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¿De gustibus non est disputandum? Habacuc Guillermo Vargas vs Jiménez Deredia

In Arte y Política, Estética, Habacuc Guillermo Vargas, Jiménez Deredia, Natividad Canda, Xenofobia on marzo 21, 2010 at 12:31 PM

Ya lo sé: el criterio más extendido es que, en lo que al arte se refiere, nos adentramos en aguas algo nebulosas, propiamente en el ámbito de las opiniones de cada cual y del mero gusto subjetivo. Cada uno, así, piensa lo que quiere o cada cual tiene sus gustos, se dice. No en balde está aquel adagio según el cual de gustibus non est disputandum (sobre los gustos no se discute). Así que, supuestamente, deberíamos conceder que cada quien tiene el derecho de ponderar sobre lo que es o no arte o, mejor aún, lo deseable sería dejar de lado una discusión imposible de solventar.

Como me parece que esa ‘subjetivación’ del arte no tiene sustento, me gustaría hacer el ejercicio contrario. Voy a sostener, mediante el recurso a un ejemplo concreto (y que tiene que ver con la relación del arte con lo que dice políticamente), que es posible determinar que un individuo (el loado Jiménez Deredia) no es artista y que otro (el denostado Habacuc Guillermo Vargas) lo es. Claro que la contraposición de estas obras y de estas personas parece de entrada un motivo ineludible de controversia, pero pretendo mostrar que en lo que hace Habacuc hay algo provocador, interesante y con un sentido político preclaro, mientras que la obra de Jiménez Deredia resulta a lo sumo ‘edificante’, cuando no abiertamente acomodada, sosa y aburrida. Alguien dice algo y dice mucho, en tanto que otro no dice nada, o lo que dice tiene realmente poca importancia. Bueno, están claras, entonces, mis motivaciones argumentativas.

Sólo de entrada, este ejercicio contradice el criterio casi unánime (forjado, por cierto, en la opinión pública con bastante insistencia), según el cual Jiménez Deredia es un gran artista, el Leonardo Da Vinci de Costa Rica (además, con el acervo de una ‘exquisita’ formación italiana) y Habacuc Guillermo Vargas un cruel papanatas que busca figurar llamando la atención con cochinadas (¿Quién es este tipejo monstruoso que se rasura las cejas y que, sin exageraciones, está rodeado por un aura que lo hace semejante al bajista de Marilyn Manson?). La cuestión parece obvia: ¿Cómo es posible siquiera comparar a un escultor que esculpe figuras santas para el Vaticano con un individuo que amarra un perro, lo mata de hambre y pretende que tal acto sea concebido como una manifestación artística? ¡Es el colmo! Esto sí que debe ser ese postmodernismo nihilista de nuestros coetáneos jóvenes marihuanos, de que tanto se ha quejado el mismísimo Sumo Pontífice (lo más cercano a Dios que hay en esta tierra).

Jiménez Deredia es un santo, si por ello entendemos su cercanía con el Opus Dei y su vocación por esculpir figuras celestiales y bólidos cósmicos. Su obra, en fin, no es de este mundo, quiere ser trascendente en el sentido literal de la palabra: un mensaje de arcanos ángeles, un soplo de los misterios insondables de lo divino. Habacuc Guillermo Vargas es un ‘artistazo’ (según dicen por ahí), un juega de vivo, un oportunista y, tras de eso, un asesino de canes. Y, claro, todos amamos a los perros.

Yo no me lo invento. Jiménez Deredia es constantemente laureado en los medios de difusión masiva de Costa Rica. Es otro Franklin Chang, otra Silvia o Claudia Poll, otra  Selección de Fútbol de Costa Rica de Italia 90, otro Premio Nóbel de la Paz. Debemos estar orgullosos de ser costarricenses. Yo no envidio los goces de Europa, la grandeza que en ella se encierra, es mil veces más bella mi tierra… y sobre todo con esta calidad de costarricenses. ¡Para qué envidiar los goces de Europa si acá contamos con un Da Vinci herediano! Pero ¡qué orgullo! De sólo pensarlo me dan ganas de llorar y se me pone la piel de gallina. Sólo un estólido podría atreverse a criticar a semejante ‘pensador humanista’, tan reconocido por los europeos. ¿Quién se atreve, quién es tan envidioso y tan bajuno? Bueno, pero hay que reconocer que estoy haciendo el intento, en efecto, de planear bien bajo, a ras del suelo, tan abajo como lo humano y lo concreto: más acá del más allá, más cerca de las personas de verdad que de los ángeles del cielo.

El punto es el siguiente. Sobre el asunto que nos ocupa, podríamos partir del criterio ya esgrimido por Jacques Sagot en el artículo citado (y me disculpan la ‘pelota’ que le damos a este tipo, pero ¡es que es todo un genio!): “En la prestigiosa Bienal Centroamericana, un ‘artistazo’ de esos que se pasan la vida ‘rompiendo esquemas’ amarra a un perro a un poste y lo deja morir de hambre y de sed ante la mirada ora indignada, ora extática de los espectadores. La razón de este perverso proyecto estético consiste en asistir a la agonía y muerte del pobre animal. Supongo que la intención del insigne genio responsable de esta atrocidad no es otra que el de suscitar una reflexión trascendental sobre la decrepitud y muerte del ser humano. Lástima que, para mejor comunicar su mensaje, no se haya amarrado él mismo, dejándose morir entre convulsiones, para el arrobamiento estético de su público”. Nos quedamos atónitos (y no sólo por la recomendación explícita de que Habacuc se mate a sí mismo, que ya es bastante chocante): Jacques Sagot, quien viene acá a darnos pretendidamente una lección de estética, no comprende nada. Es que el asunto es mucho más complejo y mucho más interesante, porque Habacuc no nos viene a regalar esa “reflexión trascendental sobre la decrepitud y la muerte del ser humano” (a esas reflexiones dizque ‘trascendentales’, como veremos, es más dado el santo escultor herediano, de quien –suponemos– Sagot guarda deseos menos sangrientos).

Hay que hacer memoria para reconocer de qué va la instalación de Habacuc y su puesta en escena en la Bienal Centroamericana. Les voy a recordar el nombre de un nica desgraciado que es menos que un perro, para que refresquemos la memoria: Natividad Canda. La madrugada del 11 de noviembre de 2005, Canda fue desagarrado vivo por dos perros rottweiler que cuidaban una propiedad privada en la que ingresó. Canda murió ante la vista de funcionarios de la Cruz Roja y de la Fuerza Pública, que se limitaron a echarle aguita a los perros para que soltaran al pobre hombre que clamaba desesperado que le salvaran la vida. Uno diría que los oficiales estaban obligados a matar a esos perros con el fin de preservar la vida de Natividad Canda. Pero no lo hicieron… La historia subsiguiente es archiconocida. Se levantó un polvorín de controversia, algunos de nuestros ‘amables’ vecinos propusieron, haciendo gala de la xenofobia más extendida y común de los costarricenses, que los perros fuesen elevados al rango de símbolo patrio, y finalmente los oficiales fueron absueltos de toda responsabilidad.

Habacuc instala un perro en la Bienal Centroamericana en Nicaragua. La decrepitud del animal levanta las voces de cientos de miles de mojigatos moralistas que se rasgan las vestiduras por la vida inocente del animal. Pero lo que no entienden estos ‘defensores de la vida’ es que Habacuc les ha tomado el pelo. Porque un hecho queda demostrado: Su reacción es mil veces más grande por un perro que por un ser humano muerto en esas circunstancias atroces (además –y esto no es poca cosa– ese ser humano era un nica). Invito a los lectores a que busquen en Google y verán que no exagero. Hasta en medios estadounidenses llegó el nombre de Habacuc, en cuyo blog pueden leerse las demás entrevistas (de medios argentinos, españoles, noruegos, etc.). Habacuc convoca a la provocación, y cientos de miles acuden a probar su punto: dicen ser defensores de la vida, pero la vida, en el fondo, no les importa. Son los mismos que se explayan en sus buenos sentimientos y en los deseos que tienen de adoptar a un pobre niño haitiano después del terremoto de este año, pero que no mueven un dedo por adoptar a algún niño costarricense desamparado, que tantos hay (lo que pasa es que esos niños no salen en CNN, ni son tan lindos como esos negritos).

Así que llegó el momento de concluir: ¿cuál es, a contrapelo, el gesto artístico de Jiménez Deredia? ¿Cuál es, pues, su ‘mensaje’? Uno muy lindo, como le confiesa al periodista Camilo Rodríguez: “Con las esferas entendí la dimensión de mi espiritualidad y la espiritualidad de mi pueblo”. “Estaba tratando en entender mi propio inconsciente colectivo, y encontré en la esfera precolombina un mensaje de armonía”. “Mi objetivo es que se declare a las esferas precolombinas como patrimonio de la humanidad”.

Perdónenme, pero ¿a quién le importa todo esto? Respuesta: al propio Jiménez Deredia (¡a la busca de su inconsciente colectivo!) y a sus amigotes del poder.

  1. Lo primero es concordar con tus dos primeros párrafos. Esa idea de que el arte es cuestión de gustos no solo es ingenua, sino que resulta perniciosa para el ejercicio crítico. Claro, los que eso piensan también creen que el ejercicio crítico es innecesario.

    En cuanto a las distinciones entre Deredia y Habacuc, al menos en sus implicaciones políticas, también de acuerdo. De hecho, Deredia es un tipo que conoce el oficio, nada más, y lo pone al servicio de sus «nobles cuasas». Es aburrido, soso, sin nada qué decir. Ahora bien, ya en el terreno de la plástica, también podríamos cuestionar las propuestas de Habacuc. El arte conceptual termina por ser solamente una explicación que se supone trasciende la obra. El problema es cuando la obra no «existe». Al respecto, recomiendo el blog de Avelina Lésper, crítica de arte mexicana que la emprende constantemente ocntra las propuestas conceptuales, como la de Habacuc.

    http://avelinalesper.blogspot.com/

    Sobre este caso, algo que escribí en ese momento, a raíz del «escándalo» que significó la «muerte del can». Lo comparto aquí.

    http://culturacr.forospanish.com/arte-contemporaneo-f7/muestras-polemicas-de-arte-contemporaneo-t3.htm

    Y bueno: una especie de santísima trinidad: Sagot, Deredia, Chaverri, ¿qué podemos decir? Me parece excelente que sigan en esta líena. Esas serían las «imposturas» ticas que han que desenmascarar.

    Saludos

  2. Una reflexión interesante y provocadora, sin duda. Pero me temo que lo que hay en el fondo de ella es un juicio político o moral, no artístico. A uno se le descalifica por ser amigo de los poderosos, por cultivar la fama y el estatus social, por ser cercano al Opus Dei, etc., mientras que al otro se le felicita por cultivar la marginalidad, denunciar la opresión etc. Ninguna de las dos cosas, creo, corresponde realmente a un argumento para determinar si alguien es o no un artista. Lo que realmente cabía era decir «yo admiro más a Habacuc que a Jiménez Deredia.»

  3. La mojigatería y mezquindad fue monstruosa en estos eventos. Gracias, Jetro, por recordarnos (porque la repetición de esta lección nunca está de más) que el arte que solo decora no es arte. El arte que no inquitea o no incomoda, aunque sea mínimamente, no es arte.

  4. Tobías, su argumentación nos lleva de nuevo al callejón sin salida de los gustos y el silencio que estos supuestamente imponen. Creo que Jetro ha respetado el espíritu de lo artísitico al reafirmar (aunque fuere indirectamente) que el arte es ante todo una idea, un concepto, antes que una ejecución. De no ser así, no hemos aprendido nada de la valiosa lección que nos dió Duchamp.

  5. El punto es, estimado Tobías, que yo en efecto creo que hay una relación intrínseca entre el arte y la política. El gesto de Habacuc guarda cierta semejanza -guardando las distancias- con lo acontecido con el filme Saló de Pasolini. Ninós y niñas esclavizados por unos funcionarios del estado, sexualmente abusados, obligados a comer mierda, etc. Lo amigotes del poder, a la sazón, salieron a acusar a Pasolini de degenerado, y Pasolini respondió: «Pero les he mostrado a Italia. Eso es Italia».

    Claramente, a don Osquitarsh le encantan las obras de Jiménez Deredia y las sonatas interpretadas por Jacques Sagot. Y las adora, porque el gesto de estos artistas no hacen nada, ni cosquillas, al poder.

  6. Concuerdo con Alexánder. El análisis que nos presenta Jethro se centra precisamente en los aspectos esenciales de la apreciación estética. En lugar de considerarla «imparcial» y «subjetiva», o propia de lo sublime (como a algunos les gusta pensarla), se trata de desenmascarar lo que hay detrás de cada intención, así como el valor político que ello pueda tener dentro de la comunidad.

  7. Phib!
    ¡qué buen artículo! aunque no conozco a los artistas en cuestión, el asunto medular del escrito es muy bueno.
    gracias por invitar a leerte!

    si el arte no socava, un poco o mucho, no hay arte si no devaneo masturbatorio.

    saludos!

    laura

  8. Yo concuerdo con lo dicho por Jethro, porque desde un principio advierte que le interesa el elemento político. Pero no concuerdo con lo señalado por Álex, porque el arte no es ante todo un concepto. Al contrario, el arte es una ejecución material, palpable, concreta, histórica. Si pensamos que el arte es una idea, ahí sí nos quedamos en el plano de los «sublime». Claro, esoty seguro de que ese no es el acercamiento de Álex (si no no escribiría y se dedicaría a contarnos sus ideas), pero en términos metodológicos es a donde nos llevaría su afirmación.

    Duchamp significó una forma de repensar el arte, claro, y sus propuestas valen por eso, pero está claro que la caca de elefante no puede seguir siendo arte actualmente. A eso me refería cuando cité el blog de Avelina Lésper, quien explica estos problemas con bastante claridad.

    En todo caso, podríamos incluso aceptar que hay una veta del arte que es meramente conceptual, pero no todo el arte lo es o debe serlo.

    Saludos

  9. @Gustavo: es que depende de lo que se quiera decir por concepto. Cuando aludí al principio del artículo a la subjetivación de arte, me refería en el fondo a Kant, quien es quizá el culpable de esa nefasta subjetivación (lo que pasa es que en un artículo de esta naturaleza, uno no se va a poner pesado con análisis filosóficos, etc). Pero es algo muy típico decir que el arte no es conceptual, queriendo decir con ello que no es pensamiento, que no es riguroso, que pertenece a la esfera del sentimiento, etc. Lo cual es como decir: el arte no dice nada. Por ello, en los medios de difusión masiva, el arte está en la sección de entretenimiento. Pero quizá el arte dice más que las abstracciones conceptuales de la ciencia. El arte muestra el mundo, pero como si lo viésemos por primera vez (una frase de Gadamer).

    Y creo que esto está relacionado con lo que dice Luis. El ‘artista’ subjetivo (véase a Jiménez Deredia buscando su inconsciente) está atrapado en esa tradición caduca y, al final, ideológica.

    @Laura: gracias por visitar. Es todo un honor el que Paquidermo cuente con lectores del Uruguay.

  10. @Phiblógsopho: Comprendo su punto de vista, pero su juicio de que hay una «relación intrínseca» entre el arte y la política me parece problemático. Personalmente, encuentro que entre más claramente político es el arte, suele ser menos interesante y menos duradero.

    Se me ocurre hablar de Buñuel porque un día de estos volví a ver «El discreto encanto de la burguesía.» Superficialmente pudiera parecer una obra «subversiva» en el sentido político, pero lo que la hace tan efectiva (al menos en mi percepción) como una obra artística, es que los elementos supuestamente políticos están pasados por el filtro onírico personal de Buñuel, hasta adquirir el mismo caracter que los cuentos de fantasmas con que comparten espacio en la película. Si la obra realmente hubiera dicho algo políticamente coherente sobre el socialismo, la guerra de Vietnam, o la lucha de guerrillas en la América Latina de aquel tiempo, creo que sería un película mucho menos interesante, sobretodo vista hoy.

    Sobre Habacuc y Jiménez Deredia, tengo que decir que a mí ninguno de los dos me parece especialmente interesante como artista.

  11. @Phiblógsopho: En ese sentido, comparto plenamente el punto. Fue lo que plantee al principio. Sin embargo, cuando se habla de arte conceptual no se refiere tanto a esta percepción que muy bien manejás, claro está, sino a una forma particular de arte que se desarrolla en el siglo XX. Esa forma de arte que no le presenta nada al espectador, excepto folios y folios donde explica su supuesto significado. Ejemplo: coloco un zapato viejo en la galería, y el curador me hace creer que estoy frente a la obra más importante del universo.

    Toda esta idea de los objetos intervenidos está muy bien como concepto, claro, e incluso puede resultar sana para la reflexión en el arte, pero no puede ser una posición sostenida siempre en todo los ámbitos, porque entonces deviene precisamente lugar común, y pierde su eficacia como declaración. Termina siendo lo que es hoy día: moda, consumo. Finalmente: arte políticamente correcto, porque eso es lo que espera el establishment de las artes, pues siempre hay una oficialidad compartida, entre los burócratas que exaltan obras como la de Deredia, y los burócratas de las artes, que exaltan una caja de cartón.

    Ahora bien, nada de esto significa que el arte no es pensamiento. Precisamente al cuestionar muchas de esas «abstracciones», lo que planteamos es que el arte es una acción, es una declaración, es una idea, sí, pero que se ejecuta de forma material (material con todo el peso marxista que se quiera), porque es un producto humano (no un ideal), inserto en un contexto (contexto que puede superar, también). Muchas veces, el arte llamado conceptual es el que termina reduciendo las expresiones estéticas a ideas vacías, fácilmente asimiladas por los sistemas hegemónicos, monológicos.

    Saludos

  12. @Gustavo: Creo que la referencia a que el arte sea conceptual puede bien entenderse como una reacción ante esa subjetivación del arte, que por antonomasia es burguesa. Una suerte de intento de darle fuste y peso al arte.

    Pero ahora entiendo mucho mejor tu punto. Estoy de acuerdo en que una cosa es el gesto de Duchamp y otra el que todo el mundo imite ese gesto. Lo que hizo Duchamp tenía un sentido específico, estaba atacando instituciones específicas y percepciones del arte particulares. El punto es que acá no se trata de juzgar qué sea arte o no por la mera referencia a algo esencial que sería artístico. Es decir, colocar un zapato en una cierta posición en una galería no convierte esa instalación inmediatamente en algo artístico, pero no hay un criterio supratemporal para determinar una obra.

    Claro, mi artículo iba por otro lado, pero puedo ver exactamente lo que decís.

  13. @Phiblógsopho: sí, por ahí vamos amarrando algunas ideas. Tu artículo, creo, buscaba marcar ese gesto político, muy válido, en una determinada manifestación artística. No sé si pudiste leer mi nota al respecto, la que escribí en aquel mommento sobre las reacciones, pero un poco iba en esa línea de reivindicar, sino el gesto de Habacuc, al menos sí la posibilidad del cuestionamiento de nuestras estructuras, no solo estéticas, sino ante todo socio-políticas.

    Saludos

  14. Celebro la columna, se mueve con solvencia entre la arena húmeda del arte. Y coincido, en nuestro contexto, el arte q

  15. ups… el arte que no es político, que no pulla e incomoda, a mi al menos me tiene sin cuidado.

  16. que diria kant? o peor nichtzche de lo que llamamos arte en costa rica, de como la moralina salta como polvorin cada vez que se habla del maldito perro muerto, pero igual la hipocresia parece venir de un tonel sin fondo, la misma viejita que se asusta por la crueldad por los animales, le da con la puerta en la cara a un nicaraguense en busca de trabajo.

  17. Claro que el arte no se restringe al objeto «creado». De hecho el mismo concepto de “arte” parece tirarse por todos como algo que se tiene, como un objeto de consumo. Asimismo se ha malcomprendido el poder. Arte y poder están íntimamente relacionados. El poder, como el arte es una relación hace pasar las instituciones, al Estado, la familia, la Iglesia, el amor, el odio, etc. El arte es en este sentido un poder, una relacion que genera la emergencia de algo que pasa.
    Nadie hace arte, el sushi no es arte, como tampoco es arte la esfera de Deredia o la mierda o el perro muerto. El arte hace referencia a algo que pasa, es un hacer emerger, un acontecimiento. Desde ese punto de vista creo que Habacuc genera con su «obra» algo, genera reacciones, batallas. El artista es en este sentido un generador de espacios sociales.
    Por otro lado, tiene razón la critica de arte (citada por Solorzano en un link en su comentarios) cuando dice que la caja de zapatos no es arte. Claro que no lo es! Porque el arte no reside en poner algo en un museo o en una galeria. La obra Merda d’Artista del italiano Piero Manzoni puede darnos una pista. Un tarro de mierda ubicado en un museo no ostenta ninguna proeza técnica, sin embargo hace emerger un conflicto interno en el arte institucionalizado, mercantilizado. Asimismo, sin hacer una apologia a Habacuc, me parece que este personaje lo que realiza es la emergencia de un conjunto de reacciones, en donde emergen situaciones sociales. Su riqueza esta en sus efectos (en lo que hace pasar), no en la mierda ni el perro muerto. Nos pese o no, hemos reaccionado. La obra ha sido consumada. Deredia, produce plusvalia. Lastimosamente (o dichosamente?) el perro muerto no.

  18. Exactamente. Ese era grosso modo el punto del artículo. El arte como emergencia, en relación con lo que causa, mueve y provoca. Con lo que hace surgir: en el sentido de lo hecho por Habacuc, lo que surgió no fue sino la hipocresía de la gente. Hay una carta de repudio contra Habacuc firmada por un millón de personas – sólo para que nos hagamos una idea de las dimensiones de la reacción de moralina.

    Por contra, los objetos de Jiménez Deredia son bonitos. Dan ganas de tenerlos en la sala de la casa. Su crítica nula: “En medio de una globalización que destruye, hay que recuperar los mitos y las leyendas”, dice Jiménez Deredia.

    Pero qué crítica más sosa y vacía. Cualquiera podría estar de acuerdo con ella. Un romanticismo ingenuo. En suma, ninguna emergencia, ningún evento, nada de nada…

  19. si si si, la critica se confunde con berrinche aveces

  20. El tema de nunca acabar. Sólo agrego que el arte de Deredia es ominoso porque da la realidad ya por resuelta: nuestro destino está en esas fuerzas divinas, llámense dioses, papas, madre tierra, símbolos cósmicos. Fuera de toda la estética que puedan tener, ojo que peligro. Mi autonomía en esta inmensa oscuridad nadie me la toca, menos tratar de seducirme con una piedra.

    Sobre el mae del perro, se salió con la suya y también no. Fue un empate, aunque me caiga mal y todo.

  21. Muy interesante la reflexión que nos sugiere Jethro. ¿Cúantas veces se ha reconocido el trabajo de algunos por el solo hecho de su cercanía a los círculos del poder? ¿Y cuántos han sufrido el ostracismo por jamás quererse acomodar a ellos?

  22. Entiendo el punto de Jethro,el cual es muy interesante y realmente provocador.Pero no deja de ser incómoda para mi la comparación de estos artistas y de sus obras,que no tienen NADA que ver.
    Si hubieras hecho este mismo ejercicio con Priscilla Monge en vez de Jiménez Deredia,talvez no me molestaría tanto,aunque reitero que entiendo tu punto y estoy de acuerdo con algunas cosas que pensás.
    El criticar a un artista por su cercanía a los círculos de poder,está fuera de lugar,porque a lo largo de la historia siempre ha sido asi y no es nada nuevo.
    Criticar de sosa y aburrida la obra de Deredia no me parece a mi tampoco que siempre un artista tenga que hacer obras que sean intelectuales o que señalen algo,o que provoquen controversia.
    éstoy segura que la intención de Deredia es provocar completamente otra cosa.
    No puedo estar de acuerdo con hacer algo como lo que hizo este «artista» para producir una reacción.
    Lo de «El fin justifica los medios» como diría Maquiavelo,aqui no cabe.(No quiero pecar de moralista).
    En la historia del arte,como lo mencionaron antes,obras como las de Duchamp que pretendía en un momento determinado decir algo específico que sacudió el mundo del arte o como Manzoni cuando puso su lata de mierda,creando un conflicto burlándose del arte.Los dos en momentos hicieron sus obras para provocar «algo».
    Pero ni con una lata de mierda ni con un orinal estaban lastimándo a nadie.
    Mi interés no es si uno es más artista que otro,ya que el tema de si algo es arte o no,es interminable.
    Pero mi punto es de que,es necesario hacer algo semejante para decir o probar algo?
    Aunque Habacuc haya tenido un conjunto de reacciones y efectos,me parece asquerosa la manera de realizarlo y no por lo que produjo en las personas pienso que se le debe de alabar su macabra obra de «arte».
    Hay muchos tipos de arte para provcar muchas y diversas emociones y sentimientos.Y porque unas reacciones sean controversiales y otras «livianas» no las hace menos importantes.

  23. Perdón,me refería que hubiera estado de acuerdo mas con la comparación de Priscilla Monge con Jiménez Deredia en vez de Habacuc.
    Saludos!

    • @Ari: Creo que si tomamos en cuenta las precisiones conceptuales del comentario de Jorge Jiménez abajo, la cosa queda más clara. Está bien, que sea bellísimo y super ‘artístico’ lo que hace Jiménez Deredia… tan hermoso, que merece ser mostrado en El Vaticano. Pero esos objetos carecen de ‘valor estético’. Yo no tengo muy claro –y ese era el punto del artículo– el valor de lo que hace este santo señor.

      Pero en fin, gracias por leer, y un abrazo a la distancia (que hace rato no te veo).

  24. Creo que la argumentación que plantea Jethro es completamente válida. Sin embargo, me gustaría hacer una precisión conceptual que puede ayudar a esclarecer la relación arte y política.
    (a) Creo que la lección esencial que nos deja el arte contemporáneo consiste en que, en la medida en que las vanguardias transgredieron el canon establecido por las Bellas Artes europeas, reventando el estrecho marco de las 6 artes clásicas, y procediendo a inventar todo un ámbito nuevo para la expresión artística, en esa medida, se hace necesaria la desmitificación del objeto artístico que todavía se venía concibiendo de acuerdo por lo establecido por aquellas Bellas artes.
    (b) Tal desmitificación debe hacernos legitimar conceptualmente que todo objeto producido socialmente (objetos utilitarios) e incluso desechos, es producto de un “arte” (ars-modo de hacer) y por lo tanto tiene una dimensión “artística” y una potencialidad para adquirir valor estético.
    (c) De tal modo que, objetos de diversos valores estéticos deben ser considerados “objetos artísticos”: desde los murales de Rivera, hasta las telenovelas mexicanas, pasando por el porno, en incluso… la obra de Jiménez de Heredia o los bodoques de Jean Jacques Sagot.
    (d) La diferencia estriba en que ese universo de objetos artísticos (productos de un “saber hacer”) van a diferenciarse por su puesta en valor estético y aquí precisamente es donde entra el tema político social, puesto que tal valoración es producto de la confrontación de los grupos en el poder y de las fuerzas críticas y disidentes.
    (e) El problema es que habitualmente usamos como sinónimos arte y estética. Y procedemos, sin la consideración teorética anterior, a declarar un objeto como “artístico” cuando en realidad lo que queremos señalar es su valor estético. Eso generalmente produce confusión.
    (f) Así las cosas, es válido considerar una obra como la de Jiménez de Heredia como una obra artística, lo que estaría en cuestión para diversos sectores sociales críticos es su valor estético.
    (g) Otros sectores, los sectores en el poder, no dudarán en otorgarle un valor estético. Sin embargo ahí lo que se está operando es una maniobra ideológica: toda vez que tal obra responde a los cánones clásicos (“bellas formas”, “bellos materiales”, “bellos y prestigiosos escenarios (iglesias, casas presidenciales y centros comerciales)”), la obra del artista es presentada como LA obra artística por excelencia.
    (h) Lo contrario sucede con una obra como la de Habacuc, como bien lo apunta Jethro. Los sectores en el poder la desvalorizan ya que rompe con los cánones de belleza manipulables y porque se convierte en un acto revulsivo para quienes detentan el poder.
    (i) De este modo hay que entender que no es casual que los artistas que buscan congraciarse con el poder recurran a esos lenguajes “bellos” ya que tales permiten una cómoda manipulación, a manera de decoración simbólica y material de los grupos dominantes.
    (j) De igual forma, los artistas críticos y disidentes contemporáneos, generalmente han recurrido a cultivar el registro de lo “oscuro” (el feísmo, lo monstruoso, lo grotesco, etc.), ya que generalmente es un lenguaje que expresa genuinamente las contradicciones y horrores de nuestra época (el aperramiento de Natividad Canda, para poner un ejemplo) y porque es un lenguaje que no es tan fácilmente manipulable por los señores del poder.
    (k) Aunque, la sociedad del espectáculo puede fagocitar prácticamente todo. Hoy en día es muy clara la cooptación de esa estética “oscura” como fórmula comercial en el rock, en el cine y en otros productos de circulación de masas. Ese, en todo caso es un asunto que merece una consideración aparte, ya que es más complejo.
    (l) Así, una consideración no ingenua sobre las relaciones entre arte y política, debe permitirnos entender que en el momento histórico concreto no puede aparecer una obra que sea asumida “por consenso” como una obra de arte “universal”. Estas obras (Habacuc, por ejemplo) son objeto de múltiples controversias que reflejan la confrontación política de los diversos sectores sociales. A la vez, permite entender porqué una obra como la de Jiménez de Heredia se busca postular como obra universal y qué tipo de relaciones de poder “embellece”.
    (m) Naturalmente, como bien lo señala Jethro, la problemática estética no puede reducirse a la categoría del “gusto”, dado que el gusto tiene una dimensión política y es construido socialmente, al igual que los sentidos humanos.

    Jorge Jiménez

  25. Para comenzar, contraponer a ambos artistas -no me gusta ninguno de los dos- parece un ejercicio infantil y complaciente para externar una crìtica facilona, y de paso esbozar una espuria «teorìa» maniquea del arte. Como todo maniqueìsmo, lo que aporta el artìculo es mìnimo y cae en los mismo trillados lugares comunes de la crìtica pseudovanguardista: Jimènez Deredia es una ‘mierda’ (junto a Sagot & Cìa), mientras Habacuc es un vanguardista iconocalsta con ideas de avanzada. Ya estamos hartos -yo por lo menos- de esas relamidas contraposiciones que lo que persiguen es afirmar una diferencia o la «genialidad» -Habacuc en este caso- a partir de buscarse un enemigo fácil, mediante una comparaciòn inatinente y jalada totalmente de los pelos. Poner a Habacuc como modelo de arte transgresor y polìtico me parece pura demagogia y pose posmoderna. Para mì lo que este sujeto hace es trillada provocaciòn, búsqueda de lo grotesco por lo grotesco, explotando temas polémicos (sexualidad, muerte, etc) y dàndoles un tratamiento efectista, estereotipado y hasta populista («populista» precisamente en ciertos medios como el universitario y afines que hacen de cualquier ocurrencia un acto estètico transgresor). ¿Qué tiene transgresor en 2010 dejar morir de hambre a un perro? Más grotesco me parece que haya personas que justifiquen algo tan despreciable e inhumano, con estereotipadas referencias a niños haitianos o «nicas» asesinados por perros que no vienen al caso.

    Lo que Habacuc hace es un arte estereotipado, reviviendo talantes que se quieren innovadores, pero que hoy en día forman parte del repertorio de los tòpicos y el ready-made al que echan mano los «artistas» que creen poder paliar su medianìa y hacerse un nombre con el escándalo funcional y previsible.

    Sin pretender esbozar ninguna teorìa del arte, sì dirè al menos que ni Habacuc ni Deredia me resultan modelos ni representativos ni agradables ni interesantes. Probablemente la «verdad» del arte estè en el medio de ambos monigotes.

    Para finalizar, insisto nuevamente en que me parece sumamente grotesco hacer de un grotesco y despreciable acto de salvajismo contra un animal indefenso, propio de un perverso, un acto grandioso y creativo.

  26. Mirá quién aparece por estos lares lanzando acusaciones de infantilismo, facilismo y maniqueísmo !!!

    IVAN VILLALOBOS

  27. Por cierto, esto fue lo que verdaderamente sucedió con el bendito perro (que Habacuc llamó ‘Natividad’):

    «ACLARACION DE GALERIA CODICE
    Managua, 19 de octubre

    Galería Códice desde su creación en 1991, ha promovido las artes visuales centroamericanas, pero especialmente las nicaragüenses, tanto en el nivel nacional, como en el regional e internacional. En Códice han expuesto grandes maestros centroamericanos, así como artistas consolidados y emergentes.
    Los lenguajes contemporáneos del arte universal también han tenido espacio en Códice, por lo que periódicamente acoge muestras de arte conceptual.
    Con ese espíritu, el jueves 16 de agosto recién pasado se presentó Exposición No. 1, del artista costarricense, Guillermo Vargas, conocido artísticamente como HABACUC.
    Uno de los trabajos expuestos consistió en presentar a un perro famélico que Habacuc recogió de la calle, y durante la exposición aparecía amarrado con una cuerda de nylon, que a su vez estaba sujeta a otra cuerda que pendía de dos clavos en una esquina de la Galería.
    Habacuc nombró al perro “Natividad” en homenaje al nicaragüense Natividad Canda (24 años) quien murió devorado por dos perros Rottweiler en un taller de San José, Costa Rica, la madrugada del jueves 10 de noviembre de 2005.
    El perro permaneció en el local tres días, a partir de las 5 de la tarde del miércoles 15 de agosto.
    Estuvo suelto todo el tiempo en el patio interior, excepto las 3 horas que duró la muestra, fue alimentado regularmente con comida de perro que el mismo Habucuc trajo.
    Sorpresivamente, al amanecer del viernes 17, el perro se escapó pasando por las verjas de hierro de la entrada principal del inmueble, mientras el vigilante nocturno quien acababa de alimentarlo limpiaba la acera exterior del mismo. ».

  28. La provocación en el arte es la «pose» más fácil. Además, casi todo porvocador es un gran moralista. La provocación pertenece al registro de los ideales superyoicos, en cuanto el que provoca casi siempre busca «imponer», cobrarle a la «realidad» la falta de reconocimiento. En el fondo de la provocación hay una demanda infantil de ser reconocido, retando al «otro» demandamos su amor.

    Precisamente lo verdaderamente revolucionario en el arte, es ir más allá de la provocación o el escándalo -lo que hace Habacuc, algo que puede hacer cualquiera-, sin que por ello el arte pierda su dimensión crítica o contestaria. El arte, desde mi punto de vista, debe sobre todo poder «reconciliar», que no significa aceptar el estado de cosas tal cual es. Reconciliar es operar un cambio en el sujeto, de tal suerte que «haga las paces» con una realidad que niega o detesta. No es «pintarle bonito» el mundo para que pueda seguir viviendo cómodamente y con buena conciencia. Se trata por el contrario de que se enfrente con una realidad doliente e imperfecta, y que a pesar de su dolor e imperfección, logre «amarla».

    Verdaderamente creativo hubiera sido que en lugar de infligir más sufrimiento innecesario a un desvalido animal, haber logrado que los asistentes a la muestra se hubiesen interesado positivamente por él, despertando o potenciando su sensibilidad, etc. Ese es el verdadero reto del arte, sensibilizar. Qué fue, por el contrario, lo que conquistó este «genio vanguardista» con su «iconoclastia»?! Repudio e indignación, además de «notoriedad»… Triste notoriedad. El articulista endilga de forma totalmente gratuita «moralismo» o «moralina» a los que firmaron un documento condenatorio contra este «artista». De dónde?! De dónde saca que la reacción de esta gente es «hipócrita»? Que la gente no se lleve a la casa a tanto animal abandonado y maltratado que abunda en nuestros países, no quiere decir que sea insensible a su dolor o sufrimiento… Por qué son «hipócritas» lo que protestaron contra Habacuc? Es un juicio completamente arrogante, y con una carga superyoica evidente. Si los «otros» son los hipócritas, Habacuc y los que admiran su «obra» son los sinceros, los transparentes y los sensibles. Los «de avanzada». No. Habacuc no lo hizo mejor que la «masa insensible» amarrando a un animal deteriordado para mostrarlo a los demás. Pero aún hay más: adoptar a un nino haitiano resulta ahora un gesto hipócrita e inauténtico. Por Dios!! El nicaragüense devorado por los perros, hasta donde sé, causó un gran repudio entre la población. Fue él, un «nica», pero pudo haber sido cualquier otro. Los perros no distinguen nacionalidades. Tampoco murió en nombre de la defensa de la «sacrosanta propiedad privada». Decir eso es retórica y demagogia. El que irrumpe en propiedad ajena sabe que le puede esperar cualquier cosa. El propietario, el padre de familia con hijos y esposa, etc., tiene también el derecho de defender su vida, pues del que irrumpe violentamente en la privacidad del otro no es de esperar precisamente caricias y besos. Por supuesto que es lamentable una muerte tan miserable, por supuesto que son condenables por negligencia los que pudieron hacer algo para impedir su muerte y no lo hicieron. Pero de aquí no se sigue una condena retórica de los «propietarios», ni endilgarles malevolencia o hipocresía. Se habrá preguntado el articulista por qué hay tantas casas con «perros bravos»? De seguro no por «puro gusto», perversidad innata o afición a los perros. En un ambiente de criminalidad creciente es normal y comprensible que la gente quiera defender su vida, la de sus seres cercanos, así como sus pertenencias. Morir devorado por perros es tan miserable como morir a causa de un celular o un par de tenis. Todos estamos dentro. Aquí no hay «buenos» ni «malos». «Reconciliar» es precisamente ir más allá de los maniqueísmos, como el que el articulista nos regala.

  29. ¿Habacuc vs Jiménez Deredia? Es dificil determinar quién es más posser.

  30. Algunas observaciones a las intervenciones de Iván. En la primera, los adjetivos denostativos enmascaran su falta de argumentación: su respuesta al artículo de Jethro no aporta más que su desacuerdo y disgusto con lo expresado por el autor.
    En la segunda, el encabezado con que inicia puede ser perfectamente aplicado al estilo que él mismo utiliza para intervenir en la discusión, ya que, probablemente no se ha dado cuenta que interviene básicamente como un provocador. Sin embargo aporta más y nos permite entender un poco mejor las razones de su disgusto.
    Rescato y comento dos de sus tesis. (a) Para Iván «la verdad», dice, se encontraría «en el medio de ambos monigotes» refiriéndose a Jimenez Deredia y a Habacuc (eso lo dice en su primera intervención). Por el contexto se deriva que se refiere a la verdad artística. Este argumento me parece que adolece de una falta de perspectiva política respecto del producto o del gesto artístico. Me explico. No se trata de «justos medios» ni de escoger un punto de equilibrio entre actos de provocación y disidencia, y actos u obras complacientes con el poder. La «verdad» de una obra artística surge como una toma de posición frente a la realidad sociopolítica que condiciona la obra de arte. Y tal toma de posición siempre va a responder a grupos sociales en pugna, con diferencias ideológicas y praxiológicas. Esta idea de ubicarse en hipotéticos puntos medios ignora de manera ingenua, que las contradicciones sociales expresan violentamente la radicalidad del enfrentamiento entre los diversos grupos sociales y en particular, la violencia simbólica y práctica con que operan los grupos instalados en el poder.
    (b) Su segunda tesis es que el arte «debe sobre todo poder ‘reconciliar’, que no significa aceptar el estado de cosas tal cual es. Reconciliar es operar un cambio en el sujeto, de tal suerte que “haga las paces” con una realidad que niega o detesta. No es “pintarle bonito” el mundo para que pueda seguir viviendo cómodamente y con buena conciencia. Se trata por el contrario de que se enfrente con una realidad doliente e imperfecta, y que a pesar de su dolor e imperfección, logre “amarla”. Vamos a ver si le entendemos. Por sus palabras, entonces, «reconciliar» es «hacer las paces» e incluso llegar a «amar» una realidad doliente e imperfecta… es decir, «el estado de cosas tal cual es»… ¿entonces..?
    Además de la contradicción flagrante en su argumentación, sale a la luz una concepción del arte como vademecum para hacer «las paces con la realidad, para amarla». ¡Pero si eso es lo que hace Jiménez Deredia precisamente!
    Le pregunto, ¿se trata de ‘hacer las paces y de amar’ una realidad social llena de horrores de toda naturaleza, de injusticia y represión? ¿Es ese el papel que debe desempeñar la obra de arte? O, por el contrario, ¿no es cierto que el arte, con su negatividad y radicalidad, debe proceder a negar, denunciar, combatir e intentar transformar esa realidad inaceptable?

    La obra de Habacuc no es una obra para ser «gustada», por el contrario, desagrada, indispone, logra sacar el malestar y ponerlo al frente del bien pensante. Habacuc, con su performance, propone un significante que el público tiene que ver qué hace con él, qué significados le asigna, y éstos dependerán de su posicionamiento político. Y en eso reside su validez estético-política: logra punzar en la llaga.
    La visión de Iván respecto al arte consiste en concebirlo como «positividad» («reconciliación, justo medio, sensibilización positiva…») y, esa es una concepción que ha sostenido siempre la derecha. Digamos que no hay nada nuevo en su posición.

    Jorge Jiménez

  31. Chapeau !!!

  32. Jorge:

    Veo que mi intervención le sentó mal y no sé por qué. Con todo respeto, me parece que, por lo que logro colegir, es lícito cierto «tono denostativo» -las palabras son suyas- cuando se trata de Deredia o Jacques Sagot -sus enemigos preferidos-, pero no cuando se trata de criticar un texto que calza más con su punto de vista. Me resulta más imcomprensible aún viniendo de alguien que hacía una revista que se llamó Kassandra, en la que además tuve el honor de escribir. Ahora, Jorge, venís precisamente vos a darme lecciones de «corrección lingüística y política». Eso sinceramente me parece demasiado. Por lo que a mí respecta, me reservo el derecho a expresarme en mis términos, cómo mejor me parece y mejor me nace. Desgraciadamente, usted me endilga «oscuros sentimientos» hacia Jethro – alguien a quien por lo demás no conozco- simplemente porque me expreso en una forma poco «cordial», «amistosa» y «provocadora» desde su punto de vista. Yo te devuelvo la pregunta para seguir en esa tesitura de la «psicología de la sospecha» que has aportado: qué «oscuros sentimientos» te llevaron a «denostar» y «ridulizar» en su momento a medio mundo en Kassandra? Viejos resentimientos, acaso? Frustraciones? No se malentienda, a mí me parecía genial lo que hacías y me divetía muchísimo leyendo la revista. Si pensás que mi argumento es «débil» y palia su debilidad con un lenguaje «denostativo», pues esa es su opinión y percepción y no la discuto.

    Ahora bien. Voy a la observación de fondo. «Reconciliar» no es sinónimo para mí de conformarse con una realidad injusta y llena de horrores. La verdadera reconciliación presupone que el sujeto tome conciencia y se sensiblice frente a esa realidad precaria, pero que al mismo tiempo no termine por «despreciarla», por desentenderse de ella, refugiándose en la esfera privada (efecto burgués del arte). Las cosas que hace Habacuc desembocan fácilmente en el nihilismo. El repudio de miles de personas frente a ese «acto estético» es una prueba de la ambigüedad de su gesto. Su gesto provocador amenaza quedarse en sólo eso.Por qué la «obra» fue repudiada masivamente entonces? Son «tontos» y «gente de derecha» el millón que firmó ese documento condenatorio? Hace falta que venga el esteta o el curador -el que sí sabe- a que les explique la «obra», y de paso los saque de su indolencia e ignorancia??!!!

    A eso me refería precisamente con «reconciliación». «Amar» esa realidad es al mismo tiempo transformarla. La «amamos» en la medida en que precisamente la comenzamos a transformar. De ahí que el «verdadero arte» para mí tenga una dimensión terapéutica en sentido amplio, personal y social. Así queabsolutamente nada que ver con esa caricatura de la «reconciliación» que hacés y me adjudicás. Lamentablemente, como lo esperaba, me alineas del lado de la «derecha» porque no pienso que el arte provocador de Habacuc tiene el valor estético que usted le adjudica, ni que sea revolucionario ni «liberador». Usted sabe mejor que nadie como estudioso del vanguardismo que aplicar al arte esas etiquetas -por lo demás facilonas y hasta gratuitas- de «izquierda» o «derecha» ha sido siempre tremendamente pernicioso. Y autoritarismo abunda no sólo con respecto al «canon artístico» de la «derecha», sino también -y muchas veces más fuerte aún- con el de «izquierda». André Breton me parece el mejor ejemplo. Sin embargo, no me atrevo tampoco de manera a priori a negar valor
    artístico a un Jiménez Deredia, Jacques Sagot, Casasola, etc. etc. sólo porque sean bien acogidos en los círculos de poder. Hacer eso me resulta demasiado arrogante.

    Tontamente Difterio hace un vínculo al blog de un grupo de neoliberales recalcitrantes con los que tuve una polémica hace algún tiempo. Supongo que el objetivo es de alguna forma «desprestigiarme», con tanta torpeza que no se da cuenta que el artículo hablaría por el contrario de mis filiaciones políticas, las que parecen estar de algún modo aquí en juego.

    Saludos.

  33. Ni tan tontamente, señor Iván. Usted viene a este lugar, alzando la voz y acusando a un articulista de infantil, facilón, superyoico y no sé qué más… pero nos da a todos los lectores de estos comentarios una demostración de ese infantilismo e inmadurez que denuncia.

    Suscribo enteramente lo dicho por Jorge Jiménez, sobre todo por esto: «El encabezado con que inicia puede ser perfectamente aplicado al estilo que él mismo utiliza para intervenir en la discusión, ya que, probablemente no se ha dado cuenta que interviene básicamente como un provocador». Precisamente, lo que usted dice de que «en el fondo de la provocación hay una demanda infantil de ser reconocido, retando al otro demandamos su amor», el algo que usted debería aplicar a usted mismo. Nos ha dado toda una demostración de ataque a los tobillos y argumentación confusa, porque a usted lo que le interesa no es argumentar sino que atacar y provocar. (Su argumentación, como lo demostró Jorge Jiménez, deja muchísimo que desear, y lo sigue demostrando con su baja última respuesta).

    El enlace en cuestión lo he puesto porque en esa discusión con la gente de ASOJOD usted demuestra denuevo lo que es ser bilioso e inmaduro.

  34. Usted dice que este artículo de Jethro Masís es infantil, facilón e inmaduro. Veamos qué tan «adultos», «dificilísimos» y «maduros» son sus artículos:

    Las izquierdas intolerantes y la santa Yoani Sánchez

  35. Iván, pareciera que te empeñás en interpretar a la ligera las intervenciones que he hecho en esta polémica. Me adjudicás expresiones entrecomilladas que no están en mis textos. ¿En qué momento te he endilgado «»oscuros sentimientos» hacia Jethro»? Si lees bien, lo que he dicho es que tu argumentación, cargada de adjetivos denostativos, no aporta mucho en términos teóricos, y lo que deja patente es tu disgusto con el texto del autor. Aunque, en la maraña de descalificativos, rescato un par de temas que procedí a criticar. Tampoco pretendo darte «lecciones de corrección lingüística y política». Sencillamente me he limitado a tratar de discutir los asuntos teoréticos que me parecen pertinentes. En cuanto a tu estilo, no dudo que tenés todo el derecho de expresarte «como mejor te parece y mejor te nace». Lo que sí pongo en duda es la efectividad de un estilo de discusión de ese tipo en el marco de esta polémica. Es más fácil denostar que argumentar y tratar de ir al fondo de una discusión, pero no necesariamente más efectivo y aportativo.
    El argumento ad hominen, o la descalificación sumaria del texto, es un recurso plenamente válido de usarse en una discusión, sin embargo, para los efectos de la presente creo que no aporta nada sustancial.
    Y respecto al aporte de tu categoría (“reconciliar”), creo que el término está mal elegido, por más vueltas que le des no podés negar la carga semántica que tiene: acordar, armonizar, volver a conciliar, etc. Es un término favorito de los políticos de la derecha, de los curas y de los moralistas. Para mí el arte debe orientarse a generar y poner de relieve el conflicto, o sea todo lo contrario a una conciliación del sujeto con su realidad.
    En relación con la obra de Habacuc, y por extensión a la de todo artista significativo, creo que la provocación es un gesto plenamente válido. El artista se juega con su propuesta provocadora todo tipo de riesgos, incluso los de generar nihilismo, frustración, asco y oposición pública generalizada. En esa línea está la obra de Regina Galindo, Santiago Sierra, Spencer Tunik, Jan Saudek o Peter Witkin, entre otros. Pero generalmente, por la radicalidad de sus gestos estéticos, sus obras no son fácilmente colocadas en el escenario del poder, ya que precisamente no están hechas para “reconciliar” al individuo con su entorno social. El repudio masivo a propuestas de ese tipo, no significa que la gente que lo repudie sea un puño de ignorantes y que necesite quien los “ilumine” para que entiendan lo que sus valores políticos y estéticos posiblemente nunca se lo permita. Una provocación como la de Habacuc, logró sacar a la luz todos los valores políticos y estéticos de un contingente de gente, cuyo repudio basculó entre frases piadosas y condenas violentas al artista. Con lo que, de paso, ponía en evidencia que detrás de mucho bienpensante también se esconden sentimientos autoritarios y hasta asesinos.
    Y si vos no sabés porqué “me sentó mal” tu intervención, la respuesta es muy sencilla: ese tono descalificativo lo único que genera es encono y demagogia, y lamentablemente empobrece conceptualmente la discusión.

  36. El arte expresa,lo que el artista siente o quiere decir.Y esto puede ser provocador,reconciliador(como escribieron por ahi),controversial o no.
    Es mas,hasta «soso y aburrido» para algunos,asi es que,que cada quién se incline por el arte que mejor le parezca o que juzguen si les parece arte o no.
    Yo creo que el disgusto de algunos y en mi caso también,es la manera tan poco creativa y chocante de realizar la obra Habacuc.

  37. Jorge:

    Gracias por su intervenciòn. En todo caso, me parece estèril seguir con el tema. Parece insistir en seguir «denostando» mis «comentarios denostativos». En todo caso, es curiosa su comprensiòn del tèrmino. Creo que deberìa consultar el diccionario de la RAE, si es que le concede algùn valor, ya que trajo a colación el tema de la semàntica.

    Simplemente, no comparto su estrecha concepciòn del arte, su reducción a un «modelo de las conflictividades», que segùn parece es el ùnico «verdadero», epistemológicamente acertado, asì como polìticamente correcto. Tampoco comparto la sobrevaloración de la «obra» de Habacuc. Mi experiencia en este tema es que al esteta o al curador les resulta siempre fácil justificar cualquier «ocurrencia estètica», por perversa que sea, con unos cuantos conceptos y categorías con los que se construye un bricolage «ad hoc», a la medida del interès del galerista, del crìtico o del artista. Tampoco comparto la idea de que el artista se deba o pueda permitir todo, incluso matar a un animal, y quizà -¿por què no?- a un ser humano, segùn sus «necesidades expresivas». El arte, como cualquier actividad humana, posee lìmites èticos. Tampoco comparto el tufo de arrogancia y el tono descalificativo del texto en cuestiòn. El artìculo me sigue pareciendo malo, demagógico y maniqueo. Espero, Jorge, por favor, que no me endilgue otra vez argumentos «ad hóminem» (sin querer recurrir a «falacias de autoridad», siempre me viene a la cabeza en este caso aquella frase de Marx segùn la cual la crìtica verdadera -radical- es «ad hóminem» o no lo es. Sin duda Marx tenìa otra comprensión del tèrmino muy distinta a la que tiene Jorge).

    Ciertamente hay que desconfiar de todos los consensos, independientemente de su base numérica. Tan peligroso, tiene razòn usted Jorge, es el consenso condenatorio contra Habacuc, no en tanto expresiòn de indignaciòn vàlida -que en lo personal comparto- sino en cuanto desencadena mecanismos agresivos, que pueden resultar más salvajes y destructivos que el hecho condenable (como lo explica brillantemente René Girard con su teorìa del «deseo mimético»), tan perniciosos son esos consensos, repito, como el que se teje alrededor de la justificación -y sobrevaloraciòn, insisto- por parte de aquellos que encuentran «admirable», «grandiosa», «genial» o «revolucionaria su obra.

    Observando la entrevista hecha por una periodista a este «artista» -està en YOUTUBE-, no hice sino confirmar mis opiniones en torno la sobrevaloración de que es sujeto este individuo. Una carencia total de discurso. Apabullante. Por lo menos con Jacques Sagot se puede hablar de literatura y algo de filosofìa.

    Saludos.

  38. Difterio. Otra vez usted?!!!

    Bueno, ya que insiste le voy a dar gusto. En realidad coincido con algunas apreciaciones de Sagot, pero ello es independiente que las diga él o Juan Salchicha… O ud cree que Sagot es algo asì como un «Diablo» o un «enemigo del pueblo» o qué se yo??!

    Contento ya?!! Espero.

    Ahora, por favor, tenga la amabilidad finalmente de irse a buscarse la vida.

  39. Otra vez usted?!!! Botechita de Jerez.

  40. yo venía a decir algo, pero todo está dicho. y bueno la polémica se desplazó a otros terrenos. creo de igual modo, que dependiendo del foro es fácil prever de que lado vamos a estar en esta especie de maniqueísmo en que ha caído el arte costarricense. Habacuc vs. Jiménez Deredia. sé que al primero le gustaría que sus obras generen la plusvalía del segundo (pero corrijo un dato arriba: el perro de Habacuc también genera plusvalía, de hecho un retrato del mismo en la más elemental técnica serigráfica Warhol cuesta hoy alrededor de $3,000 si lo llevara a un taller de bronces y mármoles en Italia costaría 10 veces más). Jorge Jiménez introduce el contexto para hablar de «puesta en valor estética» y de «producto artístico» y esta me parece la verdadera gran discusión del arte costarricense en este momento. ojalá se hagan textos valiosos sobre el tema.

  41. Para eso, precisamente, estamos esperando Los Deseos del Pobre, Clarín…

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