sin embargo, Ash, el oficial médico, les permite la entrada. Él aduce la razón humanitaria de no dejar a un tripulante enfermo sin atención médica, pero más tarde se
revela que Ash –que resulta ser un androide de la Compañía– tiene órdenes de recuperar al alienígena adherido
a Kane para después usarlo como un arma biológica y,
130
NOEMÍ NOVELL
de ser necesario, prescindir de la tripulación, resaltando
las intenciones puramente comerciales de la Compañía.
Y es aquí donde la personalidad distintiva de Ripley comienza a sobresalir. Tras el reingreso de Kane, Dallas y
Lambert en la nave, el primero es puesto en el ala médica
para estudiarlo. Finalmente, se le desprende el alienígena
del rostro, y en apariencia se recupera. Poco después, la
tripulación completa está desayunando cuando de pronto
Kane comienza a ahogarse y, mientras intentan ayudarlo,
de su abdomen surge una criatura, que desde luego se escapa y se esconde en los intersticios de la Nostromo.2
A partir de este momento, la inteligencia y rapidez de
reacciones de Ripley es cada vez más evidente. Uno a uno,
el resto de tripulantes de la nave va muriendo a manos del
alien, hasta que sólo queda ella, enfrentada al monstruo y
a la adversa y maligna Mother. La secuencia final en que
Ripley logra escabullirse junto con su gato Jones a la cápsula de escape, pues la nave nodriza se va a destruir en
unos minutos, revela, a pesar de la dureza que la protagonista ha demostrado durante toda la película, también su
diferencia y su fragilidad frente al monstruo. Tras poner a
dormir a Jones, Ripley se desnuda frente a la cámara hasta
quedar en ropa interior; descubre, entonces, que el alien se
ha refugiado también en la cápsula. Poco a poco, mientras
murmura una canción, se viste con un traje espacial y logra expulsar al vacío al monstruo por una compuerta. Ya
sola, graba su informe final sobre la destrucción de la Nostromo y se tiende a dormir.22
En la primera imagen se ve a Ripley durante la escena en que se desnuda frente a la
cámara, objeto de numerosas críticas; en la segunda, con el fin de comparar, la presentamos vestida y llevando un arma, más acorde con el tono general del personaje.
EL
CINE DE CIENCIA FICCIÓN
131
2 El surgimiento de la criatura del vientre de Kane ha
sido visto como un parto
perverso (en el sentido estricto del término), al presentar a un hombre en un
acto muy similar a un
alumbramiento. Según Barbara Creed (1993: 19),
«[c]uando los cuerpos de
los hombres se vuelven grotescos, tienden a adquirir
características asociadas
con los cuerpos femeninos;
en estos instantes el cuerpo
del hombre se vuelve grotesco porque puede ser penetrado».
22A la vez que evidencia
la fragilidad de la protagonista y lo absolutamente
ajeno y Otro que es el
monstruo, la escena de la
semidesnudez de Ripley
también destaca su condición de mujer por primera
vez en el filme, al tiempo
que cumple la función de
complacer visualmente al
espectador. Para conocer
más sobre la idea del placer
visual y la condición de la
mujer como el objeto de la
mirada, veáse Laura Mulvey, «Visual Pleasure and
Narrative Cinema» (1975).
Algunas consideraciones
Como se puede ver, Alien inaugura no sólo un nuevo tipo
de CF en el que se abandonan los espacios limpios y luminosos en favor de un desorden y una oscuridad antes no
asociados a las aventuras espaciales. Asimismo, Ripley, como se dijo antes, es única en su clase pues es un personaje
femenino que avanza casi en soledad con la acción de la
película, sin necesitar el apoyo de personajes masculinos y
sin estar a la sombra de ellos. Resalta desde luego que, así
como este personaje estaba pensado para ser interpretado
por un hombre o por una mujer, no se le construye visualmente como un personaje femenino sino hasta el final del
filme, cuando se desnuda frente a la cámara. Esto es importante ya que, al evitar imprimir a los personajes del filme, y
en especial a Ripley, características evidentes de los géneros
sexuales, se está de alguna manera propiciando un alejamiento de la representación usualmente dicotómica de los
géneros. Es por esto que la secuencia final, en la que Ripley
se desnuda, se ha interpretado –y criticado– en numerosas
ocasiones como excesivamente complaciente hacia el espectador masculino, pues evidencia la feminidad del personaje que hasta ese momento se había mantenido neutro.
Sin embargo, la supresión en los personajes de señales que
los distingan entre géneros de manera evidente, se encuentra resaltada en los escenarios, profundamente impregnados de una imaginería sexual. Más aún, la criatura misma
posee características de ambos géneros, si bien en extremo
estilizadas. Desde luego, no se puede decir que Alien sea
una película cuya principal ocupación o preocupación sea
el género, pero ciertamente se puede afirmar que el tratamiento que hace de éste es innovador y contestatario, en
especial en lo que se refiere al personaje de Ripley.
LAS MUJERES DE BLADE RUNNER
Si bien todos los personajes femeninos que aparecen en
Blade Runner (Ridley Scott, 1982, 1992) son replicantes, no
nos podemos llamar a error y pensar que por ello no tie-
132
NOEMÍ NOVELL
nen un vínculo con las representaciones de las mujeres de
carne y hueso. Al contrario, justamente por su condición
de replicantes, de seres artificiales, funcionan como una especie de laboratorio de ensayo de ideas y representaciones.
Zhora: muerte entre muñecas
Zhora (Joanna Cassidy), quien forma parte del grupo de
replicantes fugitivos, es definida por primera vez por el inspector Bryant (M. Emmet Walsh) como una máquina de
matar: «Está entrenada para un batallón de la muerte del
exterior. ¿Hablas de la bella y la bestia?... Ella es las dos».
Creada y entrenada como una unidad de combate en las
colonias del espacio exterior, Zhora trabaja en la Tierra en
un cabaret bajo el nombre de Miss Salomé. Su acto, que deliberada pero no visiblemente explota lo grotesco de lo erótico, consiste en bailar con una serpiente tan artificial como
ella. Cuando Deckard (Harrison Ford –el blade runner o cazarrecompensas dedicado a «retirar» o matar androides–)
la encuentra, ella toma una ducha y se viste sólo con un bikini estilizado, sobre el que más tarde se pone un impermeable transparente. Al descubrir que Deckard la quiere retirar, Zhora lo golpea y está a punto de matarlo. Y lo hubiese
logrado de no ser porque la entrada de unas bailarinas al
camerino los interrumpe. La persecución que sigue culmina con Zhora corriendo a lo largo de un pasillo comercial y
Deckard disparándole por la espalda. En una escena en cámara lenta, de gran belleza visual, Zhora muere entre maniquíes femeninos, como una muñeca más, mientras a su alrededor caen destrozados los cristales del aparador.
Pris: «Pienso, luego existo»
Pris (Daryl Hannah), un «modelo básico de placer. El artículo estándar para los clubes militares en las colonias exteriores», es decir, una prostituta, es el nexo que vincula al
antagonista de Deckard, Roy Batty (Rutger Hauer), con los
hacedores de los replicantes. Pris se gana la confianza de JF
Sebastian (William Sanderson), quien hace diseño genéti-
EL
CINE DE CIENCIA FICCIÓN
133
co para la gran compañía manufacturera de replicantes de
Tyrell (Joe Turkel). Sebastian le cobra afecto a Pris y la acoge en su casa, un lugar lleno de muñecos animados de diversas características. Durante una conversación con él, en
la que Batty también está presente, los replicantes tratan de
convencerlo de que ellos también son seres pensantes y
sensibles, de que están vivos en el sentido humano, a pesar
de ser artificiales. En un momento en que Sebastian les pide que hagan algo para él, que le demuestren sus habilidades, Roy Batty dice: «No somos computadoras, Sebastian,
somos físicos», y Pris agrega: «Pienso, Sebastian, luego
existo», para entonces hacer una pirueta gimnástica. Esta
evidente referencia a la premisa cartesiana que separa el
pensamiento de lo corporal, y que ha regido la filosofía occidental desde el siglo XVII, es también una especie de burla
al tiempo que un reclamo de humanidad. En labios de
Pris, quizá la más hermosa de las tres replicantes y la que,
como se dijo antes, es un modelo de placer y, por lo tanto,
debería, según ese estereotipo, ser ajena a todo pensamiento, las reflexiones cartesianas parecen cobrar un sentido
nuevo y ser puestas en duda: la capacidad de pensamiento
no es lo único que otorga humanidad.
Pris, «modelo básico de placer». Nótese el motivo recurrente de las muñecas y los
maniquís, y en especial que
la figura que está justo a un
lado de Pris es una mujer. A
nivel visual se equipara a la
mujer con la muñeca y se
resalta el carácter desechable de las replicantes.
Rachael: la contradicción
A diferencia del resto de los replicantes de Blade Runner,
Rachael (Sean Young) no huyó de una nave de tránsito
ni es prófuga en la Tierra: le pertenece a la Corporación
Tyrell. Supuestamente sobrina del dueño, una vez se entera de que es una replicante, intenta justificar que no lo
134
NOEMÍ NOVELL
es, enseñándole fotos de su infancia a Deckard. La insistencia de éste en que no es humana, así como las pruebas
que le da de conocer sus recuerdos y sus sueños, provocan en ella tal impresión que escapa de las instalaciones
de Tyrell y se vuelve también prófuga. Si bien parece sentir una gran aversión por Deckard, lo salva de la muerte,
disparando a Leon (Brion James), otro de los replicantes
que estaba a punto de matarlo.
La elección de Rachael de matar a uno de sus semejantes y salvar a un humano es difícil de interpretar. Parcialmente, es una decisión que refleja una necesidad de
asemejarse a los humanos. Y no sólo esto, sino que al elegir a Deckard para salvarlo, Rachael está reconociendo
implícitamente la superioridad del humano por encima
de la del replicante. Se puede argüir aquí que hay algunos críticos –e incluso el mismo Ridley Scott– que sostienen que en el filme hay ciertos indicadores de que
Deckard es también un replicante. Sin embargo, Rachael
no conoce esta información (la cual, de cualquier modo,
es sólo una hipótesis), de manera que este argumento no
la sitúa de vuelta con los replicantes. Es de suponerse,
pues, que elige salvar a Deckard porque él a su vez la
puede proteger a ella, que es justamente lo que hace,
aunque también pareciera que la obliga a permanecer y
sostener relaciones sentimentales y sexuales con él.
Las tres replicantes: un balance
Salta a la vista de inmediato que parte de la importancia
de las replicantes en Blade Runner se da como un intento
de complacer visualmente al espectador. Asimismo, se
puede decir que pertenecen a especies distintas: por un lado se encuentran Pris y Zhora, y, por el otro, Rachael.
Al hablar de los personajes femeninos que aparecen
en la CF, la crítica feminista Sarah Lefanu señala que las
narrativas de este género que incluyen a estos personajes
vuelven a estereotipos lúgubres: las mujeres virtuosas,
usualmente definidas en principio como esposas o hijas,
son aburridas y grises, mientras que las reinas alieníge-
EL
CINE DE CIENCIA FICCIÓN
135
2 Retrofitting Blade Runner
(1997), editado por Judith
Kerman, es particularmente
relevante para el estudio de
esta película, desde la humanidad de los replicantes
y las influencias del cine
noir, hasta el diseño de la
escenografía y las transformaciones que sufrió el
guión antes de su filmación.
nas, malvadas y sexys, se quedan con toda la diversión...
antes, desde luego, de ser domadas por el amor o exterminadas (Lefanu,1988: 26).
De este modo, si bien Blade Runner puede parecer innovadora por su cuestionamiento de lo que es en realidad
la naturaleza humana –asunto que no hemos tratado
aquí, pero del cual se ocupan numerosos artículos–,2 al
mismo tiempo está confinando a los personajes femeninos a cumplir los mismos roles que cumplían en el cine
de antaño, y aun en muchos de hoy día. Pareciera, pues,
que estos personajes son o bien incapaces de complejidad,
o que culturalmente es necesario que sigan el mismo patrón. El mensaje es bastante claro: si el personaje femenino es rebelde o no se ajusta a los deseos del hombre, tendrá un castigo; si, por el contrario, se adapta al patrón
social indicado, no tiene mayores problemas.
TERMINATOR: LOS ESTEREOTIPOS DE GÉNERO
Lo mencionado en el apartado anterior está estrechamente
relacionado con la saga de Terminator (The Terminator,
Terminator 2. Judgment Day y Terminator 3. Rise of the Machines; James Cameron, 1984, James Cameron, 1991, y Jonathan Mostow, 2003, respectivamente). Si bien estos tres
filmes llevan el nombre del protagonista masculino, el cyborg encarnado por Arnold Schwarzenegger, en ellos los
personajes femeninos son también de gran importancia.
The Terminator: la mujer receptáculo
En el primer filme, Sarah Connor (Linda Hamilton) es literalmente arrastrada a una historia de CF cuando conoce a
Kyle Reese (Michael Biehn), quien le relata que él viene del
futuro para defenderla porque ella será la madre de John
Connor, quien será el guía que ayudará a la humanidad a
rebelarse contra el yugo de las máquinas. En un principio
Sarah no cree nada, pero tras varios enfrentamientos con el
Terminator, se va convenciendo de que la historia es cierta.
136
NOEMÍ NOVELL
Ahora bien, al inicio del filme vemos a una Sarah triste
porque el pretendiente con quien estaba a punto de salir
cancela la cita. Es una mujer de apariencia frágil y casi se podría decir que clama por que alguien la proteja; ésta es justamente la función de Kyle Reese. Conforme avanza la película y el Terminator persigue a la pareja con una saña
creciente, Sarah se va fortaleciendo a la vez que va adquiriendo atributos usualmente relacionados con lo masculino.
De esta forma, mientras que al iniciar el filme Sarah destacaba por su fragilidad y dependencia, al final se ha convertido
ella misma en una máquina de matar, independiente y astuta. Poco a poco, conforme el Terminator va perdiendo los
atributos que lo humanizan (los ojos, la piel) hasta convertirse en un esqueleto mecánico, Sarah va haciendo suyos los
atributos del cyborg, se arma contra él, se maquiniza y adquiere el poderío, la fuerza y la capacidad de acción relacionados con lo masculino y la máquina. Y, más aún, la importancia de Sarah en el filme radica no tanto en su oposición a
la máquina o en su capacidad para adquirir los atributos de
ésta, sino en que es «la madre del mesías», convirtiéndose así
en un mero receptáculo y otorgándole relevancia al personaje femenino sólo a partir de su capacidad reproductora.
Terminator 2. Judgment Day: el cuerpo cyborgizado
En la segunda parte de la saga, encontramos a John Connor, el hijo de Sarah, ya de 13 años. Su madre está internada
en un hospital psiquiátrico.2 Si bien esta anécdota se corresponde en líneas generales con la primera película, ya
que se trata básicamente de huir del Terminator, en este caso el personaje de Schwarzenegger posee una personalidad
«buena», y su misión es cuidar a John Connor. Por el contrario, el antagonista, un modelo T-1000 encarnado por
Robert Patrick, es una máquina avanzadísima, hecha de
metal líquido, capaz de convertirse en todo lo que toca, ya
sea orgánico o inorgánico, y su capacidad destructiva es
muchas veces superior a la del Terminator original.
En este filme, Sarah Connor ha desarrollado los músculos de su cuerpo hasta casi convertirse en una modelo
EL
CINE DE CIENCIA FICCIÓN
137
2 Hanna
M. Roisman
(2001) resalta que, por estar
hablando siempre del fin
del mundo, Sarah Connor
está íntimamente relacionada con la agorera Casandra,
a quien se toma por loca,
por lo cual no es casual que
esté confinada en un hospital. De manera similar,
Constance Penley (1991)
hace notar que, en la Biblia,
tras el Diluvio, Dios designa
a Sarah como la madre de
todas las naciones. La personalidad combinada de
Sarah Connor como agorera y madre y, en Terminator
2, como un híbrido de mujer, hombre y máquina, la
convierten en un personaje
en apariencia complejo, pero que en realidad está
cumpliendo los mismos estereotipos binarios convencionales.
fisicoculturista. Además, los atributos de la máquina, así
como los masculinos, que comenzaba a adquirir al final
del primer filme, ahora han sido completamente incorporados a su personaje. De este modo, los elementos
asociados a lo femenino están presentes más bien en el
modelo T-1000, suave y dúctil, mientras que Sarah, «metamorfoseada en un cyborg del Freikorps, triunfa sobre el
aspecto femenino encarnado en el T-1000 con la ayuda
del principio masculino manifiesto en el modelo schwarzeneggeriano» (Michael Dery, «Cyborging the Body Politic», 102; cit. por Bukatman, 1993: 306-7).
Lo que resalta de este filme, pues, es que el único modo
viable que se encuentra de triunfar sobre la máquina agresora es hibridarse con un principio reconociblemente masculino. Sarah no puede cumplir su cometido de defender a
su hijo y matar al T-1000 sin la ayuda del Terminator y sin
ella misma convertirse en una semejante de ellos.
Evidentemente, lo problemático no es que un personaje
femenino adquiera atributos usualmente relacionados con
lo masculino, o que sea capaz de convertirse en una especie
de máquina por medio de la obtención de instrumentos de
guerra, sino que se está dando por hecho que el único modo de oponerse a un enemigo es éste. Es decir, no hay una
forma cultural en que una mujer pueda cumplir un cierto
objetivo, si no es por medio de la adquisición de características masculinas. A pesar de que en Terminator 2 tengamos
una heroína fuerte, que hace avanzar la acción y que cumple sus objetivos, esto sólo es posible por medio de la perpetuación de un pensamiento binario fuertemente insertado en la cultura de su momento.
La primera imagen, tomada de The Terminator presenta a Sarah Connor aún
frágil. En la segunda, de Terminator 2, Sarah está ya convertida en una guerrera.
138
NOEMÍ NOVELL
Terminator 3. Rise of the Machines: la Amazona derrotada
En la tercera entrega de la serie tenemos a un John Connor de algo más de 20 años; Sarah Connor murió de leucemia (fin por cierto poco honorable para una guerrera).
John huye todo el tiempo de ciudad en ciudad, en un intento de escapar de las máquinas del futuro, aunque supuestamente la amenaza quedó conjurada con la destrucción del T-1000. Aquí, de nuevo, tenemos las mismas
líneas narrativas generales; el viaje en el tiempo sigue
siendo uno de los hilos conductores, y la sempiterna lucha entre el humano y la máquina sigue presente. Una
vez más, como en Terminator 2, el personaje de Schwarzenegger ha sido benignizado y, más aún, «domesticado»,
ya que está programado para responder sólo a las órdenes
de Kate Brewster (Claire Danes), quien es la futura esposa, lugarteniente y madre de los hijos de John Connor.
En este caso, la oponente de Terminator será una Terminatrix, una cyborg aún más perfecta que sus antecesores. Su nombre, otorgado por John Connor, es una contracción de Terminator y Dominatrix que remite de
inmediato a una violencia extrema. La Terminatrix
(Kristanna Loken) es una máquina de exterminio sumamente poderosa. Al igual que su antecesor T-1000 de
Terminator 2, ella es capaz de tomar la forma de todo lo
que toca; pero, a diferencia de él, ella tiene además integradas diversas armas de alto poder, como lanzallamas o
bazucas. La Terminatrix es además de letal, bella.2
De este modo, todas las escenas de lucha entre el Terminator y la Terminatrix remiten de manera implícita a la
antigua «batalla de los sexos». De manera similar a como
Sarah Connor se maquinizó y masculinizó en Terminator
2, el personaje de la Terminatrix posee una gran cantidad
de apéndices retráctiles y de atributos masculinos; de nuevo, sólo adquiriendo características masculinas puede una
mujer ser más poderosa que su oponente. Las dosis de
violencia desplegadas en las escenas de lucha son asombrosas por su incorrección política: ya que la Terminatrix
es una máquina que pone en peligro a toda la especie hu-
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CINE DE CIENCIA FICCIÓN
139
2 En este filme se trasciende en buena medida la batalla entre el hombre y la
máquina, ya que ésta da lugar a una lucha implícita
entre el hombre y la mujer;
no hay que olvidarnos de
que, aunque el personaje
corresponde a una cyborg,
ésta está representada por
una mujer: el espectador ve
a una mujer altamente violenta, no a una máquina. Y,
si bien es obvio que los espectadores entienden la diferencia, la huella visual que
permanece es la de la mujer.
mana, se le puede disparar, golpear, maltratar, someter, sin
ningún problema. De nuevo, aunque sabemos que esto es
ficción y que, en este entendido, aceptamos que quienes
luchan son dos máquinas cuya función es destruir y hacer
todo el daño posible, lo que vemos son una mujer y un
hombre lastimándose. En efecto, como espectadores somos capaces de hacer la distinción entre ficción y realidad,
pero también es inevitable ver en la pantalla a un hombre
y una mujer «reales». En este sentido, parecería que Terminator 3 está sancionando estereotipos añejos en los que
hay que someter a una mujer rebelde, identificada por algunas críticas feministas con la figura de la Amazona:
Las Amazonas servían como símbolo de todo lo más temido y odiado como Otro... Deben ser negadas por medio de la muerte, o forzadas a la sumisión a una práctica
heterosexual dominada por los hombres, que entonces se
convierte en la norma. Como regla general [...], las Amazonas deben ser castigadas, nominalmente quizá por su
presunción al asumir características «masculinas», como
la fuerza, la agency, el poder, pero esencialmente por su
declaración de Alteridad (Lefanu, 1988: 33).
Vista globalmente, la figura de la Amazona está presente no sólo en Terminator 3, sino en todas las películas exploradas hasta este momento. En todas ellas hemos examinado personajes femeninos que, esencialmente, como
señala Sarah Lefanu, hacen una declaración de alteridad.
Más allá de la asunción de atributos masculinos, de por sí
ya problemática, muchos de los personajes femeninos representados en la CF poseen rasgos que las señalan como
distintas a la norma y, por lo tanto, fácilmente identificables como rebeldes, adversas al sistema dominante e incluso indeseables. Visto desde una perspectiva cultural
que evidentemente incluye una perspectiva de género, estos filmes están reflejando preocupaciones presentes en las
sociedades en las que surgen, e intentan de alguna manera
devolver a las mujeres a conductas que no hagan peligrar
el statu quo. Desde luego, no todos los filmes de CF caen
en esta categoría, y hay muchos, incluso pertenecientes al
140
NOEMÍ NOVELL
mainstream hollywoodiense que se separan de esta tendencia, quizá inadvertidamente, e intentan proponer otros
modos de convivencia en los que la mujer no represente
una amenaza sólo por el hecho de ser mujer.
En estas imágenes se pueden apreciar varios aspectos de la Terminatrix: su
puerilidad y casi asombro ante las armas que su cuerpo es capaz de producir;
el material de metal líquido de que está hecha; sus ajustadas ropas de diseño,
de las que destacan la piel, el llamativo color rojo y los tacones de aguja. Todos
estos elementos la convierten en una antagonista que resalta por sí misma, y
cuya belleza, fuerza y astucia se hace necesario dominar.
CONCLUSIÓN
La CF es un género difícil de asir. Uno de los comentarios que suelen hacerse con respecto a ella es que no tiene nada que ver con la realidad, que sólo trata de marcianos y robots, o que su única intención es hacer
predicciones futuristas. Aunque no se puede negar que
lo anterior podría tener una parte de verdad, también es
innegable que desde sus inicios este género ha sido un
caldo de cultivo y un laboratorio de experimentación no
sólo de ideas nuevas, sino también de reproducción, reflejo o contestación de lo que ocurre en el momento sociocultural en que surge. Incluso películas cuyas intenciones intelectuales son bastante básicas y que no
aspiran más que a recaudar millones de dólares en taqui-
EL
CINE DE CIENCIA FICCIÓN
141
lla, pueden llegar a presentar asuntos de gran importancia cultural, aunque sea de manera inadvertida.
A pesar de que aquí no se han podido abordar todos los
posibles temas, motivos o tropos relacionados con la CF
–asunto casi tan imposible como si nos refiriéramos al cine
realista–, se ha procurado mostrar una de las preocupaciones principales del género: la alteridad. Ya sea en forma de
extraterrestre, de máquina, de monstruo, de científico, o de
mujer, una de las constantes de la CF son los personajes femeninos en sus más diversas variantes. Al principio del desarrollo del género, como se ha visto, las mujeres tenían
poca importancia, pero conforme se han ido explotando
sus potencialidades y, también, conforme las demandas de
los grupos feministas –entre otros– se han ido extendiendo, la presencia de las mujeres en el cine de CF ha aumentado y se ha modificado. Desde luego, no se puede afirmar
que su presencia sea cada vez más protagónica o que aporte nuevas vías de entendimiento entre los géneros, pero
ciertamente tienen una mayor presencia. De esta forma, así
como hasta hace unos años los astronautas de la CF eran
seres virginales y asexuados (Véase Sobchack, «The Virginity of Astronauts: Sex and the Science Fiction Film»,
1990), ahora los temas relacionados con la exploración de
las diversas formas de la alteridad están cada vez más presentes en este cine.
De igual manera, a lo largo de la historia del cine de
CF, las preocupaciones sociales de los años 50 –dominadas por la amenaza de la Guerra Fría– se han ido modificando hasta llegar a la exploración del campo virtual y la
posibilidad de tener vidas alternas en medios no tangibles físicamente. La condición humana, la definición del
ser humano, es también uno de los temas principales de
la CF, explorado directamente en películas señeras como
Blade Runner, pero también implícitamente presente en
otras más bien permeadas por la acción o el thriller.
Finalmente, como señala Brian McHale, la CF está dominada por el imperativo ontológico, es decir, por la
búsqueda de una definición del sí mismo y del Otro que
sea funcional y aplicable en ámbitos más amplios.
142
NOEMÍ NOVELL
EJERCICIOS
En todos los siguientes ejercicios se espera que escribas
un ensayo original de no menos de 1.500 y no más de
3.000 palabras (de 5 a 10 páginas).
1. Ve por lo menos cuatro de las películas enlistadas a
continuación, elige dos de ellas y escribe un ensayo en el
que reflexiones por qué o por qué no pertenecen al género de la CF. En tu discusión, procura incluir comentarios
sobre los otros géneros con que se relacionan estas películas y cuál de éstos domina en ellas.
The Thing from Another World (Christian Nyby, 1951)
The Incredible Shrinking Man (Jack Arnold, 1957)
Night of the Living Dead (George A. Romero, 1968)
Stalker (Andrei Tarkovsky, 1979)
Jurassic Park (Steven Spielberg, 1993)
Dark City (Alex Proyas, 1998)
28 Days Later... (Danny Boyle, 2002)
2. Elige una película de cada columna y explora cómo se
presenta la figura del alienígena o el robot (en su sentido
amplio) en ambas. Toma en cuenta qué usos culturales
se le han dado a estas figuras. Pensando en tu propio
momento sociocultural, ¿ha cambiado esta figura con
respecto a la que imperaba en la época de la película?
¿Qué implicaciones tiene esto?
Forbidden Planet
(Fred M. Wilcox, 1956)
The War of the Worlds
(Byron Haskin, 1953)
The Day the Earth Stood Still
(Robert Wise, 1951)
Alien Nation
(Graham Baker, 1988)
Starship Troopers
(Paul Verhoeven, 1997)
I, Robot
(Alex Proyas, 2004)
3. Compara el tratamiento que se da a la figura de la mujer en la CF con el que se le da en otros géneros, por
ejemplo, el detectivesco, el melodrama o la acción. Ilustra con por lo menos dos ejemplos de cada género.
EL
CINE DE CIENCIA FICCIÓN
143
4. Ve la película Alien: Resurrection (Jean-Pierre Jeunet,
1997), última de la franquicia de Alien. Observa cómo
ha cambiado el personaje de Ripley. Fíjate también en
los personajes de Call (Winona Ryder), Johner (Ron
Perlman) y Vriess (Dominique Pinon). ¿Te parece que
esta película manifiesta un nuevo entendimiento sobre la
alteridad y la diferencia o, más bien, que sigue los mismos patrones?
5. Ve las tres películas de la serie de The Matrix. Observa
al personaje de Trinity (Carrie-Ann Moss). Presta especial atención a los diálogos y acciones que tienen que ver
con su función en el desvelamiento de la matriz y su relación con Neo (Keanu Reeves). ¿Te parece que el personaje de Trinity sea innovador con respecto a otros personajes femeninos cienciaficcionales? ¿Sigue algún
estereotipo? ¿Cuál es la función de Trinity en esta saga?
144
NOEMÍ NOVELL
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*Nota: la filmografía básica se ha mostrado en forma de
cuadros cronológicos a lo largo de este artículo.
EL
CINE DE CIENCIA FICCIÓN
147
III
DE PADRE A HIJO
Cine
LA TRANSMISIÓN DEL DISCURSO
PATRIARCAL EN EL CINE DE
HOLLYWOOD (1977-2007)
Resumen
La paternidad, uno de los grandes pilares del patriarcado, inició su
declive como institución cuando el Estado respondió a las demandas de protección por parte de mujeres e hijos, a finales del siglo
XVIII. Desde entonces, el papel del patriarcado público estatal ha
crecido sin cesar, lo cual, unido a las reivindicaciones feministas
del siglo XX, ha minado profundamente el papel del padre. Desde
los años 80, en los que surgió el controvertido ideal del «nuevo padre», el cine de Hollywood producido y dirigido por las generaciones de hombres nacidos de los años 50 en adelante muestra una
auténtica obsesión por la relación paterno-filial. Películas de todo
tipo sirven para canalizar la frustración ante el fracaso del padre
como modelo de conducta y para intentar recuperar los aspectos
más positivos de la paternidad prefeminista. Como casos de estudio y al tiempo propuestas metodológicas pensadas para invitar al
lector a analizar otros textos, se examinan aquí la saga de La guerra
de las galaxias, ejemplo negativo de la falta de profundidad en la
reflexión sobre los males del patriarcado, y Frequency, una interesante aproximación al padre ideal que al mismo tiempo demuestra
hasta qué punto la victimización femenina sigue siendo eje central
de la construcción de la masculinidad.
Del patriarcado
privado al
espectáculo público
de la paternidad
según Hollywood
149
Casos de estudio:
Hollywood y la
recuperación de la
figura paterna
156
Conclusiones
167
Ejercicios
169
Bibliografía
172
DEL PATRIARCADO PRIVADO AL ESPECTÁCULO
PÚBLICO DE LA PATERNIDAD SEGÚN HOLLYWOOD
PADRE Y PATRIARCADO: TENSIONES
Lejos de ser un hecho biológico incontestable, la paternidad 5 es un entramado de discursos entre los cuales la
biología ejerce un papel incluso secundario. Como nos
recuerda Silvia Tubert (1997: 9):
1. La paternidad es una construcción cultural, por lo que
tiene carácter histórico.
M a r t í n , S a ra , « D e p a d r e a h i j o . L a t ra n s m i s i ó n d e l
d i s c u r s o p a t r i a r c a l e n e l c i n e d e H o l l y w o o d ( 1 9 9 7-2 0 0 7 ) » .
E n I s a b e l C l ú a (e d . ) , G é n e r o y c u l t u r a p o p u l a r . B a r c e l o n a :
Edicions UAB, 2008.
149
Paternidad. Vínculo entre
un varón y sus hijos que
puede ser de naturaleza
biológica o jurídica, es decir, de filiación. En este segundo caso, la paternidad
puede ser adoptiva en lugar
de biológica. Tanto la paternidad biológica como el
vínculo de filiación están
regulados por la ley, que
tiende a defender los derechos de los hijos por encima de los del padre, quien
sí queda sujeto, sin embargo, al cumplimiento de sus
deberes. Esta situación es
un producto de cambios
sociales acaecidos en el siglo XIX en Europa.
Patriarcado. Sistema de organización social hegemónico en el mundo actual en el
que el poder es detentado
por los hombres en detrimento de las mujeres y de
aquellos hombres cuyas
identidades se marginan por
razón de su raza, nacionalidad, edad u orientación sexual fuera de la norma heterosexista. El patriarcado se
basa en hacer extensiva al
entorno público la organización interna de la estructura
familiar en la que el padre
detenta todo el poder legal.
La gran mayoría de sociedades patriarcales se basan en
la primacía de la transmisión patrilineal de la filiación y la herencia (de padre
a hijos, excluyendo madres e
hijas), aunque sociedades
patriarcales como la judía
pueden también basarse en
un modelo de filiación matrilineal.
2 Ésta y el resto de citas
originalmente en inglés han
sido traducidas por la autora.
2. La paternidad no se puede comprender si no es en su
articulación con la maternidad, como término que sólo
tiene sentido en el seno de un sistema de parentesco.
3. Las representaciones de la paternidad –y del parentesco–, a su vez, no se pueden entender si no se las sitúa en el
universo simbólico de la cultura de la que forman parte.
En nuestra cultura occidental, la paternidad es el eje
principal sobre el que tradicionalmente se ha articulado
el poder del patriarcado,5 siendo al mismo tiempo uno
de sus aspectos más vulnerables. Esta vulnerabilidad
proviene de las tensiones internas del patriarcado que
han derivado, por una parte, hacia la progresiva erosión
del poder legal del padre de familia sobre esposa e hijos y,
por otra, hacia la disminución del papel del varón en la reproducción a medida que la ciencia ha avanzado en la
comprobación del papel activo de la madre.
Ambos procesos coinciden históricamente, inaugurándose con la Revolución Francesa. Así pues, Yvonne
Knibiehler explica cómo la Asamblea Constituyente Nacional (1789-91) fue la primera institución legislativa
europea en minar el poder del padre o patria potestad5
para transferirlo a la esfera pública, entre otras medidas
fijando la mayoría de edad para ambos sexos a los 21
años e implantando la escolarización obligatoria (1997:
130). Knibiehler advierte que aunque la legislación ha
seguido un curso implacable desde ese momento pionero en su progresiva desautorización del patriarcado familiar, no nos dirigimos hacia un matriarcado sino hacia
un patriarcado público aún más sólido, opinión con la
que discrepa el sociólogo británico Jeff Hearn. Según él,
«Esta nueva forma histórica del patriarcado abre un
nuevo conjunto de posibilidades para el minado y la
subversión de los patriarcados» (1992: 20),2 que en su
opinión son plurales al hallarse en lo legislativo pero
también en lo social, lo familiar, lo individual y, por supuesto, en lo público ligado al ocio, como sería el caso
del cine de Hollywood.
Hearn llega a decir que los hombres son con frecuencia traidores a su propia causa, cosa que facilitará la
150
SARA MARTÍN
transformación de lo patriarcal. Tal vez lleve algo de razón si pensamos que fueron hombres de ciencia quienes
desmantelaron la persistente teoría aristotélica de la fecundación, según la cual toda la agentividad es masculina, quedando reducido el papel de la mujer al de receptora pasiva y reproductora de la imagen masculina (se
creía que las hijas eran errores de copiado), para pasar a
un modelo igualitario basado en el descubrimiento del
óvulo. Si bien Karl Ernst von Baer fue el primero en descubrir y describir el óvulo de los mamíferos en 1826,
atribuyéndole aún un mero rol nutritivo, sólo los avances de la genética de Gregor Mendel permitieron que el
anatomista estadounidense Edgar Allen describiera la
función real del óvulo humano en fecha tan reciente como 1928. Hoy sabemos que, lejos de copiar al padre, el
feto inicia su vida como hembra y que sólo una descarga
hormonal aleccionada por los cromosomas paternos lo
transforma en macho. Por otra parte, los cambios sociales, la ciencia y la tecnología han ampliado y problematizado la noción de paternidad al permitir tanto la autonomía reproductora femenina gracias al anónimo
donante de semen como las a menudo inesperadas revelaciones que suponen los tests de paternidad basados en
el ADN. Pesa hoy en día sobre la masculinidad, además,
la amenaza de la redundancia paterna si algún día las
técnicas de clonación permiten liberar a la madre de necesitar material genético masculino.
La paternidad como construcción social individual y
pública está pasando en Occidente por la reivindicación
por parte de los hombres nacidos entre mediados de los 60
y finales de los 70 de una paternidad que se aleje tanto como sea posible de la figura del padre carente. Según definición de Françoise Hurstel, es «padre carente» el «hombre
que falta absolutamente a su paternidad, a su función paterna o que no deja nada a sus hijos (ni bienes espirituales
ni materiales). La noción de carencia es una constatación
jurídica, un estatuto posible y particular del padre que denuncia su incapacidad relativa o total» (1997: 300, énfasis
original). Esta incapacitación del padre se concretó en la
DE
PA D R E A H I J O
151
Patria potestad. Concepto
proveniente del derecho romano según el cual el pater
familias tenía el poder absoluto sobre su esposa, sus
esclavos y sus hijos, incluso
más allá de su emancipación. Hoy se entiende como
patria potestad al conjunto
de derechos y deberes que
padre y madre comparten
en relación a la salvaguarda
de las personas y los bienes
de sus hijos menores. En
España es prerrogativa del
juez en casos de separación
o divorcio conceder la patria potestad total o parcialmente a un solo progenitor
(normalmente quien convive con los hijos), ordenar
que se comparta, o repartirla entre ambos progenitores.
Paternidad responsable.
En palabras del psiquiatra
Luis Bonino, «la del varón
que adquiere un compromiso emocional y de responsabilidad en el crecimiento de una persona que
asume como hij@ por al
menos 20 años», varón que
no tiene por qué ser el padre biológico. Bonino añade que esta definición surge
«no desde la creencia en los
derechos de los padres ante
su hij@, sino de una ética
de los deberes humanos de
los adultos hacia la infancia,
que incluya una ética de la
igualdad y justicia de género.» (Bonino, 2003: 180).
No hay razón clara, sin embargo, para limitar esa paternidad responsable a 20
años, cifra que no coincide
tampoco con la mayoría de
edad de los hijos y las hijas.
pionera Francia en la ley de «inhabilitación de la patria potestad a favor de la Asistencia Pública cuando se reconoce
la indignidad del padre» de 1889, encaminada más bien a
desautorizar a padres mayormente de clase obrera que fueran violentos o explotadores de sus hijos. A la larga, esta ley
inspiró también la creación por parte de pedagogos y psiquiatras de la noción del padre carente burgués, el que
«hace dejación de su responsabilidad, que está ausente, absorbido en su trabajo» (Hurstel, 1997: 308).
Según Hurstel ambas figuras se funden y generalizan
en Occidente después de la Segunda Guerra Mundial y
sólo en los años 70 se inicia un movimiento a favor del
«nuevo padre», bajo presiones del feminismo, figura cuya
existencia real se ha puesto en duda repetidamente. Desde esta perspectiva, la historia de la paternidad occidental
en los últimos doscientos años se puede resumir así: la
Revolución Industrial forzó una degradación de la calidad de vida y del poder del padre de familia, que en su
frustración descargó su violencia en los hijos; estos padres fueron considerados indignos por la ley y, por ello,
desposeídos de poder patriarcal. Como apunta Hurstel, la
escena inaugural de la paternidad contemporánea «está
marcada por una violencia nacida de una injusticia que
quedará reprimida, excluida de las consciencias» (Hurstel,
1997: 308, énfasis original). En el siglo XX continúa la discriminación legal de los padres por parte de las leyes del
patriarcado público, de manera que mientras unos intentan luchar contra ellas, otros emprenden el camino de la
huida, abandonando la responsabilidad paterna por
la imposibilidad de asumirla. El reto al que se enfrenta la
generación de jóvenes padres hoy es, así pues, cómo seguir, hallar e incluso inventar un modelo de paternidad
responsable5 a menudo en ausencia del propio padre.
LA PATERNIDAD EN EL CINE DE ESTADOS UNIDOS:
REPRESENTACIONES
En una escena de la película de David Fincher (1999) basada en la novela de Chuck Palahniuk El club de la lucha
152
SARA MARTÍN
(The Fight Club, 1996), el protagonista Jack y su alter ego
Tyler Durden cuestionan el papel del padre incapaz:
T: Mi padre no fue a la universidad así que era realmente
importante que yo fuera. De modo que me gradué, le hice una llamada a larga distancia y le pregunté, «¿ahora
qué?». Me dice que busque trabajo. Cumplo 25, hago mi
llamada anual, «Papá, ¿ahora qué?», y me dice «no sé, cásate».
J: No me puedo casar. Sólo soy un chico de 30 años.
T: Somos una generación de hombres criados por mujeres y me pregunto si otra mujer es realmente la respuesta
que necesitamos.
Tyler no está aquí acusando a las mujeres sino subrayando la incapacidad del padre para ejercer de referente
y/o de modelo a imitar. La incapacidad e incluso ausencia del padre hace que el hijo no madure adecuadamente, con lo que se queda anclado en un permanente estado
de adolescencia tardía, o adultescencia, ampliamente reflejado en las producciones de todo tipo de la cultura estadounidense.
El primero en expresar una contundente queja contra
esta perpetua inmadurez del hombre americano fue el
afamado crítico Leslie Fiedler en su seminal estudio Love
and Death in the American Novel (1966). Fiedler protesta
amargamente en su obra contra la incapacidad del novelista americano ya desde los albores del siglo XIX para representar una relación heterosexual madura, incapacidad que según Fiedler redunda en una abierta misoginia
y una mórbida obsesión por la muerte, el incesto y la homosexualidad (la palabra homofobia quizás define mejor este aspecto). Fiedler acusa al hombre americano de
estar siempre en constante huida a «cualquier sitio con
tal de evitar la “civilización”, es decir, la confrontación de
hombre y mujer, que lleva a caer en el sexo, el matrimonio y la responsabilidad» (Fiedler, 1977: 26). A Fiedler le
preocupa, sobre todo, que los hombres americanos rechacen la condición de padre y apunta que «no hay ningún americano auténtico [...] que no escogería ser “uno
DE
PA D R E A H I J O
153
2 Irónicamente, si en los
70 la presión proviene del
feminismo, en los 50 la
nueva domesticidad ideal
que atrapa al hombre es, de
hecho, una estrategia masculinista para inmovilizar a
la mujer en el hogar tras su
relativa liberación durante
la Segunda Guerra Mundial.
de los chicos” hasta el final. El americano ideal se postula
como el hombre sin padre, el eterno hijo de la madre»
(Fiedler, 1977: 338). La cita de El club de la lucha, sin embargo, demuestra que ya no es así y que los hombres
americanos son por fin conscientes de que hay que madurar, superando el miedo al compromiso que gran parte de las mujeres americanas les achacan. Saben también
que, efectivamente, la respuesta a su inmadurez no está
en el amor romántico sino en averiguar por qué sus padres fracasaron en su papel de modelos a imitar.
El cine de Hollywood, por encima de la novela aunque
quizás a la par de la televisión, es el escaparate en el que
mejor se observa la evolución de esta intensa investigación en torno al padre. A grandes rasgos, es quizás Al este
del Edén (East of Eden; Elia Kazan según novela de John
Steinbeck, 1955), la primera gran película en proclamar
la disrupción de la continuidad del patriarcado moderno
y la emergencia de una grave ruptura generacional entre
padre e hijo. Ésta se agudiza en Rebelde sin causa (Rebel
without a Cause; Nicholas Ray), también de 1955 y también con James Dean en el papel principal. Estos rebeldes desnortados producto del surgimiento de las culturas juveniles de posguerra –la Beat, sobre todo– son la
base de una nueva masculinidad americana que hace
bandera de la irresponsabilidad (y de la victimización en
cintas como Easy rider [Buscando mi destino], 1969, de
Dennis Hopper) y que, a pesar de grandes excepciones
como el magnífico Atticus Finch de To Kill a Mockingbird (Matar a un ruiseñor; Robert Mulligan, 1962, según
novela de Harper Lee), deja de creer en el padre propio
y, lo que es más preocupante, en la importancia de ser
padre. Esto ocurre, según comenta David Savran (1998),
no sólo en los años 50 sino también en los 70, coincidiendo con los momentos en que se presiona por diversas razones a los hombres para que se incorporen al entorno doméstico.2
El ciclo de narraciones antipaternales pasa a competir
con una nueva dinámica cuando el personaje de Dustin
Hoffman en Kramer vs. Kramer (Robert Benton, 1979, se-
154
SARA MARTÍN
gún novela de Avery Corman) lucha por la custodia de su
hijo tras un amargo divorcio, iniciando así la inmensa lista
de películas que buscan construir una nueva relación paterno-filial, muy a menudo con poco disimulada misoginia y a expensas de la figura materna. Esta tendencia coge
impulso en los años 80, pero emerge con inusitada fuerza
en los 90, tal como subraya Susan Jeffords: «En términos
generales, mientras los años de la era Reagan ofrecieron la
imagen del “cuerpo duro” en contraste directo con los
“cuerpos blandos”5 de la época Carter, el final de los 80 y
principio de los 90 vio una revaluación de ese cuerpo duro, no para regresar al cuerpo blando de la era Carter sino
para rearticular la fuerza masculina y el poder a través de
valores internos, personales y orientados a la familia»
(1994: 13), entendida siempre como entorno patriarcal.
Crucial en este sentido es el papel de Arnold Schwarzenegger como el cyborg reciclado en padre perfecto de Terminator 2: Final Judgment (Terminator 2: El juicio final,
1991), a quien, en una comentadísima escena, la heroína
Sarah Connor describe, pese a su monstruosa inhumanidad, como mejor padre para su huérfano hijo John que
todos los hombres que han pasado por sus vidas. Este comentario aparentemente feminista es de hecho un llamamiento a cumplir con los valores tradicionales patriarcales
dado que Sarah asume que todo hijo necesita un padre.
En manos principalmente de guionistas y directores
nacidos entre los 50 y los 60 entre los que apenas hay mujeres, el cine de Hollywood (y la televisión) es obra de hijos que reflexionan en voz alta sobre lo que el padre ausente –fallecido, divorciado, huido, desconocido– y el
padre carente, presente pero incapaz, le debe al hijo. Éste
se presenta dispuesto siempre a cumplir el ya mencionado
objetivo generacional de ser mejor padre que el suyo propio a pesar de la carencia de modelos, y se muestra predispuesto a encontrarlos donde sea, aunque raramente sea en
la madre, figura cada vez menos problemática pero también cada vez más arrinconada. La implícita suposición es
que las historias narradas por el cine abren un espacio de
debate intergeneracional que apenas existe en la vida real,
DE
PA D R E A H I J O
155
Cuerpo duro/cuerpo blando. El «hard body» («cuerpo
duro») se caracteriza por lo
que Yvonne Tasker (1993)
llamó «musculinidad», es
decir, por el énfasis puesto
en el vínculo entre la masculinidad y el cuerpo musculoso –vínculo que, hay que
recordar, es cultural y no natural, como demuestra la
necesidad de desarrollarlo
en un gimnasio–. La portada del libro de Susan Jeffords, Hard Bodies: Hollywood Masculinity in the Reagan
Era (1994) muestra una caricatura de un sonriente e
hipermusculado Ronald Reagan como imagen de la
América fuerte, militarista y
masculinista con la que su
presidencia apabulló al
mundo en los años 80. En
contraste, la política más
conciliadora de su predecesor Jimmy Carter se identificó en la era Reagan con una
masculinidad débil e incluso
afeminada, ligada en el imaginario popular a los cuerpos espigados y «blandos»
de la era hippie, que lo fue
también del feminismo más
militante.
2En definitiva, el padre carente, incapaz o sádico no
es un simple verdugo sino
víctima de otros hombres
patriarcales. Esta actitud
clemente puede ayudar a
una reconciliación intergeneracional pero no cuestiona la necesidad y los fundamentos del patriarcado, del
que implícitamente afirma
que, en manos de hombres
responsables (los caballeros
Jedi como Luke) podría
funcionar a la perfección.
y que a solas o en compañía padres e hijos pueden aprender a articular el discurso necesario para reconectar, discurso que al no tener que incorporar obligatoriamente el
ideario feminista puede resultar en una reafirmación de
los valores patriarcales. Es por ello que es esencial la participación de las mujeres en el modo en que se articula y representa la paternidad, sea como analistas o como creadoras, para así evitar que se consolide aún más el patriarcado
público del que Hollywood es parte integral.
CASOS DE ESTUDIO: HOLLYWOOD Y LA RECUPERACIÓN DE LA FIGURA PATERNA
LA REDENCIÓN DEL PADRE OSCURO: DARTH VADER
Y LA SAGA DE LA GUERRA DE LAS GALAXIAS
Emblemático entre todos los jóvenes sin padre del cine de
los últimos 30 años, Luke Skywalker es el paradigma ideal
de todo hombre occidental no sólo por ser el héroe elegido para acabar con el mal sino también porque es capaz
de afrontar y superar el hecho de que el mal se encarne en
quien finalmente resulta ser su propio padre, el malvado
Darth Vader. Con todo, no hay que perder de vista que
George Lucas, su director, ha acabado narrando a lo largo
de seis películas repartidas en casi tres décadas (además de
incontables novelas, cómics y videojuegos del llamado
«universo expandido» de la saga) una historia de redención, la del padre gracias al hijo, situándolos a ambos en
un contexto que exculpa a Vader de su caída y que desplaza el origen de los males de la masculinidad patriarcal a la
figura del cruel, irredento emperador Palpatine. Según este nuevo mito, cuando se desenmascara al padre corrupto,
como hace Luke literalmente con el suyo, sólo cabe la
compasión, ya que la culpa resulta ser de ese otro esquivo
personaje cuya maldad, como la de Satán, no es sino una
muy conveniente entelequia.2
Susan Jeffords, quien lee la primera trilogía como típico texto reaganita sobre la supervivencia de la paradójica
revolución conservadora de los 80, encarnada en Luke,
156
SARA MARTÍN
observa que la historia narrada es la primera de otras
muchas en centrar la salvación universal en el reencuentro paterno-filial: «la trama sugiere que si Luke se hubiera quedado en la granja sin saber de quién era hijo (no
se sugiere jamás que podría haber heredado sus habilidades de su madre), el universo habría sido condenado al
desastre» (Jeffords, 1994: 86). Luke, efectivamente, no
conoce al inicio de su epopeya a su padre biológico.
Cuenta, sin embargo, con un entregado padre adoptivo
–su hermanastro, el granjero Owen Lars, hijo del esposo
de su madre– y encuentra en su camino a dos prominentes caballeros Jedi, Yoda y Obi-Wan Kenobi. Ellos son célibes como todos los miembros de su orden pseudotemplaria, estado que garantiza su dedicación primordial a
la formación sin distracciones emocionales (es decir,
maternales) de otros Jedi, representados como masculinos hasta que la corrección política de los 90 impuso
una mínima, anónima presencia femenina. Muerta su
madre Amidala en el parto, Obi-Wan y Yoda salvan a Luke y a su melliza Leia de la furia destructiva de su joven
padre Anakin, transformado ya en Darth Vader, y se convierten dos décadas más tarde en los mentores de Luke,
complementando así en su edad adulta el papel que ejerció Owen en su infancia y reforzando la idea de que la
paternidad biológica no es la única paternidad posible,
ni necesariamente la más importante.
Pese a que es más que dudoso que la concibiera en su
compleja totalidad ya en el inicio, George Lucas inició su
saga galáctica in media res con la trilogía que narra la
transformación de Luke en héroe, compuesta por La
guerra de las galaxias (Star Wars, 1977), El imperio contraataca (The Empire Strikes Back, 1980) y El retorno del
Jedi (The Return of the Jedi, 1983). Sin duda, la incipiente
tensión sexual entre Luke y Leia demuestra que Lucas no
contempló inicialmente la idea de que Vader fuera el padre de Luke sino que la incorporó a la saga más tarde.
Según los comentarios añadidos a la edición en DVD
(2004) de El retorno del Jedi, Lucas llegó a pensar en presentar la revelación que Vader hace de su paternidad en
DE
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157
2 Algo que irritó profundamente a los fans fue la
decisión de Lucas de alterar
para la reedición en DVD de
2004 la escena de El retorno
del Jedi en que se veía a Sebastian Shaw como el fallecido Vader junto a Alec
Guinness como el fantasma
de Obi-Wan y al también difunto Yoda dando su aprobación al héroe Luke. En lugar del cuarentón Shaw,
Lucas hizo insertar digitalmente la imagen del joven
actor Hayden Christensen,
quien encarna al veinteañero Anakin antes de pasar a
ser Vader. Este cambio cobra
pleno sentido si pensamos
que, según Lucas, la caída de
Anakin Skywalker en el mal
está condicionada por las
inseguridades que desata la
relación amorosa con su esposa y su inminente paternidad. Lucas desvela con este
cambio que Luke recupera
no tanto al padre como a un
hombre joven como él mismo, libre aún de las cargas
emocionales que lo hacen
vulnerable; es un igual más
que un predecesor.
el momento de su combate mortal con Luke como una
mentira inspirada por su villanía, si bien recapacitó al
aconsejarle los psicólogos infantiles que consultó que esto tendría un efecto negativo en la audiencia infantil.
Tan peregrina excusa revela en todo caso que la semilla
del interés en la caída de Vader se plantó en ese momento, de modo que es fruto del repentino interés personal
de Lucas por la paternidad, seguramente estimulado a lo
largo de los años 80 por su propia experiencia como padre adoptivo. Es interesante constatar que en cierto modo la exploración de la infancia y juventud de Vader o,
mejor dicho, de Anakin Skywalker, que centran la atención de Lucas en la segunda trilogía, compuesta por La
amenaza fantasma (The Phantom Menace, 1999), El ataque de los clones (Attack of the Clones, 2002) y La venganza de los Sith (Revenge of the Sith, 2005), corren además
paralelos a la exploración de la biografía de otros grandes villanos, en especial del Hannibal Lecter de Thomas
Harris –otro hombre tras la máscara cuyo lado oscuro
ha coloreado los 90 y el inicio del siglo XXI–. Lo singular
de Vader es que su caída en el mal interesa no tanto por
su propia personalidad como por el hecho de que es el
(mal) padre del (buen) héroe.
Lucas ha mencionado en repetidas ocasiones que el
nombre Darth Vader es una poco disimulada distorsión
del epíteto «Dark Father» o «padre oscuro». A ello alude
Robert Bly en su emblemático Iron John cuando explica
que «A medida que el padre parece más debilitado, abatido, irrisorio, parece ser también el instrumento de las
fuerzas oscuras... [Vader] está indiscutiblemente del lado
de las fuerzas oscuras. Al paso que los reyes mitológicos y
políticos mueren, el padre pierde la luminosidad que absorbió del sol en el pasado, o de la jerarquía de seres solares; y a la sociedad le parece que se ha oscurecido» (Bly,
1990: 98). Podría decirse que, como hijo, Luke resuelve
adecuadamente su conflicto con este padre doblemente
encapotado al decidir no seguir sus pasos en un acto de
certera madurez emocional fruto de las enseñanzas de sus
mentores, idealizados como padres sustitutos.2
158
SARA MARTÍN
Anakin Skywalker se presenta con meridiana claridad
no sólo como un caso edípico, sino también de flagrante
misoginia por parte de Lucas, quien hace a la madre, la
esclava Shmi, responsable directa o indirecta de un nacimiento en que no interviene padre alguno. En esta torpe
actualización del mito de la Virgen María, Shmi sufre al
parecer una mutación por la cual las partículas subcelulares conocidas en el universo de la saga como midiclorianos –los enlaces con la fuerza, si bien no son la fuerza
en sí misma– dan origen a Anakin, el ser vivo más sensible a la fuerza junto a Yoda. La insólita génesis de Anakin
sigue los patrones del nacimiento del héroe mítico incluyendo a Jesús; al mismo tiempo, los subvierte ya que lejos de contar con un poderoso patriarca y padre creador,
el empeño deliberado pero «natural» de los midiclorianos es la causa de la fecundación del óvulo de Shmi. La
mítica diosa madre que engendra sin varón se presenta
una vez más como fuente potencial del mal (Baring y
Cashford, 2005), ya que la falta de padre y la devoción
extrema por la madre hacen que Anakin sea, en última
instancia, incapaz de controlar su lado oscuro, es decir,
sus impulsos violentos.
El director de cine Kevin Smith comenta en un desenfadado artículo sobre El ataque de los clones que en esta
película «Lucas cautiva mi limitada imaginación con una
simple propuesta: Darth Vader fue antes un adolescente.
¡Qué pedestre, y qué profundo!» (Smith, 2002: 27). Un
Anakin de 16 años, en efecto, da las primeras señales preocupantes de su potencial para el mal cuando venga la
atroz muerte de su madre masacrando un campamento
de bandidos tusken, niños incluidos. A partir de este momento, Anakin, envanecido por su alta efectividad como
combatiente Jedi, se enfrenta con las exigencias de ObiWan que, como padre sustituto, se muestra muy poco
empático con él. Pese a que la falta de química entre Hayden Christensen y Natalie Portman como su amada Amidala y la deplorable trama romántica han sido universalmente criticadas, Smith los defiende señalando que
ambos actores logran hacer creíble ese tipo de relación de
DE
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159
dependencia mutua que a menudo se confunde con el
amor: él se obsesiona con ella sin saber por qué, ella
–ocho años mayor, una segunda madre más que un objeto amoroso– cede, aun sabiendo que el tipo es insalvable.
La trama lleva así al punto en que la obcecación de
Obi-Wan y la perspicacia de Palpatine chocan en el campo de batalla que es Anakin. Palpatine deduce que si la
muerte de Shmi ha abierto una profunda brecha en las
defensas de Anakin, la posibilidad de perder a Amidala
lo cegará de tal manera que caerá en el lado oscuro, como así sucede –el falso buen padre explota así la vulnerabilidad del hijo sin padre para esclavizarlo a su causa–.
Obi-Wan, sin embargo, resulta ser aún peor padre ya que
ante la ira de Anakin, quien en un significativo momento
casi estrangula a su esposa embarazada, no ofrece otro
remedio que mutilar a su pupilo en un horripilante
combate desigual, dejando su joven cuerpo listo para
convertirse en el temible pero patético cyborg bajo la capa y la máscara negras que Luke destruye veinticinco
años más tarde tras otra simbólica pelea.
Mientras Lucas basa la caída de Anakin en la inseguridad que genera la sombra de la muerte en la pasión
amorosa, se percibe fácilmente que esa inseguridad es
parte de la incapacidad general de Anakin para asumir
la edad adulta como hombre, amante y padre en ciernes. A Lucas le falta, en suma, el coraje para explicar
que Anakin es irrecuperable posiblemente ya desde antes de la muerte de su madre por razones que no se
analizan. Entre quienes sí intentan analizar las causas
de la violencia masculina, Michael Kimmel la atribuye
a la frustración que sienten los hombres que se creen
con derecho al poder patriarcal. Como él mismo señala, «para hallar sociedades pacíficas, deberíamos fijarnos en culturas en las cuales el sentimiento de que se
tiene derecho al poder o no se deniega o no existe», es
decir, las extremadamente patriarcales o las que desconocen el patriarcado (Kimmel, 2004: 268). Desde este
punto de vista, Anakin/Vader es sencillo de explicar: su
violencia estalla porque los Jedi no le conceden el po-
160
SARA MARTÍN
der que Palpatine le dice que debería tener. Michael
Ghiglieri, por su parte, argumenta que:
Por consiguiente, a pesar de la civilización, las estrategias
innatas programadas químicamente en el hipotálamo
masculino imponen la ley de la jungla en el comportamiento de los hombres. Los hombres tampoco necesitan
comprender el proceso que hace que el lado oscuro de la
psique masculina convierta esos impulsos en actos violentos. Por el contrario, sospecho que una gran parte de la
violencia aparece como consecuencia del desconocimiento
que los hombres tienen de sí mismos (Ghiglieri, 2005: 76,
énfasis original).
Esto es cierto de Anakin pero también de quienes lo
rodean. Aunque Amidala muere devastada por la caída
de Anakin, ella mantiene aún la creencia, como le confía
a Obi-Wan, de que, en el fondo, su marido es un buen
hombre, palabras que décadas después Luke repite al redimir a su padre, pese a toda la evidencia en el sentido
contrario. Obi-Wan se muestra totalmente incapaz de
reconducir la ira de Anakin porque, aunque comprende
que sus raíces son la frustración del deseo de poder que
Kimmel señala, no sabe cómo enseñarle a su pupilo a
controlarlo. Sólo Palpatine conoce bien a Anakin.
Al mostrarse, así pues, incapaz de profundizar en las
raíces del mal tanto como en las del bien, Lucas ofrece un
nuevo mito de incierto impacto en la construcción de la
masculinidad actual y, en especial, de la relación paternofilial. Que esta relación es crucial en la saga y que resuena
con la gran mayoría masculina que forma su público se
aprecia aún con mayor claridad cuando se constata que la
relación entre la princesa Leia, heroína inusitada por su
valor para la época en que fue creada, y su madre muerta
apenas dan pie a algún leve comentario. De hecho, la
fuerte y pragmática personalidad de Amidala queda reflejada en su hija sin más, como si la transmisión de la feminidad no fuera en absoluto problemática, aunque siempre subrayando que ni Leia como princesa ni Amidala
como senadora o reina están en condición de subvertir el
DE
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161
Madres e hijas. Pese a que
en las películas y la televisión de trama mítica o pseudomítica la heroína tiene
hoy una presencia cada vez
mayor, la relación con la
madre o con otras figuras
maternas jamás ocupa un
lugar central, si es que existe.
Clarice Starling, heroína de
El silencio de los corderos
(1991, Jonathan Demme según novela de Thomas Harris) es un caso paradigmático, ya que pese a rescatar a
la hija de una senadora su
desarrollo emocional se vincula al recuerdo de su padre
y al impacto que el monstruoso Hannibal Lecter tiene en su vida y no a las dos
mujeres a quienes ayuda
(véase Martín Alegre, 1996).
Su sucesora en la televisión,
Dana Scully de Expediente X
(Chris Carter, 1993-2002) sí
se relaciona con su madre,
quien la apoya discretamente, pero está condicionada
en todo momento por su
entorno masculino, desde su
difunto padre a su compañero Mulder (véase Martín
Alegre, 2006).
modelo patriarcal que las rodea. Por otra parte, Lucas
tampoco se interesa por la paternidad de Vader en relación a Leia, a quien en La guerra de las galaxias éste llega
incluso a torturar sin que la tan cacareada fuerza le ayude
a intuir que ella es su hija.5
La saga completa, en definitiva, es altamente representativa de las preocupaciones en torno a la paternidad del Hollywood actual al centrarse en el problema
de qué conduce a Anakin Skywalker a ser el padre
monstruoso del heroico Luke, representante en pantalla
del hombre joven ideal capaz de asumir la necesaria
madurez a pesar de sus carencias. Se puede calificar a
la saga de fracaso puesto que la explicación que ofrece
de la caída en el mal de Anakin es superficial, pero también porque no logra incidir en la naturaleza de la maldad violenta que domina a hombres profundamente
patriarcales como Palpatine. Lucas se muestra además
incapaz de ofrecer un modelo de paternidad responsable dentro de la familia, exaltando en su lugar la figura
del célibe caballero Jedi y su sentido del deber respecto
a su comunidad. Lo que las mujeres aportan como madres (Shmi), esposas (Amidala) o hermanas (Leia) es,
precisamente, la debilidad emocional que inhabilita al
Jedi en formación, sea Anakin o Luke. En definitiva, la
saga se apoya en la fantasía de que de todo hombre, incluso de los hijos de los malos padres, puede emerger
un héroe siempre que se crucen en su camino esos padres ideales sin cargas amorosas ni familiares encarnados por los Jedi; si el héroe no emerge o resulta ser un
segundo Vader, siempre se le puede echar la culpa al
entorpecedor amor por las mujeres.
RECUPERAR AL PADRE IDEAL: FREQUENCY
Puede tal vez sorprender la elección de Frequency (2000),
dirigida por Gregory Hoblit y escrita por Toby Emmerich, como película merecedora de atención en esta mirada a la paternidad según Hollywood, dado que pese a
que su paso por taquilla fue notable, no parece haber
162
SARA MARTÍN
suscitado gran interés crítico ni popular.2 No obstante, sin ser una obra sobresaliente, Frequency reúne una
serie de características que la hacen altamente representativa del cine contemporáneo producido en Estados
Unidos, sobre todo por el clasicismo técnico de su guión,
en el que no se desaprovecha nada, y por el idealismo
que pretende transmitir. Frequency es, en este sentido,
diáfana en su intención de ofrecer un emotivo mensaje
en su no menos emotiva trama centrada en el accidente
cósmico –una inusual aurora boreal– que le permite a
John (James Caviezel), un policía de Nueva York que tiene 36 años en 1999, recuperar el contacto a través de la
radio con su padre Frank Sullivan (Dennis Quaid)22
el día antes de su muerte en 1969.
Esta situación poco menos que mágica podía haberse
concretado en un sinfín de posibilidades, con potencialmente cualquier tipo de persona a uno y otro lado de las
ondas de radio, pero lo cierto es que Emmerich escogió
narrar una historia sobre un padre y su hijo en la que se
expresa una fantasía con inmenso potencial sentimental
para la audiencia masculina: el rescate de la muerte del
padre ideal, desaparecido en ese momento crucial de la
vida del hijo en que su ausencia es irreparable.22 2 El
hecho de que la causa de la ausencia del padre sea la
muerte y no el abandono por divorcio es también parte
de la fantasía: no hay rencores ni culpas que dirimir entre John y Frank. Anthony Clare observa que «el progenitor que enviuda comparte la pérdida de su retoño; juntos pueden mantener una imagen idealizada del
progenitor fallecido e, incluso a través de la muerte,
construir un espacio de conexión» (1999: 67). La tarea
de la madre en este sentido está implícita en Frequency,
empezando por el hecho de que ella permanece viuda, si
bien su fracaso parcial hace que ese espacio de conexión
se acabe literalizando en las ondas al ser insuficiente para
las necesidades emocionales del John adulto.
De hecho, la presentación del padre en el primer segmento de la película insiste en señalar que Frank no puede
ser idealizado porque es ideal: cualquier recuerdo no hace
DE
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163
2 Según la base de datos de
películas del Ministerio de
Cultura, vieron Frequency en
las salas 1.126.452 espectadores. Big Fish, de tema similar y mucha mayor reputación crítica, sólo atrajo
536.246 espectadores, mientras que la saga de La guerra
de las galaxias oscila entre
los 6.900.868 espectadores
de la primera película
(1977) y los 2.378.453 de El
retorno del Jedi (véase
http://www.mcu.es/cine/index.html, consultado en Junio, 2007).
22 Quaid es también el
padre heroico separado accidentalmente de su hijo
(Jake Gyllenhaal) en la catastrofista El día de mañana
(Roland Emmerich, 2004).
En esta película encarna a
un climatólogo cuyas proféticos avisos sobre el advenimiento de una nueva edad
glacial son desoídos. Pese al
alcance global del tema, la
trama se centra básicamente en su rescate del hijo de
una helada Nueva York.
2 22 Los diversos estudios indican que los niños
con más riesgo de no superar la pérdida del padre, sea
por fallecimiento o ausencia, son los de edad inferior
a los 6 años. Véase Fatherhood (Ross D. Parke, 1996).
más que abundar en la nostalgia que su pérdida alimenta.
La imagen de Frank que se nos ofrece es la de un heroico
bombero que regresa feliz montando una moto de gran cilindrada a su hogar de clase media baja tras su peligrosa
pero habitual jornada laboral. Allí es cariñosamente recibido por el pequeño John –con quien comparte la pasión
por el béisbol– y por su esposa, la enfermera Jules, a quien
Frank adora pese a que ella se declara imperfecta ama de
casa. A tan sólo seis años de la publicación en Estados Unidos de la biblia feminista La mística de la feminidad de
Betty Friedan (1963), el único punto de discrepancia entre
la pareja se refiere a si Frank le pide demasiado a Johnny al
fracasar su primera lección para aprender a montar en bicicleta. Lejos de ser éste el caso, la actitud de Frank durante
la niñez de Johnny encaja perfectamente con la afirmación
de Anguera y Riba en el sentido de que «este tipo de recuerdos cálidos vividos en la infancia quedan inscritos permanentemente en la memoria. Podríamos decir que, en
definitiva, la influencia del padre se muestra básicamente
por las características de su personalidad, de su carácter»
(1999: 67). Y es que, tal como confirma Ross D. Parke, «es
a través de la gestión de sus propias emociones y de su reacción a la de los hijos que los padres tienen el mayor impacto en las relaciones sociales de los niños con sus pares y
amigos» (1996: 127).
Tras este prólogo encargado de caracterizar al padre
modélico como valiente, entregado al trabajo, amante de
su familia y, sobre todo, capaz de aceptar las críticas de su
esposa (estrategia usada para suavizar así la resistencia de
las mujeres en el público a semejante idealización), se nos
muestra el resultado de su ausencia, acaecida por su muerte en accidente de trabajo: John es un adulto depresivo, incapaz de mantener viva la relación sentimental con su novia Sam, bebedor y solitario, anclado en la misma casa en
que vivió de niño. En ausencia del padre, John ha tomado
como modelo profesional a su vecino afroamericano,
Satch, que se convierte en su superior en el cuerpo de policía. La infelicidad personal de John y sus problemas laborales resaltan, sin embargo, la idea de que ningún otro
164
SARA MARTÍN
hombre puede asumir el papel del padre, idea que lo distancia del modelo mucho más equilibrado representado
por Luke Skywalker. Hay que preguntarse por lo tanto hasta qué punto John representa a una generación –la misma
de Tyler Durden en El club de la lucha– que se escuda en la
ausencia del modelo a seguir como excusa para no asumir
sus propias limitaciones.
Haciendo alarde de su clasicismo, Frequency se divide
limpiamente en tres actos. El primero narra cómo John
consigue, usando la milagrosa comunicación por radio,
convencer al escéptico Frank de que siga las instrucciones
que le salvarán la vida en el incendio en el que muere en
1969. El segundo acto, una vez establecida la confianza entre padre e hijo y reformado el pasado vivido (en esta segunda versión Frank lleva 10 años muerto de cáncer de
pulmón), narra los esfuerzos de John por cazar a un asesino en serie que le obsesiona en su nuevo presente de 1999,
ya que su madre se cuenta entre sus víctimas. El tercer acto
narra cómo Frank, que llega a ser sospechoso y se ve incluso amenazado por el asesino, salva de su ataque no sólo a
su esposa e hijo en 1969 sino también al John adulto en
1999, acción que se explica porque, siguiendo los consejos
de John, Frank ha dejado de fumar y ha logrado así llegar
vivo a la tercera versión del presente de su hijo. En este perfecto fin de milenio, tal como muestra el partido de béisbol
que reúne a todos los personajes, John es padre de un hijo
que tiene con Sam, quien aparece feliz y sonriente junto a
Jules. La película concluye con la imagen de abuelo, padre
y nieto abrazados mientras esposas y amigos los contemplan conmovidos.
La extraña intrusión de la figura del asesino en serie en
el reencuentro entre padre e hijo es el factor que revela las
tensiones en la construcción del género en Frequency. No
basta con dejar que padre e hijo compartan largas conversaciones superando así la barrera de la muerte, sino que
Emmerich necesita implicarlos en una acción colaborativa
que demuestre su hombría. Para ello escoge exponer a la
madre a la furia de ese otro personaje masculino, el policía
Jack Shephard, que encarna toda la negatividad del frustra-
DE
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165
do hombre masculinista. Una anécdota sencilla pero delatora desvela qué discordancias se proyectan en esta subtrama. En la segunda versión del pasado, Frank, feliz de estar
vivo, visita a su esposa en el hospital donde trabaja. Eficiente y atenta, ella ve, pese a que la distraen las muestras
de cariño de Frank, que un médico está a punto de cometer una imprudencia; al evitarla le salva la vida al paciente,
que resulta ser su futuro asesino, Shephard. En suma: aunque Frank está muy de acuerdo en que su esposa trabaje, es
precisamente su trabajo lo que la hace objetivo del asesino,
no sólo porque sobrevive gracias a ella sino también porque, según descubre John, Shephard mata enfermeras ya
que su propia madre lo era.
No hay que ser muy sagaz para ver que Emmerich basa
la psicopatía de Shephard en que su madre atendió su trabajo más que a su edípico hijo. John, a quien el trabajo de
su madre no ha afectado en absoluto, aparece así como el
reverso del villano, si bien parece un tanto de mal gusto
que la muerte de Jules sirva como pretexto para canalizar
su heroísmo latente y para cimentar el compañerismo con
su padre resucitado. No menos preocupante es el uso de las
armas de fuego como táctica para purgar la masculinidad
de sus excesos. Por una razón que no se considera necesario
explicar, Frank posee un devastador rifle de repetición con
el que simbólicamente castra a Shephard al volarle la mano
en 1969; en el tercer presente de 1999, un ya anciano Frank
no duda en acabar a tiros con la masculinidad indeseable
que Shephard representa, consolidándose así en su encarnación del padre modélico muy al estilo americano.
También muy americano es el uso del béisbol como
vínculo paterno-filial, motivo que no es menos significativo por estar muy manido. Hasta hace relativamente pocos
años se pensaba que la implicación paterna en el desarrollo emocional y cognitivo de los hijos era sustancialmente
inferior a la de la madre, pero según demuestran diversos
estudios centrados en bebés, «La habilidad del padre como compañero de juegos es uno de los principales indicadores del desarrollo cognitivo de los niños» (Parke, 1996:
162). El hecho de que John deje de jugar al béisbol cuando
166
SARA MARTÍN
muere su padre y de que sólo recupere el interés en el juego al recuperar también a su padre es, pues, un indicador
no sólo de que Frank siente una pasión personal por el
juego que lo caracteriza a ojos de su hijo, sino también de
que al implicarlo le está transmitiendo herramientas esenciales para su desarrollo como hombre. El partido final de
béisbol resulta ser así pues toda una reivindicación de lo
que Leslie Fiedler criticaba. Si para él lo malo de los hombres americanos es que siempre quieren ser «uno de los
chicos», para Emmerich no hay nada criticable sino más
bien encomiable en el hecho de que, como afirma su comprensiva esposa, Frank no es sino un niño grande que
adora jugar al béisbol: disfrutar del juego, se nos dice, es
parte de ser un buen padre. Y así es, sin duda, ya que sin
ese espacio lúdico, en el que sin ser necesariamente inmaduro el padre puede ser tan infantil como el hijo, no se
puede cimentar la complicidad intergeneracional ni vivir
una plena paternidad.
CONCLUSIONES
El cine de Hollywood tiene la capacidad de generar películas que revelan con toda candidez preocupaciones
centrales en la construcción de la masculinidad americana y, seguramente, occidental. Esa candidez, producto de
sus carencias a la hora de profundizar en las reflexiones
que inicia, es no obstante un valor positivo ya que permite hacer un seguimiento constante del modo en que
evoluciona la masculinidad. Al ser relativamente sencillas de decodificar, las películas de Hollywood posibilitan
la construcción de un discurso crítico coherente con la
realidad que retratan, aunque ésta se represente a través
de la fantasía, como ocurre en la saga de Lucas.
Participar en la construcción de este modelo crítico es tan
fundamental para los hombres como para las mujeres, cualquiera que sea su orientación sexual. No se trata de rechazar
de plano todo lo que Hollywood dice sobre la paternidad
como muestra de una industria cinematográfica patriarcal,
sino de analizar su discurso para crear una nueva pedagogía
DE
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167
sobre la masculinidad y para crear alternativas en cuanto a
la creación cinematográfica se refiere. Por una parte, ni los
espectadores ni los críticos masculinos tienen suficientes herramientas conceptuales para examinar qué tipo de representación de la masculinidad les ofrece Hollywood, al asumir en demasiados casos que las películas se refieren a lo
humano en general más que a lo masculino específico. Por
otra, las más escasas espectadoras y críticas femeninas (y feministas) suelen caer a menudo en la trampa del rechazo
frontal a las películas centradas en la masculinidad –que
ellas sí ven como casos específicos– sin asumir que el exagerado interés en lo masculino sólo se puede equilibrar escribiendo, dirigiendo y viendo películas sobre mujeres.
En cuanto a la relación paterno-filial, hay que completar
el vastísimo mapa de su presencia en el cine de Hollywood
y darle una visibilidad de la que carece: es sorprendente
cómo de tan obvia su presencia pasa inadvertida, al estilo
de la carta robada de aquel famoso cuento de Edgar Allan
Poe. Hay que subrayar, además, las omisiones en su representación: el cine de Hollywood ha dicho, por ejemplo,
muy poco sobre la paternidad en referencia a los hijos homosexuales o a las hijas (sean heterosexuales o lesbianas),
o sobre temas como la adopción, la paternidad gay, y el largo etcétera que cae fuera de la masculinidad heterosexual
conservadora. Y, sobre todo, hay que preguntarse por qué
Hollywood necesita de tramas míticas, como en La guerra
de las galaxias, y de la fantasía, como en Frequency, para
provocar la emoción en el espectador masculino. Quizás el
mayor reto sea conquistar del todo para ese espectador que
rehuye el cine intimista, identificado con el sentimentalismo femenino e incluso el melodrama, un territorio cotidiano (tal vez en la línea de lo que la televisión sí ha conseguido en series humorísticas como Frasier, mucho menos
en hipócritas sátiras conservadoras como Los Simpson) en
el que pueda ver reflejada su vida y en el que, sobre todo,
tratar la paternidad no excluya tratar la maternidad ni requiera grado alguno de misoginia.
168
SARA MARTÍN
EJERCICIOS
Los siguientes ejercicios son invitaciones a redactar ensayos críticos según el modelo propuesto en los casos de
estudio. No hay, por lo tanto, una respuesta correcta, sino que hay que tomarlos como oportunidades para articular un discurso propio basado en la argumentación sólida apoyada en el análisis textual minucioso.
1. Utiliza el buscador de «keywords» en la base de datos
en internet The Internet Movie Database (http://www.
imdb.com) e introduce la expresión «mother-daughterrelationship». Intenta encontrar 10 películas que reconozcas y comenta qué tipo de relación retratan en contraste con las paterno-filiales descritas aquí.
2. La obra de William Shakespeare Hamlet ha sido llevada al cine por directores tan dispares como Franco Zefirelli (1990, con Mel Gibson en el papel principal), Kenneth Branagh (1996, también protagonista como
Hamlet) y Michael Almereyda (2000, con Ethan Hawke).
Como es bien sabido la trama narra el proceso por el
cual el joven príncipe Hamlet, acuciado por el fantasma
de su padre, asume la necesidad de vengar su asesinato a
manos del nuevo rey, su tío Claudio, quien además se ha
casado con la reina viuda Gertrudis. Escoge una de estas
versiones y analiza de qué modo la historia de Hamlet
refleja tensiones en torno a la relación padre-hijo en la
actualidad: ¿qué hace en estas nuevas versiones que
Hamlet retrase su venganza?, ¿qué relación establece con
su tío Claudio en su papel de padrastro?
3. La película estadounidense En busca de la felicidad
(The Pursuit of Happyness, 2006), dirigida por el italiano
Gabriele Muccino, narra la historia real de un padre
afroamericano soltero y sin techo, Chris Gardner, que
supo salir de la miseria en los años 80 hasta convertirse
en un reputado hombre de negocios sin dejar de ser, sobre todo, un buen padre. Su excelente interpretación del
DE
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papel de Gardner le deparó a Will Smith, acompañado
por su propio hijo Jaden como el pequeño Christopher,
no sólo una candidatura al Oscar sino también la oportunidad de reforzar su imagen pública como nuevo modelo de masculinidad afroamericana, imagen basada en
gran parte en su aparente éxito como padre y marido.
Comenta qué grado de impacto pueden tener la película
y los modelos que Gardner y Smith ofrecen del nuevo
sueño afroamericano entre la población masculina de
esta comunidad, que sufre de un alto índice de abandono del hogar por parte de los padres.
tiempo del debido. Fue entonces cuando me di cuenta de que lo
que decías era imposible y me sentí estúpido por haber confiado
en ti. Eres como Santa Claus y el Conejo de Pascua, encantador
pero falso.
E: Crees que soy un falso.
W: Sólo en la superficie, Papá, pero es que es todo lo que veo. Mira, estoy a punto de tener un hijo propio y me moriría si pasara
su vida entera sin entenderme.
E: ¿Te morirías, eh? ¿Qué quieres, Will? ¿Quién quieres que sea?
W: Sé tú mismo. Bueno, malo, todo. Por una sola vez, simplemente enseñame quién eres.
E: No he sido otra cosa que yo mismo desde el día en que nací. Y
si no lo sabes ver, ¡el fallo es tuyo, no mío!
4. En la película británica Billy Elliot (Stephen Daldry,
2000), un chaval de clase obrera apasionado por el ballet
logra persuadir a su padre minero para que le permita
seguir una carrera profesional como bailarín. Jackie, el
padre, se resiste al temer, sobre todo, que su hijo sea homosexual, pero cede ante su firme vocación cuando se
confirma que no lo es. Comenta este aspecto de la película junto al hecho de que el desarrollo del talento de
Billy supone también su entrada en un mundo culturalmente ajeno al de su padre.
Ve la película y comenta esta conversación intentando
responder qué modelo paternal le ofrece Edward a su hijo y a qué se debe su singular visión autobiográfica.
5. El director americano Tim Burton narra, en su atmosférica película Big Fish (2003), basada en la novela de
Daniel Wallace (1998), la agonía de Edward Bloom y su
reconciliación con su hijo William, distanciado del padre
al no saber a qué atenerse respecto a la fantástica versión
que éste da de su vida (y que vemos en pantalla). En la
siguiente escena William manifiesta explícitamente su
desazón frente a este «iceberg», según sus palabras, del
que dice conocer una pequeña porción:
W: Papá, no tengo ni idea de quién eres porque jamás me has narrado un solo hecho.
E: Te he contado mil hechos, Will. Eso es todo lo que hago: ¡cuento historias!
W: Tú cuentas mentiras, Papá. Cuentas mentiras divertidas. Los
cuentos que le cuentas a un crío de 5 años a la hora de acostarlo
no son elaboradas mitologías que mantienes cuando tu hijo tiene
10, 15, 20 o 30 años. Yo te creía. Creí en tus historias mucho más
170
SARA MARTÍN
DE
PA D R E A H I J O
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Atrápame si puedes (Catch Me If You Can). Steven Spielberg, EEUU, 2002.
Big Fish. Tim Burton, EEUU, 2003.
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Gran Bretaña, 2000.
Camino a la perdición (The Road to Perdition). Sam Mendes, EEUU, 2002.
En busca de la felicidad (The Pursuit of Happyness). Gabriele Muccino, EEUU, 2006.
Frequency. Gregory Hoblit, EEUU, 2002.
Full Monty. Peter Cattaneo, Gran Bretaña, 1997.
Guerra de las galaxias, La (Star Wars, saga): La guerra de
las galaxias (Star Wars, George Lucas, EEUU, 1977), El
imperio contraataca (The Empire Strikes Back, Irvin
Kershner, EEUU, 1980), El retorno del Jedi (The Return
of the Jedi, Richard Marquand, EEUU, 1983), La amenaza fantasma (The Phantom Menace, George Lucas,
EEUU, 1999), El ataque de los clones (Attack of the Clones, George Lucas, EEUU, 2002), La venganza de los Sith
(The Revenge of the Sith, George Lucas, EEUU, 2005).
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Kramer contra Kramer (Kramer vs. Kramer). Robert Benton, EEUU, 1979.
Lone Star. John Sayles, EEUU, 1996.
Mundo perfecto, Un (A Perfect World). Clint Eastwood,
EEUU, 1993.
Sra. Doubtfire, papá de por vida (Mrs. Doubtfire). Chris
Columbus, EEUU, 1993.
Terminator 2: El juicio final (Terminator 2: Judgement
Day). James Cameron, EEUU, 1991.
Transamerica. Duncan Tucker, EEUU, 2005.
174
SARA MARTÍN
IV. Televisión
DE
PA D R E A H I J O
175
IV
GÉNERO Y ESTUDIOS
TELEVISIVOS
Televisión
Resumen
La representación de la mujer en la televisión ha sufrido una notable evolución en las últimas décadas, pero aún se encuentra caracterizada en muchas ocasiones por la discriminación y la exclusión. Tras una introducción de corte teórico, se analizará la
cuestión en los marcos de los programas informativos, la publicidad y las series de ficción.
INTRODUCCIÓN: GÉNERO Y TELEVISIÓN, EL
NACIMIENTO DE UNA TEORÍA
Introducción:
Género y televisión,
el nacimiento de
una teoría
177
¿Hombre sujeto,
mujer objeto?
186
Mujeres reales,
mujeres catódicas
199
Ejercicios
216
Bibliografía
223
ESTUDIOS DE GÉNERO: BREVE REPASO HISTÓRICO
A lo largo de las últimas décadas del siglo XX, el movimiento de liberación de las mujeres, articulado en la
que se denomina en Europa su tercera ola, comenzó a
dar frutos más allá de la militancia, el asociacionismo y
el debate interno de los colectivos implicados en la lucha. A partir de los años 80 se asientan con fuerza en el
mundo académico los Estudios de la(s) Mujer(es). Colocando la experiencia femenina en el centro de la discusión y de las investigaciones con ánimo no sólo de
analizar la sociedad y el conocimiento, sino de transformarlos, esta nueva área se va ampliando hasta convertirse en transversal: al día de hoy existen estudios de
este tipo en prácticamente todas las disciplinas. En el
Primer Mundo, conseguida la igualdad legal y abierta la
puerta al conocimiento situado2 y al género como variable de análisis en la mayor parte de los países, los Estudios de las Mujeres han logrado colocar la experiencia femenina al mismo nivel que la de los varones,
C a s c a j o s a , C o n c e p c i ó n y M a r t a Fe r n á n d e z , « G é n e r o y
e s t u d i o s t e l e v i s i v o s » . E n I s a b e l C l ú a (e d . ) , G é n e r o y
cultura popular. Barcelona: Edicions UAB, 2008.
177
2 Término tomado de la
teórica feminista Donna Haraway, que en la línea de
cuestionamiento de los universales del discurso dominante habla del «conocimiento situado» y la «perspectiva
parcial», donde la situación
(geográfica, personal, cultural, económica, de género,
etc.) y la experiencia subjetiva
de quien analiza la realidad
son explícitas y forman parte
del valor de su análisis frente
a la pretendida objetividad,
imposible de cumplir al cien
por cien, de las formas de conocimiento tradicionales.
2 Para más información
sobre la evolución de los
Estudios de las Mujeres como disciplina y su situación
en la Universidad española,
véase <http://www.audem.
com>.
Discurso androcéntrico.
Discurso basado en parámetros masculinos que se
toman como universales,
construyendo como desviada y «otra» cualquier experiencia alternativa a la del
varón heterosexual: el hombre como medida de todas
las cosas.
Men’s Studies y Queer Studies. Disciplinas de reciente
creación en el mundo anglófono y que comienzan a
desarrollarse también en
España. Los Men’s Studies
analizan la masculinidad y
sus consecuencias personales y políticas de una forma
crítica, como viene haciendo el feminismo con la
construcción del género en
un sentido amplio. Los
Queer Studies se articulan a
partir de la experiencia homosexual, lesbiana, bisexual
y transexual, y cuestionan
la categoría de género para
dando paso así a lo que ya se llama Estudios de Género,
donde la construcción social de la identidad tanto femenina como masculina (además de terceros géneros y
otras alternativas en algunas culturas) y sus consecuencias políticas, económicas, culturales, etc., continúan
siendo focos de atención.
La primera ola del movimiento feminista se corresponde con el
feminismo ilustrado (s. XVIII); la segunda ola con el feminismo
sufragista (primeras décadas del s. XX) y la tercera ola con el
feminismo sesentayochista.2
Para comprender la relevancia del nacimiento de esta
nueva forma de construir el conocimiento y de entender
el mundo es fundamental no perder de vista la interrelación que ha existido desde los inicios del movimiento de
liberación de las mujeres entre la teoría y la praxis feministas. Ana de Miguel, experta en movimientos sociales,
defiende la idea de que las dos facetas son igualmente
importantes y se retroalimentan: mano a mano, teóricas
y activistas han logrado construir un «sujeto colectivo»
que aúna teoría y práctica, y que se refuerza cada día
más, a partir de los logros académicos, políticos y sociales de todo el conjunto. Es el feminismo, tanto en su lado
político como en el teórico, el que ha logrado abrir una
brecha en el discurso androcéntrico5 tradicional, dejando paso también a otras formas de analizar la realidad
que consideran variables de diferencia íntimamente relacionadas con el género, como pueden ser los Men’s Studies o los Queer Studies.5
Los centros pioneros en Men’s y Queer Studies han sido, sin duda,
los estadounidenses. Se puede repasar su actividad, oferta formativa y contribuciones hasta la fecha en: <http://www.mensstudies.org/>; <http://www.lgbtcampus.org/resources/lgbt_studies.
html>; <http://people.ku.edu/~jyou-nger/lgbtqprogs.html>.
La aportación fundamental de los Estudios de la(s)
178
CONCEPCIÓN CASCAJOSA
Y
M A R TA F E R N Á N D E Z
Mujer(es) y del Género como derivación teórica del movimiento feminista de base es, por lo tanto, la elaboración de lo que se ha dado en llamar «perspectiva de género»: un marco interpretativo que, partiendo de la
conceptualización del género como una estructura de
poder, logra hacer visibles fenómenos de desigualdad
que desde otras perspectivas eran considerados «naturales» o no eran tenidos en cuenta en absoluto. Como explica Rosa Cobo, «la teoría feminista pone al descubierto
todas aquellas estructuras sociales y mecanismos ideológicos que reproducen la discriminación o exclusión de
las mujeres de los diferentes ámbitos de la sociedad»
(Cobo, 2004: 14). Haciéndolo, este tipo de estudios no
sólo pretende completar un proceso de visibilización y
de denuncia, sino también poner en marcha uno de
cambio en el que el género deje de implicar jerarquización y desigualdad o incluso llegue a desaparecer por
completo como principio organizador a nivel social, cultural y simbólico.
GÉNERO Y TELEVISIÓN: UN NUEVO PARADIGMA DE
ANÁLISIS PARA UNA NUEVA REALIDAD
Uno de los grandes caballos de batalla del feminismo
desde comienzo del siglo XX ha sido la (re)presentación
de las mujeres en los medios de comunicación. Manteniendo la tendencia de retroalimentación entre teoría y
praxis, el mundo académico sensible al género también
ha querido hacerse eco de esta preocupación. De esta
forma, la variable diferencial masculino/femenino se ha
aplicado a los mass media, especialmente a la prensa escrita y la televisión, o más recientemente, a internet
como nuevo medio de comunicación e información
y como fuente de novedosas estrategias publicitarias.
Asuntos como la existencia de publicaciones «femeninas» que perpetúan imágenes tradicionales de las mujeres (Juana Gallego, Mujeres de papel) o el tratamiento
desigual de hombres y mujeres en la información (Amparo Moreno, El arquetipo viril protagonista de la histo-
GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
179
tratar de introducir nuevas
variables en el análisis de la
identidad y la opción sexual.
ria) aparecen en estudios de finales la década de los 80
y de principios de los 90 en España. Más recientemente,
otros temas se han añadido a éstos que fueron pioneros, y han comenzado a elaborarse análisis críticos sobre la representación de la mujer en la publicidad (Irene García Reyes, La mujer sujeto y objeto de la
publicidad en televisión) o en las series de la pequeña
pantalla (Elena Galán, La imagen social de la mujer en
las series de ficción), la capacidad de decisión en las empresas mediáticas (Isabel Menéndez, El 4º poder, ¿un
poder de mujeres?), o el tratamiento de temas específicos como la violencia de género (Nuria Varela, Íbamos a
ser reinas).
De entre todas las temáticas citadas, posiblemente las
relacionadas con la televisión sean las que mayor interés
suscitan entre el público en general y entre un alumnado
de facultades de Comunicación que ha tenido una educación marcadamente audiovisual. Algunos de los temas de
mayor presencia teórica dentro de los estudios de género
en televisión en la actualidad son, entre otros: el concepto
de «lenguaje sexista» y su aplicación práctica en informativos y otros programas; la imagen de mujeres, hombres y
menores en los anuncios publicitarios; la relación entre
las audiencias, sus valores y la producción de programas,
y la dialéctica realidad/representación/ficción que entra
en juego en todo tipo de productos televisivos, incluidos
los informativos. En este sentido, algunas de las propuestas de análisis que aparecen en las corrientes de pensamiento tradicionales tienen especial valor y potencial de
adaptación para los estudios de género y televisión, en especial aquellas que se sitúan claramente a un lado u otro
del gran debate sobre si la televisión es un reflejo de la
rea lidad o si, por el contrario, es una herramienta de
creación de realidad(es) en sí misma. Los trabajos feministas se han venido decantando claramente por la opinión, defendida por teóricos como Umberto Eco, de que
la televisión no se limita a actuar como espejo de unos
hechos concretos, sino que produce a su vez realidades
que acaban por convertirse en verdades para el público.
180
CONCEPCIÓN CASCAJOSA
Y
M A R TA F E R N Á N D E Z
De esta manera, como ya se afirma de manera informal,
«lo que no sale en la tele no existe». Juana Gallego es categórica en este punto: «los medios nunca, ni antes ni ahora, han sido un reflejo de la realidad» (Gallego, 2006: 13).
En los años 80 del siglo XX , Jean Baudrillard entró
en el debate teórico sobre los mass media desde una
postura fatalista. El teórico francés hablaba de la pasividad del espectador/a y de un mundo dominado por
los medios en el que éstos construían una realidad alternativa que terminaba por reemplazar a la realidad
misma. También en esa década, Christian Doelker sugería una definición de los medios de comunicación
como «elementos constitutivos de nuestra realidad», y
destacaba la existencia de determinadas estrategias que
se ponen en marcha para dominar esa realidad (Doelker, 1982: 9). En los años siguientes, los teóricos y teóricas que han seguido desarrollando el marco posmoderno y/o feminista han apuntado hacia el poder de
(de)formación que posee la televisión, a la que Giovanni Sartori llega a llamar «la primera escuela del niño» (Sartori, 1998: 37), hacia su capacidad para condicionar la percepción del mundo que mujeres y
hombres elaboramos en nuestro día a día, y hacia la
enorme relevancia de la ideología en la selección de
materiales susceptibles de emitir. Sartori insiste en Homo Videns: «la televisión invade toda nuestra vida, se
afirma incluso como un demiurgo. Después de haber
“formado” a los niños continúa formando, o de algún
modo, influenciando a los adultos por medio de la “información”» (Sartori, 1998: 65). En la misma línea y
añadiendo al debate un factor que es ya fundamental
para la teoría de género –el poder–, Jeremy Butler explica cómo la televisión enfatiza determinados significados y valores y desatiende otros, construyendo así
una jerarquía directamente relacionada con el discurso
dominante: «Hay un patrón o estructura implícita en
los significados que ofrece la televisión. Esa estructura
tiende a apoyar a quienes están en posiciones de poder
económico y político en una sociedad concreta» (Bu-
GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
181
2 En la misma dirección,
Mary Ellen Brown propone
una lectura positiva de las
telenovelas, producto muy
criticado en general desde
los estudios de género por
las imágenes retrógradas de
mujeres y hombres que suelen mostrar. Estudiando la
recepción de los culebrones,
Brown rastrea la posible
función de estos productos
televisivos como nexo de
unión entre mujeres, por el
interés común que crean y la
interacción entre iguales que
llegan a generar. Esta teórica
defiende el valor de la experiencia femenina y de la
conversación informal entre
mujeres, así como el carácter
positivo de la intimidad entre unas espectadoras que
habitualmente reciben mensajes de competición y hostilidad entre individuas
(Brown, 1997: 225). Reforzando estas ideas, Cristina
Peña-Marín recordaba en
una ponencia reciente cómo
al reunirse para ver y hablar
de los «culebrones» las mujeres se expresan libremente,
expanden sus conocimientos estratégicos y desarrollan
su capacidad para la ironía y
la crítica (Peña-Marín, 2006:
7).
tler, 2002: 7; traducción de las autoras).
En su análisis sobre la relación entre televisión e ideología, Butler introduce un elemento de optimismo que
casa a la perfección con el ánimo transformador de los
estudios de género: tras hablar del patrón de dominación que subyace a las programaciones de la pequeña
pantalla, sugiere que «siempre hay espacio para significados contrarios» (Butler, 2002: 7; traducción mía). Es
decir, incluso en la miríada de valores, imágenes y significados tradicionales que la televisión emite veinticuatro horas al día, cabe la posibilidad de encontrar alguna
alternativa y de construir un contradiscurso del lado de
la recepción. Este potencial de respuesta activa por parte del público contradice la idea de pasividad que postulaba Baudrillard y abre la puerta a una nueva relación
entre texto (televisivo) y lector/a (espectador/a) que la
teoría feminista no quiere desaprovechar. Así, por ejemplo, Lidia Curti sugiere la posibilidad de releer los estereotipos sexistas desde un ángulo distinto y defiende el
papel activo del público como agente decodificador de
significados: «Hay mucho que decir sobre el uso y el
abuso de los estereotipos en la narrativa televisiva», escribe Curti, porque «todo puede ser leído de otra manera» (1992: 144).2
El mismo deseo de cuestionar y reformar los mecanismos tradicionalmente activados en la comunicación
televisiva anima las propuestas hechas desde los estudios de gcénero para otros elementos del proceso. Si
Curti, Brown o Peña-Marín se fijan únicamente en el
grupo receptor, autoras como Ana Sánchez Bello, Juana
Gallego o María José Sánchez Leyva y Carmen Caffarel
Serra centran la atención en otros puntos de la cadena,
exigiendo responsabilidades a los grupos emisores del
mensaje (programadores/as, ejecutivos/as de cadena,
políticos/as con responsabilidades en esta área, etc.).
Sánchez Bello sentencia sin ambages que «[l]os massmedia en la actualidad no están cumpliendo con [la]
función democrática» de garantizar «una información
rigurosa e integradora de todas las perspectivas socia-
182
CONCEPCIÓN CASCAJOSA
Y
M A R TA F E R N Á N D E Z
les» (Sánchez Bello, 2004: 24), y recuerda que las conferencias internacionales de Bangkok (1994) y Toronto
(1995) sobre mujeres y medios de comunicación elevaron en su momento peticiones de un tratamiento más
justo de las ciudadanas en la prensa, radio y televisión
que las (re)presentan (Sánchez Bello, 2004: 27). Añadiendo un factor más al análisis, Gallego denuncia la
enorme desigualdad en los cargos principales de las empresas mediáticas, que se agudiza más a medida que se
sube en la pirámide jerárquica.2 Sánchez y Caffarel suman una pieza más al rompecabezas de la igualdad en
los medios al afirmar que éstos «nos suministran conocimiento sobre el mundo» y que son «el principal vehículo de transmisión en conocimientos y generación de
identidades» (Sánchez y Caffarel, 2004: 209), lo que hace recaer una enorme responsabilidad en todas las personas que producen los mensajes que la televisión y
otros mass media ofrecen a la población en general, y
muy particularmente a los grupos sociales más vulnerables o vulnerados, como las mujeres.
La reflexión sobre la representación del género en la televisión no puede entenderse tampoco completamente
desligada de la cuestión de quiénes han sido los que, ya
sea desde posiciones ejecutivas o creativas, se han encargado de llevar los productos audiovisuales a la pequeña
pantalla. La industria televisiva ha seguido, como el resto
de las industrias culturales, un ritmo demorado respecto
a la incorporación de la mujer. Históricamente, los principales puestos ejecutivos y creativos eran exclusivamente
ocupados por hombres, una realidad que sólo se ha visto
modificada en parte. Por su importancia cualitativa dentro de la industria televisiva, estudios realizados en el ámbito norteamericano son un claro indicativo de ello. Uno
reciente realizado por la profesora Martha Lauzen de la
Universidad de San Diego indicaba que, en la temporada
televisiva 2003-2004, sólo un 25% de las principales posiciones creativas fueron ocupadas por mujeres. La diversificación y fragmentación del mercado televisivo con el
desarrollo de los canales de cable y cadenas de pequeño
GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
183
2 Según Gallego, en el año
2002 un 77,3% de los cargos estaban ocupados por
varones, siendo aparentemente la prensa escrita –inmediatamente por detrás de
la televisión– el sector más
reacio a la incorporación
femenina (Gallego, 2004:
57).
Gendercasting. Supone
orientar la programación a
un determinado género en
lugar de a la población en
su conjunto, como ha realizado tradicionalmente el
broadcasting. Lifetime utilizó el slogan «Televisión para mujeres» entre 1995 y
2005, y su senda fue seguida
por los canales de cable
Oxygen Network (desde
1988) y WE: Women’s Entertainment (desde 2001).
tamaño, han venido a favorecer la llegada de mujeres a lo
alto del escalafón de poder.
Pioneras en los escalafones de poder
Entre las pioneras destaca el caso de Kay Koplovitz, fundadora y
presidenta en 1977 del canal de cable USA Networks y Betty Cohen, fundadora de Cartoon Network en 1992. Curiosamente Lifetime, la primera cadena en apostar por el gendercasting5 femenino, no contó con una mujer al frente, Carole King, hasta
1999. En cuanto a las cadenas de onda hertziana, Lucie Galhany
fue nombrada en 1993 presidenta de la cadena Fox, ocupando
una posición homóloga en UPN entre 1994 y 1997. Su senda ha
sido seguida por Dawn Ostroff, también presidenta de UPN y actualmente de la cadena The CW, la cadena resultante de la fusión de UPN y WB. Pasando al caso de España, Pilar Miró se
convirtió, en 1986, en la primera mujer en ocupar la dirección
general de RTVE, siendo seguida por Mónica Ridruejo en 1996 y
por Carmen Caffarel en 2004. Respecto a las cadenas autonómicas de televisión que operan en el Estado español desde 1983,
y que suman ya la docena, sólo una ha contado con una directora general: la Ràdio i Televisió de les Illes Balears, al frente de la
cual se colocó María Umbert tras su constitución en 2004.
2 En el periodo fundacional, los nombres más destacados fueron los de las populares actrices Loretta
Young, presentadora y productora de The Loretta
Young Show (NBC: 19531961), e Ida Lupino, directora de más de cincuenta
episodios de series de género como The Rifleman
(ABC: 1958-1963). Joan
Harrison, productora de
Alfred Hitchcock Presents
(CBS: 1955-1960), y D.C.
Fontana, guionista de Star
Trek (Star Trek, la conquista
del espacio, NBC: 19631969), ocuparon posiciones
creativas centrales pero su
trabajo original como secretarias de Hitchcock y
Roddenberry respectivamente les privó de lograr el
reconocimiento público. En
las décadas siguientes comenzaron a producirse hitos que ejemplificaron un
cambio de tendencia: Joan
Ganz Cooney creó en 1968
la productora sin ánimo de
lucro Children’s Television
Workshop, responsable del
Un repaso a la historia televisiva de Estados Unidos
demuestra que, hasta la última década, no ha sido habitual encontrar mujeres en las principales posiciones creativas del medio.2 Respecto a la industria televisiva española, la presencia de mujeres en posiciones creativas ha
sido hasta fechas muy recientes bastante escasa: Pilar Miró y Josefina Molina, que se formaron como realizadoras
en dramáticos como Novela (TVE: 1962-1979) y Estudio 1
(TVE: 1965-1985), o Ana Diosdado, en su doble calidad
de escritora y actriz, fue la artífice principal de Anillos de
oro (TVE: 1983) y Segunda enseñanza (TVE: 1986). En el
momento actual, diversas empresas productoras independientes de contenidos son el principal elemento dinamizador del mercado, creando un caldo de cultivo que ha
permitido florecer a una generación de directoras, guionistas y productoras ejecutivas. Entre ellas podemos destacar a Esther Jiménez, productora ejecutiva delegada de
El comisario (Telecinco: 1999-) y Petra Delicado (Telecin-
184
CONCEPCIÓN CASCAJOSA
Y
M A R TA F E R N Á N D E Z
co: 1999); la también dramaturga Yolanda García Serrano, directora y guionista de Abuela de verano (TVE1:
2005)o Diana Laffond, creadora de Motivos personales
(Antena 3: 2005).
La paulatina importancia de las mujeres en el mundo audiovisual ha sido paralela a la creación de asociaciones profesionales específicas. Una de las pioneras fue la AWRT (American Women in Radio and Television), fundada en 1951. En Gran Bretaña
la WFTV (Women in Film and Television) no nació sino hasta
1990. España también cuenta con una asociación profesional
similar, CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales), creada en 2006 con Josefina Molina como Presidenta de Honor.
Estos nuevos temas de interés y tendencias de cambio
que se observan en todo el proceso de creación y recepción del producto televisivo están íntimamente relacionados con la teoría y la praxis feministas y son, lógicamente,
el resultado de una realidad concreta. La situación de
mujeres y hombres ha cambiado mucho en las últimas
décadas, y en nuestro país se han dado avances legales y
sociales que no pueden dejar de tener su efecto: la legalización del matrimonio homosexual, por ejemplo, ha provocado una mayor visibilidad de parejas e individuos con
identidades sexuales y de género que se apartan de lo habitualmente representado en las programaciones tradicionales; la aprobación de la Ley de Igualdad entre Mujeres y Hombres conlleva medidas de incorporación al
mercado laboral en igualdad de condiciones para los y las
profesionales (también los/as de los medios), al tiempo
que insiste en las medidas educativas y en la necesidad de
difundir imágenes equilibradas de los dos sexos, acciones
estas últimas en las que la televisión jugará un papel clave. Además, las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación han permitido la proliferación de cadenas
privadas, canales temáticos, televisión interactiva, en el
móvil, vía internet, y otros formatos que abren vías inesperadas para productoras, celebridades, profesionales y
GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
185
formato Sesame Street; en
1976 la periodista Barbara
Walters se convirtió en la
primera mujer en presentar
un informativo nocturno, y
en 1986 comenzó The
Oprah Winfrey Show, gracias al cual su creadora
Oprah Winfrey edificó un
imperio cultural. Poco a
poco empezaron a ser habituales las mujeres que asumían el control creativo de
series de ficción. Hoy, la
presencia de mujeres como
principales responsables de
programas se mantiene limitada pero estable, con
ejemplos más recientes como los de Carol Mendelsohn con CSI: Crime Scene
Investigation (CSI, CBS:
2000-), Ann Donahue con
CSI: Miami (CBS: 2002-),
Amy Sherman-Palladino
con Gilmore Girls (WB:
2000-2006, The CW: 20062007) y Shonda Rhimes con
Grey’s Anatomy (ABC:
2005-), esta última la primera mujer afroamericana
en crear una serie de ficción
en una cadena estadounidense.
ejecutivos/as de la comunicación, teóricos/as, e incluso
para las propias audiencias.
¿HOMBRE SUJETO, MUJER OBJETO?
INTRODUCCIÓN: ALGUNOS CONCEPTOS CLAVE
En los análisis que las/os profesionales de los estudios televisivos y del género han venido elaborando a lo largo de las
últimas décadas hay algunos conceptos clave que es necesario manejar y que son aplicables tanto a la teorización sobre
informativos como sobre publicidad, las dos áreas que se
abordarán en esta sección. Aquí se comentarán estos conceptos, proporcionando referencias bibliográficas para profundizar en su estudio y dejando claro cuál es su utilidad
para la aplicación de la perspectiva de género como marco
epistemológico sobre los dos productos televisivos elegidos.
En primer lugar, y como idea básica que subyace a todo
el resto de conceptualizaciones, es necesario recordar el
concepto de discurso dominante, que en este marco teórico se refiere al pensamiento patriarcal y sus realizaciones a
través del lenguaje, los símbolos culturales, las prácticas
cotidianas, las leyes, la educación y todas las demás formas
de organización y comunicación social de los seres humanos, incluidos los mass media y, dentro de ellos, la televisión. En los estudios de género se parte de la idea de que la
sociedad occidental está construida sobre una serie de valores patriarcales –aquellos que presuponen y sostienen la
supremacía de los varones como grupo– que se consolidan gracias a una forma de construir el conocimiento puramente androcéntrica (como se apuntó más arriba, el saber que toma al hombre como medida de lo universal).
En el marco de este tipo de discurso, lo relativo a las
mujeres se concibe como desviado y en términos negativos: la mujer es todo aquello que el hombre no es. La teórica francesa Hélène Cixous incide en esta cuestión al
denunciar que el pensamiento patriarcal es estrictamente binario y se perpetúa sobre una serie de dicotomías
que no sólo contienen opuestos, sino que ocultan jerar-
186
CONCEPCIÓN CASCAJOSA
Y
M A R TA F E R N Á N D E Z
quías en las que el término asociado con lo femenino
siempre lleva las de perder. Así, por ejemplo, en los pares
«público/privado», «mente/cuerpo», «cultura/naturaleza», «razón/emoción» o «producción/reproducción» no
se trata sólo de que uno de los dos valores se asigne con
mayor asiduidad a hombres o a mujeres (los hombres se
han asimilado tradicionalmente al mundo de lo público,
de la cultura y de la razón, frente a la domesticidad y la
esclavitud del cuerpo y la naturaleza asociadas a lo femenino), sino de que el relacionado con lo masculino tiene
siempre connotaciones más positivas y un mayor reconocimiento y prestigio social. Y así sucesivamente, en toda una serie de dicotomías que nos han explicado el
mundo –simplificándolo– durante siglos y que el pensamiento feminista trata desde hace décadas de deconstruir y reconstruir de una manera más igualitaria.
Estrechamente ligado a la cuestión del pensamiento
binario y androcéntrico del patriarcado, y muy claramente relacionado con los estudios feministas sobre televisión, está el tema de la mirada2 y, por extensión, el del
tratamiento del cuerpo femenino y masculino. Ya en los
años 70 afirmaba John Berger que los hombres miran a
las mujeres y las mujeres se miran a sí mismas siendo
observadas. Una mujer, explicaba Berger, debe observarse a sí misma constantemente, porque su imagen la precede y la acompaña donde quiera que va. Su presencia
social está condicionada por su cuerpo y por la manera
en que la mirada dominante (masculina) lo lee en sus diferentes contextos. Así, la mujer, mediatizada siempre
por su presencia corpórea, se convierte en un objeto para
ser contemplado tanto por el hombre (sujeto) como por
su propia mirada (masculinizada), interiorizada a través
de la socialización.
Este aprendizaje de una forma de mirar determinada
por los valores masculinos (entendidos como universales) tiene que ver con otro concepto que conviene manejar a la hora de elaborar un análisis crítico con el tratamiento del género en cualquier producto cultural,
incluida la televisión: el patriarcado de consentimiento.
GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
187
2 Algunos textos clásicos
sobre el tema de la mirada
androcéntrica y otros asuntos relacionados de fácil
aplicación a los estudios televisivos son: de John Berger, Ways of Seeing (1972;
revisado y reeditado en
2003); de la teórica del cine
Laura Mulvey, Visual and
Other Pleasures (1989); y
desde el campo de la semiótica, Alicia ya no, de Teresa
de Lauretis (1984).
2 Como consecuencia del
patriarcado del consentimiento, una determinada
cantidad de mujeres asume,
por ejemplo, que vive permanentemente a dieta, castigando su cuerpo y su autoestima para adaptarse a
cánones de belleza imposibles, «porque quiere». Asimismo, ciertas pacientes
asiduas a cirujanos plásticos
afirman que se someten a
una operación de estética
tras otra «porque así lo desean ellas», y no porque el
sistema las presione para
estar siempre hermosas y
jóvenes. De la misma forma, se culpa a las madres de
los desmanes machistas de
sus hijos argumentando
que ellas los educan así
«por decisión propia», y no
porque ellas mismas hayan
estado sometidas a unos
parámetros educativos y socializadores no igualitarios
que no pueden dejar de
perpetuar si no se les dan
alternativas.
Teorizado por Alicia Puleo desde el feminismo y extrapolable a otros discursos dominadores –el colonial, por
ejemplo–, este concepto es clave para comprender determinados comportamientos de las mujeres como grupo.
El patriarcado de consentimiento se opone al de coerción, que es el sistema y/o discurso sexista que se impone
a través de la violencia. Cuando un grupo dominado
«consiente» en el sentido que le da Puleo, significa que el
dominador ha vencido. En el caso del género, esto implica que las mujeres como colectivo interiorizan los valores imperantes en su sociedad hasta el punto de adoptarlos como propios; es decir –en palabras de Victoria
Sendón– la dominada asimila las categorías de pensamiento del dominador.2
La televisión, especialmente a través de la publicidad,
es el máximo exponente de la consolidación del patriarcado de consentimiento: si las estrategias de venta funcionan, las consumidoras terminan realmente por creer
que son libres y eligen determinados cosméticos, productos adelgazantes o electrodomésticos «porque les da
la gana», cuando lo cierto es que bajo el discurso publicitario (y otros activados en la televisión a través de
programas de tipo «rosa», etc.) subyace toda una capa
de sexismo y manipulación materialista que se aleja
mucho del ideal de libertad, igualdad y democracia que
todo ciudadano y ciudadana debería perseguir.
Otra herramienta de ese discurso dominante que se
ha integrado a la perfección durante siglos en la mente
de hombres y mujeres por igual es el lenguaje sexista. La
forma de hablar y escribir tradicional, como puntal del
patriarcado, tiende a invisibilizar, cuando no a menospreciar e infravalorar, a las mujeres. Al día de hoy el debate está abierto, y existen posturas muy enconadas al
respecto, aunque comienzan a apuntarse algunos elementos de encuentro. Como han defendido varias autoras con un mayor o menor grado de radicalidad en sus
propuestas, el lenguaje ha de ser una de las áreas clave
de lucha para el movimiento feminista, porque configura nuestra visión de la realidad.2 Dice una frase ya tó-
188
CONCEPCIÓN CASCAJOSA
Y
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pica que «lo que no se nombra, no existe», y en el caso
de la experiencia femenina, esa inexistencia debida a
una ausencia de términos para nombrarla o a una falta
de voluntad para hacerlo viene ya de muy atrás. Para los
medios de comunicación y muy especialmente para la
televisión, que tan claro papel juega en la forma de configurar la realidad y de asignar importancia a personas y
acontecimientos, el uso de un lenguaje igualitarista que
no desprecie a las mujeres ni a ningún otro grupo tradicionalmente discriminado debería de ser una cuestión
principal. Sin embargo, no está claro que a fecha de hoy
las cadenas tengan un manual de estilo que considere el
sexismo lingüístico como un problema, y se observa una
cierta confusión entre «corrección política» y «lenguaje
visibilizador». En todo caso, es cierto que debido a la influencia de las últimas leyes sobre igualdad propugnadas por el gobierno y de la mayor presencia de mujeres
en cargos públicos y de responsabilidad gracias a las
medidas de potenciación de la democracia paritaria, comienzan a darse algunos pequeños signos de cambio.
Queda mucho por hacer pero, cuando menos, se ha
abierto la puerta al diálogo (a veces a la discusión agria)
y a las propuestas constructivas, y se han empezado a
elaborar libros de buenas prácticas más o menos preceptivos, estudios académicos y otros materiales alrededor de este asunto.
La utilización discriminatoria del lenguaje, unida a la
cuestión de la mirada del hombre-sujeto sobre la mujerobjeto (entendiendo «hombre» y «mujer» como categorías colectivas, no como individuos) y a la presión constante
de los usos y costumbres de todo un sistema patriarcal basado en las oposiciones binarias, da lugar a otros dos conceptos que es importante manejar para un análisis de productos televisivos como los informativos o la publicidad:
el arquetipo y el estereotipo. El primero se define en el
diccionario de la Real Academia Española (institución,
por cierto, muy criticada desde algunas áreas del feminismo por su actitud conservadora frente al lenguaje y sus
implicaciones de género) como un «modelo original y
GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
189
2 Algunas autoras españolas de referencia sobre la
cuestión del lenguaje son,
entre otras: Mercedes Bengoechea, Mª Ángeles Calero, Pilar García Mouton y
Eulàlia Lledó. Entidades e
instituciones que trabajan
sobre lenguaje no sexista y
han editado sus propias publicaciones al respecto son,
entre otras, el grupo NOMBRA, algunos Institutos de
la Mujer (País Vasco, Aragón, Asturias), el Gobierno
de Navarra o la Generalidad
de Cataluña.
2 Como explica Elvira Altés, los arquetipos (que
pueden y suelen desembocar en estereotipos) forman
parte del inconsciente colectivo y habitan en el mundo mítico de los sueños
(2004). Un arquetipo es por
ejemplo la esposa ideal, «reposo del guerrero», de los
antiguos poemas épicos. El
propio guerrero que se casa
con esta mujer ideal es también un arquetipo, en este
caso típicamente masculino: valiente, honorable,
aventurero, amante…
22 A todo el mundo se le
ocurrirán, sin hacer demasiado esfuerzo, frases que
claramente activan estereotipos, como las terriblemente prejuiciosas, pero
también típicas «los negros
tienen más ritmo» o «corren más»; «los gitanos no
saben vivir en pisos»; «a la
hora de criticar, las mujeres
son las peores»; «los hombres sólo piensan en una
cosa», etc.
22 2 Sobre arquetipos,
estereotipos y construcción
de la realidad en función
del género véanse, entre
otros, los siguientes títulos:
de Peter L. Berger y Thomas
Luckmann, La construcción
social de la realidad (1991);
de Estela Welldon, Madre,
virgen, puta. Idealización y
denigración de la maternidad (1993); y de Christine
Bard (ed.) Un siglo de antifeminismo (2000).
primario en el arte u otra cosa»; además de como una «representación que se considera modelo de cualquier manifestación de la realidad». Es decir, un arquetipo es una
imagen idealizada, no situada históricamente y, por ello,
también inmutable.2 Una característica fundamental de
este tipo de imágenes irreales, como productos que son
del pensamiento binario patriarcal, es que siempre incorporan un segundo elemento marcado en negativo: si hay
un bueno debe haber un malo, como nos deja claro el cine
comercial de Hollywood; a la virgen se le contrapone la
puta; a la madre ideal, la mala madre al estilo de Medea.
Estas imágenes se adaptan a la cultura imperante y se
moldean a gusto de cada sociedad, poniendo en juego, como comenta también Altés, «rasgos, atributos y tipos de
conducta que se originan y refuerzan mediante la interacción social, y cuyo objetivo es reflejar los roles que los grupos deben desempeñar en la sociedad» (2004: 41).
El estereotipo, como consecuencia cultural de los arquetipos originales, se constituye también sobre una
imagen que no se ajusta a la realidad. Se trata de un cliché simplificado que trata de explicar fenómenos y comportamientos. La estereotipia se acerca peligrosamente al
prejuicio, porque asigna etiquetas a colectivos, concibiéndolos como un todo sin divisiones internas, y condiciona las creencias que una sociedad acaba teniendo sobre un determinado grupo.22
Ni qué decir tiene en este punto que tanto los arquetipos
como los estereotipos acarrean en nuestra cultura una fuerte carga de género.222 Los informativos, los programas
de entretenimiento y, muy especialmente la publicidad y las
series de ficción en televisión, son pozos inagotables de arquetipos y sus estereotipos derivados: el macho-macho; el
homosexual «con pluma»; la mujer de bandera; el patito
feo que termina convertido en bello cisne; la suegra insoportable; el padre dominador; «la otra». Es éste un campo
de trabajo en el que todavía queda mucho por hacer, como
se pondrá de manifiesto en las próximas secciones y en las
actividades propuestas para este capítulo.
190
CONCEPCIÓN CASCAJOSA
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PROGRAMAS INFORMATIVOS: ¿ASÍ SON LAS COSAS;
ASÍ SE LAS HEMOS CONTADO?
Decía un presentador de la televisión hace unos años al final de cada informativo: «así son las cosas y así se las hemos
contado». Esta frase contiene en sí misma el debate apuntado anteriormente sobre la realidad y la televisión como reflejo o como elemento constitutivo de esa realidad. Porque
como afirman algunos de los autores y autoras que se han
venido citando aquí, la realidad no es como es, sino como la
vemos; y la visión que de ella tenemos depende de cómo
nos la presenten, entre otros, los medios de comunicación.
En esto la televisión tiene un papel clave, porque se ha convertido en la fuente fundamental de información para miles de millones de personas en el mundo. Giovanni Sartori
habla en Homo Videns de la evolución –negativa, en su opinión– que ha tenido la calidad de las noticias desde el nacimiento de la prensa escrita hasta el momento actual, con la
enorme oferta de canales de televisión existente. El periódico, explica este autor, excluye al público analfabeto, que se
acerca a la radio cuando ésta nace como medio de comunicación de mayor alcance. Como siguiente eslabón en esta
cadena de democratización de la información, dice Sartori,
la televisión informa todavía más que la radio, en el sentido de que llega a una audiencia aún más amplia. Pero
la progresión se detiene en ese punto. Porque la televisión da menos informaciones que cualquier otro instrumento de información. Además, con la televisión cambia
radicalmente el criterio de selección de las informaciones o entre las informaciones. La información que cuenta es la que se puede filmar mejor; y si no hay filmación
no hay ni siquiera noticia, y, así pues, la noticia no se
ofrece, pues no es «vídeo-digna» (Sartori, 1998: 81).
En la actualidad, cuando algo no es noticia para la pequeña pantalla, no existe sino para quien lo ha sufrido; por
el contrario, desde el momento en que un evento se convierte en «noticiable» televisivamente hablando, toma
cuerpo en la conciencia colectiva como realidad
GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
191
2 Como ejemplos concretos, pensemos en la enorme
diferencia de presencia e
importancia que se concede
a los siguientes temas en los
informativos españoles: el
SIDA en África, el mal de
Chagas, los colectivos de
«sin tierra» de Colombia,
los/as miles de «sin techo»
que hay en nuestro propio
país, o las personas mutiladas durante la guerra en
Sierra Leona, frente al desastre del «Katrina» en
Nueva Orleans, el atentado
contra las Torres Gemelas,
los acontecimientos relacionados con la familia real, o
los casos de corrupción en
Marbella. Estos ejemplos y
muchos más que se podrían
encontrar en los informativos diarios ponen de manifiesto, en palabras de Manuel Piedrahita, «lo que ha
quedado escondido en ese
cajón invisible que permite
a los poderes políticos o
económicos decidir: esto no
es noticia o esto otro sí lo
es» (1998: 52).
22 En su estudio sobre la
información en la televisión
de nuestro país a lo largo
del año 2001, Pilar López
Díez ponía de manifiesto
esta grave consecuencia que
la aplicación acrítica del
discurso dominante, claramente androcéntrico, tiene
sobre las noticias que cada
día consumimos hombres y
mujeres como público espectador. Las mujeres más
habitualmente entrevistadas como fuente informati-
palpable.2 Desde un punto de vista de género, la literatura especializada ha venido dejando claro en los últimos
años que los temas relacionados con las mujeres y la esfera
privada a la que éstas están tradicionalmente asociadas no
tienen presencia ni peso en los programas informativos de
televisión. Excepto en contadas ocasiones –y con algo más
de frecuencia desde que en España y otros países se ha ido
instalando la democracia paritaria–, las ciudadanas se convierten en objetos informativos de segunda clase, en fuentes no autorizadas y/o en un grupo homogéneo, a menudo
victimizado (mujeres violadas, asesinadas por sus parejas,
etc.).22 Como concluye Mª Rosa Berganza, desde el
punto de vista del género existe «la tendencia de los medios a encasillar a las mujeres en determinados temas»
(2004: 175); son los guetos informativos donde los roles están repartidos de la forma más tradicional, lo que contribuye a reforzar los prejuicios que sostienen la desigualdad
entre los sexos .
La presencia y representación de mujeres y hombres
en los informativos es, pues, uno de los temas fundamentales que deben estudiarse desde una perspectiva de
género, y está relacionado con asuntos como la capacidad de decisión en las empresas mediáticas y su división
por sexos (quién manda en las cadenas de televisión;
quién dirige los informativos); la diferenciación (de nuevo en una estructura binaria jerarquizada) entre áreas
informativas «duras» (Economía, Internacional, etc.) y
«blandas» (Sociedad, Espectáculo) que tienden a asignarse a hombres y mujeres periodistas, respectivamente;
y sobre todo, los procesos de definición de criterios para
decidir qué es noticia y qué no lo es en un determinado
momento. Sobre esto último, ya en el año 1989 concluía
Gurutz Jáuregui que entre los seis puntos fundamentales
de desviación entre el mundo que muestran los informativos y el mundo en el que éstos se basan se incluía una
menor presencia de las mujeres como noticia, junto con
su posición siempre en papeles o funciones mucho más
limitados que los de los varones (en Fernández García,
2005: 29). Los criterios habitualmente aducidos por
192
CONCEPCIÓN CASCAJOSA
Y
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los/as profesionales para convertir un evento en noticia,
por lo tanto (interés general, novedad, trascendencia,
etc.), tienden a dejar fuera a la mayoría de las mujeres y a
perpetuar imágenes tradicionales de las que sí aparecen,
utilizando a menudo una mirada y un lenguaje discriminatorios, activando repetidamente mecanismos de estereotipia, y recurriendo incluso a la reificación del cuerpo
femenino que tanto juego ha dado y da en la publicidad.
Para terminar esta sección, que se complementa con
actividades prácticas que sin duda evidenciarán los puntos mencionados (y esperamos también que algunas mejoras al respecto), veamos algunos ejemplos concretos
del tratamiento de las mujeres en los informativos televisivos recientes (todos ellos recogidos el día 18 de junio
de 2007):2
Ejemplo 1: Sobre el énfasis en lo privado en relación con las
mujeres
En el informativo de las 21h de Antena 3 TV, sólo apareció un
titular de apertura con una mujer como protagonista, y fue el
siguiente: «Derrota y separación: Ségolene Royale anuncia su
separación del líder del socialismo francés». De entre todos los
asuntos en los que Royale había sido parte en los últimos meses (elegida candidata al Elíseo en una votación apretada; protagonista de una campaña electoral agitada y compleja; competidora política de Sarkozy, etc.), la cadena eligió uno
estrictamente privado para abrir su noticiario.
2Para encontrar noticias
elaboradas con perspectiva
de género se recomiendan
los siguientes enlaces en la
red: <http://www.ameco
press.net/>; <http://www.nodo50.org/mujerered/>; <http
://www.womensenews.org/;
<http://www.fempress.cl.>.
Ejemplo 2: Sobre la visibilidad de las mujeres en las áreas
«duras» (crónica política nacional)
De entre todas las noticias relacionadas con la política española en el informativo nocturno de Cuatro, sólo una sobre las negociaciones entre partidos en Navarra muestra una imagen femenina: la de la candidata de Nafarroa Bai. Además, lo hace
mediante material de archivo (frente a las imágenes actualizadas de los políticos que aparecen en pantalla) y sin voz (el sonido se elimina, cubriéndose la imagen con la voz periodística
que hace la crónica).
Ejemplo 3: Sobre deportes y género
De seis noticias deportivas del telediario de La 2 a las 20.30h
del mismo día, ninguna incluye referencias a competiciones fe-
GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
va tienden a ser las amas de
casa, a quienes se consulta
sobre asuntos domésticos o
sobre sucesos del vecindario, y otros colectivos de
poco prestigio social o escaso poder real en la vida pública, como el voluntariado
y personal de ONGs o las
estudiantes. Cantantes y
otras figuras femeninas de
la farándula sí que tienen
cierta presencia en la información española, y destaca
el enorme desequilibrio en
la aparición de políticas y
políticos, científicas y científicos, y otros miembros de
colectivos más prestigiosos
y de mayor influencia.
193
2Jeremy Butler habla en Television: Critical Methods and
Applications de ocho recursos de persuasión fundamentales, que se combinan y
se alternan para intentar
conseguir la atención del espectador/a e influenciar sus
hábitos de consumo: 1) la
metáfora; 2) el estilo utópico; 3) la diferenciación del
producto; 4) la repetición o
redundancia; 5) el exceso visual; 6) los gráficos y animaciones; 7) los efectos especiales, y 8) la intertextualidad,
todo ello construido formalmente mediante una combinación muy estudiada de códigos visuales y lingüísticos
que hacen de la televisión «el
medio básico, muy persuasivo, de efectos a corto plazo,
imprescindible tanto para el
lanzamiento y relanzamientos de un producto como
para todos aquellos que necesiten una penetración rápida» (García Uceda, 2001:
320).
meninas. Paradójicamente, en una noticia sobre triatlón –una
de las disciplinas deportivas más duras–, sobre una imagen de
una mujer culminando la prueba se superpone una voz masculina que habla de quién se proclamó «ganador entre los chicos».
PUBLICIDAD TELEVISIVA
Vendiendo algo más que un producto
En todos los estudios recientes sobre el desarrollo y la influencia de los mass media tiene siempre un lugar destacado el comentario y análisis de la publicidad, entendida en
dos niveles fundamentales: 1) como herramienta de comunicación e información, y 2) como discurso de persuasión.
En relación con el primer nivel, es evidente que la publicidad emite un mensaje y pretende establecer un cauce comunicativo con el público receptor, a la vez que informa
sobre las características de un producto determinado. Sin
embargo, su función clave como parte de los mass media es
la de persuadir; es decir, la de lograr un cambio en las actitudes y hábitos del/de la receptor/a. En el caso de la televisión, medio en el que las empresas e instituciones se gastan
millones de euros cada año para llegar a un público mayoritario, la publicidad se ha convertido también en un motor económico y en una fuente de modelos sociales y culturales que no deja de intentar sorprendernos y
convencernos por medio de distintas estrategias.2
Junto con el mensaje puramente comercial («compre
nuestro producto»; «nuestra empresa ofrece la mayor garantía», etc.), el medio televisivo transmite por lo tanto a
través de su publicidad toda una serie de valores que contribuyen a formar la identidad individual y grupal de un
público para el que la pequeña pantalla, como hemos visto, ya se ha convertido en un elemento socializador y
educador de primer orden. Junto con los parabienes del
producto que vende, el anuncio en televisión transmite
ideas de actualidad, novedad, lujo, sensualidad, respetabi-
194
CONCEPCIÓN CASCAJOSA
Y
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lidad, tradición, seguridad, originalidad, progreso, integración en un grupo o salud, entre otras. De esta forma,
como explica Alfonso Méndiz en su artículo «Publicidad
y valores» (Agejas y Serrano, 2002: 217-242), el fenómeno
publicitario en general y el televisivo en particular van
mucho más allá de lo económico o lo tecnológico para situarse en la esfera de lo social, vendiendo valores y estilos
de vida tanto como bienes y servicios.
Desgraciadamente, a lo largo de los últimos años, los
estudios realizados con sensibilidad de género han revelado que los mecanismos activados por la publicidad
tienden a reafirmar el discurso dominante –patriarcal–,
consolidando sus valores más tradicionales y justificando sus desigualdades estructurales mediante el uso de arquetipos, estereotipos y un lenguaje poco igualitario. De
esta manera, las imágenes de hombres y mujeres han
evolucionado menos en los anuncios que en la realidad,
y los roles que éstos reflejan no siempre se corresponden
con la vida cotidiana.2 Así, en la pequeña pantalla del
siglo XXI podemos encontrarnos tipos de varones y de
mujeres que ya no tienen un trasunto directo en la realidad, pero que se erigen en modelos a imitar por parte
del público objetivo de cada anuncio. Entre las imágenes
femeninas estereotipadas más a menudo reproducidas se
encuentran la de la «Lolita» (niña o joven que juega a ser
mujer y se hipersexualiza), la madre abnegada, la madre
superada, la seductora, la fatal, la buena esposa, la profesional, etc. Y fusionando características de todas ellas
aparece un estereotipo que se activó por primera vez en
los años 90 y que aún persigue a toda una generación de
ciudadanas del Primer Mundo: la superwoman, 2 2
aquella que puede con todo –vida profesional, doméstica, sexual, social– y todo lo hace bien.
Tampoco los hombres se libran de la hipersimplificación de su imagen en la publicidad, aunque ellos tienden
a salir mejor parados en general, especialmente los que
pertenecen al grupo dominante (blancos, heterosexuales,
de clase media-alta y profesionales). 222 Hay una
tendencia mayoritaria a presentar a los hombres como
GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
195
2 Como explica el documento ARESTE. Arrinconando estereotipos en los
medios de comunicación y la
publicidad, editado por la
Dirección General de la
Mujer de la Comunidad de
Madrid en 2003, la simplificación de las imágenes afecta tanto a hombres como a
mujeres, aunque mucho
más a éstas.
22 Para un estudio detallado de la superwoman y
otros modelos de mujer en
la publicidad, véanse, entre
otros, los títulos: «La representación del cuerpo de superwoman en la publicidad
española de finales del siglo
xx», de Ana María Brenes;
«Las diosas del limbo mediático. Los estereotipos sobre las mujeres en la publicidad», de Josefa Isabel
Farray; o Can’t Buy My Love, de Jean Kilbourne.
222 En los anuncios actuales, según el documento
ARESTE (2003: 109), los
varones aparecen, entre
otras formas, como el héroe, el hombre natural y
«salvaje», el marido y padre
ideal, el hombre de su casa,
el bello, el profesional de alto nivel, el hombre-sexo y el
señor mayor o abuelo entrañable. Si bien en ocasiones puede mostrarse al varón como un «amo de casa»
inepto, no es menos cierto
que los estereotipos masculinos, si bien reductores, no
suelen ser tan negativos como los femeninos
2 Sobre la problematización de los usos y abusos
del cuerpo desde una perspectiva de género, recomendamos: Unbearable
Weight. Feminism, Western
Culture, and the Body (Susan Bordo, 1993); Imaginary Bodies: Ethics, Power,
and Corporeality (Moira
Gatens, 1996); Piel que habla. Viaje a través de los
cuerpos femeninos (M. Azpeitia et al., 2001); Sin carne. Representaciones y simulacros del cuerpo femenino
(Mercedes Arriaga et al.,
2004).
sujetos activos que toman las decisiones en el mundo
más importante de lo público, frente a las mujeres mostradas como objetos de placer de los varones o como
«sujetos parciales», con cierta voz únicamente en el campo de lo doméstico.
Las imágenes estereotipadas del hombre-sujeto y la mujer-objeto se sostienen y continúan tolerando en la publicidad televisiva por mor de una combinación extraordinariamente efectiva de lenguaje verbal (el eslogan, la
narrativa en palabras del anuncio) y no verbal (imágenes,
colores, sonidos, música, etc.). Los spots han ido ganando
en sofisticación y complejidad tecnológica, convirtiéndose
en breves películas de enorme atractivo en ocasiones, pero
ni anunciantes ni empresas de publicidad ejercen aún una
visión crítica sobre su propio rol en la trasmisión y perpetuación de imágenes sexistas y otro tipo de prejuicios relacionados con variables de diferencia como la raza, la clase
social, la opción sexual o la discapacidad. De forma más o
menos sutil, la publicidad tiende a hacer uso de un lenguaje que invisibiliza o minusvalora a las mujeres como grupo
y lo acompaña de una serie de imágenes concebidas desde
una mirada androcéntrica que inciden demasiado a menudo en el cuerpo2 femenino como signo-objeto. Aunque
hay quien sostiene, como Asunción Bernárdez Rodal, que,
a fuerza de abusar del cuerpo como referente, la publicidad
ha logrado desposeerlo de significado, convirtiéndolo en
un «signo a la deriva, utilizable para anunciar cualquier
objeto» (2005: 37), es importante no perder de vista el uso
que de él se hace para poder analizarlo de forma crítica y
proponer alternativas.
En este punto conviene poner algunos ejemplos concretos de prácticas sexistas en la publicidad televisiva actual, antes de explorar brevemente los mecanismos de
control y los (escasos) contradiscursos que podemos hallar en nuestro entorno más próximo:
Ejemplo 1: El «patito feo» del algodón
Toda una generación de mujeres creció con el eslogan «el algodón
no engaña», creado por una firma de productos de limpieza para el
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hogar. En aquellos anuncios las amas de casa tenían que pasar
por un test final de su trabajo en la casa a manos de un hombre maduro, de aspecto muy serio y con uniforme de mayordomo. Él era quien decidía, como experto autorizado, si los azulejos o la cocina estaban suficientemente relucientes. En el siglo
XXI nos encontramos con una nueva versión del varón experto
que parece reconocer la mirada femenina (convirtiendo así
temporalmente al hombre en objeto sexual), pero que termina
por perpetuar el mito de que al final la decisión sobre la calidad de un trabajo está en manos masculinas: en el anuncio
aparecen tres mujeres bellas y delgadas (podemos suponer
que profesionales por sus formas y su aspecto, aunque no se
especifica) que recurren a un mayordomo mucho más interesante que el de sus madres: es un hombre joven y atractivo
que cumple con su función regalando sonrisas seductoras, aunque sin hablar ni dar lecciones en voz alta. Ahora son las mujeres las que tienen la palabra en el anuncio y parecen «usar» al
mayordomo a su servicio, pero sigue siendo él el juez final que
aprobará o no, algodón mediante, la eficiencia de ellas en el rol
femenino más tradicional de todos: el de ama de casa.
Ejemplo 2: Roles paralelos y, aun así, sexistas
Una de las formas de analizar el tratamiento del género en la
publicidad es ver cómo aparecen hombres y mujeres en los
anuncios: si lo hacen en solitario, en pareja o en grupo, y si
sus roles se presentan como complementarios, opuestos o
paralelos. En fechas recientes, una compañía aseguradora de
nuestro país diseñó una campaña sobre seguros de automóvil
que incluía dos anuncios paralelos con los eslóganes «si eres
hombre, llama» y «si eres mujer, llama», seguidos del número
de la empresa. Aunque podía asumirse de entrada que las
imágenes seleccionadas para ambos grupos objetivo iban a
ser positivas para animar a consumidores y consumidoras a
contratar el seguro con la empresa en cuestión, los anuncios
no hicieron sino caer en el enésimo estereotipo tanto femenino como masculino y en la trampa de la «guerra de los sexos», enfrentando a conductores y conductoras en una competición absurda que perpetúa actitudes discriminatorias e
imágenes reductoras como que los hombres conducen más
rápido, que las mujeres aparcan mal o que ni unos ni otras
son capaces de comunicarse y entenderse bien con el sexo
contrario. Hay, por lo tanto, anuncio para ellos y anuncio para
ellas, pero ambas propuestas les dejan encerrados/as en la
cárcel del género y la socialización desigual.
GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
197
2 Es el caso de una empresa de higiene y cosméticos
que evita la hiperdelgadez y
fomenta la autoestima de
«las mujeres de verdad»
mostrando imágenes positivas de modelos con cuerpos
que se parecen más a la ciudadana media que los de
Kate Moss o Naomi Campbell. Sus campañas recogen
el testigo de la que hace un
tiempo presentó «The Body
Shop» con la muñeca Ruby
como modelo, haciendo énfasis en que en el mundo
hay más millones de mujeres sin físico de supermodelo que con él y animando a
las mujeres normales a celebrar sus arrugas y sus curvas.
22 En el primer caso, la
Advertising Standards Authority de Gran Bretaña, Amnistía Internacional y el Instituto de la Mujer exigieron
la retirada de varias imágenes de la marca en prensa
escrita. En una de las series
los y las modelos, algunos/as
sin ropa y otros/as ataviados/as con ropajes clásicos o
neoclásicos, aparecían en
grupo rodeando a una persona que había sido visiblemente herida con un cuchillo. En otra de las imágenes,
un grupo de hombres jóvenes y musculados observaba
a otro que, en el centro de la
fotografía, sujetaba por las
muñecas a una mujer (delgada, bella y con las piernas
descubiertas) tirada en el
suelo. En el mismo mes, Armani Junior lanzaba una
Contradiscursos publicitarios y mecanismos de control institucional
Volviendo a nuestra exposición sobre la publicidad, cabe
recordar, para terminar esta sección, que además de los estudios académicos y de divulgación que se vienen publicando desde hace años y que suelen denunciar el desfase
entre publicidad y realidad en cuestiones de género, en
nuestro país y en otros de nuestro entorno existen mecanismos de control a los que deben someterse las empresas
anunciantes, así como algunos (muy pocos) ejemplos de
contradiscursos publicitarios que esquivan las imágenes
discriminatorias hacia hombres y mujeres.2
A lo largo del último año, varias de las entidades de
control de la publicidad europeas han intervenido en relación con el sexismo y se han llegado a retirar campañas
millonarias de empresas como Dolce & Gabbana, Armani o Iberia, así como de instituciones como la Diputación de Lérida.22
Institutos de la Mujer, asociaciones de consumidores,
partidos políticos, organizaciones no gubernamentales y
observatorios de diversas entidades tienen el derecho y el
deber de establecerse como mecanismos de control y garantes de una actividad publicitaria lícita, legal y democrática que cumpla con los principios de igualdad establecidos en nuestra Constitución. A través de sus denuncias y
de las que el público puede cursar en sus locales o en internet (<http://www.mtas. es/mujer/me dios/ publicidad/
denuncia.htm>), campañas que violan los derechos de colectivos o individuos se corrigen o se eliminan de los medios de comunicación, si bien no deja de ser verdad que en
ocasiones el escándalo o el debate generado por una denuncia termina paradójicamente por beneficiar a la marca.
En todo caso, son las propias empresas las que deben comenzar a autorregularse para contribuir a la transmisión
de mensajes, ideas, valores e imágenes asociadas a sus productos que no afecten negativamente a ningún miembro
de la sociedad. Si ya la Ley General de Publicidad de 1988
consideraba ilícitos los anuncios que presentasen a las mu-
198
CONCEPCIÓN CASCAJOSA
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jeres de forma vejatoria, medidas y recomendaciones más
recientes como las derivadas de las Conferencias Mundiales de Mujeres o de la Ley Orgánica para la Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres van un paso más allá al apuntar la necesidad de modificar no sólo la imagen de las
mujeres, sino también la de los varones y los y las menores,
con la intención de ejercer una influencia positiva sobre el
público consumidor y cambiar comportamientos, modificar actitudes y erradicar estereotipos de cara a la consecución de la igualdad de facto.
MUJERES REALES, MUJERES CATÓDICAS
LOS ROLES DE LA MUJER EN LA FICCIÓN TELEVISIVA
La representación de la mujer en televisión ha sufrido una
considerable evolución a lo largo de los casi sesenta años
de emisiones regulares del medio. Pero, aunque ha estado
fuertemente determinada por cambios sociales que trascienden al mundo del audiovisual, tampoco puede ser
desligada de una serie de criterios de programación, el
principal de ellos el que ha dividido el flujo de programación entre el horario de máxima audiencia (el prime-time)
y las secciones diurnas (el day-time). El day-time se configuró pensando en el tipo de público que en ese momento
se podía encontrar en casa viendo la televisión, en gran
medida mujeres que trabajaban en el hogar. Y por tanto,
los programas dirigidos a esta franja, como soap-operas
(seriales diarios) o talk-shows (programas de entrevistas y
confesionales), siempre contaron con una fuerte presencia
femenina en los roles principales. Sin embargo, algo muy
diferente ocurrió en el prime-time. Considerando que,
una vez que el hombre estuviera en el hogar, sería él el encargado de seleccionar el programa que iba a ver la familia
en su conjunto, los productos ofrecidos en esta franja horaria desarrollaron una fuerte orientación masculina. De
esta manera, la inmensa mayoría de series en el prime-time fueron adaptaciones de géneros tradicionales como el
western, el policiaco, el médico y la ciencia ficción, cuya
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Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
199
campaña que fue denunciada por el Defensor del Menor por incitar al turismo
sexual. En ella se presentaban planos medios de niñas
de rasgos exóticos y maquilladas, una de ellas con un
top de biquini y unos pantalones cortos. En mayo de
2007, Iberia se vio obligada
a eliminar de internet un
anuncio en dibujos animados que fue identificado como sexista y racista por la
Federación de Consumidores en Acción. El cyber-spot
mostraba a mujeres cubanas adultas (dibujadas como mulatas de sinuosas
curvas, sonrisa perenne y
gran sensualidad) desplegando sus encantos por
medio de bailes, masajes y
servicios varios… a un bebé. La empresa parecía pretender demostrar que ganar
un viaje en uno de sus sorteos online era extraordinariamente fácil, puesto que hasta un niño de pañal podía
lograrlo, pero eligió una fórmula de lo más desafortunada. Igualmente, el esfuerzo
de la Diputación de Lérida
por llamar la atención sobre
los encantos de su tierra por
medio de imágenes de una
mujer sonriente y con los
ojos cerrados acompañada
del eslogan «destápala, es toda tuya» levantó airadas críticas de algunos partidos
políticos de la región.
2 En Ladies of the Evening:
Women Characters of PrimeTime Television (1983), Diana M. Meehan delimitó diez
estereotipos de mujer presentes en la programación
de máxima audiencia: la
víctima (objeto de violencia), la imp (la marimacho
rebelde), la buena esposa
(feliz en la domesticidad), la
arpía (agresiva), la zorra
(manipuladora), la señuelo
(desvalida sólo en apariencia), la sirena (sexual y fatal), la cortesana (que frecuenta espacios fuera de los
márgenes de la sociedad), la
bruja (poderosa) y la matriarca (la anciana con autoridad familiar).
estructura narrativa se orienta a la consecución de objetivos y, en los dos primeros casos, contaban con un evidente
grado de violencia. Mientras que en la programación
diurna se planteaban con más o menos libertad las problemáticas femeninas, en la nocturna éstas estaban completamente vedadas y los principales roles asumidos por
mujeres eran los de esposas de los protagonistas o víctimas de las intenciones criminales de los villanos.2
La ampliación de los roles femeninos en la ficción de máxima audiencia (puesto que en la ficción diurna no se han
apreciado cambios significativos) llegó a través de un doble
proceso. Por una parte, aunque los programas de género siguen dominando la ficción en el prime-time, han sufrido
una evolución en algunas de sus fórmulas que ha permitido
que personajes femeninos asuman roles no tradicionales. La
mujeres siguen siendo las víctimas predilectas incluso en los
policiacos más recientes como CSI: Crime Scene Investigation y Criminal Minds (Mentes criminales, CBS: 2005-), pero la labor pionera de Police Woman (La mujer policía, NBC:
1974-1978) y Cagney y Lacey (Cagney & Lacey, CBS: 19821988) ayudó a que fuera habitual la presencia femenina en
los equipos de investigación policial, tal y como ocurre en
los dos primeros programas citados. El otro proceso destacable ha sido la incorporación a la máxima audiencia de géneros característicos de los horarios diurnos, particularmente del melodrama, y de rasgos genéricos asociados a
ellos, como la estructura serial (que ofrece continuidad de
tramas a lo largo de los diferentes episodios). Thirtysomething (Treinta y tantos, ABC: 1987-1991), que seguía las vidas de un grupo de matrimonios acomodados, abrió las
puertas a una representación más realista de la domesticidad
y maternidad, una cuestión en la que han ahondado seriales
más recientes como Desperate Housewives (Mujeres desesperadas, ABC: 2004-). La búsqueda de la continuidad narrativa
ha permitido un retrato más elaborado de relaciones personales, lo que ha supuesto caracterizaciones más complejas
de los personajes femeninos y, también, masculinos.
200
CONCEPCIÓN CASCAJOSA
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EL MODELO ESTADOUNIDENSE
2 Ése fue el caso de Molly
El ángel del hogar en una América ideal
Durante los primeros veinte años de ficción televisiva de
máxima audiencia en Estados Unidos, lo más común fue
encontrar a las mujeres en el santuario de la domesticidad
y acompañadas por risas enlatadas. Dos modelos aparecieron claramente definidos. El primero de ellos vino encarnado por Lucille Ball en la comedia I Love Lucy (Te quiero
Lucy, CBS: 1951-1957), en donde interpretaba a la esposa
del director de una orquesta de música ligera. La mayor
parte de la comicidad de la serie provenía de los intentos
de Lucy por triunfar en el mundo del espectáculo a pesar
de su evidente falta de talento y monumental torpeza, que
convertía sus andanzas fuera y dentro del hogar en un festival del absurdo. La versión más extrema de este estereotipo fue encarnada por Gracie Allen en The George Burns &
Gracie Allen Show (CBS: 1950-1958), cuya idiotez era tan
excesiva que en una célebre ocasión intentó hacer cubitos
de hielo de agua caliente por si se estropeaba la tetera eléctrica. Un segundo modelo ofrecía una traslación más ortodoxa del estereotipo del ángel del hogar, con la mujer como la encargada de garantizar la estabilidad familiar.2 Sin
embargo, también fueron comunes las amas de casa sin
desarrollo dramático ni función en la familia más allá de
las funciones reproductivas y las tareas domésticas, como
June Cleaver (Barbara Billingsley) en Leave it to Beaver
(CBS: 1957-1963). A pesar de contar con dos hijos extraordinariamente traviesos, las tareas de su educación en la serie siempre recaían en el padre de familia Ward (Hugh
Beaumont).22
La llegada de los años 60 vino a alterar estos patrones
de la representación, pero de una manera subrepticia. Las
tensiones sociales que durante la década anterior habían
permanecido vedadas en televisión iban a aparecer por
fin a través de fórmulas de corte fantástico en comedias
como Bewitched (Embrujada, ABC: 1964-1972) y
I Dream of Jeannie (Mi bella genio, NBC: 1965-1970). En
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201
Goldberg (Gertrude Berg)
en The Goldbergs (CBS:
1949-1951; NBC: 19511952; DuMont: 1954) y
Margaret Anderson (Jane
Wyatt) en Father Knows
Best (CBS: 1954-1955;
NBC: 1955-1958; CBS:
1958-1963), que con su ternura, comprensión y buenos consejos mantenían
unidas familias de clase media o en camino de convertirse en ello. En The Honeymooners (CBS: 1955-1956)
Alice Kramden (Audrey
Meadows) era comprensiva
con los continuos líos en
los que se metía su fracasado marido Ralph (Jackie
Gleason), que en cada capítulo amenazaba con mandarla a la luna de un puñetazo.
22 La vigencia del estereotipo de la mujer como ángel del hogar en la televisión norteamericana se
relaciona con un elemento
de nostalgia que mantiene
estos programas populares
entre el público. Una encuesta hecha pública en
2002 por la revista TVGuide
colocó a I Love Lucy como
el segundo mejor programa
de la historia, seguido en la
tercera posición por The
Honeymooners.
la primera, Elisabeth Montgomery interpretaba a Samantha, una bruja recién casada con el publicista Darrin
Stephens (Dick York). En el primer capítulo de la serie su
marido descubría su secreto y aceptaba seguir con la relación si ella prometía no utilizar sus habilidades mágicas.
Pero aunque Samantha parecía estar contenta de quedar
confinada en el hogar, una y otra vez utilizaba la brujería
para realizar las tareas domésticas y, lo que es más significativo, ayudar a su marido en su carrera. Colocada en un
segundo plano por la imposición de su marido y su propio conformismo, Samantha podría haber realizado con
éxito una actividad profesional si se lo hubiera propuesto.
Utilizar la magia como metáfora de una capacidad profesional negada por los patrones sociales dominantes era
también el tema central de I Dream of Jeannie, en la que
Jeannie (Barbara Eden) pasaba de la sumisión al hombre
que la había liberado de su lámpara maravillosa, el astronauta Tony Nelson (Larry Hagman), a una relación amorosa más igualitaria (él se pasaba la serie intentando ocultar su existencia) que culminaba en matrimonio.
A pesar de esta caracterización fuertemente estereotipada, la visibilidad de personajes femeninos en la comedia fue muy superior que en el drama durante la década
de los 50 y los 60. Los casos como los de Kitty Russell
(Amanda Blake), dueña de la taberna de Gunsmoke (La
ley del revólver, CBS: 1955-1975), un personaje femenino
regular en un drama con una esfera de independencia,
fueron muy esporádicos. Mucho más comunes fueron las
series en las que no existía ningún personaje femenino
regular, configurando un universo completamente masculinizado en el que las mujeres, cuando aparecían, era
para amenazar la armonía, como ocurría en Bonanza
(NBC: 1959-1973) cada vez que uno de los hermanos
Cartwright iniciaba una relación sentimental.
Saliendo del hogar, al mundo profesional
Los primeros personajes protagonistas femeninos en la
ficción televisiva norteamericana con una actividad pro-
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fesional fuera del hogar aparecieron en la década de los
50 de la mano de dos populares telecomedias, Our Miss
Brooks (CBS: 1952-1956) y Private Secretary (CBS: 19531957). El balance de los dos programas fue ambiguo. Por
un lado, mostraron a mujeres manteniendo carreras profesionales (profesora y secretaria respectivamente), pero,
por otro, el eje de ambas series era su búsqueda de un ideal amoroso que las llevara al matrimonio y, por tanto, de
vuelta a los confines del hogar. Aunque como fenómeno
social ya tenía varias décadas, no fue sino hasta la década
de los 70 cuando la irrupción en el mundo laboral de la
mujer tuvo equivalente en el universo televisivo. Dos programas simbolizan este cambio de tendencia, la telecomedia The Mary Tyler Moore Show (La chica de la tele, CBS:
1970-1977) y el drama de acción Charlie’s Angels (Los ángeles de Charlie, ABC: 1976-1981). En el primero de ellos,
Mary Tyler Moore interpretó a Mary Richards, una treintañera que tras el fin de una larga relación se traslada a
Minneapolis para trabajar en una emisora local de televisión. A lo largo de las diferentes temporadas de la serie,
Mary mantuvo relaciones sentimentales con varios hombres, con el sexo como materia implícita, sin negar nunca
la posibilidad de contraer matrimonio pero tampoco convirtiéndolo en el objetivo central de su vida. Junto a ésta,
la principal novedad de The Mary Tyler Moore Show fue
proponer un modelo alternativo de familia a la nuclear
tradicional, formada por los amigos y los compañeros de
trabajo, en la que los vínculos de afecto se mostraban más
importantes que los de sangre. En este sentido, el principal legado de The Mary Tyler Moore Show fue influir de
forma notable en una serie de comedias protagonizadas
por mujeres trabajadoras que tenían que articular los rigores de la vida profesional junto con la búsqueda de un
entorno feliz en el hogar, la más importante de las cuales
fue sin lugar a dudas Murphy Brown. El personaje del título, interpretado por Candice Bergen, era presentado al comienzo de la serie como una dura y agresiva periodista,
estrella de un programa televisivo de investigación, en pleno proceso de recuperación de su alcoholismo y con los
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Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
203
2 En el verano de 1992, el
entonces vicepresidente de
los Estados Unidos Dan
Quayle criticó a las madres
solteras por violar los valores familiares y puso como
ejemplo concreto Murphy
Brown, lo que dio lugar a
una notable polémica en los
medios de comunicación
que acabó con su carrera
política. Desde entonces, la
presencia de madres solteras
ha sido habitual en televisión a través de series como
Friends (NBC: 1994-2004),
The Practice (El abogado,
ABC: 1997-2004), ER (Urgencias, NBC: 1994-), Frasier
(NBC: 1993-2004) y Sex and
the City (Sexo en Nueva
York, HBO: 1998-2004).
cuarenta recién cumplidos. Al interés por la representación de las peripecias de una mujer madura en un entorno laboral altamente competitivo, la serie sumó a partir
de su quinta temporada la maternidad fuera del matrimonio cuando Murphy Brown se quedó embarazada y dio a
luz a un niño. Ya en su temporada final, Murphy Brown
trató otro problema específicamente femenino a través del
cáncer de mama que sufría su protagonista.2
Charlie’s Angels fue la primera serie de televisión dramática que representó la problemática de la mujer en el
mundo profesional desde una perspectiva reivindicativa.
Al comienzo de cada capítulo se introducía a sus protagonistas como tres talentosas y jóvenes policías que habían
sido minusvaloradas por el sistema y que ahora trabajaban para un misterioso millonario llamado Charlie. Aunque es posible una interpretación de la serie que considera
que las protagonistas sólo han cambiado un patriarcado
por otro y su físico es explotado pensando en una audiencia masculina, lo cierto es que Charlie’s Angels rompió el
estereotipo de la mujer víctima. En su lugar, las protagonistas de la serie eran heroínas de acción altamente profesionales en la realización de su trabajo, utilizando su físico
para lograr su objetivo cuando era necesario en lugar de
ser meros objetos sexuales. Ya en la década de los 80 se
produjo la irrupción generalizada de personajes femeninos en ambientes profesionales vedados un par de décadas atrás. En el género policiaco, las ya citadas Police Woman y Cagney & Lacey rompieron los convencionalismos
de un género fuertemente masculinizado, permitiendo
que fuera habitual la presencia de oficiales femeninos en
otras series como Hill Street Blues (Canción triste de Hill
Street, NBC: 1987-1991) y NYPD Blue (Policías de Nueva
York, ABC: 1993-2005). Y en el caso del género judicial
L.A. Law (La ley de Los Ángeles, NBC: 1986-1994) contó
en su reparto original con tres abogadas, profesionales sofisticadas que no negaban la oportunidad de vivir romances dentro del trabajo y de discutir en algún caso el hecho
de cobrar menos que sus compañeros masculinos.
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Mujeres independientes, guerreras y poderosas
2 Las series de mujeres son
Un repaso a las representaciones de la mujer en la ficción
televisiva norteamericana desde la década de los 90 ha revelado tres características principales: la consolidación de
las series de mujeres, la generalización de heroínas de acción y la aparición habitual de personajes femeninos en
lo alto de la escala de poder.2 En la década anterior ya
hubo notorios precedentes de series de mujeres en el género de la comedia, como The Golden Girls y Designing
Women (Chicas con clase, CBS: 1986-1993), y también en
el drama, como China Beach (Playas de China, ABC:
1988-1991). Sin embargo, no fue hasta bien entrada la
década cuando se pusieron de moda siguiendo la estela
del éxito crítico y comercial logrado por Ally McBeal
(Fox: 1997-2002).22
Diversos programas como Desperate Housewives o
Grey’s Anatomy han seguido la senda abierta por Ally McBeal, pero entre todos ellos destaca Sex and the City, sobre la amistad de cuatro treintañeras de Nueva York de
clase acomodada con dificultad para mantener relaciones
largas. Libre de todo tipo de censuras al ser emitida en un
canal de cable, Sex and the City apostó por incidir en uno
de los temas tabú en televisión: la sexualidad. La vida erótica de Carrie (Sarah Jessica Parker), Samantha (Kim Cattrall), Miranda (Cynthia Nixon) y Charlotte (Kristin Davis), explicitada más a través del lenguaje que de la
imagen, ofreció una perspectiva inédita de la experiencia
de la mujer en el mundo contemporáneo. Pero esta interpretación debe estar relativizada por el hecho de que sus
protagonistas pertenecen a una elite económica y cultural
ajena a la realidad de la mayor parte de las espectadoras
de la serie y que en su edulcorado final feliz todas las protagonistas acababan encontrando a su pareja ideal, traicionando el ideal de independencia propuesto por la serie
a lo largo de su trayectoria.
Otra de las grandes tendencias de la ficción televisiva
norteamericana en la última década ha sido la consolidación de un arquetipo de heroína de acción en series co-
GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
205
relatos en los que los personajes femeninos configuran
la mayor parte de los roles
centrales, con sus problemas
y conflictos ocupando el
centro principal de interés.
Ello no significa que no haya
personajes masculinos que
aparezcan de manera regular, sino que es la experiencia
femenina la que define el relato, de manera que los
hombres casi siempre aparecen, en una inversión de la
estructura dramática tradicional, subordinados a las
relaciones afectivas (amorosas o no) que mantienen con
las protagonistas.
22 La joven que daba título a la serie (Calista Flockhart) era una talentosa abogada que, tras abandonar su
antiguo trabajo debido a un
caso de acoso sexual, se une
al bufete Fish & Cage, donde descubre que está su antiguo novio. Ally McBeal
consolidó un prototipo televisivo de mujer con unas
características muy concretas: entre los veinticinco y
los treinta y pocos, soltera,
con estudios universitarios
y una profesión exigente y
competitiva. Los anhelos de
Ally por encontrar una relación amorosa ideal se enfrentaban una y otra vez al
fracaso, de la misma forma
que a duras penas lograba
el reconocimiento laboral
en un mundo donde creaba
desconfianza en los hombres por su género y en las
mujeres por su orgullosa
exhibición de su atractivo
físico. De hecho, buena parte de los casos defendidos
por Fish & Cage estaban relacionados con el acoso sexual y las relaciones de pareja.
2 En la secuencia inicial
que inauguraba Buffy, cazavampiros, una joven entraba
a escondidas en el instituto
junto con una animadora y
lo amenazante de la situación hacía creer al espectador que estaba ante el prólogo de una agresión sexual.
Sin embargo, ella se revelaba sorprendentemente como una vampiresa que acababa sin compasión con la
vida de él.
mo Xena, The Warrior Princess (Xena, la princesa guerrera, Sindicación: 1995-2001), Nikita (La Femme Nikita,
USA Network: 1997-2001), Dark Angel (Fox: 2000-2002)
y Alias (ABC: 2001-2006). Sin embargo, si ha habido una
serie con heroína protagonista que ha alcanzado el estatus de icono en la cultura popular, ésa ha sido Buffy, the
Vampire Slayer (Buffy, cazavampiros, WB: 1997-2001,
UPN: 2001-2003). El tema central de la serie eran las peripecias de Buffy Summers (Sarah Michelle Gellar), una
adolescente que, en virtud de una profecía, había sido
dotada de una inusitada fortaleza física y capacidad de
curación para enfrentarse a todo tipo de fenómenos paranormales que azotaban la ciudad californiana de
Sunnydale. La manera en la que la serie iba a cuestionar
el carácter convencional de la noción de género (especialmente del arquetipo de la damisela en apuros) quedaba explicitada ya en la secuencia inicial del primer capítulo.2 Se pueden interpretar las aventuras de Buffy
como metáfora de las responsabilidades y obligaciones a
las que se encuentra sometida la mujer en la sociedad industrializada y la manera en la que debe desafiar los condicionantes de estructuras patriarcales. Aunque la relación de Buffy con su mentor Giles (Anthony Head) tenía
un tinte paterno-filial, Buffy se rebelaba en la quinta y
séptima temporadas tanto contra sus superiores, el consejo de Vigilantes, como contra los originarios de la profecía que le otorgaba poderes, un grupo de ancianos de
una aldea que tomaron a una joven adolescente y le insertaron por fuerza poder demoníaco para utilizarla como protección. A lo largo de la serie, Buffy mantenía tres
sucesivas relaciones amorosas frustradas que eran fundamentales para configurar su identidad. La primera, con
el vampiro con alma Ángel (David Boreanaz), se relacionaba con el fin de la inocencia y la entrada en la vida
adulta. La llegada a la universidad de Buffy en la cuarta
temporada coincide con su relación con Riley (Marc
Blucas), marcada por la mentira y la satisfacción: Riley
pertenecía a un grupo militar secreto y acababa abandonando a la joven al sentirse más débil que ella. Por últi-
206
CONCEPCIÓN CASCAJOSA
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mo, y tras regresar de la muerte al comienzo de la sexta
temporada, Buffy comenzaba una relación amorosa de
carácter sadomasoquista con el cínico vampiro Spike
(James Marsters), el único capaz de infligirle un dolor
que la hace sentirse viva en una etapa de depresión. El
capítulo final de la serie nos mostraba a una Buffy sola y
expectante ante lo que pudiera depararle el futuro.
La última gran tendencia de la ficción norteamericana
ha sido la generalización de los roles femeninos con la
atribución de poder, algo que tradicionalmente se encuentra asociado a figuras patriarcales masculinas. Se
trata del siguiente paso lógico a la representación de la
mujer dentro de entornos laborales. Tradicionalmente,
los personajes femeninos sólo lograban una atribución
similar cuando se ajustaban al arquetipo de la matrona
anciana, como la editora Margaret Pynchon (Nancy
Marchand) en Lou Grant (CBS: 1977-1982). Ahora, son
mujeres de entre 30 y 50 años, activas y que ejercen el
poder de manera equilibrada y cabal. En House (Fox:
2004-), el anárquico protagonista siempre tiene enfrente
a la jefa de Medicina del hospital, la Dra. Lisa Cuddy (Lisa Edelstein), mientras que Shirley Schmidt (Candice
Bergen) de Boston Legal (ABC: 2004-) es la única socia
fundadora de la firma legal Crane, Poole & Schmidt que
no ha perdido el juicio. Dentro del género policiaco, los
agentes del escuadrón de Law & Order (Ley y orden,
NBC: 1990-) responden ante la teniente Anita Van Buren
(S. Epatha Merkerson), mientras que el liderazgo de la
subjefa Brenda Johnson (Kyra Sedgwick) fue tan amenazador para sus subordinados que todos intentaron pedir
el traslado en el primer capítulo de The Closer (TNT:
2005-). En el clímax de esta tendencia se encuentra
Commander-in-Chief (Señora Presidente, ABC: 2005), en
la que Geena Davis interpretó a Mackenzie Allen, que
tras la muerte de su predecesor se convierte en la primera mujer en asumir la Presidencia de los Estados Unidos.
Pero en clave fantástica, Battlestar Galáctica (Galáctica:
Estrella de combate, Sci-Fi Channel: 2003-) ya había
mostrado que tras la casi aniquilación de una civiliza-
GÉNERO
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207
2 Según datos del Censo de
los Estados Unidos, en 2000
el país contaba con 281 millones de habitantes, de los
que 35 millones se declaraban hispanos/as, 34 millones
negros/as, 10 millones asiáticos/as y 2 millones indioamericanos/as y nativos/as
de Alaska. La primera serie
de ficción protagonizada
por una mujer perteneciente
a una minoría fue Beulah
(ABC: 1950-1953), pero en
este caso gracias al carácter
fuertemente estereotipado de
su personaje central, la sirvienta afroamericana de una
familia blanca de clase media. Habrían de pasar quince
años hasta el estreno de Julia
(NBC: 1968-1971), una comedia de situación en la que
Diahann Carroll daba vida a
una enfermera viuda con un
hijo de corta edad. Incluso la
aparición esporádica o recurrente de mujeres afroamericanas en televisión era un
hecho sobresaliente, con
ejemplos relevantes como los
tres capítulos en los que
Eartha Kitt interpretó a Catwoman en Batman (ABC:
1966-1968) o la participación regular, aunque con una
importancia testimonial a
nivel de tramas, de Nichelle
Nichols como la Oficial de
Comunicaciones Uhura en
Star Trek.
ción humana a manos de robots rebeldes, el grado de
máxima autoridad, Presidente de las Doce Colonias, había recaído en las manos de la Secretaria de Educación,
Laura Roslin (Mary McDonnell), que a partir de entonces tendrá que reafirmar su autoridad frente al poder
masculinizado y militarista del Comandante Adama
(Edward James Olmos).
La otra América: minorías étnicas en televisión
A la hora de hablar de mujeres pertenecientes a minorías
étnicas en televisión, nos encontramos ante un doble
proceso de exclusión, tanto por su género como por su
etnicidad. La superación de su exclusión total en la ficción ha venido aparejada a una mayor representación de
las mujeres y minorías en su conjunto, pero esta limitación dual sigue siendo una barrera muy evidente para las
actrices afroamericanas, hispanas, asiáticas o pertenecientes a otras minorías étnicas.2
A partir de la década de los 80, los personajes femeninos afroamericanos comenzaron a ser más habituales gracias a un tipo de comedia familiar en el que aparecían como personajes secundarios, como en The Cosby Show (La
hora de Bill Cosby, NBC: 1984-1992) y The Fresh Prince of
Bel-Air (El príncipe de Bel-Air, NBC: 1990-1996), pero salvo excepciones como All-American Girl (ABC: 19941995), vehículo para el lucimiento de la cómica de origen
coreano Margaret Cho, esa tendencia no se extendió a
otras minorías. En el caso del drama, la mayor diversidad
étnica ha ido indisolublemente unida a la utilización de
repartos corales formados por un número más elevado de
actores de lo que era habitual, forzando así la necesidad de
una mayor diversidad para distinguir a los personajes
unos de los otros. En un ejemplo paradigmático, por el reparto de ER pasaron la Dra. Jing-Mei Chen, de origen coreano, la Dra. Cleo Finch, la Dra. Angela Hicks y la ATS Jeanie Boulet, todas afroamericanas, y la Dra. Neela
Rasgotra, procedente de la India. Esta tendencia es más
patente en el género médico que en otros donde la diversi-
208
CONCEPCIÓN CASCAJOSA
Y
M A R TA F E R N Á N D E Z
dad es algo más limitada en los personajes femeninos: en
Grey’s Anatomy tenemos a la Dra. Cristina Yang, de origen
chino, la afroamericana Dra. Miranda Bailey y la hispana
Dra. Callie Torres. Este último es uno de los escasos personajes femeninos e hispanos presentes en la ficción televisiva norteamericana, algo relevante si se tiene en cuenta que
los hispanos e hispanas ya forman la principal minoría étnica de los Estados Unidos. Hasta el momento, los papeles
para mujeres hispanas han encontrado sólo acomodo en
capacidad secundaria y series centradas en esa comunidad, como el drama American Family (PBS: 2002-2004) o
la telecomedia George Lopez (ABC: 2002-2007). Sin embargo, existen síntomas de que se está produciendo un
cambio: uno de los estrenos más exitosos de la temporada
2006-2007 fue Ugly Betty (ABC: 2006-), basada en la telenovela colombiana Yo soy Betty la fea (RCN Televisión:
1999-2001) y que convierte a su protagonista en una joven hispana de Nueva York.
Homosexualidad femenina y ficción televisiva
La representación de la homosexualidad femenina en la
ficción televisiva norteamericana ha formado parte del
movimiento de progresivo reconocimiento de la homosexualidad dentro de la sociedad norteamericana. Se pueden distinguir tres fases principales en este proceso encarnadas por tres géneros distintos: el telefilme, la comedia y
el drama. Por su carácter de obra única, es decir, no continua en la parrilla de televisión como relato fragmentado, y
su interés por tratar temas de carácter social y basados en
hechos reales, las películas producidas para televisión fueron el primer género en el que se produjo una aparición
recurrente de la homosexualidad femenina. En una etapa
posterior, la cadena de televisión por cable premium HBO
realizó relevantes aportaciones, tanto por su propia temática como por la importancia de contar con grandes estrellas de Hollywood como mecanismo de legitimación.2
El siguiente género al que se incorporó la representación
de la homosexualidad, aunque no de manera continuada,
GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
209
2 Merecen ser destacados
dos telefilmes: Serving in Silence: The Margarethe Cammermeyer Story (Sirviendo
en silencio: La historia de
Margarethe Cammermeyer,
HBO: 1995), ganadora de
tres premios Emmy, donde
la actriz Glenn Close protagoniza la historia real de
una oficial médica expulsada del ejército norteamericano al revelar su homosexualidad, e If These Walls
Could Talk (Mujer contra
mujer, HBO: 2000), secuela
de un celebrado telefilme
sobre el aborto, que estaba
formado por tres historias
sobre parejas homosexuales
situadas en las décadas de
los 60, 70 y comienzos del
nuevo milenio.
2 En honor al hito cultural
que supuso la salida de Ellen
DeGeneres del armario en la
ficción y la realidad, nació la
página web <http://www.afterellen.com>, dedicada a la
representación de lesbianas y
mujeres bisexuales en los
medios. Su equivalente masculino es <http://www.afterelton.com>, en referencia al
cantante Elton John.
22 El más relevante de
ellos, por su importancia
cualitativa en la serie, es la
Dra. Kerry Weaver (Laura
Innes), que descubre su homosexualidad en la temporada séptima y mantiene
una relación de larga duración con la bombero Sandy
Lopez (Lisa Vidal). Tras el
fallecimiento de ésta en un
accidente laboral, Weaver
tendrá que luchar por mantener la custodia de la hija
nacida de esa unión.
fue la comedia. El ejemplo pionero fue la aparición recurrente de Nancy Bartlett en la serie Roseanne (ABC: 19881997). Interpretada por Sandra Bernhard, Nancy era bisexual de manera abierta, abriendo el camino para la
declaración de Beverly (Estelle Parsons), la madre de Roseanne (Roseanne Barr), acerca de su homosexualidad en la
cena de Acción de Gracias de 1996. Pero la representación
de la homosexualidad femenina en televisión tuvo su hito
más importante el 30 de abril de 1997, fecha en la que la
protagonista de la telecomedia Ellen (ABC: 1994-1998)
anunció que era lesbiana ante su familia, amigos y Estados
Unidos en su conjunto. La actriz y creadora de la serie,
Ellen DeGeneres, había revelado públicamente su homosexualidad en The Oprah Winfrey Show, creando una elevada
anticipación sobre lo que iba a ocurrir a continuación en la
serie y, por tanto, una notable controversia.2 Los ecos de
este momento perviven en la actualidad, sobre todo porque, aunque los personajes masculinos homosexuales se
han incorporado con regularidad al género de la telecomedia, no ha ocurrido lo mismo con los femeninos, que suelen ser esporádicos, como en el caso de la ex mujer de uno
de los protagonistas de Friends.
El drama ha sido el último género en incorporar representaciones de la homosexualidad femenina, pero irónicamente es donde se ha caracterizado por su regularidad y
complejidad. La primera vez que un personaje femenino
bisexual logró carácter regular en una serie dramática fue
en L.A. Law de la mano de la abogada CJ Lamb (Amanda
Donohoe), que compartió un beso con una compañera
abogada en un capítulo emitido en 1991. Sin embargo, en
la serie no volvieron a aparecer más referencias explícitas a
sus relaciones amorosas. Tras algunos casos aislados en series con escasa repercusión, habría que esperar hasta el estreno de ER, que ha contado con cinco personajes femeninos homosexuales regulares o recurrentes en la última
década.22 Pero la mayor parte de las series que incorporan lesbianas como personajes regulares se encuadran dentro de la televisión por cable, cuya audiencia es más restringida pero que carecen de cualquier modalidad de
210
CONCEPCIÓN CASCAJOSA
Y
M A R TA F E R N Á N D E Z
censura. El mejor ejemplo de hecho es The L Word (L,
Showtime: 2004-), que narra las peripecias de un grupo de
amigas lesbianas en la ciudad de Los Ángeles. En el primer
capítulo de la serie, Jenny (Mia Kirshner), que hasta entonces sólo había mantenido relaciones heterosexuales, descubre su identidad homosexual y comienza una relación
afectiva con una mujer.
Como hemos podido ver, la mayor parte de las representaciones de la homosexualidad femenina parten de una
trama de descubrimiento y aceptación, de «salida del armario», una manera en que el público homosexual puede
sentirse plenamente identificado y el heterosexual establecer un vínculo afectivo con la evolución vital del personaje.
Sin embargo, frente a este modelo, también son comunes
los personajes femeninos homosexuales que son presentados como tales desde el principio al espectador. Sin embargo, es interesante comprobar cómo los casos más relevantes de esta circunstancia se ajustan a un patrón muy
concreto: mujeres que han superado los treinta, profesionales y pertenecientes a una minoría étnica. Es el caso de la
Juez Simms (LaTanya Richardson) en 100 Centre Street
(Los juzgados de Centre Street, A&E: 2001-2002), la Detective Greggs (Sonja Sohn) en The Wire (The wire. Bajo escucha, HBO: 2002-) y la anestesista Liz Cruz (Roma Maffia)
en Nip/Tuck (Nip/Tuck, a golpe de bisturí, FX: 2003-).
El caso español
El comienzo de las emisiones de televisión en España en
1956 fue el síntoma de la modernización de un país que, tras
el fin de la Guerra Civil en 1939, había quedado aislado y bajo el manto de la dictadura nacional-católica del General
Franco. La evolución en la representación televisiva de la mujer iba a ser un indicador del progreso experimentado por
España a lo largo de las décadas siguientes hasta configurar la
sociedad moderna que se puede considerar hoy. Manuel Palacio ha definido tres grandes etapas que marcan el desarrollo del medio: 1956-1973 –una sociedad y una televisión en
transformación–; 1974-1989 –España en la modernidad so-
GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
211
cial–; y 1990-2006 –una nueva sociedad de consumo– (Palacio, 2006). Respecto a la primera etapa, se puede considerar
que la visibilidad de la mujer en televisión fue superior a la
que gozaba en los ámbitos políticos, culturales e intelectuales.
Cuando Televisión Española llegó a los hogares de los españoles y españolas con el poder adquisitivo suficiente como
para poder costear un aparato de recepción, lo hizo de la mano de Laura Valenzuela y Blanca Álvarez, que realizaban todo
tipo de funciones delante de las cámaras (desde presentar pequeños concursos hasta promocionar productos de consumo) y se convirtieron en los primeros rostros populares del
medio. Julita Martínez interpretó en La casa de los Martínez
(TVE: 1967-1971) a una perfecta ama de casa de una familia
de clase media, fiel esposa y atenta madre, y series como Crónicas de un pueblo (TVE1: 1971-1974) evidenciaban la posición real de la mujer en la sociedad del momento.
Pero visiones más subversivas comenzaron a colarse por
las rendijas del sistema. Narciso Ibáñez Serrador y Jaime de
Armiñán ofrecieron con el dramático Historia de la frivolidad
(TVE1: 1967) una sátira de la moral represiva del momento,
con Irene Gutiérrez Caba narrando como líder de la Liga Femenina Contra la Frivolidad un remedo de la historia de la
Humanidad con evidente erotismo. Precisamente Jaime de
Armiñán fue el autor de una sucesión de series en las que colocaba a personajes femeninos como protagonistas dentro de
una reflexión general sobre la relación entre los sexos: Galería
de esposas (1960), Cuando ellas veranean (1961), Mujeres solas
(1961), Chicas en la ciudad (1961), Trío de damas (1962) y
Las doce caras de Eva (1971). Su último gran trabajo para Televisión Española antes de abandonar el medio debido a las
limitaciones de la censura fue Tres eran tres (TVE1: 19721973), la historia de tres hermanas que por diversas circunstancias deben convivir juntas. La mayor de ellas es Elena
(Amparo Soler Leal), una mujer profesional que dirige una
agencia de publicidad. La mediana, Paloma (Julieta Serrano)
es profesora en un colegio religioso, mientras que la menor,
Julia (Emma Cohen), es una estudiante contestataria que
acaba de regresar de Estados Unidos. Huérfanas y solteras,
parecen vivir liberadas del patriarcado, pero sus relaciones
212
CONCEPCIÓN CASCAJOSA
Y
M A R TA F E R N Á N D E Z
amorosas y su posición en el mundo profesional pondrán en
cuestión esta voluntad emancipadora.2
La llegada de la democracia a España como parte de un
proceso de transición política tuvo en la televisión pública a
uno de sus principales aliados. El blanco y negro del franquismo fue sustituido por el color de una monarquía que
inmediatamente puso en marcha todos los resortes para vestirse con la legitimidad del parlamentarismo, momento en
el que el medio mantuvo su cualidad pedagógica para enseñar a sus espectadores/as que el país estaba cambiando y que
no había nada negativo en ello. En ese momento de cambio,
el dramaturgo Adolfo Marsillach regresó al medio con la serie La señora García se confiesa (TVE1: 1976-1977), subtitulada «Trece episodios de la vida ficticia de una mujer real».
La señora García del título, interpretada por Lucía Bosé, era
una mujer madura de acomodada posición social que por
azar conoce a un guionista de televisión (el propio Marsillach), que se convierte en el confesor al que desgrana el relato de una vida en apariencia idílica pero en realidad repleta
de dudas sobre cuestiones como el matrimonio o la sexualidad. Cuando, ya en la década de los 80, Televisión Española
comienza a producir miniseries de prestigio de alto presupuesto, entre las obras adaptadas se encuentran dos obras
históricas que cuestionan el papel de la mujer ante un inminente cambio de valores. En Fortunata y Jacinta (TVE1:
1980) de Benito Pérez Galdós, Ana Belén y Maribel Martín
interpretan a dos mujeres de distinta condición social engañadas y manipuladas por los hombres que van pasando por
sus vidas. Por su parte, Los gozos y las sombras (TVE1: 1982),
adaptación de la novela de Gonzalo Torrente Ballester, se desarrolla en los años anteriores a la Guerra Civil en un pueblo
gallego donde las pasiones amorosas están tan presentes como los conflictos políticos, y en una escena que ejemplificó
un cambio en la representación de la sexualidad femenina
en televisión, muestra al personaje interpretado por Charo
López masturbándose. Apostando por la contemporaneidad
en lugar de la ficción histórica, apenas un año después se
emitía Anillos de oro, en la que Ana Diosdado daba vida a
una letrada de mediana edad con un matrimonio aburrido
GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
213
2 El Festival de Eurovisión
se utilizó como escaparate
de un lento proceso de modernización y de apertura al
exterior. Los hitos de este
proceso tuvieron una apariencia femenina: las cantantes Massiel y Salomé ganaron el Festival en 1968 y
1969 respectivamente.
2 Ése fue el caso de Farmacia de Guardia (Antena 3:
1991-1995), cuya protagonista era una mujer divorciada, Lourdes Cano (Concha Cuetos) que regentaba
el negocio familiar mientras
educaba a sus dos hijos. La
serie estuvo a punto de culminar con un desenlace reaccionario con Lourdes casándose de nuevo con su ex
marido, el donjuán y calavera Adolfo (Carlos Larrañaga), pero en los minutos
finales reconsideró su decisión para continuar una
existencia emancipada.
22 La actriz Amparo Larrañaga ha encarnado en
varias ocasiones el estereotipo de mujer profesional en
mandos intermedios que
tiene problemas constantes
para reafirmar su autoridad
y se mantiene bajo el liderazgo de una figura patriarcal, como en Periodistas (Telecinco: 1998-2002), donde
interpretaba a Laura, la subdirectora del periódico Crónica, y MIR (Telecinco:
2007-), en la que daba vida
a la Dra. Cristina Sierra,
médica adjunta y supervisora de un grupo de jóvenes
residentes.
que, al final del relato y tras enviudar, iniciaba un romance
con su joven socio en el despacho de abogados que regentaba al principio de la serie, interpretado por Imanol Arias.
El periodo comprendido entre 1990 y 2006 iba a marcar
el desarrollo de una nueva sociedad de consumo en España, evidenciada a nivel televisivo por la liberación del mercado que permitió el nacimiento de los operadores privados. Pero antes de que eso ocurriera, la propia Televisión
Española continuó dando pasos adelante en la representación de una sociedad modernizada en donde la mujer tenía
un nuevo papel. Pocos programas representaron de manera
tan clara esta tendencia como Hablemos de sexo (TVE1:
1990), programa creado por Narciso Ibáñez Serrador en
donde una entonces desconocida psicopatóloga, la Dra.
Elena Ochoa, rompía uno de los temas tabú de la católica
sociedad española. En la ficción, la serie Las chicas de hoy en
día (TVE2: 1991-1992) apostó por un tratamiento urbano
y juvenil de la situación de la mujer presentando como protagonistas a dos jóvenes veinteañeras, Carmen (Diana Peñalver) y Nuri (Carmen Conesa), que llegan a Madrid buscando triunfar en el mundo del espectáculo. Sin embargo,
en muy poco tiempo iban a ser las cadenas privadas Antena
3 y Telecinco las que iban a tomar la iniciativa en la producción de series de ficción, marcando las principales novedades en cuanto a la representación de la mujer.2
Sin embargo, la principal novedad de la ficción televisiva producida en la década de los años 90 fue el desarrollo
de un tipo de ficción coral desarrollada en ambientes profesionales y caracterizada por la hibridación entre la comedia y el drama. En estas series, las mujeres se encontraban plenamente incorporadas al mundo laboral y en
algunos casos esporádicos mantenían posiciones de poder. En este sentido, estos relatos reflejaban una sociedad
acostumbrándose aún a unos cambios sociales profundos
que todavía no terminaba de normalizar la presencia femenina en posiciones de autoridad.22 Pero teniendo
en cuenta la continua popularidad entre el público de series que como Ana y los siete (TVE1: 2002-2005) ofrecen
una visión arcaica de la mujer, resulta significativo que los
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CONCEPCIÓN CASCAJOSA
Y
M A R TA F E R N Á N D E Z
artífices de estas series profesionales hayan hecho un esfuerzo para que haya una nutrida presencia femenina en
las comisarías de Policías, en el corazón de la calle y El comisario (Telecinco: 1999-) o en los bufetes de Abogados
(Telecinco: 2001) y Al filo de la ley (TVE1: 2004-2005).
En los últimos años, la televisión ha seguido reflejando
los cambios socioculturales acaecidos en España, especialmente relacionados con la protección frente a la violencia
doméstica, la imposición de cuotas para garantizar la representación en los órganos políticos y la regulación del matrimonio homosexual. En apenas un año y medio, TVE produjo cuatro series de mujeres al estilo norteamericano, con
el punto de vista femenino como eje central de su argumento: Abuela de verano (2005), en donde Rosa María Sardá interpretaba a una mujer de mediana edad que se hace
cargo de sus doce nietos durante el periodo estival; Fuera de
control (TVE1: 2006), situada en la redacción de un programa informativo de televisión; Con dos tacones (TVE1:
2006), sobre un grupo de mujeres independientes que acaban compartiendo piso en una suerte de hermandad femenina; y Mujeres (TVE2: 2006), que narra el redescubrimiento vital y sexual de una mujer de mediana edad recién
enviudada con dos hijas y una madre senil a su cargo. En
ese mismo período, la serie Hospital Central (Telecinco:
2000-) contribuyó a aumentar la visibilidad de la homosexualidad femenina en televisión a través del romance de la
Dra. Macarena Fernández (Patricia Vico) y la enfermera
Esther García (Fátima Baeza), que debió superar respectivos bagajes socioculturales dispares y un entorno familiar al
principio adverso. En un capítulo emitido en diciembre de
2005, la pareja contraía matrimonio, abriendo paso para
enfrentarse a la maternidad en las temporadas siguientes de
la serie. La relación de Maca y Esther se ha convertido en
un tema de referencia para la comunidad lésbica en España,
especialmente patente en la esfera de Internet. Desde el blog
<http://macaesther.blogspot.com> y el foro <http://macaesther.foro.st>, se hace un seguimiento continuo.
GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
215
EJERCICIOS
que está cambiando la estructura clásica del relato» (Gutiérrez,
2004: 96).
La perspectiva de género y su aplicación a los estudios
televisivos
1. Busca en un diccionario, en un glosario especializado y/o
en la bibliografía recomendada en este volumen las definiciones de los siguientes términos. A continuación, haz una
breve propuesta de aplicación de cada uno de ellos al estudio de la televisión actual desde la perspectiva de género:
Techo de cristal / Roles de género / Androcentrismo / Violencia
simbólica / Estereotipo
Como materiales de apoyo se recomiendan, entre
otros, el Manual de información en género citado en la bibliografía recomendada y glosarios feministas online como <http://www.mujereshoy.com/otras_secciones/glosario.php>, <http://www.amnistiapr.org/educacion/presentaciones/glosarioterminos.pdf> y <http://www.radiofeminista.net/glosario.htm>.
2. Comenta de forma crítica las siguientes frases o afirmaciones desde tu perspectiva como estudiosa/o del género en
la televisión. Justifica siempre tus respuestas y argumentos:
«La profesión periodística no cree, en términos generales, en las
diferencias debidas al género (y podemos incluir en esta afirmación tanto a los hombres como a las mujeres)» (Gallego, 2004: 63).
«Aunque la televisión es polisémica, no todos sus significados tienen el mismo valor» (Butler, 2002: 7).
«La “mujer viendo ficción” es un estereotipo aceptado. Este estereotipo impone una rígida especialización: las mujeres leen o ven
ficción, pero, a diferencia de Scheherazada, que tenía un amplio
repertorio, ellas se especializan en historias de amor, odio y pasión; en una palabra: se especializan en sentimientos» (Curti,
1992: 150).
«El poder de la imagen televisiva cada vez cobra más fuerza e influencia marcando pautas de vida y de comportamiento, a la par
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CONCEPCIÓN CASCAJOSA
Y
M A R TA F E R N Á N D E Z
Género y televisión; imagen de las mujeres
Tomando como referencia una guía de televisión actualizada, tu conocimiento de los distintos formatos y (si es
posible) tu visionado de los programas elegidos, realiza
el siguiente ejercicio:
1. Céntrate en un segmento de programación concreto para una
cadena en particular (ej.: TVE 1, lunes entre las 18:00 y las 0:00h).
2. Haz un listado de los programas que se emiten y el género al
que pertenecen.
3. Trata de elaborar un cuadro, resumen o diagrama en el que
se reflejen las continuidades, discontinuidades, paradojas, contrastes y similitudes en la imagen de las mujeres que se ofrece en
dichos programas.
El objetivo de esta actividad es demostrar la tesis de Jeremy Butler de que, aunque la programación televisiva no
es un continuum de valores e ideas, sino que puede ofrecer
diferentes versiones de la realidad, es igualmente cierto
que la elaboración de programas tiende a estar supeditada
al discurso dominante, que crea textos televisivos a su servicio de una forma no siempre explícita, por lo que su
ideología (y los arquetipos y estereotipos que ésta genera)
llega a asumirse como «normal» y «natural». Como materiales de apoyo se recomiendan el Capítulo 1 del libro de
Butler y los portales de internet de las cadenas televisivas
seleccionadas (ej.: <http://www.rtve.es>).
Informativos vistos desde un prisma de género I.
Presencia de hombres y mujeres en las noticias
Tomando siempre como referencia el mismo programa
informativo y la misma cadena de televisión, realiza el siguiente ejercicio: trata de identificar la presencia de
hombres y de mujeres como sujetos protagonistas de la
información, centrándote cada día de la semana laboral
–de lunes a viernes– en uno de los dos sexos (ej.: lunes,
GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
217
rastreo de presencia masculina; martes, rastreo de presencia femenina, etc.).
Analiza esa presencia desde una perspectiva de género
en función de los siguientes parámetros:
i) Cantidad: ¿Cuántas mujeres / cuántos hombres aparecen como sujetos de la noticia?
ii) Tipo y relevancia de la noticia: ¿En qué secciones
aparecen? ¿Con qué peso dentro del conjunto del informativo?
iii) Tratamiento: ¿Se ofrece una imagen positiva/negativa/neutra? ¿Se enfatizan más sus acciones/logros/aspecto físico/defectos…? ¿Qué tipo de lenguaje se utiliza para
hablar de ellos y de ellas?
Informativos vistos desde un prisma de género II.
Titulares y tratamiento
En su artículo «La categorización masculina del mundo
a través del lenguaje verbal de los medios», Mercedes
Bengoechea (2004: 71-93) realiza un interesante ejercicio
de reescritura de titulares de informativos (eliminando
el sexismo del lenguaje y los comentarios marcados
por el género) y de inversión de género para el análisis
de las noticias (tomando como referencia el tratamiento
a una mujer en un informativo, preguntarse si se haría
igual en caso de que fuera un hombre; ej.: ¿se hablaría de
las piernas de un tenista como se hace con las de las hermanas Williams?).
En esta actividad proponemos seguir a Bengoechea y
hacer lo propio con los titulares sexistas de un informativo de televisión primero (reescribirlos) y con el tratamiento de la noticia completa después (analizar el tratamiento de hombres y mujeres para revelar los
mecanismos de discriminación).
La publicidad y el género I
Centrándote en un corte publicitario largo (más de 5
min.) de una cadena televisiva de nuestro país, analiza la
218
CONCEPCIÓN CASCAJOSA
Y
M A R TA F E R N Á N D E Z
presencia de hombres y mujeres en los anuncios desde
una perspectiva de género. Puedes utilizar las siguientes
preguntas como punto de partida:
- ¿Quién aparece más a menudo, mujeres u hombres?
- ¿Qué tipo de productos anuncia cada uno/a?
- ¿Con qué valores se asocia el producto y/o la figura humana
del spot (juventud, belleza, salud, exclusividad, originalidad…)?
- ¿Qué tratamiento se da al cuerpo que aparece en el anuncio
(con o sin ropa, en planos cortos o largos, completo o fragmentado, etc.)?
- ¿Qué tipo de roles cumplen hombres y mujeres en el anuncio? ¿Son complementarios (ej. padre y madre repartiendo las responsabilidades al 50-50); opuestos (ej. hombres y mujeres unos
contra otras en la manida «guerra de los sexos»); paralelos (anuncios iguales protagonizados por hombres y mujeres alternativamente)? ¿Son positivos o negativos? ¿Realmente reflejan los roles
sociales que apreciamos en la vida cotidiana?
-¿Tendría sentido la narrativa del anuncio si se invirtieran los
roles de género (poniendo una mujer donde aparece un hombre y
viceversa)?
-¿Qué lenguaje se utiliza para anunciar el producto? ¿Tiene
carga de género? ¿Neutra, positiva o negativa?
Como material de apoyo, recomendamos el documento ARESTE. Arrinconando estereotipos en los medios
de comunicación y la publicidad (Madrid, 2003).
La publicidad y el género II
Tomando como base los ejemplos recogidos para la actividad anterior, haz una serie de propuestas para mejorar
los anuncios vistos desde una perspectiva de género, teniendo en cuenta la teoría que has estudiado hasta ahora
y las recomendaciones incluidas en trabajos como Mujeres en medio. Repaso crítico a los medios de comunicación
y su lenguaje (AMECO, 2001); el Manual de publicidad
administrativa no sexista de María Viedma (2003); el
Manual de información en género editado por Pilar López
Díez (2004); o el libro La publicidad y la salud de las mujeres. Análisis y recomendaciones, coordinado por Begoña
López-Dóriga (2005).
GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
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Mujer y ficción: delante y detrás de las cámaras
Comenta y discute las afirmaciones de las siguientes profesionales del mundo de la televisión:
«Constantemente me hacen la pregunta: ¿Por qué (las protagonistas de Grey’s Anatomy) son tan promiscuas? Comenzamos el
piloto de la serie de esa manera (la protagonista echa de su casa a
un amante de una noche que después resulta ser su jefe), y recuerdo que me preguntaban: “¿Estás segura de que quieres hacer
eso? ¿Ése es el tipo de cosas que haría una mujer? A las otras mujeres no les va a gustar”. Pero las mujeres en realidad encontraron
que era algo que les daba poder.»
Shonda Rhimes, creadora y productora principal de Grey’s Anatomy.
«Creo que las mujeres divorciadas de mi edad se pueden identificar conmigo. Es un tipo de mujer cuyo círculo social se limita al
trabajo, porque el resto se centra en la casa. En el trabajo se enamoran, se desenamoran, tienen sus aventuras... No hay más tiempo material.»
Amparo Larrañaga sobre su personaje en Fuera de control, una
mujer de mediana edad divorciada y presentadora de un programa de televisión.
«Lilly (la detective protagonista de la serie policiaca Cold Case
(Caso abierto, CBS: 2003-) es exitosa en un mundo que no está
concebido para que ella triunfe. Es un mundo dominado por los
hombres. La hace más interesante porque ella navega ese mundo.
Creo que Lilly es más cerebral que los detectives masculinos. No
es dura ni intimidante. Se basa en su intuición y en la psicología
para llegar a la verdad».
Meredith Stiehm, creadora y productora principal de la serie Cold
Case, sobre un escuadrón que aclara casos sin resolver.
Los roles de género en las series de ficción
1. En 2003, el Instituto de la Mujer publicó un informe
sobre la representación de hombres y mujeres en televisión que llegaba a las siguientes conclusiones (citado en
Galán, 2007: 78):
Representación del hombre:
- Roles centrales. Atributos como diversidad, activo, indepen-
220
CONCEPCIÓN CASCAJOSA
Y
M A R TA F E R N Á N D E Z
diente, protagonista, experto, profesional y portavoz.
- Escenarios en los que aparece: ámbitos laborales en el exterior, interiores profesionales –oficinas o similares–, despachos
propios y estudios.
- Estatus personal: elevado, «mente».
Representación de la mujer:
- Roles laterales: Atributos como simplicidad, pasiva o reactiva,
dependiente, papel secundario y de apoyo, inexperta, víctima,
ama de casa.
- Escenarios en los que aparece: ámbitos domésticos en el interior, exteriores con niños o familias –jardines, playas–, cocina –lavadoras o fregadero–, guardería, hospital, escuela.
- Estatus personal: bajo o normal, «cuerpo».
2. Elige y visiona un capítulo de una serie de ficción actual. Enumera los personajes femeninos y masculinos
que aparecen y analiza los tres elementos principales del
informe anterior: roles que ejercen, escenarios en los que
aparecen y estatus personal. ¿Se corresponde tu análisis
con las conclusiones del Instituto de la Mujer?
El arquetipo de la mujer guerrera en la ficción televisiva
Se propone el visionado de un capítulo de una serie que
refleje el arquetipo de la mujer guerrera. Se proponen
como opciones el primer capítulo de Alias y el capítulo
de Buffy, the Vampire Slayer titulado «Helpless» (3.12),
en los que sus respectivas protagonistas deben sobreponerse a una situación de crisis. A continuación, realiza
las siguientes actividades:
- Explica las características físicas y psicológicas del personaje
protagonista (Buffy Summers / Sydney Bristow).
- El personaje protagonista mantiene una dualidad entre una
actividad que ejerce públicamente (estudiante) y una actividad
secreta (heroína de acción). Analiza la manera en la que esas dos
actividades se articulan en el capítulo.
- En el capítulo la protagonista se enfrenta a una crisis que debe resolver en solitario (Buffy Summers se queda sin sus poderes /
Sydney descubre que trabaja para una organización maligna que
amenaza su vida). Explica los recursos y estrategias que pone en
marcha para superar la crisis y cómo logra de esa manera reafir-
GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
221
mar su poder. ¿Es más importante la utilización del físico o de la
inteligencia?
- Analiza las relaciones que la protagonista mantiene con los
personajes masculinos del capítulo, distinguiendo entre las relaciones de amistad, de amor y de oposición.
- Reflexiona sobre cómo funciona la idea del patriarcado en el
capítulo. ¿Se rebela la protagonista contra las figuras de poder
masculinas? Y si es así, ¿tiene éxito?
Minorías femeninas en televisión
Elige un capítulo de una serie de televisión donde haya
personajes femeninos de minorías étnicas u homosexuales. Se proponen capítulos de programas como L, ER,
Lost (Perdidos, ABC: 2004-), Hospital Central, Grey’s
Anatomy, The Shield (The shield, al margen de la ley, FX:
2002-) o Nip/Tuck. A continuación, realiza las siguientes
actividades:
- Identifica los personajes femeninos pertenecientes a una minoría étnica/identidad sexual alternativa y procede a la descripción
de sus principales rasgos físicos y de carácter. Explica cuál es la importancia de cada personaje dentro de las tramas de ese capítulo y
su rol dentro de ellos. ¿Está asociada a una posición de poder?
- Contrapón ese análisis con uno más general que tenga en
cuenta el resto de los personajes femeninos que aparecen en el capítulo. ¿Los rasgos son más positivos o negativos? ¿Su importancia es mayor o menor? ¿Se puede concluir que son idealizaciones
o mantienen la misma complejidad psicológica que el resto?
- Contrapón de nuevo ese análisis a uno más general que tenga
en cuenta el resto de los personajes masculinos pertenecientes a
una minoría étnica/identidad sexual alternativa que aparezcan en
el capítulo. ¿Los rasgos son más positivos o negativos? ¿Su importancia es mayor o menor? ¿Se puede concluir que son idealizaciones o mantienen la misma complejidad psicológica que el resto?
- Analiza si se explicita en las tramas y diálogos la cuestión de
la diferencia, y en ese caso, cómo. ¿La diferencia es puramente
anecdótica o tiene una importancia cualitativa dentro del relato?
¿Se plantea por los personajes femeninos pertenecientes a una minoría étnica/identidad sexual alternativa o por el resto? ¿Se realiza
en un contexto de humor o en situaciones de tensión emocional?
222
CONCEPCIÓN CASCAJOSA
Y
M A R TA F E R N Á N D E Z
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GÉNERO
Y ESTUDIOS TELEVISIVOS
227
V
GÉNERO Y CIBERESPACIO.
CIBERFEMINISMO Y
CIBERCULTURA
Ciberespacio y
nuevas
tecnologías
Resumen
En este capítulo se llevará a cabo un análisis panorámico del ciberfeminismo como práctica de la cibercultura. Para ello y para
poder reflexionar sobre hasta qué punto el cambio que han experimentado las mujeres y sus cuerpos con el encuentro con la tecnología es una nueva forma de feminismo, se han esbozado los
conceptos de ciberespacio y cibercultura como ejes de este cambio y escenarios de un mundo «post».
UNA PREVIA: CIBERNÉTICA, CIBERESPACIO Y CIBERCULTURA
En el Gorgias platónico (380 a.C.), en el debate entre Sócrates y Calicles, se filtra el término que 23 siglos después habría de revolucionar las ciencias de la conducta y
que hoy en día afecta a cada vez más campos de la realidad como los que ahora nos ocupan: ciberespacio, cibercultura, ciberfeminismo, entre otros. Dice Sócrates en el
diálogo anteriormente aludido: «Más importante que la
natación es el arte del timonel (kybernetes) ya que salva
de los mayores peligros, no sólo a las almas sino también
a los cuerpos y las fortunas, como la retórica». Equipara
Sócrates la cibernética con el arte de persuadir y conmover. Sin embargo, es el libro de Norbert Wiener, Cybernetics, que se ocupa –después de haber revisado los mecanismos de control y de comunicación en los seres vivos y
en las máquinas– de hacer eficaz la acción, el que dio
origen a la popularización del concepto «cibernético» en
nuestros tiempos como ciencia de los mandos, del control. En efecto, si tomamos en consideración el concepto
ciber desde su etimología griega kybernétes hasta llegar a
B o r r à s , L a u ra , « G é n e r o y c i b e r e s p a c i o . C i b e r f e m i n i s m o y
c i b e r c u l t u ra » . E n I s a b e l C l ú a (e d . ) , G é n e r o y c u l t u r a
popular. Barcelona: Edicions UAB, 2008.
229
Una previa: cibernética,
ciberespacio y
cibercultura
229
La cibercultura:
un cambio cultural
230
Va de «post»: el
posfeminismo
231
Ciberfeminismo.
Ciberfeminismos
233
De mujeres, cyborgs
y sujetos inapropiados 238
Corporización y
descorporización
en el ciberespacio
240
Nuevas
representaciones
simbólicas
241
Conclusión
246
Ejercicios
248
Bibliografía
256
Ciberespacio. Siguiendo a
Pierre Lévy, denominamos
«ciberespacio» al «espacio
metafórico, al espacio de
comunicación, abierto por
la interconexión mundial
de los ordenadores» (Lévy,
1999), es decir, internet: un
espacio de comunicación
que permite que cada cual
emita, reciba y participe en
las transacciones económicas, culturales, comunicacionales, etc. que tienen lugar en la red. Según el
propio Lévy, pues, la cibercultura sería «el conjunto
de técnicas, de maneras de
hacer, de maneras de ser, de
valores, de representaciones
que están relacionadas con
la extensión del ciberespacio...» (Lévy, 1999). Resulta
interesante observar que su
hipótesis principal es que,
lejos de ser una subcultura
de fanáticos –los fanáticos
de la red–, la cibercultura
expresa una mutación importante de la esencia misma de la cultura porque
manifiesta la aparición de
una nueva forma de Universal.
su significado original de «guía», «piloto» o «timonel», y
le sumamos la carga semántica derivada de la cibernética
como la ciencia o disciplina que se ocupa de los sistemas
de control y de comunicación en las personas y en las
máquinas, nos hallamos en la encrucijada perfecta para
acercarnos a las nuevas formas de organización e interacción que tienen lugar en la red o lo que se ha dado en llamar «ciberespacio».5
LA CIBERCULTURA: UN CAMBIO CULTURAL
Ante el cambio sociocultural que internet ha comportado, a nadie se le escapa que las consideraciones sobre la
literatura o el arte en el entorno electrónico y su impacto
en la textualidad acostumbran a gravitar en torno a tres
ejes básicos: a) el nuevo escenario literario/artístico de
interacción; b) el objeto de estudio en sí, el texto literario
o artístico, y c) el análisis del tótem tecnológico en que se
ha convertido el ordenador en la cibercultura como nuevo soporte creativo. Estos tres ejes o puntos clave concentran la atención, respectivamente, en las relaciones
entre los distintos actores de la escena literaria –a saber:
escritores, lectores, espectadores, artistas, críticos y académicos, cuyos roles dentro del ritual de la comunicación literaria/artística han sido sustancialmente modificados–, por un lado. Por otro, en la naturaleza compleja
del texto digital –fusión de distintos sistemas de signos o
lenguajes (humanos, de programación…)– y en su pertinencia conceptual como texto literario/artístico y, finalmente, en el propio medio. Es decir, en el dispositivo tecnológico en que se fundamenta la cibercultura y los
cambios que su uso conlleva.
Porque es del todo evidente que nos hallamos ya en el
ámbito de la cibercultura, es decir –grosso modo–, del
conjunto de prácticas culturales vinculadas a los medios
digitales. A estas alturas resulta incontestable que estamos viviendo un proceso cultural de extraordinarias repercusiones a nivel de las comunicaciones y del desarrollo del conocimiento humano promovido por la
230
LAURA BORRÀS
emergencia y proliferación de las tecnologías digitales,
un proceso cultural de cambio como quizás no ha vivido
la cultura occidental desde el invento de la imprenta hace más de 500 años. Y, claro está, dejando de lado el hecho de que los cambios se pueden vivir con ilusión o con
angustia, según la tendencia personal de cada uno, lo
que es seguro es que cualquier cambio exige un esfuerzo.
Para empezar, el esfuerzo ante la novedad, porque una
novedad siempre genera desconcierto, vértigo en la medida que nos ubica frente a lo desconocido, lo que no tenemos y que todavía no sabemos si tenemos que incorporar. La novedad puede estorbar porque nos obliga a
posicionarnos, a aprender, a contrastar las informaciones que tenemos, lo que ya hemos aprendido, a revisar lo
que ya sabemos y ver si hay que actualizarlo, etc. Demasiada novedad resulta abrumadora y puede llegar a ser,
cuando menos, incómoda. Un segundo esfuerzo sería el
esfuerzo de conocimiento, de aprendizaje y, finalmente,
un esfuerzo de adaptación porque los grandes cambios
siempre comportan algún tipo de modificación, de coordenadas, perspectivas, posiciones, certezas... Y, sin embargo, vivimos en una época de cambios, en lo que Bauman ha dado en llamar «modernidad líquida», 5 en la
que las etiquetas se suceden a gran velocidad y en la que
proliferan denominaciones como «posthumanismo» o
«posthumanidad», «posfeminismo», «posliteratura»,
que, cuando se suman con la emergencia y consolidación
del nuevo espacio tecnológico, nos dan conceptos como
«cyborg», «ciberfeminismo», «ciberliteratura»…
VA DE «POST»: EL POSFEMINISMO
La proliferación de la denominación «post» tiene que ver
con un posicionamiento cuando menos temporal con
respecto al fenómeno de referencia. En este sentido,
pues, el concepto «posfeminismo» permitiría deducir de
su prefijo que es algo que sucede cronológica e ideológicamente al feminismo, ya que «post» es prefijo de marca
temporal de posterioridad, pero también, claro está, de
GÉNERO
Y C I B E R E S PA C I O .
CIBERFEMINISMO
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231
Modernidad líquida: Zygmunt Bauman, sociólogo
de referencia hoy en día,
tiene en su haber como mayor acierto dar con un estado social y describirlo con
una metáfora prêt à porter,
lo líquido, que sintetiza la
precariedad e inseguridad
de los parámetros vitales de
nuestro tiempo en sus más
diversas esferas (en el trabajo, en las relaciones amorosas, en la propiedad, etc.,
pero también frente a los
cambios naturales, las pandemias, el terrorismo…). Es
un nomadismo permanente
que conduce a la licuefacción de lo real y que halla
su reflejo más certero en
una cultura que administra
esa labilidad consustancial a
la fecha de caducidad de sus
productos, al torbellino voraz del consumismo en general. En este escenario en
el que la desestabilización
es estructural, aparece un
mosaico de anhelos identitarios –el anhelo de la identidad nacional, de género,
de minoría–; anhelos que
nacen con el compromiso
político propio del postestructuralismo que cuestiona centros y asunciones
universales.
2 Roland Barthes acuñó el
concepto «ideosfera» a partir de ideología, del sistema
lingüístico de una ideología.
diferencia, de modificación, de cambio. En el caso que
nos ocupa, según quien esgrima la etiqueta «posfeminista» estará haciendo referencia a posicionamientos bien
distintos: desde el rechazo a los avances feministas, hasta
la perspectiva privilegiada de mujeres, en el llamado primer mundo, que dicen gozar de una libertad y una posición que las libera y exime de cualquier subordinación.
Con todo, la utilización del prefijo «post» hace algo más
que describir una relación cronológica con el feminismo,
en la que el posfeminismo se convierte, por así decirlo,
en el «sucesor del feminismo» (Elsby). «Post» no es ya
un vocablo neutro, bien al contrario, es el punto clave en
el que se centran los diferentes discursos en torno al posfeminismo, en un sentido conclusivo, aunque también se
busque en el prefijo un vínculo importante con la posmodernidad y los retos que la condición posmoderna
plantea a la identidad, la comunidad y la política, conteniendo una oportuna advertencia sobre las complejas intersecciones entre definición y localización.
En cualquier caso, y más allá de ser un concepto tal
vez surgido de una determinada «ideosfera»,2 se trata
de un vocablo cargado de contradicciones semánticas.
Michael Archer argumenta que «sea cual sea su significado, el elemento cronológico que introduce el prefijo
“post” no implica una sucesión por pérdida de validez
del término original» (1994: 5). Cierto es que se producen evoluciones, incluso –déjenme ser irónica– mejoras
y avances. Sin embargo, si el hecho de que aparezcan
nuevas denominaciones permite mantener el interés y la
reflexión sobre las preocupaciones que todavía no han
sido disipadas para abrirse a una nueva gama de consideraciones, mucho mejor. Ello indicaría una ampliación
y pluralización de temas no considerados antes o no resueltos, ya sean de naturaleza política, medioambiental,
social o cultural, o estén relacionados con el sexo, la etnicidad, la sexualidad o la corporeidad a nivel más teórico,
por nombrar algunos de los asuntos que están siendo
objeto del pensamiento feminista actual.
232
LAURA BORRÀS
CIBERFEMINISMO. CIBERFEMINISMOS
Cyberfeminism is post-feminism
Judy Wajcman
Una alianza entre mujeres, máquinas y nuevas tecnologías
está surcando el ciberespacio. Se trata del ciberfeminismo.
Definir el ciberfeminismo sería considerado por una ciberfeminista casi como un acto de blasfemia. Pese a ello, no
tendría sentido introducir el concepto sin hablar mínimamente de él y para hacerlo no voy a seguir la estela del I Encuentro Internacional Ciberfeminista, celebrado en el marco de la Documenta X de Kassel (Alemania) del 20 al 28 de
septiembre de 1997, donde se formularon 100 Anti-tesis
que tratan de dar cuenta de lo que es el ciberfeminismo
desde lo que no es. Las hay tremendamente divertidas: «el
ciberfeminismo no es una fragancia, no es una institución,
no es una estructura, no es natural, no es triste, no es un
trauma, no es romántico, no es posmoderno, no es lacaniano, no es un espacio vacío...», y así hasta llegar hasta las 100
negaciones multilingües en un irónico reverso de las
100 tesis de Martin Luther King que, de todos modos, implícitamente muestra los límites de la definición o hasta
qué punto una definición puede llegar a coartar lo definido.
Se ha afirmado que el ciberfeminismo presenta una
nueva imagen «posthumana» del cuerpo femenino, pero lo
cierto es que, además de ser «una acertada idea de marketing» (Sollfrank) es un movimiento con muchas variantes
y estrategias que tiene como denominador común la utilización de las nuevas tecnologías para la liberación de la
mujer. Surgió a principios de los 90 con triple corriente teórico-práctica a lo largo y ancho del planeta. En 1992, la
teórica de la cultura Sadie Plant anunciaba en Gran Bretaña el ciberfeminismo como una alianza especial entre las
mujeres y las máquinas (Plant, 1996, 1997); en Australia,
las integrantes de VNS Matrix (Barratt et al.) redactaban
un Manifiesto donde se hacía pública su voluntad de infectar el espacio electrónico con mujeres, flujos corporales y
de conciencia política con el fin de combatir los sistemas
GÉNERO
Y C I B E R E S PA C I O .
CIBERFEMINISMO
Y C I B E R C U LT U R A
233
de dominación y control que, con respecto a la sexualidad
y al género, articulan la cultura tecnológica. Por último, en
Canadá, Nancy Paterson, una artista que se define como
«an electronic media artist (among other things) based in
Toronto» (Paterson) publicó el artículo «Cyberfeminism».
Así, mientras las activistas australianas afirmaban ser «el
virus del nuevo desorden mundial/ reventando lo simbólico desde dentro/ saboteadoras del ordenador central del
gran papá/ el clítoris es una línea directa a la matriz...» y el
pensamiento de Plant era considerado una «insurrección
absolutamente posthumana, la revuelta de un sistema
emergente que incluye a las mujeres y los ordenadores, en
contra de la opinión mundial y la realidad material de un
patriarcado que sigue intentando dominarlos» (Basset),
Paterson considera que el ciberfeminismo tiene que ver
con la diversidad cultural, la ubicuidad de la tecnología y la
«transgender politics». Carolyn G. Guertin, por su parte,
en «Quantum Feminist Mnemotechnics: The Archival
Text, Digital Narrative and the Limits of Memory» (Guertin) habla del ciberfeminismo como una «celebración de la
multiplicidad». La antiinstitucionalidad en general, y el antiacademicismo en particular, sumados al espíritu lúdico,
serían sus bases ideológicas principales. Faith Wilding, una
artista multidisciplinar de origen paraguayo afincada en
los Estados Unidos y que asistió al CI de Kassel, escribió
ocho días después el artículo «Where is Feminism in Cyberfeminism?», donde expresa su preocupación por la manera en que las distintas manifestaciones ciberfeministas
puedan ser trasladadas a la práctica para una política ciberfeminista comprometida en la Red. Las referencias al
«cibernenarismo» de Wilding son tremendamente críticas
en la medida que:
las cibernenas a veces utilizan (ya sea consciente o inconscientemente) los análisis feministas de las representaciones
en los medios de comunicación de la mujer –y las estrategias y la obra de muchas artistas feministas– también a
menudo se apropian de las imágenes sexistas y estereotipadas de la mujer de los medios de comunicación populares
y sin pensar las vuelven a poner en circulación –la «muñe-
234
LAURA BORRÀS
ca» del gangster, la hembra ciborg libidinosa, y la tira del
cómic de los años 50 de Tupperware son los favoritos– sin
ningún análisis o recontextualización crítica. La creación
de imágenes más positivas y complejas de mujeres que
rompan los moldes de los códigos de género que dominan
en la Red (y en los medios populares) requiere muchas cabezas inteligentes, y existe una profunda y sugerente investigación desde el feminismo, que va desde los ciborgs
monstruosos de Haraway, la performatividad de los géneros de Judith Butler, hasta los géneros recombinantes de
Octavia Butler. Todo tipo de seres híbridos que pueden alterar el viejo binomio masculino/femenino (Wilding).
Efectivamente, el Cybergrrl-ism es una de las más populares «encarnaciones» ciberfeministas en internet que, en
sus diferentes modalidades, puede adoptar varios nombres que siempre hallan su punto de encuentro en el grito
de guerra que las identifica: grrrl! Así, hallamos las
«webgrrls», las «riot grrls», las «guerrilla grrls», las «bad
grrls», las «black grrls», etc. Como ha señalado la profesora
de la Universidad de Utrecht, Rosi Braidotti, entre otras
teóricas de este feminismo de nuevo cuño: el trabajo irónico, paródico, divertido e iracundo de muchos de estos
recientes grupos «grrrl» es una importante manifestación
de la nueva subjetividad y representaciones culturales en
el ciberespacio (Braidotti). Ser grrrl (del inglés girl, que ya
es significativo que escojan el girl, chica, en vez del ya clásico y más consolidado, así como connotado woman o
women de los women studies, más un toque de agresividad) significa ser una chica muy actual, muy «moderna»
(cool), con tenacidad para navegar en la Red, cooperar online con otras jóvenes y expandir la presencia de las chicas
en las nuevas tecnologías de la información.
No se puede hablar de homogeneidad en la práctica cibernético-feminista de estos grupos, puesto que sus actividades van desde la elaboración y uso de mailing lists para
intercambiar conversaciones cotidianas, hasta foros de discusión sobre ciencia ficción y cyberpunk. En cualquier caso,
sí que resulta evidente un cierto desinterés respecto a la crítica política en relación a la posición de las mujeres en la
GÉNERO
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CIBERFEMINISMO
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235
red. Más bien funcionan con un fuerte pragmatismo que se
refleja en la máxima: just do it («sólo hazlo») y que puede
acabar siendo pernicioso para la propia razón de ser del
«movimiento», si es que podemos llamarlo así. Sea como
fuere, lo cierto es que la etiqueta, como su predecesora, sigue ocasionando una cierta incomodidad. Sirva como
ejemplo la mesa redonda que moderó Jennifer Ley para
«Riding the Meridian» y que reunía a teóricas, académicas,
editoras, autoras y ensayistas como Katherine Hayles, Diane
Greco, Shelley Jackson, Marjorie Perloff y Linda Carolli, todas vinculadas a ambas cuestiones: su condición de féminas
y de especialistas en temas tecnológicos. A las preguntas
«¿os describiríais como ciberfeministas o diríais que vuestro
trabajo (o parte de vuestro trabajo) utiliza estrategias del ciberfeminismo? ¿Qué significa este concepto para vosotras?», las respuestas son de lo más elocuentes: dudas y rechazo. Empieza Katherine Hayles afirmando no estar
segura de lo que significa el ciberfeminismo para quienes se
autoidentifican como tales y manifiesta que para ella sería el
feminismo practicado en entornos electrónicos, particularmente internet. Admite, sin embargo, que aunque esta descripción «no le vendría a la mente para describir su propio
trabajo», subyacen en él los aprendizajes adquiridos de las
teóricas y practicantes del feminismo. Considera particularmente relevantes las discusiones sobre la construcción, la
fluidez y la capacidad de transformación de la subjetividad
en los entornos electrónicos para terminar afirmando que
si se tiene en cuenta que el análisis y estudio de estos procesos es una de las estrategias del ciberfeminismo, entonces su
trabajo, en particular How We Became Posthuman está definitivamente comprometido con estas cuestiones.
Le sigue Marjorie Perloff, con un contundente «no», para matizar después que no se describiría como ciberfeminista, sino como alguien interesada en las «ciberartes» y que
ha asistido a la revolución sutil de las actividades en internet en el terreno poético y artístico, webs que han modificado substancialmente el modo en que nos acercamos a y estudiamos los movimientos artísticos y literarios. Diane
Greco no rebaja la contundencia de Perloff, sino que la su-
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LAURA BORRÀS
braya respondiendo a la pregunta con otra pregunta, en realidad, usando el mismo término objeto de interrogación:
«¿Ciberfeminismo? Nunca he oído hablar de él». A lo que
añade: «Sounds fishy». Analicemos por un instante su respuesta, ya que para decir, «suena extraño», «sospechoso», o
incluso «poco de fiar», utiliza un adjetivo que me parece
significativo: «fishy». Se trata de un adjetivo que parte de su
raíz, que remite al pescado y, por lo tanto, podría referirse a
que es resbaladizo pero que, en realidad, consciente o inconscientemente parece utilizar para decir que «huele» (y
cuando decimos de algo que «huele», nos referimos a que
«huele mal»), por lo que podríamos traducir, modificando
el verbo que ella utiliza, como que «huele a chamusquina».
Es decir, que Greco –Doctora en Historia de la Ciencia por
el MIT, editora en Eastgate Systems y autora de un estudio
hipertextual sobre las representaciones de la mujer en la
ciencia ficción cyberpunk– prefiere obviar manifestarse fingiendo que no sabe qué es el ciberfeminismo y diciendo
que, en cualquier caso, le suena sospechoso. Observemos,
pues, la carga ideológica que se filtra en la elección del adjetivo, puesto que si afirma que nunca había oído hablar de
«ciberfeminismo», entonces ¿por qué utiliza un adjetivo
connotado negativamente a priori? Linda Carrolli parece
ser la única informada del grupo y lleva a cabo un repaso
de las definiciones de Sadie Plant y Cornelia Sollfrank de
(Old Boys Network) para terminar afirmando que se siente
más cómoda con esta etiqueta que con la de feminista.
Por último, Shelley Jackson, autora de obras como Patchwork Girl, My Body, Stitch Bitch, también recoge la pregunta
de Greco como si estuviera reflexionando en voz alta e interrogándose a sí misma: «¿ciberfeminista, yo?». Pero retoma
el condicional que también está presente en las respuestas
de Hayles y Perloff para decir que no utilizaría esta palabra.
Se define como «escritora feminista, con énfasis en el escritora» y reconoce que las posibilidades narrativas y las características intrínsecas del hipertexto (léase multilinealidad, límites borrosos, inclusividad, colaboración, etc.), que se han
asociado tradicionalmente con la feminidad –aunque ella
reivindica que han caracterizado una corriente de escritura
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2 El término fue acuñado
por Clynes –director científico del laboratorio de simulación dinámica del
Rockland State Hospital en
Nueva York– y Kline –psiquiatra de la misma institución– en 1960 cuando, habiendo sido empleados por
la NASA para estudiar el
impacto de los viajes espaciales en el cuerpo humano
de los astronautas, desarrollaron este concepto para
referirse a un ser humano
mejorado que podría sobrevivir en entornos extraterrestres. De hecho, llegaron a esa idea después de
pensar sobre la necesidad
de una relación más íntima
entre los humanos y las máquinas en un momento en
que empezaba a trazarse la
nueva frontera representada por la exploración del
espacio. La palabra se forma a partir de las palabras
inglesas cyber(netics) y organism (organismo cibernético) y se utiliza para designar una criatura medio
orgánica y medio mecánica,
generalmente con la intención de mejorar las capacidades del organismo utilizando tecnología artificial.
que arranca en el modernismo y perdura en la posmodernidad–, le han permitido acercarse a temas como el cuerpo y
el yo desde un punto de vista feminista, aunque no cree que
haya nada de «ciber» en su feminismo.
Ciberfeminismo y conectividad
Carolyn Guertin, con Robin Morgan, piensa que la conectividad
estriba en uno de los pilares de lo que puede ser el enlace entre
ciberfeminismo y práctica artística. En este sentido, el texto electrónico, hiperenlazado, sería tanto una estructura narratológica
como el mecanismo de navegación en el espacio y en el tiempo.
Dice Guertin: «in the webbed space of hyperlinked fiction, the
pregnant gaps between the nodes are at least as important as
the textual nodes themselves», es decir, que en la medida en que
los nodos existen en conjunción con el espacio dinámico del trayecto y no pueden ser considerados aisladamente, igualmente
no pueden ser separadas las nuevas formas literarias del universo posfeminista de las comunidades y las prácticas que ambas
propician y alimentan dentro y fuera de la red.
DE MUJERES, CYBORGS Y SUJETOS INAPROPIADOS
Una de las guías intelectuales de las mujeres cibernéticas es
Donna Haraway, catedrática de Historia de la Conciencia
en la Universidad de California, Santa Cruz (EEUU). En
1985 hizo público el polémico ensayo, considerado la quintaesencia del ciberfeminismo, The Cyborg Manifesto (que
forma parte del libro Simians, Cyborgs and Women. The
Reinvention of Nature, 1991). Lo que Haraway hace es trocar el concepto de cyborg (cybernetic organism), un invento
surgido de la carrera armamentística desarrollada durante
la Guerra Fría, en una herramienta para la lucha feminista.
El cyborg es, en consecuencia, un producto de la ciencia y la
tecnología: un autómata con autonomía incorporada. Sin
embargo en una de sus declaraciones más famosas Haraway, quien –todo hay que decirlo– no se reconoce como ciberfeminista dice: «todos/as somos cyborgs».2 Efectivamente, cualquier persona a la que se le haya implantado
desde un marcapasos a cualquier tipo de órgano o incluso
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LAURA BORRÀS
algún tipo de artefacto artificial (muelas, caderas, hierros…), incluso por el hecho de llevar unas simples gafas o
utilizar un buzón de voz, tomar algún tipo de medicamento, sacar dinero del cajero automático de un banco… es un
cyborg, un organismo que contiene componentes orgánicos
y tecnológicos y que podría llegar a ser incapaz de sobrevivir sin ellos. En definitiva, lo que esta teórica se propone de
un modo ciertamente provocativo es cortar de raíz muchas
de las grandes dicotomías del pensamiento occidental, especialmente la de naturaleza/cultura. Haraway piensa que
el concepto de «naturaleza» es a la vez un topos –un lugar
común, un espacio donde reconstruir nuestra memoria,
nuestra cultura– y un tropo –una figura, una construcción,
un artefacto retórico–: un tópico en cualquiera de las dos
acepciones.
De ahí que le interese evidenciar la existencia de «sujetos
inapropiados», que serían aquellos que no encajan en las taxonomías existentes, que no se hallan fijados por la diferencia (Haraway, 1999: 314-366). Con su Cyborg Manifesto,
Haraway admitió la veneración de las tecnologías que podían alterar las categorías de cuerpo, sexo, género y sexualidad
y, en consecuencia, permitir que las mujeres dejaran de ser
cautivas de la biología. Si había nuevos espacios –el espacio
ha sido en el imaginario patriarcal donde, como nos recuerda Celia Amorós, la masculinidad ocupa la coordenada
«tiempo», el paradójico lugar de la mujer (que es espacio en
tanto que receptáculo, continente y por ello ya no precisa
disponer de otro –su– espacio)–, ¿por qué no se podría
inaugurar un nuevo tiempo para las mujeres? El ciberfeminismo así lo quiso creer, como mínimo en un primer momento. Sin embargo, pronto se percibió que la red, el espacio de confluencia de las tecnologías digitales de la
información y la comunicación, era un nuevo escenario, un
nuevo espacio, un nuevo contexto de actuación, pero un espacio limítrofe, sin delimitación concreta y precisa, un espacio sin lugar, si se permite el oxímoron (después de todo,
estamos en un tema caro a las paradojas, pensemos en la
«realidad virtual»). Internet aparecía como un espacio alternativo, de geometría flexible en la medida que conecta
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2 No puedo dejar de referir
aquí la consideración kantiana de que el saber es a las
mujeres como los relojes
que ellas llevaban parados:
un objeto decorativo, porque la cultura del reloj, la
del tiempo, es de los hombres.
lugares diversos –nodos de la red– mediante enlaces que
convierten la distancia en una red de flujos, un territorio
fronterizo –en el mismo lugar donde, vuelve a asistirnos
Amorós, el imaginario patriarcal ubica a las mujeres: a medio camino entre lo animal y lo humano (pienso en sirenas,
esfinges, amazonas...)– que también es un espacio sin tiempo. Ya que si las prácticas sociales en el espacio de los flujos
tienen lugar en un «tiempo compartido», el tiempo se vuelve instante y, consiguientemente, proporciona la ilusión de
atemporalidad. Pues sabemos precisamente por los estragos
de la vampirización tecnológica que supone internet que el
teletrabajo no implica necesariamente una mejor gestión
del tiempo laboral con el espacio familiar, sino un desplazamiento del trabajo hacia una dislocación horaria que lo
alarga indefinidamente, es decir, consumiendo mucho más
tiempo, lo que significa trabajar mucho más puesto que ya
no únicamente se trabaja en el contexto «despacho», sino
que también podemos llevarnos el trabajo a casa. Así pues,
el parámetro dominante es el tiempo –masculino–,2 porque el espacio es femenino.
CORPORIZACIÓN Y DESCORPORIZACIÓN EN EL
CIBERESPACIO
La reflexión sobre el cuerpo nos conduce a un laberinto de
posiciones, teorías, manifestaciones artísticas e incluso intereses económicos que dominan la corporalidad que habitamos. El uso de la imagen del cuerpo en la publicidad, el arte, la prensa o el cine no ha hecho más que aumentar
nuestro desasosiego ante un cuerpo humano que sabemos
en plena reestructuración y reconstrucción por científicos,
cirujanos e ingenieros. Y, sin embargo, hemos de hablar de
cuerpo y de tecnología en este proceso de cambio porque,
efectivamente, el cuerpo constituye un lugar de encuentro
para todas estas transformaciones. Y del cuerpo en internet,
ya que la red es percibida, por sus potencialidades, como un
espacio donde reescribir, inscribir y percibir la identidad y
la subjetividad con mayor libertad y de manera no coercitiva, al menos a priori.
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LAURA BORRÀS
Internet y libertad
Resultaría realmente tentador pensar que el hecho de poder esconder el sexo de sus usuarios/as, el anonimato físico que internet
nos ofrece permitiera unas relaciones más libres e igualitarias, eliminando las desigualdades en virtud del sexo. Incluso se ha llegado a producir una estrecha asociación de ideas entre los conceptos de internet y libertad. Sin embargo, eso sólo es parcialmente
cierto. La historia y la cultura de internet lo constituyeron como
una tecnología de libertad. Pero la libertad no es una página blanca sobre la que se proyectan nuestros sueños, sino más bien el tejido áspero en el que se manifiestan los poderes que estructuran
la sociedad. Internet, como ha argumentado Manuel Castells, es
–en tanto que tecnología– una creación cultural, lo cual implica
que refleja los principios y valores de sus inventores, que también
fueron sus primeros usuarios y experimentadores (Castells).
NUEVAS REPRESENTACIONES SIMBÓLICAS
Y sin embargo, en una sociedad en la que no ya queda
prácticamente nada de natural, en la que palabras como
biotecnología, ingeniería genética, clonación, alimentos
transgénicos, etc. están a la orden del día, en la que la conexión física y metafísica de la humanidad con la tecnología ya ha empezado a convertirnos en cyborgs; en esta
época que ha sido bautizada por Katherine Hayles como
«posthumanidad» y que se caracteriza por el impacto de
los artefactos mecánicos en el cuerpo humano, ya hace
un cierto tiempo que se están originando nuevas representaciones simbólicas y tal vez hayan sido la literatura y
el séptimo arte quienes hayan ido por delante del resto
de sus congéneres. Al fin y al cabo, la ficción es una manera de mirar el mundo, y el cine o la literatura posthumanos han abierto un camino que nos obliga a repensar
la frontera que cada vez es más borrosa entre lo natural y
lo técnico, entre lo humano y el objeto-máquina.
Las complejas y polemizadas relaciones entre lo humano y la máquina han sido un eje fundamental de la creación artística del siglo XX. Desde la cinematografía de Cronenberg, que ha contribuido como nadie a visualizar que
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2 En este sentido puede verse un ensayo de análisis de
eXistenZ como uno de los
exponentes de esta interacción en relación con la textualidad electrónica en:
<http://www.uoc.edu/humfil/articles/esp/borras0303/
borras0303.html>.
las fronteras entre la humanidad y la artificialidad son difusas y que la tecnología juega un papel decisivo en esta
ambigüedad, hasta Orlan, sujeto-creador/objeto-artístico
que desde principios de los 70 ya reflexiona con su propio
cuerpo sobre los efectos del imaginario en la estética del
cuerpo femenino. Orlan, para quien el quirófano se vuelve
taller de artista, lee filosofía o mantiene conversaciones vía
satélite mientras se lleva a cabo la producción in situ de videos, fotos y objetos de atrezzo que con posterioridad son
exhibidos como instalaciones en galerías. A nadie se le escapa que estas problemáticas relaciones tienden a oscilar
entre dos polos opuestos: la fascinación y la repulsa. Desde
la creación artística se han venido produciendo esfuerzos
para contribuir a difuminar, empañar, en definitiva, subvertir las barreras y límites entre lo orgánico y lo inorgánico y las diferencias conceptuales entre lo que consideramos
«natural» o «artificial» para atormentar de nuevo y hasta la
agonía, las contaminaciones y mutaciones posibles surgidas del contacto inquietante entre la vida y la tecnología.
Por ello me he referido a Cronenberg, en el ámbito del cine, y a Orlan en una dimensión performativa, «artística»,
para empezar con una de las formas más elocuentes y, a la
vez, más sutiles, de contaminación: la biotecnología. En este sentido, sus películas y performances, respectivamente,
forman parte del grupo de prácticas intelectuales y artísticas que repiensan el cuerpo humano a medida que éste está siendo reconstruido por los avances en cirugía plástica,
ingeniería genética y robótica. A estas alturas no queda
ninguna duda posible: ambos encarnan el «sex appeal de lo
inorgánico» –por decirlo con el título del ensayo del teórico italiano Mario Perinola–, ambos están fascinados por la
posthumanidad, por el impacto de la máquina y los artefactos mecánicos en el cuerpo humano y son de su interés
las transformaciones que éste puede sufrir en la simbiosis
tenebrosa e inquietante con la alteridad más absoluta, que
es lo que representa para nosotros la idea de «máquina».
Desde un punto de vista creativo, pues, estamos abocados
a revisitar particulares versiones del «síndrome de Frankenstein»,2 puesto que hoy los avances tecnológicos obli-
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LAURA BORRÀS
gan a reformular (cada vez de un modo más avasallador)
las cuestiones inquietantes a las que se enfrenta la ciencia y
las formas artísticas que, como el cine o la literatura, especulan sobre ella.
El cuerpo humano ha sido el auténtico protagonista de
la revolución tecnológico-comunicativa de la segunda mitad del siglo XX. Aunque hace sólo unos años pudiera parecer imposible, hoy día interactuamos con las máquinas con
bastante normalidad y, claro está, lo hacemos con la ayuda
de interfaces: herramientas, mandos, botones, ratón, teclados... Una palabra talismán en este terreno es el concepto
de «interactividad». Aunque es un concepto que ha sido
miserablemente secuestrado por la industria del marketing
(todo aquello que compramos es aparentemente interactivo: ¡desde un programa multimedia hasta una alfombra!),
el deseo de mejorar la interactividad está promoviendo la
exploración e interpretación de todos los intersticios, todas
las modalidades de intercambio y relaciones disponibles,
desde dedos que aprietan botones hasta los gestos, la voz y
el control de la respiración e incluso del pensamiento. En el
arte interactivo, por ejemplo, la investigación sobre las interfaces puede tomar dos direcciones radicales: el ciborguismo, cuando la interfaz invade el cuerpo y penetra físicamente el sistema nervioso humano, o la mente se convierte
en su propia interfaz y entonces se tiende a controlar nuestras extensiones electrónicas únicamente con el pensamiento. El cuerpo se nos ha revelado –en el cine como en la literatura o el arte– como un cuerpo híbrido y fluctuante y,
por la influencia del imaginario ciberespacial, como un terminal constantemente conectado. En el caso de Orlan, su
séptima operación quirúrgica, efectuada en Nueva York
(1993), se transmitió simultáneamente en la Sandra Gering
Gallery de Nueva York, el Centre Georges Pompidou de París y el Mac Luhan Center en Toronto. Pero pienso también
en Stelarc,2 quien en el primer Congreso de Telépolis (Luxemburgo, 4-11 de noviembre de 1995), concibió una
actuación en la que la descarga de impulsos nerviosos en
internet provocaba gestos en un cuerpo que estaba en un
lugar distinto. Así, los sensores que tenía conectados en los
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2 Stelarc es un net-artista
que combina en sus obras
sensores y mecanismos técnico-biológicos. Mediante
electrodos distribuidos en
sus brazos, piernas y pecho,
controla la manipulación de
grandes robots industriales
directamente desde sus propios impulsos nerviosos.
Constituye una de las más
extremas exploraciones de lo
que se puede nombrar «sionismo», es decir, el nuevo
contrato social entre la biología y la tecnología. Más información en: <http://www.
artcyclopedia.com/artists/ste
larc.html>,<http://www.stelarc.va.com.au/ > y <http://
www.cyberstage.org/archive/cstage12/stelarc.htm>.
brazos y piernas recogían los impulsos de su sistema nervioso y los transmitían online a fin de que las piernas y brazos de otra persona, conectados por medio de la interfaz
correspondiente, pudieran ejecutar una danza pensada
neuropsicológicamente hablando en París, por ejemplo.
Lo cierto es que las extensiones electrónicas del cuerpo humano permiten una rápida interacción entre el
hardware y el software, entre el pensamiento, la carne, la
electricidad y el entorno exterior. Con los sistemas interactivos, la pantalla de ordenador se está convirtiendo en
un intermediario necesario no sólo para nuestra imaginación sino también para nuestros procesos racionales.
Sirve como pantalla no sólo de los propios programas,
sino también de los efectos de los programas en nuestra
mente y nuestro cuerpo.
La instalación Terrain 01 de la alemana Ulrike Gabriel
utiliza el Analizador Visual de Ondas Cerebrales Interactivas (Interactive Brainwave Visual Analyzer, IBVA) para su
instalación presentada en el Ars Electronica de Linz en
1993; es una de las demostraciones de las interacciones posibles entre la mente y el cuerpo. Sentados delante de la
pantalla de un ordenador y con la cinta en la cabeza se ven
una serie de gráficos cambiantes en la pantalla en función
del estado de ánimo del usuario (agitado, ansioso, relajado...). Como más relajado se esté, más luz hay en la habitación, y cuando la luz alcanza un determinado nivel de intensidad, cuando se alcanza la máxima relajación, empieza
el movimiento de los pequeños robots (de la dimensión de
un puño) que se mueven lentamente, sensibles a la luz de
unas células fotoeléctricas que llevan en la espalda. Los robots están programados para moverse lentamente dentro
del área de actuación sin chocar los unos con los otros
mientras la relajación del usuario persista. En el momento
en que se detecta un cierto nivel de estrés, se detienen. Sin
embargo, al moverse, el rumor que producen sus ruedas es
recogido y amplificado para servir de mecanismo de retroalimentación (retroacción) adicional para la fuente de toda
esta actividad, es decir, el usuario. Lo que resulta interesante de la instalación es la reflexión que encierra sobre los
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LAURA BORRÀS
conceptos de dominación, control y poder, así como su exploración de la noción de cooperación, que es fundamental para la interactividad. A su vez, Terrain 01 indaga en las
maneras en que la interactividad nos conduce hacia nuevas prácticas culturales a medida que aprendemos a afrontar las relaciones humano/máquina en términos de contribución, más que de dominación o de control.
El caso de Luciana Haill también es significativo. Después de recuperarse de una meningitis viral cuando era
adolescente, Haill desarrolló una especial obsesión con el
cerebro humano. En Future of Sound (2007) materializa cibersueños utilizando tecnología de bio-feedback. Utiliza el
Bluetooth Interactive Brainwave Visual Analyser, interfaces
para grabar ondas cerebrales y compone con ellas, creando
sonidos generados en vivo y espacializados.
La apertura del cuerpo
En verdad el cuerpo se abre, se expone al contacto con los otros
(pensemos en piercings, operaciones de estética con injertos, silicona, botox...), pone en discusión sus límites e incluso su naturaleza orgánica. Las nuevas tecnologías abren para el cuerpo horizontes comunicativos cualitativamente nuevos, desde el
momento en que éstas no introducen simplemente «medios» de
información, sino que «piensan» la propia comunicación, simulan
funciones corpóreas y potencian las orgánicas.
El Cyborg Manifesto de Donna Haraway de los años 80
introdujo culturalmente la sugerente y potente imagen del
cyborg, que mostraba las implementaciones de lo orgánico
y de lo inorgánico realizadas sobre, en y dentro del cuerpo
a partir de la difusión del poder de la máquina sobre la
propia vida. La fascinación del cyborg residía seguramente
en la realización del sueño de ciencia ficción que se convertía verdaderamente en tangible: la potenciación casi infinita de las ficciones del cuerpo y de la asunción de una
«segunda naturaleza» posible a nivel biológico.
La transformación –me refiero ahora a un nivel físico–
puede ser inapreciable y, sin embargo, absoluta en la medida en que el esfuerzo de conceptualización llevado a cabo
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2 En la división tradicional
alma/cuerpo que proviene
de la época clásica griega, las
mujeres hemos encarnado
lo corporal, lo negativo, lo
privado y en definitiva el
término devaluado de las dicotomías imaginables que
determinan el «sujeto» moderno. El cuerpo de las mujeres desde el Renacimiento
fue un cuerpo por una parte
idealizado, «descorporizado», pero a la vez, el depositario de todas las impurezas
y maldades que atenazaban
al espíritu. Esta devaluación
de lo femenino era conjurada a lo largo de la modernidad siempre que la mujer
cumpliera correctamente los
papeles de esposa y madre,
en caso contrario, era drásticamente desterrada al mundo de los «desviados» por
mantener un comportamiento que Freud llamó
«histérico».
ha huido de la habitual simbiosis hombre-máquina –el
máximo exponente de la cual la encontramos en la primera entrega de Terminator– y, en cambio, ha ido dirigido a la
disminución de lo que habitualmente concebimos como
tecnología (aparatos innovadores, robots, etc.) con el fin
de resaltar otros tipos de tecnología como la biotecnología.
Una forma de colonización tecnológica del cuerpo humano, un cuerpo que no es un simple objeto natural sino un
valor producido por el entorno cultural y físico.2
Proyectos como «Cult of the New Eve» de Critical Arts
Ensemble, exhibido por primera vez en el Museo de Arte
Contemporáneo de Toulouse en el año 2000, muestran las
implicaciones religiosas del cuerpo femenino y reflexionan sobre los cambios que puede comportar la nueva religión de la ciencia sobre el mismo. El Critical Art Ensemble, de hecho, concebirá el feminismo actual como el
desarrollo de una pluralidad de perspectivas, proponiendo incluso una clasificación en cuatro categorías de posfeminismo: posfeministas retrógradas, posfeministas monotemáticas, posfeministas heroicas, y utópicas cyberfems.
CONCLUSIÓN
¿Pero dónde se encuentra la reflexión de las mujeres sobre
el cuerpo cuando sabemos que categorías tradicionales como vida/muerte, femenino/masculino, animal/humano e
incluso orgánico/inorgánico se encuentran en crisis? La superación de estas dicotomías planteadas por las técnicas
biológico-científicas parece ser una de las características de
la posmodernidad. Poder prescindir de algunos órganos,
prolongar la vida artificialmente, la manipulación del código genético, la existencia de más de dos géneros, la inclusión de prótesis diversas en nuestro organismo, han introducido una serie de perturbaciones en nuestro imaginario
que corren paralelas a la exaltación de la juventud y la belleza que propagan los medios de comunicación y que tienen poco que ver con la ferocidad autodestructiva del
cuerpo humano en el arte, típica del siglo XX. Fragmentación, irracionalidad y morbosidad, son algunos de los ad-
246
LAURA BORRÀS
jetivos que podemos dar a la obra de ciertos artistas que
han tratado el cuerpo humano de una manera violenta para hacernos despertar de ese sueño de la razón de poseer
un cuerpo que ignore la muerte y el sufrimiento. Si se puede cambiar la naturaleza, el determinismo biológico del
cuerpo que tantas implicaciones ha tenido socialmente para el encasillamiento de las mujeres como seres débiles y,
por tanto, confinados a la esfera privada de la vida, ¿entonces por qué no cambiar las prácticas sociales y culturales de
un espacio nuevo y, por tanto, quizás virgen o por construir? En este sentido, la tecnología, la realidad virtual pareció en su momento un nuevo espacio donde poder corregir las viejas relaciones sociales, un espacio de libertad y
de liberación, también de los roles de género convencionales (Wajcman, 2006: 12). Pero internet, como afirma Katherine Hayles, «cannot help but mirror contemporary social structures» (Hayles). En efecto, las tecnologías de la
información y la comunicación, los ordenadores y su complejo mundo de relaciones –tradicionalmente dominados
por los hombres–, han provisto un nuevo espacio de debate para la discusión feminista precisamente porque contienen nuevos significados y métodos para cuestionar los
modelos de roles y las estructuras de poder que hemos heredado. Y eso es algo que el feminismo viene reclamando
desde mucho antes de la aparición y el auge de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Lo cierto,
sin embargo, es que como casi todas las áreas del conocimiento y la cultura, el arte en general y la literatura en particular, también han hallado un espacio en el medio que
está modificando nuestra concepción del mundo: la red,
un interesante y fructífero espacio de tensión-interacción
entre lo tecnológico, lo artístico, lo social y lo político.
Ahora las creadoras exploran las posibilidades de este nuevo entorno para conseguir avances significativos en el camino hacia una sociedad más justa, más igualitaria, más libre y más plural.
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EJERCICIOS
1. En la mesa redonda Women and Technology («Women
and Technology. Beyond the Binary», en Riding the Meridian: <http://www.heelstone.com/meridian/rtable3.
html>) la moderadora trata únicamente tres cuestiones
para interrogar a sus ponentes respecto de su condición
de ciberfeministas. Analiza las respuestas y lo que se desprende de ellas, inclusive desde un punto de vista estrictamente lingüístico. Debate, a continuación, sobre los
motivos, las causas, los prejuicios, las consecuencias y, en
definitiva, sobre la importancia de la reticencia pública
de mujeres pioneras y reconocidas en este ámbito.
Mesa redonda
¿Se describiría como ciberfeminista, o diría que su trabajo (o parte
de su trabajo) utiliza las estrategias del ciberfeminismo? ¿Qué significa este concepto para usted?
N. Katherine Hayles: No estoy segura de qué significa ciberfeminismo para quien se autoidentifica propiamente como tal. Para
mí significa el feminismo practicado en entornos electrónicos, especialmente en internet y en la red. Aunque esta descripción no se
me ocurriría para describir mi propio trabajo, todo lo que hago
se fundamenta en lo que he aprendido a lo largo de años de teoría
y práctica feministas. Especialmente relevantes para mí son las discusiones sobre cómo la subjetividad se convierte en algo obviamente construido, cambiante y transformable en entornos electrónicos. Si esto es una estrategia del ciberfeminismo, entonces mi
trabajo, especialmente How We Became Posthuman, definitivamente capta estas cuestiones.
Marjorie Perloff: No, no me describiría como ciberfeminista
sino como alguien a quien le interesan las ciberartes. Para mí la
revolución de estos últimos años ha sido el movimiento sutil de
las actividades de internet en el reino de la poesía y las artes. Nuevos sitios web –por ejemplo, Ubu Web de Kenneith Goldsmith–
han cambiado la forma en que miramos y estudiamos movimientos artístico-literarios.
Diane Greco: ¿Ciberfeminismo? Nunca he oído hablar de ello.
Me suena extraño.
Linda Carroli: Tomo su significado en la línea de lo que Sadie
Plant decía: que hay una correlación entre el aumento del poder
de las mujeres y el ritmo o la tasa de desarrollo tecnológico: «Se
me ocurría que era evidente una larga y permanente relación en-
248
LAURA BORRÀS
tre la tecnología de la información y la liberación de las mujeres.
Casi se puede trazar un mapa entre ambas relaciones en la historia de la modernidad. Del mismo modo en que las máquinas se
vuelven más inteligentes, ¡las mujeres se liberan!». Cyberfeminist
International (Old Boys Network), Cornelia Sollfrank decía: «El
ciberfeminismo es un vocablo nuevo y prometedor. Sugiere una
ideología fresca, abrazando las nociones de “ciber” y “feminismo”
y todo lo que significan. Crea un espacio para que las mujeres inventen, diseccionen y alteren las trayectorias de la nueva era de la
información y la tecnología». En la línea de fuerza de estas descripciones, diría que este cuestionario es un ejercicio ciberfeminista. Es la naturaleza viral del feminismo la que parece que crea
potencial y permite que distintos feminismos se crucen, se regeneren, hibridicen, etc. El ciberfeminismo hace aparecer un hibridismo o eventualidad con la que me siento cómoda –más así que
en un feminismo que dice que las mujeres son víctimas– porque
el poder está implícito o fragmentado.
Shelley Jackson: ¿Ciberfeminista? No utilizaría esa palabra.
Soy una escritora feminista, haciendo énfasis en lo de escritora.
Aunque ninguna de ellas es ni rara ni mala, por supuesto. El hipertexto tiene ciertas posibilidades incorporadas (multilinealidad,
lugares múltiples, límites borrosos, capacidad inclusiva, colaborativa, bla bla bla) que se han asociado tradicionalmente con la
feminidad, aunque son también característica de una tensión de
escritura –más fuerte en obras modernistas y posmodernas de este, oops, no, quiero decir del ÚLTIMO siglo– producido por ambos sexos. Rechazo la idea de que hay algo biológicamente femenino en este modo de producción textual, pero al incluir éste (la
desacreditada escritura «experimental») estoy incluyendo implícitamente el otro (el desacreditado «femenino»). (¡Pero fijémonos
en el rechazo de Diane de esta delicada línea argumental en su
respuesta para la pregunta número 4!) Mis escritos electrónicos
–Patchwork Girl, My Body, Stitch Bitch– también abordan cuestiones como el cuerpo y la personalidad desde un punto de vista feminista, pero no creo realmente que haya nada especialmente «ciber» sobre su feminismo. Se me ocurrió recientemente que los
amplios y eficaces sistemas de comunicación que internet hace
posibles son muy evocadores de los (entonces inalcanzables) sueños acerca de redes de publicación sostenidas por muchas de las
feministas entre las cuales crecí en Berkeley en los 70. La circulación de ideas, el hecho de formar comunidades virtuales: estrategias viejas, nuevas tecnologías. Una cosa que me gusta sobre la red
(a menudo deplorada, de un modo bastante extraño, por compañeros escritores nostálgicos de los días de «estándares» editoriales) es la proliferación de escrituras idiosincráticas e «impublicables», especialmente aquellas producidas por mujeres jóvenes que
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aprovechan la oportunidad para quejarse, para mostrarse y darse
a conocer. Espero y confío en que esto cambiará tanto la escritura
como las vidas de las mujeres en toda clase de formas.
2. Analiza la trayectoria de Orlan viendo algunas de sus
performances y reflexiona sobre el concepto de manipulación, construcción de la identidad y dolor.
Webs:
<http://www.jornada.unam.mx/2005/07/04/informcion/83_or
lan.htm>
<http://www.film-orlan-carnal -art.com/Presentation.html>
<http://www.youtube.com/watch?v=IEibZNr7iX8>
Puedes compararlo con Stelarc:
<http://www.youtube.com/watch?v=OKEfJRe4uys&mode=related&search>
<http://www.youtube.com/watch?v=Jv_JF2XJYSk&mode=related&search>
3. A partir de los textos teóricos sobre posfeminismo y
ciberfeminismo que has estudiado, analiza el artículo
aparecido en un periódico de tirada nacional y extrae las
conclusiones que se ofrecen al gran público sobre la
cuestión.
REPORTAJE: DESPUÉS DEL FEMINISMO
Mujeres en los márgenes
Beatriz Preciado, 13 de enero de 2007
En los últimos años han surgido una serie de autoras que sostienen
que el objetivo del nuevo feminismo debe ir más allá de conseguir
la igualdad legal de la mujer blanca, occidental, heterosexual y de
clase media. Para ellas, se trata de atender a mujeres tradicionalmente dejadas al margen y de combatir las causas que producen las
diferencias de clase, raza y género.
Mientras la retórica de la violencia de género infiltra los medios de comunicación invitándonos a seguir imaginando el feminismo como un discurso político articulado en torno a la oposición dialéctica entre los hombres (del lado de la dominación) y
las mujeres (del lado de las víctimas), el feminismo contemporá-
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LAURA BORRÀS
neo, sin duda uno de los dominios teóricos y prácticos sometidos
a mayor transformación y crítica reflexiva desde los años setenta,
no deja de inventar imaginarios políticos y de crear estrategias de
acción que ponen en cuestión aquello que parece más obvio: que
el sujeto político del feminismo sean las mujeres. Es decir, las mujeres entendidas como una realidad biológica predefinida, pero,
sobre todo, las mujeres como deben ser, blancas, heterosexuales,
sumisas y de clase media. Emergen de este cuestionamiento nuevos feminismos de multitudes, feminismos para los monstruos,
proyectos de transformación colectiva para el siglo XXI.
Estos feminismos disidentes se hacen visibles a partir de los
años ochenta cuando, en sucesivas oleadas críticas, los sujetos excluidos por el feminismo biempensante comienzan a criticar los
procesos de purificación y la represión de sus proyectos revolucionarios que han conducido hasta un feminismo gris, normativo
y puritano que ve en las diferencias culturales, sexuales o políticas
amenazas a su ideal heterosexual y eurocéntrico de mujer. Se trata
de lo que podríamos llamar con la lúcida expresión de Virginie
Despentes el despertar crítico del «proletariado del feminismo»,
cuyos malos sujetos son las putas, las lesbianas, las violadas, las
marimachos, los y las transexuales, las mujeres que no son blancas, las musulmanas... en definitiva, casi todos nosotros.
Esta transformación del feminismo se llevará a cabo a través
de sucesivos descentramientos del sujeto mujer que de manera
transversal y simultánea cuestionarán el carácter natural y universal de la condición femenina. El primero de estos desplazamientos
vendrá de la mano de teóricos gays y teóricas lesbianas como Michel Foucault, Monique Wittig, Michael Warner o Adrienne Rich
que definirán la heterosexualidad como un régimen político y un
dispositivo de control que produce la diferencia entre los hombres y las mujeres, y transforma la resistencia a la normalización
en patología. Judith Butler y Judith Halberstam insistirán en los
procesos de significación cultural y de estilización del cuerpo a
través de los que se normalizan las diferencias entre los géneros,
mientras que Donna Haraway y Anne Fausto-Sterling pondrán en
cuestión la existencia de dos sexos como realidades biológicas independientemente de los procesos científico-técnicos de construcción de la representación. Por otra parte, junto con los procesos de emancipación de los negros en Estados Unidos y de
descolonización del llamado Tercer Mundo, se alzarán las voces
de crítica de los presupuestos racistas del feminismo blanco y colonial. De la mano de Angela Davis, bell hooks, Gloria Anzaldúa o
Gayatri Spivak se harán visibles los proyectos del feminismo negro, poscolonial, musulmán o de la diáspora que obligará a pensar el género en su relación constitutiva con las diferencias geopolíticas de raza, de clase, de migración y de tráfico humano.
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Uno de los desplazamientos más productivos surgirá precisamente de aquellos ámbitos que se habían pensado hasta ahora como bajos fondos de la victimización femenina y de los que el feminismo no esperaba o no quería esperar un discurso crítico. Se
trata de las trabajadoras sexuales, las actrices porno y los insumisos sexuales. Buena parte de este movimiento se estructura discursiva y políticamente en torno a los debates del feminismo contra la pornografía que comienza en Estados Unidos en los años
ochenta y que se conoce con el nombre de «guerras feministas del
sexo». Catharine Mackinnon y Andrea Dworkin, portavoces de
un feminismo antisexo, van a utilizar la pornografía como modelo para explicar la opresión política y sexual de las mujeres. Bajo
el eslogan de Robin Morgan «la pornografía es la teoría, la violación la práctica», condenan la representación de la sexualidad femenina llevada a cabo por los medios de comunicación como
una forma de promoción de la violencia de género, de la sumisión
sexual y política de las mujeres y abogan por la abolición total de
la pornografía y la prostitución. En 1981, Ellen Willis, una de las
pioneras de la crítica feminista de rock en Estados Unidos, será la
primera en intervenir en este debate para criticar la complicidad
de este feminismo abolicionista con las estructuras patriarcales
que reprimen y controlan el cuerpo de las mujeres en la sociedad
heterosexual. Para Willis, las feministas abolicionistas devuelven
al Estado el poder de regular la representación de la sexualidad,
concediendo doble poder a una institución ancestral de origen
patriarcal. Los resultados perversos del movimiento antipornografía se pusieron de manifiesto en Canadá, donde al aplicarse
medidas de control de la representación de la sexualidad siguiendo criterios feministas, las primeras películas y publicaciones censuradas fueron las procedentes de sexualidades minoritarias, especialmente las representaciones lesbianas (por la presencia de
dildos) y las lesbianas sadomasoquistas (que la comisión estatal
consideraba vejatorias para las mujeres), mientras que las representaciones estereotipadas de la mujer en el porno heterosexual
no resultaron censuradas.
Frente a este feminismo estatal, el movimiento posporno afirma que el Estado no puede protegernos de la pornografía, ante
todo porque la descodificación de la representación es siempre un
trabajo semiótico abierto del que no hay que prevenirse sino al
que hay que atacarse con reflexión, discurso crítico y acción política. Willis será la primera en denominar feminismo «prosexo» a
este movimiento sexopolítico que hace del cuerpo y el placer de
las mujeres plataformas políticas de resistencia al control y la normalización de la sexualidad. Paralelamente, la prostituta californiana Scarlot Harlot utilizará por primera vez la expresión «trabajo sexual» para entender la prostitución, reivindicando la
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LAURA BORRÀS
profesionalización y la igualdad de derechos de las putas en el
mercado de trabajo. Pronto, a Willis y Harlot se unirán las prostitutas de San Francisco (reunidas en el movimiento COYOTE,
crea do por la prostituta Margo Saint James), de Nueva York
(PONY, Prostitutas de Nueva York, en el que trabaja Annie Sprinkle), así como del grupo activista de lucha contra el sida ACT UP,
pero también las activistas radicales lesbianas y practicantes de sadomasoquismo (Lesbian Avengers, SAMOIS...). En España y
Francia, a partir de los noventa, los movimientos de trabajadoras
sexuales Hetaria (Madrid), Cabiria (Lyon) y LICIT (Barcelona),
de la mano de las activistas de fondo como Cristina Garaizabal,
Empar Pineda, Dolores Juliano o Raquel Osborne formarán un
bloque europeo por la defensa de los derechos de las trabajadoras
sexuales. En términos de disidencia sexual, nuestro equivalente
local, efímero pero contundente, fueron las lesbianas del movimiento LSD con base en Madrid, que publican durante los noventa una revista del mismo nombre en la que aparecen, por primera vez, representaciones de porno lesbiano (no de dos
heterosexuales que sacan la lengua para excitar a los machitos, sino de auténticos bollos del barrio de Lavapiés). Entre los continuadores de este movimiento en España estarían grupos artísticos
y políticos como Las Orgia (Valencia) o Corpus Deleicti (Barcelona), así como los grupos transexuales y transgénero de Andalucía,
Madrid o Cataluña.
Estamos aquí frente a un feminismo lúdico y reflexivo que escapa del ámbito universitario para encontrar en la producción audiovisual, literaria o performativa sus espacios de acción. A través
de las películas de porno feminista kitsch de Annie Sprinkle, de las
docuficciones de Monika Treut, de la literatura de Virginie Despentes o Dorothy Allison, de los comics lésbicos de Alison Bechdel,
de las fotografías de Del LaGrace Volcano o de Kael TBlock, de los
conciertos salvajes del grupo de punk lesbiano de Tribe8, de las
predicaciones neogóticas de Lydia Lunch, o de los pornos transgénero de ciencia ficción de Shue-Lea Cheang se crea una estética feminista posporno hecha de un tráfico de signos y artefactos culturales y de la resignificación crítica de códigos normativos que el
feminismo tradicional consideraba como impropios de la feminidad. Algunas de las referencias de este discurso estético y político
son las películas de terror, la literatura gótica, los dildos, los vampiros y los monstruos, las películas porno, los manga, las diosas
paganas, los ciborgs, la música punk, la performance en espacio público como útil de intervención política, el sexo con las máquinas,
iconos anarco-femeninos como las Riot Girl o la cantante Peaches,
parodias lesbianas ultrasexo de la masculinidad como las versiones
drag king de Scarface o ídolos transexuales como Brandon Teena o
Hans Scheirl, el sexo crudo y el género cocido.
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Este nuevo feminismo posporno, punk y transcultural nos enseña que la mejor protección contra la violencia de género no es
la prohibición de la prostitución sino la toma del poder económico y político de las mujeres y de las minorías migrantes. Del mismo modo, el mejor antídoto contra la pornografía dominante no
es la censura, sino la producción de representaciones alternativas
de la sexualidad, hechas desde miradas divergentes de la mirada
normativa. Así, el objetivo de estos proyectos feministas no sería
tanto liberar a las mujeres o conseguir su igualdad legal como
desmantelar los dispositivos políticos que producen las diferencias de clase, de raza, de género y de sexualidad haciendo así del
feminismo una plataforma artística y política de invención de un
futuro común.
4. Analiza las obras de las siguientes autoras y argumenta
qué puede considerarse feminista o ciberfeminista en
ellas respecto del tratamiento de temas como la transmisión de roles que conforman identidades, los mecanismos de reproducción en el cuerpo de una mujer y la
imagen de la mujer como diosa o como prostituta.
Shelley y Pamela Jackson: The Doll Games
<http://www.ineradicablestain.com/dollgames/contents.html>
Los juegos de muñecas siguen siendo un reducto inexplorado.
Desde un punto de vista artístico, pero también reivindicativo,
Shelley y Pamela Jackson en este proyecto colaborativo en la red
documentan los elaborados y perversos juegos de muñecas que
desarrollaron en los 70, al tiempo que reflexionan sobre este tipo
de juegos en general. Se trata de un espacio narrativo en el que las
niñas se alejan de los escenarios previstos por Mattel y sus Barbies
para adentrarse en lo grotesco y lo obsceno.
The Doll Games tiene capas diversas, desde las historias reales
de sus autoras, hasta la introducción de un estilo pretendidamente académico sobre las mismas. Se trata de una obra que nos sitúa
de lleno en el intersticio entre la ficción y la no ficción, con parodia incluida.
los ejes de su lugar subordinado en el orden social. En este contexto, Smart Mom opera como una parodia ciberfeminista, política y creativamente efectiva en sus propósitos, sobre la industria de
la reproducción.
Prema Murthy: BindiGirl (1999)
<http://www.thing.net/~bindigrl/>
¿Diosa o prostituta? La relación de la mujer con el sexo, históricamente castrada desde la moral conservadora, ha incidido en
su idealización como objeto sexual al servicio del hombre. La
oferta de mujeres, ya sea mediante el tráfico por internet de niñas y adolescentes procedentes del tercer mundo, o bien como
fetiches e iconos sexuales en las webs de pornografía, es habitual
en el ciberespacio.
Bindi, un avatar femenino representado por un cuerpo de mujer hindú atrapada en la red, nos muestra, desde la sensualidad y
la provocación, también su capacidad de raciocinio, reaccionando
ante el usuario sobre los motivos que la han llevado a estar confinada en este espacio, al tiempo que lo exhorta a que retorne para
volver a estar con ella. Bindi, sin embargo, también es el nombre
de una diosa hindú que, aquí, combina la divinidad con la prostitución, iconos de la visión mítica de la mujer en el patriarcado. Se
produce aquí una complicidad de estas cuestiones con la tecnología para hacer reflexionar a los usuarios sobre las nuevas formas
de dominación auspiciadas en la identidad sexual.
Faith Wilding y Hyla Willis: Smart Mom (1998-1999)
<http://www.andrew.cmu.edu/user/fwild/>
El cuerpo de la mujer –y con su cuerpo, los ciclos hormonales que
lleva asociados, los cambios metabólicos, la ovulación, la gestación, alteraciones en la libido y otro tipo de cambios determinados por su condición de ser reproductor– han constituido uno de
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261
V
VIDEOJUEGOS:
EL ENTRETENIMIENTO DEL
TERCER MILENIO*
Ciberespacio y
nuevas
tecnologías
Resumen
El capítulo examina las características esenciales del medio del videojuego, basándose en la descripción de su particularidad estética y sus géneros. Se repasa la evolución del medio para contextualizar su significación histórica y se incide en el aspecto narrativo
de diversos videojuegos. La estructura narrativa de los videojuegos se investiga mediante el uso de la teoría de la recepción y de
quests. A continuación se describen los aspectos culturales más relevantes de los videojuegos en su dimensión psicológica y de
identidad de los jugadores, social y mediática, así como los aspectos de género. El capítulo pretende ser una introducción para
guiar a los estudiantes en sus investigaciones particulares y a la
vez desmitificar un medio popular a menudo condenado a los estereotipos negativos.
Introducción: en la
caverna virtual
263
El medio del
videojuego: qué es
y cómo funciona
265
Breve historia de
los videojuegos
268
Videojuegos,
narrativa y
representación
272
El videojuego
como producto
cultural
277
Epílogo: cómo
estudiar videojuegos 282
INTRODUCCIÓN: EN LA CAVERNA VIRTUAL
Delante de mí se extiende un túnel mal iluminado. El suelo parece estar húmedo y no puedo ver el final, quizá haya
alguien o algo oculto en las sombras de la siguiente caverna. Tengo la mano en la empuñadura de mi espada y los
pelos de punta, hemos sufrido mucho para llegar hasta
aquí. Cualquier error puede costarnos a todos la vida. Detrás de mí avanzan mis compañeros de clan, siento que
también contienen la respiración. Oigo la voz de mi jefe
de batalla en mis auriculares: «muy bien, Zashima, despacio, Orken y Ullak están justo detrás de ti para curarte.
Recuerda que en cuanto cruces el umbral comenzará la
lucha, y que hay que evitar el corredor de la derecha, no
tiene salida. Adelante».2
Son las doce de la noche en Copenhague y los niños
duermen en la habitación de al lado. Yo estoy virtualTo s c a , S u s a n a P. , «V i d e o j u e g o s : e l e n t r e t e n i m i e n t o d e l
t e r c e r m i l e n i o» . E n I s a b e l C l ú a (e d . ) , G é n e r o y c u l t u r a
popular. Barcelona: Edicions UAB, 2008.
263
Ejercicios
284
Bibliografía
286
*Este capítulo está basado
en mi libro, Understanding
Videogames, publicado por
Routledge, Nueva York, en
2007 con dos coautores, Simon Egenfelt-Nielsen y Jonas Heide Smith.
2 En realidad mi jefe de
batalla nunca diría algo así,
lo he «traducido» para que
quien no sea jugador pueda
entenderlo. Cuando esta-
mos combatiendo en grupo
en el juego utilizamos multitud de abreviaturas y una
jerga que resultaría incomprensible para quien no conozca el mundo de los videojuegos en general y de
World of Warcraft en particular.
2 La traducción sería: un
juego de rol multijugador
en red. Estos juegos acogen
cientos de miles de jugadores de todo el mundo, repartidos en servidores diferentes que guardan cada
uno una copia exacta del
mundo del juego.
Shoot’em’up. Es una abreviatura de shoot them up, o
«dispárales», y se refiere a
los juegos en que la actividad principal consiste en
disparar a enemigos u obstáculos constantemente.
mente en Azeroth, el continente del juego de ordenador
World of Warcraft, un MMORPG (massively multiplayer
online roleplaying game)2 de tema medieval-fantástico.
Soy una chica orco bastante corpulenta. Mis compañeros
de clan y yo estamos a punto de entrar en combate para
terminar una misión en la que hemos muerto todos en
dos ocasiones anteriores. Es importante que no fallemos
de nuevo, reunir a todo el grupo no es fácil, la gente tiene compromisos en su «vida real»: familias, trabajos, necesidad de dormir... Y tener que recuperar nuestros cadáveres y volver a empezar la misión sería de lo más
tedioso. Me siento un poco culpable porque la última
vez el error fatal fue mío, entré demasiado pronto en la
caverna, pero ahora no fallaré. Si lo logramos, subiré de
nivel y quizá consiga una espada que he codiciado desde
hace tiempo.
A quien nunca lo haya probado le asaltarán sin duda
muchas dudas: ¿en qué consiste en realidad esta actividad?, ¿cómo se juega?, ¿en qué es diferente de leer una
novela o ver una película? O incluso, ¿hay peligro de
confundir la vida virtual con la real?, ¿es síntoma de desequilibrio mental el pasar las horas muertas disparando
en pantalla?
Este capítulo pretende responder a tales preguntas sirviendo de introducción al mundo del videojuego, tanto en
su historia como sus características mediales y su impacto
cultural. El título de esta sección es un guiño a Platón, cuyas enseñanzas liberarían a los hombres prisioneros de la
caverna de las ilusiones y les mostrarían la realidad del
mundo de las ideas. Los videojuegos adoran las cavernas;
hay cavernas en las primeras aventuras textuales y en los
primitivos shoot’em’up;5 en los concurridos juegos de rol
en red y en los familiares de plataforma. La opinión pública parece pensar, como Platón, que la juventud está prisionera de estas nuevas cavernas virtuales, llenas de peligros no menos temibles por desconocidos. Al mismo
tiempo, la industria del videojuego informa regularmente
de sus cifras de venta y celebran que supera el volumen de
negocio de Hollywood, con lo que se ha convertido en la
264
S U S A N A P. T O S C A
primera potencia del entretenimiento en el mundo occidental. Pero ¿qué es un videojuego?
EL MEDIO DEL VIDEOJUEGO: QUÉ ES Y CÓMO
FUNCIONA
Los videojuegos son parientes cercanos de los juegos que
todos conocemos: los de la infancia, los deportes organizados, los de mesa, de cartas, etc. La actividad lúdica tiene
muchas formas, y se caracteriza por estar separada de la
«vida real», como si en el juego hiciéramos una pausa de
la realidad y nos sumergiéramos en un universo diferente y
propio. Es difícil proponer una definición que sirva para
abarcar todas las manifestaciones posibles de juegos, pero
la tarea se simplifica si hacemos una distinción entre juegos formales e informales. Los juegos informales son aquellos en los que no hay unas reglas fijas de comportamiento,
como por ejemplo el juego de dos niños que se persiguen
mutuamente o que imitan «mamás y papás» con sus muñecas. Los juegos formales en cambio son bastante rígidos
en su reglamentación, pensemos por ejemplo en el ajedrez,
y jugar supone aprender y aceptar estas reglas.
Una buena definición es la de Jesper Juul: «un juego es
un sistema formal basado en reglas, con un resultado variable y cuantificable. Los diferentes resultados se valoran
de modo diferente, el jugador hace un esfuerzo para influenciar el resultado y siente un cierto apego por éste. Las
consecuencias de la actividad son opcionales y negociables» (Juul, 2003: 35). La definición insiste en que los juegos no pertenecen a la esfera de la vida real ya que las consecuencias de participar en un juego son «opcionales y
negociables». Esto significa que, por ejemplo, el código de
la circulación no es un juego, aunque es un sistema formal
basado en reglas, ya que no tenemos elección sobre si queremos seguirlo no, y dejar de hacerlo tiene consecuencias
graves en la vida real en forma de multas o accidentes. En
cambio si participamos en una partida de parchís, podemos llevarnos un disgusto si perdemos, pero no tiene mayores consecuencias. Y si acordáramos con los otros juga-
VIDEOJUEGOS:
EL ENTRETENIMIENTO DEL TERCER MILENIO
265
dores que ganar o perder en un juego ha de tener consecuencias en la vida real, por ejemplo, que el que gane al
póker se llevará los coches de los otros, se trata de un
acuerdo totalmente voluntario y extraordinario. La definición también nos recuerda que los jugadores hacen un esfuerzo, ya que normalmente todo el mundo quiere ganar.
En los videojuegos, las reglas y el estado del juego son
registrados y aplicados por un ordenador. Es decir, en el
ajedrez tenemos un tablero, unas piezas, un reloj para los
movimientos (no siempre) y quizá un juez en las partidas importantes. En Tetris tenemos una pantalla con fichas que caen, y unas posibilidades de acción que aprendemos sobre la marcha (un botón para hacer girar las
fichas y una palanca para moverlas de izquierda a derecha o abajo). No podemos hacer trampa en Tetris porque
la máquina no reconoce más movimientos que los ya
mencionados. El ordenador hace desaparecer las filas
compactas de fichas y nos hace pasar de nivel o nos comunica que la partida ha terminado.
Componentes del videojuego
Para entender mejor cómo funciona un videojuego, podemos
distinguir entre los siguientes componentes:
– Reglas: Las reglas determinan qué acciones son posibles en
el juego. Por ejemplo, en qué dirección se pueden mover las fichas o que quien llega primero se lleva todos los puntos.
– Geografía: Igual que los juegos de mesa, los videojuegos tienen unos límites «físicos», por ejemplo en Pac-Man no podemos escapar del laberinto en pantalla, aunque podemos hacer
un movimiento circular y entrar por el otro lado para escapar
de los fantasmas.
– Representación: El espacio del juego está representado por
medio de gráficos (bidimensionales o tridimensionales) y sonido. Hay múltiples posibilidades artísticas en cuanto a estilos
gráficos, tipos de perspectiva, etc.
– Narrativa: aunque muchos juegos primitivos eran abstractos,
la mayoría de videojuegos actuales tienen una dimensión narrativa, con un argumento, unos personajes y una serie de razones que justifican la acción del jugador en el contexto de la
ficción del juego. Por ejemplo, el juego Blade Runner se inspira
en la película del mismo título, y le otorga al jugador el papel
de detective en un mundo futurista y distópico.
266
S U S A N A P. T O S C A
No todos los videojuegos son iguales, y tanto jugadores
y diseñadores como los medios de comunicación utilizan
un sistema de géneros para describirlos. Cada género lleva
asociadas una serie de expectativas que afectan el modo en
que nos enfrentamos al juego concreto. Las clasificaciones
genéricas son legión y por supuesto arbitrarias, pero si
queremos una consistente y sencilla, podemos atenernos a
una sola categoría distintiva: qué habilidad principal se requiere para tener éxito en un juego determinado.
Habilidades
Si atendemos a habilidades, podemos distinguir entre juegos:
– de acción: requieren habilidad motriz y coordinación visualmanual, por ejemplo los juegos de plataforma, de conducción o
de disparar, como Quake;
– de aventura: requieren habilidad lógica y deductiva para la
resolución de enigmas, por ejemplo las aventuras gráficas como Myst;
– de estrategia: requieren habilidad organizativa, hay que considerar numerosas variables al mismo tiempo y calcular los
efectos de nuestras decisiones a largo plazo, por ejemplo Civilization; y
– de proceso: son juegos en los que no hay competición sino
que estimulan el interés del jugador por explorar un sistema,
como un simulador de vuelo o The Sims.
Esta clasificación no atiende al tema del juego, es decir,
no distinguimos entre géneros como «fútbol» o «terror»,
aunque se pueden utilizar subcategorías temáticas para describir un juego con mayor precisión. Los videojuegos aún
pueden considerarse un medio en su infancia si los comparamos con otros como la novela o el cine. Aun así, ya se
pueden distinguir una serie de características típicas que,
aunque pueden aparecer también en otros medios, son distintivas del videojuego, que las explota de manera original.
Características del videojuego
Las características típicas y diferenciales del videojuego:
Interactividad: la esencia del videojuego es la acción, si el ju-
VIDEOJUEGOS:
EL ENTRETENIMIENTO DEL TERCER MILENIO
267
gador no hace nada, no hay juego. Esto hace que los juegos sean muy diferentes de otros medios, como los narrativos tradicionales, en que todo el esfuerzo es interpretativo. Los juegos
de ordenador requieren además un esfuerzo motor, ya sea físico o virtual.
Conciencia de su propia naturaleza doble: a pesar de que los
juegos pueden hacer que el jugador no sea consciente del paso
del tiempo, nunca olvidará que está jugando. Al contrario que
las películas o las novelas, en que se requiere una inmersión
imaginativa total, los juegos siempre le recuerdan al jugador su
naturaleza activa: en medio de la aventura gráfica más apasionante, el jugador tiene que grabar su progreso, cuidar de que
no se le agoten los cartuchos o manipular su inventario para
resolver puzzles.
Reglas: en cierto sentido, un juego es sus reglas. Esto quiere
decir que los demás componentes de un juego, como la narrativa, aunque pueden ser muy importantes, no son lo más esencial. Por ejemplo, el ajedrez puede jugarse con las figuras clásicas o también con muñecos inspirados en las películas de Star
Wars, pero seguirá siendo ajedrez si mantiene las mismas reglas.
Por último, los videojuegos tienen también una importante dimensión social: un gran número de juegos están hechos para varios jugadores (de dos a miles de jugadores simultáneos), pero incluso aquellos que se juegan
individualmente alimentan comunidades de jugadores
entusiastas que se relacionan unos con otros e intercambian experiencias.
BREVE HISTORIA DE LOS VIDEOJUEGOS
Al contrario que con otros inventos como la televisión o
el teléfono, no hay una sola fecha definitiva en la que se
pueda decir que nacen los videojuegos. Los años 60 fueron testigo de importantes avances en informática, con
el desarrollo de los primeros ordenadores militares y su
extensión al ámbito académico. Estos ordenadores eran
enormes, ocupaban habitaciones enteras y su velocidad
de procesamiento no era comparable a la de cualquier
268
S U S A N A P. T O S C A
portátil de hoy en día. Aunque hubo varios prototipos
anteriores de juegos en soporte electrónico, se considera
que el primer videojuego es Spacewar!, de Russel, Wittanen y Graetz, en 1962. Dos jugadores controlaban una
nave espacial cada uno, y trataban de eliminarse mutuamente disparando mientras volaban en círculos alrededor de un planeta. El juego no se comercializó nunca,
pero se extendió por los pocos ordenadores de Estados
Unidos influyendo a futuros diseñadores, que repetirían
los temas de la batalla galáctica hasta la saciedad.
Después de este primer juego, es muy difícil hacer una
selección de títulos ejemplares. La que sigue es por supuesto arbitraria e injusta por los que se quedan fuera,
pero he elegido unos pocos títulos que ilustran brevemente la evolución del medio.
Los primeros juegos comerciales empezarían con los
salones recreativos arcades de los 70, en que Atari produjo éxitos como Computer Space (muy similar a Spacewar!) o Pong, de 1973, un juego de tenis virtual minimalista. Esta década también vería el nacimiento de las
consolas domésticas, y clásicos como Space Invaders
(1977) con sus oleadas de alienígenas que iban bajando
mientras el jugador les disparaba sin descanso con su
nave que iba de lado a lado de la pantalla. Los juegos de
las máquinas recreativas se caracterizaban por sus gráficos simples, sus temas casi abstractos y lo frenético del
ritmo de juego. Era imposible ganar, porque este tipo de
juegos nunca terminaban, sino que se hacían más y más
complicados (o rápidos) de manera que el jugador no
dejara de introducir monedas. La única forma de reconocimiento era la «lista de mejores jugadores» en la que
uno podía inscribir su nombre tras obtener una puntuación especialmente alta. Todos estos juegos pueden calificarse como juegos de «acción», aunque después se diferenciarían subgéneros como el de plataforma o de
simuladores. 2 Esta época inicial es también la de las
primeras aventuras gráficas, como Adventure (1976) o
Zork, en que el jugador teclea órdenes y va recibiendo
texto que describe un desarrollo narrativo. Los elemen-
VIDEOJUEGOS:
EL ENTRETENIMIENTO DEL TERCER MILENIO
269
2 Los platform games requieren que el jugador salte
de una plataforma a otra
evitando enemigos o recogiendo objetos, y los simuladores son generalmente
deportivos o de máquinas
(coches, aviones).
MUD. Significa Multi-User
Dungeon, y es un mundo
virtual en el que los diferentes participantes se comunican a través de chat
textual. Son los antepasados
de los juegos de rol actuales.
2 En videojuegos, la perspectiva de primera persona
significa que en lugar de ver
a un avatar o personaje en
tercera persona, vemos lo
que él vería, o su mano o su
arma, como si nosotros fuéramos el personaje.
Mod. De la palabra «modificar», en inglés, modding se
refiere a la alteración del
programa del juego de manera que los entusiastas jugadores pueden añadir su
propio contenido, por ejemplo crear sus mapas o añadir figuras alternativas.
tos centrales de estos juegos son la exploración de un
gran universo y la resolución de puzzles o enigmas. Estos
juegos evolucionarán luego hacia las aventuras gráficas
más modernas al incorporar imágenes, pero son el germen de los juegos narrativos.
Otros hitos de esta época inicial fueron Pac-Man (1980),
con sus fantasmas persiguiendo al muñequito con aspecto
de pizza en el clásico laberinto; Donkey Kong (1981) con el
pequeño Mario saltando plataformas para liberar a su novia y evitar al malvado gorila, y Tetris (1987), quizá el
videojuego más conocido de todos los tiempos, en que el
jugador ha de colocar unas piezas geométricas de diferentes colores de manera que formen líneas compactas.
Según van avanzando los años 80, se dispara el mercado de las consolas domésticas, así como se extienden los
ordenadores personales (PCs), lo cual hace que
los videojuegos prototípicos de la época ya no sean los
de máquina recreativa. El nuevo estándar permite partidas muy largas (que pueden extenderse a lo largo de varias sesiones ya que se puede guardar el progreso en el
juego), y se experimenta con nuevos géneros y estilos
gráficos. Por ejemplo, es la época de los MUDs,5 los primeros juegos de estrategia, los juegos avanzados de simulación (carreras de coches, de vuelo...) y la proliferación de los juegos de acción. La década se cierra con el
legendario simulador SimCity (1989), en que el jugador
es el alcalde de una ciudad virtual y planea su crecimiento con todo tipo de decisiones estratégicas.
Los 90 son los años del despegue del PC como máquina
de juegos y la transición de los gráficos bidimensionales a
los tridimensionales. Wolfenstein 3D (1992) es el primer
juego que utiliza con efectividad la perspectiva de primera
persona,2 en que el jugador ha de ir avanzando por corredores infestados de enemigos. Doom (1993), otro juego
de acción y de disparar, supone el inicio de la cultura de los
mods.5 Myst (1994) es la aventura gráfica más famosa, en
que el jugador explora una isla misteriosa y va resolviendo
puzzles y descubriendo secretos de civilizaciones fantásticas a través de unos libros mágicos. Los juegos de platafor-
270
S U S A N A P. T O S C A
ma también se trasladan a entornos tridimensionales más
complejos, por ejemplo con Tomb Raider (1996), que incorpora elementos de aventura y acción y nos presenta por
primera vez a la heroína virtual Lara Croft. Los juegos de
estrategia perfeccionan su sistema de juego y llegan al gran
público con éxitos como Age of Empires (1997), en que el
jugador ha de crear una civilización desde la época prehistórica hasta la premedieval y batallar con otros imperios.
En el mismo año, Ultima Online (1997) es uno de los primeros éxitos de juego de rol fantástico con multitud de jugadores conectados al mismo tiempo.
A partir del año 2000, los PCs pierden importancia en
favor de las consolas, que ya en su cuarta generación han
introducido innovaciones como conexiones a la red, discos duros o los nuevos juegos de movimiento: de baile, de
instrumentos musicales, etc., en que los controladores de
las consolas registran movimiento. En cuanto a juegos, ha
habido pocas revoluciones, quizá pueda destacarse la consolidación del género de acción, first person-shooter5 con
Halo (2001) y su secuela. Este periodo más reciente también se caracteriza por la fusión de géneros, por ejemplo
con híbridos como Grand Theft Auto III, que combina elementos de aventuras, acción y simulación. Este juego
también revivió el debate moral en torno a los videojuegos por sus temas conflictivos, ya que el jugador es un
criminal que puede robar coches y apalear viandantes.
Los videojuegos salen del nicho de la subcultura y llegan
al gran público con hitos como The Sims, una especie de
casa de muñecas virtual en la que podemos administrar
la vida de nuestros personajes desde sus funciones más
básicas como comer o dormir, hasta sus historias de
amor. Otro de los fenómenos más interesantes del periodo es la popularidad de los juegos de rol en línea (como
EverQuest o World of Warcraft), con miles y miles de
abonados que se conectan a la vez y dan lugar a una
compleja interacción social.
La historia de los videojuegos puede dar la impresión de
ser una mera carrera tecnológica por incorporar los últimos avances informáticos en calidad gráfica, velocidad de
VIDEOJUEGOS:
EL ENTRETENIMIENTO DEL TERCER MILENIO
271
First-person shooter. Un
first-person shooter es un
juego de disparar con perspectiva de primera persona.
Pervasive games. Son un tipo de juegos en que se utilizan los artefactos de la vida
diaria, y no hay una distinción entre tiempo de juego
y tiempo de no-juego. Por
ejemplo, el jugador ha de
resolver un misterio utilizando internet, descifrando
las pistas que se le suministran en películas, en mensajes a su teléfono móvil o llamadas a su teléfono de casa.
El más conocido de estos
juegos es The Beast, que se
lanzó junto con la película
A.I. de Steven Spielberg.
procesamiento o sutileza de la inteligencia artificial. Pero en
muchos casos han sido los avances estéticos los que han impulsado la inversión en el desarrollo de una nueva tecnología, que luego se exporta a otras áreas fuera del videojuego.
Observamos por ejemplo un paso de juegos abstractos a
otros cada vez más figurativos y después narrativos. La posibilidad de incorporar gráficos de cada vez mejor calidad
alienta una especie de «envidia cinematográfica» que hace
que muchos juegos tengan afán de narrar historias. Después se ha buscado aumentar el nivel de «realismo» de los
videojuegos, con simuladores físicos cada vez más precisos
e inteligencias artificiales que parecieran más y más independientes, creando una ilusión de mundos vivos y en desarrollo. Al mismo tiempo, los juegos multijugador han impulsado la mejora de la gestión de enormes mundos
virtuales en los que miles de usuarios pueden desenvolverse
al mismo tiempo sin saturar los servidores; también se ha
buscado ofrecer una experiencia personalizada y apasionante a pesar del gran número de jugadores. Los últimos
años son testigo de otra evolución: cómo los juegos salen
del ordenador y el cuerpo humano pasa a ser parte de la
ecuación, con las consolas que incorporan accesorios como
alfombras de baile, guitarras eléctricas o cámaras y controladores que registran el movimiento de los jugadores. Esto
ha supuesto que los juegos se extiendan a nuevos grupos
demográficos, pasando a formar parte del entretenimiento
familiar habitual. Es imposible predecir con seguridad qué
nuevas evoluciones nos esperan, pero el interés por sacar
los juegos de la pantalla y la explosión de la tecnología móvil (teléfonos, cámaras, reproductores mp3...) podrían
apuntar hacia un futuro en el que los videojuegos desarrollen nuevas formas, menos gráficas y más integradas en el
entramado de nuestra vida diaria, a la manera de los llamados pervasive games.5
VIDEOJUEGOS, NARRATIVA Y REPRESENTACIÓN
La dimensión narrativa de los videojuegos ha merecido
la atención de muchos estudiosos de la literatura o el ci-
272
S U S A N A P. T O S C A
ne, que han tratado de trasladar sus modelos de análisis
al nuevo objeto de estudio con más o menos éxito. En
general se puede decir que cualquier tipo de estudio que
ignore las características específicas de los videojuegos y
utilice los parámetros de otros medios para emitir juicios sobre su supuesto valor cultural es totalmente inútil.
Por otro lado, nada nos impide utilizar el conocimiento
acumulado en otros campos para iluminar un medio
que tiene múltiples dimensiones, si no olvidamos cuál es
su esencia. Por ejemplo, un análisis narrativo de Myst en
el que concluyamos que es inferior a La Odisea no nos
ayuda a entender el nuevo medio. En cambio, si tratamos de esclarecer cuál es su estructura narrativa relacionándola con su interactividad, obtendremos un modelo
interesante de cómo funciona el videojuego. ¿Hay una
organización en forma de capítulos? ¿Cómo se mantiene
el interés de la historia y del juego? ¿Coinciden los clímax narrativos con los interactivos? ¿Hay diversas narraciones posibles o es un juego totalmente lineal?
Los videojuegos narrativos2 contienen muchos de
los ingredientes de la narrativa tradicional, como un argumento, unos personajes, o un mundo de ficción, y
cualquiera de ellos puede analizarse independientemente
siempre que no olvidemos que el videojuego es más que
una historia. Por ejemplo, si vamos a analizar los personajes del videojuego The Longest Journey, no podemos limitarnos a hacer una crítica de su apariencia o de lo que
dicen en las cutscenes, 5 sino que hemos de tener también en cuenta lo que hacen en el juego y las posibilidades del jugador de afectar su comportamiento o su destino. En el mencionado juego, la protagonista April Ryan
es una chica guapa de aspecto inocente y un tanto voluptuoso, lo que podría llevarnos a la conclusión errónea de
que es la típica chica-objeto indefensa que el héroe ha de
acabar salvando. Sin embargo, en este videojuego ella es
la heroína, es inteligente, valiente y habilidosa, y lleva sobre sus hombros toda la acción del juego.
Los videojuegos tienen un doble carácter, de manera
que sus elementos narrativos siempre han de considerar-
VIDEOJUEGOS:
EL ENTRETENIMIENTO DEL TERCER MILENIO
273
2 Casi todos los videojuegos actuales tienen un componente narrativo aunque
sea mínimo, pero aquí nos
referimos a los más puramente narrativos, como los
que pertenencen al género
de aventura.
Cutscenes. Son las breves
escenas cinematográficas
presentes en muchos juegos
en los que el jugador pierde
momentáneamente el control y ha de «ver una película» con los personajes del
juego. Las cutscenes desarrollan y profundizan en la
historia y suelen presentar
información interesante para el jugador así como recapitular sobre lo ya ocurrido.
Survival horror. Literalmente, «horror de supervivencia», es un subgénero en
que el jugador se ve atrapado en un ambiente cerrado:
una mansión, un pueblo,
una isla, y ha de escapar de
los monstruos que la infestan.
Walkthrough. Es una lista
detallada de instrucciones
sobre qué hacer en cada
momento del juego, se puede decir que es la «solución» del juego y ayuda a
los jugadores que se atascan. Los walkthroughs los
escriben otros jugadores
que ya han completado el
juego.
2 El texto original en inglés
es: «CELLBLOCK ROOMWe are in a cellblock. Start
off by going to your item
screen. Go to the LIGHTER
you see and use “Select”
with the action button. This
will prompt a cut-scene. After the cut-scene, go back
into the cellblock and grab
the ever important GREEN
HERB. In the small corner
of the room, grab the
HANDGUN BULLETS. On
the desk near the unconscious jailer is a COMBAT
KNIFE. Once you have all
the items, you may exit the
room». El autor de este
walkthrough es CVXFREAK,
y el texto completo se puede
encontrar en: <http://db.ga
mfaqs.com/console/dreamcast/file/resident_evil_code_
veronica_complete.txt> (24
de marzo de 2004).
se al tiempo que sus elementos de acción. El nivel de la
historia y el nivel de la acción están integrados de manera que no se percibe el uno sin el otro, es decir, el jugador opera en los dos niveles al mismo tiempo. Para entender esto podemos observar brevemente un juego
narrativo: Resident Evil Code: Veronica X. Este juego es de
acción-aventura, y su tema es el llamado survival
horror.5 El jugador controla al personaje de Claire, una
joven prisionera en la isla de una corporación malvada
cuyo virus transforma a la gente en zombis. El jugador
ha de luchar contra los monstruos mientras intenta salir
de la isla y resolver algunos puzzles. Cuando empieza el
juego, Claire está encerrada en una celda, y el jugador ha
de decidir qué hacer. Si consultamos un walkthrough 5
en internet, se nos indica cuáles son las acciones que hay
que realizar en ese momento:
CELDA: Estamos en una celda. Empieza abriendo tu
pantalla de inventario. Apunta al MECHERO y selecciona «Select» con el botón de acción. Esto iniciará una escena cinemática. Después de la escena, vuelve a la celda y
coge la HIERBA VERDE. En la esquina de la habitación,
coge las BALAS DE REVÓLVER. En el pupitre al lado del
carcelero inconsciente hay un CUCHILLO DE COMBATE. Cuando tengas todos los objetos puedes abandonar
la habitación.2
Sin embargo, cuando estamos jugando por primera
vez, no somos tan efectivos, vamos probando distintas
soluciones, explorando la celda, quizá no logramos abrir
el inventario y operar el mechero, quizá no vemos la
hierba verde que hay que recoger... Y además al mismo
tiempo somos conscientes de la historia en la que estamos participando. En la oscuridad de la celda me pregunto dónde estoy, qué habrá pasado afuera y por qué
hay tantos ruidos extraños, reconozco al hombre que
abre la puerta como al que me arrestó en París. El hombre dice que la isla ha sido atacada y que estamos acabados, para desplomarse inmediatamente (esto en el
walkthrough se indica con un escueto «this will prompt a
274
S U S A N A P. T O S C A
cut-scene», sin que interese lo que dice el hombre). Pero
¿qué quiere decir?, ¿está muerto o sólo herido?, ¿debo
detenerme a ayudarle?, ¿qué sucederá si le dejo allí?, ¿y si
se convierte en zombi? La decisión que tome dependerá
de las posibilidades de acción que me deje el juego y de
lo que yo considere más adecuado para resolver el misterio de la isla. Un walkthrough como el de arriba presenta
el nivel de acción del juego totalmente desprovisto de
elementos narrativos, pero la experiencia de juego integra ambos aspectos desde el primer momento.
El jugador se enfrenta al juego con unas expectativas
formadas en su anterior experiencia del medio (o de los
medios). Probablemente todo jugador tenga sus ideas
acerca de cómo enfrentarse a zombis (por ejemplo, que
andan muy despacio pero más vale que no nos cojan), y
quizá haya jugado aventuras de este tipo anteriormente,
con lo que sabe que hay que recoger todos los objetos,
cuidar de no quedarse sin munición, y anotar informaciones importantes de cara a resolver puzzles. Como vemos, este breve «repertorio» ilustrativo es una mezcla de
convenciones fílmicas y de videojuegos.
Los videojuegos narrativos hacen uso de dos tipos de
estructura típica: la episódica y la de quests o misiones.
La primera es típica de videojuegos como Resident Evil,
en que la mayoría de eventos narrativos están preprogramados, y «esperan» a que el jugador los active sucesivamente mediante la exploración de una nueva zona o la
finalización de un episodio. Hay una cierta libertad de
acción para resolver cada secuencia individual, pero el
resultado final es bastante lineal, y la historia no avanzará hasta que el episodio haya sido completado. Al contrario que en una narración típica, la narración episódica no tiene una sola línea de desarrollo en que se planee
un clímax y una resolución, sino que ha de crear tensión
en la resolución emocionante de los episodios individuales. Este tipo de estructura episódica es fácil de programar ya que mantiene el número de variables a una escala
manejable, y a pesar de ello ofrece una cierta sensación
de libertad al jugador. Jonas Heide Smith, en «The Road
VIDEOJUEGOS:
EL ENTRETENIMIENTO DEL TERCER MILENIO
275
Not Taken – The How’s and Why’s of Interactive Fiction», la ilustra así:
La otra opción es la estructura de quests, y es típica de
videojuegos con gran presencia de jugadores, como
World of Warcraft, aunque también puede utilizarse en
juegos para un solo jugador. Los quests son misiones independientes que el jugador ha de realizar, por ejemplo:
llevar una carta de la ciudad A a la ciudad B sorteando
los peligros del camino. Son instrucciones relativamente
simples que dan lugar a que el jugador explore nuevos
territorios, se enfrente a nuevos enemigos y vaya descubriendo cosas del universo del juego. En los juegos de rol
en línea, cada misión le reporta al jugador un determinado número de puntos, que le ayudarán a ir subiendo
de nivel. Los quests los «reparten» personajes no jugadores y el mismo quest puede ser realizado por muchos jugadores al mismo tiempo. Los quests están temáticamente relacionados con la historia del universo del juego, y
estructuralmente adaptados al nivel del jugador, que va
aceptando quests más difíciles según mejoran sus habilidades. Al contrario de la estructura episódica, que es una
narración lineal con flexibilidad dentro de los episodios
concretos, la estructura de quests es una narración fragmentada sin un argumento que empiece y acabe. La coherencia la aporta el propio jugador, ya que el conjunto
de quests realizados en un determinado juego suponen
la «biografía aventurera» de su personaje. La principal
diferencia es que los jugadores de un juego episódico como Resident Evil han experimentado al final la misma
276
S U S A N A P. T O S C A
historia, mientras que las historias personales de dos jugadores de World of Warcraft suelen ser muy distintas.
Los videojuegos de estructura de quests alientan además
una narración colaborativa, ya que a partir de un cierto
nivel los jugadores han de agruparse para completar los
quests, con lo que han de dialogar, negociar, y ayudarse
mutuamente, de manera que se introduce un elemento
improvisado totalmente imprevisible que es uno de los
mayores alicientes de estos juegos.
Si bien estas dos estructuras son las principales formas
de introducir narrativa en los videojuegos, no hemos de
olvidar que la mayoría de los juegos, también los relativamente abstractos, incorporan mundos de ficción. Estos mundos de ficción pueden estar más o menos bien
descritos, pero no hemos de subestimar su importancia.
Por ejemplo, un videojuego como Star Wars Episode I:
Racer, que es un simulador de carreras de naves espaciales y no contiene ningún elemento narrativo dentro del
mismo juego, reproduce una escena de la película The
Phantom Menace, de la saga Star Wars, y fue lanzado junto con la película. La publicidad del juego induce al jugador a «take the controls as Jedi-to-be Anakin Skywalker»
(<http://www.lucasarts.com/products/starwarsracer/default.htm>, 2 de noviembre de 2004) de manera que una
acción tan simple como manejar un controlador se convierte en una forma de revivir el universo de la película y
de identificarse con su protagonista. El jugador participa
así del universo Star Wars aunque el videojuego no contenga ningún elemento narrativo por sí mismo. Los
mundos de ficción son muy importantes, y si un videojuego logra transportarnos a un mundo de ficción (ya
sea propio o externo), convertirá el acto de jugar en mucho más que pulsar un controlador.
EL VIDEOJUEGO COMO PRODUCTO CULTURAL
Como adelantaba en la introducción, los videojuegos son
una de las cabezas de turco favoritas de la opinión pública
cuando se ha de criticar a la juventud actual. En nuestra
VIDEOJUEGOS:
EL ENTRETENIMIENTO DEL TERCER MILENIO
277
2 Aquí podemos incluir a
Huizinga, Caillois o SuttonSmith, anotados en la bibliografía.
cultura, operan unas distinciones implícitas entre lo que
es «cultura» (en el sentido de alta cultura: música clásica,
pintura, «gran» literatura...) y lo que no, llamado también
cultura popular, como las telenovelas o las novelas rosas.
Los videojuegos pertenecen a este segundo grupo de entretenimientos considerados como una pérdida de tiempo
en el mejor de los casos, o como perniciosos en el peor.
Los estudios culturales llevan años luchando por que se
reconozca como legítimo el interés por estudiar la cultura
popular, y los videojuegos acaban de llegar al campo de
batalla.
Ya desde Platón, la cultura occidental es extremadamente suspicaz con todo lo que tenga que ver con el juego, y más tarde se incorpora la moral de origen protestante del trabajo como única ocupación digna. Sin
embargo, los antropólogos,2 que se han ocupado de estudiar el juego como actividad humana, han llegado a la
conclusión de que no sólo es necesario para el hombre,
sino que además nos ayuda a distinguir unas sociedades
de otras según su preferencia por ciertos tipos de juegos.
JUGADORES
Pero, ¿por qué juega la gente? Algunos psicólogos se han
ocupado de este asunto, como el español Juan Alberto Estallo, que desarrolla una teoría de refuerzo, basada en el aumento de autoestima experimentado por los jugadores. El
acto de jugar sería eminentemente creativo, y los jugadores
bastante extrovertidos. Estallo reconoce que el aumento de
autoestima puede resultar adictivo para ciertas personas
propensas, pero que los videojuegos no son causa de psicopatologías en sí mismos. Esta teoría se ve avalada por los
estudios que tratan de encontrar una relación causa-efecto
entre los videojuegos y la violencia; una conexión que hasta
ahora no ha podido demostrarse científicamente.
Una explicación generalmente aceptada de la clave de
la satisfacción de la actividad de jugar es la teoría de flow,
o flujo, de Csikszentmihalyi, que explica cómo ciertas actividades nos hacen llegar a un estado de concentración
278
S U S A N A P. T O S C A
y fusión extremadamente placentero (el estado de flow).
Cada persona llegará a este estado con una actividad diferente (tocar el piano, escalar una montaña...), pero los
videojuegos parecen un candidato ideal para alcanzar esta sensación en que olvidamos todo a nuestro alrededor.
Ciertamente, los entusiastas de los videojuegos le dedican un gran número de horas a esta actividad, con lo que
su condición de jugadores llega a ser una parte importante
de su identidad. La comunidad de jugadores está informalmente organizada sobre todo gracias a internet, donde se
publican noticias y foros en torno a los juegos, y los grupos
de jugadores mantienen sus páginas web. Muchos juegos,
como los de rol en línea, fomentan la agrupación de jugadores, que aparte de encontrarse dentro del juego crean
comunidades virtuales a partir de sus clanes y gremios. Estas comunidades no sólo organizan la actividad de sus
miembros en el mundo del juego, sino también fuera de él.
Promocionan su actividad entusiasta (por ejemplo, publican historias basadas en el mundo del juego y escritas por
los jugadores), difunden las innovaciones e inventos relacionados con el juego (por ejemplo, jugadores dedicados
publican mapas del mundo del juego o crean un programa
que ayuda a encontrar coordenadas cuando se juega) y organizan competiciones relacionadas con el juego. Todas estas manifestaciones son extraordinariamente creativas y no
tienen paralelo en la actividad entusiasta de los fans de
ningún otro medio, pues aunque también hay comunidades de fans de series de televisión o películas, el grado de
actividad de los jugadores de videojuegos es enorme.
SOCIEDAD Y VIDEOJUEGOS
Esta dedicación no es vista con buenos ojos por la sociedad en general, y hay numerosos ejemplos de lo que se
ha dado en llamar «pánico mediático», en que los medios de comunicación acusan a los videojuegos de ser
causa directa de episodios individuales de violencia extrema, como la matanza del instituto de Columbine en
Estados Unidos.
VIDEOJUEGOS:
EL ENTRETENIMIENTO DEL TERCER MILENIO
279
Este pánico lleva a veces a los políticos a emitir leyes
que intentan censurar y regular los videojuegos, como
por ejemplo en el caso del videojuego Grand Theft Auto:
San Andreas, que fue retirado de las estanterías de las
tiendas tras descubrirse que contenía un minijuego sexual oculto. Otras veces es la propia industria la que se
cubre las espaldas, por ejemplo participando voluntariamente en un sistema de clasificación y etiquetado de los
videojuegos para evitar que los menores adquieran juegos clasificados para mayores o que contengan sexo y
violencia explícitos. Como cualquier otro producto cultural, los videojuegos son motivo de debate, en este caso
acalorado, y no es fácil que se les juzgue con justicia
cuando la visión de una portada que muestre armas
puede llevar a los medios al paroxismo.
No todo es rechazo. Aparte del creciente número de jugadores, los videojuegos también han atraído el interés de
los creadores de otros medios. Hay películas directamente
basadas en videojuegos (Tomb Raider, Mortal Kombat) o
inspiradas en ellos (The Matrix, Run Lola Run), grupos musicales que lanzan sus canciones como bandas sonoras de
nuevos videojuegos, y toda una estética tanto visual como
estructural que influye en otros medios de expresión, del cine a la performance artística. Sirva como ejemplo un proyecto como Velvet Strike, (<http://www.opensorcery.net/
velvet-strike/>, 2 de noviembre de 2004) que proporciona a
los jugadores del juego de antiterrorismo Counter-Strike la
posibilidad de utilizar pintura y hacer graffitti virtual antimilitarista dentro del juego. El proyecto nació como protesta por las medidas antiterroristas de Bush, y su éxito puede
ser un indicador de la madurez estética del medio, que empieza a ser utilizado para la subversión social.
GÉNERO Y VIDEOJUEGOS
La industria del videojuego es eminentemente masculina, a pesar de que hay algunas diseñadoras famosas como Roberta Williams o Brenda Laurel. Sin embargo, las
encuestas indican que las chicas jugadoras son cada vez
280
S U S A N A P. T O S C A
más, y la industria ha intentado acercarse a este público
a través de juegos «femeninos» como Barbie Fashion Designer, que a pesar de sus buenas ventas no pasará a la
historia del videojuego por su calidad. En realidad, el
público femenino disfruta de juegos «generales» más que
de juegos específicos que reproduzcan estereotipos sexistas; por ejemplo, clásicos como Tetris, Myst o Everquest
tienen un gran número de jugadoras entusiastas.
El tema de género y videojuegos no está demasiado
estudiado, aunque hay algunos intentos tempranos, como el importante From Barbie to Mortal Kombat. Gender
and Computer Games, editado por Henry Jenkins en
1998, y que recoge artículos de investigadores pioneros.
En general se puede decir que la investigación sobre género y videojuegos puede encuadrarse en dos campos: la
representación de la figura femenina en los videojuegos
(normalmente desde los estudios culturales), y las jugadoras (perspectiva sociológico-antropológica).
En el primer campo tenemos los estudios que critican
la representación sexista del cuerpo femenino en los videojuegos (Dietz, 1998; Urbina Ramírez, Forteza, Hernando y Martorell, 2002), y otros preocupados por temas centrales en teoría feminista como la mirada
masculina (Carr, 2002; Flanagan, 1999). Si bien los análisis de contenido pueden resultar interesantes –por ejemplo acerca de los papeles típicos femeninos de víctima,
novia del héroe o mujer fatal–, una buena parte de estudios cometen el error de considerar los videojuegos como si fueran películas o novelas. Es decir, se ignora la especificidad mediática de los videojuegos, de manera que
sólo se habla de la apariencia de las mujeres en los juegos, y no de sus posibilidades de acción. Un ejemplo podría ser April Ryan, la heroína de The Longest Journey.
En esta línea, Mary Flanagan ha estudiado la figura de
Lara Croft, el controvertido personaje de curvas imposibles que alimenta los deseos de innumerables adolescentes.
Si por un lado las feministas se alegraron de la entrada de
un personaje tan activo, en seguida surgió la polémica por
su apariencia estereotipada. Pero Flanagan nos recuerda
VIDEOJUEGOS:
EL ENTRETENIMIENTO DEL TERCER MILENIO
281
que los videojuegos son otra cosa, el cuerpo de Lara no está sólo para ser visto, sino para jugar con él: «Más fuerte
que la indulgencia de mirar a las estrellas de cine, ahora los
juegos nos permiten controlar esos cuerpos deseados: Lara
es la cúspide de un sistema en el que mirar se transforma
en hacer, en pura acción» (Flanagan, 1999: 78).
El segundo campo de estudios sobre género y videojuegos es el de las jugadoras reales: quiénes son, porqué
se adentran en este mundo masculino y qué tipo de juegos prefieren. Podemos recomendar «Killing Like a Girl:
Gendered Gaming and Girl Gamers’ Visibility», de Jo
Bryce y Jason Rutter; «Girls Just Want to Have Fun. Case
Study for the Strategies of Inclusion: Gender and the Information Society» de Aphra Kerr, y «Multiple Pleasures.
Women and Online Gaming» de T.L. Taylor.
Lo único importante es acercarse al nuevo medio sin
prejuicios que lo descalifiquen de antemano y dispuestos
a tener siempre en cuenta la esencia de nuestro objeto de
estudio como actividad libremente elegida regida por reglas estrictas que dan lugar a experiencias lúdicas, narrativas y sociales de carácter único.
Y no olvidar la munición cuando entremos en la caverna.
EPÍLOGO: CÓMO ESTUDIAR VIDEOJUEGOS
No hay una receta infalible para estudiar videojuegos. Cada estudioso afrontará su tarea equipado con la metodología de su campo, y podrá arrojar luz sobre un aspecto
distinto de este fascinante objeto. Se trata de un campo
verdaderamente multidisciplinar y lleno de posibilidades
de colaboración. No obstante, podemos distinguir una serie de tendencias en la bibliografía existente según el enfoque y la metodología empleados, que puede resumirse en
el siguiente cuadro ideado por Jonas Heide Smith para
nuestro libro Understanding Videogames:
282
S U S A N A P. T O S C A
VIDEOJUEGOS:
EL ENTRETENIMIENTO DEL TERCER MILENIO
283
EJERCICIOS
Estos ejercicios están elaborados de manera que los juegos indicados puedan sustituirse por otros parecidos según las posibilidades de los profesores y estudiantes.
Pueden tomarse así como inspiración para que los educadores diseñen sus propios ejercicios a partir del material al que puedan acceder.
1. Comenta la evolución estética dentro de uno de los siguientes subgéneros del género de acción:
a. Plataforma (por ejemplo, de Donkey Kong a Super
Monkey Ball)
b. Shoot-them-up (por ejemplo, de Space Invaders a Halo)
2. Juega una aventura gráfica como cualquiera de los juegos de la serie de Myst, Monkey Island o Gabriel Knight,
Blade Runner, The Longest Journey, etc., y haz una descripción de tu experiencia narrativa, prestando especial
atención a los siguientes puntos:
a. Reglas del juego y posibilidad de acción.
b. Estructura narrativa (argumento, distribución de
episodios).
c. Mundo de ficción (espacio, referentes externos).
d. Personajes (el jugador y los no-jugadores, sus relaciones).
e. Temas y subgéneros (estilo, influencias).
3. Crea un personaje y participa en un juego de rol en línea como World of Warcraft durante al menos 10 horas
(no necesariamente seguidas, evidentemente). Anota tus
observaciones sobre la interacción social con otros jugadores. Completa tu investigación visitando páginas web
de fans del juego, de clanes, de creación literaria inspirada en el juego, etc. Escribe unas páginas sobre el tipo de
comunidad que ha surgido en torno a este juego concreto y qué prácticas sociales la caracterizan.
actividad lúdica que sea de vuestro interés. Cada alumno
realizará después cinco entrevistas. Recopilad los resultados y discutid sobre las conclusiones que puedan extraerse. Ideas de posibles temas:
a. Identidad. Entrevistas a jugadores. ¿Te consideras un
jugador?¿Por qué juegas?
b. Género. Entrevistas a jugadores. Actitudes acerca de la
representación de género en los videojuegos o de las opiniones acerca de las chicas que juegan.
c. Opinión pública. Entrevistas generales. Percepción de
los videojuegos por parte del público, qué se sabe y qué
se ignora.
d. Un género concreto (rol, estrategia...). Entrevistas a
jugadores de ese género, qué satisfacciones concretas depara.
e. Un segmento concreto de la población. Por ejemplo,
niños de 5-10 años, chicas adolescentes...
f. Un tema concreto. Por ejemplo, el tiempo, cuánto
tiempo juega la gente, qué actividades «sacrifican», quién
tiene más tiempo...
5. Autores como Jenkins, Tosca o Klastrup (véase bibliografía) sostienen que los videojuegos son sólo una parte
de una ecología mediática general compleja. Elige un videojuego que sea parte de una «familia» mediática más
amplia y escribe sobre su papel en el contexto general.
¿Cuál es su función? ¿Qué clase de contenido puede trasladarse de medio a medio y cuál no? Ejemplos de «familias»:
a. Los juegos de Tomb Raider y las películas basadas en
ellos.
b. Los libros, las películas y los videojuegos de El Señor
de los Anillos.
c. Las películas de Star Wars, el juego de rol de mesa y el
juego de rol en línea Star War Galaxies.
4. Con la ayuda de vuestro profesor, cread un cuestionario breve (entrevista cualitativa) sobre un aspecto de la
284
S U S A N A P. T O S C A
VIDEOJUEGOS:
EL ENTRETENIMIENTO DEL TERCER MILENIO
285
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S U S A N A P. T O S C A
VIDEOJUEGOS:
EL ENTRETENIMIENTO DEL TERCER MILENIO
289
VI. Música y cultura juvenil
MÚSICA POPULAR Y GÉNERO
VI
Música y
cultura juvenil
Resumen
La musicología feminista y los estudios de música popular comparten el interés por deconstruir el discurso hegemónico que valora lo «masculino» más que lo «femenino» y lo «culto» más que
lo «popular». En este capítulo se tratarán los aspectos teóricos que
han permitido poner en evidencia las características patriarcales y
excluyentes presentes en las prácticas musicales y en su estudio,
así como las nuevas posibilidades que se han derivado de las investigaciones feministas de la música popular. El centro de atención será el análisis de la música popular desde la perspectiva de
género, teniendo en cuenta cómo se traduce la teoría a la práctica
desde el punto de vista de las mujeres como creadoras y consumidoras de música. A fin de facilitar la comprensión de lo expuesto,
se incluyen en los distintos apartados algunos ejemplos concretos
de análisis de conceptos, canciones o videoclips.
LOS ESTUDIOS DE GÉNERO Y MÚSICA POPULAR
EL ORIGEN DE LA MUSICOLOGÍA FEMINISTA
La segunda ola de feminismo de los años 70 es el catalizador que pone en marcha un gran número de iniciativas relacionadas con el papel de las mujeres en el mundo, entre las que se encuentra el campo de los estudios
universitarios y la investigación. En un gran número de
disciplinas, las académicas feministas comienzan a plantear una revisión de género y a desarrollar teorías que les
permitan llevar a cabo esta tarea. Sin embargo, en el ámbito de la musicología debemos esperar hasta la década
siguiente para que sean publicados los primeros trabajos. La investigación feminista en música no se desarrolla
plenamente como una nueva corriente crítica sino hasta
V i ñ u e l a , E d u a r d o y L a u ra V i ñ u e l a , « M ú s i c a p o p u l a r y
g é n e r o» . E n I s a b e l C l ú a (e d . ) , G é n e r o y c u l t u r a p o p u l a r .
Barcelona: Edicions UAB, 2008.
293
Los estudios de
género y música
popular
293
Los roles
tradicionales de
las mujeres en
la música
301
Estrategia de
subversión y
modelos
alternativos
311
Conclusión
319
Ejercicios
321
Bibliografía
323
Historia contributiva. Es la
rama de la investigación feminista que se dedica a
re/descubrir el papel que
han jugado las mujeres en la
historia, recopilando tanto
nombres propios de mujeres
individuales como información sobre las mujeres como
colectivo. Su incorporación
a la historia «oficial» lleva
inevitablemente a una relectura de ésta. En música se
han llevado a cabo diversos
trabajos en este sentido, tanto para música «culta» como
para música popular.
2 Este eslogan se hizo popular con los movimientos
feministas de la segunda
ola, en la década de los años
70. Se refiere a que gran
parte de los problemas que
las mujeres habían considerado hasta entonces como
personales y privados son,
en realidad, producto de un
sistema –el patriarcado–
que las sitúa en una posición de inferioridad y, por
tanto, tienen un carácter
político y público.
finales de la década de los 80 y los años 90, fundamentalmente en el ámbito anglosajón. La mayor parte de estos
estudios iniciales se enmarcan en la llamada historia
contributiva5 y responden al interés de sus autoras por
re/descubrir y dar a conocer las prácticas musicales de
las mujeres, tanto dentro de la música «culta» occidental
como en la música popular. Con estas publicaciones se
hacía evidente que la ausencia de mujeres en la «Historia
oficial» de la música no se debía a que no existieran o a
que sus aportaciones carecieran de valor, argumentos
habituales a la hora de explicar su ausencia, sino a una
sistemática labor de invisibilización y silenciamiento.
Así, la musicología feminista es, desde sus inicios,
abiertamente política y con unos objetivos claros. Por un
lado, la recuperación histórica de las mujeres músicas
permite recobrar una tradición musical femenina fundamental para legitimar y fomentar el trabajo de las mujeres del presente y del futuro. Además, enfatiza la necesidad de re/evaluar las experiencias y prácticas musicales
de las mujeres y de investigar las estrategias desarrolladas
por éstas para luchar contra los presupuestos patriarcales del discurso musical tradicional, de manera que puedan ofrecerse modelos femeninos positivos que estimulen la participación de otras mujeres. Finalmente,
durante 1975, declarado por la ONU Año Internacional
de las Mujeres, fueron organizados en EE.UU. encuentros y congresos sobre mujeres y música donde investigadoras y creadoras tuvieron la oportunidad de conocerse y discutir en común ideas, preguntas y experiencias.
Como resultado, se dieron cuenta de que compartían
trayectorias y situaciones similares, lo que facilitó la creación de un sentido de comunidad y el inicio de un trabajo conjunto y organizado, aplicando el conocido eslogan «Lo personal es político». 2 Así, las musicólogas
feministas apuntan a la importancia de crear redes de
comunicación y colaboración entre las mujeres que se
dedican a la actividad musical en cualquiera de sus ámbitos, para facilitar el intercambio de información y recursos.
294
EDUARDO VIÑUELA
Y
LAURA VIÑUELA
ASPECTOS CLAVE DE LA MUSICOLOGÍA FEMINISTA
La ampliación del concepto de música
Los primeros estudios sobre música y género proceden
de la sociología. Las manifestaciones culturales e ideológicas que se desarrollaron en torno a la música popular a
finales de los años 70 llamaron la atención de centros de
investigación sociológica como la Escuela de Birmingham,5 que se destaca en el estudio de las subculturas juveniles (en apartados posteriores y en el siguiente capítulo de este volumen se tratará en mayor profundidad
este asunto). Dentro de la musicología, los estudios feministas y los de música popular se enmarcan en la corriente postestructuralista que se llamó «nueva musicología», 5 cuyo precepto básico consiste en afirmar el
carácter discursivo de la música, rechazando el análisis
que se había llevado a cabo hasta el momento, en el que
la música se consideraba un elemento aislado del medio
en el que se crea y se consume.
En efecto, la música se ha considerado tradicionalmente como un lenguaje universal y trascendental que
está por encima de cuestiones sociales y políticas, por lo
que su estudio se ha centrado en el análisis de la «propia
música», es decir, en el análisis sintáctico de las partituras. Este acercamiento positivista ha desvinculado a la
música de su contexto y la ha convertido en un objeto de
análisis científico independiente de condicionamientos
mundanos como el género, la raza, la clase social, la
edad, la identidad sexual y las relaciones de poder implícitas en estas categorías. La musicología feminista, para
deconstruir la noción de la música «autónoma y trascendental», ha puesto énfasis en su definición como una
práctica, remitiéndola así a los sujetos que la crean y
re/crean, personas con cuerpo y sexualidad, y por tanto,
con un entorno social, político y económico.
La revisión que plantea la musicología feminista pasa
por la deconstrucción5 del discurso musical tradicional y,
por extensión, de toda la base del pensamiento occidental
MÚSICA
POPULAR Y GÉNERO
295
Escuela de Birmingham.
Grupo de investigación formado en los años 60 en torno al Centre for Contemporary Cultural Studies de
Birmingham. Su trabajo se
centra en el ámbito de la
cultura popular y en las
prácticas de consumo desarrolladas por distintos grupos sociales. Destacan autores como Stuart Hall, Dick
Hebdige o Angela McRobbie.
Nueva musicología. Término acuñado por Lawrence
Kramer en 1990 y uno de
cuyos puntos fundamentales es «el rechazo de la pretensión de la música de ser
autónoma del mundo que
la rodea» (Cook, 1998: 145).
Deconstrucción. Término
acuñado por el filósofo postestructuralista Jacques Derrida. Es un método de trabajo
que se basa en ir desmontando los supuestos ideológicos
que subyacen en el pensamiento occidental, basado en
la ficción de una identidad
completa y monolítica, sin
fisuras ni contradicciones. A
través de la deconstrucción
se van identificando una a
una las ideas sobre las que
se sostiene este discurso y se
pone en evidencia su carácter construido, no natural
(Lechte, 1994: 105-110).
y su estructura de pares opuestos. En estos binarismos
–por ejemplo, naturaleza/cultura, creación/procreación,
fortaleza/debilidad–, el término asociado a lo «masculino»
(en este caso la cultura, la creación y la fortaleza) cuenta
siempre con un mayor valor que su contrario. Así, las implicaciones de este sistema tienen consecuencias siempre
negativas para las mujeres, ya que éstas se encuentran en
la posición de la «alteridad» o la «otredad» y son definidas
por oposición a lo «masculino», que es el término que ostenta el poder de decidir lo que está dentro de la «norma»
y lo que está fuera de ella. De este modo, el par que subyace en todo el sistema es el que distingue entre control
(masculino) / fuera de control (femenino).
Una de las estrategias para volver a anclar a la música
en su contexto y cambiar el restringido concepto de ella
que se transmitió desde la musicología tradicional la
propone el investigador Chris Small, quien considera
que la música sólo puede existir cuando se interpreta, ya
sea en directo o grabada, y, por lo tanto, dado que se trata de una acción, la palabra «música» debería convertirse
en un verbo. Acuña así el concepto de musicking o «musicar» (1995), que es muy amplio y abarca a todas las
personas que juegan un papel en la interpretación de
una obra musical, en su producción o creación, pero
también vendiendo las entradas, pegando los carteles
promocionales o limpiando el local tras un concierto.
Este punto de vista es muy interesante porque permite
tener en cuenta un gran número de factores, lo que favorece la inclusión de múltiples puntos de vista en los análisis y permite unas conclusiones más complejas.
El papel de la música como creadora de identidades
La música es un discurso cultural más que no sólo refleja
la realidad en la que surge, sino que también contribuye a
su creación a través de la afirmación o deconstrucción de
estereotipos. Comprender este proceso implica el estudio
de las formas de recepción de la música y de las respuestas de la audiencia. Desde el punto de vista de género es
296
EDUARDO VIÑUELA
Y
LAURA VIÑUELA
relevante la tesis de Lucy Green en su obra Music, Gender,
Education (1997), en la que afirma que las connotaciones
de género en la música siempre han existido, como se verá más adelante, pero que no son percibidas porque se
consideran «naturales», al menos en lo que se refiere a la
música que no contradice los preceptos patriarcales, lo
que permite mantener la ilusión de trascendentalidad y
autonomía. Sin embargo, cuando se introduce en el musicking algún aspecto subversivo respecto al discurso hegemónico, la ilusión desaparece y se hace evidente la relación de la música con las personas que la crean y, por
tanto, con su contexto social e histórico. De esta manera,
en la música canónica, tanto popular como «culta», las
connotaciones de género están ahí pero no las «escuchamos», escuchamos a través de ellas.
Susan McClary es la musicóloga feminista que más
impacto ha tenido con su libro Feminine Endings. Gender, Music and Sexuality (1991). En él estudia, utilizando
ejemplos de música «culta» y popular, la tonalidad, el
sistema musical más común en Occidente y que aprendemos a escuchar y comprender desde nuestro nacimiento, la mayoría de forma inconsciente, a través de la
exposición continua a esta música. Según McClary, la
música tonal es una estructura narrativa, inscrita en el
pensamiento patriarcal y que participa de su sistema de
valores, lo que la autora demuestra aplicando la lectura
feminista que Teresa de Lauretis hace de los trabajos sobre literatura de Vladimir Propp y Jurij Lotman. Del
mismo modo que en la literatura tradicional el protagonista masculino debe solucionar un problema superando
y subyugando un obstáculo (codificado como femenino)
para restablecer el orden inicial, en la narrativa tonal, la
tonalidad inicial debe ser también la que cierre la obra
para asegurar la vuelta al equilibrio roto por la modulación a otra tonalidad durante el curso de la pieza. Esta
tonalidad secundaria sería la representación del caos, de
la alteridad y, en definitiva, de lo femenino.
La narrativa se caracteriza entonces por un esquema
básico de tres partes: equilibrio (control) –desequilibrio
MÚSICA
POPULAR Y GÉNERO
297
2 Para un análisis más pormenorizado del funcionamiento de este esquema
desde el punto de vista de
género, véase «Amor y patriarcado en Alejandro
Sanz», de Laura Viñuela
Suárez y Gloria Rodríguez
Hevia (2005).
Fade. «Desaparición gradual de una grabación que
no termina de forma cortante, sino que va perdiendo volumen en la mezcla.
Frente al fade out (final),
también está el fade in: comienzo distante de una grabación cuyo volumen va
creciendo lentamente».
(Manrique, 1987: 600).
(caos)– equilibrio (control). Esta estructura ha sido interiorizada por la audiencia haciendo que la percepción
gire en torno a dos sentimientos encontrados y complementarios: miedo a la pérdida del equilibrio y deseo de
que éste sea restablecido, lo que se traduce en música en
una alternancia de estructuras de tensión y relajación.
Dado que los efectos que produce la música no son simples abstracciones intelectuales, sino que se trata de síntomas físicos reales, McClary afirma que la presencia de
patrones de tensión o despertar del deseo dirigidos a un
clímax que concluye con la relajación o satisfacción de
ese deseo guarda una relación con la simulación musical
de la actividad sexual humana. La eficacia de esta estructura se aprecia fácilmente en cualquiera de las canciones
del programa televisivo Operación Triunfo, donde en las
galas el intérprete «sube» hacia los agudos haciendo crecer la emoción y tensión de la audiencia, que aplaude satisfecha tras la resolución del clímax.2
Análisis de la canción Live to Tell de Madonna por Susan
McClary (1991)
McClary lleva a cabo el análisis de esta canción con el fin de
demostrar la habilidad de Madonna para subvertir los estereotipos de género tradicionales no sólo en su imagen y en su forma de interpretar, sino también a través de su labor como compositora. En Live to Tell , Madonna rompe con la rigidez que
McClary identifica en las estructuras del sistema tonal y desarrolla una tonalidad ambigua que oscila entre el Re menor y su
relativo Fa mayor, sin que ninguna de las dos llegue a asentarse
nítidamente, ya que la canción ni siquiera concluye con una cadencia, sino que se desvanece a través de un fade out.5
Esta armonía se constituye como una alternativa al sistema
de cadencias y al esquema que fija la partida y la llegada del
discurso musical en torno a la tónica, ambas estructuras basadas en la idea de tensión-relajación que se impone desde el barroco y que esta autora relaciona con el sistema patriarcal.
El éxito del esquema narrativo identificado por McClary depende de que quien escuche conozca el sistema
tonal de manera que, al suponer el devenir de la pieza,
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LAURA VIÑUELA
pueda crearse expectativas que lleven al aumento de la
excitación. Un elemento clave para el aprendizaje y mantenimiento de estas estructuras es el canon musical. Marcia Citron, en Gender and the Musical Cannon (1993), explica cómo los cánones representan los conjuntos de
valores o ideologías de determinados grupos sociales. Se
convierten así en modelos para ser emulados y, de esta
forma, se autoperpetúan. Los cánones musicales están insertos en el sistema de oposiciones binarias y refuerzan
los valores hegemónicos, porque las características del canon se corresponden con los términos tradicionalmente
relacionados con lo «masculino» y funcionan como pautas de valoración de las obras. De este modo, si lo bueno
es lo canónico, cualquier persona que quiera hacer música buena tratará de emular el canon y de alejarse de lo
que no está en él; como consecuencia de esto, las características relacionadas con «lo femenino» y las prácticas
musicales de las mujeres, excluidas del canon, se devalúan. Al igual que en la música culta, el canon está conformado por las «grandes obras» de los «grandes compositores» (hombres, blancos y europeos como Beethoven,
Mozart o Wagner), el canon de la música popular lo forman bandas masculinas, en su mayoría blancas y anglosajonas (The Rolling Stones, The Beatles, The Sex Pistols,
Velvet Underground, Pink Floyd).
Otro de los nombres clave en el estudio de la música
popular es Philip Tagg, uno de los musicólogos que más
empeño han puesto en tratar de encontrar un método de
análisis musical que tenga en cuenta (o al menos lo intente) todos los aspectos importantes en la composición,
difusión y percepción de la música popular. Las investigaciones que realizó a través de su método de análisis intersubjetivo (véase recuadro) le llevaron a concluir que
la música organiza nuestra experiencia de las relaciones
de género a un nivel más profundo y más conservador
que lo visual o verbal. En este sentido, considera fundamental la influencia de la música en nuestra percepción
del espacio ya que, gracias a su carácter connotativo, la
música ocupa un lugar determinado que los oyentes aso-
MÚSICA
POPULAR Y GÉNERO
299
cian a ella, es decir, la música connota espacios y, por lo
tanto, también el tipo de personas que los ocupan, incluyendo sus características afectivas (Tagg, 1989: 8). Todo
este proceso de asociación de la música con espacios y
personas se produce de forma inconsciente, lo que hace
que los atributos de género que se adscriben a esas personas y lugares estén basados en estereotipos conservadores profundamente arraigados en nuestra cultura, lo
que pone de manifiesto hasta qué punto están interiorizados en nuestra sociedad los valores patriarcales. Además, el hecho de que este proceso se dé en un nivel inconsciente garantiza su continuidad y se ve reforzado
por la ideología del conocimiento según la cual la música popular es «entretenimiento» y, por lo tanto, no
transmite significados: «[...] aún asumimos complacientemente que lo consciente tiene sentido y lo inconsciente
no lo tiene» (Jung, citado en Tagg, 1989: 18; las citas han
sido traducidas del inglés por los autores del capítulo).
Método de análisis intersubjetivo de Philip Tagg (1989)
El objetivo de este método de análisis musical es facilitar la
comprensión de las relaciones existentes entre la música, el
lenguaje y la imagen. El método consiste en un test de libre inducción en el que se pide a un número determinado de personas que describan con palabras los estímulos, las sensaciones
y las imágenes que les vienen a la mente al escuchar una selección de fragmentos musicales instrumentales estereotipados de diferente caracterización. Una vez obtenidos los resultados, se estudia la relación entre las respuestas, que se
agrupan en diferentes campos semánticos teniendo en cuenta
tres criterios:
1. las sistematizaciones profundamente asimiladas de las funciones de la música en relación con una imagen (particularmente aquellas que hacen referencia al tiempo, los lugares y
los paisajes);
2. las respuestas basadas en sensaciones afectivas; y
3. las respuestas basadas en el sentido común musical compartido por los miembros de una misma cultura.
Tras comparar los campos semánticos y su relación con los
fragmentos musicales, se dividen las respuestas en dos grupos:
las asociadas con un estereotipo masculino y las asociadas con
uno femenino. De este modo, se observa que existe un consen-
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EDUARDO VIÑUELA
Y
LAURA VIÑUELA
so social a la hora de asociar cierto tipo de imágenes y pasajes
musicales al género masculino (por ejemplo las imágenes de
coches, bares o los espacios urbanos y la música de tempo rápido, las distorsiones o el ritmo regular y marcado) que se contraponen con las imágenes y fragmentos musicales atribuidos
al género femenino (los espacios rurales o los atardeceres y las
melodías ligadas o los sonidos de los instrumentos de viento
madera). El análisis de estos resultados permite comprender y
demostrar cómo se transmiten estereotipos de género a través
del discurso musical.
LOS ROLES TRADICIONALES DE LAS MUJERES
EN LA MÚSICA
Uno de los aspectos clave del estudio de la música popular en la creación de identidades de género es su carácter
de medio de comunicación intrínsecamente colectivo,
que ofrece posibilidades totalmente diferentes a las de las
artes visuales o verbales, ya que «es capaz de transmitir
las identidades, actitudes y patrones de comportamiento
afectivos de grupos socialmente definibles» (Tagg, 1982:
3). Desde este punto de vista, varios investigadores (Philip Tagg y Susan McClary, entre otros) abogan por el estudio de la música que forma parte del «mainstream» o
música comercial, es decir, la que llega a un público masivo, ya que su influencia en los aspectos identitarios en
general, y de género en particular, será mayor que la de
la música con una menor difusión. Por esta razón se hará referencia en este capítulo a este tipo de música, si
bien los preceptos teóricos y metodológicos utilizados
pueden extrapolarse a otros ejemplos musicales. Del
mismo modo, la elaboración de las teorías expuestas a lo
largo de este capítulo no pretende crear axiomas a través
de los cuales determinar el papel de la música en la creación de identidades de género, sino servir como instrumento para explicar el funcionamiento del sistema patriarcal en la música y las estrategias que dicho sistema
utiliza para imbricarse en el lenguaje musical.
MÚSICA
POPULAR Y GÉNERO
301
2 Según el Diccionario de
la Real Academia de la Lengua, «hombre público» es
«el que tiene presencia e influjo en la vida social»,
mientras que «mujer pública», que se incluye como sinónimo de «mujer perdida», significa «prostituta».
LOS ESTEREOTIPOS FEMENINOS
Dentro del sistema de pares opuestos al que se hacía referencia en el apartado anterior y que conforma la base
ideológica del sistema patriarcal, uno de los más relevantes a la hora de tratar la cuestión de las identidades de
género en la música popular es el que distingue entre
público y privado. En esta oposición, el espacio a ocupar
por las mujeres ha sido siempre el segundo, caracterizado por las labores de cuidado y reproducción. Este binarismo está estrechamente ligado, a su vez, a dos modelos
extremos de comportamiento para las mujeres y que, en
ambos casos, tienen connotaciones sexuales: la «buena»
(la virgen, la madre, la esposa fiel) y la «mala» (la prostituta, la femme fatale). Cualquier mujer que pretenda desarrollar una actividad fuera del espacio doméstico tendrá que enfrentarse a las críticas que, inconscientemente
o no, descalificarán su trabajo debido a las implicaciones
sexuales de la asociación mujer-esfera pública.2
La existencia de estos modelos estereotipados de mujer en el discurso de la música popular ha sido puesta de
manifiesto en numerosas ocasiones, tanto en las propias
canciones como en su misma configuración conceptual
como una práctica de rebelión contra el sistema establecido. En efecto, esta supuesta revolución es eminentemente masculina y está construida como forma de rebelión juvenil en los espacios públicos (codificados como
masculinos) de las calles, los bares, las carreteras, etc., y
por oposición al ámbito doméstico (femenino) del hogar, el matrimonio, las responsabilidades familiares, la
monogamia, etc. La canción «Contigo» (1996), de Joaquín Sabina, expresa claramente el fastidio de la vida doméstica, que anula la posibilidad de una existencia plena:
«Yo no quiero un amor civilizado con recibos y escena
del sofá (…) Yo no quiero vecinas con pucheros (…) Yo
no quiero cargar con tus maletas, yo no quiero que elijas
mi champú (…) Yo no quiero domingos por la tarde, yo
no quiero columpio en el jardín (…) Yo no quiero juntar
para mañana, no me pidas llegar a fin de mes, yo no
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quiero comerme una manzana dos veces por semana sin
ganas de comer».
Robert Walser pone de manifiesto, en su estudio sobre
heavy metal Running with the Devil (1993), cómo en este
género musical se muestran actividades y espacios libres
de la presencia femenina que permiten a los hombres
crecer dentro del sistema patriarcal sin tener que enfrentarse a tensiones en la definición de su identidad masculina. En este sentido, el concierto constituye el lugar paradigmático, como un evento en el que músicos y
audiencia, ambos masculinos, establecen una relación de
comunidad que refuerza sus identidades.
La maternidad como antítesis del rock and roll
La codificación masculina del rock como oposición a lo femenino se hace evidente si consideramos el caso de la maternidad,
que representa todas las características de lo doméstico: cuidados, amor carente de connotaciones sexuales, olvido del yo para dedicarse totalmente a los demás, etc., es decir, lo contrario
al «sexo, drogas y rock and roll». Por esta razón, la maternidad
suele aparecer en las canciones como algo negativo, como por
ejemplo en «The River» (1980), de Bruce Springsteen, donde el
embarazo de su novia obliga al protagonista a casarse con ella
y empezar a trabajar, lo que implica el fin de los buenos tiempos y la libertad de la adolescencia.
Otra opción son las canciones de homenaje y exaltación de
las madres biológicas, como por ejemplo «Amor de madre»
(1989), de Gabinete Caligari, o «Madrecita» (1954), de Antonio
Machín, donde se destaca su importancia como transmisoras
de los valores de la domesticidad y el amor verdadero e incondicional.
Un ejemplo que muestra de forma muy gráfica la separación abismal entre las madres y el rock se encuentra en el documental The Decline of Western Civilization Part II: The Metal
Years, dirigido por Penélope Spheeris en 1988, donde aparece
Chris Holmes, guitarrista del grupo WASP, totalmente borracho
y vestido de cuero flotando sobre una colchoneta dentro de
una piscina mientras su madre, Sandy Holmes, sentada en una
silla al borde del agua y con una apariencia convencional, escucha con cara de resignación (maternal) los desvaríos de su hijo
(<http://es.youtube.com/watch?v=m1O5h-xWpro>, 20 de agosto
de 2007).
MÚSICA
POPULAR Y GÉNERO
303
Glam rock. También llamado «glitter rock». Daba gran
importancia a la apariencia
física de los artistas a través
del maquillaje, la ropa vistosa o el pelo teñido (Shuker, 1988: 151).
Un artículo clave sobre la transmisión de identidades de
género a través de la música es «Rock and Sexuality»
(1978), de Simon Frith y Angela McRobbie, en el que formulan su teoría sobre la «ideología del romance». Según estos autores, a través de la música popular se proponen
identidades contrapuestas para chicos y chicas, que son
mucho más restringidas para éstas últimas. Así, las chicas, a
través de un proceso de identificación con los modelos femeninos propuestos en la música popular, son encaminadas a interpretar su sexualidad en términos románticos,
apuntalándola en la interiorización de valores como el
compromiso, la fidelidad o el sacrificio. El resultado de este
mecanismo es que se refuerza la socialización femenina de
rivalidad entre mujeres, ya que se dirige a las chicas hacia el
desarrollo de una identidad individual que se logra por
oposición a las demás, a las que consideran competidoras
en la lucha por el amor de los artistas. Para los chicos, sin
embargo, se fomenta una identidad grupal basada en el
sentido de pertenencia a una comunidad, lo que se logra
gracias a la identificación de los miembros masculinos de la
audiencia con los músicos, que permite a los oyentes participar del poder y el control ejercidos desde esa posición.
De esta manera, las posibles identidades de género son
diferentes para los hombres y para las mujeres, ya que
para los primeros existe un amplio abanico de modelos a
seguir (desde el tierno cantante solista tipo Alex Ubago,
al macarra de Pete Doherty, pasando por la ambigüedad
del glam rock5 encarnada por David Bowie o la seriedad
y talento de Elvis Costelo o Bob Dylan). En cambio, las
chicas cuentan, en primer lugar, con menos modelos de
mujeres artistas (el tercer apartado de este artículo trata
en mayor profundidad este aspecto) y las opciones que
se ofrecen en las canciones oscilan entre los ya conocidos
polos opuestos de «la buena», que sigue los preceptos de
la ideología del romance, y «la mala», que no los cumple
y, por tanto, pone en peligro (al menos potencialmente)
la estabilidad del sistema de género.
La articulación de los estereotipos femeninos en la línea de la «ideología del romance» puede observarse de
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forma muy evidente en las letras de las canciones. Así,
por ejemplo, en «Sweet Child O’ Mine» (1987), de
Guns’n’Roses, la chica constituye un refugio, un lugar
para esconderse lejos de los peligros del mundo; se remite, en definitiva, a un modelo maternal de cuidado y
protección. La asociación de lo femenino con la infancia
y los elementos naturales refuerza además el ideal de pureza, de no contaminación.
She’s got a smile that it seems to me
Reminds me of childhood memories
Where everything
Was as fresh as the bright blue sky
Now and then when I see her face
She takes me away to that special place
…
Her hair reminds me of a warm safe place
Where as a child I’d hide
And pray for the thunder
And the rain
To quietly pass me by 2
Otro de los aspectos que se fomenta en las canciones es
la rivalidad entre mujeres como estrategia para mantener
el statu quo, ya que dificulta el establecimiento de un sentido de comunidad que permita el desarrollo de una acción conjunta. «If I fell» (1964), de los Beatles, es una
muestra clara de cómo, a través de la ideología del romance, se apoya la idea del amor heterosexual como objetivo vital de las mujeres, contraponiendo los dos arquetipos femeninos.
If I fell in love with you
Would you promise to be true
And help me understand
Cos I've been in love before
And I found that love was more
Than just holding hands
If I give my heart to you
I must be sure
From the very start
That you would love me more than her
MÚSICA
POPULAR Y GÉNERO
305
2 Tiene una sonrisa que
me recuerda / memorias
de la infancia / donde todo era tan fresco como el
brillante cielo azul./ De
vez en cuando, cuando
veo su cara, me lleva hasta
ese lugar especial / … / Su
pelo me recuerda un lugar
cálido / y seguro donde
me escondía de niño / y
rezaba para que el trueno
/ y la lluvia / pasaran en
silencio
2 Si me enamorase de ti
/¿Prometes ser sincera y
ayudarme a comprender?
/ Porque he estado enamorado antes / y me he
dado cuenta de que el
amor era algo más / que
cogerse de las manos. / Si
te doy mi corazón / Debo
estar seguro / Desde el
principio / De que me
querrás más que ella / Si
confío en ti, por favor, /
No te vayas y te escondas /
Si también te quiero, por
favor, / No hieras mi orgullo como ella / Porque
no podría soportar el dolor / Y estaría triste si
nuestro nuevo amor fuera
en vano / Así que espero
que veas que / Me encantaría quererte / Y que ella
llorará / Cuando sepa que
somos dos / Porque no
podría soportar el dolor /
Y estaría triste si nuestro
nuevo amor fuera en vano
/ Así que espero que veas
que / Me encantaría quererte / Y que ella llorará /
Cuando sepa que somos
dos / Si me enamorase de
ti
If I trust in you oh please
Don’t run and hide
If I love you too oh please
Don't hurt my pride like her
Cos I couldn't stand the pain
And I would be sad if our new love was in vain
So I hope you see that I
Would love to love you
And that she will cry
When she learns we are two
Cos I couldn’t stand the pain
And I would be sad if our new love was in vain
So I hope you see that I
Would love to love you
And that she will cry
When she learns we are two
If I fell in love with you 2
En primer lugar se explica cómo ha de ser la mujer
«buena» (sincera, ayudarme, de fiar, fiel) y a continuación
se presenta como aliciente saber que «la otra» sufrirá
cuando conozca esta nueva relación. Finalmente, se deja
en último término el poder de decisión al hombre (todo
esto sucedería sólo «si me enamorase de ti»). La maldad
de la chica en esta canción se pone de manifiesto en el hecho de que hace sufrir al protagonista: sabemos que ha
herido su orgullo y esto le ha causado un dolor insoportable que ha hecho que su amor fuera en vano. Desde este
punto de vista, la canción puede leerse, más que como un
intento de «conquistar» un nuevo amor, como una búsqueda de venganza. Las mujeres son caracterizadas como
«malas» en las canciones cuando no se acomodan a los
preceptos de la feminidad patriarcal. En consecuencia, llevan a cabo actos que ponen en peligro la estabilidad del
sistema y minan el poder de los hombres que están a su
lado, lo que las hace merecedoras de un castigo que, en casos extremos, aunque más habituales de lo que cabría esperar, «obliga» a los protagonistas a asesinarlas (por ejemplo en «Kim» [2000] de Eminem) o, al menos, a desearlo
(como en «La mataré» [1991], de Loquillo y Trogloditas).
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FANS Y GROUPIES: LAS MUJERES COMO RECEPTORAS DEL DISCURSO MUSICAL
Las estrategias que utiliza el patriarcado para neutralizar
el peligro potencial de subversión con que cuentan las
mujeres reales en el campo de la música popular no son
tan drásticas como las de las canciones, aunque son tanto o más efectivas. Uno de los aspectos en los que esto se
aprecia con claridad es cuando nos referimos a las mujeres como receptoras y consumidoras de música. Las teorías postestructuralistas habían demostrado la importancia del consumo en la creación de significados. Así, al
igual que el consumo pasa a ser considerado como un
proceso activo, la audiencia deja de ser vista como una
masa pasiva para convertirse en un agente determinante
en la articulación de significados.
Desde este punto de vista, la fan –uno de los roles más
comunes para las mujeres en la música popular–, contiene
también un importante componente de poder. Las fans
conforman un nutrido grupo de consumo y, en consecuencia, tienen una capacidad potencial de presión. Sin
embargo, el patriarcado ha logrado neutralizar este aspecto
trivializando a las fans a través de su caracterización negativa como un grupo de mujeres enloquecidas, irracionales
y fuera de control –el ejemplo más claro son las imágenes
de chicas desmayándose ante los Beatles–. De este modo,
las fans ocupan el término de menor poder y valor dentro
del sistema de binarismos. La minusvalorización de las
fans como grupo queda patente cuando observamos cómo
los artistas «serios» se apartan del «fenómeno fan», asociado a adolescentes carentes de conocimientos musicales y
movidas por un desequilibrio hormonal basado en el
atractivo físico de los artistas (lo que pone a éstos en una
posición femenina como objetos sexuales, minando, en
consecuencia, su poder). En esta definición entran en juego además conceptos muy queridos por el mundo de la
música popular como, por ejemplo, la «autenticidad», que
constituye un criterio de valoración básico que se utiliza,
habitualmente, por oposición a lo «comercial» (Deena
MÚSICA
POPULAR Y GÉNERO
307
Backstage. Literalmente
«detrás del escenario», es la
zona donde se encuentran
los camerinos y donde se
desarrolla gran parte del
entramado logístico que
hay tras una actuación musical.
Weinstein [1999] ha escrito un artículo muy interesante al
respecto). Así, las fans son, por definición, una masa que
carece de criterio y, por tanto, susceptible de ser manipulada por la industria musical, que les ofrece productos musicales manufacturados (como puede ser David Bisbal). Los
artistas que han comenzado su carrera como «fenómeno
fan» y más adelante han querido ser considerados «serios»
(por ejemplo Robbie Williams o Ricky Martin) han necesitado encontrar aspectos que les confirieran autenticidad y
credibilidad, tales como las colaboraciones con músicos de
reconocido prestigio o el cambio a estilos musicales más
«auténticos».
Dentro del grupo de las mujeres como consumidoras,
existe un subgrupo más reducido y «especializado»: las
groupies. Según Frith y McRobbie (1978), este rol femenino es más activo que otros y también tiene la capacidad de
poner en peligro la estabilidad del sistema patriarcal porque las groupies, al expresar abiertamente deseo sexual y
tomar la iniciativa, cuestionan la supremacía sexual masculina. En este caso, trivializar su papel, como sucede con
las fans, no es suficiente, y el patriarcado se ha visto en la
necesidad, además, de denostar de forma inequívoca a las
groupies para anular el peligro que representan. Aunque las
fans son peligrosas porque son un grupo de mujeres expresándose en un ámbito público, están controladas porque se encuentran insertas en la ideología del romance. Sin
embargo, las groupies acceden al espacio más restringido
del backstage,5 en el círculo cercano de los músicos, que es
donde se encuentra el mayor grado de poder en la estructura del musicking. Éste es el aspecto clave que hace que la
caracterización de las groupies desde el patriarcado sea menos benevolente que la de las fans, ya que se enfatiza exclusivamente su carácter sexual en el sentido más negativo del
mismo, lo que las convierte prácticamente en prostitutas.
Dentro de la jerarquía de géneros de la música popular, las
groupies ocupan el escalón más bajo, porque atentan en
mucha mayor medida que las fans contra el arquetipo de
la mujer «buena» al no resignarse a lo doméstico, no renunciar a lo sexual y, sobre todo, desear acceder al poder.
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El acceso al backstage en The Wall
Un claro ejemplo de cómo las groupies recorren el camino hacia
el backstage se encuentra en The Wall (1982), la famosa película
de Pink Floyd. Mientras suena la canción «Young Lust» (1979),
vemos cómo, a la manera de las pantallas de un videojuego, varias groupies superan diversas barreras para acceder paulatinamente a espacios cada vez más restringidos. La sexualidad es
utilizada sistemáticamente como moneda de cambio. Desde el
personal de seguridad hasta el equipo técnico, las groupies van
logrando pases para acceder a la zona privada del backstage,
donde el manager y personas cercanas a él y a la banda celebran
una fiesta con Möet Chandon y racimos de uvas. Queda un último espacio al que llegar, algo que sólo logra la groupie más importante (la única que tiene una identidad individualizada): la caravana desde donde la estrella, protagonista último del film,
observa hastiado el «circo» que se desarrolla a su alrededor.
Algunas groupies han adquirido relevancia dentro de la
historia de la música popular gracias a su relación con algunos de los hombres más importantes. Un caso interesante es Pamela Des Barres quien, en 1987, publicó su diario I’m with the Band. Confessions of a Groupie, donde
cuenta su participación en la escena rock de California durante los primeros años 60 y sus relaciones con personajes
como Mick Jagger, Jim Morrison, Frank Zappa o Gram
Parsons. El subtítulo del libro, «The Ultimate Story of Sex
and Rock’n’Roll» da una idea de su contenido que, desde el
punto de vista de género, pone de relieve que la opción
más evidente de participar en esta «revolución» musical
para una mujer pasa por tener relaciones sexuales con los
protagonistas de este momento histórico.
CANTANTES, INSTRUMENTISTAS Y COMPOSITORAS:
LAS MUJERES COMO EMISORAS DEL DISCURSO MUSICAL
Las mujeres también han jugado un papel en la música
popular como creadoras e intérpretes, si bien, como explica Lucy Green (1997), estos roles tampoco están exentos de connotaciones de género. Esta autora introduce la
noción de display (exhibición) como un aspecto funda-
MÚSICA
POPULAR Y GÉNERO
309
mental en la percepción de la música de las mujeres, que
se relaciona con las ya comentadas implicaciones que tiene para una mujer el espacio público. Basándose en esto,
Green analiza en qué medida las actividades de las cantantes, instrumentistas y compositoras problematizan los
roles de género tradicionales.
Las primeras serían las más próximas a una situación
de display puro (exclusivamente sexual), ya que su instrumento –la voz– no es considerado como tal, sino como algo «natural» que «surge» del cuerpo y está por tanto relacionado con lo irracional. Estas ideas caracterizan
a la voz como femenina, lo que explicaría que el rol musical más extendido y mejor aceptado para las mujeres
sea el de cantante, ya sea en solitario, en grupo o como
corista. Otra opción también muy habitual es la de la
cantante con grupo masculino detrás, que suele jugar el
papel de chica atractiva y con buena voz. La diferente caracterización de género se pone de manifiesto cuando
analizamos el término frontman para referirse al cantante masculino de un grupo (por ejemplo Loquillo, Enrique Bunbury o Mick Jagger), que valora las capacidades
de liderazgo, comunicación y expresividad y que no
cuenta con equivalente en femenino (frontwoman).
Las instrumentistas problematizan en mayor medida el
acto de display porque adoptan una posición de control.
El hecho de que sean capaces de tocar un instrumento
demuestra que tienen capacidad mental y dominio de la
técnica, dos características asociadas tradicionalmente
con lo masculino. El instrumento funciona además como
barrera física e ideológica entre el cuerpo femenino y el
espectador; las instrumentistas se concentran en tocar y
adquieren poder sobre la mayor parte de la audiencia por
su dominio de la técnica. En consecuencia, ponen en
cuestión la caracterización tradicional de la identidad femenina, lo que hace que su género pase a un primer plano en el momento de la recepción de la música, ya que
las mujeres en la posición de control son una excepción a
la norma. La interrupción de la identidad femenina tradicional ocurre en mayor medida en la actividad de las
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compositoras, ya que su trabajo implica también conocimientos técnicos y musicales, pero lo que se ofrece en display en este caso ya no es el cuerpo, sino la mente (el ámbito masculino por excelencia).
ESTRATEGIAS DE SUBVERSIÓN Y MODELOS ALTERNATIVOS
Los trabajos de Marcia Citron (1993) en el ámbito de la
música «culta» y de Mavis Bayton (1998) en el de la música popular demuestran que las mujeres se han enfrentado a problemas comunes a la hora de tomar parte en la
creación musical. Las dificultades de acceso a los conocimientos necesarios (a través de la educación musical o
de las redes informales de aprendizaje y transmisión de
información y conocimientos en la música popular), la
carencia de tiempo para dedicarse de forma continuada
a la música, fundamentalmente debida a las obligaciones
derivadas del cuidado de otras personas y de las tareas
domésticas, la ausencia de espacios propios en los que
trabajar (a los que ya apuntara Virginia Wolf [1929] para
las escritoras en A Room of One’s Own) o la escasez de
recursos económicos para adquirir los equipos necesarios, constituyen algunas de las barreras materiales a las
que han debido hacer frente. En algunos casos, los hombres han compartido dificultades similares; sin embargo,
los impedimentos ideológicos descritos en los apartados
anteriores son los que han frenado en mayor medida y
de forma específica la participación musical de las mujeres en igualdad de condiciones.
Por otro lado, las mujeres músicas comparten con el
resto de las mujeres las dificultades para conciliar su actividad profesional con su vida personal y familiar, por
lo que el matrimonio y la maternidad han sido dos factores clave de abandono, momentáneo o definitivo, de
sus carreras musicales. Maureen Tucker, baterista de Velvet Underground, es uno de los casos más conocidos. Se
retiró tras casarse y se dedicó a criar a sus cinco hijos y
cuando, tiempo después, decidió volver a la música, «tu-
MÚSICA
POPULAR Y GÉNERO
311
Separatismo estratégico.
Durante la segunda ola de
feminismo, y partiendo de
que la mayor parte de los
espacios, sobre todo los públicos, son hostiles para las
mujeres, una de las estrategias que se utilizaron para
empoderar y mejorar la situación de las mujeres fue
crear espacios y eventos exclusivamente para ellas, con
el objetivo de proporcionarles un lugar en el que
pudieran expresar libremente sus necesidades, temores y opiniones, sin sentirse cohibidas o criticadas.
Posfeminismo y/o tercera
ola. Tras los movimientos
feministas de los años 70, la
década de los 80 supuso un
paréntesis en el que se forjó
la falsa idea de que la igualdad entre mujeres y hombres ya se había logrado. Sin
embargo, aunque habían
tenido lugar grandes avances, las estrategias de discriminación se habían vuelto
más sutiles. Por esta razón,
en los años 90 nació el posfeminismo o tercera ola de
feminismo. El término
«posfeminismo» ha sido
criticado porque implica
que el feminismo no es necesario y que nos encontramos en una etapa posterior.
Así, se ha definido a las posfeministas como unas frívolas sin ideales que han
abandonado las preocupaciones sociales y políticas
de sus predecesoras. Por esta razón se ha acuñado como más positivo el término
ve que esperar hasta que mis hijos más pequeños crecieron bastante antes de poder ir de gira más de un mes seguido. Los pañales, la hora del baño, recoger a los críos
de la escuela (…) simplemente, no es rock’n’roll» (en
O’Brien, 1994: 111).
Otra de las estrategias patriarcales diseñada para garantizar la perpetuación del statu quo es la llamada «colonización interiorizada». Este concepto, procedente de
los estudios poscoloniales, hace referencia al proceso por
el cual la lógica de la dominación es asumida por las personas que se encuentran en la posición subordinada, lo
que garantiza el funcionamiento y la perpetuación de un
sistema desigual. Hay un evidente paralelismo entre esta
idea y la forma en que los estereotipos negativos sobre
las mujeres músicas son aceptados, no sólo por la sociedad en general, sino también por las propias mujeres. La
interiorización de estos arquetipos supone una barrera
ideológica que frena con más efectividad que ninguna
otra el acceso de las mujeres a la música, ya que logra
que ellas mismas sean cómplices de un sistema que las
oprime.
EL ACCESO DE LAS MUJERES A LA CREACIÓN DE
MÚSICA POPULAR
A pesar de las dificultades, es posible identificar algunos
momentos que han favorecido el acceso de las mujeres a
la música popular. El punk es el más conocido de todos.
Desarrollado a finales de la década de los 70, este movimiento coincidió con la segunda ola feminista y creó un
clima propicio para la participación de las mujeres gracias a su carácter subversivo y a la actitud positiva de la
audiencia hacia grupos no profesionales, lo que animó a
muchas mujeres a tocar y componer sus propios temas.
De esta manera, se introdujeron en la música popular temas hasta entonces tabú (menstruación, violación, anorexia, masturbación femenina), insertando el cuerpo femenino en el discurso musical a través de las letras de las
canciones y los nombres de los grupos (Bleeding Wo-
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man, Anna Rexic, Bodyfunctions). Las mujeres pudieron
expresar así su rechazo hacia un sistema de género por el
que se sentían oprimidas y romper el discurso heterosexista del rock y el pop. El separatismo estratégico,5 utilizado por las feministas de la segunda ola para crear contextos favorables a la expresión de las mujeres, favoreció
además la existencia de espacios donde las mujeres tenían la posibilidad de tocar.
Con raíces en el punk, pero ya en los años 90, el movimiento de las Riot Grrrls en los Estados Unidos supuso
un nuevo impulso para la participación de las mujeres en
la música popular. De las filas de estas posfeministas 5
surgieron grupos de gran popularidad como Hole, L7,
Babes in Toyland o Lunachicks, que tuvieron un importante papel como modelos a seguir para una nueva generación de mujeres músicas. Las Riot Grrrls utilizaban como estrategias para subvertir las convenciones
patriarcales la parodia y la ironía en las letras de las canciones y en la imagen que proyectaban al público. Desde
el feminismo académico, una de las teóricas que más ha
defendido esta línea de actuación es Rosi Braidotti, fundamentalmente en el ámbito del ciberfeminismo,5 y en
su artículo «Cyberfeminism with a difference», afirma
que las mujeres «queremos oponer resistencia de forma
activa, pero también queremos divertirnos y queremos
hacerlo a nuestra manera» (Braidotti, 2000: 5).
Lisa Lewis señala el nacimiento de la cadena MTV en
1981 como otro de los puntos de inflexión que favorecieron la participación de las mujeres, ya que introdujo
la música popular en el ámbito doméstico, un lugar seguro (no público) en el que las mujeres podían consumir a distancia a través del televisor. Este nuevo canal
de difusión musical impulsó la participación de las mujeres como consumidoras de música, algo que quedó
patente en el incremento de público femenino en los
conciertos, en especial en las giras de Cindy Lauper en
1984 y Madonna en 1985. A su vez, los videos musicales
sirvieron para articular nuevas identidades, ya que
«controlando sus propias performances visuales en los
MÚSICA
POPULAR Y GÉNERO
313
«tercera ola», menos conocido, que establece un vínculo con los movimientos
feministas anteriores. Las
acciones de esta nueva generación de feministas se
basan en utilizar métodos
posmodernos (ironía, parodia, pastiche, humor…) para desestabilizar el sistema
patriarcal, reapropiándose
de elementos codificados
como «femeninos» y otorgándoles un nuevo significado (maquillaje y otros
elementos de bricolaje estético, calificativos negativos
como «puta», etc.). El ámbito artístico ha contado
con exponentes importantísimos de este movimiento
como, por ejemplo, las
«Guerrilla girls» (<http://
www.guerrillagirls.com>,
20 de agosto de 2007).
Ciberfeminismo. El espacio virtual está desarrollado
y «habitado» por personas
físicas y, por tanto, reproduce en gran medida los
valores del mundo «real»,
entre ellos los del patriarcado. En consecuencia, se
considera también un espacio de acción para las feministas a través del llamado
«ciberfeminismo». Las ciberfeministas pretenden,
por un lado, poner en evidencia la falacia del mundo
virtual como un espacio libre de condicionamientos
de cualquier tipo en el que
todas las personas pueden
expresarse e imaginar infinitas opciones sin ninguna
traba y, por otro, explorar
desde un punto de vista feminista las posibilidades
que ofrece el ciberespacio.
vídeos, las artistas femeninas comenzaron a usar el medio para invertir la representación típica de la mujer artista e involucrar a las audiencias en la actividad creadora» (Lewis, 1990: 71).
Para realizar sus análisis, Lewis identifica dos sistemas con los que se introducen cambios en los roles habituales de las mujeres en la música popular a través de
los videoclips. Por un lado, los «signos de acceso», que
muestran una apropiación femenina de actividades y
espacios que normalmente aparecen dominados por los
hombres (presencia de las mujeres en cualquier espacio
público como discotecas, calles, etc.). Por otro, los «signos de descubrimiento», que corresponden a espacios y
actividades que ocupan y realizan exclusivamente mujeres y que crean un tipo de relación capaz de configurar un sentido de comunidad y fortalecer las identidades de género, en especial en los años de la adolescencia
(cobra especial importancia el bricolaje estético –maquillaje, moda, complementos, etc.– como articulador
de una identidad diferenciada en el conjunto de la sociedad).
Aplicación del modelo de análisis de Lisa Lewis al videoclip
de «Ojú» (2003) de Las Niñas
En el videoclip de este grupo de hip-hop observamos, dentro
de los «signos de acceso», la presencia de las artistas en la calle de un barrio obrero. El ambiente que se refleja en la calle
(jóvenes con tatuajes que bailan, pintan graffitis, etc.) y parte
del baile de Las Niñas se corresponden con el imaginario de este género musical en el que predominan los hombres, lo que
supone otro ejemplo de apropiación femenina de actividades y
espacios tradicionalmente masculinos. Al mismo tiempo, este
videoclip despliega varios «signos de descubrimiento» ya que
el hecho de que Las Niñas sea un grupo y la aparición en segundo término de numerosos personajes femeninos denotan
un interés por enfatizar el sentido de comunidad de las mujeres dentro del género. De este modo, amplían las posibilidades
de identificación para la audiencia femenina y ofrecen una alternativa a los modelos masculinos. El videoclip de «Ojú» es un
claro ejemplo de cómo las estrategias que Lewis observaba en
los videos de los años 80 se siguen utilizando en la actualidad
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para subvertir los roles de las mujeres en algunos géneros musicales y para afianzar su presencia en otros en los que son minoría.
LAS ESTRATEGIAS DE SUBVERSIÓN DE LAS MUJERES MÚSICAS
Antes de comenzar a hablar de cómo las mujeres músicas
tratan de escapar y de transgredir los condicionamientos
de género que se les imponen, es necesario tener en cuenta otro de los debates de la musicología feminista, que gira
en torno a la existencia o no de una música «femenina». A
este respecto resulta útil partir de la aportación de Robert
Walser (1993), quien señala que el objetivo de la música
popular es comunicar afectos y emociones, algo que se logra a través del uso de convenciones musicales. Es decir,
los sonidos en sí mismos no tienen significado, y es su organización de una forma social y culturalmente aceptada
la que los dota de sentido. De esta manera, al escuchar una
canción, la audiencia es capaz de interpretar su significado
por asociación con un determinado afecto (triste, alegre,
íntima, etc.). Desde el punto de vista de género, Susan
McClary (1991, 2000) ha puesto de relieve cómo en estas
convenciones musicales subyacen las características de género. Sin embargo, ni compositores ni compositoras son
siempre conscientes de esto y las utilizan en función de
sus necesidades y con la intención de comunicar.
Por lo tanto, es posible concluir que la música popular
compuesta por mujeres no tiene características intrínsecamente diferentes a la hecha por hombres, sino que las
mujeres músicas, al igual que los hombres, se sirven de
los medios musicales a su alcance. De este modo, dado
que los significados musicales se han desarrollado dentro
de un sistema de convenciones patriarcal y que la producción de textos está integrada en las estructuras ideológicas dominantes, más que buscar unos rasgos identitarios específicamente femeninos, las mujeres músicas a
menudo han desarrollado sus posibilidades creativas ha-
MÚSICA
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315
cia la trasgresión y la ampliación de la feminidad tradicional. En consecuencia, las mujeres no son necesariamente subversivas en su utilización de las estructuras
musicales, sino en la forma en que dotan a esas estructuras, consciente o inconscientemente, de una nueva significación de género.
Simon Reynolds y Joy Press en The Sex Revolts. Gender, Rebellion, and Rock’n’Roll (1995) distinguen cuatro
tipos de estrategias que adoptan las mujeres músicas para evitar o superar los condicionantes de género. Dos de
ellas –emular la rebelión masculina («convertirse en uno
de los chicos»), ejemplificada en la figura de Janis Joplin,
y resaltar el propio proceso de la creación de la identidad, cuyo máximo exponente se considera Patti Smith–
presentan rasgos comunes. Aunque aparentemente podrían considerarse opciones totalmente diferentes, ambas responden a un intento de sortear las dificultades derivadas de ser mujer a través de la negación de la
existencia de diferencias de género, algo que, en función
de la vía adoptada, dio resultados distintos. Por un lado,
Janis Joplin es el ejemplo de cómo tratar de participar en
la rebelión del rock sin reconocer que ésta ha sido codificada como masculina puede llevar, en último término, a
la autodestrucción. Para lograr su objetivo, Joplin se vio
obligada a interpretar al máximo y sin fisuras los aspectos que configuraban en aquel momento la libertad asociada al rock (por ejemplo, los excesos en el sexo y las
drogas). El paso definitivo hacia la autenticidad lo logró
con su muerte por sobredosis en 1970 ya que, como argumenta Deena Weinstein, «una sobredosis de drogas,
suicidarse de un disparo o ser asesinado por una banda:
estas muertes muestran, retóricamente, que el artista romántico era auténtico, que no estaba simplemente asumiendo una pose» (Weinstein, 1999: 67). Es necesario
tener en cuenta, de todos modos, algo que han destacado
muchas autoras: Janis Joplin no tuvo la oportunidad de
beneficiarse de las nuevas posibilidades que abrió para
las mujeres el movimiento feminista de los años 70.
Por su parte, Patti Smith optó por minimizar el hecho
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de ser mujer tanto en su aspecto (estudiadamente andrógino) como en sus referentes (Dylan, Camus, Genet,
John Lennon, Hank Williams o John Coltrane). Como
afirma Lucy O’Brien, «para ella el camino hacia la libertad era masculino» (O’Brien, 1994: 113). Destacó los aspectos más intelectuales de su producción musical y literaria, poniendo énfasis en su capacidad como creadora y
atenuando así las implicaciones del display a que hacía
referencia Lucy Green (1997).
Otra de las estrategias identificadas por Reynolds y
Press consiste en encontrar una fuerza específicamente
femenina que sea equivalente a la masculina pero sin llegar a imitarla. El problema evidente que plantea esta vía
es si existe la posibilidad de encontrar algo «específicamente femenino» que no haya sido definido a través de
las nociones patriarcales de feminidad. Partiendo de lo
expuesto anteriormente en relación a la existencia o no
de una música «femenina», parece claro que el planteamiento de esta estrategia es inviable en estos términos,
sin embargo, una vez que se abandona la búsqueda de
una esencia, sí es posible utilizar de forma positiva las
características que el patriarcado ha codificado como femeninas.
Así, como apunta Gayatri Spivak en relación a las políticas de identidad (en Solie, 1993), cuando la noción de
diferencia es utilizada por los grupos que se encuentran
en una situación de desventaja, no lleva necesariamente
a la discriminación y al esencialismo, sino que les permite desarrollar una identidad positiva a través de las características con las que han sido definidos como diferentes. Esto indica que la idea de diferencia tiene un
carácter político y posee un gran valor como forma de
resistencia a la integración en la identidad del grupo hegemónico. En este sentido se enmarcan los eventos musicales sólo para mujeres, tales como el Lilith Fair o el
Ladyfest, recientemente celebrado en nuestro país. Aunque en ocasiones se han rechazado estos espacios como
guetos que dificultan la «normalización» de las mujeres
y su música, pueden considerarse también como accio-
MÚSICA
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317
Empoderamiento. Traducción del término inglés empowerment. Es un proceso a
través del cual una persona
adquiere conciencia de su
individualidad y su capacidad para actuar en un determinado contexto. Desde
el punto de vista feminista,
el empoderamiento es una
estrategia para que las mujeres abandonen su tradicional papel de pasividad y
sean capaces de tomar sus
propias decisiones y de recuperar el control sobre sus
vidas.
nes políticas que rechazan precisamente esa normalización. En ellos se pone de relieve que las mujeres son un
grupo en situación de desventaja dentro del sistema musical y que rechazan su «integración» en el sistema tal y
como está diseñado, exigiendo un cambio de valores y
puntos de vista que conviertan el entramado musical en
algo menos imbuido de valores patriarcales.
El uso de lo femenino como una fuente de empoderamiento5
en las canciones de Nosoträsh
Un ejemplo de cómo es posible utilizar de forma positiva los
aspectos tradicionalmente relacionados con lo femenino son
las canciones del grupo asturiano Nosoträsh. Una constante a
lo largo de la obra de esta banda son las referencias en las letras de sus canciones al espacio doméstico y a las actividades
que se realizan en él, y esto es importante desde diversos puntos de vista. Por un lado, al igual que lo hicieran los grupos femeninos de punk en los años 70, han logrado incluir en el discurso de la música popular temas ajenos a él tales como la
costura, que aparece constantemente –«seré dobladillo de tu
cuello» (2000), «me haré un vestido con mapas» (2002)–. Esta
utilización en sus letras de temas tan relacionados con la socialización femenina visibiliza y da valor a las mujeres de la audiencia como receptoras, que reconocen inmediatamente estas
referencias. Por otro lado, en sus canciones suelen tratar el espacio doméstico como algo positivo, lo que les permite recuperarlo para las mujeres como un lugar de disfrute y descanso,
alejándolo de la tradicional visión opresiva y excluyente.
Finalmente, la última estrategia que proponen Reynolds y Press como medio para escapar a los condicionamientos patriarcales, y que ha sido utilizada con gran
acierto a la hora de abrir posibilidades, es jugar con los
arquetipos de la feminidad de manera posmoderna. Claros ejemplos de esto son Madonna o Annie Lenox, y sus
aportaciones en este sentido han sido analizadas en numerosos trabajos. En España, Mónica Naranjo ofrece un
caso interesante en el que se pone de manifiesto este tipo
de transgresión. Esta artista ofrece una subversión de la
identidad muy sutil que sólo se aprecia tras un análisis
detallado de su trabajo. A primera vista, Mónica Naranjo
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se muestra como una figura femenina hipersexualizada
que se corresponde con los cánones patriarcales de feminidad, algo más evidente en su primer trabajo español,
Palabra de mujer (1990). A pesar de todo, la imagen proyectada resulta demasiado llamativa: la melena bicolor, el
maquillaje excesivo, la lencería de vinilo y los zapatos
con tacón de aguja y plataforma ya no remiten a la feminidad tradicional y poco amenazante diseñada para el
disfrute seguro de la escoptofilia masculina. Así, en una
segunda lectura, el exceso de la imagen de Mónica Naranjo constituye una estrategia efectiva que pone en evidencia el carácter performativo de los roles de género, tal
y como explica Judith Butler en sus obras, entre las que
destaca Gender Trouble (1990).
El exceso a la hora de representar la identidad de género
muestra que se trata de un arquetipo construido y no de
una caracterización natural. La amenaza potencial que esto
suponía obligó al sistema patriarcal a poner en marcha una
estrategia que neutralizara esta posible lectura: a medida
que las ventas de Mónica Naranjo crecían, también lo hacía el rumor sobre el verdadero sexo biológico de la artista.
Prueba de hasta qué punto las convenciones de género están arraigadas en el imaginario colectivo es que al público
le resultaba más sencillo creer que Mónica Naranjo era un
travesti o un transexual que poner en duda la naturalidad
de los roles de género.
CONCLUSIÓN
El estudio de la música desde perspectivas que tratan de
comprender algo más que las relaciones que se establecen entre sus estructuras formales siempre ha resultado
problemático. El filósofo Félix Guattari afirmaba que la
música «es el más no-significante y desterritorializado de
todos los fenómenos culturales» (1984: 107), de forma
que este medio de expresión se convierte en una sucesión de signos acústicos abstractos. Estos signos se convierten en símbolos culturales a través del uso que la sociedad hace de ellos y de los discursos que articula en
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319
torno suyo y, del mismo modo, estos discursos pasan a
formar parte de la construcción de la identidad individual y colectiva que resulta determinante en la definición de los significados de un fragmento musical.
Por esta razón, el estudio de la música como elemento
cultural implica un reconocimiento de su capacidad para albergar significados consensuados en los que intervienen parámetros definitorios de nuestra identidad, entre ellos el género. A lo largo de este capítulo se ha
realizado un recorrido por distintas teorías y diversos
ejemplos musicales con el objetivo de mostrar cómo la
música ha servido para transmitir y perpetuar los valores del sistema patriarcal, utilizando estructuras y connotaciones que situaron a las mujeres en un papel secundario, tanto en los significados atribuidos a los
elementos del lenguaje musical como en su papel como
intérpretes, compositoras y consumidoras. La musicología feminista ha trabajado desde su origen para deconstruir estas estructuras asumidas como naturales y constituye una más de las numerosas líneas de acción de los
feminismos para minar los pilares del sistema patriarcal.
En este sentido, el trabajo teórico realizado desde la academia fue acompañado por la activación de estrategias
para subvertir el discurso hegemónico, lo que permitió a
las mujeres músicas ofrecer modelos alternativos con los
que abrir la puerta a la articulación de nuevos discursos
y nuevas opciones identitarias.
EJERCICIOS
La mayor parte de la música popular puede analizarse
utilizando las teorías y metodologías expuestas en este
capítulo. Letras de canciones, videoclips, titulares y contenido de revistas especializadas o no, portadas de CDs,
páginas web o declaraciones de artistas constituyen un
material de trabajo interesantísimo y que ofrece múltiples posibilidades. A continuación se sugieren algunos
ejemplos de posibles ejercicios para poner en práctica el
análisis desde la perspectiva de género, si bien existen
otros muchos de fácil acceso a través de Internet.
1. Siguiendo el método propuesto por Lisa Lewis, identifica los signos de acceso y descubrimiento existentes en
el videoclip «Wannabe» del grupo Spice Girls (Spice,
1996) teniendo en cuenta la significación de este grupo y
esta canción en la década de 1990 (<http://es.youtube.
com/watch?v=OFpu0ROaPLQ>).
2. Analiza la letra de la canción «Toda» de Malú (Esta
vez, 2001) y «Sk8er Boi», de Avril Lavigne (Let go, 2002),
desde el punto de vista de la «colonización interiorizada», los estereotipos de género y la socialización femenina.
3. Analiza cómo el grupo Undershakers en su canción
«El amor perfecto» (Perfidia, 1999) utiliza la ironía y el
humor para subvertir los roles de género, en particular
en lo que se refiere a la ideología del romance que formulan Simon Frith y Angela McRobbie (1978).
4. Analiza la canción «Gloria» de Nosoträsh (Popemas,
2002), desde el punto de vista de la deconstrucción de la
ideología del romance y del uso de características codificadas como femeninas.
5. Analiza los siguientes titulares de revistas. Todos los
ejemplos se refieren a artículos específicos o números es-
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MÚSICA
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321
peciales dedicados al papel de las mujeres en la música
popular.
BIBLIOGRAFÍA
BIBLIOGRAFÍA DISPONIBLE EN ESPAÑOL
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«Las chicas terribles (…) La historia del sexo fuerte. Mujeres en el
rock. ¡De cine!» (Heavy Rock, Metal Magazine, nº 89).
«Christina Aguilera pulveriza a las reinas del rock (y el sexo)»(Rolling Stone, nº 37, Noviembre 2002)
«Madonna y las 20 reinas de la provocación» (Rolling Stone, nº 76,
Febrero 2006)
6. Analiza la siguiente cita de la cantante española Mónica Molina:
«Creo que en la música no hay distintas culturas, es universal, te
llega directo, no tiene fronteras, ni idiomas… son sensaciones y lo
que estas sensaciones te provocan» (Idea Sana Eroski, nº 25: 24).
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MÚSICA
POPULAR Y GÉNERO
325
BRITPOP: LA AMBIGÜEDAD
VINTAGE
VI
Música y
cultura juvenil
Resumen
Este capítulo trata los conceptos de subcultura y estilo partiendo
de los ejemplos que el libro pivotal Subculturas, de Dick Hebdige,
analizó en su momento. Hebdige utiliza las subculturas mod, teddy
boy y skinhead para aproximarse más adelante al fenómeno punk.
Según este autor, todas estas subculturas están marcadas por el final de la Segunda Guerra Mundial y la caída del Imperio Británico. El asentamiento de la idea de no future en los adolescentes de
clase trabajadora británicos se representa a través del reconocimiento de la subcultura. Esto tiene no solamente marcas de clase,
sino de género: se trata de subculturas masculinizadas. Aun así, la
ambigüedad siempre planea en los estereotipos planteados.
Décadas después, los primeros años 90 se plantean para el Reino Unido como un punto de partida después del thatcherismo.
En ese momento, explota el britpop, un fenómeno netamente pop,
que se basa estéticamente en un jugueteo con las subculturas anteriores. Aun así, la ambigüedad se percibe, no solamente desde
un rescate estético –a modo de viaje al pasado–, sino en un despliegue de una nueva ambigüedad ante los roles de género. Suede,
Blur, Oasis, Pulp y Elastica, los cinco grupos que representan el
britpop, lo ejemplifican.
MÚSICA Y SUBCULTURAS JUVENILES
Mil novecientos setenta y seis significó para el Reino
Unido el año cero en la cultura popular: la llegada del
punk a la escena musical y social rebasó todos los propósitos meramente lúdicos y se convirtió, por derecho propio, en «El Principio». Las razones son diversas. Es evidente que el denominado Año Cero del punk no fue ni
remotamente real, pero reavivó tensiones de raza, cultura, clase y género latentes en el Reino Unido desde finales de la Segunda Guerra Mundial.
L i j t m a e r, L u c í a , « B r i t p o p : l a a m b i g ü e d a d v i n t a g e » . E n
I s a b e l C l ú a (e d . ) , G é n e r o y c u l t u r a p o p u l a r . B a r c e l o n a :
Edicions UAB, 2008.
327
Música y
subculturas
juveniles
327
Britpop: una
aproximación
vintage
336
Explicación de
un caso: Pulp,
más pop que lo pop
341
Conclusión
345
Ejercicios
347
Bibliografía
348
Estas tensiones de posguerra han sido tratadas de maneras muy diferentes en terrenos muy distintos: los debates se
han sucedido en los ámbitos académicos de la historia y las
ciencias políticas. Pero, curiosamente, han sido la sociología y la crítica cultural las que han tratado claramente el fenómeno surgido en el período de entreguerras: el auge de
las subculturas y el estilo. La idea de subcultura ha arraigado en la creación de identidades de manera pivotal, y su
materialización como vaso comunicante ante el concepto
de identidad resulta primordial para entender cómo entronca con categorías de género, clase y raza.
Desde la segunda mitad de siglo XX, los estudios culturales toman un gran interés en analizar las culturas juveniles. Es especialmente significativa la Escuela de Birmingham, que acoge a los académicos más influyentes
en materia de culturas y subculturas ligadas a la adolescencia y la juventud: Hebdige, Clarke, Cohen, McRobbie
y Willis son sus principales exponentes. Hay que destacar
que todos ellos son miembros de la denominada generación baby boom, nacidos alrededor de la Segunda Guerra
Mundial. Este hecho no es casual, puesto que todos ellos
manifiestan la intención de reivindicar la cultura popular de su generación y validarla frente al desdén de la denominada «alta cultura», o «cultura para las elites».
El interés de los teóricos culturales por las subculturas
juveniles alcanza una primera cúspide alrededor de los
años 70, con la publicación de Resistance through Rituals
de Stuart Hall y Tony Jefferson (1976) y Subculture. The
Meaning of Style (Subcultura. El significado del estilo) de
Dick Hebdige (1979). Ambos tratan, como será recurrente
en este tipo de estudios, las denominadas subculturas espectaculares, aquéllas asociadas a grupos diferentes, visibles y vanguardistas, desde la perspectiva de la asociación
problemática del individuo con la identidad, la conciencia
de estilo, y su relación –también problemática, en muchos
casos– con los conceptos de raza y clase social.
Es hasta los años 90 que la pregunta se realiza en términos de género: Angela McRobbie y Jenny Gaber formulan en Feminism and Youth Culture (1991) lo que an-
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LUCÍA LIJTMAER
tes no se respondía: ¿por qué hay tan pocas chicas en los
movimientos de subcultura juvenil?
En los últimos años, los estudios culturales especializados en temas de subculturas han sufrido críticas y revisionismo: Sarah Thorton ha argumentado que varios
de los conceptos que trataremos a continuación –resistencia subcultural o tensión de clase– son oposiciones
binarias que no resisten una aproximación específica.
Según Thorton, las subculturas no se sostienen fuera de
la cultura oficial ni se definen como oposiciones (cultura
dominante-cultura dominada, resistencia-sumisión), sino que todas se forman y definen a través de los medios
de comunicación de masas. Es gracias a ellos que las subculturas son cada vez más fragmentarias y entremezcladas. Thorton augura, pues, el fin de la subcultura.
CONCEPTOS CLAVE: SUBCULTURA, ESTILO, RESISTENCIA
Para entender el concepto de subcultura, es necesario tener primero en cuenta la obra de Stuart Hall y Tony Jefferson que, con Resistance through Rituals, establecen como principales características de la subcultura los
siguientes preceptos:
a. La asociación a la categoría cultural de juventud: la
juventud no es una categoría biológica sino una construcción social, situada entre las estructuras de «infancia» y «edad adulta». De esta categoría cultural se asumen presuposiciones y clasificaciones –la juventud como
preparación para formar una familia, algo intrínseco del
mundo adulto, por ejemplo–. La categoría «juventud»,
como la categoría «hombre» o «mujer», obtiene como
contrapartida una serie de controles (políticos, culturales, etc.) para asegurar el paso a la edad adulta.
b. La categoría «juventud» no tiene un significado
único y universal. ¿Qué es y qué significa ser joven? La
juventud fluctúa, diversa y cambiante, en distintos espacios culturales.
c. La obra de Dick Hebdige marca el avance: el concepto de juventud es una construcción social, pero el
BRITPOP:
LA AMBIGÜEDAD VINTAGE
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Subcultura. Grupo de personas que comparten diferentes valores y normas que
aparecen en clara oposición
con la sociedad estable cida/dominante. Las subculturas ofrecen mapas de
significado que hacen inteli gi ble el mundo para sus
miembros.
Estilo. Práctica con significación que engloba la organización de objetos en conjunción con actividades y
actitudes a través del bricolaje activo, para significar
tanto la diferencia como la
identidad. Está asociado
con las subculturas juveniles y la exposición de códigos de significado a través
de la trasformación de artículos/objetos como signos
culturales.
2 Inicialmente, un grupo
de académicos pioneros en
el estudio del desarrollo de
los núcleos urbanos en relación a la cultura, los fenómenos sociales y los estilos
de vida. Sus miembros más
destacados fueron Robert
Park, Ernest Burgess y
Louis Wirth.
control en relación con esta categoría ha tenido, desde el
siglo xx, asociados los discursos de «lo problemático» y
«la diversión». Ser joven es, por definición, algo que debe
ser sometido a control, ya que provoca conflictos: surge,
para entender la necesidad de control, la figura del «joven difícil y rebelde». Es en ese momento cuando nace la
subcultura.5
Según Hebdige, la sociedad establecida capitalista crea
patrones para identificar al joven en tránsito entre la infancia y la edad adulta: el adolescente, que se convierte, a
mitad de siglo XX, en un garante de consumo, con gustos
definidos. La idea de subcultura se opone a la homogeneización de la juventud, pero no existe, como categoría, sin
el concepto de sociedad homogénea. Consecuentemente,
los atributos de la subcultura dependen de que haya una
colectividad más grande que rechazar. Así, los miembros
de la subcultura adquieren de manera consciente una categoría de «Otro» en la que los conceptos de estilo,5 imagen y diferencia tienen una importancia vital.
Dentro de los estudios culturales, la Escuela de
Chicago2 exploró cómo las categorías de juventud, subcultura y estilo estaban, en su totalidad, marcadas por el concepto de clase. Las principales subculturas estudiadas tienen,
en su raíz, una relación problemática con la clase social. Y,
no casualmente, todas estas subculturas se gestan en el Reino Unido. Los modelos subculturales teddy boy, skinhead,
mod y punk, se significan a partir de un estilo y una imagen
claros, que marcan una diferencia, y que, según la Escuela de
Chicago, pretenden subvertir la estructura de clases.
Características de las subculturas
Todas estas subculturas tienen en común lo siguiente:
1. El rechazo de los valores de la clase media. Las subculturas
se gestan en un entorno de clase obrera, donde la idea de éxito
y afluencia económica son activamente desestimadas.
2. La performatividad de los valores subterráneos de la clase
obrera, especialmente del ocio, se desvían de las normas de
control de la clase media.
3. En una segunda fase, la clase obrera intenta poner en práctica los valores de poder, éxito y afluencia económica por sus
330
LUCÍA LIJTMAER
propias vías, ya que las socialmente aceptables están bloqueadas por las estructuras de clase.
Las subculturas solamente pueden entenderse como una
resistencia5 hacia la cultura dominante, creando un binomio de significación. Así, mods, skinheads, teddyboys y rockers
–las subculturas a las que alude Hebdige–, pertenecen a la
misma clase, comparten los mismos espacios con sus compañeros, que no tienen por qué pertenecer a su misma subcultura y, sin embargo, crean un espacio identitario propio.
LA INTERSECCIÓN DE GÉNERO, CLASE Y RAZA:
MODS Y SKINHEADS
En este sentido, los teddy boys, skinheads, mods y punks
tienen en común la búsqueda de un estilo definido marcado por la pertenencia a la clase obrera. Los teddy boys y
mods se caracterizan por imitar un cierto look dandy, relacionado con la cultura de consumo, pero a través de
una consciente estilización que marca la diferencia.
Es especialmente significativo el fenómeno mod, 2
que asocia el hedonismo y el cuidado por la vestimenta
con el fin de semana, gestando toda su subcultura alrededor de él. El famoso grito de guerra «The Weekend Starts
Here!», los aleja de las oficinas y el trabajo. Los locales
mods se convierten en el paréntesis de chicos y chicas
marcados por el horario laboral –Tom Wolfe explica en
un artículo el fenómeno de las boites de mediodía–, y la
definición «típico dandy de clase obrera» (Goldman,
1974:2), pese a aplicarse en un principio a los teddy boys,
resume la fetichización del estilo de los mods: las botas, la
gomina, los trajes y los zapatos crean al mod, subvirtiendo completamente la idea del aseo personal. El mod se
arregla hasta el paroxismo, y eso resulta ridículo para la
sociedad mainstream. El consumo de anfetaminas reafirma la necesidad de vivir para y por el fin de semana.
La intersección del fenómeno mod con el concepto de
clase es claro. ¿Qué hay de las tensiones de raza y género?
BRITPOP:
LA AMBIGÜEDAD VINTAGE
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Resistencia. Relación defensiva ante el poder cultural que se adapta por fuerzas sociales subordinadas
en circunstancias en las que
el poder cultural en cuestión surge de una fuente
claramente vivida como externa y diferente. Su significado es específico, ligado a
una circunstancia temporal
y un lugar concretos.
2 El fenómeno mod –que
explota en 1964 y tiene su
revival en 1979– epitomiza
la idea de que la identidad
es algo asumible y performático a través de códigos:
en el caso de los mods, los
códigos son extremadamente concretos: las marcas
del estilo son una lista tremendamente restrictiva.
Los mods, como todas las subculturas a las que Hebdige
alude, están situados en el mismo lado de lo que Hebdige denomina «El hombre negro» en las oposiciones creadas en torno a categorías de significado. Todas las subculturas juveniles de posguerra contienen los mismos
elementos: la oposición al aburrimiento y a la rutina, y
una identificación con el hedonismo y la vagancia que la
sociedad asocia a la cultura negra. En el caso del mod, la
relación con la música soul es la clave. Los mods gestan
su fin de semana alrededor de los discos de soul y el estilo de los antillanos, que tiene, por ser considerado «subterráneo», un valor cool añadido.
El tema del género en las subculturas, por otro lado, es
un terreno por explorar. Angela McRobbie y Jenny Garber sostienen que «se ha escrito muy poco sobre el papel
de las chicas en los grupos culturales juveniles. Están ausentes de los estudios clásicos de etnografía subcultural,
las historias sobre pop […]. Cuando las chicas aparecen,
se presentan de manera marginal y ausente» (McRobbie
y Garber, 1991: 1). No casualmente, el papel de las chicas
en las subculturas es tan problemático como su estudio.
El caso de las chicas mods es complejo y contradictorio: a diferencia de otras subculturas, la mod proporciona a las chicas a principios de los años 60 un espacio
bastante liberador. El estilo permite y anima a que obtengan un trabajo medianamente calificado, y no marginaliza, ya que el cumplimiento obligado y a regañadientes de la jornada laboral está a la orden del día para las
chicas mods. De la misma manera, la apariencia es glamourosa y limpia, lo cual no da alas a la ira paterna. Paralelamente a la independencia económica de sus trabajos, muchas chicas obtienen, a través de la identidad
mod, una independencia personal.
La chica mod proporciona, además, uno de los primeros ejemplos de androginia de posguerra: el pelo se lleva
corto, la apariencia es prácticamente élfica y, tal y como
expresan McRobbie y Garber, «las chicas se adentran en
esa subcultura que no ofrece una masculinidad exagerada» (McRobbie y Garber, 1977: 110). Aun así, la relación
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LUCÍA LIJTMAER
es problemática. La objetificación de las mujeres y las
pocas expectativas de futuro son claras. Las chicas obtienen trabajos únicamente mientras esperan que se cumpla el verdadero objetivo –casarse–, y la independencia
se considera únicamente «temporal».
El skinhead, por otro lado, también ratifica la relación
entre subcultura, clase, raza y género, en este caso de manera mucho más directa. El skinhead es, desde su origen,
la destilación más absoluta de los valores de dureza masculina: el pelo rapado, las botas, los tejanos y los tirantes
funcionan como elementos del estilo más depurado de los
mods. De hecho, derivan de éstos, siendo calificados al
principio como «hard mods» (literalmente, «mods duros»).
El skinhead adopta un estilo que es visto incluso como
caricatura del trabajador modélico, lo cual entronca directamente con las aristas de las contradicciones de clase:
exagerando los elementos que definen a un trabajador
de clase obrera, el skinhead, como explica Paul Cohen,
asegura así su imposibilidad de desplazamiento al alza.
Se eliminan todos los elementos que puedan relacionarse
con el dandysmo, y su asociación a «lo subterráneo» es
más acusada. Tal y como describen Susie Daniel y Paul
McGuire, está atrapado también entre el horario escolar,
un trabajo generalmente menos calificado que el del
mod, y el hogar familiar.
La subcultura skinhead adopta dos elementos aparentemente contradictorios con mucho éxito: la estética auténticamente lumpen de los bajos fondos de origen blanco y obrero con los referentes musicales, el argot y los
modos de los «rude boys» antillanos. La mezcla resulta
fascinante en la carga de subversión de los elementos
tradicionales, aliviando, tal y como explica Hebdige, la
tensión creciente a finales de los años 60 entre los guetos
mixtos y la clase obrera blanca. En cualquier caso, la
contradicción de la apropiación es demasiado grande
como para sostenerse: pese a que, en un principio, la alineación de skinheads con la comunidad antillana es total
y se dirige una creciente violencia contra otros colectivos
–la comunidad gay, la paquistaní–, a principios de los
BRITPOP:
LA AMBIGÜEDAD VINTAGE
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2 La subcultura skinhead
no es, ni mucho menos, la
primera en derivar hacia
discursos xenófobos. Los
teddy boys, ya desde su origen, marcan claramente un
perfil racista. De la misma
manera, el resurgimiento del
skinhead durante la explosión del punk, crea también
una subcultura skinhead
particular, los Oi!
Hipermasculinidad. Teniendo en cuenta el género
como construcción social,
la hipermasculinidad es la
exageración o hinchamiento de los estereotipos de lo
considerado masculino. La
forman todas aquellas características tradicionalmente asociadas al hombre:
fuerza, virilidad, agresividad, rudeza, musculatura.
2 Véase la web <http://
www.libreopinion.com/mem
bers/ch1492/skingirls.html>,
una de les pocas en que mujeres skin detallan al máximo
la estética que adoptan a modo de «lucha».
años 70, la alineación únicamente con la clase obrera
blanca es total, y el racismo de esta subcultura alcanza
por igual a todo aquello que sea diferente a ésta.2
En relación al género, el skinhead es unívoco y se da
una hipermasculinidad5 incontestada. Lo paradójico es
que la hipermasculinidad se acaba conjugando, como
siempre, de manera irónica: en los últimos años, el skinhead ha sido tomado como referente fetichista de la comunidad gay, como pasa con otras imágenes hipermasculinas –cowboys, soldados, superhéroes, etc–. Tal y como
expresa Murria Healy, «la homosexualidad y la ideología
neonazi no tienen por qué ser componentes conflictivos
de una identidad individual» (Healy, 1996: 367).
Por otro lado, la incorporación de las chicas en la subcultura skinhead es tardía, y se realiza de una manera derivativa:
se asume el look masculino en la manera de vestir y –más
adelante– en el corte de pelo, lo que implica una identificación subcultural inmediata, además de un cierto
«sacrificio»2 de la estética tradicional femenina en pro de
la identificación grupal. Las skingirls son por tanto andróginas en un movimiento únicamente masculino, fluctuando
hacia un discurso bastante parecido al de las ladettes, versión
femenina de los lads, bastante parecidos a los skinheads.
EL MOVIMIENTO PUNK
El punk como movimiento artístico y social fue tan rico
que un estudio serio sobre su influencia excede la acepción de subcultura. Sus transgresiones ideológicas y estilísticas son tan variadas que es imposible detallar aquí la
cronología y el legado del movimiento.
Sobre lo punk
A modo de mera lista insuficiente, hay que enumerar lo siguiente:
* El punk supone una dramatización de las complejidades de la
decadencia y caída de Gran Bretaña como nación imperial: el
paro, la pobreza y las contradicciones políticas y morales sirven de catalizador para un fenómeno sin precedentes. La rabia
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LUCÍA LIJTMAER
y la frustración se resignifican como sintomáticas de los problemas contemporáneos.
* El estilo trasciende el mero uniforme: el punk logra aunar y
reflejar todas las subculturas de posguerra: es perverso y anormal. El rechazo absoluto al hippismo bienintencionado, pasivo
y de clase media se manifiesta mediante la utilización de materiales plásticos, de estética prácticamente posnuclear: pelos
fosforescentes de colores imposibles, graffittis, caras pintadas
y bolsas de basura se mezclan de manera irónica con iconografía directamente extraída del fetichismo sexual: elementos del
bondage, medias de rejilla, corsés, candados y los omnipresentes imperdibles.
* Lo punk se convierte en un auténtico revulsivo consciente, de
–aparente– imposible aceptación por la sociedad biempensante.
Se trata de una subcultura escatológica y revolucionaria –basada en el bricolaje y el DIY (Do It Yourself)— con una voz propia
en un principio absolutamente obrera y anticapitalista. La sencillez y la falta de pretensiones apela a la juventud alienada. El
punk es el puñetazo a la clase media.
En lo referente a las implicaciones de raza, el movimiento ha trascendido históricamente como una subcultura blanca y únicamente masculina, lo cual es una falacia
a todos niveles. En primer lugar, el punk, como el resto de
las subculturas de posguerra se identifica y bebe de la cultura negra de una manera tan espectacular que, sin ella, se
podría afirmar que la cultura musical punk no hubiera
existido. El reggae está presente en todas sus manifestaciones y, por otro lado, a diferencia de la cultura skinhead, el
punk se alinea como fervientemente antirracista desde un
principio: en 1976, los conciertos de Rock Against Racism
aglutinaron a todas las bandas punk más significativas del
movimiento, que se unieron a la Liga Antinazi.
De la misma manera, la identificación con la cultura negra antillana –común al resto de subculturas de posguerra– es abierta y sin paliativos, y absolutamente opuesta a
la negación que de ésta hacen los teddy boys y skinheads
durante el mismo periodo. Aún así, el punk trascenderá su
época como una subcultura blanca y masculina.
En segundo lugar, esto último también se hace eco de
la falacia de que el punk fue un movimiento esencial-
BRITPOP:
LA AMBIGÜEDAD VINTAGE
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mente por y para hombres. Pese a que lo que ha trascendido es una cultura básicamente musical y masculina
–grupos como The Clash o The Sex Pistols–, la identidad
punk también actuó como revulsivo en cuestiones de género. Nunca antes hubo tantas mujeres presentes en una
subcultura, y nunca antes de manera no derivativa. Las
mujeres británicas, que tradicionalmente en las subculturas deben asumir un rol secundario o copiar los rasgos
masculinos, otorgaron al punk una carga feminista inusitada, especialmente en iconos como The Slits, Siouxie
and the Banshees, Poly Styrene y The Raincoats.
La androginia fue en las dos direcciones, y arraigó como nunca, representando la fluctuación de géneros e
identidades de manera incomparable. Uno de los ejemplos más evidentes fue el del personaje Soo Catwoman,
una adolescente que se convirtió en un fenómeno underground al adoptar una apariencia felina: la performatividad dejó de ser patrimonio de un juego entre dos sexos,
abarcando incluso la flora y la fauna.
BRITPOP: UNA APROXIMACIÓN VINTAGE
El fenómeno del britpop solamente puede ser entendido
teniendo en cuenta las subculturas anteriores, pero, ante
todo, hay que dejar claro que ese movimiento jamás
constituyó una subcultura en sí. No hubo un grupo social cohesionado en términos estéticos –ningún adolescente se autodenominó como britpop–, y, generalmente,
sólo se puede hablar de britpop en términos musicales.
Sucintamente, el britpop fue una escena musical británica que gravitó en torno a ciertas bandas muy concretas
–Blur, Oasis, Pulp, Suede y Elastica fueron el núcleo más
representativo– y tuvo su mayor éxito entre 1992 y 1998.
Sus referentes musicales fueron fundamentalmente el indie americano, el punk y la new wave.
Pero pese a carecer de identidad subcultural en sí, el
britpop recuperó en los años 90 las tensiones de género,
raza y clase de las llamadas «subculturas espectaculares»,
como las denomina Hebdige (1979: 26), de posguerra.
336
LUCÍA LIJTMAER
Estas tensiones tuvieron lugar en especial de manera mediática, poniendo en juego la cultura mainstream dominante, y las resistencias y rendiciones que el movimiento
puso sobre la mesa.
LA AUTENTICIDAD VINTAGE
El britpop supuso, en realidad, una recuperación de los
elementos estéticos de todas las subculturas de posguerra,
pasadas por el lavado necesario de la era thatcherista. Pero
no se trató únicamente de una revalorización: siguiendo
una práctica juvenil iniciada a mediados de los años 70, el
britpop utilizó elementos anteriores siguiendo la táctica de
la apropiación. De la misma manera que los jóvenes rebuscaban nostálgicamente ropa de un pasado supuestamente
más auténtico –lo que constituye, en la sociedad contemporánea, la evaluación y valorización bajo el concepto
vintage– el britpop se apropió de elementos de esas subculturas anteriores de posguerra, creando un collage de
imágenes de voluntad renovadora. La falta de renovación,
la creación del britpop por y para la atención mediática
con un discurso que derivó en el nacionalismo y la incapacidad de resolver las tensiones de clase y género, hicieron que el movimiento cayera en la autoparodia.
TENSIONES DE CLASE
De la misma manera que durante el auge de las subculturas de posguerra, el britpop incidió sobre las tensiones de
clase extremadamente presentes en el Reino Unido. El caso mediático más relevante fue el de la lucha por el puesto número uno entre dos bandas punteras de ese momento, Blur y Oasis, que mezcló las tensiones de clase
entrando en este paradigma vintage. Estilísticamente, se
recuperó –por parte de las bandas y de los medios de comunicación– la rivalidad Beatles-Stones. Esta lucha reflejó la necesidad de reclamar unos referentes anteriores, de
estética sesentera, como única manera de apropiarse
de una autenticidad buscada.
BRITPOP:
LA AMBIGÜEDAD VINTAGE
337
2 Literalmente, muchacho.
Se le reconoce un valor subcultural: el lad es el estereotipo de joven de clase obrera inglés que bebe cerveza y
le gusta el fútbol.
Turismo de clase. También
conocido como slumming
down. Puede consistir tanto
en la apropiación de los elementos emblemáticos de la
clase obrera mediante la invasión del espacio físico, como en los propios del estilo,
para reclamar autenticidad;
por ejemplo, alguien perteneciente a la clase alta que
prefiere los barrios bajos
porque son «auténticos»,
«atrevidos» o «reales», pero
también alguien que finge
poseer un acento considerado de clase obrera –algo
especialmente distinguible
en el Reino Unido–, o propio de otra raza.
Blur fue encajado dentro del estereotipo de estudiantes de clase media, apoyados por la revista NME, mientras que Oasis, los chicos de Manchester, encapsulaban la
imagen del lad2 de clase obrera. La lucha entre Blur y
Oasis se encarnizó, y a todas luces, lo auténtico, lo que ligaba con los elementos subculturales de posguerra era lo
peligroso. Ser de clase obrera, durante el britpop y por
primera vez en el Reino Unido, se convirtió en algo cool.
Fueron bastantes las bandas del momento que fingían
un acento cockney –del este de Londres, tradicionalmente el gueto obrero–, en un fenómeno de turismo de
clase5 jamás visto hasta entonces.
TENSIONES DE GÉNERO
Otro de los elementos más destacados fue la posición
ambigua de los discursos de género y sexualidad. En una
primera fase, la subversión de patrones establecidos
mezcló, de nuevo en un bricolaje vintage, todos los elementos transgresores de la cultura popular conocidos
hasta entonces. A continuación se exponen algunos
ejemplos.
1. Elastica fue quizás el caso más interesante. La banda, formada
prácticamente en su totalidad por mujeres, reivindicaba una estética cercana a las skingirls, con botas Marteens, camisas de
Ben Sherman y elementos de las vanguardias alemanas de principios de siglo xx. Por otro lado, su acercamiento a la música era
enteramente punk y new wave . Su líder y cantante Justine
Frischmann fue elegida icono lésbico –pese a ser heterosexual–, y
representó la única imagen andrógina de una mujer en todo el
movimiento. En general, las mujeres en el britpop apenas tuvieron presencia, pero cuando fue así, definieron su imagen en torno a las skingirls. Otro caso paradigmático fue el de Echobelly.
2. Suede encarnó el revival andrógino de los años 70. Ningún
otro grupo apostó tanto por recuperar las chaquetas de cuero y
las camisetas usadas, producto de una vida con el subsidio de
desempleo como único ingreso. Pero el cantante de Suede encarnó la ya tradicional subversión de género a través del discurso de
un Londres perverso y underground. Pero no solamente eso. Du-
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LUCÍA LIJTMAER
rante la mayoría de su adolescencia, Anderson, obsesionado con
David Bowie –nacido en la misma localidad que éste, el suburbio
Hayward Heath–, creó en sí mismo a un frontman que canalizaría
superficialmente a Bowie, sin llegar a su extremo glam.5
Anderson era ya un personaje andrógino en sí. En el documental de BBC2 Girls and Boys , su ex pareja, la cantante de
Elastica Justine Frischmann, cuenta que la primera vez que lo
vio, en la universidad, «tenía el pelo cortado en una especie de
bob, llevaba pendientes y usaba un bolso de cuero. No sabía si
era un chico o una chica. Fue amor a primera vista». Tras la
marcha de Frischmann –que, en un triángulo adorado por los tabloides del momento, se fugó con el líder de Blur–, las letras de
Anderson pasan a focalizar una atención que juega claramente
con la bisexualidad: «Yo quería hablar de la sexualidad, porque
es lo que nos obsesiona a todos». Frischmann, sobre la androginia en las letras de Anderson, aclara que siempre estuvo allí, pero que no se desarrollaron hasta que ella dejó el grupo: «Creo
que cuando me fui se sintió liberado para incorporar los dos roles, tanto el masculino como el femenino. Mientras yo estuve
allí, el rol de la mujer estaba representado. Cuando yo me fui, algo cambió» («Girls and Boys: Sex and British Pop», BBC2,
2005).
Peinado de chica, pendientes y maquillaje: ¿podía escandalizar eso ya a alguien, después de haber pasado por la hecatombe punk? Para la opinión pública, parece ser que sí. Centenares
de cartas llegaron a la revista musical NME para quejarse por
la inclusión de un grupo de «maricones que agitan sus caderas» (Harris, 2003: 76) entre sus páginas. Anderson pasó a la
historia musical al declarar que se consideraba «un ser bisexual que nunca había mantenido una relación homosexual»
(Harris, 2003: 76). Para la opinión pública, la subversión de roles pasa a ser sinónimo de perversión: las leyendas, que como
los estereotipos, suelen dar una imagen mucho más auténtica
de los fenómenos pop, insisten en un Brett Anderson esquelético, convertido ahora en un Lord Byron depravado a medida
que el éxito de Suede continúa y decae; cuenta una leyenda
apócrifa que Anderson desvirga a una fan de doce años para
«despojarla del peso de su virginidad». El líder andrógino,
para ser despreciado, debe acarrear la peor lacra perversa para un británico: ser pedófilo.
3. Blur: La identidad fluctuante del grupo Blur fue, a todas luces,
una de las más interesantes por su consciente intención de
agradar a todos. Durante la primera época, el guiño a los skins
y rude boys5 en la estética calibrada en las marcas de estilo de
BRITPOP:
LA AMBIGÜEDAD VINTAGE
339
Glam. Movimiento musical
caracterizado por mezclar
elementos de rock básico
tradicional con una estética
ambigua y extravagante. Se
usaba maquillaje y purpurina para crear una nueva
imagen refinada y transgresora.
Rude boys. Movimiento juvenil organizado en Jamaica
y las Antillas, originado en
los guetos. Vinculado al ska,
de estética muy influyente
para skins y mods.
la banda fueron muy paralelas a las de Elastica. Además Blur
cultivó posturas claramente nacionalistas británicas, nunca de
corte xenófobo, únicamente antiamericano. Al mismo tiempo,
cimentaban un discurso andrógino cercano a la cultura mod
–dos de sus miembros eran efebos de ojos claros con corte de
pelo adaptado del dandismo sesentero– y a la pose bisexual. Su
primer single de éxito rezaba: «Girls who are boys / Who like
boys to be girls / Who do boys like they’re girls / Who do girls
like they’re boys». A medida que la banda avanza, de la misma
manera que lo hace el movimiento, Blur encarnará la fluctuación hacia una imagen tradicionalmente masculina de nuevo,
ya no deudora de una subcultura rebelde como fue en su inicio
la de los rude boys y skinheads, sino netamente conformista:
llegan los lads, los muchachos británicos que abogan por tomar cerveza y admirar revistas de chicas desnudas. Este cambio, que se hace evidente en los vídeos para su tercer álbum,
The Great Escape, es paralelo a la derivación del britpop hacia
zonas netamente nacionalistas. Al fin se da una relación causaefecto directa: la nostalgia vintage se materializa ideológicamente en la idea de un pasado mejor. Llega la Cool Britannia:
las banderas británicas aparecen con fuerza, como imagen de
algo reivindicable. La realización de cambios en las tensiones
de género se ha probado fallida.
,
4. Oasis carece de ambigüedad, pero precisamente por ello, en
la autoparodia se encuentra la transgresión. Jon Savage apunta que, pese a mantener un discurso hiperheterosexual y de
«autenticidad callejera», el cantante, Liam Gallagher, aparece
como un ser bastante andrógino. Se repite, pues, la afirmación
de Healy referente a lo skinhead : los lads de Manchester, reivindicadores de una clase obrera digna, fuerte e idealizada refuerzan un enfoque nostálgico.
5. Pulp y su líder, Jarvis Cocker, son un caso más complejo: pese a cultivar una imagen netamente retro en la que lo vintage
es prácticamente literal, el juego de la sexualidad se basa mucho más en una combinación del aspecto frágil de Cocker y
elementos del cantante melódico masculino por antonomasia
–Frank Sinatra, Tony Bennet, Bing Crosby–. El resultado da, además, un fenómeno netamente pop: la ironía. El dandysmo de
Pulp es deudor del movimiento mod y los años 70, y el discurso
de la banda se basa en la reivindicación de la clase obrera. Se
parodia el turismo de clase en su himno, «Common People», y
se reivindica retomar las calles como manera de derrotar al capitalismo salvaje. La aproximación vintage en Pulp tiene varios
niveles, en lo que se refiere a clase, género, estilo y discurso.
340
LUCÍA LIJTMAER
EXPLICACIÓN DE UN CASO: PULP, MÁS POP QUE
LO POP
La trayectoria de Pulp, banda liderada por Jarvis Cocker,
llega a ejemplificar la eclosión del britpop en todas sus
aristas. Es, además, su exponente más rico, y con más niveles de lectura.
DE LOS MÁRGENES AL CENTRO: EL ESTILO
Pulp es, desde sus inicios, un conjunto con vocación de
pop independiente de claras intenciones vintage. Desde
su nombre, que es elegido por la fascinación de sus
miembros por la idea de aproximarse a un objeto barato,
como las novelas pulp que triunfaban en los años 50 y
60, hasta su estética, el grupo se sitúa en los márgenes.
Las referencias pop-basura se mezclan con el gusto de sus
integrantes por la ropa de los años 70 que, a principios
de los años 90, remite a los británicos a las tiendas de segunda mano denominadas charity shops, que nada tienen que ver con los mercadillos turísticos de Camden o
las tiendas glamourosas de Chelsea. Tal y como Cocker
explica: «Nosotros siempre vestimos así, y durante años
nos consideraron bichos raros. A mí me gustaba ponerme traje y corbata, porque así no parezco tan flaco, pero
eso nunca fue cool en Sheffield, de donde venimos»
(«Pulp Hits», documental, Island, 2003).
Los trajes de terciopelo de Cocker se mezclan con jerseis y anoraks, lo más barato de las tiendas, por lo que la
banda consolida dos elementos totalmente necesarios para su reivindicación a mediados de los años 90: un estilo
netamente vintage –mod, esencialmente– nada estudiado,
y la forja de una credibilidad indie: Cocker es y será en la
conciencia de los adolescentes británicos el perdedor que
canta y cuenta las verdades. Sus gafas de culo de botella, su
cuerpo flacucho y su ropa pasada de moda remiten al empollón que vuelve para vengarse de los que le torturaban
en el colegio. Esta relación entre estilo-identidad de perdedor y autenticidad indie queda patente en los primeros
BRITPOP:
LA AMBIGÜEDAD VINTAGE
341
versos de la primera canción, «Mis-shapes» del que será su
álbum de más éxito, Different Class:
Oh we don’t look the same as you
We don’t do the things you do, but we live around here
too.
Oh really.
Mis-shapes, mistakes, misfits, we’d like to go to town but
we can’t risk it
Oh ‘cause they just want to keep us out.
You could end up with a smash in the mouth just for
standing out.
Oh really. Brothers, sisters, can’t you see?
The future’s owned by you and me.
There won’t be fighting in the street.
They think they’ve got us beat, but revenge is going to be
so sweet.
LA FIGURA DEL PERDEDOR Y LAS IMPLICACIONES
DE CLASE
La letra de «Mis-shapes» resume lo novedoso de Pulp en
la ecuación del britpop. A diferencia de Blur, que decide
que el binomio sea Estados Unidos vs. Gran Bretaña y,
por lo tanto, resalta la necesidad de una Cool Britannia,
Cocker y Pulp realizan algo mucho más interesante, netamente deudor de las subculturas anteriores: bebiendo
del estilo mod y el paradigma que reivindica, Pulp busca
un espacio real para la juventud de clase obrera, incrédula ante el discurso thatcherista.
Pero el espacio ha de ser también físico: la juventud
británica ha quedado relegada a los márgenes y no únicamente en lo que respecta a su posición social, sino
también físicamente: «We’d like to go to town but we
can’t risk it» clama directamente a los problemas de las
urbes industrializadas de Gran Bretaña a finales de siglo
XX. La gentrificación –el proceso en el que la población
original de un sector o barrio depauperado y deteriorado es progresivamente desplazada por otra de un mayor
nivel adquisitivo a la vez que se renueva y mejora– es fe-
342
LUCÍA LIJTMAER
roz en Londres o Sheffield, y ha dejado sin espacio físico,
y por tanto, sin expectativas, a toda una generación. Pulp
adopta el credo «Reclamemos las calles» de los movimientos antiglobalización, pero adaptándolos a un discurso deudor de las subculturas juveniles de posguerra y
de los situacionistas:2 la reivindicación ha de ser a través de lo lúdico, y no únicamente desde la posición nihilista mod.
Es por eso que la apuesta de Pulp es la más completa:
recupera las tensiones de clase claramente –qué decir del
título del álbum de 1995, Different Class– y advierte de las
contradicciones en las que está entrando el britpop, al ser
creado desde el fragor mediático: el peligro de situar la
identificación en algo únicamente nacional y estético es,
precisamente, que se vacíe de contenido reivindicativo.
Una juventud que reclame únicamente una oposición a lo
estadounidense –y juguetee con la iconografía del imperio
británico–, vaciará también de contenido las tensiones de
clase, quedándose únicamente con la estética vintage. Es
aquí precisamente cuando Cocker llama la atención sobre
el fenómeno del «noble salvaje» trasladado a los paradigmas de clase: el turismo de clase, que ridiculiza en la canción «Common People», su himno más conocido. La
ecuación poor is cool, que asquea a Cocker, queda plasmada, como una premonición de lo que Tony Blair argumentará más adelante, en el intento de abolición de clases,
argumentando que «toda Gran Bretaña es clase media».
PULP Y EL DESPUÉS: GÉNERO Y RESULTADOS
Tal como explica Jon Savage:22 «No hay nada que les
guste más a los ingleses que la figura del perdedor». La
combinación de crooner de los 50, mod andrógino de los
60 y adolescente indie perdedor del frontman Jarvis Cocker aporta un éxito arrollador a la banda. Casi se podría
afirmar que Pulp genera una subcultura propia, que resiste hasta hoy en día: el fan indie sigue vistiendo igual.
Pero el discurso de Cocker y del grupo tiene aristas y
dobleces. La imagen andrógina –más deudora del
BRITPOP:
LA AMBIGÜEDAD VINTAGE
343
2 Tal y como expresa Greil
Marcus en su obra fundacional Rastros de carmín
(Lipstick Traces: A Secret of
the 20 th Century, 1989), la
relación entre el movimiento situacionista y las subculturas de posguerra es
muy estrecha.
22 Periodista y crítico
musical. La cita procede del
documental «Live Forever»,
dirigido por John Doner en
2003.
2 El videoclip de Blur
«Countryhouse», por ejemplo, reivindica, con supuesta ironía, la iconografía de
Benny Hill, con chicas minifalderas a los que todos
persiguen como posesos.
22 La Provenza francesa
es símbolo de prestigio social, ya que es ahí y en la
Toscana italiana donde
compran casas los ricos.
dandysmo de David Bowie de lo que Cocker quiere reconocer– se contrarrestará con un discurso mucho más
cercano al ladismo de Oasis o a Blur en su etapa más tardía.2 Como ejemplo, precisamente, están las canciones
«Common People», «I Spy» o «Pencil Skirt».
El personaje femenino de «Common People» es una chica griega de clase alta por la que el protagonista –Cocker,
presumiblemente–, se siente atraído, pese a que considera
que es superficial y ridícula. Tal y como explica Cocker en el
documental The Making of Common People (BBC3, 2006),
la canción, basada en un hecho real que le ocurrió a él, trata
la dualidad de su relación: «quería acostarme con ella, porque me resultaba atractiva, pero también la quería matar».
Algo parecido pasa con «I Spy» y «Pencil Skirt». En
ambos casos, el protagonista se siente tremendamente
atraído por dos chicas de clase alta, a las que sitúa directamente en el mapa: una es de Ladbroke Grove, un barrio pudiente, y la otra, tal y como explica Cocker con
sarcasmo, «podría ver mi casa desde debajo de su cama»,
situándola claramente por encima en la escala social. Pero su atracción da paso a la rabia de clase: estas mujeres
están por encima de sus posibilidades, y se impone el
discurso agresivo, que sirve aquí para reivindicar una
identidad obrera: «birds are something you shag» (en la
canción «I spy» del álbum Different Class, 1995), expresa
en un juego de palabras prácticamente intraducible. Si la
clase alta adora los parques y los pájaros, Cocker ironiza
que para él y los de su clase, «las titis» (birds), son para
follar, así que, a la chica de Ladbroke le espeta: «llévate tu
año en la Provenza22 y métetelo por el culo». La androginia física es contrarrestada con un discurso lad: fútbol, cerveza y mujeres en su versión indie. Pese a todo,
Cocker arremete en la canción: «no se trata de un caso
de hombre contra mujer, sino más bien de tener o no tener», refiriéndose una vez más al escalafón social. Pero
justo después añade lascivamente a la chica: «y resulta
que yo tengo exactamente lo que necesitas». Las contradicciones de clase en Different Class se superponen a las
de género sin resolverlas.
344
LUCÍA LIJTMAER
Pese a que la crítica cultural ha explorado mucho más
su siguiente trabajo, This is Hardcore, poniendo sobre la
mesa el uso que se hace en la portada de una estética
pornográfica –para horror de cierta crítica feminista–,
para cuando Pulp publica ese álbum, en 1998, el britpop
agoniza. Cocker mantiene una estética vintage setentera,
ya mucho más modernizada y acorde con las tendencias
del momento (hay que recordar que a finales de los 90 se
impone en las vanguardias artísticas el uso del porno, y
éste se traslada a la moda de la mano de Terry Richardson, por ejemplo). Pero, pese a seguir reclamando un estilo deudor de otra época, la apuesta de Pulp pierde fuerza. El discurso se anquilosa: después de vender más de
un millón de copias, ¿cómo puede un triunfador hablar
con la misma voz de un perdedor? ¿Qué credibilidad indie o de subcultura le resta, como narrador? El sueño,
pues, se desvanece.
El britpop concluye, así, con un grupo que ha puesto
de manifiesto las tensiones de clase y su relación con el
espacio de forma central en su discurso, tomando como
modelo las subculturas de posguerra. Pese a todo, Pulp
cae en la trampa de la fascinación por el lad, realizando,
de alguna manera, lo que podríamos denominar un turismo de género. Cocker se pasea en Different Class por
los mitos del hombre obrero vengativo, contraponiendo
a esto una imagen transgresora, andrógina y rompedora.
Es precisamente por el estilo y sus marcas, que Cocker y
Pulp no son tachados de peligrosos o agresivos por los
medios, como pasó con Suede. Su androginia es más sutil y se contrapone con un discurso fuerte.
CONCLUSIÓN
Las subculturas británicas juveniles de posguerra ponen
de manifiesto tensiones latentes en la Europa que sale de
la Segunda Guerra Mundial. Estas subculturas fluctúan,
se radicalizan, mueren o perviven, dependiendo del
arraigo y de la posibilidad de escapatoria que proporcionan a la juventud británica del momento.
BRITPOP:
LA AMBIGÜEDAD VINTAGE
345
En el caso del britpop, su entroncamiento con los discursos nacionalistas, la ambigüedad sexual y la política
británica nos devuelve una imagen clave para entender
los conceptos de recuperación, nostalgia estilística y subculturas derivativas.
Partiendo del concepto de autenticidad vintage que
concedían tanto la nostalgia per se como el estilo –en un
alarde de rescate de imágenes a la manera de la recuperación de elementos propia de las charity shops–, cada uno
de estos grupos utilizó elementos del pasado para reclamar y/o recuperar lo «verdadero», «propio» o «auténtico». Esta recuperación se realizó a través del jugueteo
con una identidad nacional –en el caso de Blur–, una autenticidad rockera hiperheterosexual de clase obrera con
vínculos con los teddy boys en el caso de Oasis, y la ambigüedad vintage de estilo en Elastica –deudora del fenómeno skin– y de género en Suede.
Siguiendo este paseo, Pulp aporta el discurso más rico
y heterogéneo, jugando con todos los esquemas pero,
junto al resto de los grupos, también demostrando lo
que Sarah Thornton, en su libro Club Cultures, advierte:
tras las subculturas espectaculares de posguerra, están el
esteticismo y la fragmentación de todo movimiento juvenil, cada vez más alejados de cualquier noción política.
Los medios de comunicación, que teóricamente sobredimensionan el significado de las subculturas, en realidad
nos anuncian su fin.
EJERCICIOS
1. Analiza los artículos «Underground de mediodía» y
«Vida y desventuras de una niña pija adolescente» de
Tom Wolfe, incluidos en La banda de la casa de la bomba
y otras crónicas de la era pop (1975, Alfaguara), según los
parámetros de clase, género, raza y subcultura detallados
anteriormente.
2. ¿Cuáles son los aspectos clave del texto citado en la bibliografía de Angela McRobbie y Jenny Garber «Girls
and Subculture»? Aplícalos a una de las subculturas especificadas.
3. Ve los vídeos e imágenes de Suede, Blur y Elastica que
se anotan abajo. Comenta cada uno de ellos en relación
con las subculturas, la ambigüedad, la androginia y la
nostalgia de clase, raza y nación, por un lado, y las marcas de estilo, por otro. Analízalos también teniendo en
cuenta las letras de las canciones siguientes (todas las letras están disponibles en <http://www.azlyrics.com>), y
los siguientes conceptos:
-«Parklife» y «Girls and boys» de Blur: la utilización de símbolos
ingleses y el hedonismo.
<http://www.youtube.com/watch?v=bKCoBt43HWE>
<http://www.youtube.com/watch?v=mjZ0plrFIE4>
-«Waking up» de Elastica y su relación con los elementos skins y
mods.
<http://www.youtube.com/watch?v=MIt7eWa0oG4>
-«The Drowners» de Suede, el cuerpo andrógino en la imagen y la
utilización de la primera persona en la letra.
<http://www.youtube.com/watch?v=LDyKYlMunQk>
346
LUCÍA LIJTMAER
BRITPOP:
LA AMBIGÜEDAD VINTAGE
347
BIBLIOGRAFÍA
DISCOGRAFÍA RECOMENDADA
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DANIEL, SUSIE y PAUL MCGUIRE, The Paint House: Words
from an East End Gang. Londres: Penguin, 1972.
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Subject Matter and Subject Position in Pulp’s This is
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Blur, Parklife, Food Records: 1994.
Blur, The Great Escape, Food Records: 1995.
Elastica, Elastica, Deceptive Records: 1994.
Pulp, Different Class, Island Records: 1995.
Pulp, This is Hardcore, Island Records: 1998.
348
LUCÍA LIJTMAER
BRITPOP:
LA AMBIGÜEDAD VINTAGE
349
CONSTRUCCIÓN DE LA
IDENTIDAD EN LAS REVISTAS
PARA ADOLESCENTES
VI
Música y
cultura juvenil
Resumen
Las revistas dirigidas a una audiencia femenina son parte esencial
de la cultura popular en España. Su historia es larga y, en el transcurso de las décadas, se han ido consolidando como un negocio
editorial no exento, como todos los productos de las industrias
culturales, de un discurso ideológico que, en este caso, recoge y
reproduce la socialización diferencial. Y ésa es precisamente la característica más significativa de estos mensajes mediáticos, que se
hallan en un marco ambivalente. Por un lado, se trata de un discurso que no parece interesado en superar los estereotipos de género, por lo que reproduce un orden patriarcal y, en ocasiones,
consolida algunos aspectos de la discriminación por género. Y,
por el otro, es justamente ese uso estereotipado, cercano a la socialización femenina y a los códigos culturales que le son propios,
lo que hace atractivo su mensaje a la audiencia a la que va dirigida. Son ésas las luces y las sombras de unos productos muy cercanos a las mujeres y cuyo consumo es de especial relevancia en el
caso de las mujeres jóvenes.
GÉNERO Y COMUNICACIÓN
LA PERSPECTIVA DE GÉNERO
La perspectiva de género es una manera de observar la realidad social, un paradigma crítico que asume la variable género como categoría social (de forma transversal) en cualquier análisis. Se trata de incorporar un marco analítico que
considera la situación de hombres y mujeres así como las
relaciones que se establecen entre ambos. En consecuencia,
es un marco interpretativo pero también está dotado de un
espíritu político: aspira a transformar la realidad desde la
pretensión de alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres.
Menéndez, M. Isabel, «Construcción de la identidad en
l a s r e v i s t a s p a ra a d o l e s c e n t e s » . E n I s a b e l C l ú a (e d . ) ,
Género y cultura popular . Barcelona: Edicions UAB, 2008.
351
Género y
comunicación
351
Jóvenes y
construcción de
identidad en el
siglo XXI
356
Las revistas
femeninas:
definición y
características
361
Las publicaciones
dirigidas a
adolescentes
365
Conclusión
369
Ejercicios
372
Bibliografía
381
Sexismo. Atención preponderante al sexo en cualquier
aspecto de la vida. (m.) Discriminación de personas de
un sexo por considerarlo inferior al otro (Diccionario de
la Real Academia Española,
21ª ed., 1992: 1874). Se trata
de un mecanismo presente
en todas las formas de la vida social y todos los ámbitos
de las relaciones humanas y
consiste en aceptar que uno
de los dos sexos tiene superioridad sobre el otro. La
construcción de un orden
simbólico en el que las mujeres son consideradas inferiores a los hombres implica
una serie de comportamientos y actitudes estereotipados que conducen a la subordinación de un sexo con
respecto al otro.
Así, se trata de un modelo de interpretación de la realidad que permite diferenciar lo biológico de lo cultural;
tener en cuenta las características y necesidades específicas de mujeres y varones; poner de manifiesto las relaciones que se establecen entre hombres y mujeres, limitadas por los roles de género; revelar la situación y
posición que ocupan unos y otras y reconocer la desigualdad histórica que han soportado las mujeres. Consiste, en definitiva, en adoptar una posición crítica desde
la cual (de)construir la sociedad que comparten mujeres
y varones. El objetivo último será, por tanto, avanzar en
la igualdad real entre ambos sexos.
Espíritu político de la perspectiva de género
No es suficiente con afirmar que debe existir igualdad de trato
puesto que la rea lidad demuestra que todavía no existe una
igualdad real entre mujeres y hombres. Marta Lamas explica
que ello supone que los roles, jerarquizados y diferenciados,
que ambos sexos tienen en la sociedad, son obstáculos al avance de la igualdad. Para alcanzar condiciones de igualdad real,
por tanto, será necesario conocer y comprender los orígenes
de la discriminación femenina. Así, cualquier discurso que se
proclame como no sexista deberá contemplar soluciones normativas, jurídicas, educativas y comunicativas que permitan
eliminar las desigualdades que existen entre uno y otro sexo.
Para ello, es necesario incorporar otra forma de ver la realidad
social, una perspectiva, denominada de género, que permita
distinguir el origen cultural del sexismo 5 así como incorporar
las alternativas que contribuyan a su erradicación.
LA INVESTIGACIÓN EN GÉNERO Y COMUNICACIÓN
En España, y desde hace un par de décadas, han comenzado a realizarse estudios preocupados por el paradigma
crítico de género en cuanto al discurso de las industrias
culturales. Suelen ser, no obstante, y como señala la profesora Juana Gallego, productos intelectuales todavía escasos, resultado la mayoría de las veces de una minoría de
investigadoras, casi siempre mujeres (2004: 154). En gene-
352
M. ISABEL MENÉNDEZ
ral, son mayoritarios aquellos que se dedican al análisis de
contenido por lo que las metodologías más utilizadas son
las que tienen que ver con técnicas cuantitativas.
En cuanto al discurso que recorre este tipo de trabajos, distintas autoras aseguran que el acercamiento feminista a estos productos suele apoyarse en dos tipos de intereses: la distinta relación que las mujeres crean con la
cultura popular (por oposición a la relación que establecen los varones) y el funcionamiento patriarcal de las industrias culturales.2 En este sentido, serían cuatro las
líneas de investigación existentes en género y comunicación: análisis y estudio de las imágenes que se han utilizado para representar a las mujeres en los discursos de
las industrias culturales; proceso de búsqueda de las voces y biografías perdidas con el objetivo de crear una herencia femenina y rescatar modelos de mujeres; investigaciones centradas en el proceso de recepción, que
intentan poner de manifiesto la experiencia femenina
ante el discurso mediático, y análisis centrados en la organización y producción de la cultura, los sistemas que
la producen y sus implicaciones para las mujeres.
En definitiva, los productos elaborados por las industrias culturales proveen el contexto para negociar con el
poder y/u ofrecer resistencia a éste para construir diferentes identidades.
LA JERARQUÍA SEXUAL EN LA PRENSA
Una de las primeras observaciones que los textos analíticos han resaltado es la consolidación de la segregación
de lo femenino dentro de los productos de cultura popular. En efecto, la jerarquía sexual, que ha separado históricamente a hombres y mujeres, es una de las explicaciones a una realidad innegable: existen unos productos
mediáticos que se denominan de interés general y otros,
segregados de los primeros, cuyo mensaje está orientado
a una audiencia femenina. Aun cuando existen publicaciones especializadas cuya audiencia real o pretendida es
mayoritariamente masculina, lo cierto es que casi todas
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D E L A I D E N T I D A D E N L A S R E V I S TA S P A R A A D O L E S C E N T E S
353
2 El feminismo es una filosofía que reclama la igualdad
entre ambos sexos. Es también un movimiento social y
político que tiene un proyecto de sociedad diferente al
patriarcal. Niega la superioridad masculina como norma y reclama la (re)definición de los estereo tipos de
género.
2 La prensa masculina también existe. Se trata de publicaciones que recogen, en
clave masculina, una tematización, un formato y un objetivo muy similar al de la
prensa dirigida a mujeres.
Algunas de esas cabeceras
reconocen explícitamente su
público objetivo, como
Men’s Health. La revista para
el hombre de hoy que en su
página web explica que se
dirige a varones entre 19 y
34 años. Sin embargo, en un
ejemplo de androcentrismo,
el periodismo no cataloga
estas publicaciones como revistas masculinas sino como
estilo de vida, tendencias u
otras expresiones similares.
ellas pretenden dirigirse a un público teóricamente universal, tal y como se le supone también a la prensa de información general. De hecho, la categorización informativa, desde los ámbitos académicos o periodísticos, no
reconoce formalmente la existencia de prensa masculina
(aunque sabemos que sí existe),2 lo que permite suponer que, efectivamente, incluso la dirigida de forma más
evidente a los varones, sería prensa general.
La prensa de información general está destinada al
gran público y debería tener como objetivo dar cuenta
de la actualidad de, entre otros, los asuntos públicos. En
consecuencia, el ámbito privado quedaría fuera del interés periodístico. Esto es sólo un aspecto más de la dicotomía que existe entre lo masculino y lo femenino. La
cultura, a través de la socialización diferencial, ha consagrado la esfera pública, masculina y productiva, frente a
la otra esfera, la del ámbito privado y reproductiva, que
pertenece al sexo femenino. Esta separación de espacios,
que se traduce asimismo en la diferenciación de tareas,
ha llevado también a una minusvalorización de todo
aquello que ha quedado en el lado doméstico o privado:
el mundo del cuidado, de los afectos, de lo cotidiano, no
es valorado desde las diferentes ópticas que observan a la
sociedad. Por ello, no es extraño que los productos de
comunicación de masas reproduzcan esta dicotomía
junto a la diferente categorización y valorización entre
ambos espacios. El espacio público goza de la atención
informativa, mientras que se invisibiliza el resto de la
realidad social, en la que se encuentran las mujeres. Esta
situación se ha modificado recientemente, pero sólo en
parte. No obstante, y aunque sea de forma segregada,
ellas pueden reconocerse en la prensa femenina, en un
discurso de lo privado que pretende recuperar los intereses del entorno que es propio a la socialización de las
mujeres. Esto permite asegurar, asimismo, que la prensa
femenina no es una categoría de la prensa general, sino
otra realidad informativa con la misma entidad que
aquella que se dedica al espacio público, pero que, sin
embargo, no goza del mismo prestigio.
354
M. ISABEL MENÉNDEZ
Todo ello permite afirmar que la información tiene
nombre y rostro de varón. En otras palabras, es androcéntrica a pesar de que se presente a la audiencia como
carente de sexo, pretendidamente universal. Ello explica
que, coexistiendo con los productos informativos universales y con una prensa evidentemente dirigida a una audiencia masculina, aunque como tal no haya sido categorizada, puedan encontrarse otros discursos, pensados y
elaborados para una audiencia compuesta por mujeres y
divididos fundamentalmente entre dos soportes: la prensa femenina o práctica y la prensa del corazón, también
llamada rosa o de evasión. Entre ambos soportes existen
semejanzas y diferencias pero los dos son, en todo caso,
construcciones que pueden definirse por oposición a la
información general y que encarnan una larga tradición
discursiva, llegando hasta nuestros días con cambios poco significativos; en palabras de Juana Gallego, constituyendo el discurso de lo privado frente al discurso de lo
público, siendo este último aquel que se escribe en los semanales de información política y actualidad pensados,
incluso de forma no consciente, para una audiencia masculina (Gallego, 1990).
EL DISCURSO PUBLICITARIO
La publicidad es parte esencial de las publicaciones femeninas pues es una expresión comercial que, sin duda, interviene en la línea editorial. Muchos de los contenidos
aparecen de forma encubierta ya que las empresas anunciantes proponen temas para hacer reportajes o son incluidos, generalmente bajo el formato de información
adicional o práctica, en los consejos que incorporan las
distintas unidades redaccionales. El papel cada vez más
preeminente de las inserciones publicitarias se debe, evidentemente, a la dependencia de estas publicaciones de
los ingresos que se derivan de las empresas anunciantes
por lo que, cuando es necesario, el contenido de la revista
se adapta a la temática de sus insertos comerciales, cediéndole las páginas más visibles (las impares) o elabo-
CONSTRUCCIÓN
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355
2 Los productos que aparecen en las revistas son fundamentalmente productos
de belleza y moda, cosmética, perfumería y joyería.
Asimismo, aparecen (aunque en menor proporción)
productos de alimentación,
casi todos ellos bajos en calorías y refrescos o helados;
bebidas alcohólicas, tabaco
y coches (sólo en las dirigidas al grupo de edad más
alto), telefonía móvil y horóscopos mediante mensajería (especialmente en las
orientadas a los grupos más
jóvenes) y publicidad propia de la empresa editorial
o la misma revista. Se choca, fundamentalmente, con
un mundo de belleza, juventud y culto al cuerpo.
rando contenidos ad hoc para sus productos. Es un juego
a dos bandas que interesa a ambas partes y que no tiene
en cuenta la opinión de las lectoras. Distintos estudios
han revelado que la mayoría de estas publicaciones reserva entre un cuarto y un tercio de su espacio al mercado
publicitario, siendo muy superior en algunas de ellas.
Es relevante señalar que existe tal mimesis entre los
insertos publicitarios y los informativos que, en ocasiones, es difícil diferenciar unos contenidos de otros. Como último dato, es importante reseñar la aparición casi
anecdótica de publicidad sobre campañas de ONGs o
sobre productos académicos cuyo tanto por ciento es
irrelevante.2
En definitiva, la publicidad de las revistas perpetúa los
estereotipos sobre mujeres ideales y ofrece una imagen
social basada en el consumo. Se trata de un mensaje que
refuerza no sólo el orden social patriarcal sino que, además, parece no tener reparo en demostrar que su objetivo es puramente comercial.
JÓVENES Y CONSTRUCCIÓN DE IDENTIDAD EN
EL SIGLO XXI
QUIÉNES SON LAS Y LOS JÓVENES
La juventud es un término cuya definición es tan variable
como los propios sujetos que la integran. Abarca un grupo
de población amplio que, en las últimas décadas, se ha ido
abriendo a nuevos individuos, fundamentalmente porque,
en la actualidad, se es joven mucho más tiempo que antes.
Las generaciones precedentes disfrutaban de una infancia
más corta y una juventud casi inexistente, pues la asunción
de determinadas responsabilidades convertía a quienes
eran obviamente jóvenes en personas maduras, obligadas a
cambiar su forma de estar en la sociedad y a asumir desafíos personales, profesionales y familiares a unas edades que
en la actualidad parecerían contra natura.
La juventud suele definirse, por consiguiente, como
un período de cambios pero, además, su concepto está
356
M. ISABEL MENÉNDEZ
influido por el hecho de abarcar un amplio abanico que
comienza en la preadolescencia y llega hasta más allá de
la treintena. El sociólogo Javier Elzo (2001: 112) utiliza
en sus textos una tipología que distribuye a las personas
jóvenes en cinco categorías: la preadolescencia (entre los
12 y los 14 años), la adolescencia (entre los 15 y los 17
años), las y los jóvenes (entre los 18 y los 24 años), la juventud prolongada (entre los 25 y los 29 años) y las personas tardojóvenes (entre los 30 y los 35 años). Como se
puede observar, se trata de un grupo heterogéneo, que
comienza en una edad que hasta hace poco tiempo se
hubiera llamado infancia y que termina en otro que casi
coincide con la esperanza de vida de las personas que vivían hace dos siglos. Sin embargo, y a pesar de los diferentes grupos que lo integran, se trata de un conjunto de
personas que, en comparación con la población global,
no es muy numeroso. En este sentido, es un colectivo
que ha ido perdiendo peso demográfico, de forma paulatina, en el conjunto de la población española. Es un descenso que, sin embargo, ha sido paliado por el incremento de población inmigrante ya que el número de jóvenes
de otros países, en España, representa ya un 13 por ciento
del total de juventud, según el último Informe Anual Jóvenes 2006 del Injuve, <http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id=1913299788> (28
de noviembre de 2007).
La juventud va a destacar, por tanto, por ser una población cambiante, que se encuentra además en un proceso de formación de la personalidad y la identidad, sobre todo en los tramos más bajos de la tipología antes
descrita. Por ello, suele afirmarse que las personas jóvenes son vulnerables, están necesitadas de autoafirmación
y conviven con importantes sentimientos de inseguridad. Así, hay que tener en cuenta que son individuos en
fase de transición, que se ven obligados a abandonar la
infancia (con todas las certezas que conlleva) para entrar
en el mundo adulto. Por esta razón toma especial importancia descubrir la propia identidad, un aspecto crítico
para quienes se encuentran en esta etapa de la vida.2
CONSTRUCCIÓN
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357
2 Edad y juventud. El criterio de edad permite hacer
comparaciones y es una clasificación útil en sociología
aunque no debería ser la
única variable para definir
este grupo de población
puesto que omite el contexto. Algunos textos hablan
de moratoria social para
definir a la juventud, pues es
una etapa de definiciones a
nivel sexual, social, intelectual, afectivo y físico. Es decir, el individuo joven es una
persona en proceso de preparación para asumir el rol
adulto. Sin embargo, esta
definición tampoco complace todas las sensibilidades,
puesto que es considerada
como adultocentrista. Marco Bazán (2003: 67-82) sugiere cuatro variables que
determinarían cuándo una
persona es adulta: formar
una familia, tener empleo,
participar políticamente y
dotarse de la capacidad de
pensar por sí mismo/a. Esta
definición permitiría hablar
de juventud como cultura,
es decir, estaría asociada a
un modo de pensar, sentir y
percibir que se comparte
con el resto del grupo de
iguales y al mismo tiempo
les diferencia del resto. Este
tipo de enfoque también
asume que la juventud sería
una construcción social de
la época contemporánea.
2 Los datos del último informe del Injuve señalan
que más de la mitad de jóvenes entre 18 y 34 años, un
51 por ciento, viven en el
domicilio familiar, aparentemente con comodidad,
pues si bien casi un 90 por
ciento prefiere una vivienda
en propiedad, más de un 63
por ciento asegura desconocer las ayudas públicas
para la compra de vivienda
y un 54 por ciento declara
ignorar todo lo relativo a
los tipos de interés de los
préstamos hipotecarios.
LA EMANCIPACIÓN
Esta vulnerabilidad juvenil tiene que ver, sin duda, no sólo
con la ausencia de una identidad formada sino también
con la inexistencia de autonomía personal, pues podría
afirmarse que todos los jóvenes, hombres y mujeres, de
cualquier extracción social, son dependientes de otros
miembros del grupo. Así, los estudios que se realizan sobre
jóvenes señalan que, la mayoría de ellos y ellas, viven con su
familia y carecen de recursos propios, situación lógica en
quienes todavía no gozan de independencia o formación
suficiente para la emancipación. Esto se produce incluso en
el grupo de tardojóvenes, que en España apenas han abandonado el hogar familiar, a pesar de haber alcanzado, en
muchas ocasiones, un importante poder adquisitivo.
Xavier Bringué y Francisco Javier Pérez-Latre (1999) explican que quienes tienen menos edad son conscientes de
su dependencia familiar, a pesar de su deseo de independencia, mientras que quienes están en las franjas más altas
(tardojóvenes), tienen una percepción más objetiva de las
dificultades que supone la autonomía, por lo que comienzan, voluntariamente, a retrasar su emancipación. En ello
tiene que influir el cambio sociológico que ha modificado
la fórmula familiar autoritaria en otra más democrática,
que permite a este grupo de población gozar de ciertos niveles de independencia, a pesar de vivir en el domicilio común y depender económicamente de la familia.2
VALORES Y PARTICIPACIÓN SOCIAL
Bringué y Pérez-Latre (1999) también explican que existen diferencias entre los valores finalistas y los instrumentales con relación a la ideología de la población joven
española. Es decir, la mayoría de ellos y ellas aseguran
compartir conceptos como pacifismo, tolerancia o ecología, demostrando un alto nivel de compromiso con algunos de estos términos, pero apenas participan, de una
manera activa, en las organizaciones no gubernamentales
y el movimiento asociativo. De forma similar, el informe
358
M. ISABEL MENÉNDEZ
anual sobre jóvenes de 2006 revela que estos datos no se
han modificado en los últimos años y que sólo cuatro de
cada diez pertenecen a alguna asociación u organización,
la mayoría de ellas deportivas.
En las encuestas, estas personas explican que su participación se debe, en primer lugar, al deseo de dedicar su
tiempo libre a actividades de su agrado (un 38 por ciento).
Le siguen, a bastante distancia, las razones altruistas (16 por
ciento), la defensa de opiniones y derechos comunes (12
por ciento) o la identidad e intereses (12 por ciento). Por su
parte, quienes no participan en ninguna organización justifican su absentismo en su falta de tiempo (34 por ciento) o
en que no se lo han planteado seriamente (30 por ciento).
No obstante, en términos generales, muestran una clara
disposición hacia la participación ciudadana y se encuentra
muy extendido el valor de la solidaridad y la tolerancia con
las ideas de los demás. Tampoco muestran rechazo hacia la
participación política aunque la distancia entre dicho interés y la participación real se explica por la falta de motivación e identificación que generan en la juventud las formas
de participación política actuales. Sin embargo, una cuarta
parte asegura interesarse por la política y un 35 por ciento
dice estar al día de la actualidad. En síntesis, su participación activa en la vida política se asocia, fundamentalmente,
a la participación electoral a través del voto (en quienes han
superado los 18 años).
En este orden de cosas, destaca la pérdida paulatina de
importancia de la religión como cuestión vital para las y
los jóvenes que sigue descendiendo y, en el informe de
2006, no supera el 23 por ciento. En el mismo sentido, la
mayoría de la juventud española afirma que nada justifica la violencia y se declaran tolerantes con la homosexualidad, el aborto, la eutanasia y la selección genética
con fines terapéuticos.
EL PAPEL DEL OCIO
Otro aspecto significativo de la definición de la gente joven
española es su interesante relación con las industrias cultu-
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D E L A I D E N T I D A D E N L A S R E V I S TA S P A R A A D O L E S C E N T E S
359
2 En este sentido, Bringué
y Pérez-Latre (1999) hacen
hincapié en que se ausentan
del consumo mediático justamente en los horarios de
máxima audiencia (últimas
horas de la tarde, noche y
fines de semana) y además
sus intereses están, sin duda, orientados al ocio en
exclusiva. Para estos autores, se trata de un hecho
con consecuencias psicológicas y sociales puesto que
la juventud tendería a acudir a medios en los que el
pensamiento o la reflexión
son poco necesarios.
rales. Declaran que el ocio es un espacio vital en el que se
establece su interacción con el grupo de iguales, espacio al
que dedican todo el tiempo posible, especialmente durante
el fin de semana, pero es un grupo que apenas consume información general, incluso la televisada. Aunque existe un
estereotipo que habla de jóvenes con alta dependencia de la
televisión, lo cierto es que los estudios de audiencia y de hábitos demuestran que quienes están en la adolescencia ni siquiera la ven mucho, apenas un punto y medio por encima
del consumo del resto de personas y el grupo entre 20 y 24
años constituye el grupo de edad con menor porcentaje de
televidentes. Su consumo más elevado es, con mucho, radiofónico, especialmente de emisoras musicales y de radiofórmula. Aun así, hay que destacar que también acuden con
frecuencia al cine y sobre todo se interesan por internet y
los mundos tecnológicos.2
Aparece, sin embargo, un consumo destacado que diferencia a las y los jóvenes del resto de población: se trata de
las revistas, especialmente en el grupo que se encuentra en
la horquilla entre 14 y 19 años de edad. Casi tres de cada
cuatro jóvenes consumen revistas ávidamente a esa edad,
especialmente las mujeres, que constituyen más de la mitad
de lectores. El interés por estas revistas se va a producir en
cualquier aspecto relacionado con el ocio, como música,
deportes, cine, videojuegos o motor. Todo este consumo está liderado, no obstante, por las revistas dirigidas a mujeres
jóvenes, aunque los chicos no son ajenos a estos productos.
Una encuesta publicada en un periódico de ámbito nacional y realizada por el Instituto Andaluz de la Juventud, revelaba que cerca de la mitad de varones entrevistados (48 por
ciento) declaraba que todo lo que sabía sobre sexualidad y
afectividad lo había aprendido en revistas, muchas veces de
tipo pornográfico. En cuanto a las chicas, también reconocían recibir este tipo de información de revistas pero en su
caso se señalaban cabeceras del tipo Cosmopolitan o Ragazza como fuente principal en un 56 por ciento de los casos.
La función de socialización de los medios de comunicación de masas, generalmente asumida aunque poco analizada, era puesta de manifiesto por Javier Elzo (2001: 111),
360
M. ISABEL MENÉNDEZ
quien advertía de su relevancia, sobre todo para las mujeres.
Para el autor, el entorno condiciona (aunque no determina) y su análisis hace visible que este papel de institución
socializadora que asumen las revistas se realiza más por experimentación en el grupo de iguales que por reproducción, aunque sea crítica, de lo recibido o heredado de sus
mayores. El autor preguntó a chicos y chicas sobre el lugar
en el que consideraban que sucedían o se decían las cosas
más importantes en cuanto a interpretaciones del mundo.
Las respuestas, en un 34 por ciento, consideraban que esto
sucedía en los medios de comunicación, porcentaje sólo superado por la familia, las amistades y los libros (en este orden). El porcentaje apenas variaba en función del sexo o el
grupo de edad al que pertenecían dentro de los que componen la población joven. Para el autor, la importancia
otorgada a las revistas, sobre todo en el sexo femenino, no
es lo más recomendable para personas que están formando
su identidad, su personalidad y su capacidad crítica:
Revistas en las que lo menos que cabe decir es que no
son, precisamente, un monumento al estímulo intelectual, al buen gusto, a la transmisión de valores formativos, a la información objetiva [...] muchas de estas revistas están obsesionadas por los amoríos y las relaciones
sexuales entre adolescentes, por la búsqueda del «cuerpo
cañón», del cuerpo perfecto, sin otro norte (además del
pecuniario) que entretener al adolescente, de forma
morbosa, en lo que está resultando para ellos un momento central de su vida: la maravillosa apertura a la sexualidad, al descubrimiento diferente de su cuerpo, a la
eclosión a la vida adulta (Elzo, 2001: 118).
LAS REVISTAS FEMENINAS: DEFINICIÓN Y CARACTERÍSTICAS
DEFINICIÓN DE LAS REVISTAS FEMENINAS
Definir qué es una revista femenina depende de distintos
factores. Por un lado, observar la publicidad que repro-
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D E L A I D E N T I D A D E N L A S R E V I S TA S P A R A A D O L E S C E N T E S
361
2 Sobre el estilo discursivo,
hay que resaltar que este tipo de productos utiliza una
óptica intimista que pretende que las lectoras reconozcan el lenguaje que les es
más cercano y en el que
confían, el de las relaciones
personales. Otros aspectos
que destaca Gallego están
relacionados con el grafismo, especialmente con las
portadas, donde se eligen
rostros de mujeres que encarnan el ideal de belleza o
fragmentos del cuerpo femenino, que buscan, en
esencia, la identificación
con la audiencia (Gallego,
1990).
ducen puede ser una buena estrategia, pero también el
estilo discursivo que enuncia un «nosotras» que, al solidarizarse con el género femenino desde lo gramatical,
casi excluye la posibilidad de un lector varón. Así, una
revista femenina sería aquella que se dirige a las mujeres
como audiencia. Pero no sólo eso, sino que también se
puede asegurar que una revista es femenina cuando su
tematización recoge todos los contenidos que están relacionados con la socialización diferencial de las mujeres.
Un paso más sería la posibilidad de encontrar una voluntad formativa, en el sentido de lo que significa ser
mujer, una variable que forma parte de un discurso que
ha evolucionado desde el original, absolutamente moralizante, pero que mantiene su pretensión de educar en
un imperativo categórico, esto es, los estereotipos de género que definen lo femenino.
Juana Gallego, quien definió estas revistas en los años
90, considera que existe un trinomio que ella denomina
«Belleza, amor, hogar» y que sería el continuum a partir
del cual se articulan todos los contenidos. En ese trinomio se incluye todo el ideario de las mujeres: la belleza
como aspiración, ligada cada vez más al concepto de juventud. Esta belleza estaría orientada a conseguir el segundo de los elementos del trinomio: el amor que, desde
una concepción romántica de las relaciones de pareja,
sería la garantía para adquirir un elemento más: la felicidad. Todos estos términos conducen al último: el hogar,
espacio que materializa la búsqueda de todo lo anterior,
idealizado como un lugar sin conflictos. En consecuencia, siguiendo la secuencia expuesta, el discurso de estas
revistas reproducirá todas las estrategias que permiten ir
recorriendo el proceso descrito y que culmina en la felicidad marital y la maternidad, esto es, la esencia de lo femenino según el discurso patriarcal.2
CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD FEMENINA
Es un lugar común asegurar que los medios de comunicación de masas transmiten estereotipos sobre las personas y,
362
M. ISABEL MENÉNDEZ
especialmente, sobre las mujeres. Se pueden definir los estereotipos como un conjunto de creencias que un grupo
humano crea y comparte sobre los atributos, cualidades o
comportamientos de otro. Es una representación social
compartida por un grupo que, con su uso, define de manera simplificadora a otras personas, utilizando para ello
convenciones y prejuicios que, la mayoría de las veces, no
reparan en las verdaderas características o capacidades del
grupo que están definiendo. Son, por tanto, fórmulas compartidas colectivamente para definir a los demás.2
Como han señalado multitud de investigaciones, el estereotipo femenino se define a través de características
como la pasividad, la obediencia, la actitud maternal, la
amabilidad, la discreción, la ausencia de iniciativa o el
miedo. Los papeles principales que adoptan las mujeres,
por consiguiente, son el de ama de casa eficiente, madre y
compañera perfecta del hombre proveedor. El tercer grupo de cualidades tiene que ver con el físico: mujeres eternamente jóvenes y muy atractivas. El estereotipo masculino, por su parte, se construye como la antítesis del
femenino. Todo esto quiere decir que los estereotipos
son, en esencia, sexistas, lo que se traduce en efectos negativos tanto para varones como para mujeres pues, al
convertirse en un paradigma que divide a las personas en
dos grupos diferenciados, impide la expresión y la comunicación de cualidades que deberían estar al alcance de
todos los seres humanos, independientemente de su sexo.
La identidad femenina y lo simbólico
No se puede olvidar que toda la cultura occidental está fundamentada en una dicotomía que conlleva una jerarquización de
los términos y realidades que tienen que ver con lo femenino:
lo privado, lo reproductivo, el cuerpo, etc. Asimismo, esta dicotomía favorece el esencialismo,5 convirtiendo en natural la división sexual del trabajo. Cristina Caruncho y Purificación Mayobre (1998: 156) señalan cómo este orden de cosas ha sido
justificado desde la antigüedad por todo tipo de saberes, desde
el más vulgar hasta el más científico, pasando por el filosófico
y el religioso. Ello ha desembocado en un clima de opinión que
llega hasta hoy y que mantiene vivos todos los mitos y prejui-
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363
2 El estereotipo suele identificarse con un prejuicio
porque actúa como elemento defensivo ante una
situación que pone de manifiesto alguna contradicción con su forma de ver o
entender el mundo; los estereotipos de género están
constituidos por aquellas
opiniones simplificadas sobre las características de
hombres y mujeres. Están
culturalmente muy marcados y se retroalimentan con
los roles de género que son
los comportamientos, las
actitudes y las obligaciones
que la sociedad asigna a cada uno de los sexos. De esta
combinación surgen las
afirmaciones de lo que naturalmente han de ser o hacer unos y otras.
Esencialismo. (m. Fil.) Teoría filosófica que sostiene
que la esencia tiene primacía sobre la existencia (María Moliner, Diccionario de
uso del español, 2ª ed., 1998:
1189). El esencialismo ha
preocupado, a lo largo de la
historia, a diferentes disciplinas. Desde la filosofía, se
trata de un término que ha
ido evolucionando pero cuya característica principal es
que utiliza el concepto de
esencia para comprender el
sentido de la existencia humana. A partir del siglo XVII
aparece el esencialismo biológico, que establece la existencia de esencias únicas
para cada especie. Más recientemente se habla de
esencialismo genético, para
referirse a la idea de que
cualquier individuo puede
ser reducido a su composición genética, y también de
esencialismo étnico, concepto que parte de la antropología y que se interesa
por las percepciones que,
sobre su propia esencia, tienen grupos y etnias distintos. En cuanto al campo de
la psicología, la mayoría de
textos especializados reconocen la tendencia de los
individuos a creer que ciertos grupos poseen una naturaleza biológica o esencial. Desde la perspectiva de
género, el esencialismo consistiría en afirmar que son
naturales y no culturales
tanto los roles sexuales como la división de tareas en
función del género.
Ángel del hogar. Estereotipo femenino muy analizado
desde la crítica feminista. Se
trata de una representación
que se apoya en dos pilares:
el rol de madre y el de esposa, con fuerte influencia
además de la cultura judeocristiana. Las mujeres que
responden a esta construcción simbólica se definen
desde los estereotipos femeninos más tradicionales: sumisión, obediencia, entrega,
etc. Un libro que reflexiona
las consecuencias que para
las mujeres puede tener este
modelo es la obra de Betty
Friedan La mística de la feminidad (Júcar, 1974) que
explicó cómo la sociedad
podía animar y adiestrar a
las mujeres a seguir su rol
cios sobre la personalidad femenina, algunos tan antiguos como la cultura y que, aun cuando la ciencia ha demostrado que
no se sostienen racionalmente, perviven en el imaginario simbólico y se concretan en una definición de las mujeres como
seres incompletos, mutilados y únicamente realizados en la
maternidad.
LA REPRESENTACIÓN MEDIÁTICA Y LOS ESTEREOTIPOS
Desde una perspectiva de género, el aspecto más significativo de los productos que los medios de comunicación dirigen a las audiencias femeninas es su construcción de identidad. Los modelos de mujer propuestos desde estas
publicaciones apenas han variado a lo largo de la historia. Su
construcción de representaciones simbólicas sigue fiel al hegemónico eterno femenino, una construcción que se divide
en dos facetas: el ángel o reina del hogar (madre y esposa)5
y la mujer objeto (cuyo sujeto es el varón). Asimismo, y ante
la evidencia de los cambios en el rol social de las mujeres,
más recientemente aparece un modelo que combina algunos rasgos tradicionales con otros más actuales como la autonomía, el trabajo remunerado o el abandono de la pasividad. Se trata de la figura de superwoman. Sin embargo, no
son éstos los únicos modelos existentes. Las categorías binarias son una forma de construir significado porque éste se
crea a partir de la elaboración de diferencias y similitudes
entre los pares. La mayoría de las veces el mundo no es definido por lo que son las cosas sino por lo que no son: hombre/mujer, tierra/mar, blanco/negro, etc. Ello quiere decir
que siempre existen pares opuestos. Si el eterno femenino es
el polo positivo, éste se define por oposición al que es el polo
negativo, la antítesis de aquél: la mujer mala, la puta o el demonio de la carne. Sobre esta representación hay que detenerse porque es un modelo ambivalente. La mujer mala es
una advertencia a la trasgresión de los límites, un recorte y
un enjuiciamiento de la libertad femenina, pero también
una tentación, especialmente desde las páginas de las revistas dirigidas a mujeres jóvenes.
364
M. ISABEL MENÉNDEZ
LAS PUBLICACIONES DIRIGIDAS A ADOLESCENTES
RASGOS DE IDENTIDAD DE LAS REVISTAS PARA MUJERES JÓVENES
Mónica Figueras (2005) explica que las mujeres jóvenes
entienden las revistas como un espacio de libertad, exentas del control de los agentes formales de educación aunque en realidad están sugiriendo una forma específica de
instrucción, de tipo informal. Es decir, el mensaje de las
revistas crea un vínculo emocional que impide que
las lectoras se percaten de que las están educando en un
modelo ideológico determinado. Así, se trata de una educación informal, que actúa sin embargo de forma continua y que es asimilada por su audiencia casi siempre de
manera inconsciente. El alto consumo se explica, según
esta autora, porque parecen ofrecer respuestas en un momento muy confuso de sus vidas en el que, además de tener muchas preguntas, no desean plantearlas a su entorno familiar, que encuentran represivo.
Lo iconográfico tiene gran importancia en este discurso. Ello tiene que ver, probablemente, con la necesidad
de apelar a la emoción y no tanto a la razón: «en la medida en que tienen más peso las imágenes, se gana en
sentimiento y, a efectos de educación informal, es mayor
la eficacia emocional» explica la autora (Figueras, 2005:
106).2
Otra característica de las revistas dirigidas a mujeres
jóvenes es su finalidad pragmática, directamente relacionada con lo antedicho. En efecto, las revistas responden
a sus lectoras aquello que quieren escuchar, mediante el
uso de estrategias que pocas veces son sutiles y que apenas son capaces de esconder su voluntad de favorecer el
consumo. Directamente relacionada con esta finalidad se
encuentra otra variable que es la seguridad. Si, como se
ha dicho, la población adolescente se encuentra sometida a una época de constantes dudas y preguntas sin respuesta, el mensaje mediático de estas publicaciones elimina la incertidumbre, ofreciendo las soluciones que
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365
como ama de casa y madre,
por encima de otras aspiraciones como las profesionales. Otra autora que ha escrito sobre este estereotipo
es Marcela Lagarde, modelo
al que denomina madresposa.
2 Este poderío de la imagen ha sido señalado por
más autores, como Giovanni Sartori (2005), que asegura que aquellos mensajes
que se transmiten a través
de imágenes suelen contar
más, en la sociedad mediática, que los que son transmitidos mediante palabras.
Para el autor, esto no es una
ventaja sino que se trata de
un imperio de lo visual que
ha dejado atrás la razón.
ellas creen necesitar, lo que favorecerá también la relación de dependencia que muchas lectoras establecen con
estos medios. Otro aspecto no menos importante es cómo estas revistas logran reforzar la sensación de pertenencia al grupo, mediante la puesta en común de contradicciones y la apertura de un supuesto espacio de
diálogo en el que la lectora cree que no está sola.
La función orientadora, que es uno de los objetivos de
estas publicaciones, queda subsumida en un discurso
que encubre esta pretensión. Los consejos estéticos o sobre sexualidad aparecen bajo un falso enfoque de utilidad, que encubre a las verdaderas inspiradoras del mensaje: las empresas anunciantes de la multitud de
productos que ocupan las páginas de las revistas. La
identificación funciona y, como explica Figueras (2005),
les permite pensar su identidad y reflexionar sobre ellas
mismas mientras experimentan con su cuerpo y sus sentimientos. Ello es francamente importante en un periodo de la vida tan convulso como la adolescencia, sobre
todo en temáticas tan difíciles en esa época como la sexualidad, el placer narcisista o la construcción del propio
estilo. Por ello, algunas autoras hablan de chocolate mental para hacer alusión a estas cabeceras.
TEMATIZACIÓN DE LAS REVISTAS
El contenido de las revistas se apoya en cuatro pilares:
belleza, amor, hogar y sexualidad. Se trata del trinomio
que se ha mencionado en el epígrafe anterior y que, en el
caso de las publicaciones dirigidas al grupo de edad más
bajo, cambian el hogar por la sexualidad. Éste es el contenido más reciente y ha evolucionado al tiempo que lo
ha hecho la sociedad española. Así, de los esquemas
amor/sexo y sexo/reproducción, indisolubles hasta hace
pocos años, se ha pasado a otro mensaje más libre aunque también mucho más frívolo, en el que apenas aparecen la salud reproductiva o la prevención. Por otro lado,
también existen ejes temáticos que se repiten en todas las
revistas, son contenidos que aparecen cíclicamente, en
366
M. ISABEL MENÉNDEZ
función de la época del año o siguiendo un esquema
evolutivo de las adolescentes (la primera vez, el primer
beso, el mejor verano, etc.). Un último elemento a tener
en cuenta respecto a la tematización tiene que ver con lo
que no aparece o lo hace sólo de forma esporádica: deportes, teatro, fotografía, arquitectura, etc. 2
LOS ESTILOS DISCURSIVOS
Como ya se ha dicho, la utilización en comunicación pública de estilos discursivos tradicionalmente femeninos
produce dos efectos: por una parte, la identificación con la
audiencia femenina, y por otra, el extrañamiento de los
varones de dicho discurso. Así, ellas se identifican con la
voz amiga en que se convierte la revista mientras que los
chicos no tienen interés por este tipo de publicaciones. Y
es que la utilización del lenguaje juega un papel fundamental en la construcción de la identidad social. Esta realidad es la que recoge el discurso de las revistas adolescentes femeninas, para llegar a su público objetivo, mediante
la estimulación de los estilos discursivos que mejor se
adaptan a las formas de comunicación de las mujeres.
En efecto, los estilos de comunicación de mujeres y
varones son diferentes porque son fruto de la socialización diferencial. En síntesis, los estudios sobre estilos de
comunicación concluyen que los varones son adiestrados en el uso de la palabra, por lo que están acostumbrados a arrebatar el turno, a utilizar el estilo directo y a evitar los circunloquios. Sería un estilo útil, pragmático y
sobrio. Este modelo está en relación directa con la utilización del espacio público por parte de los varones. En
cuanto a las mujeres, tradicionalmente orientadas a la
permanencia en los espacios domésticos, están adiestradas en la sumisión y el silencio, por lo que apenas utilizan el turno, emplean poco el estilo indirecto y tratan de
amortiguar los elementos negativos. Se trata de un estilo
más empático. Pero no sólo se ha observado esta dualidad en las formas de comunicación sino que también se
ha verificado que, por ejemplo, ellas adoptan formas más
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367
2 Los topoi. En la teoría de
la argumentación, los topoi
o loci son elementos importantes porque forman parte
de las premisas y obligaciones, son justificaciones que
relacionan el contenido de
un argumento con la conclusión. Tal y como son importantes en la argumentación, también lo son en la
descripción porque hablan
de aquello que todos saben
y dan por hecho y que se
describe en los medios de
comunicación la mayoría
de las veces de forma implícita. Los topoi identificados
en las publicaciones dirigidas a mujeres son, según la
mayoría de textos especializados, los siguientes: belleza, juventud, salud, delgadez, limpieza y orden,
facilidad (de uso, de pensamiento) y tiempo para dedicar al resto de la familia.
cultas de habla, conservando una pronunciación más
pura y el uso culto del léxico. Ello se explica porque las
mujeres se educan bajo un mandato social que les exige
ser expresivas y suaves (es decir, responder a los estereotipos de género) y se traduce en que ellas adquieren neologismos más rápido y optimizan la competencia lingüística. Otro elemento definitorio es el énfasis en la
expresividad (repetición, superlativos, etc.). De la misma
manera, se cotejan diferencias en los usos de la conversación: los varones la arrebatan directamente. Ellas, por su
parte, la toman para reforzar el discurso del resto porque
en su modelo de socialización, la amistad se basa en la
palabra mientras que el silencio es el castigo.
Como consecuencia y fruto del escaso interés que despiertan las investigaciones sobre los asuntos de mujeres,
se reproducen tópicos que únicamente demuestran la
desinformación. Asimismo, se promueve un modelo femenino que hable poco y que hable bien (no utilizar palabrotas, no usar juramentos, no romper los tabúes lingüísticos que tienen que ver sobre todo con el cuerpo);
que mantenga en lo posible el aspecto infantil (en el tono, los giros, el léxico) y que escape del conflicto mediante la cortesía y el silencio.
Las revistas para mujeres jóvenes, por su parte, incorporan estos elementos para identificarse con las lectoras,
lo que en la práctica las aleja también de un consumo
masculino. Juan Plaza (2005) explica que, en síntesis, las
estrategias discursivas se apoyan en tres elementos: alcanzar cierta complicidad con la audiencia, instruirla en el
modelo ideológico pretendido y fomentar su participación mediante diferentes fórmulas que sugieren la existencia de un feedback real, ofreciendo una impresión de autenticidad que, además de favorecer la credibilidad, facilita
la recepción del mensaje por parte de sus destinatarias.
Un último aspecto que menciona Juan Plaza está relacionado con el léxico empleado, elegido para reforzar el
estilo cordial. En efecto, para fortalecer la pertenencia al
grupo se utilizan expresiones «de igual a igual», que permiten la identificación. Las revistas para adolescentes
368
M. ISABEL MENÉNDEZ
utilizan un registro juvenil y términos de la jerga propia
de este grupo de edad, que abusa del énfasis y en el que
los extranjerismos son frecuentes.
CONCLUSIÓN
Como síntesis, y recogiendo las conclusiones de los estudios publicados sobre revistas dirigidas a mujeres jóvenes,
es posible señalar algunas variables que las definen; la primera de ellas es que consolidan la socialización diferencial. Ello es así porque la mayoría de los contenidos de las
revistas dirigidas a la población adolescente se articula en
torno a una fantasía romántica que se transmite simultáneamente mediante diversas instituciones de socialización. Entre ellas destacan, en cuanto a las mujeres jóvenes,
la familia, las novelas y otros mitos consolidados desde el
cine o la música. En el mismo orden de cosas, los estereotipos de género parecen ser el hilo conductor de todo el
discurso de la prensa segregada por sexo. El problema no
es su aparición sino la posición jerárquicamente inferior
que lo femenino tiene en la sociedad. En cuanto a las revistas, existe una nula voluntad de superarlos, explicarlos
o proponer su (de)construcción, lo que en la práctica significa que el mensaje de estas publicaciones consolida el
orden social, discriminatorio para las mujeres.
Por otra parte, la sexualidad es una variable de gran
interés porque aparece bajo un discurso pretendidamente liberalizador, pero la realidad es que se sugiere una sexualidad apoyada en los roles de género, especialmente
en torno al binomio pasivo/activo (femenino/masculino). Asimismo, se ofrece poca información práctica sobre derechos y métodos reproductivos y no se cuestiona
la desigual situación de mujeres y hombres ante esta variable. En suma, se propone una mujer supuestamente
rebelde que, en realidad, encubre un modelo convencional en el que conseguir pareja es la única aspiración y la
apariencia es el arma para conseguirla. Una consecuencia adicional es que el modelo es únicamente heterosexual.
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369
Otro aspecto en el que hacen hincapié todos los textos
tiene que ver con la imposición de un canon estético. Las
representaciones idealizadas y sexistas se apoyan en la
apariencia como valor supremo, proponiendo un modelo de belleza muy alejado de la realidad y basado en la
necesidad de estar delgada, ser guapa y no perder la juventud. En este sentido, aparece un imperativo categórico, es decir, las mujeres siempre deben ser mujeres. Esta
definición no se propone desde una perspectiva de igualdad sino que es la estrategia que permite consolidar un
modelo tradicional.
Por otra parte, es indispensable analizar el papel de la
publicidad en este mensaje mediático cuyo fin último es
el consumo. El discurso hegemónico de las revistas para
mujeres jóvenes se articula en torno al consumo y los valores superficiales. La publicidad tiene un alto peso específico en la elección y distribución de los contenidos que
únicamente proponen un mensaje frívolo y artificial, basado en la posibilidad de consumir.
En cuanto a la tematización, hay que señalar que existe
una gran coincidencia temática entre las distintas revistas
que pertenecen a este segmento. Así, es frecuente que aparezcan los mismos temas, personajes, reportajes y productos, de forma simultánea, en varias cabeceras publicadas en
el mismo periodo de tiempo. Se verifica también la aparición de la mayoría de ejes temáticos (belleza, amor, hogar,
sexualidad) y las coincidencias temáticas cíclicas. En definitiva, se incluyen los mismos temas, con idéntico tratamiento, en la mayoría de las publicaciones, aunque el eje «hogar»
solamente aparece en aquéllas dirigidas a los grupos de mayor edad. También se puede observar con facilidad la ausencia de algunos temas. Los contenidos que brillan por su
ausencia son los relacionados con la práctica deportiva, con
la cultura y el arte, con la educación o la ecología. Tampoco
aparecen la actualidad ni las preocupaciones sociales. El
discurso se apoya casi en exclusiva en las dimensiones íntimas, lo que impide favorecer el espíritu crítico.
Respecto al estilo de comunicación que emplean, estaría apoyado en las funciones de orientación e implica-
370
M. ISABEL MENÉNDEZ
ción, a partir de su énfasis en lo pragmático, dirigido a
satisfacer la finalidad orientadora con la que pueden
identificarse con la audiencia y que encubre otra vocación de las revistas, la formativa, en la que se trata de enseñar a las mujeres jóvenes a ser mujer (según los
estereotipos convencionales). Consolidar el rol femenino
y fomentar la cultura del romance serían las ideas principales del mensaje mediático de estos soportes.
Por último, el discurso de las revistas femeninas estimula una participación de las lectoras que, aun siendo
falsa, produce una potente sensación de realidad, a través
de la inclusión de espacios de participación y otras fórmulas para emular el feedback, como la reiteración de la
cultura de la habitación 5 o el empleo de un estilo que
fomenta la función implicativa mediante un lenguaje común y el reforzamiento de la identidad de grupo.
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Cultura de la habitación.
Las revistas fomentan en
sus lectoras la pertenencia
al grupo mediante recursos
compartidos por todas y
que forman parte de su entorno más íntimo. Se trata
de elementos que las propias revistas proporcionan
y que van desde el poster
del ídolo del momento a espacios de participación de
las audiencias desde los que
fomentar el lugar privado,
incluso confesional, que favorece el (falso) diálogo
(cartas, poemas, etc.). Este
entorno altamente codificado en femenino forma parte
de la cultura visual que rodea a las adolescentes (por
ejemplo, aparece en casi toda
la publicidad dirigida a ellas)
y suele responder a clichés
repetidos hasta la saciedad:
colores rosados, telas suntuosas o evocadoras de juegos (peluche, terciopelo…),
espacios pensados para el
culto a la belleza, para probarse ropa o escribir poemas… es decir, para dejar libre la expresión de un estilo
propio. Algunos autores que
han explicado este concepto
son McRobbie, que ha escrito numerosos textos sobre el
tema, o Ganetz quien lo
compara con el «Fitting Room» (probador de tienda),
un espacio creativo donde
las mujeres jóvenes pueden
experimentar por ellas mismas sin el control de las personas adultas.
Estereotipos. Los estereotipos son creencias sobre colectivos humanos que se
crean y comparten en los
grupos y entre los grupos
dentro de una cultura. Se
trata de una imagen simplista e incompleta de definir a otras personas. Todos
los individuos usan estereotipos y su peligro radica en
que son capaces de condicionar el comportamiento
de las personas. Las imágenes o figuras estereotipadas
suelen utilizarse por su capacidad de sintetizar una
idea o un concepto pero
también como fórmula generalizadora para definir a
las y los demás. Por ello, su
uso es casi siempre negativo, porque constituyen creencias falsas que sin embargo se reproducen en lo
social. Entre los más comunes existen los estereotipos
raciales y los de género, estos últimos instrumentos
de la socialización diferencial para marcar los roles y
funciones de cada sexo.
EJERCICIOS
1. Las revistas femeninas consolidan la mayoría de estereotipos de género, sugiriendo así cómo deben ser las relaciones entre mujeres y hombres. A partir del visionado
de la película dirigida por Donald Petrie, Cómo perder a
un chico en diez días (How to lose a guy in 10 days, Paramount Pictures, 2003) intenta descubrir cuáles son las
estrategias que, propuestas desde las páginas de las revistas femeninas, ambos sexos utilizan. Intenta delimitar si
todo el argumento responde o no a esos estereotipos.5
2. A partir de la lectura del siguiente fragmento del libro
de Juan Plaza, Modelos de varón y mujer en las revistas femeninas para adolescentes. La representación de los famosos (2005: 201-203), reflexiona sobre qué consecuencias
puede tener en las personas adolescentes esta lectura de
la realidad.
El rasgo «triunfador» es el que aparece con mayor frecuencia para
definir a los personajes populares de las revistas femeninas. Entre
los famosos no hay fracasados, ni siquiera las pequeñas decepciones profesionales se interpretan en clave de frustración. Simplemente no se contempla nada que no sea el éxito profesional o
personal. Hasta tal punto es así que de 519 personajes analizados
a ninguno se le atribuye el fracaso o cualquier otro rasgo que indique falta de éxito. Más aún, cerca del 50% del total de los personajes de las revistas han sido definidos alguna vez como personas
de éxito, queridas, solicitadas, explícitamente admiradas o premiadas.
El triunfo es, además, superlativo. Sólo hay que comprobar los
calificativos que se han incluido dentro de la variable «triunfador»:
«arrasa», «carrera fulgurante», «celebridad», «exitazo», «está que se
sale»… Como ya hemos apuntado antes, el sobreénfasis es un aspecto tradicionalmente asignado a lo juvenil y a lo femenino.
A pesar de todo, predomina en los famosos la cultura del mérito. Son triunfadores pero nadie les ha regalado nada. Las revistas
insisten en dos rasgos que se sitúan entre los diez más repetidos:
por un lado, la capacidad de trabajo (que incluye adjetivos como
«luchador», «esforzado», «laborioso», «infatigable», «sacrificado»,
«tenaz»..) y por otro, la capacitación profesional («es buen
actor/actriz», «buen cantante», «tiene talento», «es virtuoso»…).
El éxito, el talento y el esfuerzo se imponen a la experiencia. De
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hecho, el análisis factorial revela una estructura compartida entre
varones y mujeres, en la que se relacionan las características que
estamos comentando: las representaciones de varones y mujeres
coinciden en asociar el triunfo con la capacidad profesional. A las
revistas no les importa encumbrar a personas con escaso bagaje
profesional (a veces son tan jóvenes que realmente es difícil que
puedan tener demasiada experiencia) porque casi siempre queda
superada por el trabajo, el éxito o el buen hacer profesional.
El hecho de que las publicaciones de las que hablamos presenten el triunfo como algo merecido por el personaje constituye una
diferencia clara frente a la tendencia predominante en otros medios (especialmente la televisión). Y más aún teniendo en cuenta
que el modelo de joven triunfador es hoy menos estable que nunca, en una sociedad en la que ser famoso, sin más, se ha convertido en una alternativa «profesional». […] La capacidad de seducción es el segundo atributo que más veces se vincula a los
famosos. Las expresiones asociadas a esta cualidad tienen que ver
principalmente con el éxito con el sexo opuesto (en las revistas femeninas para adolescentes prácticamente no existe la homosexualidad). Por supuesto, el éxito personal está directamente relacionado con el aspecto físico.
3. A continuación se incluye una ficha de análisis extraída del libro Entre Penélope y Mesalina. El discurso de las
revistas para adolescentes (Menéndez, 2005: 117-121).
Utiliza su método para analizar la unidad redaccional
que reproducimos, de la revista Ragazza, cuyo titular es
«Una y no más». Intenta analizar los elementos característicos de estas publicaciones a partir de la lectura detallada, siguiendo el ejemplo anterior y ofrece una reflexión personal sobre cómo plantea esta publicación que
deben ser las relaciones de las chicas con el otro sexo.
Nombre de la publicación: Bravo por ti
Número de ejemplar: 221
Fecha de publicación: junio de 2004
Información
Titular: ¿Amor o flirteo? Tu cuerpo te delata...
Género periodístico: Test.
Firma: No.
Argumento o idea principal: Relaciones de pareja (contenido) y
feedback con la audiencia (discurso).
Target (público objetivo): Preadolescentes y adolescentes.
Elementos que aparecen: Esta sección, clásica en las revistas de es-
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te sector, se compone de preguntas que las lectoras deben responder. Al final se incluye la solución al test, mediante un sistema de
puntuación. Es una página impar.
Serie visual lingüística: Poco relevante, está constituida por las
preguntas.
Serie visual paralingüística: El texto está muy reforzado por esta
serie, compuesta de iconos, colores, tipografía destacada, cuadros, etc. Todos los textos están compuestos sobre un fondo
que evoca un cielo azul con pequeñas nubes, lo que permite
consolidar la idea romántica que propone el test.
Serie visual no lingüística: Hay una imagen, superpuesta con
los textos, de una chica muy joven.
sección también se pueden observar los recursos frecuentes en las revistas para adolescentes, en especial, el tono que intenta quitar importancia a los problemas y la voz amiga que siempre tiene el consejo
necesario: «no te avergüences, ¡ríete de la situación!», «un consejo:
usa un buen desodorante». Los estereotipos femeninos convencionales también salen a relucir: «un consejo: no intentes charlar», «¿sientes que el color de tu cara se asemeja al de un tomate?».
Rigor: No.
Entretenimiento: Se supone que el contenido será divertido para
la audiencia.
Aportación de información: No.
Contenido formativo: No.
Iconografía
Número de imágenes insertadas: Una.
Funciones de las imágenes: Función recreativa. Es una fotografía,
de cuerpo completo, de una chica joven, que busca la identificación con la audiencia.
Redacción
Fórmula empleada: Apelativa, jocosa.
Uso de lenguaje no sexista: El discurso aparece en femenino.
Correspondencia entre texto e imágenes: Toda la composición intenta reproducir el mundo romántico que se propone para las mujeres.
Lector/a al que se dirige: Se dirige únicamente a las mujeres target
de esa publicación.
Contenido
Conceptos que aborda: El test incide en uno de los temas principales de estas revistas: el amor, apoyándose en las dudas frecuentes de las adolescentes (¿es amor?, ¿me sucede lo mismo que a las
demás?, etc.).
Fuentes: No.
Inclusión de información práctica: No.
Inclusión de soluciones: No.
Impresión general
Trascendencia: Este cuestionario parte de la idea de que el cuerpo
responde con señales inequívocas ante el amor, lo que implica que,
por una parte, se ha construido a partir de ideas esencialistas y, por
otra, refuerza el mito del amor romántico. El test no cuestiona la socialización diferencial sino que incide en ella, al suponer el amor como única fórmula de felicidad y destino inevitable. Las explicaciones
que aparecen junto a cada pregunta revelan esta intención: «necesitas
toda tu energía para soñar con tu chico», «estás encima de una nube
rosa», «no te queda un segundo para pensar en otra cosa». En esta
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Unidad redaccional de Ragazza
Número 217, noviembre de 2007: 86-87
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4. Lee la definición del estereotipo de la mujer de plástico que aparece en el siguiente fragmento del libro El zapato de Cenicienta. El cuento de hadas del discurso mediático (Menéndez, 2006: 65-68), y aplícalo a un personaje
que las revistas femeninas hayan elegido como protagonista.
Silvia Itkin define al arquetipo de mujer que imponen los medios
de comunicación como mujer light, en su libro del mismo título.
La característica principal de este modelo, una revisión de la superwoman, es el interés hegemónico por la estética, tal y como
ocurre con el estereotipo que reescribe. Pero ha incorporado otro
elemento que le hace singular y que es la uniformidad en cuanto
al patrón estético. Ya dije que las mujeres se definen a través del
cuerpo y de la mirada de otro cuerpo, el social y, en ese sentido, el
mensaje mediático es un discurso performativo, que indica cuál
es el espacio social y simbólico que deben ocupar las mujeres,
convertidas en un cuerpo sometido al culto estético para seducir
al hombre pero, paradójicamente, invisibilizada su biología mediante el uso de obsesivas artimañas higiénicas. […] Los medios
contribuyen a la configuración de un cuerpo ideal encarnado por
mujeres atractivas y famosas con las que las del mundo real establecen comparaciones. Este modelo es cada vez más homogéneo
y, si bien responde a las cualidades estéticas ya descritas, básicamente esa tríada imposible de eterna juventud, belleza y delgadez,
es también significativo que se trata de un patrón concreto y uniforme para todas las mujeres.
Es una mujer blanca, rubia, muy delgada y con curvas estratégicas, es decir, con pechos abundantes. Se transmite un discurso homogéneo en cuanto a la etnia, la clase social y las características físicas. Que las mujeres quieran parecerse a la muñeca Barbie tiene
consecuencias nefastas, pero para algunas es más negativo que para otras. Las mujeres de características físicas similares (blancas y
rubias) se obsesionarán con la delgadez y la silicona. Para ellas, se
trata de la búsqueda de un cuerpo hiperdelgado pero con las redondeces adecuadas, las que tienen que ver con la sexualidad (pecho, labios, pómulos), que únicamente podrán conseguir con cirugía plástica, pues es imposible ofrecer esas curvas sobre la delgadez
extrema. Así, el escalpelo es la varita mágica que resta mediante la
liposucción y suma con la silicona. Por eso la he llamado mujer de
plástico transparente, porque se obsesionan con una delgadez que
las hace casi invisibles mientras que mantienen las curvas estratégicamente eróticas a las que, se supone, no hay varón insensible.
Como si esto fuera poco, las mujeres con características corporales distantes, por ejemplo las mujeres africanas o indias, se dedi-
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M. ISABEL MENÉNDEZ
carán a otras utopías añadidas, como la búsqueda de la tez blanca
que está moviendo toda una industria de productos blanqueadores de la piel que recuerdan aquel uso que hacían de la cerusa
nuestras antepasadas. En la misma línea, y sin advertir que, además de todo lo que conlleva ideológicamente, también lleva implícita una devaluación de lo propio que es sometido a la imposición cultural de lo de fuera, las mujeres de algunos países
latinoamericanos, Brasil y Venezuela a la cabeza, han emprendido
una carrera de fondo hacia la (re)construcción estética a través
del bisturí con el objetivo de alcanzar la fantasía nórdica […] Este
modelo colonizador y homogéneo se difunde desde el cine de
masas, pues es el que impone la industria de Hollywood pero, sobre todo, es transmitido desde la maquinaria publicitaria, de la
que ya se ha advertido que contiene una poderosa fuerza educativa, aunque la propia publicidad se defienda continuamente de esa
acusación, refugiando el sexismo en la libertad de expresión y
considerando como exageradas todas las alarmas. Otros estudios,
más preocupados por los efectos que puede producir la exposición repetida a determinados discursos, especulan con la posibilidad de que las niñas y mujeres jóvenes, como consecuencia del
mensaje mediático pero especialmente del publicitario, sientan
que la apariencia física es la medida de su valor: el canon corporal
tiene que ver con la moda, que se transmite mediante la publicidad y las revistas femeninas cuyo contenido editorial no respeta
nítidamente los límites entre información y publicidad. Aunque
no lo hagan públicamente, algunas periodistas reconocen que es
una realidad que existe imposición de contenidos por parte de las
empresas anunciadoras […] La cirugía estética se promociona,
desde los medios de comunicación para mujeres, como una opción estética intrascendente desde los aspectos médicos y biológicos, equivalente con la promoción de una crema o de un maquillaje. Apenas aparece el discurso real de la cirugía: peligros,
secuelas o dolor. La elaboración simbólica de la cirugía es un resultado del que ha desaparecido el cómo se hace. La representación que la audiencia elabora carece de casi todos los elementos
de la realidad: agujas, cicatrices, dolor, sangre, carne entumecida,
derrames, etc. Pero, si el aspecto médico y más carnal de la estética artificial se ha invisibilizado convenientemente, la (re)construcción femenina es ahora la metáfora del hacerse a una misma,
metáfora que ha sustituido a los valores que antes encarnaban esa
aspiración: la cultura, el estudio o la formación.
5. Una de las secciones de más éxito en las revistas para
adolescentes son los tests y cuestionarios, una de las fórmulas para incrementar el feedback con la audiencia.
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¿Por qué crees que gusta esta sección a las lectoras?, ¿qué
destacarías del que se reproduce a continuación, de la revista Cosmopolitan? (Para el análisis puedes utilizar la ficha de lectura del ejercicio 3).
COSMO Test ¿Crees que eres sexy?
Hay mujeres que no necesitan estímulos externos para sentirse
maravillosas y seguras de sí mismas. Otras, sin embargo, sólo tienen un buen día si un chico las piropea. ¿Y tú?
1. ¿Qué te pones para irte a la cama cuando estás sola?
· Unos shorts bonitos y camiseta de tirantes.
· Camisones cortitos y muy sexys (a ser posible de seda) o nada.
· Algún pijama de franela, camisetas enormes o sudaderas.
2. Si supieras que nadie te iba a ver desnuda o en ropa interior
durante al menos tres meses, ¿te depilarías las ingles?
· ¡Qué va! ¿Para qué cuidar el paisaje si no tienes quien lo admire?
· A lo mejor no con tanta frecuencia.
· Sí. Te hace sentir bien.
3. Acudir a la boda de una amiga sin pareja te parece…
· En ocasiones un engorro, pero lo soportas.
· Divertido. Puedes pasarte toda la noche ligando.
· Un horror. Antes pagarías a un acompañante masculino.
4. ¿Cuándo te sientes más sexy?
· Después de que un chico te diga que estás estupenda. De otra
forma ni se te pasaría por la cabeza.
· Enjabonándote bajo la ducha, sudando en el gimnasio, yendo
de compras…
· Mientras te arreglas para una cita.
5. Si ganaras un viaje a un complejo hotelero de lujo y no tuvieras
pareja…
· Le pedirías a alguna amiga que te acompañara.
· Intentarías posponerlo hasta empezar a salir con algún chico
que pudiera viajar contigo.
· ¡Irías! ¿Quién necesita compañía cuando tienes mar, sol y cócteles a gogó?
6. Describe la noche más sensual que hayas vivido sola en casa.
· Te metiste bajo las sábanas y empezaste a acariciarte.
· Te diste un largo y reparador baño de espuma.
· Calentaste comida precocinada y leíste un libro.
380
M. ISABEL MENÉNDEZ
BIBLIOGRAFÍA
LECTURAS RECOMENDADAS
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protagónico». En: Jóvenes construyendo pensamiento
protagónico. Lima: IPEC, 2003: 67-82.
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382
M. ISABEL MENÉNDEZ
383
SOBRE LAS AUTORAS Y LOS AUTORES
LAURA BORRÀS CASTANYER
Licenciada en Filología Catalana (1993) y Doctora en Filología Románica (1997) por la Universidad de Barcelona, con Doctorado Europeo (1997) y Premio Extraordinario (1998). Desde hace ocho años se dedica la docencia
de la literatura en entornos virtuales, en el Departamento
de Estudios de Lenguas y Culturas (antes Humanidades y
Filología) de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC);
y desde hace trece años es profesora de Teoría de la Literatura en la Universidad de Barcelona. Sus campos de interés son diversos, desde la literatura medieval o la literatura escrita por mujeres, hasta la más reciente literatura
electrónica, pasando por las interrelaciones entre la miniatura y el texto en el marco de la locura medieval o el
estudio del mito de Don Juan en la literatura, la música y
el cine. Fue premiada por su trayectoria con la Distinción
de Joven Investigador de la Generalidad de Cataluña
(2001-2005). Dirige el grupo de investigación Hermeneia, formado por profesores de diversas universidades
europeas y estadounidenses, el cual estudia las conexiones entre los estudios literarios y las tecnologías digitales.
Asimismo, es Directora Académica del Máster en Estudios Literarios en la Era Digital de la UOC.
CONCEPCIÓN CASCAJOSA VIRINO
Doctora en Comunicación Audiovisual (con Premio Extraordinario) y Profesora Ayudante en el Departamento
de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid, donde forma parte del
Grupo de Investigación «Televisión: memoria, representación e industria». Es autora de los libros Prime Time:
Las mejores series americanas – De CSI a Los Soprano
(2005), El espejo deformado: Versiones, secuelas y adaptaciones en Hollywood (2006) y De la TV a Hollywood: Un
repaso a las películas basadas en series (2006), además de
dos decenas de artículos para antologías y revistas aca-
385
démicas. Es editora de la antología La caja lista: Televisión norteamericana de culto (2007) y participa en el Proyecto de Investigación I+D «Cultura, Sociedad y Televisión en España (1956-2006)».
ISABEL CLÚA GINÉS
Doctora en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada e investigadora del Grupo Cuerpo y Textualidad, dirigido por la Dra. Meri Torras (Universidad Autónoma de
Barcelona) donde participa en el proyecto «Los textos del
cuerpo. Análisis cultural del cuerpo como construcción
genérico-sexual del sujeto (fin de siglo XX-XXI)»; también
forma parte del proyecto «Feminismo y género en la cultura popular actual. Escritura de las mujeres en la literatura, cine y soportes audiovisuales en España (1995-2007)»
dirigido por la Dra. Helena González (Universidad de
Barcelona). Su investigación se centra en los mecanismos
de construcción del género y la identidad en la cultura europea de finales del XIX, así como en las narrativas sobre
género e identidad que atraviesan la cultura popular contemporánea. Ha participado en el primer volumen de esta
colección (titulado Cuerpo e identidad) con el artículo
«Género, cuerpo y performatividad».
pirkheimer@hotmial.com
MARTA FERNÁNDEZ MORALES
Doctora por la Universidad de Oviedo, donde cursó la
licenciatura en Filología Inglesa y donde completó el
Programa de Doctorado en Estudios de la Mujer. Es
Profesora Titular en la Universidad de las Islas Baleares
y centra su investigación en cuestiones de género en
productos culturales como el teatro, el cine y la televisión. Ha publicado artículos en revistas nacionales e internacionales (Atenea, English Studies, Analele, Odisea,
American Drama, etc.) y es autora de cuatro libros y coautora de uno. Recientemente ha elaborado materiales
didácticos para el análisis de género de largometrajes y
cortos comerciales, así como para la adaptación de
asignaturas de Filología Inglesa al Espacio Europeo de
Educación Superior. A lo largo del próximo año estará
386
disponible el volumen The Human Body in Contemporary Literatures in English. Cultural and Political Implications, del que es coeditora.
LUCÍA LIJTMAER
Licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Barcelona (UB) y MA en Periodismo Internacional (Universidad de Westminster). Es profesora en la Facultad de Comunicación Digital de la Universidad de Vic (UVic) y se
está especializando en estudios culturales y cultura pop,
con especial interés en la intersección entre clase social, género y culturas musicales. Actualmente prepara su tesina
sobre el fenómeno del Brit Pop y los medios de comunicación británicos. Colabora habitualmente con el diario
ADN y la revista cultural Marabunta, y prepara proyectos
culturales con proyectoliquido.com (<http://proyectoliquido.com/>) y Pix Editorial. Con anterioridad ha trabajado en la Universidad de Rosario (Argentina), el periódico
Buenos Aires Herald y la revista Purple Magazine (Londres).
SARA MARTÍN ALEGRE
Profesora en el Departamento de Filología Inglesa y Germanística de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Como investigadora se especializa en los estudios de género (en especial la masculinidad), las adaptaciones cinematográficas, los estudios góticos dentro de los géneros del terror y la ciencia ficción, y en el estudio del
posicionamiento de la cultura popular dentro de la cultura en general. Ha participado en el primer volumen de
esta colección (titulado Cuerpo e identidad) con el artículo «Los estudios de la masculinidad: una nueva mirada al hombre a partir del feminismo».
Sara.Martin@uab.cat
M.ª ISABEL MENÉNDEZ MENÉNDEZ
Licenciada en periodismo y Experta Universitaria en políticas públicas e igualdad, ha dedicado su línea investigadora a la comunicación desde la perspectiva de género.
Forma parte del profesorado de títulos propios de la Universidad de Deusto, la Pontificia de Salamanca y la Pom-
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peu Fabra de Barcelona. Entre sus publicaciones destacan
El 4º poder, ¿un poder de mujeres? (2003), Género en primer
plano. Guía didáctica para el análisis no sexista de productos cinematográficos (coautora; 2004); Entre Penélope y
Mesalina. El discurso de las revistas dirigidas a adolescentes
(2005); Guía de lenguaje no sexista (2006); El zapato de Cenicienta. El cuento de hadas del discurso mediático (2006) y
Discursos de ficción y construcción de la identidad de género
en televisión (2007, en prensa).
NOEMÍ NOVELL
Licenciada en Letras Inglesas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde también es
profesora. Actualmente está por concluir su tesis doctoral en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en
la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus investigaciones se centran en la ciencia ficción en el cine y la literatura, la teoría de los géneros literarios y cinematográficos,
y los estudios culturales y de género. Ha publicado artículos sobre ciencia ficción en diversos libros y revistas.
noemi.novell@gmail.com
SUSANA P. TOSCA
Profesora titular de la Universidad de Copenhague, Dinamarca, después de haber trabajado en la Universidad
Oxford Brookes en Inglaterra. Se doctoró en la Universidad Complutense de Madrid, donde su tesis sobre Literatura Digital obtuvo la mención summa cum laude. Actualmente es miembro del departamento de
Comunicación Innovadora y el grupo de Investigación
en Juegos de Ordenador, así como jefa de estudios del
programa de Diseño y Cultura Digitales de la misma
Universidad. Desarrolla su actividad científica en el campo de los videojuegos, la cultura y la literatura digitales,
y pertenece a numerosos comités científicos de conferencias y organizaciones como la directiva de la Organización de Literatura Electrónica. Es editora del Journal of
Digital Information y de Gamestudies, que fundó junto
con Espen Aarseth.
388
PAU PITARCH FERNÁNDEZ
Licenciado en Estudios de Asia Oriental y Teoría de la
Literatura y Literatura Comparada por la Universidad
Autónoma de Barcelona, es investigador del grupo Cuerpo y Textualidad, dirigido por la doctora Meri Torras.
Sus áreas de especialización son la literatura europea finisecular, materia que desarrolla en su investigación
doctoral, y la literatura japonesa, desde el punto de vista
de los estudios culturales y de género. En la actualidad
está cursando un posgrado sobre literatura japonesa en
la Universidad de Tokio y trabaja como traductor del japonés y consultor de la Universidad Abierta de Cataluña.
ISABEL SANTAULÀRIA
Profesora titular en la Universidad de Lérida, donde imparte los cursos de novela del siglo XIX y contemporánea
y narrativas populares para la titulación de Filología Inglesa. También imparte una asignatura virtual sobre ficción de asesinos en serie dentro del programa Intercampus. La mayor parte de su investigación se centra en los
estudios culturales, las narrativas populares y los estudios de género. Ha escrito varios artículos sobre aventura y masculinidad, terror, novela romántica y chick-lit,
ficción de detectives, cine y series de televisión. En estos
momentos, está escribiendo sobre las series norteamericanas Deadwood y Jericho, terminando un libro sobre ficción de asesinos en serie y empezando otro sobre la serie
Buffy la cazavampiros y la heroína de acción.
EDUARDO VIÑUELA SUÁREZ
Licenciado en Historia y Ciencias de la Música (2002)
por la Universidad de Oviedo. En la actualidad realiza su
tesis doctoral en dicha universidad con el título El videoclip en España (1980-1995). Promoción comercial, mercado audiovisual y sinestesia. Realizó una estancia de investigación en el Instituto de Música Popular de la
Universidad de Liverpool (2007). Ha publicado diversos
artículos sobre música popular y medios de comunicación audiovisual y ha participado como ponente en numerosos congresos nacionales e internacionales relacio-
389
nados con este campo de estudio.
eduvisu@hotmail.com
LAURA VIÑUELA SUÁREZ
Licenciada en Historia y Ciencias de la Música (1999)
por la Universidad de Oviedo, donde también cursó el
Programa de Doctorado de Estudios de la Mujer. Ha desarrollado su actividad investigadora en el ámbito de la
música popular y los estudios feministas y es autora de
La perspectiva de género y la música popular: Dos nuevos
retos para la musicología (2004, KRK Ediciones). Cuenta
con una amplia experiencia como formadora y ponente
en temas de género e igualdad de oportunidades en diversos ámbitos y ha participado como investigadora en
proyectos nacionales e internacionales. Actualmente dirige su propia empresa: Espora, Consultoría de Género.
lauravs@espora.es
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