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Alborão PP PP 1 Alborán. Poblamiento e intercambios en las zonas costeras de al-Andalus y el Magreb Bilal Sarr [ed.] 2 T.awā’if. Historia y Arqueología de los reinos de taifas [siglo XI] Bilal Sarr [ed.] E tapa de gran fragmentación política y, por consiguiente, de debilidad y retroceso territorial, el periodo de taifas fue paradójicamente el de máximo esplendor cultural y expansión urbana de la historia de al-Andalus. En efecto, el nacimiento de nuevos Estados va a suponer un impulso sin precedentes a la realidad urbana andalusí. Desde la mayor conciencia de sus a veces reducidos territorios, soberanos y pueblo se verán obligados a intensificar el desarrollo de sus espacios, algo que sucede especialmente en las sedes de los nuevos poderes establecidos, como Granada. Con el volumen T. awā’if . Historia y Arqueología de los reinos de taifas, el primero de carácter global dedicado a esta temática, se pretende arrojar luz a una etapa que tradicionalmente se ha situado en los márgenes más oscuros de la Historia de al-Andalus y, sobre la que, desde hace unas décadas, han comenzado a florecer estudios especializados. Se apuesta aquí por una aproximación pluridisciplinar, incluyéndose capítulos sobre aspectos histórico-cronísticos, literarios, numismáticos, epigráficos y, por supuesto, arqueológicos. Se trata, pues, de un volumen plural en cuanto a las ciencias y a la procedencia de los autores y autoras que en él participan. Así, se abordan todas las grandes áreas geográficas andalusíes: del Garb al Šarq y de la frontera superior al mar Mediterráneo. Conscientes de que, al igual que para reconstruir un mosaico debe conocerse en detalle cada una de sus teselas, solo partiendo de un análisis exhaustivo y multidisciplinar de cada uno de los microestados taifas se podrá perfeccionar nuestra visión global sobre el siglo XI y cumplir así con el que debe ser nuestro fin último: establecer las claves de las dinámicas socioeconómicas, políticas y culturales de su evolución. isbn: 978-84-949380-2-3 9 788494 938023 Prólogo de PIERRE GUICHARD BILAL SARR. Es licenciado en Historia (2004) y en Filología Árabe (2007), recibiendo por esta última licenciatura una «Mención Especial» en los Premios Nacionales Fin de Carrera Universitaria 2006/07. Se doctoró en Historia Medieval en la Universidad de Granada (2009) dentro del programa «Arqueología y Territorio». Completó su etapa postdoctoral, entre 2011-2015, con una Beca de la Casa de Velázquez (2011), una Ayuda del Ministerio de Educación y Ciencia y un contrato de Profesor-Investigador (ATER) que le permitieron realizar estancias en las universidades de Toulouse II Le Mirail, París-Sorbona y París 8, respectivamente. Sus investigaciones giran en torno a tres ejes temáticos: el poblamiento beréber en al-Andalus, la Historia y la Cultura Material en el Surco Intrabético (Granada, Medina Elvira, Guadix y Baza) y las relaciones e intercambios entre la Península Ibérica, el Magreb y el África Subsahariana. Entre sus publicaciones destacan la co-edición de la obra Epigrafía árabe y Arqueología medieval (2015), las monografías Et cependant les Berbères existent. El poblamiento beréber en la Frontera Superior de al-Andalus (2014) y La Granada zirí (1013-1090) (2011); y los artículos publicados en diferentes revistas de impacto: Arabica (2016), Studia Islamica (2014), Mélanges de la Casa de Velázquez (2013) y Studia Historica. Historia medieval (2009). Ha colaborado y participado como investigador en diferentes proyectos de excelencia, de ámbito autonómico e internacional como: el de «Proyecto General de investigación sobre Medina Elvira», «El análisis de los paisajes históricos: de al-Andalus a la sociedad castellana» o la Acción Integrada España-Italia «Ciudad y mundo rural en época medieval». En la actualidad, es profesor contratado Ramón y Cajal en la UGR y responsable del proyecto I+D+i «Poblamiento e intercambios en torno al mar de Alborán (al-Andalus-Magreb, siglos VIII-XV)» (HAR2014-56241-JIN), que precisamente promueve el presente volumen. T.AWA‘IF. Historia y Arqueología de los reinos taifas Bilal Sarr [ed.] PRÓLOGO DE PIERRE GUICHARD GR AN ADA – 2018 Alborão PP PP 2 Dirección Bilal Sarr Este libro se ha financiado a través del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades —especialmente de los proyectos I+D+i Ramón y Cajal al-Andalus-Magreb (RYC-2015-17075) y Retos Pimalboran (HAR2014-56241-JIN)— y de la Universidad de Granada por vía de una ayuda del Vicerrectorado de Investigación y Transferencia del Plan Propio 2017. © Del texto: los autores © De la presente edición: Alhulia, S.L. Plaza de Rafael Alberti, 1 Tel./fax: 958 82 83 01 www.alhulia.com • eMail: alhulia@alhulia.com 18680 Salobreña - Granada ISBN: 978-84-949380-2-3 Depósito Legal: Gr. 1.274-2018 Imprime: Imprenta Comercial ÍNDICE Agradecimientos ....................................................................................... 9 Prólogo..................................................................................................... Pierre Guichard 11 F UE N T E S PA R A E L E S TUDI O DE L AS TAI FAS Fuentes árabes escritas para historiar los reinos de taifas ............................ Felipe Maíllo Salgado 23 La numismática como fuente para el estudio de las taifas .......................... Sébastien Gasc 69 La epigrafía de las taifas andalusíes ........................................................... M.ª Antonia Martínez Núñez 85 TAIFA S DE L O C C IDE N TE DE A L-A N DA LUS Dos pequeñas taifas del occidente islámico: Huelva-Saltés y Niebla .......... Alejandro García Sanjuán 121 La cultura material del Garb al-Andalus en el siglo XI. .............................. Susana Gómez Martínez 139 La Sevilla ‘abbādí. ..................................................................................... Magdalena Valor Piechotta / Pilar Lafuente Ibáñez 177 La ciudad y el territorio en la taifa de Mértola .......................................... María de Fátima Palma 221 TAIFA S C O S TE R A S Arqueología de la taifa talasocrática de Denia y el Mediterráneo ............... Rafael Azuar Cerámicas del siglo XI, presentes en la Qal‘a de los Banū Æammād (Argelia) y procedentes del entorno de Cairuán, Sabra y Cartago (Túnez), en Denia y en al-Andalus. Grupos 1 y 2 .................................................................. Josep A. Gisbert Santonja 243 273 Índice 8 Arqueología de los æammūdíes. Un califato entre taifas ............................ M.ª Carmen Íñiguez Sánchez La formación de nuevas entidades poblacionales durante el siglo XI en el Valle de Río Grande (Málaga) .......................................................... Antonio Ordóñez Frías 321 387 TAIFA S B E R É BE R E S & F RO N TE R A M E DIA Y S UPE R IO R Toledo y su taifa ....................................................................................... Ricardo Izquierdo Benito 411 Una gobernanza poscalifal: poder patrimonial y prácticas de consumo en el sultanato taifa de Albarracín ............................................................. Julián M. Ortega Ortega 447 El vidrio en la taifa de Toledo: reflexiones a partir de Ciudad de Vascos y el convento de Santa Fe ......................................................................... Jorge de Juan Ares / Nadine Schibille 473 De edificio administrativo a palacio. La transformación del recinto superior de la alcazaba de Onda (siglo XI)............................................................... Julio Navarro Palazón / Pedro Jiménez Castillo / Vicent Estalli i Poles 489 L A TA IFA Z IR Í DE G R A N A DA De una ciudad a otra. Madīnat Ilbīra y Madīnat Garnā™a ......................... Antonio Malpica Cuello 541 Del Magreb a al-Andalus. Los ziríes y la fundación de Madīnat Garnā™a .. Bilal Sarr 563 La alcazaba zirí de la Alhambra: Æi§n al-Æamrã’ (siglo XI) ........................ Carlos Vílchez Vílchez 599 El panorama cultural en el periodo de taifas: el caso de la Granada zirí ..... Celia del Moral 637 C UE S TI ONE S G E NE RAL E S Zócalos pintados de época taifa. Criterios para su reconocimiento ............ Juan Antonio García Granados 661 Los almorávides y el fin de las taifas. Continuidad y/o ruptura ................. María Marcos Cobaleda 683 La Sevilla ‘abbādí MAGDALENA VALOR PIECHOTTA, PILAR LAFUENTE IBÁÑEZ UNIVERSIDAD DE SEVILLA Resumen Este artículo pretende hacer una aproximación y un estado de la cuestión sobre las evidencias arqueológicas de la ciudad de Išbīliya en el siglo XI, haciendo especial hincapié en lo que se refiere a la cerámica. Gracias a esta revisión, nos sorprende lo poco que sabemos sobre la ciudad de las primeras taifas, a pesar de la gran importancia que sin duda alcanzó en el al-Andalus de su época. Los temas que abordamos son: Las claves políticas del periodo; el contexto geográfico; las evidencias de la ciudad del siglo XI y la cerámica. Palabras-clave Sevilla, ‘Abbādíes, siglo XI, Arqueología, cerámica, Taifa. Abstract This article addresses an approach and a state of the art about the Seville city’s 11th century archaeological evidences, with a special mention of ceramics. At this time, Seville was a metropolis dominating most of the Southern Iberian Peninsula. Nevertheless it is missing a global study of this period. The topics we deal with in this text are: the political key’s period, the geographical context, the evidences of the 11th century city and the ceramics. Key-words Sevilla, ‘Abbadides, 11th Century, Archaeology, Pottery, Taifa. Esta ponencia pretende hacer una aproximación al estado de la cuestión sobre las evidencias arqueológicas de la ciudad de Išbīliya en el siglo XI, haciendo especial hincapié en lo que se refiere a la cerámica. Gracias a esta revisión, nos sorprende lo poco que sabemos sobre la ciudad de las primeras taifas, a pesar de la gran importancia que sin duda alcanzó en el al-Andalus de su época. Los temas que abordamos son: 1. Las claves políticas del periodo. 2. El contexto geográfico. 3. Las evidencias de la ciudad del siglo XI. 4. La cultura material. 1. Las claves políticas del periodo Las obras de referencia son el libro de Jacinto Bosch Vilá: La Sevilla islámica 712-1248, publicado en 1984 1; el tomo correspondiente de la Historia de España de Menéndez Pidal coordinado por M.ª Jesús Viguera Molins que vio la luz en 1994 2, una nueva monografía de esta misma autora publicada el año 2006 3 y otro libro más reciente publicado por Pilar Lirola Delgado sobre al-Mu‘tamid y los ‘Abbādíes en el año 2011 4. El periodo histórico objeto de análisis arranca de fines del año 414/1023-4, cuando Sevilla se declaró independiente 5, y termina en el año 484/1091-2, con la ocupación de la ciudad por los almorávides 6. Durante estos sesenta y siete años se produjeron importantes acontecimientos de carácter político, que sin duda influyeron Jacinto Bosch Vilá: Historia de Sevilla. La Sevilla islámica 712-1248. Sevilla. 1984. M.ª Jesús Viguera Molins (coord.): Los Reinos de Taifas. Al-Andalus en el siglo XI. Historia de España de Menéndez Pidal. Madrid. 1994, VIII-I. 3 M.ª Jesús Viguera Molins: Los Reinos de Taifas y las invasiones magrebíes (al-Andalus del siglo XI al XIII). Barcelona. 2006 4 Pilar Lirola Delgado: Al-Mu‘tamid y los Abadíes. El esplendor del reino de Sevilla (siglo XI). Sevilla. 2011. 5 M. J. Viguera (coord.): Los Reinos de Taifas. Al-Andalus, p. 36. 6 M. J. Viguera (coord.): Los Reinos de Taifas. Al-Andalus, p. 113. 1 2 180 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez en la economía, la sociedad y la cultura; reflejándose sin duda en la renovación, mejora y la expansión de la ciudad de Sevilla y de su reino. La taifa sevillana estuvo gobernada por una dinastía de origen árabe cuyo primer representante fue el cadí Ibn ‘Abbād, que murió un año después de la declaración de independencia 7. Su hijo y sucesor Muæammad b. Ismā‘īl b. ‘Abbād se afianzó en el poder venciendo los sucesivos ataques de las taifas beréberes de su entorno encabezadas por los hammūdíes malagueños y los ziríes granadinos 8. Este monarca adoptó el título de malik (rey) e inició la expansión hacia el oeste con la toma de Beja 420/1029-30, prolongándose su reinado hasta el año 433/1042. Al primer rey ‘abbādí le sucedió su hijo ‘Abbād b. Muæammad b. Ismā‘īl b. ‘Abbād, mejor conocido por su título al-Mu‘ta¢id, cuyo reinado duró veintisiete años (murió en el 461/1069/). Entre 1052 y 1063 se consolidó la expansión de la taifa sevillana hacia el oeste, conquistando Mértola (443/1051-52), Faro, Niebla y Gibraleón (445/1053), Huelva, Saltés, Santa María del Algarve y Silves (455/1063). Al-Mu‘ta¢id en la década de los 50 y 60 también conquistó Algeciras, Ronda, Morón, Carmona y Arcos 9. El éxito obtenido en la expansión por territorio de al-Andalus se ve ensombrecido por la dinámica ofensiva que desarrolla el reino de Castilla en la figura de Fernando I de Castilla y León, que ya en 1057 alcanzó incluso la Vega del Guadalquivir. Esta permanente amenaza de los cristianos del norte dio lugar a que a partir del año 1063 al-Mu‘ta¢id se comprometiera al pago de parias, destinadas a evitar nuevos ataques cristianos y a garantizarse la ayuda militar cristiana en caso de ataques de terceros 10. Fue este rey, Fernando I, el que pidió a al-Mu‘ta¢id la entrega de las reliquias de Santa Justa, las cuales, según las fuentes escritas, debían encontrarse en paradero desconocido, ofreciéndole entonces las reliquias de San Isidoro, que finalmente fueron trasladadas a León 11. Ibn Æayyān se refiere a al-Mu‘ta¢id como constructor de palacios, dotados con objetos preciosos, y, también como promotor de la intensificación de la actividad agrícola, acuñándose durante su reinado monedas con una ley muy alta 12. En 461/1068-69 le sucedió su hijo al-Mu‘tamid, último monarca ‘abbādí derrotado en el 1091 por los almorávides. Al comienzo de su reinado logró mantener el 7 8 9 10 11 12 M. J. Viguera (coord.): Los Reinos de Taifas. Al-Andalus, p. 108. J. Bosch: Historia de Sevilla. pp. 97, 105. M. J. Viguera (coord.): Los Reinos de Taifas. Al-Andalus, p. 111. J. Bosch: Historia de Sevilla. pp. 117 y P. Lirola: Al-Mu‘tamid y los Abbadíes, p. 86. P. Lirola: Al-Mu‘tamid y los Abbadíes, p. 86. J. Bosch: Historia de Sevilla. p. 110 La Sevilla ‘abbÃdí 181 Fig. 1. Mapa de la taifa sevillana hacia 1075. Wikimedia.org reino heredado, al que añadió las conquistas de las taifas cordobesa y de Murcia (fig. 1). También al-Mu‘tamid tuvo que pagar un tributo anual primero a García, rey de Galicia y después a su hermano Alfonso VI a partir del 1072. Esta carga se hizo cada vez mayor y más costosa de pagar y lejos de inducir a la unificación de al-Andalus no eliminó el enfrentamiento entre los reinos taifas, recurriendo algunos de ellos incluso al apoyo castellano 13 en sus guerras internas. El desencuentro entre ambos monarcas (al-Mu‘tamid y Alfonso VI) provocó una incursión del rey castellano por el Algarve, pasando por Beja y Niebla, arrasando después las aldeas del Aljarafe y asediando Sevilla durante tres días desde Triana, finalmente también atacó la cora de Sidonia llegando hasta Tarifa en el 476/1083-84 14. «Hacia el año 1075 se sitúa el apogeo de las taifas, que corresponde a los reinados de los más grandes príncipes de la época, los que han marcado más fuertemente la historia del período» (al-Ma’mūn de Toledo, al-Muqtadir en Zaragoza y al-Mu‘tamid en Sevilla). El monarca «Al-Mu‘tamid asoció al prestigio de su pujanza política el hecho de ser un gran poeta, que atrajo hacia su corte a una ilustre pléyade de literatos» 15. P. Lirola: Al-Mu‘tamid y los Abbadíes, p. 179. P. Lirola: Al-Mu‘tamid y los Abbadíes, p. 181. 15 P. Guichard y B. Soravia: Los reinos de taifas: fragmentación política y esplendor cultural. Málaga. 2005, p. 85. 13 14 182 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez Alfonso VI después de la toma de Toledo (1085) exigió a los reyes taifas no sólo tributos, también tierras, p.e. Ciudad Real y Cuenca que formaban parte del reino de Murcia 16. Las fuentes árabes revelan que los reyes de Sevilla, Badajoz y Granada viendo amenazada su supervivencia llamaron a los almorávides en su ayuda frente al rey castellano 17. Los almorávides, poco tiempo después, viendo la debilidad de estos reinos de taifas y el descontento de la población andalusí se plantearon su conquista. Este hecho hizo que al-Mu‘tamid pidiera ayuda a los cristianos (Alfonso VI) y que además reforzara las murallas de la ciudad y construyera un puente 18. Sin embargo, tras meses de lucha, Sevilla fue conquistada por los almorávides en el 484/1091. Tan bien defendida debía estar la urbe que los almorávides sólo pudieron conquistarla con la connivencia de algunos habitantes de la ciudad que por la noche les abrieron las puertas, logrando entrar en la ciudad por «Bāb al Fara• (la puerta de la alegría o de la bella vista, hoy Puerta de Jerez)» 19. Un signo esencial del poder era la acuñación de moneda, que detectamos en el reino taifa de Sevilla entre el 435/1043-4 hasta el 478/1085-6 20. Las monedas acuñadas por los ‘abbādíes no incorporan el nombre de la ciudad, sino el de al-Andalus hasta el 465/1072-73. La primera moneda identificada como sevillana es un dinar del año 433/1041-42, en el que aparece el fundador de la dinastía (Muæammad Ibn ‘Abbād) junto al califa Hišām II, que los abbadíes mantuvieron en sus acuñaciones hasta el 461/1077-8. Al-Mu‘ta¢id y al-Mu‘tamid aparecen en las monedas con el título de æā•ib o primer ministro hasta el 470/1077-8 21. Las acuñaciones sevillanas destacan por su cantidad y calidad, por su belleza y por su ley. Entre todas ellas es necesario destacar las amonedaciones de oro que presentan una notable calidad, hasta el punto de plantearse si los ‘abbādíes fueron «los abastecedores de las unidades áureas» en al-Andalus, cuestión que se explica por la proximidad del reino sevillano al norte de África y a los contactos con los almorávides (los cuales ya en el 1058 tomaron Si•ilmāsa, Agmāt y en 1063 Fez, controlando la ruta del oro). Dos indicios de la relación de la taifa sevillana con los almorávides son la afluencia del oro a este reino y la similitud en el plano formal de los dinares acuñados en Sevilla con los 16 17 18 P. Lirola: Al-Mu‘tamid y los Abbadíes, p. 182. P. Lirola: Al-Mu‘tamid y los Abbadíes, p. 183. P. Lirola: Al-Mu‘tamid y los Abbadíes, p. 200. De este puente no se conserva más que esta noticia. Magdalena Valor y José Ramírez del Río: «Las defensas de Sevilla» en Sevilla 1248. 750 Aniversario de la incorporación de Sevilla a Castilla. Madrid, 2000, 85-98, pp. 88-89. 20 M. J. Viguera (coord.): Los Reinos de Taifas. Al-Andalus, pp. 143-144. 21 J. Bosch: Historia de Sevilla, pp. 131-2. 19 La Sevilla ‘abbÃdí 183 Fig. 2. Dinares hallados en el castillo de Aracena (Huelva) acuñados en tiempos de al-Mu‘tadid. A. Canto, E. Romero, T. Rivera y O. Romero: «El hallazgo numismático de la Taifa de Sevilla en Aracena…», pp. 163-170 coetáneos almorávides 22. Precisamente en el año 2012 se produjo en Aracena (Huelva) el hallazgo de un tesorillo de siete dinares (desde el 441/1049 hasta el 453/1061) de tiempos de al-Mu‘ta¢id, que vienen a corroborar todo lo dicho hasta ahora sobre las amonedaciones en oro abbadíes (fig. 2) 23. Este oro afluía desde al-Andalus a los reinos Alberto Canto García: «La moneda» en M. J. Viguera Molins (coord.): Los Reinos de Taifas. Al-Andalus en el siglo XI. Historia de España de Menéndez Pidal. Madrid, 1994, VIII-I, pp. 273197; Alberto Canto, Eduardo Romero, Timoteo Rivera, Omar Romero: «El hallazgo numismático de la Taifa de Sevilla en Aracena (Huelva)». Revista Onoba. 2015, 3, pp. 163-170. José Luis Villar Iglesias: Al-Andalus y las fuentes del oro. El abastecimiento del oro en al-Andalus desde la conquista musulmana hasta el fin del reino nazarí de Granada: una aproximación a las relaciones entre al-Andalus, el Magreb y el Sudán Occidental entre los siglos VIII y XVI, Tesis doctoral inédita, Universidad de Sevilla, 2015, pp. 238-247. 23 A. Canto: «La moneda», pp. 163-170. 22 184 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez cristianos en forma de pago a los mercenarios cristianos, las algaras y las parias 24, al igual que las artesanías de lujo y los objetos preciosos muy demandados en los reinos cristianos, produciéndose un indiscutible apogeo del comercio y la industria en el alAndalus del siglo XI 25. 2. El contexto geográfico La clave para identificar en la ciudad de Sevilla las posibles zonas de urbanización en la etapa pre-almohade hay que buscarla en la geomorfología y topografía del ámbito de estudio. Ya Francisco Collantes de Terán intuyó en su tesis doctoral del año 1957 (publicada en 1977) que la zona inicial de ocupación del solar de Išbīliya se encontraba en lo que él llamó la Sevilla de la cota 14 26. La investigación geoarqueológica de la ciudad de Sevilla que arranca a fines de los años 80, a propósito de la intervención arqueológica llevada a cabo en la Isla de la Cartuja, ha dado las claves para el conocimiento de la evolución de la ribera del Guadalquivir a su paso por la ciudad, de manera que a partir de entonces este tipo de analíticas se impusieron en sucesivas intervenciones en edificios de carácter monumental como el Parlamento de Andalucía, el Alcázar de Sevilla o el antiguo barrio de San Juan de Acre, entre otros 27. Gracias a estos estudios ahora podemos realizar «una valoración bastante ajustada acerca de la evolución paleogeográfica reciente de la urbe sevillana [...]» 28. Obteniendo como resultado la evolución paleohidrográfica del Guadalquivir desde el inicio de los tiempos… En cuanto al periodo que a nosotros nos interesa, el siglo XI, es evidente que la zona urbanizada y su expansión a causa del desbordamiento de la ciudad está fuertemente condicionado por la hidrología y la topografía. Así nos J. L. Villar: Al-Andalus y las fuentes del oro, p. 247. Susana Calvo Capilla: «El arte de los reinos Taifas: ruptura y tradición», Anales de Historia del Arte, núm. extra 2 (2011), pp. 69-92 y p. 86. 26 F. Collantes de Terán Delorme: Contribución al estudio de la topografía sevillana en la Antigüedad y en la Edad Media. Sevilla, 1977. pp. 30-7 páginas dedicadas al estudio geológico del río Guadalquivir en su curso bajo. 27 M.ª Ángeles Barral Muñoz: Estudio geoarqueológico de la ciudad de Sevilla. Sevilla, 2009. M.ª Ángeles Barral y Francisco Borja: «La secuencia geoarqueológica de San Juan de Acre en el contexto de la evolución paleogeográfica del meandro de Sevilla durante los dos mil últimos años» en Araceli Rodríguez y Vicente Aycart (eds.): San Juan de Acre. La historia recuperada de un barrio de Sevilla, Sevilla. pp. 89-98. 28 Francisco Borja Barrera: «Geoarqueología urbana en Sevilla» en J. Beltrán Fortes y O. Rodríguez Gutiérrez (coords): Sevilla Arqueológica. La ciudad en época protohistórica, antigua y andalusí. Sevilla, 2014, pp. 276-303. 24 25 La Sevilla ‘abbÃdí 185 Fig. 3. Planos de Sevilla con la evolución de la llanura aluvial, donde la letra e es la que corresponde al siglo XI-XII. En F. Borja, C. Borja, A. Jiménez y E. García Vargas: «Evolución de la llanura aluvial del bajo Guadalquivir durante el Holoceno medio-superior. Geoarqueología…», pp. 371-420 encontramos con una llanura aluvial formada por depósitos fluviales (arenas, limos y arcillas) 29, que experimenta un permanente engrosamiento a propósito de su antropización y una zona sobre elevada en la margen izquierda del Guadalquivir cuyo origen está en una terraza fluvial del Pleistoceno superior a unos 8 o 9 metros por encima del nivel del río, lo que le permitía librarse de las inundaciones del río, que es el origen de la ciudad de Sevilla. Por tanto, el ámbito de la ciudad taifa se circunscribe al área del promontorio original y, como vemos en la imagen, su única expansión posible es hacia el norte y muy poco hacia el sur (fig. 3). 29 F. Borja y M.ª A. Barral: «Urbe y Vega de Sevilla. Estudio geoarqueológico», pp. 105-7. 186 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez — El movimiento del río hacia el oeste debió iniciarse después del siglo VIII y antes de mediados del siglo X para encontrarse en plena actividad durante el siglo XI. Así, durante el periodo tardorromano a plenomedieval el cúmulo de muestras realizadas a día de hoy permite afirmar que existió un único canal que fue desplazándose de este a oeste 30. — El desdoble del canal principal y el brazo secundario se produce entre los siglos IX al XI, siendo el principal el que pasaba por la ciudad actual. — Entre los siglos XI y XII el antiguo canal secundario pasa a convertirse en el principal y pieza clave en ese proceso fue la construcción de la muralla almohade por el lado del río. A partir de entonces la antigua llanura aluvial pasa a convertirse en un humedal con lagunas y vertederos resultado con un uso de carácter marginal 31. 3. Las evidencias de la ciudad del siglo XI La ciudad del siglo XI era evidentemente la heredera de la urbe romana y omeya (emiral y califal). Estamos, por tanto, ante una ciudad de origen clásico que durante la romanidad tardía y los primeros siglos de la Alta Edad Media fue cristianizada; para después de la conquista musulmana del 712 ser islamizada. Ya hemos publicado en otras ocasiones que el proceso de islamización fue lento, de hecho la primera mezquita mayor no se construyó hasta el 214/829-30 32. No es mucho lo que sabemos actualmente de la ciudad del siglo XI, de la época taifa (401-484/1010-1091). Las fuentes árabes no son especialmente ricas en información sobre el urbanismo de la ciudad de Sevilla durante las primeras taifas, aunque todavía está pendiente espigar todas aquellas referencias a hechos y lugares que aparecen en los diferentes textos, especialmente los procedentes de las poesías de los reyes de la dinastía abbadí, al-Mu‘ta¢id y, especialmente, al-Mu‘tamid 33. A todo ello hay que añadir el tratado de æisba de Ibn ‘Abdūn, redactado a comienzos del siglo XII, el cual nos ofrece numerosos detalles sobre la vida cotidiana de la ciudad que sin duda podemos retrotraer a la etapa ‘abbādí 34. F. Borja: «Geoarqueología urbana en Sevilla», p. 298. F. Borja: «Geoarqueología urbana en Sevilla», pp. 300-301. 32 Magdalena Valor Piechotta: «From Hispalis to Isbilya. The transformation from urbs to madina», en Medieval Europe 1992. International Conference of Medieval Archaeology. York, 1992, I, pp. 49-62. 33 P. Lirola: Al-Mu‘tamid y los Abbadíes. 34 Emilio García Gómez y Évariste Levi Provençal: Sevilla a comienzos del siglo XII. El tratado de Ibn ‘Abdūn. Sevilla, 1992. 30 31 La Sevilla ‘abbÃdí 187 Los resultados de la arqueología urbana de Sevilla tampoco ofrecen por el momento una imagen clara de lo que fue aquella ciudad del siglo XI y de lo que significó su transformación en capital de un vasto y rico reino. Las causas de esta situación son varias: la desconexión entre los arqueólogos que intervienen en la arqueología urbana, lo que impide una visión de conjunto de los resultados; la incapacidad en algunos casos para datar vestigios de estos periodos, así hasta los años 90 todo lo islámico era simplemente datado como «árabe»; finalmente, las excavaciones urbanas no necesariamente llegan a suelo virgen y comúnmente sólo a los 3,5 metros de profundidad, de manera que los niveles de ocupación más antiguos quedan sin documentar. Nuestro punto de partida es una hipótesis que se plantea en la monografía de Los Reinos de Taifas publicada por Guichard y Soravia «Es posible que la organización urbana hubiera adquirido, en el siglo XI, la forma de la “ciudad islámica” tradicional, estructurada en torno a [...] las casas con patio interior protegiendo [...] la intimidad de una familia [...]. Al mismo tiempo, una organización de calles secundarias en las que destacaban los adarves [...]. Barrios residenciales relativamente autónomos y una mezquita principal que servían de centro polarizador y de espacios de artesanos y comerciantes reagrupados en zocos, aspectos [...] que conocemos bien en torno al año 1100 gracias al importante tratado de hisba del jurista Ibn ‘Abdūn» 35. No nos cabe duda de que en la Išbīliya del siglo XI ya existiera la organización de la «ciudad islámica tradicional»; y, que además ésta debió ser una etapa de esplendor de la madīna. Los reyes ‘abbādíes crearon una corte que emulaba a la de Córdoba, citándose en las poesías de su último rey al-Mu‘tamid los palacios y las bellezas de la ciudad. Sin embargo, de aquella ciudad del siglo XI apenas conocemos más que algunos retazos, en su mayoría detectados en estos últimos decenios a través de excavaciones arqueológicas 36. La identificación de esta ciudad pre-almohade podemos barruntarla siguiendo una división en sectores del casco histórico que propusimos en el año 2004 Miguel Ángel Tabales y una de nosotras 37. Entonces, el casco histórico (espacio intramuros) se dividió en cuatro sectores (fig. 4), atendiendo a su trama urbana como principal criterio, encontrándonos con la siguiente situación: P. Guichard y B. Soravia: Los reinos de taifas, p. 188. M. Valor y J. Ramírez: «Las defensas de Sevilla», pp. 89-90. 37 Magdalena Valor Piechotta y Miguel Ángel Tabales Rodríguez: «La estructura y evolución del casco histórico de Sevilla en época andalusí: Sevilla de medina a hadira». La ciudad en el Occidente islámico medieval (CSIC y Universidad de Granada, 8-9-10 de noviembre 2004). Granada, 2004. Pre-printed papers, cap. X. 35 36 188 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez Fig. 4. Plano del espacio intramuros de Sevilla con sectores señalados según M. Valor y M. A. Tabales en «La estructura y evolución del casco histórico de Sevilla en época andalusí: Sevilla de medina a hadira» Sector 4. Sector de la ciudad en el que no abundan las excavaciones arqueológicas. Las pautas geomorfológicas en la mitad sur de este sector se caracterizan por ser un medio palustre en el que la acumulación de limos es predominante, tan sólo en el área próxima al promontorio original se detecta un primer nivel de ocupación en el siglo XI. La trama urbana en esta zona parece ya moderna debido a la implantación en la zona de los grandes conventos de San Francisco y San Pablo, al tiempo que la urbanización también moderna de la llamada laguna de la Mancebía situada en el extremo suroeste del sector 38. Sector 3. El flanco noroeste del recinto amurallado urbano fue ganado al río no antes de fines del siglo XII. Las estratigrafías detectadas en numerosos puntos de las antiguas collaciones de San Vicente y San Lorenzo nos muestran un potente sustrato de limos fluviales sobre los que aparecen tímidamente fosas a fines del XII, rellenas con 38 M. Valor y M. A. Tabales Rodríguez: «La estructura y evolución del casco histórico de ...». La Sevilla ‘abbÃdí 189 escombros de material cerámico muy fragmentario y, donde sólo a comienzos del siglo XIII parece iniciarse la construcción de estructuras arquitectónicas. Los edificios estudiados estratigráficamente: monasterio de San Clemente, convento de Santa Clara, los baños de la Reina Mora o San Juan de Acre junto con diversas excavaciones de viviendas, atestiguan esta colonización tardía del espacio, que sólo llegará a ocuparse con mayor intensidad durante los siglos XIV y XV. En efecto, este sector contaba «con grandes espacios vacíos» todavía en 1248, siendo donado en el Repartimiento a diversas órdenes religiosas y órdenes militares 39. Como ya quedó reflejado en la publicación de Valor y Tabales de 2004, las intervenciones arqueológicas en este sector han propiciado un intenso debate en la arqueología sevillana 40. Hasta el año 90 se propone una ocupación agrícola desde el siglo XI hasta que con los almohades se urbaniza el sector con un trazado hipodámico. A partir del año 1991 (que es cuando algunos arqueólogos comienzan a usar el método Harris en sus excavaciones arqueológicas), se identifica bajo el monasterio de San Clemente una zona palustre, con ocupación agrícola «temporal» asociada a un gran edificio almohade. El sistema hipodámico implantado en esta zona a partir de la segunda mitad del siglo XII ha sido puesto en relación con la implantación de un sistema de irrigación; esta interpretación surgió con las excavaciones arqueológicas de los años 90. Sin embargo, nuestra propuesta es totalmente la contraria, pensamos que se trataba no de un sistema de irrigación, sino por el contrario de un sistema de drenaje, donde las acequias principales corrían en dirección este-oeste y las secundarias norte-sur 41. La tipología de la implantación es prácticamente la misma (acequias, canales, pozos, norias, cangilones, cántaros, etc.), pero la función es justamente la contraria. Nos encontramos en una llanura palustre, inundable, donde la muralla actuaba como un muro de defensa frente al agua, de hecho han sido encontrados cubos de tapial en el interior del recorrido de la cerca (fig. 5). La cuestión es que las acequias que desembocaban en el río evacuando las aguas del drenaje y de lluvia, acabaron convirtiéndose en los colectores o alcantarillas del barrio ya colonizado durante la Baja Edad Media y en época Moderna. Antonio Collantes de Terán Sánchez: Sevilla en la Baja Edad Media. La ciudad y sus hombres. Sevilla, 1977. p. 69. 40 M. Valor y M. A. Tabales Rodríguez: «La estructura y evolución del casco histórico de...». 41 Magdalena Valor Piechotta: «Sevilla la capital de al-Andalus bajo los almohades» en G. Ciotta (ed.) Al-Ándalus (711-1248). Archittetura e rinnovamento urbano. Bilancio storiografico e prospettive di ricerca. Atti del Convegno Internationale Genova 17-19 marzo 2015 e 27 maggio 2015. 2017, pp. 308-341. 39 190 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez Fig. 5. Estribo de tapial adosado a la cara interna de la muralla hallado en calle Torneo núm. 23 (antiguo almacén de Rocalla). Foto: Magdalena Valor A partir de 1995, numerosas excavaciones estratigráficas demuestran que la ocupación de este espacio no comenzó a producirse hasta la segunda mitad del siglo XII y cómo la trama urbana actual se remonta a estas fechas, lo que quedó demostrado en el convento de Santa Clara o en el monasterio de San Clemente 42 y, en la calle Teodosio 44 y 46 43, entre otros. A estas evidencias hay que añadir el estudio geomorfológico realizado a partir de catas arqueológicas y cortes geotécnicos en el solar de San Juan de Acre que ha permitido identificar este sustrato palustre que comienza a desecarse a partir de la construcción de la muralla por el lado del río 44. No obstante, los arqueólogos directores de esta intervención parece que detectaron una ocupación vinculada a la agricultura del siglo XI, insistiendo en la hipótesis Pablo Oliva Muñoz y Miguel Ángel Tabales Rodríguez: «De Palacio a Monasterio. Génesis y transformación del Real Monasterio de Santa Clara de Sevilla», Arqueología de la Arquitectura, 8 (2011), 141-162, espec. p. 143 43 Juan Carlos Pecero Espín y Andrés Moreno Rey: «Intervención arqueológica en la calle Teodosio 44 y 46, Sevilla». Anuario Arqueológico de Andalucía/1996. 2001, III, pp. 595-607. 44 M,ª A. Barral y F. Borja: «La secuencia geoarqueológica de San Juan de Acre...», pp. 89-98. 42 La Sevilla ‘abbÃdí 191 heredada que más arriba hemos mencionado y no demostrada hasta la fecha. En efecto, en el sector excavado del barrio de San Juan de Acre se recuperó un número abundante de cangilones, cántaros y jarros que llevó a sus autores a identificar el uso agrícola del solar. También se identificaron dos muros arrasados que fueron datados a fines del siglo XI, fechándose el inicio de las labores agrícolas en esta misma fecha, correspondiendo las primeras construcciones de entidad en los siglos XII-XIII 45. Sector 2. Sector en el que son numerosas las excavaciones arqueológicas, concentrándose especialmente en el eje de las calles Bustos Tavera y San Luis, que corresponde a la prolongación al exterior de la calle mayor de la ciudad medieval. Parte de este sector, en torno a las calles San Luis y Bustos Tavera se sitúa sobre el promontorio original y es en torno a ella donde se han localizado desde lo que se interpreta como villae romanas y también almunias, insistiéndose por parte de los arqueólogos en el uso agrícola del suelo. La zona septentrional de este sector era una zona palustre y baldía en la que apenas hay una ocupación marginal hasta la construcción de la muralla almohade; mientras que en la zona próxima a la ciudad encontramos el registro de viviendas aisladas, que por disponer de alberca y estar asociadas a tierra de cultivo se interpreta como función agrícola. Los hallazgos más significativos de la época taifa son: — La constatación de la presencia de estructuras arquitectónicas en torno a la prolongación de la calle mayor (San Luis y Bustos Tavera). — La necrópolis de los siglos X y XI excavada en las inmediaciones de la parroquia de San Martín. — Inscripción de I‘timād que conmemora la reparación de una mezquita en San Juan de la Palma. — La calificada como almunia taifa detectada bajo la Casa-Hermandad de San Julián. La necrópolis de origen omeya, permaneció en uso durante el siglo XI y fue abandonada en el siglo XII 46, aunque en el viario se mantuvo como una manzana Araceli Rodríguez Azogue y Fernández Flores: «El sector en época islámica. Siglos Los inicios del urbanismo», en A. Rodríguez y V. Aycart (eds.): San Juan de Acre. La historia recuperada de un barrio de Sevilla…, pp. 19-39. 46 Elena Vera Cruz, Elisabet Conlin Hayes y Juan Manuel Guijo Mauri: «Intervención arqueológica de urgencia en el solar sito en la calle Lerena núm. 12 de Sevilla», Anuario Arqueológico de Andalucía/1998. 2001, III, pp. 689-696. Elena Vera Cruz e Inmaculada Carrasco Gómez: «Intervención arqueológica de urgencia en el solar sito en la calle Alberto Lista núm. 7 de Sevilla», Anuario Arqueológico de Andalucía/2000. 2001, III.2, pp. 932-941. Urbano López Ruiz: «El cementerio islámico de la Alameda de Hércules de Sevilla: Últimos hallazgos», Caetaria. 6-7 (2009), pp. 255-276. 45 XI-XIII. 192 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez autónoma hasta la modernidad. Se encontraba extramuros y en una de las terrazas del cauce principal del río Guadalquivir, de manera que de los cuatro niveles de tumbas registrados, los primeros tenían las fosas excavadas directamente en los limos vírgenes, aunque también en algunas fases posteriores y debido a inundaciones vuelven a registrarse nuevas capas de limos. El estudio paleoantropológico de ochenta y cuatro individuos detectados ha permitido saber que la edad de muerte de las mujeres oscila entre los dieciocho y los treinta y cinco años, mientras que en los hombres entre treinta y cinco y cincuenta años. La edad media de vida para los hombres era de cuarenta y dos años, y para las mujeres los treinta y nueve años. La mortalidad infantil entre los cero y tres años es del 75 por ciento. El ritual de enterramiento es el musulmán y la tipología de tumbas es variada, la más común es la fosa simple con una cama de tierra apisonada con cerámica y cubierta de teja. La abundancia de cerámica junto con la aparición de una inscripción funeraria califal es lo más destacable. La única mezquita de barrio de este sector que cuenta con evidencia material del siglo XI por ahora es la actual parroquia de San Juan de la Palma 47, situada al norte de la ciudad, asociada a un baño próximo. La inscripción se conservó en la torre campanario de la iglesia hasta 1868, se trata de seis líneas con las que se conmemora la construcción de un alminar por orden de I‘timād al-Rumakiyya, esposa de al-Mu‘tamid en el año 478/1085 48. Otra evidencia en este sector 2 corresponde al hallazgo parcial de un patio con alberca y pinturas murales bajo la Casa-hermandad anexa a la parroquia de San Julián. El criterio aportado por sus excavadores para su datación en el siglo XI es «la opinión de los expertos» sin añadirse nada más, sin embargo Juan Antonio García Granados nos señala el claro paralelismo que existe con pinturas halladas en el palacio de la Aljafería de Zaragoza. La fase de ocupación taifa quedó parcialmente arrasada o reaprovechada en época almohade, de manera que este patio ajardinado sólo pudo ser explorado parcialmente 49 (fig. 6). Sector 1. La zona con ocupación más antigua y en la que esta ciudad tiene su origen: se detecta una trama urbana romana radicalmente transformada en época omeya que se ha mantenido sin solución de continuidad hasta la actualidad en algunos puntos. Diego Oliva Alonso, M.ª Eugenia Gálvez Márquez y Rafael Valencia Rodríguez: «Fondos epigráficos del Museo Arqueológico de Sevilla», Al-Qantara. 1985, VI, 451-67, pp. 462-463. 48 Diego Oliva Alonso y M.ª Eugenia Gálvez Márquez: «Epígrafe conmemorativo», en Alfredo José Morales Martínez (coord): Metropolis Totivs Hispaniae. 750 Aniversario de la incorporación de Sevilla a la Corona Castellana, Madrid. 1998, pp. 184-185. 49 Manuel Luque, Pedro J. Moreno, Elisa Navarro, Zsafer Kalas, Fátima Balda y Daniel López: «Intervención arqueológica preventiva Plaza de San Julián 2-4, Sevilla», Anuario Arqueológico de Sevilla/2005, 2010, II, 3056-3067, pp. 3064-3065. 47 La Sevilla ‘abbÃdí 193 Fig. 6. Detalles pinturas murales de una alberca hallada en el solar de la Casa Hermandad de la Hiniesta junto a la parroquia de San Julián. Foto: Pilar Lafuente, 2011 Es en este sector donde se localizan las escasas evidencias que se conservan de la Isbiliya omeya. Se trata de la primera mezquita aljama de la ciudad, la de Ibn Adabbas, hoy Iglesia Colegial del Divino Salvador, de la que se conserva su epígrafe fundacional en el fuste de una de sus columnas. Gracias a él sabemos que fue levantada en tiempos del emir omeya ‘Abd al-Raæmān II, en el 829-830 50. El antiguo æaram fue demolido a fines del siglo XVII y de él sólo se conserva emergente parte del alminar y elementos arquitectónicos como capiteles y fustes de columna en el patio adyacente a la iglesia barroca. La última intervención arqueológica del año 2004-07 ha permitido reconocer las dimensiones reales del templo musulmán y su proceso de cristianización 51. 50 Manuel Ocaña Jiménez: «La inscripción fundacional de la mezquita de Ibn Adabbas en Sevilla», Al-Andalus, XII (1947), pp. 145-151. 51 Estos trabajos por el momento sólo han sido parcialmente objeto de publicación, caso del artículo Fernando Amores, Manuel Vera, Álvaro Jiménez, M.ª Rocío López y Juan Carlos Pecero: «Intervención arqueológica en la iglesia del Divino Salvador (Sevilla). El templo medieval y moderno», Anuario Arqueológico de Andalucía/2004. 2009. pp. 3390-3404. 194 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez En lo que al siglo XI se refiere, como única evidencia se conserva un epígrafe que conmemora la reparación de la parte alta del alminar que se había desplomado 52 por un terremoto durante el reinado de al-Mu‘tamid en 1079-80 . Información de gran valor sobre el funcionamiento de esta mezquita nos la ofrece el tratado de æisba de Ibn ‘Abdūn 53. Otra evidencia pre-almohade la encontramos al este del templo actual, donde encontramos un conjunto de calles estrechas y rectas que confluyen hacia el lugar de culto, conservándose topónimos como «Alcaicería de la Loza», lo que hace pensar que se trate del zoco pre-almohade 54. A través de las fuentes árabes sabemos que al sur del templo se encontraba el palacio del gobernador, que fue amurallado a fines del siglo IX como consecuencia de las revueltas locales frente al poder de Córdoba. La muralla del palacio, según las fuentes árabes, llegaba hasta la sala de oración de la mezquita, por tanto ésta sólo era accesible a los fieles desde el patio. Según Al-Bakrī en el año 276/889-890, el gobernador de la ciudad Umāyya bin ‘Abd al-Gāfir «hizo levantar una muralla [...] [que llegaba] hasta la entrada de la mezquita aljama. La muralla incluía la alcazaba del gobernador cuya puerta se conoce como Bāb Æamīda que da al cementerio de los Alfareros» 55. Precisamente al sur del solar de la mezquita se detectaron unas termas romanas, probablemente reutilizadas para la primera de las residencias del gobernador de época omeya conocidas en la ciudad 56. Al-Bakrī refiere también la construcción en piedra de un qa§r o dār al-Imāra en la periferia de la ciudad, edificio que la historiografía sevillana había identificado tradicionalmente con el recinto I del Alcázar, aunque hoy sabemos que es posterior gracias a la arqueología 57. La cita de Al-Bakrī refiere que la ciudad conquistada, en el 301/913-4 por las tropas del todavía emir ‘Abd al-Raæmān III, fue castigada con la D. Oliva, M.ª E. Gálvez y R. Valencia: «Fondos epigráficos…», pp. 460-462. Magdalena Valor Piechotta: «La mezquita de Ibn Adabbas. Estado de la cuestión». Estudios de Historia y Arqueología Medievales. 1993, IX, pp. 288-314. 54 M. Valor: «From Hispalis to Isbilya». p. 52. 55 Rafael Valencia Rodríguez: «El espacio urbano de la Sevilla árabe», Premios Ciudad de Sevilla de Investigación 1986. Sevilla. 1988, 240-293. p. 164. Magdalena Valor Piechotta: La arquitectura militar y palatina en la Sevilla musulmana. Sevilla, 1991, pp. 39-40. 56 M. Valor: La arquitectura militar, pp. 67-69. 57 Una actualización más reciente de esta cuestión en Miguel Ángel Tabales Rodríguez: Excavaciones arqueológicas en el Patio de Banderas. Alcázar de Sevilla. Memoria de investigación 2009-2014. Sevilla. 2015. pp. 233- 263; Pierre Guichard: «Les villes d’al-Andalus et de l’Occident musulman aux prémiers siècles de leur histoire. Une hypothèse récente», en P. Cressier y M. García-Arenal (eds.): Génèse de la ville islamique en al-Andalus et au Magreb occidental. Madrid, 1998, pp. 37-52 y pp. 50-51. 52 53 La Sevilla ‘abbÃdí 195 Fig. 7. Plano del casco histórico de Sevilla con las sucesivas ampliaciones del área urbanizada y amurallada desde siglo X hasta mediados del siglo XIII. M. Valor, M. A. Tabales: «La estructura y evolución del casco histórico de Sevilla…» demolición de la muralla urbana ordenándose la construcción de «el antiguo alcázar llamado Dar al-Imara fortificado [...] con un muro de piedra alto y torres inaccesibles [...]» 58. Alcázar cuya localización desconocemos por el momento. En el ámbito meridional de este sector 1 (actual barrio de Santa Cruz) ha sido identificada una ampliación de época taifa, con reformas posteriores almohades, convirtiéndose esta zona a partir del siglo XI en la sede del gobierno y residencia de la dinastía abbadí y más adelante de la almohade, detectándose un proceso de ampliaciones en el alcázar y en la muralla urbana, que arrancando del siglo XI acaba en el siglo XIII (fig. 7) 59. AbŒ ‘Ubayd al-BAKR‡: Geografía de España (Kitāb Al-Masālik wa-l-Mamālik). Introducción. Traducción, notas e índices de Eliseo Vidal Beltrán. Zaragoza, 1982, pp. 33; M. Valor: La arquitectura militar y palatina, pp. 41. 59 M. Valor y M. A. Tabales Rodríguez: «La estructura y evolución del casco histórico…». 58 196 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez Hasta entonces el ámbito meridional había funcionado como necrópolis cristiana, y así debió seguir comportándose hasta época muy avanzada del siglo XI, área cementerial que seguramente debía estar vinculada a la basílica aparecida bajo el Patio de Banderas. Así, desde la Plaza de la Virgen de los Reyes la función de necrópolis, pero también de basurero y muladar están atestiguadas hasta que el espacio comenzó a ocuparse en el siglo XI. También de los inicios de esta centuria son los indicios de ocupación más antiguos en el Alcázar en forma de arrabal, localizados bajo los llamados Baños de María de Padilla y el palacio de Pedro I; se trata de un alfar en producción en los primeros decenios del siglo XI, que se abandonó después de la construcción del palacio ‘abbādí 60. Por tanto, en el ámbito sur de la ciudad taifa, en la zona llamada por al-flalā la explanada de Ibn Jaldún se ha localizado un amplio arrabal datado en el siglo XI que se ha ido documentado a lo largo del tiempo bajo la Catedral, el Archivo de Indias, el Jardín Inglés del Alcázar y finalmente también bajo el Patio de Banderas. Este barrio pervivió poco más de un siglo, hasta que en la época almohade fue arrasado a propósito de la remodelación que experimentó este sector de la ciudad a partir del 1171 61. Este nuevo arrabal que en buena parte acaba siendo arrasado en el mismo siglo XI con la construcción de los nuevos recintos palatinos de la corte abbadí, es el llamado palacio de Ibn ‘Abbād por los cronistas árabes y palacio de al-Mubarak en las poesías del rey al-Mu‘tamid en su destierro de Agmāt. La datación del arrabal sur como anterior a las construcciones del recinto amurallado y el palacio es una constatación que se produjo en la excavación arqueológica del Patio de Banderas entre los años 2009 y 2012, donde se detectaron unos 500 metros cuadrados de urbanismo islámico. Los edificios localizados se ordenan en torno a dos calles, una de 3,5 metros de anchura en dirección noroeste-sureste y oblicua al Patio, en cuyo centro discurría una alcantarilla que recogía las aguas sucias de las viviendas 62. El urbanismo de este arrabal se caracteriza por una trama orgánica de calles estrechas principales y secundarias dotadas de red de alcantarillado, donde las viviendas de planta irregular se ordenan en torno a un patio deprimido. La cocina, letrinas y salones perimetrales aparecen como espacios diferenciados en torno al patio. Se han detectado Miguel Ángel Tabales Rodríguez: «Algunas notas sobre el urbanismo islámico antiguo en el sector meridional de Sevilla», en La Catedral en la ciudad. De Isidoro a Abd al-Rahman III. Avla Hernán Rviz. Sevilla, 2006, pp. 181-216, pp. 183 y 187. 61 M. Valor y M. A. Tabales: «La estructura y evolución del casco histórico de Sevilla…». A lo que hay que añadir la extensa y prolija bibliografía sobre el tema de Miguel Ángel Tabales. 62 Miguel Ángel Tabales Rodríguez: «Origen y alcázar islámico». Apuntes del Alcázar. 2013, pp. 94, 117. 60 La Sevilla ‘abbÃdí 197 diversas reformas hasta su amortización a fines del siglo XI o comienzos del siglo XII. Estas casas fueron arrasadas al construirse el primer recinto del Alcázar y el gran palacio interior 63. Se trata de una calle urbanizada oblicua al patio actual con tres viviendas, dos de ellas excavadas al completo y el patio de una tercera. Las tres tenían patio con arriate deprimido y andén perimetral. La vivienda este (núm. 6) tiene unos 50 metros cuadrados con dos crujías en forma de L al norte y este, compuesta por salón principal, posible cocina, despensa y letrina. La vivienda 4 de 35 metros cuadrados se compone de una estancia cuadrangular y un pequeño patio con arriate deprimido 64. El primer recinto del alcázar puede ser identificado con el palacio de Ibn ‘Abbād de las crónicas árabes, donde este topónimo aparece mencionado en varias ocasiones. La referencia más antigua a este edificio es del año 426/1034-5, fecha en la que se instala en él el supuesto último califa de Córdoba Hišām II. Otra noticia hace referencia al año 474/1081-82, cuando el rey Alfonso VI de Castilla con su ejército se instaló en Triana y frente a este palacio, situado al borde del Guadalquivir. Más adelante, en el 557/1161-62 el qā¢ī levantino Ibn °a‘far que se había hecho fuerte en Carmona fue sometido y conducido a Išbīliya para ser crucificado en el Arenal, «bajo el castillo de Ibn ‘Abbād». Un decenio más tarde sabemos que el hijo de Ibn Mardanīš, Hilāl, cuando en 567/1171-2 acudió a la corte sevillana para pedir perdón fue alojado «en el magnífico y amplio palacio de Ibn ‘Abbād en Sevilla [...]». A esta primera cerca palatina, bajo el califato almohade se añadieron numerosos recintos fortificados también formando parte del alcázar y, esto fue lo que permitió que parte de la muralla del palacio de Ibn ‘Abbād, en el año 584/1188-89 durante el reinado del Abū Ya‘qūb Yūsuf, fuera convertida en cantera para la construcción del alminar de la nueva mezquita aljama. Después de la conquista cristiana y bajo el reinado de Alfonso X se mantendría este topónimo, así fue en el palacio de Ibn ‘Abbād donde se alojó el rey de Granada Ibn al-Aæmar cuando acudió a entrevistarse con el rey castellano en el 662/1263-4 65. Aparte de la cronística árabe, encontramos otra fuente escrita de gran valor histórico, todavía no lo suficientemente explotada, se trata de las poesías de la corte taifa sevillana, en especial del rey al-Mu‘tamid, en las que se citan una serie de pala- Miguel Ángel Tabales Rodríguez y Cristina Vargas Lorenzo: «El origen del Alcázar de Sevilla. Nuevas aportaciones desde la Arqueología», en F. Roldán Castro (ed.): Culturas en al-Andalus. Sevilla, 2015, pp. 195-220. 64 Miguel Ángel Tabales Rodríguez: «Investigaciones arqueológicas en el Alcázar de Sevilla. El subsuelo del Patio de Banderas entre los siglos IX y XII d.C.», Apuntes del Alcázar, 8- 53 (2012), pp. 40-41. M. A.Tabales: Excavaciones arqueológicas en el Patio de Banderas. Alcázar…, pp. 233- 263. 65 M. Valor: La arquitectura militar, pp. 45-46. 63 198 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez cios, que los investigadores se afanan en identificar, estos son: El ya mencionado de Qa§r al-Mubarak (el bendito), que es el edificio más citado, localizado con seguridad en el interior del recinto I del Alcázar. También en este entorno debía encontrarse el llamado al-Mukarram (el venerado) y también la Dār al-Imāra (la casa del gobierno) o al-Qa§r al-Qadīm (el alcázar antiguo). El palacio de al-Mubarak, no identificado con exactitud hasta el momento, fue construido en su núcleo inicial por al-Mu‘ta¢id, convirtiéndose en el más célebre de los palacios ‘abbādíes por su grandeza y sus ricos adornos. Estaba junto al antiguo palacio [al-Mukarram], quizá formando un mismo conjunto. «Al-ˇurayya (las Pléyades) ocuparía el corazón de al-Mubarak [...]. Este pabellón central estaba recubierto por una espléndida cúpula que daría nombre al edificio [...]. Al-Mubarak contaba con una alberca que tenía en uno de sus lados un bello surtidor de plata en forma de elefante que expulsaba agua por la trompa. Este surtidor [...] fue descrito, junto con otros detalles de techos y paredes [...] como parte de al-Zahīr (el espléndido), por lo que es de suponer que esta dependencia pertenecía también al conjunto de al-Mubarak [...]». Al-Zahīr estaría algo más alejado del núcleo principal de al-Mubarak. Era el palacete favorito de al-Mu‘tamid para su uso particular y en él nos consta que celebraba sus fiestas íntimas. Fue construido entre alamedas y olivares en la orilla del río. Tenía un salón superior con una cúpula llamada Sa‘d al Su‘ūd (la felicidad suprema) que se asomaba a otra finca de recreo, el Qa§r al-Zahīr o Æi§n al-Zahīr (el alcázar o la fortaleza resplandeciente) que estaba frente a él. Al-Wāæid (el solitario o el inigualable), este sería un palacete que quizá estuviera aislado del conjunto, pero posiblemente también formando parte de al-Mubarak. Hay otra dependencia cuyo nombre podría ser Dār al-Muzayna, Dār al-Mazīna o Dār al-Muzayniya, lugar que sería una especie de almunia o pabellón de recreo en medio de un vergel, casa cubierta por el ramaje de árboles [...] posiblemente dentro de los jardines de palacio, en la que al-Mu‘tamid se reunía con sus allegados para divertirse. Entre esos inmensos jardines se encontraba al-Raw¢a, la rauda o el jardín, que estaría en unos de sus rincones, donde fueron enterrados al-Mu‘ta¢id y sus antecesores. En las fuentes se cita también Dār al-Mulk (sede del poder o palacio real), en el que al-Mu‘tamid despachaba los asuntos de Estado. Esta dependencia podría formar parte también de al-Mubarak, pero quizá se trataba del palacio de al-Mukarram remozado 66. Las investigaciones llevadas a cabo bajo la dirección de Miguel Ángel Tabales desde 1997 han permitido conocer la cronología y los procesos constructivos del Real Alcázar de Sevilla y, en particular, de los recintos I y II que son los que nos constan fueron construidos durante el siglo XI. Es en la intervención llevada a cabo en el Patio 66 P. Lirola: Al-Mu‘tamid y los Abadíes. El esplendor del reino de Sevilla…, pp. 165-166. La Sevilla ‘abbÃdí 199 de Banderas entre los años 2012-14 donde se han producido novedades importantes al respecto que se refieren a: — El recinto amurallado: de planta cuadrangular y 8.600 metros cuadrados de superficie erigido sobre una elevación del promontorio original 67. Esta intervención ha permitido realizar un estudio detallado del proceso constructivo de la muralla y de una de las torres 68. En efecto, en una de las torres de la cerca a las que se adosa el gran palacio, se ha descubierto en su cara interior una gran abertura que da acceso a una pequeña cámara, cubierta por una bóveda de aproximación de hiladas, en cuyo pavimento hay una apertura cuadrangular que parece llegar con forma de pozo hasta la base de la torre que su descubridor (Tabales Rodríguez) la denomina «buzón» 69. Otra novedad es el hallazgo de un enlucido en la fase fundacional que imitaba un falso despiece de sillares (rojo y ocre), ya identificado anteriormente en otras partes del recinto, al que en una fase posterior de cronología andalusí se superpone otro espigado de color blanco y más tosco; superposición de enlucidos que demuestra las dos fases constructivas islámicas de la fortaleza ya detectadas en otros puntos de este mismo amurallamiento 70. El recinto II englobaría el espacio donde se construyó el Palacio Gótico de Alfonso X y el recinto III en torno al palacio de la Casa de Contratación, de proporciones idénticas al palacio grande detectado en el recinto I (vide fig. 8) 71. Cuando se produjo la ampliación hacia el sur del recinto I el barrio de casas se mantuvo al menos hasta que el nuevo recinto fue acabado. Las casas y calles del barrio ‘abbādí fueron reformados al menos dos veces durante la primera mitad del siglo XII 72. La cronología de estos dos primeros recintos es de fines del siglo XI o comienzos del XII, citando Tabales la hipótesis de que el recinto I fuera erigido por al-Mu‘ta¢id y el II por al-Mu‘tamid, alcanzando entre los dos un total de 2 hectáreas 73. Estos nuevos recintos palatinos se unieron con la muralla urbana 74, a través del lienzo que partiendo de la hoy llamada M. A.Tabales: «Algunas notas sobre el urbanismo islámico antiguo en el sector...», pp. 207. M. A. Tabales: «Origen y alcázar islámico», p. 144. 68 Miguel Ángel Tabales Rodríguez y Cristina Vargas Lorenzo: « La Arqueología en el Alcázar de Sevilla. Nuevos estudios en el recinto primitivo e investigaciones derivadas de hallazgos casuales (2012-2014)». Apuntes del Alcázar. 2014, 9-59, pp. 17-21. 69 M. A. Tabales y C. Vargas: « La Arqueología en el Alcázar de Sevilla. Nuevos estudios...». pp. 19, Figs. 6 y 7; Láms. 4 y 5. 70 M. A. Tabales y C. Vargas: «La Arqueología en el Alcázar de Sevilla. Nuevos…», p. 21. 71 M. A. Tabales: «Origen y alcázar islámico». pp. 103-104. 72 M. A. Tabales: «Origen y alcázar islámico», p. 106. 73 M. A. Tabales: «Origen y alcázar islámico», p. 108. 74 Miguel Ángel Tabales Rodríguez: «Algunas notas sobre el urbanismo islámico anti…», p. 206. 67 200 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez Fig. 8. Palacio del siglo XI encontrado en las casas 2, 3, 4, 5 y 7 del Patio de Banderas. M. A. Tabales y C. Vargas: «La Arqueología en el Alcázar de Sevilla. Nuevos estudios…», p. 26, fig. 12 «Torre del Agua» conectaría con la Bāb Qarmūna, cuya existencia estaba ya documentada en época emiral omeya. — El hallazgo de un gran palacio detectado en el flanco noroccidental del recinto I, detectado en las casas 2, 3, 4, 5, 7 y 8 del Patio de Banderas (fig. 8) 75. La intervención de 2014 ha permitido identificar en el recinto I «los restos de la estructura palacial más antigua del Alcázar». En la casa núm. 2 del mencionado Patio se conocía la existencia de una alcoba cubierta con bóveda de crucería, datada como almohade hasta el momento 76. Sin embargo, la estratigrafía obtenida en 2014 confirma M. A. Tabales y C. Vargas: « La Arqueología en el Alcázar de Sevilla. Nuevos…», pp. 9-59. Leopoldo Torres Balbás: Ars Hispaniae. Arte Almohade, Nazarí y Mudéjar. Madrid. 1949, IV,31. Antonio Almagro Gorbea: Sistemas constructivos almohades: estudio de dos bóvedas de arcos entrecruzados», en S. Huerta, I. Gil, S. García y M. Taín (eds.): Actas del VII Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Santiago 26-29 octubre 2001. Madrid, 2011, pp. 45-53. 75 76 La Sevilla ‘abbÃdí 201 Fig. 9. Pintura mural detectada bajo el patio de la Montería en las excavaciones arqueológicas de los años 1997 y 1998. Foto: Miguel Ángel Tabales, 1998 la fecha de construcción del palacio a fines del siglo XI, dándose la circunstancia de que las pinturas murales que se conservan también tienen paralelos de esta misma cronología 77. La investigación de las casas 7 y 8 en 2014 ha permitido comprobar la conservación del salón principal y de otra alcoba en el extremo contrario, todo ello con unas dimensiones totales de 4,30 por 32 metros. Crujía asociada a un patio de crucero arriates deprimidos y con alberca frente al mencionado salón norte con un pequeño estanque en el centro del crucero. Estas alcobas están separadas del salón mediante vanos geminados enmarcados con alfiz, al igual que el acceso al salón desde el patio. Ambos vanos presentan una decoración con motivos vegetales y geométricos similares. Hacia el patio se ha comprobado la presencia de un pórtico con un gran vano central y dos tramos a cada lado de arcos tripartitos, cuyo desarrollo en alzado se desconoce por haberse detectado exclusivamente a nivel del suelo, sin haberse hallado restos decorativos 78. Este palacio recién descubierto tiene un paralelo muy cercano en el palacio de la Casa de Contratación, no sólo por su tamaño, también por la distribución de los espacios 79. Unos años antes, en las intervenciones de 1997 y 98 se produjo en el Patio de la Montería el hallazgo de un palacio fechado en época taifa. La datación fue posible gracias a la aparición de cerámica abundante, de un resto de pintura mural en el patio con alberca (fig. 9); una gruesa placa de mármol que contiene la inscripción de al- 77 78 M. A. Tabales y C. Vargas: «La Arqueología en el Alcázar de Sevilla. Nuevos…», p. 30. M. A. Tabales y C. Vargas: «La Arqueología en el Alcázar de Sevilla. Nuevos…», pp. 10- 11, 29. 79 M. A. Tabales y C. Vargas: «La Arqueología en el Alcázar de Sevilla. Nuevos…», pp. 30-32. 202 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez Mu‘tamid y que se interpreta como zócalo o parte de una fuente y, otro fragmento de pintura mural —en un relleno— con decoración de ovas, lacería y epigrafía 80. En cuanto a las evidencias arquitectónicas se localizaron dos patios ajardinados y una zona de almacén. Uno de los patios de 4,25 por 5,30 metros con estancias de 2,5 metros de luz y longitud desconocida; el patio estaba provisto de un andén perimetral de 1 metro de anchura pavimentado con losas cuadradas rojas que en el lado norte tenía una pileta de 0,6 metros de lado. Patio de reducidas dimensiones pero de gran calidad constructiva y dotado además de una pintura mural «muy rica a base de trenzados geométricos rojos sobre blanco con medallones amarillos rodeados de ovas negras y un epígrafe cursivo»; en este patio apareció también la placa con inscripción de al-Mu‘tamid. Al este de este patio se localizó otro edificio con alberca rectangular en el centro con andén perimetral decorada con pintura mural de lacería. También se encontraron otros restos murarios fechados en el siglo XI, aunque totalmente arrasados 81. La cuestión más llamativa es que estos edificios identificados como palacios taifas se encuentran al oeste de los recintos I y II, seguramente para estar orientados del lado del río. Qa§r al-Zahīr: Entre las fincas de recreo de los ‘abbādíes en las afueras de Sevilla la más conocida es la de al-Zahīr (el brillante o el floreciente), alcázar y fortificación a la vez, situada fuera de la muralla de la ciudad, en la otra orilla del río y asomándose a él. Fue construida por al-Mu‘ta¢id y estaba plantada de olivos y otros árboles, cuya estructura fue renovada por al-Mu‘tamid en el 472/1079-80, quizá a raíz de un terremoto que afectó a la ciudad. Según Ibn Jaqān era su lugar preferido, el más bello y esplendoroso» 82. Este palacio preferido por al-Mu‘ta¢id Qa§r al-Zahīr o palacio resplandeciente, también aparece en los textos como Æi§n al-Zahīr, lo que apunta a su función militar. Este castillo que quedó abandonado con el destierro de al-Mu‘tamid, podría identificarse con el emplazamiento en el que el califa almohade Abū Yūsuf Ya‘qūb al-Man§ūr ordenó su reconstrucción en el año 589/1193, cambiándole el nombre a Æi§n al-Fara• o castillo de la Alegría (actual localidad de San Juan de Aznalfarache) 83. Miguel Ángel Tabales Rodríguez: «El palacio islámico localizado bajo el Patio de la Montería del Alcázar de Sevilla», Anuario Arqueológico de Andalucía/1997. 2001, II, 224-241, espec. p. 229. 81 Miguel Ángel Tabales Rodríguez: «El palacio islámico localizado bajo el Patio de la Montería del Alcázar de Sevilla», Anuario Arqueológico de Andalucía/1997. 2001, pp. 235-236. 82 P. Lirola: Al-Mu‘tamid y los Abadíes. pp. 167. 83 Rocío Lledó Carrascosa: «Risala sobre los palacios abbadíes de Sevilla de Abu Yafar Ibn Ahamad de Denia», Sharq al-Andalus, 3 (1986), pp. 191-200, p. 193. 80 La Sevilla ‘abbÃdí 203 La alquería de Triana 84 Triana era considerada como alquería en el siglo XI y todavía lo seguía siendo en 1248. A este respecto se conservan varios testimonios materiales, siendo especialmente importante el epitafio del Fatà Šafī‘ del 422/1022 donde se menciona el «combate de Triana cerca de la alquería». Esta alquería de Triana fue donada al concejo de Sevilla en 1253 y con ella fueron repartidas sus huertas. Entre los años 1022 y el 1253 se produjeron varios hechos que unieron la vida de esta alquería a la ciudad de Sevilla. Ya a comienzos del siglo XII el tratado de Ibn ‘Abdūn hace referencia al cruce del río con el objetivo de comprar vino a los cristianos, lo que sin duda es un síntoma de la presencia de cristianos en este lugar (lo que no exime de su presencia en otros puntos de la ciudad).La construcción del puente de barcas en el 567/1171-2, de la Torre del Oro con la instalación de la fuerte cadena que cerraba el acceso por el río a los muelles en 617/1220-1 y, en fecha indeterminada —pero antes de 1248— la construcción del castillo de Triana y del foso («la barrera» y «la cava») que defendían la alquería fueron los elementos que unieron para siempre las dos orillas del río y que acabaron convirtiendo la alquería en arrabal en siglos posteriores. A modo de conclusión Ni los textos, ni las evidencias arqueológicas han sido investigadas de forma sistemática por el momento. Este análisis en profundidad debería ser realizado a través de una o unas tesis doctorales, aunando los datos que encontramos en las fuentes escritas (árabes y cristianas) y en los testimonios arqueológicos. A través de esta modesta aportación, sí queda claro que la ciudad omeya fue ampliada hacia el sur y hacia el nordeste, primero con instalaciones de carácter industrial (alfarerías) o rústico (alquerías), para después consolidarse como arrabales que finalmente quedaron protegidos por la cerca urbana. También los monumentos heredados, especialmente la mezquita mayor (Ibn Adabbas) o mezquitas de barrio fueron restauradas, como nos consta a través de la epigrafía conservada. Otra cuestión que evidencian las excavaciones arqueológicas en el Alcázar de Sevilla es la construcción de nuevos palacios, algunos de ellos con una entidad arquitectónica importante, como el descubierto en el flanco oeste del Patio de Banderas. Esta información proviene de la conferencia impartida por Manuel Vera Reina y Magdalena Valor Piechotta «Aportaciones de la arqueología al conocimiento del arrabal medieval y moderno» en el Ciclo de Conferencias y Visita «Triana un barrio en la Historia» coordinado por M. Valor y M. Vera como Actividad de Libre Configuración de la Universidad de Sevilla en la Casa de las Columnas (Triana) el 1, 8, 15 y 22 de marzo de 2007. 84 204 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez Sin duda, la Išbīliya taifa debió convertirse en un gran centro comercial y probablemente artesanal, cuyo mejor indicio son las valiosas acuñaciones de dinares que encontramos a lo largo y ancho del reino. 4. Cultura material: la cerámica La cerámica de época taifa, que poco a poco vamos conociendo, identificando y diferenciando, se nos muestra como una realidad cerámica plenamente configurada, con unos rasgos generales que la caracterizan y, a la vez, la diferencian de momentos anteriores. Esta caracterización es particularmente visible en el área suroccidental de al-Andalus donde encontramos unas formas y unos tipos cerámicos que se repiten en una extensión territorial que comprende, a grandes rasgos, las provincias de Sevilla, Córdoba y Huelva, parte de la provincia de Cádiz, y, aproximadamente, el tercio sur de Portugal 85. A pesar de las dificultades con las que nos encontramos a la hora de abordar estas producciones, podemos señalar que la tradición califal va a tener continuidad a lo largo del siglo XI observándose en diversas elaboraciones, desde la cacharrería doméstica o los candiles hasta las ricas piezas con decoración en verde y manganeso; pero a medida que avanza la centuria vemos cómo, poco a poco, esta influencia se va ir abandonando y la cerámica evoluciona hacia registros nuevos, con nuevas formas, nuevos tipos y variantes, nuevas decoraciones, para terminar por configurar, ya en la segunda mitad del siglo, una realidad cerámica nueva que en su conjunto conocemos como cerámica taifa. Sin perder de vista todo lo que todavía conserva de la tradición anterior, en la cerámica taifa podemos destacar algunos rasgos generales que la definen: — El empleo del torno es ya prácticamente absoluto —con la salvedad de aquellas piezas que requieran una elaboración a mano: tinajas, algunas cazuelas, candiles, juguetes, etc.—, y las producciones alcanzan un buen nivel técnico. — Los vidriados comienzan a generalizarse, especialmente el vedrío melado que se va a utilizar ampliamente en las formas propias del servicio de mesa y que también aparece, tímidamente, para la impermeabilización de algunas piezas de cocina. Un estudio territorial de los hallazgos portugueses ha sido publicado por el grupo CIGA: Susana Gómez Martínez, María José Gonçalves, Isabel Inácio, Constança dos Santos, Catarina Coelho, Marco Liberato, Ana Sofia Gomes, Jacinta Burgalhão, Helena Catarino, Sandra Cavaco, Jaquelina Covaneiro, e Isabel Cristina Fernandes: «A cidade e o seu território no Gharb al-Andalus através da cerâmica», en M. J. Gonçalves y S. Gómez-Martínez (Coords.): Actas do X Congresso Internacional A Cerâmica Medieval no Mediterrâneo. Silves, Octubre 2012. Silves, 2016, pp. 19-50. 85 La Sevilla ‘abbÃdí 205 — Se observa una mayor diversificación de las producciones, con un repertorio formal cada vez más amplio en el que se puede apreciar una progresiva adecuación de las formas y de las técnicas a la función de la pieza. — La variedad de técnicas ornamentales también es mayor, con una difusión relativamente amplia de las cerámicas de calidad como las piezas decoradas en verde y manganeso o en cuerda seca parcial. — La existencia de varias técnicas y acabados para una misma forma, dando lugar a series cerámicas distintas. La cerámica taifa en Sevilla se encuentra bien representada, estando presente en diversas intervenciones arqueológicas que han proporcionado un volumen de materiales relativamente importante. Sin embargo, a la hora de su estudio nos encontramos con diversos problemas, algunos debidos a la propia evolución de la ciudad como son la fragmentación de los hallazgos, con pocos elementos completos o semi-completos y muchos pequeños fragmentos, o las continuas remociones del subsuelo que mezclan estas cerámicas confundiéndolas en contextos posteriores; y otros consecuencia de la falta de investigaciones, que dejan en el olvido de los almacenes del Museo Arqueológico muchos de los materiales recuperados en las distintas intervenciones. Los materiales cerámicos objeto de este estudio proceden, por un lado, de los hallazgos recuperados en diversas intervenciones arqueológicas realizadas en distintos puntos de la ciudad, particularmente en el sector 1 aunque con ampliaciones hacia algunos puntos de los sectores 2 y 4 86, en las que se han documentado niveles con cronología de época taifa 87; y por otro proceden de las diversas intervenciones realizadas Vid. Fig. 4. Catedral (Rosario Huarte Cambra y Pilar Lafuente Ibáñez: «La cerámica de las excavaciones de la Catedral», en A. Jiménez (ed.): Magna Hispalensis (I). Recuperación de la aljama almohade. Granada, 2002, pp. 403-428); Palacio de San Leandro (Arturo Pérez Plaza y Miguel Ángel Tabales Rodríguez: «Intervención arqueológica en el Palacio de San Leandro. Sevilla», Anuario Arqueológico de Andalucía/1992. 1995, III, pp. 621-639); Casa-palacio de Miguel de Mañara (Pilar Lafuente Ibáñez: «La cerámica islámica de la Casa de Mañara», en D. Oliva Alonso (coord.): Restauración. Casa-Palacio de Miguel de Mañara. Sevilla, 1993, 151-161); Convento de Santa María de los Reyes (Miguel Ángel Tabales Rodríguez, Pilar Somé Muñoz y Rosario Huarte Cambra: «Análisis estratigráfico del sondeo 3-A. Convento de Santa María de los Reyes. Sevilla». Anuario Arqueológico de Andalucía/1992. 1995, III, pp. 590-608); calle Alonso el Sabio núm. 10 (Elena Vera Cruz e Inmaculada Carrasco Gómez: «Intervención arqueológica de urgencia en un inmueble sito en calle Alonso el Sabio número 10 de Sevilla». Anuario Arqueológico de Andalucía/1999. 2002, III, pp.735-744) ; calle Imperial 41-45 (Rosario Huarte Cambra y Miguel Ángel Tabales Rodríguez: «Intervención arqueológica en C/ Imperial 41-45: estratigrafía del sector D», en Anuario Arqueológico de Andalucía/1996. 2001, pp. 431-442.); calle Virgen del Carmen Doloroso (Inmaculada Carrasco Gómez, Patricia Bachiller Burgos, Elisabet 86 87 206 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez en el Real Alcázar de Sevilla bajo la dirección de Miguel Ángel Tabales, y que han sido estudiadas por Rosario Huarte Cambra 88 y, en algunos casos, por una de nosotras. Debemos entender la cerámica taifa como un grupo cerámico maduro, plenamente formado, y con un amplio repertorio en el que podemos apreciar toda la variedad técnica, estilística y formal de estas producciones. Abordar aquí todo el repertorio documentado en Sevilla para este periodo sería prolijo por lo que nos centraremos en las piezas de vajilla 89, a las que añadiremos unas notas sobre la cacharrería doméstica, para presentar con unas breves pinceladas las producciones más representativas que nos pueden servir como orientación para caracterizar la cerámica taifa. Cerámica bizcochada en pasta roja con decoración pintada en blanco Las cerámicas de servicio de mesa con acabado en bizcocho representan un conjunto amplio y heterogéneo con producciones muy diversas en las que, por lo general se aprecia un buen modelado y un cierto cuidado en los acabados. Pueden presentar decoración pintada en rojo o negro sobre bizcocho claro, o en blanco sobre superficie oscura, con motivos simples y esquemáticos como líneas rectas paralelas, reticulados, comas, pseudoepigrafía, etc. Dentro de estas cerámicas bizcochadas destaca un grupo que se caracteriza por sus pastas rojas —a veces de una tonalidad más bien rojiza, casi anaranjada—, que puede Conlin Hayes, David Doreste Franco y Elena Vera Cruz: «Intervención arqueológica de urgencia y control arqueológico realizado en un solar sito en las parcelas M-2 y M-3 de la calle Virgen del Carmen Doloroso. Sevilla. Anuario Arqueológico de Andalucía/2002. 2005, III-2. pp. 211-226); calle Archeros Nnúm. 7 (Elena Vera Cruz: Vigilancia arqueológica en calle Archeros núm. 7. Memoria científica inédita. Sevilla, 2003); plaza de San Francisco, 12. Álvarez Quintero 34-36 (Ana S. Romo Salas, Juan Manuel Vargas Jiménez y M.ª Isabel García Ramírez: «Excavación de urgencia en el solar plaza de San Francisco, 12. Álvarez Quintero 34-36 (Sevilla)». Anuario Arqueológico de Andalucía/1989. 1991, III, pp. 465-474); calle Santa Ángela de la Cruz núm. 11 (Juan Manuel Román Rodríguez y Juan Antonio Sánchez Román: «Excavación arqueológica preventiva en calle Santa Ángela de la Cruz núm. 11, Sevilla». Anuario Arqueológico de Andalucía/2006, 2010, pp. 4275-4298). 88 Un amplio estudio sobre las cerámicas recuperadas en el Real Alcázar de Sevilla se puede consultar en Rosario Huarte Cambra: «Analítica de las producciones cerámicas medievales: de la taifa abadí a la corona castellana, en M. A. Tabales Rodríguez (ed.): Excavaciones arqueológicas en el Patio de las Doncellas del Palacio de Pedro I. Memoria de investigación 2002-2005. Sevilla, pp. 307-409. [En línea] http://www.alcazarsevilla.org/wp-content/pdfs/memoria-patio-doncellas-2002-2005.pdf [Consulta: 7 de abril de 2018] 89 Por lo general es en las formas del servicio de mesa donde se pone de manifiesto lo más significativo de la producción cerámica del momento y donde mejor se pueden apreciar las innovaciones y los cambios. La Sevilla ‘abbÃdí 207 Fig. 10. Redoma en pasta roja con decoración pintada en blanco. Foto: Pilar Lafuente, 2002 pasar a gris o marrón en algunas zonas, posiblemente por un efecto reductor al estar en contacto con otra pieza, mientras que en otras ocasiones puede llevar un baño de almagra para unificar el color. La superficie externa suele estar simplemente alisada o ligeramente bruñida y presentar una decoración esquemática pintada en blanco con trazo fino en la que aparecen líneas paralelas, pares de comas, retículas, triángulos, pseudoepigrafía, etc. que, en las formas cerradas, suele disponerse sobre el hombro, complementada en el cuello y las asas con comas y líneas paralelas 90. En Sevilla, las formas más frecuentes son las jarritas y las redomas (fig. 10), junto con tapaderas, ollas y, de manera excepcional, pequeños platitos o algún candil 91, aunque fuera de nuestra ciudad también están documentadas otras formas como macetas, cantimploras o el excepcional Vaso de Tavira 92. Estas cerámicas en pasta roja tienen su inicio en época califal desarrollándose a lo largo del siglo XI hasta convertirse en una de las producciones características de época taifa, pero hacia final de la centuria las pastas rojas comienzan a ser sustituidas por unas Estas cerámicas se pueden considerar, en palabras de Susana Gómez, una «imagen de marca» para caracterizar las producciones de época taifa (Susana Gómez Martínez: «A cerâmica islámica en Portugal», en Seminário «A produção de cerámica em Portugal: historias com futuro», Actas do Colóquio, 2006. Barcelos, 2007, pp. 93-116 [En línea] https://www.academia.edu/29447457/A_cer%C3%A2mica_ isl%C3%A2mica_no_Gharb_alC3%82ndalus._In_A_PRODUCAO_DE_CER%C3%82MICA_EM_ PORTUGAL_HISTORIAS_COM_FUTURO [Consulta: 9 de abril de 2018], p. 100) 91 Un amplio conjunto de estas piezas se ha recuperado en las intervenciones realizadas en el Real Alcázar. R. Huarte Cambra: «Analítica de las producciones cerámicas», pp. 334-336 92 María Maia, Manuel Maia (Coord.): Tavira islámica. Tavira, 2012. [En línea] https://issuu. com/museum_tavira/docs/tavira_islamica [Consulta: 7 de abril de 2018] 90 208 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez Fig. 11. Fragmentos de formas abiertas con vedrío melado y decoración en manganeso. Foto: Pilar Lafuente, 1996 cerámicas en pastas beis o anaranjadas con una engalba roja que, en la cara externa, puede presentarse como una cubierta homogénea de gran calidad, y que llegarán a ser características de la primera mitad del siglo XII. Cerámica vidriada Durante el siglo XI, y en especial en la segunda mitad de la centuria, los vidriados van a estar muy presentes en el repertorio cerámico, particularmente en las piezas de vajilla ya sean formas abiertas o formas cerradas. Los vidriados documentados en Sevilla suelen ser de buena calidad, muy cubrientes y homogéneos, y, por lo general, van acompañados de una decoración en manganeso. En este grupo son mayoría los vedríos melados, que pueden tomar distinta apariencia según el proceso de cocción por lo que podremos encontrar cubiertas meladas con apariencia en distintos tonos de su color y también melados con apariencia verde de reducción por monococción 93 (fig. 11). La apariencia verdosa la toman por transparencia de una pasta que ha pasado a gris (reducción), no por haber añadido cobre al óxido de plomo. 93 La Sevilla ‘abbÃdí 209 Fig. 12. Fragmentos de formas abiertas con decoración en verde y manganeso bajo cubierta melada. Foto: Pilar Lafuente, 2002 La pieza estrella es el ataifor. A lo largo del siglo XI coexisten diversos tipos y variantes, algunos, como los ataifores de base plana, ya en sus momentos finales, y otros comenzando a abrirse camino como los ataifores con carena suave, borde plano y asas horizontales, un tipo que va a ser representativo de los momentos finales del siglo XI y, especialmente, de la primera mitad del siglo XII. Pero el tipo más característico va a ser un ataifor que se define por tener repié anular bajo, paredes curvas con tendencia semiesférica y borde engrosado redondeado, y que presenta un peculiar resalte en la parte inferior de la cara externa. Los motivos ornamentales suelen ser simples y esquemáticos siendo uno de los temas más repetidos la alternancia de palmetas y flores de loto estilizadas situadas tangentes al borde en la cara interna. Una variante, que también se documenta con cierta frecuencia durante este periodo, muestra una decoración en verde y manganeso con motivos sencillos bajo la cubierta melada (fig. 12). Cerámica con decoración en verde y manganeso. Las cerámicas con decoración en verde y manganeso de época taifa son hasta cierto punto continuación de las produc- 210 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez Fig. 13. Tres fragmentos de un ataifor con decoración en verde y manganeso. Foto y dibujo: Pilar Lafuente, 2002 La Sevilla ‘abbÃdí 211 ciones de época califal, si bien presentan algunas características propias que las van a diferenciar: 1. Son comunes los ataifores con resalte en la parte inferior de la cara externa. 2. La decoración se hace más compleja, con un desarrollo de motivos radiales, como por ejemplo las piñas, a partir de otro motivo central. (fig. 13). 3. Son características las bandas con líneas de puntos 94. 4. Existe una reinterpretación de algunos temas califales como las palmetas, y de algunos animales como los leones o los pavones que tienen un simbolismo relacionado con el poder, y convierten las piezas cerámicas en vehículo de propaganda política. Es de sobra conocido que, tras la fitna y la ruptura de la unidad califal, las cerámicas con decoración en verde y manganeso comienzan a elaborarse en nuevos centros. Uno de ellos fue Sevilla cuya producción ha quedado confirmada a partir de los testimonios recuperados en una acumulación detrítica con características tanto de testar como de basurero, que fue excavada en el Real Alcázar por Miguel Ángel Tabales y sus materiales estudiados por Rosario Huarte 95. Una gran parte de las cerámicas con decoración en verde y manganeso son desechos de alfar, están realizados con pastas anaranjadas o rosáceas, con frecuencia pasadas a gris en algunas partes, y en la cara externa llevan un vedrío melado, a veces amarillento, o muy diluido y casi transparente. Otro posible centro productor en el área de Sevilla debió de ser Écija, donde se ha recuperado un grupo de piezas, realizadas con unas pastas rojas no muy depuradas, que llevan en la cara externa una cubierta verde o melada, muchas veces defectuosa, mientras que en la interna presentan un blanco muy brillante y motivos ornamentales realizados con poca finura (fig. 14). Por otra parte, algunos fragmentos presentan defectos que hacen pensar en desechos de alfar. Cerámica con decoración en cuerda seca. En Sevilla se han recuperado múltiples testimonios de cerámicas con decoración de cuerda seca, siendo relativamente numero- Conteros y líneas de puntos son motivos que se repiten en la decoración de otras cerámicas de época taifa como los vidriados o la cuerda seca parcial, y también en la decoración arquitectónica como podemos comprobar en el Real Alcázar de Sevilla (M. A. Tabales Rodríguez y C. Vargas Lorenzo: «La Arqueología en el Alcázar de Sevilla…», Lám. 12); en el panel decorativo hallado en la plaza de Santa Lucía en Orihuela (Pedro Jiménez Castillo y Emilio Diz Ardid: «Nuevos datos sobre la arquitectura residencial y la evolución urbana de la Orihuela andalusí a partir de tres intervenciones arqueológicas» en J. A. López Padilla (Coord.): Orihuela Arqueología y Museo. Alicante, 2014, pp. 173); o en la cintas perladas que se encuentran en la Aljafería, el oratorio del alcázar de Murcia o en el alcázar de Toledo (S. Calvo Capilla: «El arte de los reinos Taifas», pp. 83-84) 95 R. Huarte Cambra: «Analítica de las producciones cerámicas», pp. 398-404. 94 212 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez Fig. 14. Cuenco decorado en verde y manganeso con motivo de un caballo. Foto y dibujo: Pilar Lafuente, 2002 La Sevilla ‘abbÃdí 213 Fig. 15. Redoma con decoración de cuerda seca total. Alfredo J. Morales (Coord.): Metropolis Totius Hispaniae…, p. 189. sos aquellos con decoración de cuerda seca parcial, y poco frecuentes los decorados en cuerda seca total. No tenemos una cronología segura para las cerámicas de cuerda seca total más tempranas, pero sí creemos que se fabricó en Sevilla entre fines del siglo XI y principios del XII. Para ello nos basamos en algunas cerámicas recuperadas por D. Juan de Mata Carriazo tras la apertura de una zanja por el ayuntamiento en la Avenida de la Constitución, concretamente en una zona «entre la muralla de la Puerta de Jerez y el Tagarete» que, posteriormente se ha confirmado como zona de alfares 96. No disponemos de una cronología precisa, pero por sus características técnicas y morfológicas, así como por la zona del hallazgo, creemos que puede responder a una producción de época taifa. (fig. 15). Al contrario de lo que sucede con la cuerda seca total, la cuerda seca parcial está presente en prácticamente todos los contextos del siglo XI, una frecuencia de hallazgos que nos hace pensar en una cerámica decorada de consumo, en especial algunas series bastante estandarizadas en las que no se aprecia ningún interés en el acabado; junto a ellas también encontramos piezas con una decoración más elaborada, que conectan con las cuerdas secas califales y que pueden responder a una producción de calidad. Juan de Mata Carriazo: «Una zanja en el suelo de Sevilla», Cuadernos de la Alhambra, 10-11. (1974-75), pp. 91-97. 96 214 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez Fig. 16. Aguamanil en cuerda seca parcial con defectos de cocción. Foto: Rosario Huarte Cambra, 2002 La cerámica con decoración de cuerda seca parcial también se produjo en Sevilla, y de nuevo se encuentra bien documentada en las intervenciones en el Real Alcázar donde se han recuperado diversas piezas fallidas. En estas piezas —jarra, jarrita, aguamanil, jarro con pitorro vertedor— los motivos ornamentales están dibujados con manganeso, en distintos grados de intensidad, y rellenos en la mayor parte de los casos con vedrío verde, aunque también hay constancia del empleo de vedrío melado 97 (fig. 16). Loza dorada. Está documentado arqueológicamente que, a lo largo del siglo XI, en Sevilla se utilizaron piezas de vajilla de loza dorada. Ciertamente se conocen lozas doradas de importación, pero también se ha planteado la hipótesis de que existiera una producción sevillana de estas cerámicas en época taifa. Diversos investigadores han tratado esta cuestión, particularmente a raíz del hallazgo de algunos fragmentos de cuencos y de ataifores con una decoración epigráfica en la que se hace referencia a su fabricación por orden de al-Mut‘a¢id o de al-Mut‘amid. Recientemente, las investigadoras Anja Heidenreich —en colaboración con Carmen Barceló en los aspectos filológicos— 98 y Claire Déléry 99, han abordado esta cuestión. Pero mientras Claire Déléry tan sólo se hace eco de estas hipótesis sin llegar a una conclusión definitiva, R. Huarte Cambra: «Analítica de las producciones cerámicas», pp. 338-339 y Lám. 9 Anja Heidenreich y Carmen Barceló: «El inicio de la loza dorada autóctona en la Península Ibérica. Una aproximación desde sus epigrafías», en Susana Calvo Capilla (Coord.): Las artes en al-Andalus y Egipto: contextos e intercambios. Madrid, 2017, pp. 85-110. 99 Rosario Huarte Cambra, Pilar Lafuente Ibáñez y Claire Déléry: «Un fragmento de loza dorada encontrado en la zona del Alcázar de Sevilla», en 1.er Congreso Internacional Red Europea de Museos de Arte Islámico REMAI, Actas. Granada, 2013, pp. 779-786. 97 98 La Sevilla ‘abbÃdí 215 Anja Heidenreich considera que en Sevilla se produjo loza dorada durante los reinados de al-Mu‘ta¢id (1042-1069) y de al-Mu‘tamid (1069-1091) creándose un taller estatal, para ello se basa en: — Varios fragmentos han conservado epigrafías casi idénticas, en las que aparecen nombrados al-Mu‘ta¢id y al-Mu‘tamid. — La decoración en dos tonos de dorado, y un dibujo en el lado exterior con grandes círculos con pecíolos muy esquematizados entre ellos. — Todos los fragmentos tienen en común su casi segura imitación de productos fatimíes. — No se observa ningún cambio estilístico en los productos cerámicos en los casi 50 años que comprenden ambos reinados (desde 1042 hasta 1091). Por el momento, y mientras no se hallen testimonios materiales como piezas fallidas o restos de hornadas, o bien se realicen unas analíticas que lo confirmen, sólo podemos hacernos eco de los estudios hasta ahora realizados sin que, en nuestra opinión, se haya llegado a una conclusión definitiva. Otras producciones Como es de sobra conocido, los cambios en las producciones cerámicas se manifiestan antes y de manera más relevante en las formas de vajilla ya que estas piezas, además de su funcionalidad, pueden tener valores estéticos, simbólicos, de ostentación, etc. Pero a lo largo del siglo XI, también vemos cómo la cacharrería de uso doméstico va a evolucionar y sufrir transformaciones, por eso, dentro del amplio repertorio del que ya se dispone en época taifa, hemos elegido cuatro formas con las que representar la cerámica de uso doméstico: ollas, jarros plurifuncionales, formas abiertas sin vidriar, y candiles. Ollas. A lo largo del siglo XI continúan las ollas con tendencia globular y cuello en «S» pero en ellas se observa una notable evolución: las pastas rojas tienen ahora menos desgrasantes y evidencian una mejor cocción, las bases se curvan pasando a ser planas inestables o ligeramente convexas, las paredes se afinan, y los bordes pierden su sinuosidad y tienden a ser simplemente exvasados con variedad de labios más finos y angulosos. Algunos ejemplares pueden estar decoradas con trazos de pintura blanca. Junto a estas ollas se han documentado otros tipos más modernos y evolucionados, como las ollas de carena alta, o un tipo caracterizado por tener un cuello cilíndrico desarrollado, borde engrosado y asas que parten del borde, el cual empieza a ser frecuente hacia el final del periodo pasando a la centuria siguiente. En estos tipos 216 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez Fig. 17. Conjunto de jarros plurifuncionales. Foto: Pilar Lafuente, 2002 comienza a aparecer un vedrío interno de impermeabilización, y también encontramos ejemplares con decoración pintada en blanco. Jarros plurifuncionales con boca amplia y cuello desarrollado. Son jarros de tamaño medio, muy comunes en el repertorio doméstico por su carácter plurifuncional ya que debieron ser utilizados para múltiples usos: mesa, almacenamiento, auxiliar en la cocina, etc. Su cronología, con distintas variantes, es amplia, llegando hasta el siglo XII. Un interesante conjunto de estos jarros fechado en el siglo XI fue recuperado en el Real Alcázar y, tras su estudio, Rosario Huarte llegó a la conclusión de que se trata de una producción local muy estandarizada 100 (fig. 17). Formas abiertas sin vidriar. Estas formas abiertas con acabado en bizcocho, con posible uso plurifuncional, son por lo común piezas cuidadas, realizadas con pastas rojizas, anaranjadas o beis, que pueden llevar en la cara interna bruñido de impermeabilización o quedar simplemente alisadas; en el borde o en la parte superior de la cara interna, suelen presentar decoración pintada en rojo si se trata de pastas claras, o 100 R. Huarte Cambra: « Analítica de las producciones cerámicas...», p. 334 La Sevilla ‘abbÃdí 217 Fig. 18. Candiles con decoración de cuerda seca parcial. Foto: Pilar Lafuente, 2002 en blanco si las pastas son rojas. El grupo está formado por grandes platos a modo de ataifores, cuencos, fuentes, y por pequeños lebrillos. Candiles. Todos los candiles documentados pertenecen al grupo de los candiles de piquera y en ellos se aprecia cómo comienzan a abandonarse las piqueras fusiformes y aparecen las piqueras facetadas. Es un grupo amplio y no homogéneo ya que existen diferencias entre los candiles de uso común, por lo general simplemente bizcochados y que en gran medida siguen siendo los mismos del periodo anterior, y una serie de piezas de mayor calidad que, técnica y decorativamente, pueden estar relacionadas con las producciones de vajilla, así encontramos candiles en pasta roja, con cubierta melada y decoración de trazos de manganeso, con goterones de vedrío, o, más comúnmente, con decoración de cuerda seca parcial 101 (fig. 18). 101 Susana Gómez considera los candiles con decoración de cuerda seca parcial como un elemento característico de las producciones de época taifa en el suroeste peninsular (Susana Gómez Martínez: «Las cerámicas taifas del sudoeste peninsular» en J. Zozaya y G. S. Kurtz (eds.): Bataliús III. Estudios sobre el reino aftasí. Badajoz, 2014, pp. 235-257. [En línea] https://www.academia.edu/29447319/ Las_cer%C3%A1micas_taifas_del_sudoeste_peninsular [Consulta: 9 de abril de 2018], p. 253). 218 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez 5. Los talleres de cerámica en la época taifa El barro y los oficios con él relacionados debieron suponer una importante actividad económica en la Sevilla taifa. Por su situación junto al Guadalquivir y sus arroyos afluentes, la ciudad ha dispuesto de materias primas básicas para la cerámica: agua en abundancia, barros procedentes de los sedimentos fluviales y de las laderas de sus terrazas, y leña en rama (chamiza); y también ha jugado un importante papel en la comercialización de los productos. Según las escasas referencias históricas, en la Sevilla islámica la actividad cerámica debió ser relevante y ocupar numerosa mano de obra, hasta el punto de contar, al menos desde el último cuarto del siglo IX, con un barrio extramuros próximo al río, el «arrabal de los alfareros» (Raba¢ al-Fajjārīn), y con un cementerio propio el «cementerio de los alfareros» (Maqbarat al Fajjārīn) 102 situado en las afueras de la Bāb Hamīda 103, al oeste de la alcazaba omeya. A comienzos del siglo XII, Ibn ‘Abdūn, vuelve a hacer referencia al barrio de los alfareros y relata la fundación de un cementerio junto a la mezquita de este barrio 104, pero no proporciona ningún dato que nos pueda ayudar a conocer su situación y tan sólo añade en otro momento que «Las tejas y ladrillos deberán ser fabricados fuera de las puertas de la ciudad, y las alfarerías se instalarán en torno al foso que rodea a ésta» 105. Para situar la producción cerámica en la Sevilla taifa debemos pensar en un área periférica al ámbito meridional del sector 1 106, vacía de ocupación humana ya que se encontraba bajo la influencia de la dinámica del arroyo Tagarete. Allí debieron de instalarse distintas actividades productivas constituyendo un espacio artesanal en el que se encontrarían diversas alfarerías, y donde también se encontrarían basureros y algunas zonas encharcadas. Tras la construcción del alcázar ‘abbādí y la ampliación de la ciudad hacia el sur, las alfarerías se van a ver desplazadas hacia el oeste, cruzando el río e instalándose en Triana. Este hecho está suficientemente constatado por diversas intervenciones arqueológicas en las que se ha documentado por un lado la desaparición de testimonios alfareros en el sector 1, y por otro la instalación de alfares en las nuevas zonas. Los hallazgos que testimonian la producción cerámica en época islámica son escasos y proporcionan una cronología relativamente avanzada, fechándose los más J. Bosch Vilà: Historia de Sevilla, p. 46 y nota 31. AL-BAKR‡: Geografía de España (Kitāb al-Masālik Wa-l-mamālik). Beltrán Vidal, (Traducción, notas e índices). Zaragoza, 1982, p. 30. 104 E. García y E. Lévi-Provençal: Sevilla a comienzos del siglo XII, p. 95. 105 E. García y E. Lévi-Provençal: Sevilla a comienzos del siglo XII, p. 113. 106 Vid. Fig. 4. 102 103 La Sevilla ‘abbÃdí 219 tempranos en un momento tardocalifal o ya en el siglo XI: un grupo de tres hornos monocamerales de barras localizados bajo el Patio de las Doncellas del Real Alcázar, a los que habría que añadir los posibles restos de algunas estructuras pertenecientes al alfar 107 y la documentación de un testar 108; la base de otro horno, posiblemente del mismo tipo, localizado bajo la acera de levante de la Catedral 109; hornos con una cronología probablemente anterior al periodo almorávide en Avenida de Roma y calle General Sanjurjo 110; los hallazgos en Puerta de Jerez 111; o los depósitos de materiales con abundancia de birlos, atifles y/o desechos cerámicos en Conde de Ibarra, 14-16 112 y Archeros, 7 113. Consideraciones finales El estudio de los repertorios cerámicos de época taifa en Sevilla nos proporciona la imagen de una ciudad relativamente rica, en la que sus habitantes tienen un cierto grado de bienestar y acceso a los bienes de consumo, en nuestro caso a unas producciones cerámicas diversificadas y de cierta calidad; a esto hay que añadir que aquí reside una corte refinada, amante y consumidora de objetos de lujo, entre ellos unas excepcionales lozas doradas. Somos conscientes de las dificultades y los riesgos que entraña ajustar la cronología de las producciones cerámicas a los tiempos de los acontecimientos políticos, con los que no se corresponden sino aproximadamente, sin embargo podemos asegurar que en la segunda mitad del siglo XI existió en al-Andalus una cerámica rica y muy desarrollada, distinta —aunque en ciertos aspectos deudora— de la cerámica califal y que conocemos como cerámica taifa. Miguel Ángel Tabales Rodríguez: Excavaciones arqueológicas en el Patio de las Doncellas del Palacio de Pedro I. Memoria de investigación 2002-2005. Sevilla, pp. 307-409 [En línea] http:// www.alcazarsevilla.org/wp-content/pdfs/memoria-patio-doncellas-2002-2005.pdf [Consulta: 7 de abril de 2018], pp.63, 64 y 146 y planos 4 y 37. 108 R. Huarte Cambra: «Analítica de las producciones cerámicas», pp. 398-404. 109 Miguel Ángel Tabales Rodríguez, Ana Salud Romo Salas, Enrique García Vargas y Rosario Huarte Cambra: «Análisis arqueológico del sector exterior oriental de la Catedral de Sevilla», Anuario Arqueológico de Andalucía/1996, 2001, III, p. 393-404, p. 400. 110 Francisca Elena Gamarra Salas y Nieves Camiña Otero: «Excavación arqueológica de urgencia en Avenida de Roma y calle General Sanjurjo de Sevilla», Anuario Arqueológico de Andalucía/1993,. 2006, III-2. Sevilla, pp. 488-502. p. 494. 111 J. de M. Carriazo: «Una zanja en el suelo de Sevilla». 112 José Escudero Cuesta y César Rodríguez Achútegui: «Sondeo estratigráfico en la calle Conde de Ibarra 14-16», Anuario Arqueológico de Andalucía/1989. 1991, pp. 516-520. 113 E. Vera: «Vigilancia arqueológica en calle Archeros». 107 220 Magdalena Valor Piechotta, Pilar Lafuente Ibáñez Y llegados a este punto nos hacemos eco de una cuestión que ha sido planteada por Susana Gómez: cuando hablamos de cerámica taifa ¿a qué nos estamos refiriendo? ¿Nos referimos a la cerámica producida durante el periodo de los reinos de taifas? ¿O nos referimos a la cerámica producida en un reino de taifa concreto?, ¿debemos hablar de cerámicas taifa, o de cerámicas de época taifa? 114. Sin pretender dar una respuesta definitiva a estas cuestiones, desde nuestro punto de vista consideramos que, aproximadamente a lo largo de la segunda mitad del siglo XI, existió en todo el ámbito andalusí una realidad cerámica nueva, diferente de la anterior, que conocemos como cerámica taifa. Esta cerámica taifa no debemos entenderla como un todo homogéneo sino que en ella son evidentes las manifestaciones regionales, unas particularidades que sería interesante investigar para saber si se corresponden territorialmente con, al menos, los grandes reinos de taifa del final del periodo. A este respecto debemos señalar que en el caso de los conjuntos sevillanos se observa que son muy similares a otros recuperados en distintos puntos del suroeste peninsular, desde Jerez de la Frontera hasta el Alentejo y el Algarve portugués, una dispersión geográfica que puede ser simplemente territorial pero que, sospechosamente, se corresponde con la geografía del reino ‘abbādí de Sevilla. 114 S. Gómez Martínez: «Las cerámicas taifas», p. 236